Secretaria por fuerza (II)
Sin un euro en el bolsillo y con miedo de volver a casa, entro a trabajar para un señor con las cosas muy claras: convertirme en su puta particular
(Viene de Secretaria por fuerza (I))
Beep beeep beeep
Suena el despertador y ya estoy nerviosa por el primer día de mi nuevo trabajo. Al encender el móvil veo un nuevo correo, es de mi jefe. En el asunto: importante.
“Buenos días, nueva secretaria. Estoy impaciente por ver como trabajas. Si quieres recuperar tu ropa interior de ayer, te recomiendo que no traigas otra. Obedece y no llegues tarde.”
Medio dormida apenas recordaba que mis braguitas y el sostén nuevo habían quedado sobre su mesa. Era bastante caro y me decidí a seguir su juego, no iba a permitir que un pervertido se quedara con mi ropa.
Tras una ducha rápida, en el espejo me vi desnuda, mis pechos firmes con pezones tiesos, culito respingón y… pequeño matojo en el coño. Ummm, es un buen día para la depilación. Cinco minutos más tarde ya estaba lista, con ganas de tocarme pero no podía llegar tarde. Ropa, ¿qué me pongo?, está claro que nada de lencería, las órdenes decían escote y una minifalda complementa mejor. El pelo… suelto es muy informal, en moño me hace mayor, mejor una coleta, sí.
En el metro notaba como algunos me clavaban la mirada y cuchicheaban. Tal vez se notara que iba sin bragas con aquella minifalda ajustada. O quizás los pezones se marcaban en el top de lycra. A mis 28 años no era una vestimenta muy normal, más típica de las quinceañeras un sábado noche. Bueno, yo iba a trabajar, ¡¡por fin!!
Llegué al edificio de oficinas y el recepcionista me paró.
-¿Eres Laura la secretaria de Don Pedro?
-Sí -dije con temor de que me echara para casa.
-Pasa directamente a su despacho, planta décima, al fondo, te está esperando.
Otra vez el maldito ascensor que todo refleja. Esta vez abrí un poco las piernas y me ruboricé al ver mi chochito todo depilado.
Un largo pasillo con suelo de moqueta roja llevaba a la puerta de mi nuevo jefe. Piqué y sin esperar respuesta entré.
-Buenos dias, ¿don Pedro?
-Pasa y quédate en el centro.
Era un despacho grande con pocos muebles, con ventanales ocupando dos de sus paredes y vistas a una Castellana imponente con hormiguitas por sus aceras, allí en medio me sentí tan absurdamente pequeña… Se levantó y rodeó la mesa para sentarse en ella delante de mi. Hoy llevaba un traje perfectamente planchado y en la penumbra de aquella sala don Pedro era un ser radiante y de mirada imponente.
-Te explico el contrato. Esta semana estás a prueba, si pasas el lunes firmas por seis meses, prorrogable. Sueldo base dos mil euros más incentivos. Tus tareas son gestionar documentación y obedecerme. ¿Entendido?
-S...sí, entendido. -Acojonada y muy ilusionada por el sueldazo, por fin un poco de suerte!
-¿Sí qué más?
Su gesto serio y desafiante me condujo a la respuesta.
-Sí, señor, gracias.
-Bien -esbozó media sonrisa y relajó la postura. ¿Quieres recuperar tu ropita íntima? Desnudate.
No era una broma, sus órdenes eran claras, obediencia y rapidez. Total, ya me había visto desnuda el día anterior. Me saqué el top y bajé la falda. Desnuda por un buen trabajo. De repente una luz del techo me iluminó, quedando como un maniquí expuesto. La verdad es que todo empezaba a incomodarme y más cuando se acercó a mi, despacio, como acechando a su presa. A mi alrededor sólo me olía, ni me rozó pero me sentí como violada y al mismo tiempo intrigada, lo que me paralizaba para huir de aquella locura.
-¿Te has pelado el coño para mi? Buena chica. Voy a darte un incentivo, ponte de rodillas.
