Se la clavé a mamá

Asistí con mis padres a una boda familiar. Durante el viaje de ida yo me encargué de llevar a mamá con mi coche y nos sobamos a conciencia, ya en el hotel se despachurró en la cama, se desbragó, me acoplé entre sus piernas y se la clavé.

Se la clavé a mamá.

Asistí con mis padres a una boda familiar. Durante el viaje de ida yo me encargué de llevar a mamá con mi coche y nos sobamos a conciencia, ya en el hotel se despachurró en la cama, se desbragó, me acoplé entre sus piernas y se la clavé.

Todo comenzó con una invitación a una boda de una sobrina de mi padre. Lo celebraban en un hotel de una ciudad cercana a Madrid, donde vivimos. Acordé con mis padres que yo llevaría a mamá y que él llegaría justo para la boda, pero durante el viaje de ida algo se torció. Mi madre llevaba una mini falda, tan mini que se le veían las bragas. Yo, casi mecánicamente y desde luego sin pensar lo que hacía, le metí mano, pero a partir de ese momento las cosas se enredaron.

Hola a todos los amantes de este tipo de relatos. Mi nombre es Pedro, tengo 29 años, vivo en un pequeño apartamento en las cercanías de Madrid, trabajo en una gran empresa ubicada en el centro y hace aproximadamente un año que vivo sólo porque mi novia y yo, con la que convivía desde hacía tres años, nos dejamos.

Mis padres también viven solos, ellos tienen 53 años (mi padre) y 51 (mi madre) y les diría que son la pareja perfecta, se complementan en todo, es decir: no se parecen en nada. Mi padre muy sobrio, muy trabajador, poco dado a las relaciones y a la farándula. Mi madre muy glamorosa, muy de gimnasio y de salones de belleza y siempre que puede de fiesta en fiesta.

Con estos antecedentes no les extrañará que mi padre me pidiese que llevase yo a mi madre a la boda, que se celebraba en Segovia, a unos ciento y pico de kilómetros de Madrid y que él llegaría justo a la ceremonia porque ese sábado, cuando se celebraba la boda, tenia que dar salida a un pedido y todos los trabajadores de su pequeña empresa se quedarían a terminar el trabajo.

Así lo acordamos y así lo hicimos. Mis padres habían reservado habitación en el hotel donde se celebraba el convite, yo en cambio regresaría a Madrid cuando acabase la celebración. Ese sábado pasé a recoger a mi madre como a eso de las dos y media de la tarde, aunque la boda era a las siete, pero mi madre quería llegar con tiempo suficiente para vestirse en el hotel y charlar con la familia antes de la ceremonia.

Nada más recoger a mamá en el coche y emprender el viaje hacia Segovia, supe que el viaje no iba a ser nada aburrido. Mi madre se había vestido con una mini falda tan exigua que nada más sentarse en el coche se le subió la falda y entre sus piernas se le asomaban sus braguitas rosas.

Yo al principio traté de no darme por enterado, pero nada más coger la autopista y relajarme en la conducción, mis ojos iban y venían a la entrepierna de mamá como un resorte. Imposible no darse cuenta del trajín que me traía mirando de reojo a las braguitas de mamá, por eso ella me hizo un comentario un tanto audaz:

-Te gustan mis bragas ¡he bribón!

Yo no le contesté, pero hice algo tan audaz como su comentario: le metí la mano entre sus piernas, le sobé superficialmente sus braguitas y finalmente le dije:

-Joder mamá que buena estas.

Quizás ese día mi madre ya estaba alterada, quizás se alteró cuando le sobé el chochito, quizás sencillamente se dejó llevar por el momento, la oportunidad, la situación tan propicia o vaya usted a saber si lo que le ocurría a mamá en ese momento es que sencillamente tenía ganas de joder, el caso es que hizo un comentario de lo más provocativo:

-Si no fueras mi hijo te iba a echar un polvo que te ibas a cagar.

Así de directa era Nuria, mi madre, una mujer con un gran desparpajo, con un físico envidiable, con unas tetas prietas, aunque de silicona, naturalmente, pero erguidas y sugerentes, con unas piernas firmes y largas coronadas por una braguita color rosa que dejaba entrever la tierra del paraíso y que invitaba a fantasear, de modo que le repliqué con otro comentario de semejante índole:

-Si no fueras mi madre te la clavaba.

A veces unos simples comentarios se convierten en toda una declaración de intenciones, y eso es lo que nos pasó. Ella me insinuó sus deseos de joder y yo mis ganas de clavársela, lo demás, todo lo demás son simples detalles, pero permítanme que me recreé en los detalles sucedidos ese día, que por circunstancias no programadas ni deliberadas, tuve la inmensa fortuna de clavársela a mamá.

