Se han follado a mi novia II (Explorando a Isa)

Se han follado a mi novia y me pienso vengar, pienso hacer de su mejor amiga mi putita personal.

Joder, estoy flipando, esto cada vez se me va de las manos, no sé ni como empezar a contároslo…

El otro día, mi novia María salió de fiesta a un club y acabó follando con su mejor amiga Isabel y un desconocido llamado Carlos, y lo peor de todo es que tengo el vídeo de cómo sucedió, si queréis, podéis leer lo que sucedió en este relato: https://www.todorelatos.com/relato/171653

Lo que sucede es que, esto no se ha quedado solo aquí, me he acostado con Isabel y la verdad es que me ha sido una puta locura.

Por poneros en contexto, llevo 6 años de relación con María. Ella es una mujer joven sobresaliente, muy carismática, destaca bastante, todo el mundo quiere ser su amigo o estar cerca de ella; simpática, amable y siempre con una gran sonrisa.

Además de todo esto, si nos centramos en lo meramente físico, se encuentra en forma y es bastante activa. Tiene unos pechos pequeños y un culo bien apretado y duro. Castaña natural con unos reflejos muy claros en su pelo.

Toda esta situación comenzó a la mañana de que María saliese de fiesta y acabase en el hotel con un desconocido llamado Carlos e Isabel, su mejor amiga. Yo, lo había visto todo por una cámara que había ocultado Isabel y aquello me había encantado. Por el contrario, María no sabía nada de aquello, y se pensaba que no tenía ni idea, ella creía que pensaba se había ido a dormir a casa de Isabel porque su amiga se encontraba mal.

Respecto a mí, no tenía nada claro, en mi cabeza aquello había sido una barbaridad, todavía no sabía si era mi peor pesadilla o el mejor sueño que había tenido en mi vida, pero necesitaba ver a donde llegaba, el mal estaba ya hecho y yo no me iba a quedar corto.

Por la noche, dormí regular, no quedaba mucho, pero no esperaba la verdad que María fuese a llegar pronto a casa, así que al final pude dormir hasta bien entrada la mañana.

Me despertó el juego de llaves tintineando y la puerta abriéndose, María acababa de llegar, eran las 12 del mediodía y yo seguía en la cama, en bóxer, esperándola.

—¡Hola, amor, ya estoy en casa! —Anunció María al traspasar el umbral de la puerta.

Noté como sus pasos atravesaban el pasillo y se dirigían al cuarto. Perfume, jabón de ducha y limpieza fueron los olores que me llegaron.

—¡Buenos días! —Le saludé desde la cama—. ¿Qué tal has dormido en casa de Isabel? Veo que te has duchado, ¿mucha fiesta ayer?

—Jajajaja, sí… Menuda fiesta, creo que tengo un poco de resaca y todo. —Me dijo María mientras se acostaba a mi lado—. Dormiría cuatro horas más, no estoy hecha yo para muchas fiestas así, eh.

La miré a los ojos, apenas noté un atisbo de duda, me había puesto los cuernos con otras dos personas y ahí estaba, comentando tranquilamente que tenía resaca.

—Bueno amor, con lo atrevida que ibas ayer estoy seguro de que fuiste el centro de atención de la fiesta jajaja —Le solté por abrir tema de conversación sobre lo de anoche—. ¿te entraron muchos tíos o que?

—Sí, unos cuantos, pero fue tu culpa totalmente, me insististe en que no llevase la blusa— Se defendió.

Me acerque a ella y la bese.

—Una belleza así bailando en la fiesta, y yo me lo he perdido, qué desgracia...— Le susurré al oído entre besos.

—No te lo puedes ni imaginar, perreando hasta el suelo, hasta los de seguridad me miraban, y claro que había quien se acercaba, no sabes lo que tienes en casa, nene. — Me dijo melosa.

Le agarré del culo con mi mano izquierda y la acerqué a mí, mientras le miraba a los ojos.

