Seamos cómplices
Notaba entre los hermanos Leonardo y Alison contactos casi disimulados, caricias fuertes que mi mente traviesa decidió provocar y formamos un trío fantástico.
Seamos cómplices
Conocí un chico de nombre Leonardo con quien hice una gran amistad, dado su gran conocimiento para la enseñanza y de la cual necesitaba mucho. Era un tipo alto, de piel blanca, cabello ondulado y corto, contextura delgada, un tipo muy guapo.
De un momento a otro las clases se dieron en su casa, tenía un ambiente privado donde las clases se hacían amenas. En una de estas clases conocí una hermosa chica de 19 añitos, piel blanca, delgada, cabello lacio que le llegaba hasta los hombros, con un trasero que destacaba de su cuerpo. Y pude notar algo que me inquietó mucho, las excesivas miradas de su hermano mayor, Leonardo, sobre todo cuando ella no lo miraba. Las clases se hicieron más frecuentes, hasta de cuatro días por semana.
De vez en cuando compartíamos la salita de estudio, con su hermana, éramos los tres, dignos estudiantes de la universidad. Mis pensamientos traviesos imaginaban tantas cosas en esos momentos. En esa pequeña sala, las demostraciones de cariño entre los hermanos eran muy efusivas.
Leonardo su hermano mayor de 34 años, cada vez que se acercaba a ella, trataba de pegar su cuerpo al de ella, a veces casi casual, según él, pegaba su verga en alguna parte del cuerpo de la hermanita; ella a veces de reojo miraba el bulto de su verga que se formaba entre su pantalón, sin que alguno pudiera advertir la mirada del otro. Cuando se daban fuertes abrazos, él, más que abrazarla, la aprisionaba entre sus brazos y pegada a su cuerpo. Frente a mí, trataba de controlarse mínimamente, sabía de mis gustos por el sexo, las chicas, los chicos; eran actitudes provocadoras.
En uno de tantos momentos a solas ahí en la salita entre Leonardo y yo, no pude evitar de resaltar la belleza de Alison, su hermosa hermanita, su hermoso trasero y el resto de su cuerpo delgado. Él mantenía una mirada firme como si no lo hubiera notado. Así que para tomar más confianza, le confesé que me gustaba mi hermano, su sonrisa delató su deseo, y sus preguntas también, sobre todo con temas de contenido sexual, si lo había visto desnudo, si él me miraba más de lo debido. De sólo imaginar los momentos entre mi hermano y yo, Leonardo empezó a excitarse, lo pude notar pro el bulto entre sus piernas que había tomado mayor tamaño, sabía que el tema le apasionaba y terminé confesando la primera vez que hicimos el amor, entre el deseo de lo prohibido y el temor que nos juzguen de mala manera por los falsos moralistas.
Me atrevía a resaltar las insinuaciones de él hacia su bella hermana, sus cercanías, sus apegos, sus caricias exageradas. Él gustaba de ella, pero no se decidía por el temor a ser rechazado o quizás algo peor que pudiera lamentar.
En ese momento nos convertimos en dos cómplices del amor familiar. Empezó a usar trusas cortas de tela muy fina que se le marcaba bien su verga cuando la tenía dura. En uno de esos momentos, Alison y yo decidimos ir al baño por unos minutos. Ya en el baño, a solas, le dije que me gustaba su hermano porque se le marcaba bien la verga entre sus pantaloncillos, que debía tenerla grande a juzgar por el bulto que se formaba en su entrepierna. Ella, sonreía y movía la cabeza de lado a lado.
Pedí a Alison un poco de ayuda de su parte para estar más cerca de su hermano, a lo que ella accedió coquetamente. De regreso a la salita de estudio, de pie junto a la mesa pedí ayuda a Leonardo, él llegó y rápidamente se puso detrás de mí y procedió a explicarme lo que deseaba, mientras Alison y yo intercambiábamos sonrisas cómplices. Minutos después que Leonardo salió de la salita, a solas con Alison, decidí comentarle como su hermano pegó su verga a mis nalgas, que la sentí grande y dura y como su verga cubrió casi toda mi raja. La sonrisa de gustito de Alison se dibujó en su rostro.
