Sé lo que hicisteis el último verano.

Dos madres, dos hijos, un verano... ¡Qué se puede esperar!

Sé lo que hicisteis el último verano.

Era verano, principios de julio. Los meses de verano los pasábamos en las afueras de la ciudad, en una urbanización a treinta kilómetros de la ciudad. Mi padre había comprado una casa y allí estaba yo hasta finales de agosto, antes de que empezara el curso. Tenía diecinueve años y una calentura demasiado fuerte. Allí nos reuníamos año tras año los mismos amigos, amigos desde hacía uno diez años en que llegamos a aquella urbanización, aunque cada vez quedábamos menos pues entre trabajos y estudios eran menos los que íbamos por allí. La zona era bastante calurosa, pero gracias a que el año anterior mis padres decidieron hacer una piscina, podíamos soportar aquellas tremendas temperaturas.

Aquel año empezó mal, a primero de julio solamente nos habíamos reunido tres de los amigos que siempre lo hacíamos y uno de ellos se marcharía en dos días. Así que varios días después de llegar allí me encontraba solo con mi amigo Raúl para pasar todo el verano. Aquellos primeros días, dado que Raúl era aficionado a la pesca, cogíamos las bicicletas por la mañana temprano y nos marchábamos a un pantano que había a unos cinco kilómetros por aquellos caminos de tierra que te destrozaban el culo con tanto bache. Pasados unos kilómetros el paisaje se llenaba de árboles y la verdad es que merecía la tortura en el culo.

Raúl tenía un año menos que yo y era virgen, aun no había tenido ninguna relación con mujer alguna. Yo no es que fuera ningún experto, me había acostado con dos chicas, pero para él era mucho y le gustaba que le contara lo que a ellas les gustaba. Le contaba cosas que veía en las películas porno, como si fueran vivencias mías y el disfrutaba imaginando lo que le haría a la primera chica que tuviera en la cama. Reíamos y la verdad es que echábamos que en esos días no volvieran las chicas que antaño había en la urbanización, que no recordábamos como mujeres maravillosas (eran aún niñas), pero que en ese verano nos hubiera solucionado más de una calentura.

Empezamos a hacer un repaso por las mujeres que había en la urbanización. Todas las que allí había eran mujeres maduras o ancianas. Las ancianas fueron descartadas y empezamos a hablar de algunas de las madres de nuestros amigos que no estaban allí.

-Paco, - Me dijo Raúl. – tu madre también está buena… ¡No te enfades por el comentario, pero la he visto en bañador y la verdad es que yo le hacía…!

-¡No te preocupes! – Le contesté y para picarlo hablé de su madre. – Lo mismo me ocurre con tu madre, en concreto con sus tetas… ¡Allí ponía yo mi polla y las restregaba hasta echarle mi corrida por su cara!

-¡Joder Paco, yo he admirado a tu madre, pero lo tuyo es muy bestia!

-Imagínate, todas las tardes tu madre toma café en mi casa con mi madre. – Los ojos de Raúl mostraban interés por lo que le decía. – Si estamos allí y conseguimos que ellas se interesen por nosotros…

-¡Si claro, cómo si eso fuera tan sencillo!

-¡Ahí está lo bueno! – Le dije como si aquello fuera el logro de un gran hombre. – Tu madre lleva unos cuantos años viuda y aún tiene ¿Cuánto? ¿Cuarenta y siete?

-¡Cuarenta cumple en unos días! ¿Y la tuya?

-Mi madre cumplirá los cuarenta y siete en octubre… creo… ¡Pensaré a ver si hay algo que pueda hacer que nuestras madre se interesen por nosotros…!

Después de pescar nos marchamos cada uno a nuestra casa. Cuando entre en la mía encontré a mi madre en la cocina haciendo la comida. La conversación con Raúl me hacía mirarla de forma diferente… nunca la miré como mujer para hacer el amor con ella, pero encontrarla allí, con su delantal puesto cubriendo su cuerpo de cualquier salpicadura que se pudiera producir pues debajo únicamente llevaba el bikini con el que minutos antes se había estado bañando me provocó. Podía ver perfectamente su redondo y hermoso culo, además se había quitado el sujetador y sus pechos los cubría sólo con aquel delantal.

-¡Hola cariño! – Me dijo mi madre mirando hacia atrás. - ¡Hoy van a venir a almorzar Laura y su hijo, tu amigo Raúl! ¡Así que ve poniendo la mesa que en poco tiempo estarán por aquí!

