SdM[8]: Hijos sociopatas - Dado en adopción

NOTA: No es necesario leer los anteriores. Una madre con un fuerte sentimiento de culpa por haber dado a su hijo en adopción años atrás recibe la llamada para ir a ayudarle porque se está juntando con malas compañías. Tags: No consentido, incesto, abuso, humillación, tortura. Chantaje emocional.

NOTA: No es necesario leer los anteriores. Una madre con un fuerte sentimiento de culpa por haber dado a su hijo en adopción años atrás recibe la llamada para ir a ayudarle porque se está juntando con malas compañías. Tags: No consentido, incesto, abuso, humillación, tortura. Chantaje emocional.

Como mis otros relatos prefiero escribir todos los capítulos y publicarlos a la vez.

El relato es largo. Está pensado para ir leyéndolo por capítulos. Los interludios suelen tener poco o nada de sexo. Sirven como hilo conductor. Los capítulos son escenas autoconclusivas.

Interludio 0.- Introducción:

Aimee se despertó cansada. Como siempre la sensación de culpa hacia que no pudiera dormir.

Ahora tenía 32 años y 10 años atrás, cuando su vida era un desastre, tuvo que dar en adopción a su hijo, Marcus, de 5 años. Lo había tenido siendo adolescente de un padre desconocido del que solo podría decir que era chicano por los rasgos de su hijo. Desde entonces había rehecho su vida, se había casado y tenía dos hijos de corta edad. Pero ese hecho le impedía dormir bien en los últimos años.

La culpa la atormentaba y en momentos de depresión se había planteado incluso el suicidio.

Refugiarse en la religión la había salvado la vida. No era muy devota o beata pero el concepto de culpa, purga y redención del catolicismo le daba cierto consuelo. Como si eso pudiera ayudarle de alguna forma a ser perdonada o de perdonarse a sí misma. Su marido era más beato que ella. El sexo era satisfactorio con él pero era curioso que normalmente lo hacían medio vestidos y con la luz en penumbras. Su marido pocas veces la había visto completamente desnuda.

No es que no supiera donde estaba su hijo. Mantenía contacto con los padres. Habían tenido mala suerte. Parecían una pareja de origen hispano en buena posición diez años atrás pero las cosas se les torcieron y, aunque sobreviven, han terminado viviendo en un mal barrio de una ciudad próxima.

Lo peor para Aimee había sido ir enterándose, poco a poco, como su hijo había terminado por juntarse con malas compañías, metiéndose en problemas y ahora, parecía que frecuentaba amistades relacionadas con bandas juveniles.

Los padres adoptivos no sabían cómo enderezarlo y pensaron que, tal vez Aimee podría ayudarle. Marcus era un buen chico pero confuso y mal aconsejado decían los padres. Tal vez conocer a su verdadera madre y que esta le aconsejara podría ayudar en algo.

Así que cuando esa mañana Aimee recibió la llamada se mostró encantada de poder ayudar. Esperaba así poder purgar algo de su sentido de culpa. Durante 10 años no había podido hacer nada por su hijo. Tal vez esta era la oportunidad que le daba el Señor para poder redimirse.

Aimee organizó un viaje de un par de semanas para empezar a conocerse. Alquilo un pequeño apartamento, solo un salón desde el que salía puertas a un dormitorio, cocina y baño. Relativamente cerca de donde vivía su hijo. Los padres adoptivos organizaron el encuentro.

El primer encuentro sería en algo así como terreno neutral. Una cafetería. Aimee quería dar buena impresión a su hijo. Se arregló y se vistió informal. Una camiseta y pantalón vaquero con zapatillas cómodas. Apenas se puso maquillaje. Tenía pelo largo pasado los hombros, liso, de color castaño oscuro. Ojos grandes y una sonrisa dulce. Si nadie conociera el sentimiento de culpa que soportaba parecería una mujer feliz y jovial. Con su algo más de metro setenta y cinco no se podía decir que no tuviera buena figura. Pechos en su justa medida y un culito delicioso.

Aimee al fin se reencontró con su hijo. Diez años después. Apareció en la cafetería con unos vaqueros y una camiseta de tirantes. Bajo una gorra se veía que llevaba el pelo rapado al cero. Con los años se habían marcado aún más los rasgos de chicano heredados de su padre. La camiseta mostraba un cuerpo fibroso.

Al principio fue todo bastante incómodo, hasta violento. Marcus no parecía muy amistoso pero Aimee hizo lo posible para ganarse su confianza. Se abrió a su hijo. Le explico todo el sentido de culpa que tenía y como deseaba ayudarle.

Pasaron los días y se sucedieron las citas de cafetería.

Marcus se mostraba entre hosco y conciliador. También poco a poco se fue abriendo. Le pintó a su madre un panorama bastante desolador. En las calles o estás en una banda o eres una víctima. Se había tenido que acercar a una de ellas, los SK. Las siglas de los Street Kings. Y estaba muy próximo a unirse a ellos. Lo cual era preocupante. Unirse a una de estas bandas lleva un rito de iniciación que siempre es algún tipo de delito. Desde algo tan sencillo como un robo, pasando por una paliza o incluso un asesinato entre otros ejemplos. Una vez que la banda te ofrece el rito de iniciación solo hay dos opciones, hacerlo o morir.

Por suerte Aimee había llegado a  tiempo. Su hijo no había pasado por eso. Aún podía salir de ese mundo de violencia. Ya verían cómo hacerlo.

“Prométeme que no lo harás, Marcus. Si te lo ofrecen dímelo. Buscaremos una forma de sacarte de eso”

“Pero mamá…” A Aimee le hacía feliz que su hijo la llamase mamá después de 10 años “¿Y si no tengo opción? Tal vez solo sea un robo o algo así… ¿Y si te lo cuento luego medenunciarías a la policía? O lo hago o me mataran. Ya lo han hecho.”

“Nunca” dijo tajante Aimee. “Hagas lo que hagas siempre serás mi hijo. Nunca haría algo que fuera malo para ti. Te lo debo. Te debo mucho. Me siento muy culpable por lo que tuve que hacer y nunca haré algo que te perjudique. ¿Me oyes? Nunca!”

Y Marcus le creyó.

Capítulo 1.- La iniciación

Esa misma noche Aimee recibió una visita cuando ya estaba en la cama. Se escuchó varios fuertes golpes en la puerta que transmitían premura. Por la mirilla vio a su hijo. Parecía preocupado. “Abre mamá”

Aimee iba vestida solo con unos shorts y un top ajustado. No le parecía adecuado abrir a su hijo así. Con sus pezones marcados contra el top. Hizo ademán de ir a buscar algo con lo que cubrirse pero volvió a oír a su hijo llamar a la puerta. “Por favor”

Aimee no pudo resistirse. Como no podría resistirse una madre a una súplica de su hijo. Abrió la puerta y…

Varios jóvenes más, hasta cinco, que habían estado escondidos en los laterales se abalanzaron sobre ella, la empujaron hacia el interior e inmediatamente cerraron la puerta tras ellos. Todos ellos con la cara tapada por pasamontañas.

“Pero, pero…” apenas balbuceo Aimee mirando a su hijo interrogante sin recibir respuesta. Su hijo parecía… resoluto. Como quien está decidido a hacer algo. “Aimee no entendía que pasaba, la arrastraron hasta su habitación, la tiraron sobre la cama y entre cuatro, por cada una de sus extremidades, la sujetaron allí.

Su hijo los siguió. “Lo siento mamá. Ya te avise. cuando llega la oferta no se puede rechazar… y dado que solo soy medio chicano mi prueba tenía que ser más dura… cuando el rey se enteró que eras mi mamá decidió que mi prueba seria…” hizo una pausa dramática “…tener que violarte”

“¿Qué? Nononono, no puede ser… no puede estar pasando esto” Aimee veía a su hijo resuelto, decidido, con un rostro carente de emociones. ¿Cuánto miedo debería de estar pasando su pobre hijo? Solo una madre podría preocuparse por el estado emocional de su hijo más que por su propia situación, a punto de ser violada.

“Y no puedo frenarme. Estos hermanos están aquí para atestiguarlo” continuo Marcus mientras se subía a la cama, entre las piernas abierta e inmovilizadas de su madre.

Aimee mostró una cara de absoluta estupefacción cuando su hijo tiró de sus shorts hacia abajo, con la colaboración de sus hermanos que juntaron sus piernas, mostrando su pubis con una mata de pelo bien recortada y cuidada. Aimee intentaba patalear con poco éxito y empezó a alzar la voz de sus ruegos. “Marcus. Hijo. Para, PARA!”

“Por favor mamá”

“¿Qué pendejada es esta? Pidiendo por favor. Ella es solo un coño. No vengas con tonterías. Si viene la policía te comes el marrón y ya está. Son las reglas” dijo el quinto que sacó un arma y se la puso en la cabeza a Marcus.

