Se lo como a Inés

Hay que ver lo que uno aprende de su ex y va pracicando por allí

Después de muchos avatares, la pandilla quedó reducida a cinco parejas y unos cuantos solteros: Alicia y Sebas, Irene y Pablo, Isabel y Manuel, Clara y Álvaro y Victoria y Juan, las solteras son María, Sara, Inés y Belén, y los solteros somos Carlos, Miguel, José, Luis y yo que me llamo Daniel. Todos estamos por los 30 años y nos vemos con frecuencia. Nos conocemos desde chicos y hemos tonteado entre nosotros bastante, aunque a estas alturas, casi ya estabilizados, pocas oportunidades de relación estable tenemos entre nosotros, o no ¿quien sabe?.

Mi historia comienza hace poco. Yo estaba un poco deprimido porque hacía poco que había terminado una relación con alguien externo al grupo: Lorena, a quien conocí en el trabajo y con quien estuve saliendo un año hasta que me dejó.

Es creencia común que un hombre sabe o cree saber y poder funcionar en el sexo (y lo mismo puede aplicarse a las mujeres), pues bien, eso no es así. Penetrar, penetraba, y sexo oral también, con pasión pero con poca técnica, es decir, la metía, un baile dentro y fuera y a correrse, aunque siempre procuraba darle placer a ellas, siempre me quedaba insatisfecho: seguro que hay algo más, que puedo hacer más, para mi y para mi pareja.

Lorena me enseñó unas cuantas cosas, técnicas que ella sabía y, sobre todo, ese algo más que separa un simple polvo de una relación plena. La técnica que más aprendí es la de comerme un coño, el de Lorena, pero que podía extenderlo a todas las mujeres. Claro que es fácil con la lengua larga, gruesa y móvil que tengo.

Con mi ex aprendí a acariciar un coño con mi apéndice lingual, cómo usarla para penetrar, para separar los labios menores, para acariciar casi rozando el clítoris, para jugar con él, para lamer la cara interna del mismo, para hacer presión allí donde quería y hacerla gozar siempre.

A ella le gustaba que la comieran el coño, así que, cuando se lo comí las primeras veces, bien según yo creía, pero mal según ella, se empeño en enseñarme. Y a fe que lo logró. Yo era capaz de provocarle un orgasmo vaginal tan bien como uno clitoriano. Llegué a dominar la técnica de comerme el coño desde cualquier posición: de arriba a abajo, de abajo a arriba, de lado.

Desgraciadamente, la historia con Lorena terminó, y esta historia arranca de ese fracaso.

Yo andaba medio deprimido. Por eso Inés me llamó. Siempre nos hemos llevado bien, es más, de la pandilla es mi amiga del alma. Por supuesto, hemos follado alguna que otra vez. Que yo recuerde, habré follado alguna vez con cada una de las chicas de la pandilla. Pero con Inés era con quien mejor me llevaba, y con quien más sexo había tenido.

Quedé con ella una tarde de sábado, aunque mejor decir que fue ella la que me citó. Inés siempre tiene un sexto sentido para detectar el estado de ánimo de sus amigos. El plan era sencillo, hacerme olvidar las tardes de sábado con Lorena. Con ella siempre salía de marcha, primero unas cervecitas aquí, luego unas copas allá, un pub por este lado, una discoteca por el otro. Tras la separación apenas había salido. Cierto que antes de estar con ella, solía gustarme cierta vida cultural: teatro, cine, algún museo, exposiciones. Así que Inés me planteó un plan al estilo viejos tiempos: una buena película, unas tapas y una copa en algún sitio tranquilo.

Llevaba tiempo sin verla, aunque nos llamábamos por teléfono con frecuencia, por eso me sorprendí gratamente ya que tenía otro corte de pelo y con la dieta y el ejercicio, dibujaba una silueta muy bonita.

  • Estás preciosa, Inés. Te sienta muy bien esa melenilla suelta.

  • ¿Te gusta? Estaba harta del pelo largo y quise un cambio.