Me aseé un poco y empecé a poner la mesa. Tras unos minutos aparecieron por la puerta ellos dos, Laura y Raúl.

-¡Hola Paco! – Me saludo Laura. - ¿Y tu madre…?

-En la cocina está aún… - Se marchó en busca de su amiga. - ¡Hola! – Saludé a Raúl mientras con mis manos hacía un gesto de las tetazas que tenía su madre y él movió la cabeza indicando que me estuviera quieto.

Los cuatro nos sentamos en la mesa y comimos. Ellas hablaban un poco de todo y Raúl estaba más callado de lo normal, dando vueltas a la comida y comiendo casi nada.

-Raúl, hijo. – Dijo Laura. - ¿Por qué no comes? ¿Estás malo? ¡Cristina, mi hijo lleva unos meses que está demasiado tonto! ¡No sé que le pasará pues no me cuenta nada!

-¡A Raúl lo que le pasa es que tiene problemas sexuales! – Dije interrumpiendo la conversación de nuestras madres. Los tres me miraban y Raúl tenía los ojos tan abiertos que se le iban a salir. - ¡No me miréis así y perdona Raúl que lo cuente! – Él me hacía gestos para que me callara. – Veréis, me ha contado que nunca ha tenido relación sexual con una chica y… - Hice una pausa dramática creando un poco de suspende.

-¿Y qué? – Dijo Laura preocupada. - ¡Ya has empezado, acaba de contar!

-¡Nada mamá! – Dijo Raúl. - ¡Son tonterías de Paco! – Su madre lo hizo callar con un gesto y me indicó que continuara, mi madre observaba lo que pasaba.

-Pues verás… - Dije haciendo que no sabía por dónde seguir. – En estos días en que hemos ido a pescar me ha contado… - Paré de hablar por un instante. - ¡No me atrevo a decirlo!

-¡Continua! – Ordenó Laura.

-Me contó que nunca se había acostado con una chica y que no sabía si era… - Paré de nuevo.

-¿Si era qué? – Dijo mi madre. - ¿Homosexual? – Afirmé con la cabeza.

-¡Pero hijo! – Dijo Laura. - ¡Por qué no has hablado con mamá! – Le acarició la cabeza a Raúl que tenía la mirada baja. - ¿Crees que te puedo ayudar de alguna manera?

-¡No sé mamá! – Contestó él.

Mi madre nos miraba seria mientras Laura animaba a su hijo dándole caricias.

-¡No te preocupes hijo, encontraremos una solución! – Dijo Laura.

-¡Vamos Raúl, vayamos a la piscina a descansar! – Recogimos nuestros platos y nos marchamos del salón.

-¡Eres un hijo de puta! – Me decía en voz baja mientras salíamos por el pasillo.

-¡Con un poco de suerte te paga una puta para que te hagas un hombre!

-¡Sabes que no me gustan nada las putas!

-¡Ya, ya, el puro y casto Raúl!

-¡Lo veo una explotación y de poco hombre! – Salimos de la casa y nos sentamos en el jardín, junto a la piscina.

-¿Has escuchado eso Cristina? – Dijo Laura a mi madre. - ¿Qué hago ahora?

-¡Tranquila! – Le contestó mi madre con una sonrisa en los labios. - ¡Creo que nuestros niños están calientes y puede pasar dos cosas!

-¿Qué? – Dijo Laura impaciente.

-O bien quieren que les paguemos una puta para desahogarse aquí o bien andan detrás de nuestros culos…

-Tu hijo no sé si le gustará ir de putas, pero mi Raúl siempre se enfada cuando ve alguna puta pues dice que eso no debería darse, que es una explotación de las mujeres…

-Entonces. ¿Estarías dispuesta a follar con tu hijo?

-¿Cómo? – Dijo Laura con los ojos de par en par.

-Sé que mi hijo ya ha probado alguna chica en la cama… un día lo pillé en casa con una.

-¿De verdad?

-¡Cómo te lo cuento! – Mi madre vio la curiosidad en los ojos de su amiga. – Llegué una tarde a casa después de haber visitado a mi madre. Llegué algo pronto y ellos no me esperaban. Escuché los gemidos en el piso de arriba y subí sin hacer ruido. Allí estaban, ella a cuatro patas y él enganchado a sus caderas y clavando su polla entera.

