Se hicieron hombres a mi costa

Como les convertí, una típica noche de juerga juvenil en una vorágime sexual, a unos muchachos, rebajándome a todos sus caprichos.

SE HICIERON HOMBRES A MI COSTA

Les voy a contar cómo a unos chicos les convertí, una típica noche de juerga juvenil en una auténtica fantasía sexual hecha realidad, rebajándome ante todos sus caprichos.

Como cada sábado, me preparé para la rutinaria cita de salir a cenar y tomar alguna copa en los bares situados en el centro. Siempre visitábamos los mejores restaurantes gracias al excelente trabajo de mi marido Vicente que nos permitía mantener un alto nivel de vida. Para lo ocasión me vestí con un ceñido vestido negro, cortito por debajo para enseñar mis bronceadas piernas y con tirantes arriba, dónde mi exuberante pecho parecía querer salir de allí. Casi obligada por mi marido accedí a operarme el pecho, quedando éste bajo mi punto de vista exagerado 130cm, lo que me hacía sentirme algo insegura al ser objeto de mirada por casi todos los hombres.

Al terminar de vestirme me arregle mi pelo color negro con mechitas castañas, mojándolo con un gel y recogiéndolo en una larga coleta.

En la puerta me esperaba Vicente, trajeado como un pingüino que no tardó en obsequiarme su beso de rigor. Somos una pareja acomodada, tengo 36 años, él algo mayor que yo ...jiji..., cómo se dice ahora, mi estilo, casa, forma de vestir y clase hacen de mí una mujer "pija".

Terminada la cena, Vicente me llevó a una discoteca para saludar a un compañero de trabajo. La idea de entrar en aquel lugar no era de mi agrado, se trataba de un bar juvenil y no veía adecuada nuestra forma de vestir, pero insistió y acabamos dentro.

Desde el pasillo se escuchaba el estruendo de la música (máquina, dance... no entiendo) y el interior era bastante grande con dos plantas llenas de chicos y chicas muy jóvenes que bailaban de manera desenfrenada. Vicente me agarró la mano y me sumergió hasta la barra, no faltando para llegar los empujones, codazos y roces intencionados, a él para dificultarle la tarea y a mi... se lo pueden imaginar.

En la barra me presentó por fin a su "compi", un chico joven de unos 25 años que redondeaba el sueldo los fines de semana, poniendo copas detrás de la barra. Parecían llevarse muy bien, hablando, riendo y no parándose de hacer bromas. Yo mientras, cohibida, balanceaba la cabeza de un lado a otro, comprobando como muchos chicos me miraban de reojo, asombrados supongo que por mi forma tan elegante de vestir, o quizá, siendo mas realistas, por el escotazo que llevaba.

Mientras pedía una bebida, le dije a Vicente que nos marcháramos, nuestra forma elegantísima de vestir no me parecía la más adecuada por no hablar de la música, pero no me hizo mucho caso y siguió conversando con su amigo.

Algo desencantada me di la vuelta hacia la pista de baile, percatándome en ese momento como unos críos, sin ningún descaro, no paraban de fijar las miradas en mi pecho. Tenían entre 16 y 18 años y vestían ropa de ésta que llevan ahora los jóvenes, de "marca" como dicen ellos. Se hacían los duros mientras bebían y fumaban algún cigarrillo.

Al sentirme incómoda con la situación, intenté entrar en la conversación de mi esposo, pero el ruido ensordecedor me hacía no enterarme de nada. De nuevo quise volver la vista hacia los críos cuando me asusté al ver que uno de ellos estaba casi a mi lado. El crío se acercó, me miró fijamente y dijo:

  • Oye pibón, vaya par de tetas que tienes!!!

¡Lo que casi todos los hombres hechos y derechos no se atrevían nunca ha decirme, me lo había dicho con total descaro uno bien jovencito!. Ese comentario me dejó echa puré, así que me quedé en mi rincón callada y avergonzada. Al rato volví a mirar al grupito y allí seguían mirando y maquinando. Al decir verdad, aquellas miradas me estaban haciendo sentir rara, ese descaro y falta de pudor me estaba empezando a excitar y más aún cuando vi como uno de los chavales se llevaba la mano al paquete para "ponérsela bien" por culpa de una segura erección.

Todo estaba cambiando, ahora quería ser yo la que tomase la iniciativa. Se me ocurrió inclinarme de manera intencionada con la excusa de arreglarme el vestido, dejando mis apretados y juntos tetones a la vista de los muchachos. Conseguí lo que me propuse, caldear el ambiente y a pesar de la música pude escuchar algún comentario:

Joder! Que tetones!

Que buena está la morenaza esa!