  • Pues has acertado, y además de guapa tienes un tipazo.

  • El ejercicio. Tu no has cambiado nada cabrón, sigues tan buenorro como siempre.- Nos reímos al recuperar la intimidad de siempre.

La película era buena, si, pero creo que después de un ritmo sexual mantenido con Lorena, desde la separación no había follado nada, así que me vi más interesado en el cuerpo de Inés que en la película, y creo que ella también lo notó porque se dejó hacer. Comidas las palomitas, me descubrí con mi mano en la de ella.

Del cine salimos cogidos de la mano. De la mano pasé a agarrarla por la cintura. Ella se dejaba y lo alentaba. Me olí que también hacía tiempo que no follaba. Se que no tenía pareja y que de vez en cuando salía de caza, pero no sabía cuando fue la última vez. Así que, agarrados por la cintura fuimos a una cervecería a cenar unas tapas sentados en esos taburetes que hay ahora.

Enfrente uno del otro, la minifalda que vestía hacía intuir las bragas tras las medias, y lo de dentro. El escote dejaba asomar el canalillo. La verdad es que estaba calentándome por momentos. Hablar, hablamos por los codos, de la pandilla, de mí, de ella, de todo. Creo que el ambiente relajado con una amiga, me desata la lengua, así que me desahogué con ella, y ella conmigo. Salió también el tema del sexo, y le conté, en confianza, que llevaba tiempo sin follar, y averigüé que ella también. Que los pocos planes que le habían salido, no habían cuajado. Creo que, inconscientemente, ambos llegamos a la misma conclusión.

Estuvimos mucho rato en la cervecería. Al final, mis ojos se perdían en los lugares más inconvenientes de Inés. Incluso cuando fue al servicio, me hipnotizaron sus caderas al moverse. La conversación pasó de un tono más serio a las risas y la complicidad, aderezadas con insinuaciones constantes. Por eso, la copa en un sitio tranquilo fue como la guinda del pastel. En el bar de copas, con música tranquila, una bebida por delante, y sentados uno en frente del otro, nos miramos y le dije lo que los dos estábamos pensando.

  • ¿Continuamos en mi casa?.- pregunté con una mirada directa a sus ojos.

  • Si.- Me contestó.

No hizo falta decir más. Nos levantamos y nos besamos, sellando la decisión. Salimos cogidos de la cintura, besándonos camino de donde tenía aparcado el coche. Beso a beso, la llevé a mi casa. Sin ofrecerle tomar nada, nos fuimos directamente al dormitorio.

  • Déjame desnudarte.- Le pedí. A Lorena le gustaba que la desvistiese, y a mi me gustaba hacerlo, así que quise hacérselo a Inés.

  • Claro que si.

Desnudar a una mujer también tiene su gracia y su técnica. Sobre todo con ciertas prendas que no se dejan quitar fácilmente. Además hay que hacerlo con gracia y sencillez, atento siempre a ella, y a que no cese la excitación, sino a que vaya aumentando. Por eso nada de arrancarle la ropa, eso sólo vale para los calentones, nada hay más desagradable para una mujer que le rompan la ropa. Eso y que le den tirones al cuerpo.

Por eso empecé dándole una vuelta entera, no para verla la ropa, que ya sabía lo que vestía, sino para dar confianza. Desde delante, desde un lado, desde detrás, desde el otro lado. Con besos y caricias. Nada de magreos. No. Calor y cercanía. ¿Cómo se le quita una camiseta escote barco y tres cuartos de manga? Pues desde la espalda de la dama. Subiendo poco a poco el borde de la pieza desde la cintura, pasando la abertura por la cabeza. Luego que se tiene la prenda por delante de la mujer, delicadamente se pasa cada manga por la mano correspondiente y ya se la has quitado. ¿Y ahora qué? Nada de tirarla al suelo, eso va bien para los relatos eróticos. No, de suelo nada, sino que la doblas para dejarla ordenada en una silla. Con eso la dama sabrá que eres un caballero que sabe tratar su ropa, y eso es garantía de entrega.

