SE ACABA EL VERANO (Relato 5)

Cuento sobre la consumación de mi entrega a Don Carlos, el rematador, representante mío y padre de Carlota, mi amiga y compañera y de Ernesto, mi primer novio.-

SE ACABA EL VERANO

Antes de la disgreción que me llevó a contarles de mi segundo y válido desvirgamiento, les había comentado que el sábado siguiente a mi cumpleaños 18, corrí a casa de los Ordoñez, para ofrecerles comprar la sucesión del padre de la familia, lo que aceptaron de inmediato y de buen grado.- Les dije también que salida de esa casa, me dirigí a las oficinas de Don Carlos, para comunicarle la nueva, instruírlo en la confección de la documentación pertinente... y agregué que también iba al lugar: "Para sacarme las ganas", ya que había transcurrido todo el verano, pensando y recordando recurrentemente en lo que había vivido con ese hombre, en los vestuarios del club; incluso llegué a confesarles, que en muchas oportunidades, repetía en la soledad de mi cuarto, con mis propias manos, las caricias recibidas de las manos de aquél hombre... y también, que llegaba a repetir, yo sola, hasta las caricias e invasiones, que no le había permitido que me proporcionara.-

Ya en las oficinas del rematador, sentada frente a él en su escritorio, le comenté sobre el trato que había cerrado rato antes con la familia Ordoñez; por lo que se imponía la necesidad de que confeccionara los documentos necesarios para registrar la operación.- Tras cartón y con el objeto de proceder, me pidió mi documento de identidad, para tomar nota de mi filiación, percatándose que había cumplido, poquitos días atrás, mis primeros 18 años de vida.-

Luego de tomar las notas necesarias para el objeto pedido, me devolvió el documento, mientras que con una sonrisa picarona, mezclada con una mueca de sorna y condimentada con mucha lascivia me preguntó: "¿Te acordás de lo que te pedí el día del baile, volviendo del vestuario?"

-"Sí don Carlos..., me acuerdo".-

-"¿ Y ?"

-"Y acá estoy don Carlos, porque ya he crecido y he pasado estos cuatro meses, esperando este momento"

-"Entonces ven..., acércate a mi y mira lo que tengo para tí"; dijo mientras arqueando su cuerpo sobre el respaldar de su sillón, procedía a bajarse hasta las rodillas las bombachas de campo que lo vestían y exponía ante mis ojos, el objeto por el cual habia yo pasado muchas noches en insomnio, recordando como eyaculó aquél día ante mí en los vestuarios y el sabor agridulce de aquella última gota de semen que robé de su capullo y saboreé en mi boca...-

Lo observé emocionada..., pero aunque lo recordaba, mas importante, no percibí en el momento, que aún no había alcanzado su maximo esplendor...- No obstante, me dispuse a apropiarme de él de inmediato.-

Vestía yo, mi clásico short de jean al que exprofeso no le abotonaba la bragueta, para mostrar con intención el vello púbico que como un hilo sedoso asomaba desde mi vientre y se extendía hasta mi ombligo y una camisa blanca desabrochada y sujeta por un lazo hecho con sus faldones, debajo de mis senos opulentos, completaban el atuendo, un sombrero texano de ala ancha y unas botitas cortas de tacos altos al tono con el sombrero.- Huelga decir, que no portaba ni corpiños ni bombachas: Desde que conocí la sensación que provoca el roce de las telas sobre la piel desnuda, desistía siempre que podía de las prendas íntimas, porque me privaban del placer proporcionado por ese roce.-

Me incorporé de mi asiento, dí unos pasos alejándome del escritorio, para asegurarme que quedaría expuesta en toda mi estampa.- Con movimientos que suponía eróticos, procedí a descorrer hacia abajo el short que me cubría, exponiendo a la vista lasciva de ese hombre mayor, al que había deseado por tantos meses, mi vientre desnudo y mi monte de Venus, con la selvática pelambre protectora de mi sexo.-

Don Carlos, enjugó un hilillo de saliva que escapó por sus comisuras y casi me ordenó, mas que pidió, que cerrara la puerta de su escritorio con llave.- Obedecí girando sobre mis talones y me dirigí hacia la puerta para cumplir el encargo, caminando sobre los tacones de mis botitas, tal como mi tía me lo había enseñado..., mientras, me percataba que el hombre al que estaba por entregarme, dejaba escapar un sonido gutural tras el cual decía: "Mi Dios...- ¡Que hermoso culo!"

Cumplido el encargó, giré nuevamente y ya de frente, me dirigí directamente hacia el sillón donde estaba don Carlos, que se había alejado un poco del escritorio y evidentemente me esperaba ansioso...-

-"Vení, apoyate ahí", me dijo señalándome el borde de su escritorio, frente a donde él estaba... y hacia allí fui sumisa.-

Apoyé mi cola contra el borde, él se acercó haciendo rodar su sillón y tomándome de las pantorrillas, me impulsó hacia arriba obligándome a sentarme sobre el escritorio; mientras, él seguía impulsándome, sintiéndome yo obligada a levantar mis piernas por sobre mi cuerpo..., a separarlas..., a esperar el embate que no sabía yo ni como, ni cuando, ni con que lo haría...-

Ansiosa, deseosa, ardiente, esperé unos pocos instantes..., para sentir a continuación, como una lengua punzante se clavaba en mi concha..., para sentir también, como un bigote mostacho de pelambre espesa y dura, rayaba mi monte venusino, inutilmente defendido por mi vello púbico.- Y empecé a experimentar las mismas sensaciones, el mismo placer, que días antes había experimentado con mi tío... y tal como aquella vez, sentí que me desvanecía indefensa en uno..., dos..., tres..., cuatro orgasmos, mientras las manos del hombre se apropiaban de mis tetas y las apretujaban con saña..., con fuerza..., con lascivia..., con la urgencia y la ansiedad del hombre caliente.-