Marcus, que acababa de terminar de quitarle el short a su madre y tirarlo a un lado paró. “Mamá. No grites. Seguramente en este barrio nadie llamará a la policía pero si lo hace terminaría en la cárcel. Dijiste que nunca me harías algo así. Tengo que hacerlo mamá. Y va a ocurrir quieras o no”

Aimee recordó lo que le había dicho. No. no quería ver  a su hijo en la cárcel o muerto por negarse a cumplir su iniciación.

No podía creérselo pero bajó la voz. Entendió la situación, no había vuelta atrás. Su hijo también era una víctima aquí. “Nonononono, por favor” susurraba implorando esta vez a los jóvenes que la inmovilizaban pero solo obtuvo risas como respuesta “Relájate mamasita. Querías volver a encontrarte con tu hijo y anda si lo vas a hacer.” Y los de las piernas se las separaron tanto que se sintió sucia, obscena, abierta de piernas así ante su hijo.

Marcus ya estaba bien situado entre sus piernas. Se inclinó y subió el top ajustado de su madre hasta mostrar unos bonitos pechos con forma de medio limón y unos pezones erectos que arrancaron silbidos y comentarios soeces del resto de los jóvenes. “Que tetitas, mamasita”“¿De esos pezones chupabas cuando eras un crío?”

Aimee pudo sentir como su hijo se bajaba el pantalón del chándal. No quería verlo y empezó a mirar en todas direcciones. Entonces lo vio. El quinto joven que había invadido su apartamento. Lo estaba grabando! Tenía una cámara e iba a grabar como su propio hijo iba a violarla. También se percató que su hijo era el único que iba a cara descubierta.

Pero no tuvo tiempo a quejarse. Noto como la punta de la polla de su hijo tocaba ya su rajita, como empujaba y maniobraba intentando entrar en su interior. Como anunciaba que iba a ocurrir lo inimaginable. Empezaron a formarse lágrimas en los ojos de Aimee que cerró intentando pensar que no estaba allí, que no estaba ocurriendo lo que estaba ocurriendo, que la polla de su hijo se estaba abriendo paso a través de su raja.

Pero una bofetada la sacó de su falsa ensoñación. “Abre los ojos mamá. Mírame.” Aimee abrió los ojos y sintió la mano de su hijo sujetándola por la nuca, forzándola a cruzar su mirada. Y así, mirando fijamente a los ojos de su hijo, tuvo que sentir como su polla, centímetro a centímetro, se clavaba dentro de su coño hasta golpear su cérvix e incluso empujarla dentro de su cuerpo. No la había visto pero la polla de su hijo no era corta, por lo que sentía. Marcus soltó un suspiro de satisfacción cuando sus pelotas tocaron el cuerpo de su madre, indicando que ya hasta el último centímetro de su miembro estaba bien enterrado en el coño de su madre.

Pero ahora le tocaba salir… lentamente, centímetro a centímetro la polla de su hijo empezó a salir. Aimee se mordía los labios, los ojos se le llenaban de lágrimas, apretaba los puños con fuerza impotente, incapaz de hacer nada. Ahora la mano libre de Marcus empezó a atender los pechos de su madre. No con cariño precisamente. Los manoseaba, estrujaba y apretaba sin perder la mirada de su madre.

Otra vez la polla entro, ahora más rápido. Aimee podía ver cierta satisfacción en la cara de su hijo. No sabía bien si era fingida por aparentar ante el resto de la banda o real. Pero claro. Era su hijo pero era un hombre. Iba a ser difícil que su hijo no disfrutara. Y otra vez la larga polla tocó el fondo y empujo.

Otra vez fuera y otra vez volvió a entrar acelerando el ritmo hasta que Aimee pudo sentir como la polla de su hijo entraba y salía de su coño como un martillo pilón. Su hijo no se estaba refrenando lo más mínimo. Podía oírlo jadear, disfrutar, sentía sus manos sobre sus tetas… Como sus compañeros reían y comentaban la situación. “Eso es pendejo. Clava a tu madre a la cama”“Fóllatela hasta quedar harto”“¿Qué se siente al volver de donde saliste?”

“Dadme sus piernas” Pidió Marcus. Y ahora, con las piernas de su madre sobre sus hombros empezó a clavarle la polla incluso aún más profundo si eso era posible, saltando desde arriba Aimee pensaba que su hijo la iba a atravesar. No… pensó Aimee. No está fingiendo. Está disfrutando. Podía verlo en su cara. Y entonces se percató. Ese rictus, ese jadeo que se aceleraba. “NO!” gritó Aimee pero recibió una bofetada de su hijo que luego le chisto con los dedos en su labio para hacerla callar. “No.” repitió Aimee más bajo. “No puedes hacer eso, hijo. No puedes correrte dentro de mi” Pero Marcus no freno. Cerró los ojos, movía la cabeza y se mordía los labios mostrando que claramente estaba disfrutando hasta que sujetó las caderas de su madre, apretó con fuerza y se quedó quieto, congelado.

Aimee noto claramente como un líquido caliente le inundaba el coño. Marcus de vez en cuando sacaba un poco la polla para volver a meterla hasta el fondo y esperaba y otro disparo de su semen se depositaba en el coño de su madre. Así varias veces… hasta que se quedó vacío y satisfecho…

Marcus dejó caer las piernas de su madre y se apartó. Aimee ya lloraba claramente pero no parecía importarle a nadie. Sentía como la abundante corrida de su hijo empezaba a resbalar de su coño pero se sentía incapaz siquiera de moverse. Marcus jadeaba satisfecho. Este hizo unos ademanes con forma de círculo con su mano a sus hermanos. “Dadle la vuelta”

Aimee por un momento había pensado que el calvario había acabado pero antes de que pudiera reaccionar los cuatro jóvenes le dieron la vuelta y la siguieron inmovilizando en la cama. Todo bajo la atenta mirada del quinto joven que iba grabando toda la violación. Marcus reunión almohadones y cojines. Con determinación los fue metiendo bajo el vientre de su madre hasta levantarle el culo poniéndolo en pompa, listo y accesible.

“¿Que… que pasa? Piedad… ya está. Dejadlo ya…” imploraba Aimee cuando noto que su hijo se sentaba detrás de ella. Se giró y vio que estaba limpiándose la polla con sus slips mientras le miraba el culo. “¿Alguna vez te han dado por el culo, mamá?”

“¿Qué? ¡No!”

“Joder, mamá… porque has tenido que decirlo… el rey dijo que si eras virgen por el culo tenía que desvirgarte” Y dejó sus slips para empezar a masturbarse. Siendo un joven sano le costó poco volver a tener una erección. Y tener ese bonito culo tan ofrecido a la vista ayudaba mucho.

“Nononononno, Marcus. Hijo mío. No lo hagas… no podré aguantarme. Gritaré si lo haces. De verdad.”

“Y no queremos eso, ¿verdad, mamá?” y Marcus procedió a meterle su slip en la boca de su madre. “Muerde esto” Aimee noto ese slip en su boca, húmedo, con sabor a sudor y semen de su propio hijo. No podía creerlo. Pero enseguida noto como su hijo se preparaba. Igual que había notado la punta de su polla en la entrada de su raja preparándose, ahora notaba la misma punta en la entrada de su ano. No pudo evitarlo. Instintivamente apretó el culo aun a sabiendas que sería peor.

Estaba totalmente inmovilizada, con los cuatros jóvenes sujetando cada una de sus extremidades y su hijo sujetándola por las caderas. Noto otra vez, ahora con cierta premura, como la polla de su hijo intentaba entrar, derribando cualquier oposición. Aimee noto un agudo dolor cuando el glande empezó a abrir a la fuerza su ano. Mordió con fuerza los sucios slips de su hijo, cerró los ojos y aguantó como pudo. De entre sus dientes se podían oír jadeos y quejidos ahogados. Tras el glande el resto de la polla le siguió. Y otra vez noto la polla de su hijo, centímetro a centímetro entrar, pero esta vez no fue despacio como con su coño. Noto como su hijo empujo con fuerza y toda la polla le hizo arder el ano al entrar desbocado. Esta vez no hubo aclimatación. En seguida su hijo empezó a entrar y salir de su indefenso ano sin ninguna delicadeza. Aimee solo podía ahogar sus gemidos con la mordaza y retorcía la cabeza, la única parte del cuerpo que podía mover para mostrar su dolor.