-¿Y los interrumpiste?

-¡Para nada! – La cara de Cristina mostró una excitante lujuria. – Me quedé mirándolos, escuchando los gruñidos de mi hijo y los gemidos que su amante daba. Yo sólo quería ver como la polla entraba y salía.

-¡Entonces esperaste a que acabaran…! ¡Qué buena madre!

-Nada de eso… Un calor terrible me invadió el cuerpo… Mi coño empezó a lanzar flujos y la lujuria se apoderó de mí. Mi mano se metió bajo mis bragas y me masturbé mirando como mi hijo follaba… Me corrí a la vez que ellos dos y tuve que morderme los labios para no lanzar gritos de placer. ¡Ha sido el orgasmo más grande que he sentido nunca!

-¿Ni siquiera con tu marido?

-¡Ese me folló para tener un hijo y se acabó! – Cristina sonrió. - ¡Creo que con estos dos tenemos la oportunidad de satisfacer nuestro apetito este verano! ¿Quieres?

-Yo… Yo… - Laura se sonrojó. - ¡Con nuestros hijos…!

-¡Piénsalo bien! – Cristina ya lo había decidido, quería tener sexo con aquellos jóvenes. - ¡Volverás a tener sexo después de muchos años! ¡Con un joven vigoroso que te va a poner el coño al rojo vivo! ¡O no estás ya mojada!

-¿Y cómo lo haremos?

-¡Bueno, ellos ya han dado el pie! – Cristina se puso derecha y orgullosa. - ¡Convertiremos a tu hijo en todo un hombre! Ven, buscaremos unos bikinis para mostrarnos a nuestros hijos que están en la piscina.

Raúl y yo estábamos en las tumbonas a la sombra. De vez en cuando nos dábamos una ducha para soportar el calor que estaba haciendo y nos volvíamos a sentar para charlar.

-¡Y si me manda a un sicólogo! – Decía Raúl.

-¡Con lo que valen! ¡Creo que antes te paga dos putas que te orienten! ¡Ja, ja, ja! ¡Vamos no te preocupes más!

Mi madre y su amiga aparecieron en el jardín. Se quitaron unas blusas que llevaban y quedaron en bikinis, aquellos bikinis no podían contener tanta carne como poseían ambas, y no es que estuvieran excesivamente gordas, pero el gran volumen de las tetas de Laura era soportado por unos pequeños triángulos que a duras penas tapaban las aureolas oscuras de sus maravillosos pezones. Mi madre, con algo menos de pecho, también mostraba sus atributos y destacaban los redondos cachetes de su culo entre los que se perdía la fina tira de su bikini. Las dos cogieron unas tumbonas y se colocaron a cierta distancia de nosotros. Tras tomar una ligera ducha en la piscina se tumbaron a descansar. Las mirábamos descarado, sobre todo yo. Me encantaba como los pechos de Laura caían a ambos lado de su cuerpo.

-¡Raúl, cariño! – Dijo mi madre. - ¡Por qué no me untas un poco de crema!

-¿Yo? – Dijo él como un imbécil.

Raúl se levantó y se dirigió a donde las mujeres descansaban. Mi madre le acercó un bote de crema y se colocó boca abajo. Él se arrodilló junto a ella y empezó a extender la crema por la espalda.

-¡Suéltame la tira del sujetador! – Le ordenó mi madre y él obedeció sin decir nada.

Siguió untando crema y se detenía en el final de la espalda. Un rato estuvo dando crema.

-¡Ahora las piernas! – Le dijo mi madre. Así lo hizo, acariciando aquellos muslos que hasta entonces no habían despertado mi atención. - ¡Mi culo también se puede quemar! ¡Llénalos con tu crema! – La forma en que dijo aquellas últimas frases me demostraron que ella quería provocarlo.

Mi madre se giró y no tuvo que decir nada más, él recorrió con sus manos todo su cuerpo para protegerlo de los rayos del sol… y para disfrutar de mi madre. Yo esperaba en la tumbona, viendo como mi amigo tocaba a mi madre, esperaba que Laura me llamara y me pidiera que también “llenara su cuerpo con mi crema”. Tenía una buena erección y quería andar hasta ella y mostrársela. Laura se colocó boca abajo, extendió un brazo y con el dedo índice, doblándolo y estirándolo dijo.

