Secretaria de día, puta de noche (2)

Finalmente el fin de semana llegó, y yo quería ser cogida de nuevo por otro desconocido,… entregarle mi cuerpo a otro tipo que no me conociese en absoluto,...

Apenas si pasó una semana de ser cogida a la fuerza por un tosco taxista y mi raja ya se humedecía de solo pensar en que llegaba al fin el sábado, y con él, las posibilidades de iniciar mi vida de puta, con el único fin de mi ahora, enfermo placer. Mis amigas de la oficina, nunca sospecharon nada: de hecho, les sorprendía verme tan tranquila, después de una decepción amorosa; igualmente, se intrigaban al verme trabajar, toda modosita, seria, con mi carita de siempre "de no matar ni una mosca", y de pronto, sin motivo, soltar una sonrisa maliciosa y una débil risita apenas contenida: era por que por mi cabeza aparecía, a cada instante, durante el trabajo, flashes de memoria, imágenes, sensacines, que estaban frescas en mi mente, acerca de la cogida de aquella noche: yo subiendo torpemente, mansamente, al taxi del tipo ese que me violó, las manos del moreno recorriéndome toda, yo jadeante, queriendo tapar mi concha con mi mano, mientras su leche caliente pugnaba por salírseme,… mmmm,… todos esos recuerdos eran míos y solo míos, y me estremecían constantemente, haciendo que mi raja ansiosa, soltara sus jugos y mi olorcito (que yo ya adivinaba, se debía sentir a "olor de putita"), sin que nadie se diese cuenta: siii!, jugos y olor a perrita novata, procedentes de Vivianita, la inocente secretaria, enfundada en su uniforme gris; es decir, yo. Mmmm,… ese pensamiento me erizaba por completo.

Al llegar a mi departamento, ya lejos de las miradas de los demás, daba yo rienda suelta, a mi otro placer recién descubierto: la ropa. Tras gastarme buena parte de mi sueldo, mi dormitorio ahora estaba abarrotado de lencería y ropa incitante: me echaba dichosa sobre la cama, revolcándome jubilosa, envolviéndome en el olor de la ropa interior nueva,… mmmm,….encaje, cuero, látex: eran mi nuevo y delicioso pasatiempo. Disfrutaba como loca, acariciando la tela, sintiendo su textura, e imaginando la sensación de tenerla pronto puesta encima. Luego, me desnudaba con desenfreno, tirando mi horroroso uniforme al suelo, para luego, cual ceremonia, lentamente enfundarme en el uniforme de mi nuevo y excitante "oficio": primero subía lentamente por mis piernas un diminuto hilo dental, acariciando mi piel; luego enfundaba mis tetas con una apretado sostén que las hacía casi salirse por encima. Luego, una diminuta faldita de cuero rojo, que más parecía un cinturón, y finalmente, una casaquita abierta, que dejase ver a todo mundo que abajo solo estaba en ropa interior. Mi cuerpo casi se estremecía al ponerme unos zapatos de tacón, inmensos. Me pasaba las noches caminando por la sala de mi depa, caminando, así vestida, repasado una y otra vez la forma de andar, de mirar, de fumar, de apoyarme contra la pared, sonriendo para clientes invisibles. Me maquillaba una y otra vez, buscando verme cada vez más golfa, más incitante,… mmmm,… finalmente, me sentaba en el suelo de mi cuarto, me abría de piernas, y así vestida, me masturbaba con locura, hasta embarrarme por completo, jadeante, exháusta, pensando en mis próximas largas noches de placer por venir. Sabía que me estaba convirtiendo en una enferma,… y me gustaba.

Finalmente el fin de semana llegó, y con el crecían las posibilidades de nuevas experiencias. Podía buscar al taxista ese: sabía dónde encontrarlo, pero no,.. al menos aún no; yo quería ser cogida de nuevo por otro desconocido,… entregarle mi cuerpo a otro tipo que no me conociese en absoluto; eso era lo me motivaba más que otra cosa. Mis amigas –Rita y Camucha-, pensando que disimulaba el estar deprimida (estaba yo cualquier cosa, menos triste), me obligaron a salir con ellas, ¡qué lata!; acepté, pero eso sí, decidida a que eso no interrumpiría mis planes. Mientras iba en taxi a su encuentro en el bar convenido, le dije al conductor que "cortara camino", por la "zona roja" del centro de la ciudad: ¡casi no me pude contener, al pasar por la calle donde se ofrecen las putas: quería masturbarme ahí en el asiento trasero, al verlas exhibirse!