Pero esa parte no pudo moverla durante mucho tiempo. Noto como su hijo le cogía por su lisa y larga melena y tiraba hacia atrás con fuerza, obligándola a arquear la espalda, realzando sus pechos con esa postura para deleite de los dos jóvenes que el sujetaban los brazos. Y en esa postura, durante un tiempo que el pareció una eternidad, Aimee tuvo que sentir como la polla de su hijo le hacía arder el ano con sus inmisericordes embestidas. Esta vez sí que fue un alivio cuando noto que su hijo llegaba al clímax. Le daba igual donde se corriera pero que acabará al fin. Por favor. En cuando se corrió su hijo se dejó caer sobre su madre y se quedó allí un rato, dejando salir los últimos restos de semen de su polla aun metida en el culo de su madre.

“Felicidades” dijo uno. “Ya eres uno de los nuestros. Ahora a ver si este coño te denuncia o no. Ya sabes… Si lo hace te comes el marrón tú solo”

Marcus se levantó sacando al fin su polla del dolorido culo de su madre. Cogió sus slips mordisqueados por su madre y no dijo nada. Aimee los oyó irse pero no se atrevía a moverse. Escuchaba como felicitaban a su hijo y, enseguida, se escuchó la puerta cerrarse.

Paso varios minutos sin pensar en nada. Con la mente en shock. Lo primero que le vino a la cabeza es si alguno se hubiera quedado. Se levantó de un salto y miró por la puerta del dormitorio. Daba directamente al salón del pequeño apartamento. No vio a nadie y eso le tranquilizó aunque de repente sintió el dolor en su recién violentado ano. Y de golpe se sintió sucia cuando se percató de un hilillo de semen que le salía de su coño descendiendo por el interior de su muslo. Ahora se lanzó corriendo hacia la ducha. Se lavó, se lavó y se volvió a lavar hasta acabar de rodillas en el suelo de la ducha, sollozando.

Pero no lloraba tanto por ella. No porque no tuviera razones. Solo ahora era consciente del podrido mundo al que había avocado a su hijo cuando lo había dado en adopción. Un mundo donde se había visto obligado a violarla, a ella, a su verdadera madre. Su sentimiento de culpa aún creció si eso era posible.

Intento volver a la cama pero no pudo. No donde acababan de violarla. No donde aún se podía ver una mancha donde había escurrido el semen de su hijo desde su coño. Terminó tumbada en el sofá. Intentando conciliar el sueño… sin éxito.

Capítulo 2.- Control de Daños

Al día siguiente, aún sin dormir, saco fuerzas para levantarse y vestirse. Ya era por la tarde. No sabía qué hacer. Irse, quedarse… Alguien llamó a la puerta. Por la mirilla vio a su hijo acompañado de otras dos personas. Algo mayores que él. Uno parecía particularmente fuerte. Aimee se quedó congelada. Intento no hacer ruido pero parece que ya la había oído. “Abre mamá. Sé que estás ahí” Aimee se resistía a abrir. No sabía cómo reaccionar. “ABRE” se escuchó con golpes más fuertes. Aimee dio un respingo sobresaltada y casi sin pensar abrió la puerta.

Los tres entraron. Su hijo, otro joven, más alto y fuerte que los otros dos, vistiendo chándal, y un tercero, parecía el mayor de todos, en sus veinte y pico y vestido con vaqueros y camiseta. El del chándal traía media docena de cervezas. Fue el único que saludó a Aimee cuando entraron con un extrañamente formal “Hola señora” . Su hijo se sentó en el sofá y los otros dos en sendos sillones.

“Siéntate conmigo” le indico Marcus a su madre. Aimee no sabía muy bien cómo reaccionar. No sabía a qué habían venido estos desconocidos. Y aunque comprendía que su hijo había estado obligado no terminaba de sentirse cómodo con… Pero, ¡qué estaba diciendo! Era su hijo. No era su culpa. No iba a abandonarlo otra vez. Hizo acopio de fuerzas y se sentó con su hijo. Aunque intentó mantener la distancia enseguida su hijo se acercó a su vera e incluso le puso el brazo sobre los hombros. Aimee reprimió un escalofrío pero aguanto la incómoda situación.

“Este es el Rey” dijo refiriéndose al más adulto “Es el jefe del capítulo de la banda donde me han admitido. Y este es Mamut, su guardaespaldas”

“Señora” volvió a saludar el identificado como Mamut con una inclinación de cabeza.

“Les he explicado que eres legal. Que si fueras a denunciarme ya lo habrías hecho pero el Rey no termina de creérselo. Le he dicho que controlo la situación pero quiere estar seguro que no tendremos sorpresas contigo”

Aimee no podía creérselo. Con todo el descaro había venido a asegurarse que no los denunciara por haber obligado a su propio hijo que la violara. Aimee miraba a su hijo y al llamado Rey alternativamente sin saber qué decir. “¿Mamá? ¿Vas a denunciarme? ¿Vas a enviarme a la cárcel?”

Esta pregunta la sacó de sus elucubraciones. Nunca. Ya le había fallado demasiadas veces a su hijo. Aimee negó con la cabeza.

“Quiero oírte decirlo de palabra” dijo al fin el Rey. Transmitía pura arrogancia y menosprecio.

“No.” Dijo Aimee avergonzada agachando la cabeza. “No le haré eso a mi hijo”

“Bien. Pero quiero asegurarme que puedes soportar la carga. Así que… Mamut”

Mamut se levantó y fue hacia el reproductor donde coloco un USB en el televisor. Encendió la tele y lo puso en marcha. Aimee enseguida vio lo que era. Su propia violación.

“Vamos a ver como tu hijo te clavo la verga bien clavada por tu coño y tu culo y quiero que cuando acabe vuelvas a asegurarme que no vamos a tener problemas contigo” Mientras decía eso Mamut repartió cervezas a todos. Incluso ofreció una Aimee que negó con la cabeza en shock. Por un momento se sintió estúpida al reprender mentalmente a su hijo por aceptar la cerveza cuando iba a tener que ver el video donde su hijo le violaba hacía menos de veinticuatro horas.

Aimee estaba congelada. No sabía qué hacer. Con su hijo sentada al lado, con su brazo sobre sus hombros mientras se tomaba una cerveza y veía el video de su violación. Mamut no perdía detalle pero el Rey parecía más interesado en las reacciones de Aimee. Seguro que ya lo había visto.

El Rey hizo una señal con la cabeza que Aimee entendió iba destinada a su hijo pero le extrañó. Le preocupaba más el arma que veía escondida bajo la camiseta del Rey. No sabía lo que significaba la señal hasta que noto como la mano sobre sus hombros bajaba buscando meterse bajo su blusa. Aimee la frenó con su propia mano y empezó a  temblar ligeramente. Enseguida  noto como la otra mano de su hijo se posaba sobre su muslo, caía hacia el interior y subía hacia su entrepierna. Aimee cerró las piernas y lo frenó también.

Ahora los labios de su hijo se depositaron en su cuello mientras Aimee aun forcejeaba con sus manos. “No… no… para” decía. Intentaba levantarse pero su hijo no le dejaba. Forcejeaba con poca convicción pero deseando que este acoso parase. Hasta que reunió la suficiente decisión y soltó un NO más sonoro y empujo con fuerza a su hijo.

“Controlado dices…” recrimino el Rey. “Y una mierda lo tienes controlado, huevón. Esta zorra te va a denunciar en cualquier momento y eso no es bueno para la banda aunque te comas tú solo el marrón. Así que… tendremos que encargarnos de tus mierdas. Y créeme. Vas a pagar por ello”

“No. No. Sé cómo te encargas de las cosas, Rey. Pero créeme. Está controlado jefe. Está controlado”

Lo de ‘como te encargas’ a Aimee le heló el alma. ¿A qué se refería? Pero enseguida su hijo se volvió a acercar y directamente sintió sus manos intentando meterse bajo su ropa, sus labios buscando los suyos… Aimee aun forcejeaba y balbuceaba ‘no’ tras ‘no’ y rechazaba los envites de su hijo.

Por sorpresa Marcus levantó la mano y le soltó una bofetada a su madre. Esta se quedo congelada. Marcus se lanzó al cuello y a la mejilla a besarla y aprovecho para susurrarle un escueto “Si te resistes será peor para los dos”

¿Peor? Pensó. ¿Peor que ser violada por tu propio hijo? Pero más que lo que le podía ocurrir le preocupaba el ‘pero para los dos’. ¿Qué podía pasarle a su hijo? Aimee no cejó en su rebelión pero sí bajó su intensidad. Ahora si la mano de su hijo llegó hasta su entrepierna, se abrió paso por su braguita y empezó a juguetear con su clítoris. La otra mano tomo la nuca de Aimee, giró su cabeza y juntó los labios de madre e hijo. Aimee los mantuvo cerrados con fuerza pese a los intentos de la lengua de su hijo de entrar… Así que de repente, Marcus separó la cara, la mano que estaba jugueteando con su clítoris se alzó y amenazó con una nueva bofetada mientras miraba a su madre fieramente. Aimee alzó los brazos asustada para frenar el golpe que no ocurrió. La mano bajó para sujetar la barbilla de su madre y volvió a acercar sus labios. Los junto a los de su madre, empujó su lengua y esta vez sí, tímidamente, Aimee dejo que la lengua de su hijo entrara a juguetear con la suya propia. Aimee empezó a sollozar pero se mantuvo en el sitio. Aún tuvo algunos momentos menores de rebeldía que ella misma terminaba por sofocar.