-¡Vamos Raúl, tu mamita también quiere que “la llenes con tu crema”!

¿Por qué no diría también que me sentía un poco homosexual? ¡Qué suerte tenía Raúl! ¡Estaba sobando a nuestras maduras madres! Las carnes de Laura se bamboleaban con el movimiento de las manos de su hijo sobre ella. Él tenía una tremenda erección que no podía disimular, su polla abultaba el bañador. Yo me acariciaba de vez en cuando mi polla disimuladamente mientras veía como mi amigo disfrutaba de su trabajo. Terminó y volvió a sentarse junto a mí. Durante unos minutos las mirábamos tomar el sol con aquellos cuerpos, a veces una u otra se volvían y admirábamos todas aquellas hermosas y excitantes curvas. Otras alguna de las dos abría un poco las piernas y nos ofrecían una visión de sus sexos ocultos tras aquellas finas telas de sus bikinis. Entonces mi madre se sentó en la tumbona y estiró su cuerpo. ¡Qué buena estaba!

-¡Voy al servicio! – Dijo con un suspiro. - ¿Me acompañas?

Las dos se levantaron y se marcharon al interior de la casa. Raúl y yo las contemplábamos andar por el jardín hasta que se perdieron en el interior de la casa.

-¡Cabrón, has sobado a las dos! – Le dije a Raúl.

-¡Duda si eres maricón y podrás tener estas cosas! – Los dos reímos.

Las dos mujeres entraron en el servicio. Cristina cerró la puerta y echó el pestillo.

-¿Has visto la erección de tu hijo? – Dijo Cristina.

-No, la verdad es que estaba disfrutando de sus caricias y no me he fijado.

-Pues desde que empezó a tocarme se le empezó a poner cada vez más grande… - Sonrió lujuriosamente. – Creo que si lo deseamos esta noche podemos acabar con un buen macho entre las piernas. ¿Quieres?

-¿Y tu hijo?

-Laura, yo me follaré a tu hijo y tu al mío… - Simuló poner cara de extrañada. - ¿Es qué quieres follar con tu propio hijo?

-¡No, por Dios, eso es incesto! – Se apresuró a decir Laura.

-¡Creo que una mamá se muere por tener a su hijo de nuevo dentro de su vientre! – Cristina rió y Laura parecía enfadarse. – Tranquila, ahora iremos a buscar unas cosas para “convertir a tu hijo”.

Tras un buen rato, nuestras dos madres salieron de la casa, vestidas y nos dijeron que se acercaban a la ciudad para buscar unas cosas, que volverían para cenar, que esa noche nos tocaba hacer la cena.

-Vendremos sobre las diez de la noche, así que ahí tenéis la cocina… Haced unas pizzas y lo que se os ocurra…

Las dos se marcharon y gracias a que a Raúl se le daba bien la cocina, pues si hubiera dependido sólo de mí, habríamos pasado mucha hambre esa noche. Pasamos el rato hablando de todo un poco, pero sobre todo de nuestras madre, de lo que le haría yo a la de Raúl y lo que él le haría a la mía, estábamos fantaseando y empezamos a estar excitados… demasiado excitados. Así que él se marchó a su casa para ducharse y desahogarse y yo aproveché para lo mismo. ¡Qué buena paja me hice pensando en aquellas dos maduras liadas con mi polla! No tardé nada en lanzar mi semen contra los fríos azulejos de la ducha. Esperé a que llegara el cocinero de aquella noche y Raúl y yo nos pusimos a hacer la comida.

Cómo nuestras madres habían ordenado, todo estuvo preparado para cenar a las diez. Y cómo ellas habían previsto, un poco antes de las diez estuvieron en casa. Las dos se habían cambiado de ropas y estaban preciosas, sólo en los días de bodas y demás había visto a mi madre tan bonita como aquella noche. Algo se tramaban.

-¡Así me gustan los niños, obedientes! – Dijo mi madre y nos dio un beso en la mejilla a cada uno.

-¡Cuando se ponen son los mejores hijos del mundo! – Añadió Laura y nos pagó con otro beso.

Nos sentamos en la mesa y comimos las comidas que habíamos preparado. Mientras mi amigo y yo estábamos en pantalones cortos y camiseta, nuestras hermosas madres estaban vestidas y maquilladas. Raúl estaba sentado frente a mí, junto a su madre y me miraba. Mi madre terminó la comida.

