Se nos fue completamente de las manos
Un fin de semana erótico en Londres y terminaron violándonos a mi mujer y a mi. Repetiremos.
Se me ocurrió acabar con la sequía sexual del otoño. Nuestra actividad sexual había decrecido desde el final del verano. El frío y la lluvia nos estaba llevando a una monotonía insoportable.
Entré en internet y compre dos billetes de ida y vuelta a Londres. Sería un fin de semana para no olvidar. A ella le gusta la música y a mi me guata el sexo. Compre dos entradas para el famoso musical el Fantasma de la Opera. Era viernes y cuando llegué a comer a casa pellizqué aquel maravilloso culo diciéndole que esa noche dormiríamos en la capital londinense. La idea le entusiasmó. Le prometí que no olvidaría aquél fin de semana.
Preparamos todo para salir aquella misma noche. Le hice prometer que se pondría muy sexy y que estaríamos cachondos todo el fin de semana.
Ella se vistió con un mono integral gris marengo que le dibuja a la perfección todo el cuerpo. Bajo aquella malla se adivinaba un tanguita y el sujetador que más me gusta que uno de media copa que deja sus pezones al aire marcando bien sus pitones. Remató el modelo con unas botas de piel de tacón alto verdes que hacían juego con una cazadora corta de piel del mismo color que deja su fantástico culo al aire. Yo me puse un pantalón vaquero gastado y una camiseta blanca de lycra ajustada baja mi cazadora de cuero negra. Le hice ponerse las bolas chinas para que fuese calentando motores en el viaje.
Todo fue bien, muy erótico por nuestra indumentaria sexy hasta que llegamos a Londres. Cuando estábamos pasando el control de seguridad, ella hizo saltar las alarmas. Le pidieron que vaciase los bolsillos; pero aquel ajustado mono no tenía bolsillos. Le pasaron de arriba abajo el detector de metales que pitaba insistentemente a la altura de cintura. El fornido policía negro de aduanas le hizo indicaciones para que le acompañara a un despacho situado al fondo del pasillo. Allí me contó que le puso de cara a la pared y después de darle un buen magreo le obligo a desnudarse en su presencia. Aquella situación violenta le excito mucho y al quitarse el mono pudo apreciar como aquel policía negro tenía una buena porra bajo su uniforme. Una vez desnuda le sometió nuevamente al detector de metales. Aquello pitaba a la altura de su coñito y el policía pudo ver claramente el hilio que salía de su depilada almeja. Tiro suavemente hasta ver como salían las dos bolas chinas totalmente empapadas. A aquella altura de la película mi mujercita se encontraba a medio camino entre el susto, la vergüenza y una extraña excitación. Sin darle tiempo a reaccionar el negro haciendo gala de un lenguaje universal y aprovechando el desconcierto y su privilegiada situación procedió a hacerle una limpieza de bajos con su lengua que hizo que ella se corriese al instante. Estaba fuera de sí y se agachó desabrochándole el pantalón del uniforme y sacando una enorme polla negra le devolvió el servicio de limpieza. Le hizo una mamada reglamentaria tragándose toda la leche de aquél polo de chocolate.
Una vez recompuesta regresó completamente ruborizada al control de pasaportes donde me encontraba esperándola, en cuanto vi la cara de felicidad del policía adiviné lo que había sucedido y que ella confirmo en el trayecto en metro al hotel. Por cierto el metro estaba hasta los topes y un jovencito pelirrojo no paró de sobarle el culo a mi mujer.
Aquél fin de semana no podía haber empezado mejor. Llegamos al hotelito. Ero muy pequeño y acogedor situado en el centro de la ciudad. Nos dimos una ducha y bajamos a cenar. Tomamos una copa en el pub del hotel y nos retiramos a descansar después del ajetreado viaje.
A la mañana siguiente decidimos darnos un baño en la piscina cubierta del hotel. Como no habíamos cogido bañadores y aprovechando que la piscina estaba vacía nos bañamos en ropa interior. A mi se me calaron inmediatamente los boxer de Calvin Klein blancos marcando mi abultado paquete y que deciros de su conjunto de encaje amarillo que no dejaba lugar a interpretaciones. Cuando estábamos nadando tranquilamente apareció una francesita impresionante. No mediría más de 1.55; pero sus medidas desafiaban a la gravedad, calculo 120-60-95. Llevaba un bikini negro que al contacto con el agua se volvió semitransparente. Entablamos una animada conversación ya que tanto mi mujer como yo hablamos francés. A los pocos minutos y mientras yo intentaba disimular mi erección nos fuimos a la ducha.