Sabía que Leonardo tardaría muchos minutos, decidí contarle unas pequeñas experiencias de amor filial entre mi hermano y yo. De cómo le coqueteaba, la primera vez que lo vi masturbarse, cuando yo toqué su verga y él tocó mi coño, cuando decidimos ir más allá explorando el placer de lo prohibido.
Convencí a Alison de usar el mismo juego entre su hermano y ella tal como había sucedido entre Leonardo y yo. Al llegar Leonardo a la salita, lo llamé para que nos explique un tema a su hermana y a mí. Rápidamente se puso detrás de Alison, pegando su verga a las nalgas de su hermana. Se dibujó una sonrisa en el rostro de Alison que pude notar y casi lo mismo en Leonardo,
Todo era cuestión de tiempo, se suponía que Alison debía ayudarme a tener sexo con su hermano. En un momento determinado, mientras estábamos en la salita y ante la atenta mirada de Alison cogí la verga de Leonardo por encima de sus pantaloncitos. Las miradas que cruzamos entre nosotros fue rápida, sonrisas cómplices entre nuestros rostros.
Al levantarme de la silla en la que me encontraba sentada y junto a mí Alison, Leonardo se atrevió a acariciarme las nalgas. Sin duda la excitación de los tres iba en aumento aunque Alison no era participante activa. Luego de unos segundos, volví a sentarme en la silla junto a la mesa, Leonardo más cerca de mí, bajé sus pantaloncillos y una gran verga se asomó, la que tomé entre mis manos y posé mis labios en la cabecita de su verga para introducírmela despacio en lentas chupadas, sosteniéndola desde el tronco con una mano. De reojo pude notar como la mirada de Alison estaba puesta sobre nosotros, sobre el movimiento de mi cabeza de arriba hacia abajo y sobre el ruido de mis labios pegados a la verga de su hermano. Luego quité mis labios de la verga de Leonardo, y empecé a masturbarlo lentamente.
Alison, estaba muda, atenta la mirada, sin moverse desde el lugar donde estaba, poco más de un metro de distancia entre nosotros. Con la mano que tenía libre alcancé a tomar una de las manos de Alison, acercándola a mí, puse su mano en la verga de su hermano. Las sonrisas terminaron, miradas serias entre ellos, pero ninguno evitaba el contacto que se estaba dando.
Mientras Alison acariciaba tímidamente la verga de su hermano, éste acariciaba sus cabellos, su rostro, recorría con sus dedos los labios de su hermana. Él acercó su verga a la boca de su hermana, ella abrió la boca para recibir y chupar la verga de su hermano. Un torpe sexo oral, pero nacía un nuevo amor filial, que producía situaciones excitantes en mí. Leonardo sujetaba de la cabeza a su hermana y ésta movía su cabeza, sacando la verga de su boca hasta la puntita y luego volverla a introducir dentro de su boca. Las manos de Leonardo fueron luego a los pechos de Alison, que estaban firmes sobre sus ropas, un polo ligero sobre un brasier pequeño.
Luego, Leonardo se apartó de ella, le subió su faldita, quitó su calzoncito, bajándolo rápidamente, la subió en la mesa con las piernas abiertas y acercando su cara la punta de su lengua acariciaba el clítoris de Alison, luego sus dedos masajearon su clítoris y su lengua recorría los labios del coño de su hermana. En esta excitación, mis manos fueron a los pechos de Alison, no tardé en sacarlos de su prisión para sentir la suavidad de sus pequeños pechos, donde mis labios se posaron, besando las aureolas, mordiendo sus pezones y lamerlos a placer.
Este momento se hizo más placentero cuando Leonardo acercó luego una silla a la pared, quedando el respaldo frente a ella. Él se sentó en la silla, mirando a la pared con los pantaloncitos hasta por debajo d sus rodillas, Alison se sentó sobre su hermano, con su espalda pegada a la pared y poco a poco fue introduciéndose en el coño esa gran verga fraterna, las manos de Leonardo cogieron las nalgas de su hermana con el propósito de levantarla y dejarla caer sobre su verga, ella se sujetaba al cuello de él con sus brazos. Alison empezó a moverse de atrás para adelante en una escena cargada de placer. Para aumentar el placer me dediqué a acariciar y besar a los amantes en un trío donde primaba el sexo.
Fue el inicio de una gran relación…