Marcus liberó la mandíbula de su madre que ya no se resistía al beso con lengua de su hijo y la usó para empezar a desabrochar su blusa. Una vez más Aimee hizo ademán de resistirse pero la fuerza que usaba era claramente insuficiente. Uno a uno los botones fueron desabrochados, la blusa sacada de la falda y apartada dejando a la vista el sujetador que llevaba su madre. Uno rosa de algodón. Pero pronto el sujetador dejó de cumplir el cometido de cubrir sus vergüenzas. Marcus lo cogió y tiró hacia arriba hasta que los pechos de medio limón de su madre quedaban al descubierto. Aimee se cubrió los pechos y su hijo apartó una de sus manos un par de veces para encontrarse que su madre siempre volvía a cubrirse.

Su hijo dejó de besarla y ahora, con ambos manos cogió con fuerza de las muñecas de su madre, hasta hacerle daño y apartó bruscamente ambos brazos dejando sus pechos al descubierto. Y así mantuvo sus brazos mirando furibundo a su madre. Esta miro de reojo a los dos espectadores, que estaban ya pasando del video y se concentraban en el espectáculo en vivo. La cara de satisfacción del Rey y su arma escondida hizo recordar ciertas amenazas implícitas. Cuando su hijo le soltó los brazos esta vez los mantuvo allí, separados de sus pechos, sin intentar cubrirse ya. Aimee seguía sollozando y apartó la cara pero su hijo se la volvió y le obligó a mirarlo.

Ahora a dos manos su hijo empezó a juguetear con sus tetas. Aimee cerraba los puños con fuerza y aguantaba la humillación, el abuso, la degradación a la que estaba siendo sometida. Cuando su hijo se canso de jugar con sus tetas metió sus manos bajo su falda y empezó a forcejear con las bragas de su madre para quitárselas. Aimee no colaboró precisamente pero a la fuerza terminó perdiéndolas. Enseguida Marcus tiro de una de su pierna hasta que su madre acabó medio tumbada en el sofá, con media espalda en el reposabrazos. Aimee era consciente de lo que iba a pasar… otra vez!

“no… no…” imploraba Aimee y empujaba el pecho de su hijo pero sin ninguna fuerza. Marcus levantó la falda de su madre hasta la cintura y se posicionó entre sus piernas. Aimee notó como su hijo se bajaba el pantalón del chándal y se tumbaba sobre ella. “no, no, no…” repetía una y otra vez mientras golpeaba sin fuerza sobre los hombros de su hijo.

Otra vez, como la noche anterior noto el glande de su hijo contra su rajita. Como empujaba y martilleaba intentando entrar hasta conseguirlo, cómo llegaba hasta el final de su vagina y aun seguía empujando, como sentía cuan largo era el miembro de su hijo.  Como una vez que se aplastaba contra su cérvix salía para volver a entrar… una y otra vez.

Apoyado sobre sus pechos su hijo jugueteaba con ellos rudamente, apretándolos y estrujándolos mientras seguía martillando su coño con su polla. Como la noche anterior podía certificar que su hijo estaba realmente disfrutando. Como cualquier hombre. Y como la noche anterior noto como su hijo paraba por un momento, empujaba hasta el fondo y empezaba a soltar gemidos que anunciaba lo inevitable. Otra vez iba sentir el esperma de su hijo corriéndose directamente en su vagina.

Marcus volvió a sentarse tras subirse los pantalones. “Anda mamá. Ve a lavarte. Vas a dejar el sofá hecho un asco”

Para Aimee eso fue una bendición. Se levantó rauda y fue corriendo al baño. Quería limpiarse pero nada más entrar le vinieron arcadas y terminó vomitando en la taza. En cuando se recuperó enseguida se lavó tanto la cara como su coñito, aun supurando esperma de su hijo, y adecuó sus ropas a un estado más discreto. Cuando acabó la limpieza se quedó allí. Sin saber qué hacer. Temiendo volver a salir.

“Mamá. Vamos. Te estamos esperando” Oyó a su hijo decir. No quería salir. “MAMÁ” oyó que decía su hijo más violentamente. Aimee respiro hondo y salió del baño.

Al entrar en el salón se encontró que Mamut estaba sentado ahora junto a su hijo con un arma en una mano. Se quedó quieta, aterrorizada, momento que aprovechó el Rey, que estaba sentado junto a donde se había parado para cogerle el brazo y de un tirón sentarla sobre su regazo.

“Vaya… Malamadre. Parece que el mierdecilla va a salir bien parado después de todo. Si que parece que controle la situación” dijo medio riéndose. Inmediatamente metió su mano entre las piernas, Aimee si que se rebeló esta vez de verdad. Intentaba levantarse, resistirse, hasta hacerse totalmente inmanejable hasta que consiguió levantarse solo sujeta por el brazo por el Rey. Este le miro enfadado y solo dijo una palabra “Mamut” . Aimee miro hacia el guardaespaldas justo cuando le soltaba un poderoso codazo en la cara a su hijo. Este empezó a sangrar profusamente por la nariz y soltaba un sentido “MAMÁ” lleno de recriminación al mismo tiempo que Aimee gritaba “No, por favor. Dejad a mi hijo en paz” .

El Rey tiró del brazo de Aimee que estaba vez volvió a poner solo una resistencia simbólica. Aimee iba a sentarse sobre el regazo del Rey pero este la giró frente a él y la atrajo hasta que Aimee terminó encarándose sentada sobre él con una pierna a cada lado, la falda subida y sus bragas desaparecidas hace rato cuando su hijo se la follo. Así pues no había nada entre su coño y el paquete del Rey.

Este metió su mano bajo la falda y procedió a desatarse el pantalón hasta poder sacarse el miembro, ya erecto, que en seguida contacto con el cuerpo de Aimee. Esta cerró los ojos y se mordió el labio. Sobre todo cuando volvió a notarlo a la entrada de su raja. “¿A qué esperas Malamadre? ¿Quieres que Mamut vuelva a incentivarte?” Aimee empezó a bajar, y otra vez noto como una polla entraba poco a poco en su vagina. Una de un hombre que hasta hacía media hora no había visto en su vida. Hasta que terminó sentada sobre sus cojones, hasta el fondo de su polla.  Una vez allí se vino abajo. Se congelo. Intentaba abstraerse. No pensar que estaba siendo violada otra vez. Se llevó las manos a la cara y empezó a sollozar sin parar hasta que oyó al Rey decir otra vez “Mamut” y escucho otro fuerte golpe y un quejido. Aimee no esperó a oír la reprobación de su hijo. Empezó a subir y bajar a lo largo de esa polla de forma voluntaria y frenética. Cuando al fin abrió los ojos pudo ver la odiada cara satisfecha del rey con una sonrisa malvada.

“Vaya. Parece que al fin la Malamadre esta le está poniendo ganas, hummm… que coñito más rico...” El Rey acompañaba el movimiento con sus manos en la cadera “¿Pero qué pasa con tus tetitas? ¿Solo son para tu hijo?” Aimee reprimía los sollozos, entendía su situación al fin. Se llevó las manos para desabrocharse la blusa pero el Rey le paro. “No no… quiero que lo haga tu hijo. Quiero que tu hijo te desgarre la blusa y te quite el sujetador para mí. ¿Algún problema?”

Aimee negó con la cabeza y también con la cabeza el Rey hizo un gesto a Marcus. Este se puso detrás de su madre que no paraba de subir y bajar por la polla del Rey, metió la mano entre los pliegues de los botones de la blusa de su madre y tiró hacia atrás. Los botones saltaron y la blusa se abrió de par en par mostrando el sujetador rosa. Marcus tiró hacia atrás aun más hasta que despojo a su madre de la blusa. Enseguida se puso con el cierre del sujetador y terminó por dejar los pechos de su madre totalmente descubiertos. “Hummm…. bien, bien…” decía el rey que empezó a jugar con las tetas desnudas de Aimee mientras esta no aminoraba el ritmo sobre la polla que la empalaba.

No había sido consciente pero en realidad estaba follando medio desnuda delante de su hijo y esto la ruborizo avergonzada. Por suerte el Rey parecía demasiado enfocado disfrutando de su coño para darse cuenta. Poco después Aimee pudo notar otro chorro caliente dentro de su coño acompañado de unos sonoros bufidos de placer. “Bien bien Malamadre. Ha sido divertido. ¿No?” se rió el Rey ahora totalmente relajado en el sillón. Aimee fue frenándose hasta que terminó parada, sentada sobre el Rey notando como su polla se iba desinflando en su interior.