—¿Y les bailabas?— Le pregunté con ganas de saber por dónde iría aquella situación.

Maria se puso encima de mí, con su falda de cuero y su sujetador bustier negro estaba realmente espectacular.

—Jajaja, claro, iba con ganas de pasármelo bien— Me soltó mientras comenzaba a restregarse contra mi entrepierna.

—Y tanto, ví el stories de tu amiga Isa, no solo se acercaban por lo que vi—. Dije ya bien caliente, empezaba a tener una erección bastante notable.

—¿Qué stories?—. Me preguntó ella sin parar de restregarse, lo hacía de arriba a abajo bien despacito, me estaba poniendo muchísimo.

—Uno en el que salías bailando con un chico en la tarima de la discoteca, y no separados precisamente—. Le pude confesar.

María alzó una ceja, al parecer ella no sabía que Isabel había subido aquella publicación y en aquel momento estaba evaluando la situación, hasta donde podría saber… Siguió restregándose, mientras se empezaba a quitar al mismo tiempo el sujetador.

—¿Y qué te parece? ¿Te gusto lo que viste?—. Me pregunto mientras me sujetaba las muñecas con sus dos manos, estaba completamente reclinada sobre mí y empecé a notar como sus bragas empezaban a mojarse al contacto con mi miembro.

Me liberé una mano y la baje hasta su culo, se lo agarré con fuerza, pero después, seguí y aparte con mis dedos su braguita, en ese momento, pude notar como sus labios vaginales, húmedos y calientes entraban en contacto con mi polla dejándola completamente impregnada de sus flujos. Ella seguía moviéndose lentamente, lo que me dejaba en una sensación de frustración máxima, necesitaba penetrarla.

—Joder, sí, ver como te clavaba su rabo en el culo y tú le bailabas me puso a cien—. Le espeté.

Maria sonrió, y dejó caer su peso sobre mi entrepierna, encauzando esta vez y permitiendo que me hundiese en ella, gimió con fuerza y empezó a moverse al ritmo que se estaba restregando anteriormente aumentando poco a poco la velocidad, en aquella posición, ella encima de mí y bloqueándome la mano izquierda poco podía hacer, pero con la que tenía libre, le fui marcando el ritmo, quería que fuese más y más rápido.

Cuando no podía aguantar más en aquella posición, me liberé y la eché a un lado.

—Pero quiero que te quede claro que tú eres mía, ¿entendido?—. Le dije mientras me acercaba de nuevo a ella.

La volteé, y boca abajo, penetré de nuevo profundamente a María mientras echaba todo mi cuerpo sobre ella, bloqueándola. Ella jadeaba muy fuerte, le agarré el cuello con una mano y empecé a apretar, estrangulándola.

Pude notar como le faltaba el aire, y con un poco de malicia, mientras me la follaba bien fuerte en aquella posición, fui soltando poco a poco para dejarla respirar, pero de manera breve, pues volví a apretar enseguida.

—¿Estaaás…., seguro?—. Balbuceo María como pudo. Le solté un poco del cuello—. Ayer no lo parecía tanto.

Lo peor es que aquello me excito tanto que comencé a correrme dentro de ella, me vino una sensación fría muy fuerte por la espina dorsal que llenó todas las partes de mi cuerpo y abrumó mi cabeza, noté el sabor metálico en la boca y la llene por completo de mi semen.

—Eres muy puta, más de lo que pensaba—. Le solté a María una vez hube recuperado el aliento, en ese momento, también, comencé a tocarla para que llegase ella también al orgasmo.

—Te… sorprenderías—. Musito entre leves quejidos.

Le sonreí con picardía y la seguí masturbando con dos dedos, haciendo círculos sobre su clítoris, de manera concéntrica y aumentando y reduciendo la velocidad, así, hasta que note como empezaba a mojarse más, en ese momento, puse mis dos dedos rodeando su clítoris, uno a cada lado y los moví de lado a lado muy rápido.

