Secretaria y amante (10 y último: libre)

Me hizo dar medía vuelta, llevó mis manos hasta la pared para que me apoyara. Oí como se baja la cremallera del pantalón y sentí como acercaba su polla a mi húmedo sexo.

SECRETARIA Y AMANTE (10 y último: Libre)

Décimo y último capítulo de la serie, si quieres conocer toda la historia, el anterior capítulo puedes leerlo aquí: http://www.todorelatos.com/relato/45137/

¿Quieres que te lleve a tu casa? – Me preguntó Pedro cuando entrábamos ya por la avenida principal de la ciudad.

No, no quiero volver a mi casa. Cuando Rodrigo sepa que me he ido irá a buscarme allí.

Entonces te llevaré a mi casa.

Bueno, sólo espero que allí no me busque. – Aduje.

Bueno, si llama preguntando le diré que no sé nada de ti y ya te llevaré a otro lugar mucho más seguro.

Llegamos a su casa y lo primero que hice fue ducharme. Necesitaba quitarme aquella suciedad. Mientras lo hacía oí que llamaban al teléfono y luego oí que Pedro hablaba con alguien diciéndole que necesitaba ayuda y que su casa era el único lugar seguro donde Rodrigo no me buscaría jamás.

Cuando salí de la ducha, Pedro me informó de que Rodrigo había llamado preguntado por mí.

Pero creo que cuando le he dicho que no sabía nada de ti, no me ha creído mucho. Así que tendré que llevarte a otro sitio, pero no te preocupes, he encontrado a la persona y el lugar adecuados para esconderte durante unos días.

Gracias, Pedro, eres un sol. – Le dije acercándome a él y acariciando su mejilla, y en aquel instante la chispa volvió a saltar entre nosotros.

Creo que ninguno de los dos podía, ni quería evitarlo. Nos besamos y la toalla que me tapaba cayó al suelo dejándome completamente desnuda. Pedro acarició mi piel de arriba abajo, haciendo que mi vello se erizara. Suspiré excitada, sintiendo como mi sexo se humedecía, deseando que siguiera, que me hiciera suya. Y Pedro no se hizo esperar, me hizo dar medía vuelta, llevó mis manos hasta la pared para que me apoyara. Oí como se baja la cremallera del pantalón y sentí como acercaba su polla a mi húmedo sexo. Se disponía a follarme de pie y eso me excitó aún más. Posó un beso sobre mi cuello, acarició mis senos pegando su cuerpo al mío y me estremecí irremediablemente. Deslizó una de sus manos hasta mi pubis y empezó a acariciar mi sexo buscando mi clítoris. Sus dedos se hundieron buscándolo y cuando lo encontró empezó a rozarlo en círculos. Su sexo estaba alojado entre mis piernas y con el movimiento, lo meneaba levemente haciendo que mi excitación aumentara. Le deseaba cada vez más, y deseaba liberarme, sentir la pasión que sólo él me hacía sentir, pero a la vez, la imagen de Rodrigo follándome aparecía en mi mente. Estaba confusa y desorientada. De repente, Pedro guió su verga hasta mi húmedo agujero y muy despacio me penetró. Suspiré al sentirle completamente dentro de mí y tras eso, él me sujetó por las caderas y empezó a moverse, cada vez a un ritmo más rápido y vertiginoso, haciendo que mi piel se excitara y calentara. Sentía como las paredes de mi vagina apresaban su sexo una y otra vez, como su verga entraba y salía de mí casi completamente. Nuestras respiraciones y jadeos resonaban en toda la casa y el fuego de la pasión quemada el aire que nos envolvía. Yo empujaba hacía él, necesitaba sentir su pasión, su beso, sentirle a él y olvidar lo sucedido en los últimos días, olvidar a Rodrigo.

Me giré hacía él y le observé. Acercó sus labios a los míos y nos besamos, su boca me supo dulce como la miel y más cuando sus brazos me rodearon y me apretó contra él, haciendo que su verga se hundiera más en mí. Gemí extasiada, y empujé hacía él, que enseguida comprendió lo que deseaba y siguió empujando con fuerza hasta que mi cuerpo se liberó explotando en un maravilloso orgasmo, convulsionándome de placer. Pocos segundos después también él se corrió. Nos quedamos unos segundos abrazados sintiéndonos piel contra piel. Luego se separó de mí. Cogí la toalla del suelo y dije:

Será mejor que nos marchemos.

Me dirigí a su habitación, donde él había dejado mi maleta y me vestí.

Minutos después ambos salíamos de su piso. Subimos en su coche y mientras nos alejábamos de allí ví el coche de Rodrigo llegando.

Pedro condujo hasta las afueras de la ciudad, hasta una de las urbanizaciones más caras del extrarradio. Allí se detuvo frente a una casa, pequeña pero majestuosa. El jardín estaba envidiablemente bien cuidado. La puerta por la que entramos se abrió automáticamente después de que Pedro pitara un par de veces. Entramos hasta la puerta principal y antes de que bajáramos del coche, la que supuse era la inquilina bajó por las escaleras para saludarnos. Era una mujer menuda, delgada, de hermosos ojos verdes y lacio cabello rubio.

Pedro y ella se abrazaron muy amigablemente. Luego este me la presentó:

Esta es Maribel González. – Al oír el apellido la sangre se me heló y me quedé parada, sin saber que decir ni que hacer.

