Secretaria complaciente
Una visita profesional se vuelve un encuentro sexual que ambos deseaban desde antes.
Jeannette
"¡Qué ganas de tener una cama aquí para poder atenderlo!"
Con esa broma que encerraba una invitación, Jeannette me respondió cuando le pedí que me recibiera en ropa interior cuando fuera a visitarla.
Era habitual que este tipo de bromas matizaran nuestras relaciones, yo como Asesor de la empresa y ella como Secretaria de Gerencia. Los años habían ayudado grandemente a que nuestras primeras bromas inocentes fueran subiendo de tono y volviéndose cada vez más personales, más de los dos, sin que nadie más participara de ellas.
Y, obviamente, esta escalada de frases en doble sentido, de confesiones íntimas, fue creando en mí un deseo grande por tener sexo con Jeannette. Y sus bromas dejaban traslucir un dejo de comprensión respecto a mis deseos.
Sentí que entre ambos se había construido un puente que podría llevarnos a la intimidad que deseaba desde hacía tiempo, acicateado por su voz profunda e insinuante al teléfono, que me producía escalofríos de placer.
La Jeannette del teléfono se me hacía una mujer ardiente, deseosa de acostarse conmigo y entregarme toda su pasión en unos momentos de placer que me parecía serían inolvidables.
Una Jeannette muy distinta a la eficiente secretaria que me recibía cuando acudía a la oficina, que me hacía bromas pero sin que estas se pasaran de la raya.
Siempre que la visitaba, iba con la intención de insinuarle mis intenciones pero ella nunca me dio posibilidades de hacerlo, manteniéndose entre ambos una distancia que no impedía que siempre fuera simpática en su trato, aunque muy distante de aquella voz profunda que por teléfono me insinuaba cosas que me hacían sentirla deseosa de sexo conmigo, aunque sus bromas nunca fueron más allá del límite de la broma entre adultos.
Pero de hoy se me hizo diferente, fuera del contexto habitual que ella empleaba para responder a mis insinuaciones. Y su frase-invitación rondaba mi cabeza mientras conducía rumbo a su encuentro, donde suponía que las cosas serían normales: mucho público, ella distribuyendo horas, respondiendo el teléfono y entregándome la información que iba a buscar, sin atisbos de nuestros diálogos telefónicos.
Y aunque sabía que nada diferente podría ocurrir, no dejaba de pensar en su respuesta, cargada de intenciones, mientras en el ascensor subía al piso en que ella trabajaba.
Y al abrir la puerta me recibe su sonrisa de siempre, mientras responde una llamada. Y, como siempre estaba rodeada de gente.
Jeannette, con su pelo castaño, de medio corte al hombro, su sonrisa franca, su mirada directa, enmarcada en unos lentes que hacían resaltar la chispa de sus ojos. Su rostro algo redondo, de piel clara, mostraba unos labios carnosos que hacían pensar en funciones de placer más gratificantes.
Su cuerpo mostraba un par de senos de dimensiones respetables, acostumbrados a ser admirados, deseados.
Y sus piernas guardaban en su base un tesoro que el vestido no alcanzaba a esconder y que se insinuaba abultado.
Al saludarla, intencionalmente acerqué mi boca a la suya, pero ella no reaccionó y todo pareció normal. Pero algo en su mirada era diferente.
Ella en lo suyo y yo trabajando en el p.c., intercambiando frases ingeniosas de vez en cuando, dejamos pasar el tiempo, mientras la oficina fue desocupándose hasta quedar solos los dos.
Y cuando quedamos sin compañía, la conversación fue tomando ribetes interesantes, pues ella me preguntó por mi experiencia con las citas a ciegas en Internet, tema que habíamos abordado superficialmente por teléfono. Ella sabía que había ubicado un par de niñas con las que practicábamos sexo virtual, pero nunca profundizamos en ese tema, por lo que no dejó de llamarme la atención su interés en que le conversara al respecto, pues ello me ayudaría para intentar concretar mis planes para con ella.
Con toda intención empecé a relatarle detalladamente la manera en que practicábamos el sexo por Internet, situación que ella parecía interesarle sobre manera. Viendo sus ojos abiertos escuchando lo que le relataba, fui agregando datos y situaciones que hicieran más interesantes el relato para ella, cosa que creí lograr cuando sus labios semi abiertos se veían resecos, cosa que atribuí a un naciente deseo producto de lo que escuchaba.
El nivel de sexo en el relato alcanzó el clímax cuando le conté la manera en que mis amigas se masturbaban y lograban el orgasmo. Mi voz se hizo pausada, con una sonoridad insinuante y con un ligero jadeo, intentando con ello aumentar su estado de excitación.
"No quiero que nos molesten mientras conversamos" dijo con voz ronca, levantándose a cerrar la puerta.