-¡Todo estaba muy bueno! – Dijo y colocó su mano sobre mi muslo. - ¡Gracias por esta cena! – Me dijo acercándose a mí y hablándome suave al oído.

-¡Raúl ha sido el cocinero! – Dije yo.

-¡Pues habrá que darle algo especial a él! – Mi madre le lanzó un beso.

Recogimos todo y nos sentamos en el sillón.

-¿Quién quiere una copa? – Dijo Laura. - ¿Todos? – Asentimos con la cabeza.

Al poco tiempo las dos trajeron las bebidas que habíamos pedido. Yo estaba en un sofá aparte y Raúl estaba en medio del sillón. Cada una se sentó a un lado de él.

-¡Bueno, ahora viene la parte difícil! – Dijo mi madre. - ¿Qué podemos hacer para comprobar lo de Raúl?

-Podríamos empezar por probar cosas de las que hemos traído. – Dijo Laura. - ¿Y qué hacemos con Paco?

-Paco, vamos ha probar si Raúl tiene tendencias homosexuales… tal vez hagamos cosas… “raras”. ¿Quieres quedarte aquí o prefieres irte a tu habitación? – Me dijo mi madre.

-¡Me quedo, me quedo! – Dije y mi corazón se aceleró intentando adivinar que se les habría ocurrido a aquellas dos. Mi polla rápidamente empezó a reaccionar.

-¡Vale, quédate ahí, pero no hagas nada, no molestes! – Dijo mi madre. - ¡Ya sabemos que tú no eres maricón!

Y allí quedé, mirando lo que aquellas dos maduras madres se disponían a hacerle a Raúl para ver si era maricón. Mi madre trajo una bolsa con cosas, parecían revistas y más cosas.

-¡Mira Raúl! – Le dijo Laura a su hijo. – ¿Te gusta esta imagen? – Estiré la cabeza y eran dos tíos dándose un beso en la boca.

-No… - Dijo él totalmente sonrojado.

-Y esta otra… - Dijo mi madre. Le mostraban una mujer con lencería que se besaba con un hombre. Curioso que ella fuera una madura y él un joven. – Saca su polla. – Le dijo a su amiga.

-¡Cristina, es mi hijo!

-¡Vamos, nunca le has lavado su pilila cuando era un niño!

Laura titubeó pero empezó a bajar la cremallera del pantalón. Raúl estaba cada vez más excitado y su polla estaba totalmente erecta. La madre metió la mano dentro del pantalón y bajó los calzoncillos. Laura abrió la boca sorprendida cuando sus dedos rodearon la polla de su hijo.

-¡Dios Cristina, la que se lleve esto estará contenta toda su vida! – Le dijo a su amiga. - ¡Espera que te la enseño!

Quitó el botón del pantalón y sacó lo que Raúl siempre había guardado entre sus piernas.

-¡Esto no puede ser para ningún hombre! – Dijo mi madre. - ¡Esto lo tienen que disfrutar las mujeres!

Ya era evidente lo que allí iba a ocurrir. Las dos mujeres estaban dispuestas a todo y yo no me iba a perder aquello. Me saqué mi polla que ya estaba preparada para todo lo le pidieran.

-¡Veo que tú ya estás preparado! – Dijo mi madre. - ¡A ti no hay que convencerte de nada!

Laura estaba de rodillas delante de su hijo. Mi madre se colocó detrás de ellas y empezó a subirle la falda. La veía de lado y podía ver su hermoso muslo cubierto por unas medias negras que eran sujetadas por las ligas de un porta ligas. Unas bragas del mismo color le cubrían totalmente el culo. Yo agitaba mi mano sobre mi polla. Laura sacó su lengua y la pasó por sus labios cuando tiré de la piel y asomó mi redondo y grueso glande.

-¡Hijo, no sabía que tenías eso ahí! – Mi madre lo miraba y la lujuria la invadía cada vez más.

Laura tenía la polla de su hijo en la mano y se movía lentamente. No fue consciente de lo que hacía hasta que notó como el glande de su propio hijo chocaba en lo más profundo de su boca. Estaba mamándosela a Raúl. Más sorprendida quedó al notar como el semen inundaba toda su boca.

-¡Lo… lo siento mamá! – Dijo Raúl entre gemidos. - ¡No he podido aguantarlo! ¡Me gustan las mujeres! ¡Me encanta que me la mames!