-…¡HOOOLA GUAPOOOO!,.. –gritaba a nuestro taxi, sin pudor, una zorra de botas altas, que sin más abrió su largo abrigo de par en par, dejándonos ver su cuerpo lascivo y contoneante, solo vestida con un calzoncito negro, mostrando sus enormes tetas; ¡yo quería exhibirme asiiií!

Al llegar al bar, mis amigas del trabajo se quedaron de una pieza: decidida a putear, me había vestido de acuerdo a la ocasión: una casaca de cuero rojo, diminuta, polito a tiritas negro, muy escotado, una minifalda apretada negra, sin pantis y unos zapatos de plataforma; me veía a la vez espectacular, y mi atuendo contrastaba con mi carita de niña buena, mis cabellos lacios, sosos, y mis infaltables lentes: me veía como una niña mala, que hacía la travesura de verse vulgar (pero esa apariencia era sólo momentánea)

  • Vivi,… -me preguntó, Rita, la más extrañada con mi cambio de apariencia-, ¿estás bien?,

  • Sí, Rita –le respondí, sintiéndome divinamente bien, al percibir sobre mí la mirada de todos los machos del bar-, me siento muy bien,

La velada en el bar transcurrió sin más ni más: conversaciones anodinas con mis compañeras de labor sobre chismes de oficina, y unos buenos tragos; yo casi ni les prestaba atención: miraba a la clientela. Frotaba disimuladamente mis piernas una contra la otra, pensando. Trataba de hacerme una imagen mental de los hombres ahí presentes: quién tendría la verga larga y grande, quién corta y gruesa, quién me la clavaría cual animal,… mmm,…sin ninguna vergüenza miraba al más feo y tosco de todos, y me lo imaginaba encima mío, casi violándome como el taxista; miraba al más joven de todos en el bar, y me imaginaba siendo yo su puta iniciadora,… mmmm,… mi mente volaba a mil por hora, haciéndome humedecer sin remedio, deseando yo que ya pudiese entregarme por dinero,... a pesar que no lo necesitaba,

  • Vivianita,… ¿qué haces?- me soltó mortificada Camucha. Me había descubierto: instintivamente, estaba yo sobando con mi mano mi culo enfundado por la mini, mientras miraba fijamente a un tipo que estaba sentado al fondo del bar.

La noche avanzaba, y ya sin poder contenerme, decidí que había llegado la hora. Asimismo, también había decidido que no quería que fuese mi "cliente" ninguno de los del bar: quería yo ir a la calle, y que me aborde el primero que pasara. Tras tomarme tres tequilas de golpe –para el valor-, hice como que me sentía mal y a la vez deprimida. Las chicas se lo creyeron. Tras convencerlas de que me podía ir a casa yo sola, salí del bar. Apresuré el paso y me metí en otro bar cercano, a pedir el baño. Aún recuerdo la cara de la clientela al salir de nuevo: Vivianita de quedó adentro; la que salió fue otra: a mi atuendo atrevido había agregado yo un maquillaje sobrecargado, sombras, rímel rojo fuego, pestañas postizas, así como una peluca adecuada para evitar ser reconocida: era una cabellera larga, color negro azabache, y llegaba casi hasta mi cintura; me había costado un ojo de la cara, pero lo valía. Mis lentes quedaron en mi cartera, dejando en su lugar unos preciosos lentes de contacto cosméticos: ahora mis ojos eran verdes como el mar: aún recuerdo con placer, las miradas sobre mí, las exclamaciones contenidas de los machos excitados, los reproches a media voz de las mujeres,... todo eso junto hacía vibrar mi cuerpo mientras caminaba decidida hacia la calle. Mi concha se humedeció al instante en que, al llegar al umbral, oí un susurro:

-…Puta,

Al sentir el frío de la noche, era yo otra: había nacido "Sheyla", y se apresuraba a buscar su primer cliente de la noche (tardé mucho en encontrar un nombre, pero ¡daba igual!, lo cambiaría por muchos otros, después), Caminaba al rato por una calle desierta,… y valgan verdades, ¡todo mi cuerpo ardía por ser cogida!: podría mentirles, pero la verdad del asunto es que me moría de ganas por ser abordada. Al poco rato de caminar, sentí que un ruido me acompañaba desde atrás mío, como acompasado al sonido que hacían mis plataformas golpeteando el cemento; volteé a ver hacia atrás y lo ví: un hombre me seguía. Era joven y vestía un abrigo oscuro. Apuré el paso, pero no por temor: buscaba yo un lugar algo más alejado de las zonas concurridas del centro de la ciudad. Volví a voltear y ví que me sonreía, mientras continuaba atrás mío, en silencio. Todo mi ser se estremecía, sintiendo que mi conchita se iba humedeciendo cada vez más y más. Al llegar a una esquina oscura, me detuve, como si esperase un taxi. Contoneé mis piernas, de perfil hacia él, para que las viese bien. Él finalmente se me acercó:

  • ¿Cuánto?,.. – me dijo.

¡Era guapísimo!, tendría a lo sumo unos 21 años; alto, de porte atlético, rostro de rasgos finos y sensuales,… tenía unos ojos celestes, de un mirar seductor que me encandilaron, al igual que su sonrisa, ¡me miraba como si fuese yo una belleza!,… pero lo más importante de todo: ¡me había confundido con una puta!; no lo pensé ni un segundo: quería que me la meta ya,… Sin pensarlo dos veces, le dije la primera cifra que se me ocurrió: le pedí una miseria – no quería yo por nada del mundo dejarlo escapar-. Casi no lo pensó. Simplemente con un ademán con la cabeza, me ordenó que le siguiese.

Así me encontraba de nuevo, ardiendo por dentro y siguiendo a ese chiquillo que me tenía obnubilada, no era solamente por que era guapo: era más que todo por que me iba a pagar por tener sexo con él como una golfa, y por que era mi primer cliente de la noche –esperaba yo-. Sin mediar palabra, caminamos apenas unas cuadras más: el chico abrió una puerta de un vetusto edificio de departamentos del centro; tras cerrar la puerta, nos encontramos frente a unas altas y solitarias escaleras: me dijo que ahí vivía con sus padres, así que lo haríamos en las escaleras.

El ambiente descuidado del sitio, las escaleras polvorientas, me excitó de inmediato: por primera vez me sentía yo una completa callejera, de las que no valen ni una habitación de hotel, de las que te puedes "comer" en cualquier hueco inmundo y luego tirarla sin más,… y eso me enloquecía de placer. Yo estaba ya más que dispuesta a ser penetrada, así que sin perder tiempo, recibí mi paga, subí dos escalones, y sin ningún pudor, me subí la mini por completo, para luego bajarme bragas frente a él, gozando con su atenta mirada clavada en mi concha ya húmeda sin remedio. Abriéndome de piernas casi al máximo, apoyando mi culo en el borde de un escalón, me eché para atrás, y le invité con la mirada, a clavarme a su antojo. El frío del cemento en contacto con mis nalgas me hacía ya sollozar de placer contenido; disfruté como loca cada segundo que transcurría, como en cámara lenta, mientras él, con su divina cara de chiquillo, me veía la concha mojada culo como si fuese lo más hermoso del mundo, y con la verga casi reventándole los pantalones. Solté sin poder controlarme una exclamación de gusto cuando sacó al aire su aparato: era una verga espléndida, larga, cabezona. Cada fracción de segundo en que su cabeza roja se acercaba a mi agujero fué delicioso, hasta que finalmente me introdujo su palpitante aparato; ¡solté un gemido gutural, casi animal, sintiendo otra vez que mi cabeza me daba vueltas como trompo!!

  • ¡AUUUUMMMM!!!,… ¡AHHHH!,…¡AAAAH!!! –, exclamaba yo, completamente descontrolada, alucinada por el golpeteo sonoro de su verga contra mi concha mojada.

  • .¡SHHHT: calla puta de mierda, que nos van a oír!!!,… -, me ordenó ásperamente el chiquillo.