Yo no necesitaba mayores insinuaciones para proceder y la alcancé cuando puso seguro a la puerta y me apreté a ella, tomando sus senos entre mis manos y apretándole mi herramienta por detrás.
Ella no dijo nada, limitándose a quedar con la mano en la puerta, esperando lo que seguiría.
Una de mis manos bajó hasta alcanzar su entre piernas, apretando su sexo, cuyo bulto bajo la tela del vestido parecía tener dimensiones respetables.
Una de sus manos se fue al hueco que había entre nuestros cuerpos y se apropió de mi herramienta, que bajo el pantalón se insinuaba en estado de erección.
El hielo se había roto entre ambos, nada había por delante que no fuera dar rienda suelta a nuestros deseos.
La solté y abriendo mi pantalón saqué mi verga, que lucía pletórica y presta a expulsar su contenido.
Ella se dio vuelta y sus ojos contemplaron ávidamente el pedazo de carne que sobresalía de mi pantalón, esperando su reacción. Se arrodilló y abriendo lentamente su boca se introdujo mi instrumento, el que entraba y salía pausadamente de su boca, que lo chupaba exquisitamente, produciéndome sensaciones indefinibles de placer.
Jeannette resultó ser una experta chupadora de verga, la que entraba pausadamente en su boca, que la engullía completamente para luego dejarla salir hasta que solamente la punta quedara aprisionada entre sus labios, los que a continuación volvían a abrirse poco a poco, para tragarse todo mi instrumento, que se perdía en su boca.
Con una mamada tan exquisita era lógico que el clímax me llegara, pero mi intención no era acabar en su boca, por muy rica que fuera su boca.
La separé y la llevé al escritorio, donde le pedí que se sentara, cosa que ella hizo de inmediato, intuyendo lo que vendría.
Le saqué el bikini y puse sus piernas sobre mis hombros. Me adentré entre las dos columnas cubiertas por la seda de unas medias blancas y pegué mi boca a su sexo, que estaba húmedo de placer. Ella abrió más aún sus piernas, como intentando que su vagina quedara más expuesta aún a mi exploración bucal.
Metí mi lengua entre sus labios vaginales y empecé a moverla en su túnel hasta alcanzar el botón anhelado, el que abriría las compuertas de su placer.
Jeannette tomó mi cabeza y la acercó más aún a su sexo, el que apretó a mi cara mientras los fluidos que salían del mismo me indicaban que había tocado la tecla precisa.
"Mmmmmmmm, ricooooooooooooooooo"
Repetía con los labios apretados mientras su cuerpo se debatía entre convulsiones de placer.
"Síiiiiiiiii, más, más, m´hijito"
"Riiiiiiiicooooooooo"
"Ahhhhhhhhhh"
Y sus jugos inundaron mi boca, mientras su cuerpo se estiraba y sus uñas se clavaban en mí.
Esperé a que se calmara y la bajé del escritorio, poniéndola en el suelo. Sus piernas se abrieron sin que se lo pidiera, sabedora de mis intenciones.
Me puse encima suyo y mi herramienta empezó a intentar encontrar su túnel de amor. Impaciente, Jeannette llevó su mano a mi entre pierna y tomando mi verga la dirigió a su sexo, empujando de manera que mi pedazo de carne se clavó hasta la mitad en su vagina húmeda.
Subió sus piernas por encima de mis espaldas y empezó a empujar, golpeándome con sus talones cada vez que pegaba su sexo para que mi herramienta la penetrara más aún. Yo seguí sus movimientos en sentido contrario y empezamos un polvo desenfrenado, que nos cubrió de transpiración, con los ojos desorbitados de deseo, buscando frenéticamente encontrar el orgasmo que suponíamos sería exquisito.
Efectivamente, una corriente de calor subió al unísono por nuestros cuerpos haciendo coincidir nuestros clímax, que explotó entre apretados abrazos, besos desesperados y gemidos de placer.
"Mijito, mijito, riiiiiiicooooooo, rrriiiiiiiiiicoooooooo"
"Exquisito, riiiiiiicoooooooooo"
"Guauuuuuuuuu"
Y se apretó a mi, brindándome el resto de sus efluvios entre espasmos de placer.
"Eres rica, mijita"
Le dije mientras le daba por primera vez un beso en su boca, que me lo devolvió ansiosamente, con alegría.
Ya recuperada, se levantó y con señas me pidió que me vistiera, mientras ella arreglaba su ropa y quitaba el seguro de la puerta.
Fue al escritorio, me entregó la información que había ido a buscar y se despidió con un beso y sin decir nada, pero con un mirada y una sonrisa pícara que me decían sin palabras que nuestras relaciones futuras serían mucho más "cálidas" de ahí en adelante.