Laura no dijo nada, siguió mamando y tragándose con esfuerzo toda la leche que brotaba de su hijo. Por las comisuras de su boca escapaba parte de aquel semen y corría a lo largo de la polla.

-¡Qué maravilla ver a una madre darle placer a su hijo! – Mi madre se subió la falda y metió su mano en su sexo para tocarse. - ¡Paco, espero que tu también me regales tanto semen como Raúl le ha dado a su madre!

Mi madre se acercó a mí y se arrodilló entre mis piernas. Sacó su lengua y la pasó desde abajo por toda mi polla. Jugó con mi glande mientras su mano acariciaba mis huevos. Yo la miraba disfrutando de aquella lujuriosa y sensual hembra en que se había convertido mi madre.

-¿Quieres ya mi leche? – Le pregunté.

-¡Dámela y así aguantarás más cuando la metas dentro de mi coño!

Su boca se la tragó entera y me succionó queriendo que todo mi semen saliera rápido. Dos o tres mamadas fueron suficientes para que mi polla lanzara dentro de su boca lo que ella tanto deseaba. Siguió mamando y mi pene menguó un poco.

-¡Vayamos a la habitación! – Dijo mi madre. - ¡Allí estaremos mejor y podremos enseñar a estos niños cómo se folla a una mujer!

Cada pareja se colocó a un lado de la cama. Aquella mañana habíamos fantaseado con follar a la madre del otro y por la noche íbamos a follar cada uno a su madre y en la misma cama. Mi madre me sentó en el filo de la cama y se quitó el vestido que llevaba. Se quedó sólo con la lencería que llevaba y mi polla empezó a crecer excitado por aquella visión y porque en breve estaría dentro del coño de mi madre.

Laura se había desnudado y también estaba con aquella lencería que se habían puesto para provocar más aún a sus calientes hijos. Estaba boca arriba en la cama con las piernas entreabiertas. Raúl la besaba en la boca y empezaba a tocar su coño por encima de la fina tela de la braga.

Me levanté y besé a mi madre mientras ella agarraba mi polla y la acariciaba. Me desnudé por completo y ella se puso de cuclillas delante de mi polla de forma que mi glande apuntaba a su boca. Saco la lengua y jugó un poco con él. Bajé una mano y empecé a acariciar una de sus tetas. Se levantó y me hizo acostar boca arriba en la cama mientras ella se quitaba las bragas y dejaba a mi lujuriosa vista su raja bien depilada.

-¡Te gusta el coño de mamá! – Me preguntó y no pude decir nada, asentí con la cabeza. – ¡Pues te lo vas a comer entero! – Se subió a la cama y buscó la postura hasta que aquella raja estuvo a la altura de mi boca.

-¡Te voy a dar tu postre después de la buena cena que nos has preparado! – Dijo Laura que se quitaba las bragas. - ¡Toma el coño pelado de tu madre! ¡Hazme disfrutar cómo nunca!

Raúl se desnudó y se subió en la cama. Se colocó boca abajo entre las piernas de su madre de forma que el húmedo coño estaba a merced de su boca. Ella separó los labios que custodiaban su entrada y él sacó la lengua para lamerla. Nunca lo había hecho y era algo torpe. Laura se estremeció y gimió un poco cuando sintió por primera vez la lengua de su hijo en su coño.

-¡Pásala de arriba abajo! – Le indicó a él. – ¡Lámelo acariciando cada centímetro de mi coño! – Mientras sentía como su hijo recorría sus labios, liberó sus pechos de oscuros pezones.

La raja de mi madre estaba sobre mí, su lengua se agitaba sobre mi glande. Íbamos a hacer un incestuoso sesenta y nueve, mientras su hijo le comía el coño, ella se tragaba la joven polla. Sentía los salados flujos que emanaban de la vagina de mi madre, no podía para de lamerla, estaba abrumado por los sabores, olores y sensaciones que me producía tener sexo con aquella mujer, aquella madura, con mi madre. Había tenido sexo con chicas de mi edad, pero siempre era la misma obsesión, meterla cuanto antes dentro de su coño. Con mi madre no era así, me había corrido en su boca y aquello me produjo más placer que clavarla en cualquier coño de una mujer. Ahora lamía y besaba el coño de mi madre y me encantaba el sabor de aquel sexo maduro mientras mi polla se perdía en el interior de su boca. Tenía ganas de correrme, pero no podía, antes tenía que jugar con ella y ser el juguete de mi madre.