Para que todo no se me fuera de las manos, pues no quería que ninguno de ellos se volviera a acercar y que mi marido notase algo raro, decidí acabar con el fuego que llevaba dentro de mí y decidí irme al baño a desahogarme... El compañero de mi marido me indicó el camino y rauda y veloz, evitando pasar por el grupo de chavales, me fui hacia el servicio. Al llegar a la puerta sentí como alguien me cogía de la muñeca. ¡Era uno de ellos! Acojonada y excitada al mismo tiempo, me dejé llevar a la salida de la disco ante la incrédula mirada de los allí presentes, allí, con rumbo firme me llevaron a una zona apartada y oscura donde aparcaban los coches que frecuentaban los locales de alrededor. Sentía que todo se me había ido de las manos y de nuevo los muchachos al estar ante una mujer tan elegante, guapa y con ese par de tetas, eran los que dominaban la situación.

Sin que nadie me dijese nada, me arrodillé ante el primero de ellos y le ayudé a bajarse los pantalones vaqueros. Era un chico agitanado, delgado, pura fibra, que jamás imaginó lo que le iba a pasar. Se bajó el calzoncillo y sacó la polla que estaba ya superdura, sin miedo, la cogí y le eché la piel hacia atrás, tenía el capullo muy mojado con restos de semen o líquido preseminal y ante su atónita mirada le enseñé lo que es una buena mamada, algo que seguro nunca pensó que le iba a pasar, al menos a su edad, le enseñé lo que es una "garganta profunda". Humedecí los labios y me la fui metiendo dentro de la boca hasta que llegué a los testículos. Mientras, al sentir el cuerpo desnudo de sus amigos, agarre sus penes y los empecé a pajear. El chico que me follaba la boca, por su inexperiencia no pudo aguantar la sensación y en lo que eran mis primeras tragadas, eyaculó en mi garganta depositando toda su lefa en mi estómago.

Después tomó la alternativa otro de los muchachos, de pelo muy corto con algo de flequillo y un aro en la oreja:

Dios, ¡Que puta eres! Venga, bájate los tirantes y enséñanos las tetas!

Dicho y hecho, lentamente me bajé uno de los tirantes, le miré a los ojos de salido y me bajé el otro, estirando mi vestido hacia abajo, saltando mis enormes mamas al aire.

Ostia que tetones!! Gritó el crío que me lo había pedido.

El mismo me puso de pie y poniendo cada una de las manos en mis tetas las empezó a sobar para su disfrute. Sus manos sudorosas no daban a vasto y no abarcaban el diámetro de éstas. Después acercó su boca a mis pezones y los empezó a morder. A pesar del dolor, el crío consiguió ponerme los pezones duros y en punta. Una vez que se cansó, el cabrón me bajó la cabeza con sus manos para ponerme de rodillas de nuevo y dedicarle una mamada como la que le hice a su amigo, para no ser menos. Tenía la polla grandota para un muchacho de 16 años. Esta vez empecé por lamerle los huevos, siguiendo con mi lengua por la base del pene para llegar al tronco y de allí hasta la punta, la cual limpié, tragándome todas las gotitas que habían salido de ella y comencé ha hacerle una felación de infarto. Tenía mas aguante que el anterior chico y estaba resistiendo bien el placer incluso cuando me tragaba la polla hasta el esófago. Como no paraba de mirarme las tetas, una vez más les sorprendí con mi propuesta:

¿Quieres que te haga una cubana, verdad? El crío con voz entrecortada lo afirmó.

Le indiqué que se sentara en el capó de un coche que teníamos al lado. Me agaché y recosté sobre él, me cogí cada uno de mis melones y le abracé la verga con ellos. A pesar de tener aquel joven una muy buena herramienta, quedó totalmente "escondida". Empecé a mover las tetas poco a poco, muy suavemente, escuchando los gemidos del chico. Conforme mas babeaba de placer más rápido las movía arriba y abajo, seguí aumentando de esta manera el ritmo hasta que el muchacho reventó de gusto eyaculando como un animal varios chorros espesos de leche que me mojaron cara y tetas. Me encargué de limpiarle la polla con mi lengua y mi saliva, dejándole unas pequeñas marcas de carmín, creo que no esta mal el cambio, no?

Por último, el tercero de los chicos tomó el relevo, era delgado, pelo largo y espigado. Se acercó a mi y me soltó una lindeza:

  • ¡Venga puta, trágate la mía también hasta los huevos!

Por culpa de mi estado de excitación, me rebajé ante él y abrí la boca lo máximo que pude. Dejé que el mismo me insertara su pollón a la profundidad que quisiese, que lógicamente fue hasta la campanilla. Me fue bombeando la boca como si fuera una vagina, haciéndome daño y entrecortándome la respiración. De repente el chico sacó la verga, porque quería experimentar cosas nuevas.

