Se murió mi mejor amigo
Tengo un muerto encima.
SE MURIO MI MEJOR AMIGO
Claudio Nazoa
Tengo un muerto encima.
Lo confieso sin ninguna vergüenza ni remordimiento porque yo no lo maté, juro por lo más sagrado que no fui yo, él se murió solo, allá abajo donde vivía perennemente oculto de las miradas indiscretas. El siempre quiso vivir con sus hermanas morochas en el interior, ahora estas morochas, solteronas feas y peludas, quedaron literalmente guindando ya que su único sustento siempre fue él, que aunque feo y cabezón supo llevar la alegría a sitio tan apartado.
Este, ahora cadáver insepulto, se ha convertido en algo útil. Sus hermanas las morochas tienen que cargar con él como lo hizo "Juana la Loca" con el cadáver de su marido "Felipe el hermoso". Si, en eso se ha convertido esa bendición o castigo que quiso Dios fuera parte de nosotros los hombres, él que siempre fue tan vivaz e independiente, hoy al ver que la cabeza no le servía sino para pensar, ha decidido suicidarse y se ahorcó con la liguita del interior.
Fue horrible, ese día, las pobres morochas se despertaron como siempre amuñuñadas (bien apretujadas) y arrugaditas, sí, porque ellas son inseparables: cuando hace frío las dos se van para adentro, si por el contrario hace calor, ambas salen a pasear al ruedo del pantalón para refrescarse, pero bueno, no estábamos hablando de las morochas, sino de su hermano. Pobrecito, el fatídico día que lo encontraron, estaba guindando de la hebilla de la correa y así lo dejaron sus hermanas.
Yo por mi parte estoy de luto, se ha muerto un amigo inseparable, un poco rebelde e impredecible, es verdad, pero no puedo dejar de reconocerle sus méritos.
Siempre que salíamos conversábamos muchísimo. Mientras yo me afeitaba él se ponía a hacer sus ejercicios matutinos: arriba, abajo... derecha, izquierda..., se echaba su poquito de talco, se ponía su suéter cuello de tortuga siempre ajado y sin planchar que lo arropaba hasta el cuello, un poquito de perfume en los cachetes morados y... ¡A Triunfar...!, eso sí, él amaba a sus hermanas y las llevaba a todas partes, pero cuando se asustaba por alguna razón me las mandaba a mi... a la garganta.
Ese sí que era un amigo de verdad, yo no tenía secretos para él. Era más copiooón: si por ejemplo yo salía con una dama, mientras yo hablaba arriba, él, no sé cómo hacía, creo que era telépata, iniciaba otra conversación por allá abajo con la mejor amiga de mis amigas que siempre resultaban ser rarísimas, porque tenían labios pero no tenían dientes, tenían pelos como Fidel y siempre andaban empapadas como si tuvieran un tubo roto, yo sé que uno no debe hablar mal de los amigos muertos, pero ¿cómo es posible que le gustara una cosa así? no obstante ese era su gusto y se lo respetaba, lo importante es que al final siempre llegábamos a un acuerdo: Yo me quedo con la parte de arriba -le decía- y tú con la de abajo.
Siempre pensé que moriríamos juntos, pero no, ahora él se fue y me deja a sus inútiles y feas hermanas morochas y no sólo eso: mi vida se ha convertido en un caos porque ahora cuando salgo con una mujer tengo que encargarme de ella y de su mejor amiga. Todo yo solito... y la verdad que eso es demasiado para un hombre.
Únicamente me consuela en este momento de luto y congoja, el saber que no sólo yo cargo con un muerto encima, grandes amigos como Graterolacho, José Ignacio Casal (le tenía tanto cariño que anda con un cambur dentro del interior para recordarlo), Cayito Aponte, el sacerdote y politólogo Laureano Márquez, el comediante Emilio Lovera, el poeta Rosas Marcano, el músico Aldemaro Romero, el chivo negro de Oscar Yanes, el abogado hípico Jaime Pérez, el director de la revista DATE el niño rata Kico Bautista, Waldemar y el negro Cordero de Acarigua, el cineasta "enano" José Rodríguez, el publicista Carlos Pelón Hernais y el capitán de aviación Bruno Costanzo, entre otros, a raíz de la muerte de este gran amigo, me han confesado que sí es posible vivir sin él; que claro, siempre es triste no poder contar con ese apoyo pero que sí se puede seguir, lo único que ahora hay que tratar de no comer la sopa muy caliente, no vaya a ser que se nos queme la lengua.
Para terminar tan triste y luctuoso artículo de opinión, no me queda más que invitarlos al entierro: Ha fallecido cristianamente mi mejor amigo, sus hermanas morochas, su viuda la señora Próstata, sus hijos: El Chiquito, Vejiga y Esfínter, invitan al acto del sepelio que se efectuará sólo si por alguna extraña razón el muerto se para y se deja enterrar.
Dirección: Funeraria Colonial, Carretera Panamericana, detrás de la cancha de bolas criollas Favor no enviar Viagra.