María en ese momento estalló, gimió como nunca lo había hecho y me empapo la mano con sus flujos, menudo orgasmo...

Ya en la ducha, le di vueltas a lo que quería hacer, de un día para otro las posibilidades de mi relación con María se habían abierto y no sabía cómo proceder, mi cabeza daba vueltas en ese momento. Deje que corriera un poco más el agua sobre mí, dejándome llevar por las sensaciones que me generaba. Vértigo, era lo que sentía.

No me importaba que María se acostara con otras personas, de hecho, me ponía muchísimo la idea, al final, la atracción sexual es así, puedes sentirla por otras personas que no sean tu pareja, y la vida es una, hay que disfrutarla al máximo. Sí, estaba abierto a abrir la relación, además, me tenía que vengar de Isabel…

Al salir del baño, María me esperaba en el cuarto, ruborizada y despeinada todavía.

—Samuel… yo… —. Empezó ella.

Me acerqué a ella.

—María, no te preocupes—. La tranquilicé—. Tú me quieres, ¿no?

—Sí, claro… pero es que hay veces que me gustaría, ya sabes, explorar más—. Estaba un poco nerviosa, toda la seguridad que tenía antes parecía haberse evaporado.

—Pues ya está, mientras tú me quieras, y quieras compartir tu vida conmigo, disfruta de tu sexualidad si quieres—. Le dije mientras me sentaba a su lado. --. Entiendo que llevamos mucho tiempo juntos, y queremos probar cosas, es normal.

—”¿Queremos?”—. Me preguntó curiosa.

Asentí.

—Joder, vale—. Y en ese momento se río y se lanzó sobre mí mientras me besaba.


Al día siguiente, fui a trabajar como de costumbre, el fin de semana había sido bastante movido, el día anterior, tras hablar durante un rato con María habíamos acordado que abriríamos la relación a nivel sexual, que cada cual podría hacer lo que le placiera mientras que cada uno de nosotros siguiese respetando el amor que sentíamos en el terreno afectivo.

Al salir de la oficina, me dirigí hacía un pub que había debajo de la casa de Isabel. Había un cierto riesgo de que Isa avisase a mi chica de que habíamos quedado, pero realmente me importó poco, llevaba desde el sábado obsesionado con ella, era como si no pudiese irse de mi cabeza. Necesitaba hablar con ella.

Cuando llegué, allí estaba ella.

Isabel era la mejor amiga de María, y, cómo decirlo, era diferente. Despreocupada y siempre siguiendo sus impulsos, me habían contado de ella verdaderas locuras, como aquella vez que se fue a un crucero y acabó siendo el centro de una despedida de soltero, acostándose con el novio y su mejor amigo al mismo tiempo. Claramente era ella quien había emputecido a mi chica para mí, o para ella, según se viese.

Físicamente, Isabel destacaba, si María era una mujer provocativa, lo de esta chica era el siguiente nivel. María e Isabel se habían conocido en el gimnasio hace muchos años, incluso antes de aparecer yo en escena en la vida de mi novia. Aquello no me extrañaba, puesto que Isabel dedicaba una gran cantidad de horas al cuidado de su cuerpo. Su cabello era rubio y ondulado, su rostro era fino, con su nariz en punta y una mirada de ojos verdes de gata que arañaba a quien la miraba demasiado tiempo, y acerca de su cuerpo, esbelto, con una talla de pecho generosa y un glúteo duro forjado a base de sentadillas.

Isabel llevaba un vestido rojo con lunares negros de verano, adecuado para las temperaturas primaverales que estaban haciendo ya, el vestido mostraba bastante el escote de Isa y se ceñía en torno a la cintura, acabando con una falda muy vaporosa con botones por delante que dejaba ver sus largas piernas, llevaba un par de estos desabrochados.

—Hola, Corazón, ¿qué tal?—. Me saludo mientras se levantaba y me daba dos besos.

