Se atrevió II
Como continuó la experiencia con el amigo de mi hijo.
Intentare daros gusto como me pedís, no hay cosa más excitante que lo que me contáis que se pone en vuestras pollas cuando me leeis, me gusta imaginarlo y saber que la inflamación llega a vuestra entrepierna inyectada de sangre por mis relatos. Procurare explicar los detalles. Espero que os guste y me lo contéis.
Cuando el zagal se despabilo de la inquietud de la oportunidad esperada, no habia quien lo frenara, en cada ocasión me tocaba a su antojo, me provocaba, me ensuciaba los oídos con todas las guarrerías que se le ocurrian y me agarraba fuerte contra él hasta hacerme notar las convulsiones de su orgasmo. Yo me sacudía contra él y gemía como nunca antes No hay nada en el mundo tan liberador como gemir y gritar cuando te estás corriendo a gusto.
Recuerdo una ocasión en que le agarré la polla desde atrás en la ducha; mi mano se deslizaba en su rabo maravillosamente gracias al agua. Le agarré los huevos y los hacía girar en mis manos. Sus gemidos me estaban volviendo loca. Volví a pajearle, alternado movimientos firmes y rápidos con otros más lentos y amorosos. Sus caderas parecían cobrar vida propia y no dejaba de decir: “ohhh que bueno, mmmm, que bueno”. Respondió intercambiando la posición con una mano acariciándome las tetas y la otra entre mis piernas, mientras yo le restregaba el culo por el paquete notando el tamaño que se le había puesto en la polla. Dios, se cogió la polla y me la metió entera en el coño haciéndome sentir como se abría paso entre sus pareces llegando hasta dentro haciéndome gemir.
Dios que ganas tengo –me decía- de ponerte así y de hacer que te corras y te entregues con todo el descaro del mundo a lo que sentirla dentro te pone en el cuerpo haciendo que se te aflojen las fuerzas y pierdas la voluntad, olvides de las normas y te vuelvas lo más puta que cualquier mujer pueda ser.
Agarró de mis rodillas y las separó. Sentí su boca en mis nalgas, me parecía una animal vivo llenándome el culo de gozo, su lengua se retorcía y deslizaba intentando entrar e mi agujero que si no penetraba si dilataba de placer. Mientras tanto jugaba con mi chochito, haciéndome girar mi clítoris, metiéndome los dedos por el coño o por el culo, ablandando cada vez más y más mi ano. Gemí cuando sentí su capullo tratando de entrar en mi culo, notando como me rascaba su polla en el intento de avance, advirtiendo como mis paredes se ensanchaban a su paso como si fueran los caprichos de un dios. Despacio, despacio, despacio, ¡Por favor!.
Alcé un poco la cabeza y me parecía estar envuelta en una bruma rojiza; había un aroma especial en el ambiente, escuché el extraordinario eco de mis gemidos junto a los suyos mezclados con el ruido que hacíamos en el agua, su polla batiendo en mi culo, mi culo dilatándose de placer. Comenzó a ir un poco más deprisa, yo le pedía más y me decía que se iba a correr en mi culo. Más, más. Mis caderas se movían deprisa y le gritaba que más, que me iba a correr , que me iba a correr ya, y él me suplicaba que sí, que me corriera ya porque no podía más. Su polla me ardía en el culo espoleándome, llegando a un lugar de mí más mío que ninguno, llevándome a un placer tan grande e intenso que me parecía estar multiplicándose de ganas y de gusto. Grité su nombre mientras me volví a correr, todo mi cuerpo temblaba y lo adoraba, él salió de mi culo y estampó su leche sobre mis nalgas, las embadurnó de gusto y vida, se restregó contra mí, me volvió a abrazar, me apretó con sus manos, con su suavidad, con su vehemencia, y yo sentí salir el calor de mi cuerpo como un espíritu maligno que me hubiera estado emponzoñando el alma de miedo.