Se recostó sobre el capó y me instó a sentarme encima de él. Me levanté el vestido por la parte de abajo sin apenas dificultad y me puse a horcajadas como me dijo "cara a él". Sin quitarme el tanga, lo separé para que mi coñito se abriera dejando paso al pollón de aquel criajo mal educado. Yo siendo una buena muñeca sexual dejé que me la clavara hasta dentro. El fluido de mi vajina, las gotitas de su semen y de mi saliva al habérsela chupado quedó mezclado facilitando las envestidas que me daba. El grosero crío no era nada tonto, la postura que teníamos le permitía estrujarme el pecho mientras clavaba la polla en mi interior. Siguió bombeándome por espacio de varios minutos, hasta que comprobé que hacía amagos de querer correrse, sorprendí de nuevo a los muchachos al sacarme la polla del mojadísimo coñito y dirigir ésta hacia la entrada de mi culo.

¡No se lo podían creer! ¡Con apenas 16 años iban a reventarle el culo a toda una mujer!. Tal y como estaba a horcajadas me dejé caer para que su verga fuese entrando poco a poco en mi ano. Me dolía mucho pero necesitaba sentir algo nuevo, algo que jamás le había hecho a mi marido. Los chicos no perdían ojo viendo como el pene de su colega se clavaba dentro de mi dolorido culito, y exclamaban comentarios groseros:

  • ¡¡¡Venga zorra, dejate encular pensando en el cornudo de tu marido!!!

Una vez quedó el pene del crío totalmente insertado y cuando ya sólo le quedaban los huevos al aire, empecé a mover mi trasero, masajeándole la polla con esta nueva morbosa práctica sexual, hasta que al poco rato el joven muchacho explotó dentro de mi llenándome el recto de semen.

Los demás muchachos, excitadísimos ante la nueva situación no quisieron dejar escapar la mejor oportunidad de sus vidas. Me hicieron agacharme, apoyando mis manos en el capó y con el culo en pompa como si fuera una puta. Primero me penetró el culo una y otra vez el gitanillo que me estiró de la coleta en varias ocasiones para ver mi cara de dolor. Con un fuerte mete saca me fue enculando profundamente hasta que no pudo más y el orgasmo le retorció de placer, dejándome el culo roto e inundado de leche. Después se puso detrás de mí el crío del pendiente que además me quitó la gomita que sujetaba mi pelo para soltarme mi larga melena negra que no tardó en mancharse con restos de semen, pegándose algunos mechones a mis hombros y mis tetas. Una vez posicionado, apuntó su polla a mi dilatado agujerito y me sodomizó duramente mientras mis melones temblaban al vaivén que el llevaba, pasaron varios minutos en los que la petada se hacía difícil de llevar, por fin el muchacho gritó de placer mientras me volvía a llenar el ano de semen.

Agotada por la vorágime sexual, tuve que acceder al último polvo. El crío de la melena se tiró al suelo y a horcajadas me metí su dura polla por el coñito, que no tardó en fustigármelo con sus penetraciones, enseguida se acercó uno de los muchachos por detrás que sin pedir permiso me enculó con cierta dificultad, porque ya estaba llena de polla. Sentir mis dos agujeritos martilleados al antojo de unos niñatos me calentó de lo lindo y me hizo sentir una prostituta que desvirgaba por primera vez a unos adolescentes traviesos.

Penetrada por partida doble, el muchacho de la melena que me follaba el coño me tiraba hacia arriba lo que facilitaba al amigo una enculada muy profunda. Fue precisamente éste último quien al terminar, sacó su enorme miembro venoso de mi culo y rápidamente me la acercó a mi cara. El muchacho en un fuerte orgasmo, depositó el líquido sacado de sus cojones en mi lengua. Para aumentar su morbo, le miré a los ojos y me tragué su corrida ante la mirada orgullosa del muchacho. Después el chico del pendiente tomó su relevo y no dudo en sodomizar mi reventado ojete. Antes se corrió dentro de mí el muchacho que me follaba el coño como si de mi marido se tratase, sin importarle en ningún momento un posible embarazo.

Casi sin fuerzas y a cuatro patas, fui petada por el último criajo al grito de "¡toma, toma, toma!", así hasta que al señorito le pareció bien y se corrió nuevamente en mi culo, que os podeis imaginar como me quedó.

Al terminar, verme los muchachos con el culo en esas condiciones, les provocó una satisfacción que reavivó su "hombría". Los críos, desde ese momento ya hombres, extenuados y crecidos en su orgullo personal, abandonaron el lugar para volver a la disco y contar su hazaña a medio local.

Como pude me subí el tanga con mi culo aún dilatado y lleno de semen, me bajé el vestido de nylon, rehice mi coleta y salí dirección a casa, mientras me estrujaba los sesos pensando que excusa poner al ingenuo y "picha corta" de mi marido que nunca imaginó la cornamenta que iba a llevar desde esa noche.