Mi cara de asombro y la falta de obediencia hizo que me obsequiara con un tremendo azote en la nalga derecha. Grité y sacudió su cabeza en desaprobación, dándome otro aún más fuerte en la nalga izquierda. Esta vez ahogué un gemido por miedo a más y me puse de rodillas medio llorando. ¿Iba a violarme?¿Pegarme?¿Donde me había metido?
Abrió la bragueta y sacó su miembro aún flacido pero ya de buen tamaño. No soy una mojigata y entendí en lo que consistía ese “incentivo”. Toqué la polla tímidamente con la lengua rezando para que estuviera limpia, luego la metí un poco en la boca observándolo entre mis lágrimas. Me sujetó por la coleta y comenzó a bombear como si me follara la boca, con lo que al momento creció y se puso dura. Me agarró de la coleta y empujó a fondo, me dieron ganas de vomitar y quise apartarlo empujandolo en sus muslos.
-Nooo, no. Mal, abre la boca.
Conseguí no vomitar (qué vergüenza!) y sin soltarme la coleta colocó mi cabeza bajo su perspectiva, abrí la boca y escupió todas sus babas encestando a la primera. Ahí sí que quise morir del asco y acabar con todo.
-Pórtate bien y consigue tu incentivo pronto, tengo mucho trabajo.
Totalmente humillada, me dejó hacer. Bajé su pantalón y lamí sus huevos, su duro falo que ya brillaba líquido en la punta, y bombeé lo más rápido y profundo que pude para que ese cabrón acabase pronto. Me cogió una teta en cada mano (manos suaves y fuertes), ordeñando y marcando el ritmo, retorciendo y pellizcando. Se quitó el cinturón del pantalón y tuve miedo pero no me dejó parar. Pronto descubrí su uso, si me apoyaba con las manos en algún sitio, si cerraba las piernas, si me daba una arcada o si me quejaba más que gemir “de gusto”, un cinturonazo acababa marcándome el culo, el cual recibió varios impactos antes de aprender la lección. Con el culo enrojecido, las tetas doloridas y la mandíbula desencajada de tanta polla, entonces gordos chorros de leche me dispararon la cara y otros en la boca mientras me sujetaba para que no escapase. No tuve más remedio que tragar parte.
-No está mal, ¿ves como puedes ser una buena secretaria?.Ahora no te limpies y masturbate mientras firmo unos papeles.
-¿Qué? - solté incrédula aún desnuda a sus pies y cubierta de su lefa- Perdón, señor, ¿quiere que…?
-Sí, quiero ver como te corres. Está claro que te pones cachonda sólo de verme, te doy permiso para disfrutar, aprovecha, jajajaja.
Ese cerdo pensaba que encima yo le deseaba, ¡qué locura!... Y que… pequeña verdad. Había algo en aquel hombre que hipnotizaba. Un perverso que tenía un trasfondo de complicidad.
Volvió a su mesa y me sonrió como un novio enamoradizo. Eso me desarmó y de pie comencé a tocarme, metiendo un dedo, manoseando las tetas, sobando el clítoris hasta que gimiendo estaba llegando al climax.
-Laura, ¿o puedo llamarte zorrita?, mírame cuando te corras.
Su cara de viejo pervertido casi me corta el rollo pero en sus ojos se reflejaba lo guarra que me sentía así que con piernas temblorosas y roja como un tomate, me corrí como nunca, chorreando por ambas piernas hasta mojar los zapatos rojos de tacón que ya ni me hacían daño.
Tras un eterno minuto donde intentaba recomponerme físicamente y volver a la realidad de tremendas autohumillación, don Pedro comenzó a aplaudir lentamente y me tiró la lencería.
-Puedes vestirte, zorrita, hoy te dejo llevar esas horribles bragas, para que veas que soy bueno. No hace falta que te limpies. Sal y cuando esté todo seco, vas a donde Severino para que te de los documentos para informatizar.
-Gracias don Pedro.
Mientras hablaba ya estaba vestida y salí tambaleandome como pude. ¿Habría más dias así en la oficina? ¿Tendrá más “secretarias”?
Ese día intenté concentrarme en el papeleo para no mojar mis “horribles bragas” pensando en la polla de mi jefe.¿Qué estaba haciendo en mi mente?