Pero ella se acercó a mí y dándome un beso en cada mejilla dijo:

Sí, yo soy la mujer de Rodrigo, y no temas, aquí estarás segura de ese pervertido. Lamento que tengamos que conocernos en estas circunstancias.

Correspondí sus dos besos, tras los cuales le dije:

No entiendo nada.

No te preocupes, ahora te lo contamos todo. ¿Vamos adentro? – Preguntó Pedro.

Y Maribel nos llevó hasta el interior de la casa. Era una casa pequeña, pero decorada con un gusto exquisito. Entramos en el salón y nos sentamos en el sofá. Maribel nos ofreció algo para beber, pero yo no quería beber nada, quería saber porque estaba allí, y porque se suponía que aquel era un lugar seguro para mí, libre del acoso al que sin duda Rodrigo querría someterme para que regresara con él.

Maribel empezó a contarme:

Siento que nos hayamos conocido en estas circunstancias, y espero que de ahora en adelante podamos ser buenas amigas. Verás, cuando Pedro vino a verme hace unos días, justo después de que os conocierais y de que me contara lo de la violación a la que te sometió mi marido, pensé que si tú no salías de aquel infierno, te sacaría yo, como fuera.

Se detuvo unos segundos para tomar aire y pregunté:

¿Y por qué? ¿Qué sacas tú de todo esto?.

Nada, sólo salvarte de las garras de ese pervertido y no dejar que termines como tu antecesora, tanto en ese puesto de secretaria como en el papel de amante. Ella murió ¿sabes? Se suicidó después de que mi marido la usara para todos sus pervertidos juegos. Y antes su tumba juré que no permitiría que mi marido le hiciera lo mismo a ninguna otra mujer.

Me quedé sorprendida al oír y conocer aquella historia, no sabía que decir, sólo pensé que de buena me había librado, porque muy terribles tenían que haber sido aquellas perversiones para que la pobre chica decidiera suicidarse. Empecé a llorar y Pedro se acercó a mí. Me abrazo y dijo:

No te preocupes, ya todo ha terminado.

No entiendo como pude enamorarme de él.

De eso se vale mi marido, del amor que sentís por él, a través del cual es capaz de someteros a las más terribles perversiones. Lo sé, porque en otro tiempo también yo fui una de sus víctimas, y gracias a Dios, pude liberarme de eso. Y soy feliz al poder ayudar a otras.

Se quedó callada mirando al horizonte y entonces le pregunté:

¿Y por qué sigues casada con él?

Bueno, esa es una cuestión larga de explicar, pero digamos que principalmente es por una cuestión de conveniencia, tras liberarme de él pude llegar a un acuerdo y por eso seguimos casados pero sin mantener ningún tipo de relación sexual.

Entiendo. Gracias, Maribel. Pero ¿de verdad estaré segura aquí?

Sí, no te preocupes, él no conoce está casa, la compré hace poco precisamente para usarla con el fin de cedérselas a las posibles amantes engañadas de mi marido. Puedes quedarte tanto como desees.

Me acerqué a ella y la abracé, me sentí libre entre sus brazos, libre, respetada y querida incluso. Luego me dirigí a Pedro y también le abracé, dándoles las gracias, tras lo cual Maribel dijo:

Creo que es mejor que os deje solos, tortolitos. Aquí tenéis las llaves. –Dijo ofreciéndoselas a Pedro que las cogió.

Gracias, Maribel. – Le dijo.

Gracias a ti. Espero que seáis felices.

Tras eso, Maribel salió de la casa. Pedro volvió a abrazarme, me besó apasionadamente y me dijo por primera vez.

  • Te quiero.

Yo no osé responderle, me limité a recibir sus besos. La experiencia pasada era demasiado reciente como para empezar a entregarme por entero a Pedro, aunque sabía que en el fondo de mi corazón y desde el día en que le había conocido, algo había surgido entre ambos.

Pedro me colmó de besos, me llevó a una de las habitaciones, me tumbó sobre la cama y empezó a desnudarme despacio diciéndome:

Deja que yo lo haga todo.

Con besos y caricias fue despojándome de la ropa y una vez desnuda, hundió su cabeza entre mis piernas, me lamió el sexo ávidamente, me penetró con su lengua y me sentí en la gloria. Cuando creyó que ya estaba preparada y suficientemente húmeda, se puso sobre mí y me penetró. Nos quedamos un rato inmóviles, mirándonos a los ojos y ví en ellos un brillo especial que nunca antes había visto en los ojos de ningún otro hombre y entonces se lo dije:

Te quiero.

Hicimos el amor hasta quedar rendidos y finalmente nos dormidos.

Días más tarde tuvimos que abandonar la ciudad y buscarnos la vida en otro lugar con la ayuda de Maribel, lejos de Rodrigo y de todo aquel infierno en el que había vivido por enamorarme de quien no merecía mi amor.

Ahora ya han pasado algunos meses, en los que Pedro y yo nos hemos casado y estamos apunto de tener nuestro primer hijo, bueno hija, probablemente se llame Maribel. Ahora sí he encontrado al verdadero hombre de mi vida.

¡Ah! Y hace unos días supimos por Maribel que Rodrigo estaba en la cárcel acusado de proxenetismo, ha sido una de las mejores noticias que podrían habernos dado.

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).

Esta obra está bajo una licencia Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 Spain de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/ o envie una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 94305, USA.