¡Quería yo gritar como una cerda!,… pero le obedecí: ¡era una sensación deliciosa, el ser tratada sin respeto, mandoneada sin miramientos, por ser solamente una zorra!!,… instintivamente me metí un dedo en la boca y lo masqué hasta casi hacerme sangrar, conteniendo mis gemidos de placer. Jadeando, disfrutaba a la vez de otras nuevas sensaciones: tratando de mantener esa postura, comenzaba a gozar del raro placer que me ocasionaba sentir a la vez, el golpeteo de sus huevos contra mis nalgas, aunado al dolor en el hueso, cada vez que mi culo chocaba con cada embestida contra el duro escalón: ¡era yo ya una puta "de callejón" y lo disfrutaba como nunca en mi vida!!!. Trataba de arquearme, de sentir toda su pieza dentro mío, me abría de piernas más y más y ese chico seguía taladrándome sin cesar; me corrí hasta casi hacer un charco en el escalón. Hubiese querido que dure más pero el ímpetu del chico no duró mucho: cuando yo ya llegaba a mi segundo orgasmo, sacó su pene de dentro de mí, y soltó su lechada sobre mi concha: ¡fue delicioso ver toda mi concha, mi vello, recorrido por completo por su semen, goteando al piso!

Solté un gritito de gozo y él me ordenó callar de nuevo; me excitaba al hacerlo. Preguntó en qué esquina me podía volver a encontrar. Le dí una referencia falsa. Mi cuerpo aún no estaba satisfecho, por lo que, tras limpiarme el coño, me puse las bragas de nuevo y me decidí a salir; el chiquillo se guardó la verga en el pantalón y sin más, subió las escaleras, tras decirme que cierre bien la puerta.

Apenas salí a la calle, dudé acerca de qué dirección tomar; no quería arriesgarme a ser asaltada en "mi primer día de trabajo", así que regresé por donde vine. No llegué muy lejos: casi en la esquina, me cerraron el paso tres chiquillos; ¡me estremecí de temor solo al verlos!, eran menores de edad, pero su apariencia era intimidante: altos, robustos, camisetas anchas, gorras hasta las cejas, en fin, unos pandilleros,… ¡por un instante temí y a la vez me excité ante la posibilidad de ser violada!!!

  • ¡OYE TÚ, PERRA!!! -, me gritó el que parecía el "jefe", dejándome azorada-, ¡SÍ TÚ!!,.. ¿CÓMO ES?!!,

Por un instante no entendí lo que quería: temblaba yo como una hoja. Al ver que no me querían hacer daño, comprendí: querían una puta para pasarla bien,… a mí. Les dí un precio, más elevado en esta ocasión; el chiquillo delincuente sonrió. No era problema, tenían dinero. Haciéndome mojar con su forma de tratarme, me tomó del brazo y casi me arrastró a una calle solitaria, en medio de las carcajadas de aprobación de los otros dos.

  • ¿Cómo te llamas, puta? -, fué lo único que me dijo.

  • Sheyla, "cariño",… -,le respondí con dulzura, estrenando así mi nombre.

Tras caminar un poco, entramos en un barrio "de cuidado". Uno de ellos me ofreció droga: la rechacé. Quería estar completamente consciente de los que me harían. El chico que me zarandeaba me introdujo entonces en un oscuro callejón: yo estaba excitadísima. Los otros dos no se quedaron atrás; nos siguieron. Me cogerían por turnos y mirarían a la vez. Me empujó contra una pared y sin más me bajó la mini y mis bragas juntas, dejando mi culo expuesto ante ellos, yo ya estaba a mil por hora. De un golpe, me obligó a abrir las piernas. Yo le miraba, mitad azorada, mitad encandilada :

  • ¡ABRE LAS PIERNAS, GOLFA!,.. –me ordenó-, ¡TE PAGO PARA QUE LAS ABRAS, NO PARA QUE ME MIRES!!!,..

  • Si, "papi",… -, le respondí por puro instinto.

Su verga metiéndoseme adentro me cogió de sorpresa, como un latigazo: ¡era ancha y poderosa!!!,… casi al instante en que me dilató, me hizo gritar y mojarme, todo junto; cogiéndome de las caderas, el tipo me comenzó a penetrar rápidamente, arrancándome gemidos de gozo sin parar, mientras que yo, su puta sumisa, crispaba mis manos contra la pared, casi reventándome las uñas postizas que tenía puestas.

  • .¡AHHH!,…¡AHHH!!!,… ¿QUIÉN ES TU "PAPI", PUTA?, ¿QUIÉN ES TU "PAPI", PUTA?,…¡AHHH!!!,… -, me decía sin cesar.