Se los devolví encantado y tomé una silla para sentarme a su mesa, ella se puso en frente. Pedí en ese momento al camarero si nos podía traer dos copas de vino tinto.

En ese momento, el camarero trajo nuestras copas, pude notar como este, le miraba el escote y como ella, al darse cuenta, se reclinó hacia adelante para dejarle mejores vistas, sin dejar de sonreírle en todo momento.

—¿Podrías echarme un poquito más? Mira, te lo acerco--. Le dijo Isabel al camarero mientras se recostaba un poco más hacía delante dejándole plena visión de sus pechos y le acercaba la copa.

El chaval se puso nervioso y lleno la copa de más dejando caer un poco de vino sobre la mano de Isabel.

—¡Vaya! Casi pareciera que me la quieres tirar encima, jajaja--. Se rio Isabel—. No te preocupes cielo, no ha sido nada.

—¿Y ese espectáculo?—. Le pregunté una vez el camarero se fue compungido.

—Jajajaja, me gusta tentar un poco, ver como los demás se ponen nerviosos, es muy divertido, ¿no crees?—. Me devolvió la pregunta mientras me guiñaba un ojo.

—Ya veo, ya… Sobre eso, tenemos que hablar, de lo que pasó el sábado—. Le dije a Isabel, queriendo conducir la conversación.

—¿Qué es lo que quieres saber?—. Me respondió con una pregunta mientras se apartaba su rubio cabello del hombro dejándome mejores vistas de su cuerpo, sí, estaba buenísima.

—Todo. No ha sido la primera vez, ¿verdad?—. Le pregunté, directo.

—Bueno, sí que ha sido la primera vez de muchas cosas, llevaba mucho tiempo intentando que Maria lo hiciese, pero te respetaba mucho y aunque se moría de ganas siempre me decía que no. Pero algo fue diferente el sábado, estaba más desinhibida y no me costó convencerla. ¿Qué pasa, quieres más?—. Me confesó Isabel, seguidamente le dio un sorbo a su copa de vino.

—Disfrutaba de que se exhibiera un poco, pero no esperaba que se desmadrase tanto—. Le confesé.

—Y ahora tú también quieres jugar, ¿no?—. Me contestó ella.

Miré fijamente a Isa y me detuve sobre sus piernas, ella lo noto y las abrió ligeramente, llevaba un tanga rojo, en ese momento empecé a notar como me estaba calentando.

—A eso he venido, ¿no?—Le inquirí.

Isabel mojó sus labios en la copa de vino, dio un largo sorbo y acto seguido, se mordió el labio superior.

—¿Qué quieres que haga?—Me preguntó Isabel complaciente.

—Mira, lo que quiero no te lo voy a pedir es algo a lo que llevo rondando mucho tiempo en la cabeza, quiero que entremos en tus juegos de lujuria hasta niveles insospechados, quiero que seas mía, mi esclava y mi puta, mientras, que al mismo tiempo sigas empujando a María a sacar su lado más oscuro, que saque su lado más instintivo y se deje llevar por sus bajas pasiones y que cuando se arrepienta y llore, estés ahí para consolarla. —Le expresé, sincero.

—¡Wow, vas fuerte!—Soltó ella.—¿Estás seguro? Después no hay vuelta atrás.

—Eres tú la que va a ser mi sumisa y seguir mis órdenes

—Vale—Acepto Isa.

—Y una cosa más, aunque ella ya se imagina que no me importa que explore su sexualidad, no puede saber nada de este acuerdo, se tiene que sentir libre tomando sus decisiones. —Quise dejar claro.

Ella alzó una ceja con cara de malicia y sonrió un poco más.

—Vale, de acuerdo—Acepto Isa.—¿Quieres algo más?

—Jajajaja, el camarero, quiero que le calientes algo más, a ver que se te ocurre.

Sin mediar más palabra se levantó de la mesa, se alisó el vestido con las palmas de las manos, se giró y se dirigió al baño. Mientras andaba, no pude evitar mirar cómo se movía su culo de un lado a otro. ¿Qué pretendería hacer?