El Rey le dio un cachete en el trasero. “Venga, levántate Malamadre. Ya me corrí” Aimee, casi como un autómata se levantó y se quedó en pie, junto al Rey, sin saber qué hacer, cubriéndose los pechos con los brazos cruzados. “Pásame sus bragas” le dijo a Marcus. Este obedeció y Aimee vio como las usaba para limpiarse la polla antes de metérsela de nuevo en los pantalones. El Rey le paso las bragas a su Aimee que negó con la cabeza. No se iba a ponerse esas bragas manchadas de semen. “Es para limpiarte, estúpida” No es que Aimee tuviera muchas ganas de limpiarse de esa forma tan obscena pero casi como un autómata obedeció y delante de todos metió su mano bajo su falda y se limpió del coño el semen que le resbalaba.

“Bien…” dijo el Rey levantándose del Sillón “ Ya casi estamos. Marcus. Sujétala sobre el sillón” ¿Casi acabado? Pensó Aimee. ¿Qué quería decir? Pero antes que pudiera pensar su hijo le sujetó las muñecas y tiró de ella hasta que acabó doblada, cruzada sobre el sillón. Su abdomen sobre uno de los reposabrazos y el resto del cuerpo sobre el otro con su hijo al otro lado tirando de sus brazos, sujetándola.

“Señora” le dijo el Mamut, tan extrañamente formal. “¿Quiere chupármela?”

“¿Qué?” la pregunta le pilló por sorpresa a Aimee que seguía reprimiendo sus lágrimas. “No. No quiero chupársela a nadie! Por favor, parad esto. Ya tenéis lo que queréis. No voy a denunciarlos” pero los tres jóvenes ignoraban sus súplicas.

“Mire señora. A mí me da igual. Yo voy a disfrutar mucho dándole por el culo, pero tal vez quiera mojármela bien antes que se la meta” Mamut se bajó el pantalón y Aimee vio una polla inmensa, gorda, llena de venas. Mamut se la masajeaba e iba creciendo por momentos tomando proporciones terroríficas. Esa polla no estaba pensada para dar placer, solo para destrozar a las mujeres. ¿Y había dicho que se la iba a meter por el culo?

“No, no… No puede ser. Ayer fue mi primera vez. No puedes meterme algo tan grande. No lo soportare!”

“Mire señora. Como comprenderá con esta polla pocas veces me dejan meterla por el culo, solo las chicas mas tiradas de la banda que no tienen quien le proteja y a regañadientes. Así que créame cuando le digo… que se la voy a meter bien a gusto” y fue a ponerse detrás de ella.

“No. Para. No podéis hacerme esto.” Aimee notaba como Mamut iba colocándose. Estaba aterrada. Esa una salvajada.. “PARA! Te la chupare!”

El Rey y Mamut no reprimieron una carcajada que fue seguida por su hijo, posiblemente condicionado por las circunstancias. Mamut pasó una pierna sobre uno de los brazos de Aimee que sujetaba Marcus. La polla ya estaba bien dura. Aimee jamás había visto nada igual. La destrozaría, Mas sin lubricación. Se mentalizo. Empezó a forzar sus glándulas salivares para llenar de saliva su boca y la abrió. Increíble… apenas podía coger el glande con su boca. ¿Cómo le iba a caber en el culo? Acomodo el glande en su boca y empezó a lamerlo, repartiendo su saliva todo lo que pudo. Solo el Glande una y otra vez dejándolo brillante y lleno de su saliva.

“Ya está, señora” Que la siguiera tratando con tanta formalidad en esa situación, justo antes de violarla, le ponía de los nervios. Era una situación rarísima.

El Rey se acercó con las bragas de Aimee, sucias con el semen del Rey y se las metió en la boca. “No queremos asustar a los vecinos. ¿Verdad, Malamadre?” Aimee las recibió, con ese sabor asqueroso y las mordió con ganas. Si ayer había sido un suplicio hoy no quería ni imaginárselo. Aún tuvo que agradecer mentalmente a Mamut cuando noto que escupió sobre su ano dándole un poco más de lubricación.

Noto toda la polla inmensa apoyada contra su culo, contra su ano. Aimee apretó los puños, cerró los ojos, mordió con más fuerza, preparándose para lo que venía. Noto como el glande empujaba. El ano de Aimee se rebelaba e intentaba rechazarlo pero Mamut hacía honor a su nombre. Era fuerte, mucho, y sin ningún problema consiguió que el tremendo glande entrara. Sin ningún problema para Mamut, claro. Aimee empezó a forcejear, no podía soportarlo. Pero su hijo la sujetaba con fuerza los brazos y Mamut la sujetaba por las caderas. Casi ni podía moverse. Los ojos cerrados de Aimee se abrieron de golpe. Sentía que la iban a partir en dos. Adivino una media sonrisa en su hijo, ¿Por qué? Pero enseguida su atención fue al Rey, que estaba grabando el momento.

“Ya verás la cara, Mamut”

“Luego me la pasa para la colección, Jefe” Pero después del glande iba el resto del miembro. Algo digno de ser llamado rabo. Largo y grueso noto como entraba penosamente, haciéndose pasó por su malherido ano hasta que paro. “Esto va a costar. Es bien estrecha” decía Mamut y Aimee noto como la sacaba de nuevo. ¡Del todo! Y empezaba de nuevo. “Pero entrará. Siempre entra” Aimee noto otra vez como la partían en dos y la polla volvía entrar aún más profunda. “Ya casi está” y por tercera vez Aimee sufrió que la polla saliera y volviera entrar. Esta vez, al fin, noto como el cuerpo de Mamut hacía tope contra su trasero, anunciando que, al fin, la polla estaba totalmente enterrada en su culo. Durante todo este proceso Aimee no paro de forcejear sin éxito, inmovilizada como estaba, y farfullaba quejidos a través de sus sucias bragas incrustadas en su boca.

Como la noche anterior Aimee volvió a descubrir que lo que más duele son los primeros empujones. Al poco el ano se domestica y acepta la invasión. No significa que sea una caricia de seda. Si no estás acostumbrada sigue siendo doloroso pero nada como las primeras invasiones. Aimee pudo relajarse mínimamente, intento pensar en otra cosa, abstraer su mente, y dejo que Mamut disfrutara, como bien había dicho, de su culo.

Allí, tumbada, cruzada sobre el sillón, Aimee se dejó sodomizar por el inmenso rabo de Mamut, sujetada por su hijo y con sus propias bragas manchadas de semen usadas como mordaza. Después de lo que le pareció una eternidad Mamut termino corriéndose en sus entrañas. Cuando terminó de correrse aún soltó un “Gracias señora” como si eso tuviera sentido y tanto Marcus como Mamut dejaron de inmovilizarla. Aimee no se atrevía a moverse y se quedó en esa posición, respirando profundamente intentando ignorar el dolor de su ano.

No tuvo mucho descanso. El Rey le cogió por el pelo y le obligó a levantar la cabeza. “Y bien Malamadre. ¿Tu hijo tiene razón? ¿Lo tiene todo controlado? ¿Vas a denunciar algo?”

Aimee vio a su hijo sobre el hombro del Rey, a la expectativa. Se lo había prometido. No haría nada que pudiera poner en peligro a su hijo. Tomo aire y soltó un escueto. “No” El Rey pareció dudar un momento  pero al final pareció complacido. “Bien” Y le soltó el pelo. La cabeza de Aimee cayó desfallecida y allí se quedó. Temerosa que algo mas ocurriera.

Pero no fue así. Escucho como todos se iban de la casa y la dejaban sola. No se atrevió a moverse durante mucho rato. Intentando relajarse. Sobre todo por el punzante dolor de su ano. Al fin, como la noche anterior, sacó fuerzas para ir a la ducha y repetir el mismo ritual. Acabando otra vez de rodillas en el suelo de la ducha, sollozando. Luego vistiéndose para intentar dormir… sin mucho éxito.

Interludio 3.- De ángeles demonios

Cuando se levantó después de haber dormido a ratos ya era casi mediodía. No tenía hambre. Ni se planteó comer. Intento racionalizar que había pasado. Que tonta había sido. El mundo en el que vivía su hijo era mucho más oscuro y terrible de lo que podía imaginar. Que tonta había sido de pensar que podría ayudarlo. Pero ahora estaba en otra encrucijada. ¿Qué hacer? No podía volver a abandonarlo. No. Ya se sentía suficientemente culpable. No. No lo suficiente. Antes de conocerlo solo se flagelaba por haberlo dado en adopción. Ahora que sabía cómo era su mundo era peor. Lo había abocado a un infierno. Pero lo que había pasado en los dos últimos días… No podría soportarlo.