Raúl se incorporó con la boca brillante por los abundantes flujos que el coño de su madre le había regalado. Laura se incorporó y dejó su sitio a él. A cuatro patas se puso sobre su hijo y acercó los erectos pezones de aquellas redondas tetas hasta su boca. Las manos de él las agarraron con placer y su boca se aferró rápidamente a un pezón para mamarlo. Ella gemía al sentir que su hijo de nuevo mamaba en sus tetas, su coño seguía lanzando flujos y chorreaban por su raja hasta caer en la barriga de él.

Noté en la punta de mi lengua el endurecido clítoris de mi madre, no lo pensé, lo envolví con mis labios y empecé a succionar para darle placer. Ella sacó mi polla de su boca y lanzó un sensual gemido. No paré y ella me pagaba con más gemidos. Seguí castigando aquel punto hasta sus pelvis se convulsionaba incontroladamente. Había conseguido arrancar un orgasmo a mi madre usando solamente mi boca. Mi boca se inundó más aún con los flujos que me regalaba su vagina y mi lengua acariciaba su clítoris arrancando los últimos gemidos de placer.

-¡Necesito que me claves tu polla! – Mi madre parecía enloquecida. - ¡Quiero sentirte en lo más profundo de mi coño! – Jadeaba mientras se levantaba de mí y se colocaba en mi lugar con sus piernas bien abiertas y su coño bien mojado. -¡Clávala, clávala ya, la necesito!

Me coloqué sobre ella, entre sus piernas. Ya lo había hecho otras veces con otras mujeres, pero nunca había tenido a una mujer tan ansiosa por tenerme dentro de ella y su coño se agitaba deseando encontrar el empuje de mi polla. La puse sobre su raja y ella no paraba de agitarse. Agarré mi endurecida polla y la intenté penetrar. Mi glande separó un poco los labios de su coño y ella se movió. Mi redondo glande pasó por encima de su clítoris y eso le arrancó un gemido de placer.

-¡Qué bueno, qué bueno! – Me gemía agarrada con sus manos a mi cuello. - ¡Más, quiero más!

Empujé mi polla para que el redondo glande se agitara sobre su clítoris y la miré a los ojos. Su gesto se deformó, su respiración se hizo más rápida y sus ojos se pusieron en blanco. De nuevo estaba teniendo un orgasmo. Ahora jadeaba como una perra en celo y de golpe hundí mi polla en su mojado coño hasta que estuvo totalmente hundida en ella, me paré presionando mi cuerpo contra ella para que se sintiera llena.

-¡Siiiiiiiiiiiiiií, clávala entera! – Gemía y se retorcía. - ¡Fóllame, fóllame!

Laura gemía al sentir el roce de la polla de su hijo en su clítoris. Estaba sentada sobre él, sobre su polla que estaba envuelta por los labios de su mojado coño. Ella agitaba las caderas y su clítoris recorría toda la longitud de aquella polla. No se la clavaba en su deseoso coño, no, simplemente se masturbaba mientras él mamaba y acariciaba sus tetas. Raúl bajó una mano hasta el culo de su madre y buscó su polla, ella sabía lo que él quería, levantó un poco su culo y la mano de su hijo dirigió aquel endurecido miembro hasta estar a la entrada de su vagina. Poco a poco se fue sentando… Poco a poco notó como su vagina se dilataba para acoger a su hijo que entraba sin remedio en su interior… Sentía cosquilleos por su espalda… Sentía llenarse de polla, de un hombre, de su hijo… Bajó y bajó su culo hasta que sintió los huevos de su amante en el culo y el glande en lo más profundo de sus entrañas. Gimió dulcemente cuando se sintió totalmente llena.

Raúl agarró su culo y empezó a moverla, ella se dejaba y la polla entraba y salía haciendo que se sintiera toda una mujer como hacía tiempo que no se sentía. Cerró los ojos y se incorporó mientras las manos de él la mecían clavándose en lo más profundo. ¡Qué delicia sentir una polla en mí! Pensaba. ¡Qué placer sentir la polla de mi niño!