Fue cuando salimos de la autopista general y cogimos la de Segovia, una autopista poco concurrida de tráfico y con una conducción relajante. Yo volví a dirigir mi mano a la entrepierna de mamá, me hice un pequeño hueco entre sus bragas y le metí el dedo en su chochito. Lo encontré como suponía, húmedo, caliente, receptivo. Ella hizo algo parecido, me metió mano a la bragueta, me bajó la cremallera y desenfundó mi polla.

El momento era colosal, yo frotándole el chochito a mamá y ella meneándome la polla. Había elegido una baladas para que mamá escuchase música relajante durante el viaje, pero enseguida me di cuenta lo inapropiado de la música para ese momento tan especial y busqué, como pude, otra música más acorde con el ajetreo que allí nos traíamos mamá y yo: una bachata de Juan Luis Guerra.

Los acordes tan estridentes y sensuales de la música, los olores que se desprendían del chochito de mamá, la placidez de sentirnos pajeados, animaron a mamá a dar un paso más: se agachó entre mis piernas y me hizo una pequeña mamada.

-Joder, el tiempo que hacía que no me comía un torrado- fue su más que elocuente comentario a tan suculenta mamada.

-Que pena que no pueda hacerte lo mismo- le dije resignado a mamá, pero no, ella no se resigno.

A continuación se sacó las tetas del sujetador y como pudo me las acercó a la boca y me las ofreció para mamárselas, lo que desde luego hice al instante. La silicona hace milagros, estaban duras y prietas, su piel tersa y fina, su olor bronco y profundo, exudaba y liberaba olores que te embriagaban, pero cuando con mi lengua le atrapé sus pezones, ahí señores, ahí toqué el cielo. Estaban puntiagudos y enmarcados dentro de una aureola tostada que hacia resaltar su color rosadito. Los chupé con avaricia, con glotonería, con ardor, pero los ardores se ve que eran mutuos, porque a continuación mamá echó mano a sus braguitas y se las sacó mostrándome su esplendoroso chochito.

No podía ni imaginarme el chocho que calzaba mi madre. Depiladas las ingles, arreglado el vello púbico que rodeaba su rajita, esponjoso el vello que crecía en su barriguita, el chumino más sofisticado que nunca antes había visto. Este chumino no era de los de cuidar y ocultar, era un chumino para mostrar, para exhibir, para poner los dientes largos, para empalmar a un muerto.

Mamá acercó sus manos al chocho y abrió ligeramente los labios superiores para mostrarme su clítoris. Estaba húmedo, puntiagudo, inflamado, hambriento de polla. Yo alargaba mi mano a sus tetas y las acariciaba. Sus tetas brincaban entre mis dedos y entre los suyos brincaba mi polla, un cartel nos anunciaba la entrada a la ciudad, yo tenía un ojo puesto en el chumino de mamá y otro en la carretera, pero no hice la atención suficiente y de esa guisa entramos en el centro de la ciudad, mi madre con las tetas al aire y meneándome la polla, cosa que no les pasó desapercibida a algunos peatones que se quedaban pasmados ante semejante espectáculo.

La llegada al hotel la hicimos casi al limite, apenas tuvimos tiempo de recomponernos y arreglarnos un poco, y menos mal, porque nada más aparcar se nos acercó Magda, una sobrina de mis padres que también llegaba en esos momentos y nada más parar se acercó a nuestro coche, saludó a mamá y cuando me fue a dar un beso a mí, me preguntó algo susurrándome al oído:

-¿Qué veníais haciendo?

-Luego te lo cuento- le dije intrascendente.

-Vale, pero luego me lo cuentas ¡he!- La muy jodida se ve que nos había visto cómo nos follábamos en el camino.

-¿Qué te ha dicho?- Me preguntó mamá mientras nos dirigíamos a la habitación.

-Nada, me preguntó qué veníamos haciendo en el coche.

-Que puta, se ve que nos ha visto y ahora querrá que la folles- me comentó un tanto molesta.

-No te preocupes que a quien voy a follar ahora mismo no es a Magda- le dije mientras penetrábamos en la habitación del hotel.

No nos dimos tiempo ni siquiera a ver la estancia, lo único que nos interesaba era la cama y hacia ella nos dirigimos. Mamá saltó sobre ella y se subió la mini falda sobre su barriga. Iba sin bragas, de modo que todo su chochamen quedaba a la vista.