Alguien llamó a la puerta. Aimee se sobresalto temiendo cualquier cosa. Por la mirilla vio a un hombre adulto. Esta vez no cometió el error y abrió la puerta con la cadena.

“¿Si?”

“Hola. No me conoce pero soy el asistente social que hace el seguimiento de su hijo. He oído lo que está haciendo, intentando ayudarle y aunque…” el hombre puso mala cara “...sinceramente no creo que su hijo biológico tenga solución he pensado en dejarle una copia de su expediente. Si dice que he sido yo lo negaré. Pero bueno… si sirve de algo… no sé…La verdad… es una pena que su hijo haya acabado así. Es muy listo y con personalidad. En otro mundo hubiera tenido un gran futuro. Realmente me gustaría que cambiase y tuviera una oportunidad” y le tendió una carpeta a través de la puerta. Aimee la cogió extrañada y tan pronto la tuvo el hombre se despidió.

Un gran futuro… truncado. Por si no se sentía aún suficientemente culpable...

Aimee se sentó y empezó a ojear el expediente. No era delgado. El expediente policial… desde los trece años. A partir de los catorce Marcus se había metido en problemas constantemente. Sobre todo desde que fue acusado de dar una paliza de muerte a un hombre. Parecía un acto gratuito y tenía una referencia a otro fichero. Aimee se dio cuenta que los problemas de los que hablaban los padres adoptivos de Marcus eran mucho mayores de lo que habían dado a entender. Siempre se había librado pero Marcus se había metido en muchísimos problemas. Y casi todos los problemas hacían referencia al mismo fichero.

Revisando el expediente encontró otra carpeta con el fichero que hacían referencia la mayoría de los delitos de su ficha policial. Al abrirlo vio que era una ficha de seguimiento como miembro de banda. La de su hijo. Según esa ficha Marcus pertenecía a los SK desde los catorce años. Aunque no se pudo probar, la paliza gratuita al viandante fue su iniciación. Muchos de los delitos mencionados parecían estar relacionados con su pertenencia a la banda pero siempre se había librado. No solo eso. Había una referencia en la que se decía que en dos años Marcus había subido rápidamente en la jerarquía de la banda hasta ser un miembro muy importante con mando solo por debajo del Rey. Un logro con solo dieciséis años.

Aimee no entendía nada. Si era cierto que su hijo era ya miembro de la banda… ¿Qué había pasado los dos últimos días?

Capítulo 4.- Purgatorio

Ya era media tarde cuando alguien volvió a llamar. Miro por la mirilla y vio a su hijo. Abrió con la cadena “Tranquila Mamá. Vengo solo” Aimee dudo un momento pero al final abrió.

“Siento mucho lo ocurrido mamá. Espero que ya todo haya acabado. Ya soy miembro de la banda y…”

“Desde hace dos años” Le cortó Aimee.

“¿Qué?” dijo un sorprendido Marcus. Aimee le extendió la carpeta con sus ficheros. Marcus La ojeo y reconoció con facilidad. No disimulo una divertida sonrisa. “Vaya. Has hecho tus deberes… se supone que esto es secreto” medio riéndose habiendo sido claramente desenmascarado.

“Pero…” preguntó Aimee “¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Porque esta pantomima?”

“¿Por qué?” Los rasgos de Marcus se endurecieron. “¿PORQUE?” dijo alzando la voz. “Yo también he hecho mis deberes. Averigüe quién eras. Averigüe la vida tan idílica que tienes con tu maridito y tus dos chiquillos y esa casa en un barrio de clase media… ¿Y todo gracias a qué?” Marcus dio dos rápidos pasos amenazantes hacia su madre “Gracias a que me abandonaste como a una mierda, como a una bolsa de basura. Esa podía haber sido mi vida pero Noooooooooooooo. Yo era una carga. Así que me abandonaste para rehacer tu vida. A esta vida de mierda. Si. Estoy en una banda porque, aquí, estar fuera es peor. En tu mundo aburguesado todo es bonito y seguro. Aquí te pueden dar una paliza, robar, matar en cualquier momento, y si no estás al amparo de una banda eso es seguro. Una vida maravillosa. Tres de cada cuatro miembros de una banda acaban encarcelados de por vida o muertos antes de los veinticinco.” el tono iba subiendo. Aimee podía notar toda esa rabia acumulada saliendo de su hijo. “A esa vida de mierda me condenaste cuando me abandonaste como un lastre. Así que cuando descubrí tu idílica vida que debía haber sido mía te odie. Te odie mucho. Y decidí castigarte. Aquí. En mi mundo, si alguien te la juega se lo haces pagar. Y nada de justicia. Si alguien te insulta no le insultas. Le pegas un tiro. Y tú me la jugaste mamá. Tú me la jugaste pero bien al abandonarme a esta mierda para vivir tu bonito sueño”

“¿Para castigarme?” Preguntó incrédula Aimee “Me violaste, tus amigos me violaron, ¿Para castigarme por haberte abandonado?”

“SI!” Le espero Marcus. “Imagínate cómo de jodido estoy. Soy listo. Lo sé. Se cuan jodido de la cabeza estoy” dijo mientras medio sollozaba y se golpeaba la cabeza con dos dedos repetidamente. “Sé que ya no puedo salir de esta mierda. Sé que seguramente moriré antes de llegar a los 30. Todo por tu culpa.”

Ver a su hijo medio sollozar a Aimee le rompió el alma. Había venido a esta ciudad con la esperanza de aminorar su culpa pero desde que había llegado solo había aumentado. Se sentía un monstruo. La visión que tiene la gente desde fuera de la vida tan abajo es totalmente irreal. Lo tenía delante de ella, moviéndose de un lado a otro como una bestia herida.

“¿Y ha servido de algo?” preguntó Aimee.

“Si!” le espetó su hijo. “Castigarte. Verte sufrir, hacerte sentir mi mundo me hizo sentirme bien. ¡Me hizo sentirme muy bien! Lo sé. Estoy jodido” y volvió a golpearse con dos dedos la cabeza con fuerza “Todos aquí estamos jodidos. El Rey, Mamut, todos terminamos así, jodidos de la azotea, y la otra opción es peor. Todo porque me abandonaste en esta mierda. Así que si… Mamá” y dijo la palabra ‘mamá’ rezumando asco. “Si. Me sentí muy bien cuando te la clave, cuando implorabas para que no me corriera, cuando te rompí el culo, disfrute viendo como dejaste que el Rey te follara porque estabas protegiéndome, disfrute viendo la cara que ponías cuando Mamut te rompió aún más el culo. Y si… todo lo preparé yo. Y sentir tu sufrimiento, tu castigo, me ha hecho sentirme MUY BIEN” Y terminó la frase prácticamente escupiendo las palabras a la cara de su madre.

Que cada vez se sentía más culpable. Siempre maldiciéndose por sentirse culpable. Pero claro. Para ella era muy fácil. Con su vida feliz. Solo sentirse culpable y nada más. Nada. Culpable sin castigo.

Aimee se dio la vuelta y se fue hacia la habitación. Marcus,  sin saber qué esperar, desde el salón vio a su madre desnudarse, eso le pilló por sorpresa, y luego tumbarse en la cama.

Marcus la siguió a la habitación. Allí estaba, desnuda boca arriba, las piernas ligeramente flexionadas y tapándose los pechos con las manos. Que incoherencia, pensó Marcus. No le importa que la vea abierta de piernas pero se tapa los pechos.

“¿Qué haces?” Preguntó Marcus.

Aimee cogió aire. “Si castigarme, si hacerme pagar, te hace sentir mejor…” Aimee trago saliva. “Adelante”

Marcus era listo. Había preparado bastante bien la degradación de su madre biológica hasta ahora. Pero esta reacción le sorprendió por completo. Pero no se puede decir que le disgustara. Empezó a desnudarse, despacio, disfrutando de la vista de su madre. Podía sentir como la respiración de su madre era pesada. Como cuando te vas al médico y sabes que te va a hacer algo que te dolerá pero tienes que aguantarlo. Miraba fijo al techo. Pero Marcus pudo ver como su madre aún le lanzó un discreto vistazo. Su hijo se la había clavado ya tres veces y aun no lo había visto desnudo, ni siquiera le había visto la polla. Solo la había sentido. Su hijo estaba bien formado y como adivinaba tenía una buena polla. No la salvajada de Mamut pero sí, una larga polla. Que su hijo la pillara dando un vistazo la hizo enrojecer.

Marcus ya se situó entre las piernas de su madre. Se dobló sobre ella y le dio un par de cachetes en la cara. “Mírame. Mírame Malamadre. Quiero que veas como disfruto follándote” Aimee hubiera preferido no tener que mirar a su hijo a la cara pero se obligó a ello. Marcus había disimulado poco lo que había disfrutado follándose a su madre hasta ahora pero ahora no tenía que disimular en absoluto. Aimee vio una sonrisa de oreja a oreja, lujuria en los ojos de su hijo relamiéndose los labios.