Tardó un poco, pero al salir la ví muy decidida, fue directa a por el camarero y se quedó charlando un rato con él, mientras, desde mi mesa, les observaba terminando el vino que me quedaba.

Desde la distancia pude observar cómo coqueteaba con él y le tocaba, hasta que en determinado momento, ella le pidió el móvil y le apuntó algo. Al devolverlo le susurro al oído algo y le metió la mano en el bolsillo.

Cuando volvió a mi lado me sonrió.

—¿Qué acabo de ver?—Le pregunté.

Isabel me miró fijamente y fue lentamente abriendo las piernas mientras sostenía ligeramente el vestido. Lo vi. No llevaba nada, su ropa interior de color rojo había desaparecido. Mire en ese momento al camarero, estaba completamente ruborizado mirando a Isabel, ni siquiera me prestaba atención.

—¿Y el móvil?—Volví a preguntar.

—Jajaja, le he apuntado mi Instagram, para que me siga y pueda ver mis historias—Me dijo ella que estaba completamente ruborizada.

—Estas cachondísima ahora mismo—apunté, sin preguntarle, ya sabía la respuesta.

Apuró su copa y me dio la mano.

—Ven, vamos—Me dijo.

Su portal estaba relativamente cerca del bar, por lo que no tardáramos en llegar a su casa. Según entramos, me morreo apasionadamente y yo la tome de las caderas para empujarla contra la pared más próxima, fui bajando mis manos y le agarre bien del culo mientras comencé a comerle el cuello. Ella suspiró y yo me puse más cachondo.

La aupé y seguí besándola apasionadamente desde su cuello hasta sus pechos, al no llevar ropa interior, no me costó mucho liberarlos de la prisión de su vestido y me encontré rápidamente lameteando sus pezones rosados, eran gorditos y de bastante aureola, me flipaban.

Así, tal y como estábamos, ella se bajó, se retiró su pelo rubio hacia atrás y terminó de empujar el vestido por sus hombros hasta que cedió y cayó al suelo, quedándose completamente desnuda delante de mí, esperando indicaciones.

—Ponte de rodillas—Le ordené.

Mientras tomaba una silla en la que recostarme, ella cogió un cojín y lo puso en el suelo, se puso de rodillas y se recogió el pelo en un moño. Se acercó, me desabrocho el pantalón y agarró con sus pequeñas manos mi polla, la cual, masajeo un poco y no tardó en metérsela en la boca.

Isa primero se la metió en la boca y sintió todo su grosor entre sus labios, pude notar como aquello le puso más cachonda, el sentir que le llenaba bien la boca. Después empezó poco a poco a jugar con la lengua, de un lado a otro y tratando de hacerme cosquillas mientras con sus labios se ceñía bien al tronco de mi pene, bajando y subiendo. Sentí la necesidad de cogerle de la cabeza y empezar a guiarla, pero lo que estaba haciendo me gustaba bastante, por lo que me controle y me deje llevar.

Aquella sensación era muy agradable, y sobre todo, en comparación con María, que en seguida quería dar un paso más, Isabel se estaba recreando en aquello, despeñando a la perfección su papel de puta complaciente.

Se la sacó de la boca cuando ya noto que me encontraba al borde del orgasmo, y me miró con aquella sonrisa que me estaba volviendo loco, bajó su cabeza y siguió chupando, aunque está vez estaba completamente centrada en mis huevos, con la lengua y sorbiéndolos suavemente para metérselos en la boca, pero todo aquello muy muy lentamente para que no me fuese.

—Jo-der—Exclamé, pero ella ni se inmutó y siguió a lo suyo.

Notaba como la punta de su lengua recorría la piel que guarecía mis testículos, María nunca me había hecho aquello y en verdad, estaba descubriendo que lo echaba muy en falta, su lengua iba en círculos y me hacía cosquillas al tiempo que me daba placer. La miré, podía verla dedicada, debajo de mi miembro enfocada en darme placer, era su único cometido.