Yo me quité el pantalón casi a tirones y salté sobre mamá, me acoplé entre sus piernas y se la clavé. Mi polla es larga y fina, su chumino calido, húmedo y generoso, de modo que la clavada fue portentosa. Creí que a continuación sólo quedaba una buena follada, metérsela y sacársela hasta corrernos los dos, pero si eso pensaban que iba a suceder se equivocan al igual que yo me equivoqué, porque la follada que nos habíamos metido hasta ese momento no era comparable a la que nos metimos a partir de ahí.

Mi madre cruzó sus piernas por encima de las mías y me atrapó como una ventosa. El culo me quedaba libre y podía manejarlo con soltura, pero enseguida me di cuenta que mamá no sólo disfrutaba con el mete saca, disfrutaba regodeándose con comentarios soeces, eróticos y provocativos.

-Que hijo puta eres, se la estas clavando a tu madre- me dijo relamiéndose.

Yo sentía que se la había clavado hasta las trancas. Mi polla entraba y salía como pez en el agua, o mejor dicho, como polla en el chumino de su madre, era una delicia y las clavadas cada vez se hacían más y más vigorosas, aunque sus nalgas amortiguaban todas las embestidas. Sabía manejar con maestría su cuerpo y siempre acompasaba su culo con mis clavadas para obtener el máximo de placer.

Sus comentarios fueron al inicio tímidos pero muy osados, pronto se hicieron frecuentes e igual de atrevidos. Como jodes cabrón, te gusta el incesto ¡he!, eres un pervertido, te estas follando a tu madre, te voy a tener jodiéndome hasta que me canse, pero no, no hubo problema, mamá no se cansaba de joder, era infatigable jodiendo, se abría de piernas, me atrapaba entre sus muslos, me mordisqueaba las tetas, me clavaba las uñas en la espalda, se arqueaba y me embestía, pero sobre todo me incitaba con su comentarios a joderla, a clavársela, a follarla, a consumar el incesto. Nos estábamos metiendo un polvo de antología.

No fue hasta pasado más de media hora sacándola y clavándola dentro de su chumino cuando noté que se corría. Todo su cuerpo se puso en tensión, su respiración se agitaba hasta el máximo y sus estertores eran sacudidas que hacían temblar la cama. Mientras se corría toda un retahíla de insultos salían de su garganta: cabrón, hijo puta, pervertido, degenerado, como jodes cabrón, que hijo puta eres, la de incestos que vas a chuparte cabrón.

Yo comencé a correrme un pelín antes que ella, lo suficiente para darse cuenta de que me estaba corriendo para tensarse aún más si era posible, y parece que lo fue, porque al iniciar su monumental corrida aullaba como una loba. Tardó una eternidad en calmarse y me tenía aprisionado con sus piernas hasta que se fue calmando.

Pero no, no crean que se levantó de la cama y se fue a darse una ducha, antes aún tenía que ponerme tareas.

-Te tienes que tirar a tu prima Magda, la muy puta se puede ir de la lengua y así no le queda más remedio que callarse. La próxima semana quiero que pases por casa para echarnos otro polvo, y a la siguiente lo mismo. Quiero que me la claves al menos una vez por semana, y quiero... bueno, ni decirles que lo que mi madre quería era que la follase a cada oportunidad, pero lo que me insistió antes de soltarme era en lo de Magda.

-Te la follas hoy mismo, durante el baile llévatela fuera y se la metes. Yo estaré atenta y saldré cuando te la estés follando, para que sepa que yo lo se, además me sirve para regodearme de su madre, que la muy puta me tiene envidia.

-Vale mamá- le dije para que me soltara, porque estaba viendo que mi padre nos iba a pillar in fraganti.

-¿Que le hacías a tu madre en el coche cuando veníais? Me preguntó Magda cuando estábamos bailando después del banquete.

-Le estaba chupando las tetas- le dije sin inmutarme.

-Qué pasa, que te gustan las tetas de las viejas- me volvió a preguntar molesta por la respuesta, o mejor dicho, envidiando a mamá.

-Quieres que te las chupe a ti- le pregunté directamente.

-Que mas quisieras tú- me replica sin demasiada convicción.

-Vamos para fuera, te la voy a clavar en tu chochito- a la vez que la empujaba hacía el exterior del hotel y nos perdíamos en el jardín.

Magda tenía un chochito rosadito y encantador y unas tetitas deliciosas. Mi madre nos pilló cuando ella se estaba poniendo las bragas aunque Magda se le enfrentó para reclamar su parte en el festín, aunque eso señores, eso es otra historia y merece ser contada con todo lujo de detalles.

Pancho Alabardero alabardero3@hotmail.com