Marcus le cogió las manos y se las parto, dejando los pechos al aire. Aimee ni se molestó en volver a taparse. Se fue acercando poco a poco, alargando la tortura, dirigiendo su polla con una mano hacia la raja que su madre, rendida, le ofrecía.

Cuando la punta tocó su raja y empezó a maniobrar y empujar para forzar su entrada Aimee cerró los ojos. Enseguida los abrió ante otro cachete de su hijo que la miraba fijamente a los ojos. Aimee vio perfectamente como su hijo maniobraba para ir metiéndole esa larga polla en su coño. Y lo aguanto estoicamente, callada, así hasta que llegó al fondo, hasta que noto las pelotas de su hijo tocar su cuerpo.

“¿Qué se siente mamá? ¿Qué se siente al tener la polla de tu hijo clavada en tu coño?” Preguntó Marcus sin sacarla, solo retorciéndose y refrotando la polla allí metida.

“Mal. Esto está mal. Eres mi hijo.”

“Pues aquí abajo mi polla dice que se siente muy bien!” Y empezó a sacarla para empezar a follarse a su madre. A diferencia de las veces anteriores fue despacio, paladeando el momento, y aprovechando para charlar con su madre.

“Háblame de tu vida, mamá. Dime lo buena que es. ¿A tu marido se la chupas?”

“No creo que deba hablar contigo de estas cosas. hi..” No llegó a terminar la frase. Marcus le dio una bofetada.

“Te estoy follando mamá. No me seas remilgada ahora. Y no estropees este momento familiar para fortalecer lazos” dijo sarcástico. “Quiero que me hables de tu familia. La familia por la cual me abandonaste”

Aimee cogió aire. “Si. Le hago sexo oral”

“Así que se la chupas. Bien… y ¿Escupes o tragas?”

“¿Qué? No… no. Me avisa antes de correrse”

“¿En la cara?”

“No” dijo escuetamente.

“Que sosa.” se mofo Marcus que no paraba de bambolearse relajadamente. Disfrutando el momento.

“Y por lo que dices tampoco dejas que te dé por el culo”

“No” volvió a contestar escueta. Pero su cara de incomodidad era aparente.

“Pues así seguro que termina dejándote por otra que sepa darle caña en la cama, mamá. ¿También abandonarás a mis hermanastros cuando tengas que buscar otro marido como hiciste conmigo?”

“¿Qué? No. Nunca lo haría. Quiero a mis hijos como… te quiero a ti” Eso sonaba ridículo teniendo en cuenta que ahora mismo la estaba violando.

“Que me quisieras a mi no impidió que me abandonarás” y eso aun le dolió más. “Y lo harás… porque eres la Malamadre”

Aimee callo. Solo veía como el cuerpo subía y bajaba al pausado ritmo que su polla se la follaba.

“¿Y le has sido infiel alguna vez?”

“Nunca” Aimee respiraba profundamente intentado sobrecargar el tormento de dejarse follar por su hijo.

“¿Nunca? y esto que es. Te has abierto de piernas para mi, TU HIJO” recalcando la palabra “sin que te lo pidiera o engañara. ¿No es ser infiel”

Aimee no sabía qué contestar. Al final lo intento. “No lo sé. Pero es cierto en lo que se refiere a que me siento culpable”

“Eres culpable” le cortó su hijo mientras seguía bamboleándose.

“Soy culpable. Y es verdad cuando digo que te quiero” Marcus soltó un bufido de incredulidad. “Así que si castigarme te hace sentirte mejor… es lo que merezco pasar aunque…” una lagrima rodo por su mejilla “aunque sea un infierno”

“Bien!” sentenció Marcus. “Bien. Porque estás bien buena. Sabes mamá. Y es una gozada follarte. Y si tú te sientes mal, yo me siento bien pero si además me corro… me siento genial”

“No…” Aimee no podía creer que fuera a decirlo “¿No podrías usar condón?”

Marcus volvió a bufar. “No. Si te quedas preñada ya lo abandonarás como a mi” Marcus podía ver las caras que ponía su madre, de pura mortificación.

“Así que con tu maridito lo haces suavemente” Marcus siguió mofándose mientras lentamente seguía follándose a su madre.

Aimee solo asintió.

“Una zorra como tu debe de haber disfrutado estos días”

“Para nada” contestó medio enfadada. “No soy una zorra”

“Te han violado dos veces en dos días y al tercero, en vez de irte, te has abierto de piernas para tu hijo. Eso es ser una zorra, en mi mundo y en el tuyo”

Y otra vez Aimee se calló dolorida.

“Así que tu marido es muy clásico ¿Eh? Bueno mamá. No quiero que te aburras aquí. Voy a darte lo que te gusta” Y bruscamente Marcus paso del suave bamboleo a un fuerte empujón hasta el fondo del coño de su madre que la empujo para atrás. Enseguida la sacó y volvió a empujar, pasando de golpe del suave bamboleo a un frenético martilleo que empujaba a su madre hacia arriba en la cama mas y mas. Aimee se quejo. “Me haces daño!”

“Eso es lo que quiero, zorra” y movió ambos brazos de su madre sobre su cabeza sujetándolos con una sola mano. Ahora Aimee no podía defenderse. Podía sentir a su hijo desatado. Peor. Podía ver la cara de satisfacción de su hijo. Más que follarla parecía que quería atravesarla con su polla. “Más despacio, más despacio” imploraba Aimee.

Pero Marcus no frenó y, aunque solo tenía una mano libre, no la iba a desperdiciar. “Esto te gusta. ¿Eh, mamá? Te pone cachonda Malamadre que tu hijo te folle” y empezó a abofetearla. “Di que te gusta”

“No. Ah. No. Para!” Pero Marcus no paraba. Al fin Aimee claudico. “Si. Me gusta que mi hijo me folle. Pero para”

“Como voy a parar ahora que sé que te gusta” se rio Marcus. “Mueve las caderas mamá. Haz que me corra”

“No. Por favor. No dentro de mí. No lo hagas” Imploro. Pero el resultado era el esperado.

Marcus pasó a abofetear las tetas de su madre, a pellizcarle los pezones, a retorcérselos. Aimee se revolvía pero clavada a la cama por la polla de su hijo y con los brazos inmovilizados no podía escapar. “Mueve las caderas mamá, Pídeme que me corra”

“No” Se negó Aimee pero las bofetadas y los pellizcos arreciaron. “Para. Lo haré. ¡Pero para! Córrete dentro de mí pero acaba ya, por favor, te lo imploro” y empezó a mover frenéticamente sus caderas, ayudando a su hijo a follársela.

La colaboración ayudo. Marcus no tardó mucho en correrse. “Eso es. Como pedias… toda mi corrida. Eso es… que buena zorra eres, Malamadre”

Marcus acabo pero no saco su polla. Se dejó caer sobre su madre y se quedó allí tumbado. “¿Te ha gustado mamá?”

“No.” y lágrimas resbalan por sus mejillas “No. Para nada. Es un infierno.”

“Bien” Apostilló Marcus. “Bien. Porque quiero que sepas que a mí me han sentado bien. Muy bien. Me encantan las caras que pones. Si. Te creo cuando dices que sufres. Y cada vez que te veo sufrir me siento mejor. Ya era hora quepagarás. Pero además correrme es genial. Eres una zorra que está muy buena”

Aimee ni contesto. Al menos al principio. Pasaron varios segundos con su hijo tumbado sobre ella, sus manos jugueteando tranquilamente con sus pechos, con la polla aun metida en su coño. Al final preguntó “Entonces ¿Realmente te sientes mejor? ¿Hacerme sufrir, castigarme, realmente te hace sentirte mejor”

“Si. Al fin te hago pagar. Y eso me hace sentir bien. Y además eres una zorra de primera. Y es una gozada follarte como a una zorra barata. Si.” Marcus aspiró con fuerza. “Si. Me siento muy bien”

Aimee afirmó con la cabeza. “Me parece bien. Me alegro por ti. Como ya te he dicho si castigarme te hace sentir mejor… sea”

Marcus la miró un poco sorprendido “¿Quieres decir que cualquier castigo que te ponga lo aceptaras?”

Aimee temblaba. “Si. Si crees que debes castigarme lo aceptaré. Tú has sufrido, tú tienes derecho a poner el castigo. Soy culpable de hacerte abandonarte, de hacerte daño y pagare la culpa para purgar mi pecado”

Marcus le susurro al oído “No te he castigado lo suficiente… ni de lejos. Tienes mucho que… purgar! Yo me he sentido como un abandonado de mierda toda mi vida. Yo voy a hacer que te sienta como una puta de mierda. Ese será tu castigo”

Marcus se levantó, sacando al fin la polla del coño de su madre y se puso a vestirse. Aimee se puso en posición fetal, tapándose los pechos. Con los ojos húmedos y la mirada perdida. Sin decir nada Marcus salió de la casa.