Claro que después de quitarle la camiseta, tenemos la espalda casi al descubierto, así que un poco de contacto no viene mal, sobre todo para besarla en el cuello desde atrás, al tiempo que se la abraza por la cintura. Inés levanta la cabeza, señal de que le gusta el beso y quiere dejar más cuello libre para los besos.

La gran pregunta es ¿le quito el sujetador, o espero a quitarle la falda y las medias? Esta pregunta no tiene respuesta. Depende, de ella pero también de ti. Si prefieres dejarla en ropa interior, pues no es el momento. Ahora bien, como pretendo desnudarla, este es tan buen momento como cualquier otro, es más es mejor ahora, ya que la parte baja del ajuar femenino puede ser más complicada de quitar y, además tener las tetas sueltas contribuye al aumento de la excitación de ambos. Así que un hábil movimiento de dedos y se suelta el corchete del cierre del sostén. Y como estoy detrás de ella, puedo sacar la prenda por los brazos de ella, antes de dejarla, bien doblada, encima de la camiseta.

Ahora que Inés tiene las tetas al aire, es momento de acariciarlas. De sujetarlas cada una con una mano, sopesarlas, pellizcarlas con suavidad, apretar los pezones, hacer caracolas con los dedos por sus curvas. Notar cómo se le endurecen los pezones, hasta casi como piedras. Sin olvidar los besos en la espalda. Por cierto, Inés tiene unas tetas bien proporcionadas, suaves al tacto, firmes en su figura.

Si no me importara mi compañera, ahora sería el momento de aplicar mi boca a las tetas, para esos juegos linguales que tanto nos gustan a los hombres. Pero no es eso. Lo que quiero es jugar con el desnude para calentarnos aún más. Dedicarme a chupar y lamer las tetas de Inés sería como si fuera un simple juguete. Y con Lorena aprendí que un desnude puede ser la antesala a algo más que un polvo.

Ahora toca lo más difícil. Falda, medias, bragas. La falda no es tan complicado. Basta descorrer la cremallera justo encima de la raja del culo. Luego la pellizcas por cada lado y, moviéndola primero por un lado, luego por otro, salvar las caderas de Inés. E ir acompañando la prenda en su camino al suelo. Soltarla es un error. Es mejor agacharse con ella asida hasta que toque el suelo y la chica levante un pie para sacarla de esa pierna y luego el otro pie para quitarla definitivamente. Luego se dobla cuidadosamente y se deja encima de la silla.

La falda era fácil. Los pantys no. Pero con movimientos parecidos, puedo quitárselos con cierta gracia. Coloco una mano asiendo la cinturilla por un lado, lo mismo con la otra mano. Tirando primero por un lado, luego por otro, se consigue pasar las caderas. Luego con la misma técnica y agachándose, los pantys van enrollándose en cada pierna a la vez. Luego, antes de que vayan por debajo de la rodilla, se le pide a la dama que suba un pie, le quito el zapato del pie y luego deslizo la parte del panty de esa pierna hasta sacárselo de la pierna. Luego Inés apoya el pie en el suelo y repito la misma operación con el otro pie. Al final las medias quedan dobladas encima del montón de ropa, con los zapatos en el suelo al pie de la silla.

Las bragas no tienen secretos usando la misma técnica. Si cada vez que le quito una prenda, me recreo en su cuerpo, llenándolo de besos y caricias, Inés, que se va viendo cada vez más desnuda, también se excita cada vez más. Por eso una vez que le he quitado las bragas, está tan caliente que sólo desea que la posea.