  • ¡AAAAHHH,…AAAAUHHH!!!,… ¡TÚ MI "PAPI"!!!- e respondí yo, ya descontrolada-, …¡TÚ ERES MI "PAPI", AMOOOORR!!!,… ¡AAAAHHH!!!!,

El cuerpo me ardía, mientras que de rato en rato miraba a los otros dos, que gozaban viendo a esta, su golfa, siendo machacada contra la pared, vibrando mis nalgas con cada embestida. Tras unos minutos, el chico ese terminó, descargándome toda su leche espesa dentro: ¡casi me desmayo de placer al sentir la oleada caliente llenándome las entrañas!!. No pude descansar ni un instante; apenas terminó, otro pidió su turno. Me dió media vuelta y, apoyando una de mis piernas en un tacho de basura, me la clavó sin más en mi raja aún rezumando semen.

  • ¡AUUUUUHHHHMMM!!!!,

  • ¡Assssií!,…¡AHHH!!,… -exclamó mientras me la hundía, lentamente, pero hasta el fondo-, …¡CÓMO LE GUSTA LA VERGA A ESTA PERRA!!!,

¡SIIIÍ, ME ENCANTA, ME ENCANTAAA!!!, pensaba yo mientras sentía cómo mi entrepierna abierta se dilataba aún más, por la combinación de esa pose y su verga joven y completamente erecta. Me enloquecía sentir cómo el chico me bajaba el polito con los dientes, sin dejar de clavármela, para luego mordisquear mis pezones erectos hasta casi inflamármelos,… mmm,… mi "nueva yo", Sheyla, la puta, gemía y berreaba escandalosamente, mientras era cogida en ese callejón oscuro, mientras el que la había llenado apenas momentos antes, le miraba burlón ,lascivo, deleitándose, viendo mis tetas mordisqueadas bamboleándose frente a él, a la vez que el tipo que cogería después, miraba mi culo vibrando con cada embestida del que ahora jadeaba introduciéndome su pene; ¡mis venidas se sucedían una a otra, casi sin intervalo!!!

El chico ese estaba tan excitado que tardó poco en que su verga comenzase a palpitar dentro mío: ¡wow, que tal lechada!, fue tan caliente e intensa que me crispó por completo,... riéndose a carcajadas, el joven delincuente sacó su verga aún tiesa, haciendo que su lechada y la de su amigo se desparramasen por mí, recorriendo por completo mis piernas temblorosas. El corazón se me salía del pecho por todo el goce recibido, pero aún faltaba uno; con violencia me tiró al suelo, ordenándome ponerme en cuatro.

  • ¡LÍMPIATE LA CONCHA, PERRA ASQUEROSA!!!,… -me gritó-, …¡ESTÁS TODA SUCIA DE LECHE!!!,

¡Casi me oriné de gusto al ser llamada "perra asquerosa"!, sonriendo de loco placer, me saqué con la mano, gustosa, la lechada de salía a borbotones de mi concha: quería más, ¡maaaásss!,.. deseaba yo seguir siendo "una puta toda sucia de leche",… su verga entró dentro de mí con gran facilidad, estando yo toda húmeda de mis jugos y de la leche,… mmmm,… ese último fue el que más se tardó: fue una larga y deliciosa media hora en que gocé como loca, a cuatro manos en ese callejón polvoriento y oscuro, cual perra callejera siendo montada por un perro que pasaba, gimiendo, jadeando, y disfrutando a la vez al ver la calle, al otro lado del callejón a ocasionales transeúntes nocturnos que se sorprendían al verme fugazmente, siendo cogida.

¡La cabeza casi me explotó cuando descargo al fin su semen, mientras que de ventanas que daban al callejón, se escuchaban exclamaciones que me encendían!,…"¡calla puta!",…"¡váyanse a otra parte con esa zorra!",… "¡quiero dormir: lárguense a tirar a un hotel!!!":

Caminando de vuelta a casa, finalizado mi primera noche "en la calle", pero anhelando que hubiesen más hombres que se cruzaran conmigo, conté mis ganancias: había ganado el triple que lo que me pagaban por un día de trabajo en la oficina y había gozado cada instante del tiempo así deliciosamente transcurrido; me caía muy bien el dinerillo, pero eso no era mi motivación: mi motivación era el ser una golfa. Ya acostada en mi cama, viendo el amanecer llegar por la ventana, dejé el dinero triado en el suelo. Desnuda, abierta de piernas, me metía la mano en mi concha irritada y aún húmeda, para luego sacarla y acercarme la mano a mi rostro: ¡era delicioso sentir el olor a semen salado, el olor a varios machos, rezumando de mi vagina!; ésa, y solo esa, era mi verdadera paga,

(CONTINUARÁ,…)