Mi  madre se retorcía de placer. Yo estaba apoyado en mis manos, con mi polla dentro de ella y la veía gozar, podía ver como la penetraba entrando y saliendo de sus dilatados labios. Su mano empezó a acariciar su clítoris y de nuevo se sentía a punto de estallar en sensaciones de placer… Y así fue, no tardó mucho en lanzar gemidos estruendosos por el placer que estaba sintiendo.

Le saqué la polla y ella me miró desesperada, quería tenerla más tiempo dentro de ella. La giré y ella puso su culo en pompa, sabía lo que yo quería de ella. Podía ver su raja dilatada entre sus piernas. Agarré mi polla y me acerqué hasta que sentí en mi glande el calor que emanaba de su vagina. Empujé y la penetré por completo. La embestía y ella cada vez se dejaba caer un poco más hasta que estuvo totalmente boca abajo en la cama, conmigo clavado en su redondo culo y empujando para penetrarla. Gemía con cada embestida y sus manos agarraron la sábana desesperada por el placer. Me eché por completo sobre ella y aparté sus pelos de su nuca. Abrí la boca y le di un suave mordisco en el cuello.

-¡Más, muérdeme más! – Gemía y se retorcía de placer. Seguí mordiéndola mientras la penetraba.

Laura se agitaba sobre la polla de su hijo y cada centímetro que le entraba le daba un placer que nunca había conocido. Gemía levemente pero su cuerpo se agitaba por el placer. Sintió en sus caderas como las manos de Raúl se agarraron fuertemente y como el cuerpo de su hijo se tensó. Lo miró a los ojos y él estaba a punto de correrse sin poder evitarlo. Se inclinó sobre él y besó su boca mientras sus caderas se movieron para que la endurecida polla entrara y saliera rápidamente de su coño. Bajó y se la clavó por completo cuando sintió la convulsión que dio la polla en el momento que iba a eyacular. Cerró los ojos y se mordió los labios cuando el calor del semen del hijo invadió su vagina. El cuerpo de su hijo seguía tenso y rápidas convulsiones del pene lanzaron más semen en ella. Ella se agitaba suavemente saboreando ese momento sublime de sentirse llena de su propio hijo. Cada gota de semen la saboreaba en el interior de su cuerpo. Raúl se relajó cuando sus huevos se sintieron vacíos. Agarró la cara de su madre y se besaron. Laura sentía como la polla iba menguando en el interior de su vagina y como daba espasmos cada vez más prolongados en el tiempo hasta que su hijo abandonó el interior de ella que derramó parte del blanco regalo que había recibido.

Mi polla se hundía cada vez más fuerte en mi madre que no dejaba de gemir, gritar, retorcerse y patalear por el placer que le producían mis penetraciones y los mordiscos que daba en su cuerpo. Mi polla iba a reventar, sentía el calor de su vagina en mi glande y deseaba correrme en ella, necesitaba lanzar mi semen en su interior. Agarré un puñado de su pelo y tiré de ella como si fuera las riendas de una yegua en celo.

-¡Voy a llenarte con mi leche! – Le dije al oído, gruñendo por el deseo. - ¿Quieres mi leche?

-¡Sí, córrete en mi coño, lléname!

-¡Pídemelo con más ganas!

-¡Siiiií, quiero que te corras y me des tu semen! – Se retorcía con la voz entrecortada por el placer. - ¡Deja preñada a tu madre!

Esas palabras fueron suficientes. Empujé mi polla y la clavé por completo. Sentí como los chorros de semen salían y mi madre los recibía entre gemidos y convulsiones. Los dos nos corríamos a la vez, si bien ella ya llevaba corriéndose durante un buen rato y había tenido más orgasmos de los que nunca antes había tenido. Me relajé sobre ella mientras nos besábamos, sintiendo como mi polla se agitaba levemente en su vagina hasta salir de ella. Permanecí sobre ella besando su cuello y acariciando su cuerpo mientras nuestros amigos hacían lo mismo al lado nuestro.

Aquella fue la primera vez que lo hicimos. Durante el resto del verano, hasta que volvimos a la ciudad estuvimos amándonos juntos, cada madre con cada hijo, pero hubo alguna vez en que probamos cosas nuevas e hicimos algún intercambio de madre.

Cuando volvimos a finales de agosto a casa, mi madre encontró un cd rom y una nota: “Sé lo que hicisteis el último verano”. Lo pusimos y era una grabación de aquella primera noche de amor incestuoso. Desde entonces mi padre vive su vida y nosotros la nuestra.