Cansado talvés de sorberme la concha, me arrastró por mi mano fuera del escritorio hacia el piso..., cuando me recompuse y me puse de pie, el hombre extendió su cuerpo sobre el sillón y me ofreció su pene sosteniéndolo con sus manos..., iba a tomárselo con mi boca, cuando me percaté que por sus proporciones me sería imposible..., comprendí de inmediato porque lo llamaban Carlos "el burro" LOMBARDI....: Eso no era un pene grande, era un pene monstruoso..., excitado como estaba, era una columna de hierro que se asemejaba al cardán de un automóvil por su grosor y lo suficientemente largo, como para atemorizar a cualquier mujer...; para colmo, remataba en un capullo que aún no se libraba del todo de la piel que lo protegía, pero que asomaba como el sombrero de un hongo de los que suelen encontrarse en el campo...-

En mis ensoñaciones de adolescente, cuando me imaginaba poseída por este hombre, jamás lo imaginé dueño de semejante pija...- Cuando lo ví eyacular en el vestuario, no me percaté de las verdaderas proporciones del miembro de este hombre...; pero estaba allí, parada ante él, que esperaba continuar con mi conquista y yo, ya no podía o no quería hecharme atrás, debía continuar..., debía transformar en realidad las fantasias tantas veces evocadas durante los meses precedentes... y en la inconciencia de mis noveles 18 años, me acerqué al sillón..., pasé mi pierna izquierda sobre el cuerpo del hombre y entre el asiento y el apoyabrazos derecho del sillón y luego hice lo mismo con mi pierna derecha, pero esta vez sobre el lado izquierdo... y permanecí por unos instantes parada en esa posición; desde mi altura, volví a observar ese pene monstruoso y me dispuse a sentarme sobre él, lenta..., despaciosamente... y así lo hice.-

Al principio me fue muy trabajoso alojarlo en mi interior, pero persistí y logré guardar en mi vagina el capullo, que penetró con un ruido sordo, como el que hace un objeto cualquiera, luego de vencer un atascamiento que le impide alojarse en lugar mas amplio..., esa acción me causo un poco de dolor..., que no sería nada comparado con el que iba a sentir, cuando recordando como me habia tomado mi tio dias antes, de un solo empujón hacia abajo, me clave todo lo que pude de esa pija mosntruosa en mi vagina...- El grito que lancé debió parecer desgarrante, para el oido atento de algun escucha circunstancial..., el capullo de esa pija mosntruosa, golpeó contra el fondo de mi vagina..., contra mi útero y tuve la sensación que hasta llegó a escabullirse un poco a través de él.- "¡¡¡ POR DIOOOOSSS...!!!,....¡¡¡QUE DOLOOOORRRR....!!!!,....¡¡¡ ME MUEROOOO...!!!,.... ¡¡¡SACÁMELAA...!!!,... ¡¡¡ ME ESTAS MATANDOOO...!!!, ¡¡¡ BASTAAAA...!!!,.... ¡¡¡POR FAVOR..., BASTAAaaa...!!! ....bastaaa..." y prorrumpí en un llanto incontrolable..., desgarrador...- Me dolia tanto, sufría tanto, pero tanto, tanto; que lo único que quería era escapar..., soltarme de esa pija de burro con capullo de perro que me estaba matando...-

Intenté desprenderme de ella, pero cuando me alcé sobre mis piernas para soltarme, noté que el pene de don Carlos había seguido creciendo..., no sé si ya había alcanzado su máximo desarrollo..., ni me importaba..., solo quería soltarme y al levantarme sentí como me rozaba todas las paredes de mi sexo..., como las presionaba, friccionándose contra ellas... y sentí como el glande se estrellaba contra el aro interior de mi concha y no salía..., no se soltaba... y en el intento fallido, volvia a sentarme sobre las piernas de don Carlos, para tomar impulso y volver a intentarlo... y otra vez la cabeza de esa pija monstruosamente grande, tropezaba y no se salía de mi interior... y me dolía..., me dolía mucho... y me embargaba el llanto que demostraba mi sufrimiento.- Así, subiendo para zafarme... y volviéndome hacia abajo para tomar nuevo impulso..., intentándolo una, dos, tres, mil veces sin lograrlo y sufriendo..., sufriendo mucho por el dolor que yo misma con mis fallidos intentos me propiciaba..., inconcientemente lo estaba cojiendo a ese viejo ladino, que con una sonrisa en sus labios demostraba lo mucho que gozaba con mis movimientos de sube y baja...; tanto que terminó eyaculando tan copiosamente como lo había hecho en los vestuarios, pero esta vez clavado en mi..., en mi sexo..., en la concha que me estaba destrozando con esa pija de burro con capullo de perro, que me tenía abotonada y a su merced...- Sufría, si, sufría mucho, pero tuve que resignarme a continuar clavada sobre ese mástil con toda mi concha llena de pija, hasta que don Carlos empezó a menguar en su calentura y tal como los perros, esperar a que se aflojara ese garrote y solo por la inercia de su apaciguamiento, se desprendiera de mi...-

Habia llegado al escritorio de don Carlos, poco antes del mediodía..., me retiraba ahora superdolorida y con las piernas entumecidas por el esfuerzo, siendo casi las 5 de la tarde.- Cinco horas corridas, de en una tarde de sexo que casi acaba con mi vida, porque juró que me sentí morir, cuando como la muchachita inconciente que fuí, me deje caer a sabiendas, sobre esa pija que era inmensa...; a la que deseaba tanto antes... y a la que seguí deseando, después de repuesta del sufrimiento padecido.-