Pero yo quiero una cosa antes de follármela, que es hacerla gozar comiéndome su coño. Por eso, una vez ella desnuda, y yo aún no, la tiendo en la cama, le abro las piernas y aplico diestramente mi lengua a su sexo depilado. Primero un repaso arriba y abajo por los labios mayores. Se trata de que sienta mi poderosa lengua llamando a su puerta. Luego le abro los labios para hacer lo mismo con los labios menores. En ambos casos, mi lengua llega al botoncito y se recrea allí un momento. Luego penetro su cueva con la lengua, para entonces Inés está suspirando de placer. Es el momento de acariciar la cara interior de la parte superior del coño, justo por detrás del clítoris. Insistiendo un rato ahí, consigo que se corra en un orgasmo vaginal. Inés se arquea, jadea, grita. Intenta apartarme la cabeza. Por un momento me aparto. Hasta que veo que se calma un poco. Entonces vuelvo a la carga, esta vez ataco al clítoris. Mi poderosa lengua lo saca de su escondite, lo acaricia, lo menea. Hacia arriba y hacia abajo. Inés vuelve a correrse. Ahora tiene un orgasmo clitoriano. Vuelve a arquearse, jadeando sin parar, trata de apartarme otra vez, pero esta vez acompaño sus movimientos. Cuando mueve sus caderas hacia arriba, yo la sigo. Cuando las mueve hacia abajo, no me despego. Y con la punta de la lengua voy dando pequeñas caricias para mantener el orgasmo. Por fin la dejo descansar.

Aprovecho para desnudarme. Lo hago rápidamente y también en orden, colocando mi ropa en otra silla en un montoncito bien dispuesto. Cuando acabo tengo la polla totalmente erecta, y estoy deseando metérsela a Inés por su húmedo agujero. Así que, me inclino a ella, que aún tiene las piernas abiertas. Me arrodillo, sitúo el glande a la entrada y dejo que entre suavemente. Con lo mojada que está la polla entra casi sóla. Ahora voy bombeando con ritmo, lento y cadencioso al principio, luego más rápido y a fondo después. Estoy tan excitado por haberla desnudado y haberla comido el coño que tengo que hacer un esfuerzo y pararme para no correrme.

No quiero correrme tan pronto. Así que la saco, y me dedico a masajear las tetas con mi lengua. Describiendo círculos en torno a los pezones, haciendo vibrar la lengua en ellos, e incluso dando unos mordisquillos con los dientes.

Cuando veo que está otra vez a cien, le pido que se de la vuelta, y se ponga a cuatro patas, quiero metérsela desde atrás, coloco el glande de mi tieso miembro en la entrada y se la meto hasta el fondo. Luego la agarro por las nalgas y empiezo el bombeo. Esta vez quiero terminar. Y lo consigo tras un rato de moverme dentro y fuera. Mientras me corro y suelto mi semen en ella, noto que ella se corre también. La follada de antes y el trabajo en las tetas ha conseguido que estuviera casi a punto.

Después de corrernos, Inés se deja caer boca abajo. Yo me mantengo un rato dentro y luego saco la polla, me dejo caer a su lado y me giro quedando boca arriba. Ella se gira también y se queda boca arriba. Ambos jadeamos de placer.

  • Joder, Daniel. ¿Donde has aprendido a follar así? No recuerdo cuando fue la última vez que me corrí tan a gusto.

  • Algo he aprendido con Lorena.

  • Pues si que fue buena maestra la muy zorra.

  • ¿Te ha gustado cómo te he comido el coño?

  • Cabrón, sabes que si. Nadie me ha comido el coño así.

  • Pues es enseñanza de ella, y habilidad mía, claro.

  • Se lo tengo que decir a las niñas.- Las niñas son las mujeres de la pandilla.- Seguro que todas quieren probar.

  • Ja, Ja, Ja.- Me reí.- Pero no vengáis todas a la vez.

  • Tranquilo, que te las haré llegar de una en una.

  • ¿Lo dices en serio, Inés?

  • Totalmente, para una vez que tenemos un semental, no te dejaremos escapar.

  • Me asustas.

  • No temas, que lo pasarás muy bien. Las niñas sabremos apreciarte. Y ahora, cómeme el coño otra vez.

Inés se incorpora, pasa una pierna por cada lado de mi y acerca su coño a mi boca. Le respondo con una penetración de lengua. Y la noche sigue.

Ana del Alba