—Me muero de ganas de enseñarle a María a hacerlo así—Soltó de pronto mientras se separaba para tomar un poco de aire.

—¿Enseñarle a hacerlo o enseñarle a hacérmelo?—Le pregunté.

—Antes de hacértelo, tendremos que practicar ¿no crees?— Me dijo, picará.

Ya no pude más, me levanté y le indiqué que se levantase, se puso de pie y se dirigió hacía su cuarto, la seguí.

En el cuarto me esperaba ella recostada sobre su cama, apoyada sobre sus antebrazos y mirándome con desafío en su mirada.

—Tenía muchas ganas de follarte—Le dije mientras me echaba encima.

—Lo sé, notaba como me mirabas cuando quedábamos, no eres precisamente muy sutil—Susurró ella.

—Pues ahora pienso serlo menos aún.

Encima de ella, la penetré con mi verga y noté como su vagina caliente y húmeda me recibía agradecida.

Ella acompañó mis movimientos con su cadera, así que le agarré de sus muñecas para bloquearla, eso provocó que arqueara su espalda y se abriese más a mí, en ese momento, empecé a embestirla con más fuerza. Sus gemidos de placer ya no se reprimían y pude notar como se estaba calentando muchísimo.

Isabel se separó un poco y luchando contra mi agarre en sus muñecas, consiguió liberarse, se giró y se puso a cuatro patas poniendo su culo prácticamente en mi cara, esperando ser penetrada de nuevo.

La agarré con mis manos por su cintura y sin creerme todavía lo que tenía delante, la nalguee fuertemente. No se lo esperaba y soltó un grito de sorpresa.

Puse mi mano de nuevo sobre su culo, y volví a golpearla, esta vez ya no le pillaba de sorpresa, y lo recibió con ganas.

—Más...—Pidió ella suspirando.

Bien… Quería guerra y yo se la iba a dar. Le golpeé de nuevo, varias veces más y cada vez con más intensidad. Pude notar como su mirada pasaba de pícara a odio pasando por placer en segundos. Y cuando parecía que no podía más, le di otra cachetada más fuerte, y gritó. Aquello me hizo sentir bien, se lo merecía.

—Ah, fóllame joder...—Suplicó Isabel.

—¿Cómo se pide, putita?—Pregunté.

—Coño Samuel, ¡fóllame ya, por favor!—Suplicó de nuevo, ya con rabia en sus ojos de gata.

Le agarré de la cintura con mis dos manos y la penetré con fuerza, empecé a culearla sin compasión, sin dejarle un respiro.

Isa desfalleció y entre mis embestidas, ella solo se dejaba usar, la había dejado fuera de juego, sus ojos estaban prácticamente en blanco y en aquella posición, no tardó de pronto en empezar a gemir más rápido, así que con mi mano derecha, mientras seguía embistiendo, fui a por su clítoris y continué frotándoselo.

Se rindió, en seguida se corrió y sus orgasmos llenaron la habitación, aquello no me hizo frenar, a pesar de que ella cerró sus piernas, empecé a embestirla más fuerte y cuando no pude más. Saqué mi miembro de su húmedo coño y eyaculé sobre su espalda.

Verla así, tirada sobre la cama, recuperando su aliento y con toda mi corrida sobre su espalda me hizo sentirme poderoso, había deseado mucho tiempo acostarme con Isa, pero aquello había sido diferente, ella simplemente se había entregado a mí, como un regalo, y ahora, como premio, la había dejado ahí, tirada, usada.

—Gracias...—Musitó ella de forma casi imperceptible.

—Gracias a ti Isa, gracias por hacer esto posible.—Le solté.

Isabel iba a pasar desde ese momento, de ser parte de mis sueños eróticos, a ser la pieza principal para cumplirlos todos, y María, bueno, María iba a flipar.