Todavía me estaba enjabonando cuando apareció la divina francesita completamente desnuda y sin mediar palabra me empujo contra la pared de la ducha comenzando una espectacular mamada que me catapultó a la gloria en instantes. Me incorporé y estrujándole las voluminosas tetas coloqué mi rabo entre sus piernas la agarré por las nalgas y ella de un brinco se ensartó mi polla hasta los mismísimos huevos. La follé con ganas hasta que me corrí dos veces seguidas. Nos dimos un largo beso bajo el agua de la ducha y desapareció cerrando la puerta.
Nada le conté a mi mujer. Aprovechamos el día para hacer algunas compras y nos preparamos para asistir a la Opera por la tarde-noche. Ella se vistió con un ajustado mini vestido negro que resaltaba todas las abundantes curvas de su maravilloso cuerpo y yo combiné un pantalón de pinzas beige con una fina camisa blanca entallada. Bajo su ajustado vestido se puso unos pantys de encaje negros con costura trasera y con aberturas por delante y por detrás, el ya famoso tanga de perlas, un mini sujetador y unos zapatos de tacón de aguja de 10 cm que habíamos comprado esa misma tarde. Yo competía con un diminuto tanga rojo.
Nos pasamos la Opera metiéndonos mano. Salimos realmente calientes. Nos fuimos a cenar. Ella estaba realmente espectacular y provocativa. Tras la cena fuimos a un pub, donde tomamos varias copas en la barra. Besitos, toqueteos, pellizcos. Le pedí que fuésemos al baño y nos quitaramos la ropa interior. Yo apenas podía contener mi erección. Tomamos la última copa en el pub del Hotel y cuando ella me estaba pellizcando los pezones por encima de la camisa apareció la francesita de la piscina luciendo un conjunto de minifalda y chaqueta blancos con finas medias de encaje a juego. La chaqueta tan solo tenía un botón central y enseñaba claramente un corpiño blanco de encaje con cordones centrales. Le invitamos a tomar una copa y tengo que decir que si mi mujer estaba ya prácticamente bebida, yo estaba realmente afectado (y empalmado). No podía olvidar fácilmente el afaire de la piscina.
Aquello se fue calentando, risitas caricias, roces, insinuaciones. El bar cerró, eran las tres de la madrugada y Jasmine (que así se llamaba) nos invitó a su habitación. Sacó un piedra y se lió un par de porros. Aquello fue definitivo. Jasmine se desnudó por completo y mi mujer picada por su exuberante cuerpo y encendida por el alcohol y la marihuana le imito quedándose las dos en pelotas. Mi mujer tomó la iniciativa desnudándome a mordiscos. Empezó a mamarme la polla como sólo ella sabe hacer y Jasmine aprovechó el culo en pompa de mi mujer para hacerle un fantástico beso negro que le hizo revolverse de gusto y correrse sin esperar. Jasmine se sentó entonces encima de mi polla comenzando a galopar; en ese momento se abrió la puerta y aparecieron dos hombres de complexión fuerte. Uno negro y el otro blanco. El blanco no mediría menos de 1.85 y el negro un poco más bajo que yo no pasaría del 1.70. Exclamaron algo en francés no acerté a traducir, se desnudaron rápidamente y se abalanzaron sobre mi mujer que yacía en estado de semiinconsciencia sobre la cama. Intenté incorporarme; pero el negro se abalanzó sobre mi y me esposó al cabecero de la cama.
Asistí impasible como aquellos dos hombres y esa maravillosa mujer violaban a mi mujer por todos los agujeros dejándola exhausta sobre la cama. Jasmine se dedicó entonces a chupar las vergas de aquellas dos bestias hasta que alcanzaron nuevamente estado de erección. El negro la tenía de un grosor de al menos 6 cm y el blanco la tenía de un tamaño de aproximadamente 23 cm.
Cuando ya estaban a tono ellos, se dirigió a mi diciéndome que era mi turno. Me ató con una cuerda mis huevos dejándolos sin circulación y me la chupó hasta ponérmela a punto de estallar. Momento en que se acercaron ellos y me pusieron a cuatro patas. Mientras el blanco me ensartaba hasta el fondo con su estilete, Jasmine me lamía los doloridos huevos y el negro me la metía en la boca. Después se cambiaron las tornas y fue el negro quien me enculó con su descomunal rabo mientras el blanco se corría en mi boca y la francesita hacía lo propio con la mía. Me desataron cogieron a mi mujer en brazos y nos dejaron en la habitación, no sin antes vaciarme la cartera como cobro de los servicios prestados.
A la mañana siguiente mi mujercita amaneció a las 11 completamente dolorida y me dijo que me había pasado al darle por el culo cuando se quedó dormida. Afortunadamente no recordaba la entrada de los dos extraños.
Quedamos en repetir aquel fin de semana todos los inviernos. Por cierto el Fantasma de la Opera muy interesante. Os lo remiendo a todos.