Seca

Como una mujer redescubrió que no estaba seca.

Se mira en el espejo del baño, ya no es una mujer joven, pasa de los cuarenta, tiene dos hijos, los años no pasan en balde, las tetas están más grandes pero un poco caídas, sigue delgada, vientre plano, el culo no tan respingón , pero sabroso, las piernas bien moldeadas acaban en tobillos finos: de yegua que le dicen. Le cuesta estar en forma, más ahora que ha dejado de fumar y he agarrado algún kilo de más.

Se da cuenta que el hombre la espía, el espejo del baño se refleja en el espejo del dormitorio, donde el macho está tumbado en la cama, porque es un macho, y ella una hembra, no se siente mujer, se siente hembra, le gusta sentirse así, una hembra en celo.

Quiere excitarlo, volverle loco, se acaricia con las palmas de las manos los pechos, cuando los vuelve a contemplar en el espejo, se da cuenta que los pezones se han puesto duros, se yerguen tiesos, como pequeños dedos oscuros, porque los tiene casi negros, entre grises y marrones, como las areolas del tamaño de la moneda de dólar, lo comprobó un día que leyó esa descripción y buscó la moneda para comparar.

Vuelve a mirar al hombre, ha separado la sabana, sólo lleva el pantalón del pijama, y la verga se ha puesto dura. No se da cuenta que ella le está mirando. Ha sacado la pija y comenzado a masturbarse.

A ella le da un subidón de lívido , apoya el pie derecho en el bidé, y mientras con una mano se pellizca los pezones, le gusta que le duelan cuando los aprieta, casi retorciéndolos, con la otra se toca la concha, lo hace metiendo el índice y el corazón en su interior y mientras con el pulgar se acaricia el clítoris.

Los dos se espían, él cree que ella no le ve, ella hace como si no supiera que él la está mirando. Están así poniéndose cada vez más calientes durante algunos minutos.

Los dedos están empapados de sus flujos, sabe que se va a correr, se queda de pie frente al espejo, los muslos apretados, la mano entre ellos dando el placer. Nota como viene la ola, no cierra los ojos, quiere ver como la ve el macho, como una mujer lujuriosa y viciosa teniendo un orgasmo.

Estalla entre temblores, apenas acaba, sabe lo que va a hacer, se pone una toalla alrededor de la cintura a modo de pareo y sale del baño . El hombre se ha dejado de pajear, aunque la espera con la polla fuera y en alto. Ella se para a su lado, se agacha, agarra la verga con la mano izquierda, la aprieta, tira para que el el pellejo deje el glande al aire, mete la mano derecha por la bragueta del pijama y comienza a acariciar los huevos.

Se suelta la toalla y va a la cama sin soltar su presa, pasando su cuerpo desnudo sobre el de él, haciendo que sienta su calor, recalentándose con el deseo del macho. Colocada a su derecha, queda arrodillada, con su intimidad al alcance de la mano del hombre. Es cuando baja a lamer el cipote, recorre con la punta de la lengua el ojo que destila el néctar del sexo. Lo hace muy despacio varias veces, después lame el cipote como si fuera la bocha de un helado, recreándose en el pellejo que le anilla.

La mano masculina acaricia su grupa, suave al comienzo, más fuerte a medida que ella sigue jugando con su lengua en el ciruelo, un dedo busca el valle de las nalgas, lo recorre varias veces de arriba hasta la concha empapada, humedeciéndose con el flujo de la hembra. Sigue explorando buscando el camino el camino hacia el pequeño cráter. Se apoya en él, lo acaricia suave y entra en la puerta oscura. Lo mueve a dentro , a fuera, a un lado , a otro, encogiéndose, estirándose.

La mujer deja caer su saliva sobre el árbol del macho , lo suelta un momento y lo engulle con su boca ansiosa, aprieta los labios y sube y baja, desde el cabezón hasta la base.

El hombre deja el estrecho camino y de un golpe mete dos dedos en la coño chorreante, ella responde agarrando la polla con el puño, apretándolo y comenzando a pajearle con el mismo ritmo que él se lo hace a ella, al tiempo que juega con su lengua en el capullo del macho. Atrevida, la mano que acariciaba sus huevos, los ha abandonado y ha ido buscando el esfínter de él, que se ha movido para facilitar la excursión femenina. Mete el dedo, el respingo del macho penetrado hace que la verga le de un golpe inesperado en la cara, sabe lo que busca, acaricia la almendra.

Para la mano, sólo usa la lengua, los labios glotones, se prepara para la explosión.

¡ Ya!- casi grita el macho.

Ella da el último toque con la mano para que la leche salte sobre su boca y su rostro. Le gusta el semen en su cara.

El hombre acelera la caricia en la vagina de la hembra, también ha buscado su punto más sensible, lo conoce bien.

La mujer usa sus dedos para llevar la leche a la boca, su sonrisa es reflejo de su lujuria desbordada.

¡ Aaaaahhhhh ! - vuelve a irse.

Quedan abrazados, se besan satisfechos, golosos el uno del otro.

Gatita, debías volver a escribir.

Es que sin fumar me cuesta, y además intentar los relatos del último Ejercicio me dejó seca.

El hombre se ríe casi a carcajadas, mete dos dedos en la concha, los saca y los lleva a la boca de la mujer.

Seca no estás, yo te veo bien mojada. Creo que escribir te hace bien y a mi me divierte ver las fantasías tan...

Golfas que tengo.

Sí, hay mucho de eso.

Se vuelven a besar.