Tardó en levantarse para volver a su ritual de ducharse, sollozar y volver a vestirse. ¿Qué había hecho? Creía a su hijo cuando decía que se sentía mejor. Veía su cara de satisfacción. Pero llevaba tres días siendo… violada… castigada por su culpa. Recordarlo era un infierno.

Interludio 5.- El diablo en casa

Se acercaba el final de la tarde cuando recibió una llamada. Era la madre adoptiva de Marcus. “Hola Aimee. Quería darte las gracias. No sé qué has hecho pero tengo que decirte que esta última semana veo a Marcus mucho mejor. Lo siento como… menos rabioso. Antes no me daba cuenta pero parece que Marcus tenía mucha rabia dentro. Ahora lo veo más calmado. Lo veo… feliz”

Aimee dudo un momento que contestar. Y solo pudo decir un escueto y neutro “Me alegro” Y después de un momento de sopesar e incluso con sincera alegría dijo “Me alegro de verdad que Marcus esté mejor.”

“Marcus ha preguntado si el resto del tiempo que vas a estar en la ciudad puede vivir contigo. Dice que el sofá que tienes es cómodo, que ya lo ha probado”

¿Cómodo? Pensó Aimee recordando cómo se le clavó el reposabrazos en la espalda mientras su hijo la violaba y tuvo un escalofrío. Trago saliva y contestó. “Si es lo que quiere Marcus… por mi bien”

“Vale. Ahora le llamo y se lo digo.” La madre adoptiva pareció dudar un instante antes de decirlo lo siguiente. “No sabes cuan agradecida estoy que vinieras a ayudar a Marcus. Pero creo que mereces saber que fue idea suya. No sé cómo averiguó que eras su madre y nos pidió que contactáramos contigo porque quería conocerte. Al principio dude de cargar a alguien con esa responsabilidad. Aunque lo quiero como a un hijo Marcus puede ser problemático pero insistió mucho. Y me alegro que vinieras. De verdad. Se le ve mucho más calmado y, sobre todo, feliz”

Marcus lo había organizado todo desde el principio, pensó Aimee. “Yo solo quiero que Marcus se… sienta bien” atinó a responder antes de colgar.

Marcus se encontraba mejor. Realmente toda esta ordalía tenía el efecto de que Marcus se sintiera mejor.

Ya al principio de la noche llegó Marcus con su ropa para quedarse. La dejo en la única habitación que había. No parecía que su hijo fuera a quedarse en el sofá.  Aimee se sentía como una gacela enjaulada que hubiera dejado entrar a un león pero lo que hizo le sorprendió. Dejó sus cosas y se despido. “Adiós mamá. No me esperes despierta. Estaré con mis hermanos de banda”

Aimee no esperaba esto. En cuando su hijo salió por la puerta se dio cuenta de lo tensa que se había puesto. Pero ahora que estaba sola siguió con su vida normal y después se acostó. Esta vez se puso unos pantalones largos de pijama pese al calor.

A mitad de noche algo la despertó. Había alguien tirando de sus pantalones. Intentó defenderse instintivamente cuando un par de bofetadas y una voz le calmaron “Quieta mamá. Solo uno rapidito antes de dormir”

Era su hijo. Aimee ya tenía claro porque se quedaba en la ciudad así que dejo de forcejear y se dejó hacer. Primero su hijo le arrancó los pantalones, luego la puso de lado, casi en posición fetal, con las piernas juntas. Desde detrás la rajita apretada de Aimee se veía deliciosa.  Su hijo ya estaba desnudo, solo vistiendo una erección. Se puso detrás de su madre y torpemente, Aimee olía el aliento a alcohol desde donde estaba, empujo una y otra vez hasta que clavó su larga polla en el apretado coño de su madre. Una vez dentro Marcus empezó a  follarse a su madre muy rápidamente. No era fuerte. Solo rápido. Aimee tuvo la sensación de que su hijo se estaba masturbando y que estaba usando su coño como herramienta, nada más. Parecía un conejo y en pocos minutos terminó corriéndose.

“Hummm… nada mejor que un polvo rápido para conciliar el sueño” Y Marcus se tumbó a lo largo de su madre, abrazándola, con su mano sobre su pecho y su polla sin sacarla de su coño, pegado a ella.

Conciliar el sueño. Pensó Aimee. Algo que no había hecho en años. Se quedó allí, con su hijo abrazado y su polla desinflándose en su coño. En apenas unos minutos su hijo se giró, liberando a su madre, dando muestras de haberse quedado dormido.

Qué suerte. La última vez que Aimee durmió a gusto fue… Aimee se sorprendió al pensar que esa misma noche se había dormido en seguida. ¿Cómo era posible? Aimee se paró a pensar y se sintió… rara. Empezó a recordar que en el catolicismo se tenía muy presente el concepto de purga, y el castigo y la penitencia para superarlo. Desde luego se sentía castigada. Y además sentía que estaba retribuyendo a aquel al que había hecho tanto mal. ¿Realmente su mente estaba reaccionando así ante la situación? ¿Sentía que estaba purgando su culpa? Aimee probó a cerrar los ojos y dormir.

No fue inmediato pero en apenas diez o quince minutos se quedo dormida y de un tirón no se despertó hasta las diez. Cuando despertó intentó recordar sin éxito cuando fue la última vez que había dormido de un tirón y no pudo. Esta era la primera vez en años. Bueno… si obviamos que a mitad de noche su hijo la había despertado, abofeteado y follado en apenas cinco minutos.

Capítulo 6.- Vida en familia

Se levantó, dejando a su hijo desnudo en la cama, y se ducho para vestirse de nuevo con el pantalón que su hijo le había arrancado durante la noche. Fue a la cocina, se preparó un cuenco de cereales para desayunar. Poco después Marcus se levantó y apareció desnudo en la cocina desperezándose. Aimee debía reconocer que físicamente su hijo estaba muy bien y bien dotado, y otra vez desechó esos pensamientos avergonzada.

“Buenos días mamá” se acercó Marcus como haría cualquier hijo, dejando aparte el hecho de que estaba desnudo y le deposito un beso en la mejilla a su madre. Por un momento así se sintió Aimee. “Gracias por dejarme quedar. Seguro que lo pasaremos bien” y la falsa ilusión de una relación normal entre madre e hijo desapareció cuando Marcus extendió su brazo para cogerle el pubis con cierta fuerza y le susurro al oído con voz maliciosa “Porque créeme, Malamadre, yo lo voy a disfrutar mucho”

Marcus se fue a preparar su propio cuenco de cereales. Aimee quería normalizar un poco la situación. Estaba nerviosa. Así que pregunto “¿Has dormido bien, hijo?” Enseguida se dio cuenta de su error.

“De maravilla. No hay nada como un polvo rápido para conciliar el sueño. Esto de tener una zorra dispuesta para que se la pueda clavar cuando me pase por los cojones es una gozada. Si además al hacerlo castigas a la madre cabrona que te abandono no veas lo bien que sienta”

Aimee debía reconocer que su hijo se le veía feliz. Como nunca lo había visto en estos días que llevaba con él. Sí que es cierto que al principio le pareció un poco amargado pero ahora era… feliz. A costa de su sufrimiento.

Alguien llamó a la puerta. Aimee se temía lo peor como siempre. “Abre mamá. Un amigo me trae algo” Por la mirilla vio a un joven de la edad de su hijo. Dudo un instante pero al final le abrió.

“Hola de nuevo” Le dijo sonriente lanzándole una mirada de arriba a abajo que hizo a Aimee sentirse desnuda. “¿Dónde está Marcus?” y levantó una bolsa de deporte en el aire. “Por aquí” le contestó Aimee y lo llevó hasta la cocina donde su hijo, desnudo, estaba tomándose su cuenco. Aimee se quedó en pie en la cocina sin saber qué hacer. Le había saludado como si ya le conociera. ¿De qué? Y de repente a Aimee se le paró el corazón cuando imagino que era uno de los cinco que ayudaron a su hijo a violarla.

“Toma Marcus. Liz dice que no lo necesita en varios días. Parece que está con la regla” Liz, una de las chicas de la banda que trabajaba como prostituta. El adolescente volvió a mirar a Aimee, otra desnudándola con la mirada. “Así que es cierto. Tu madre, la Malamadre es ahora tu zorra”

“No soy una zorra” respondió airada Aimee. Una cosa es aguantar esos desplantes de su hijo. Pero no de otros.

“No parece estar de acuerdo tu madre” se rió el joven.

“Y que más te da. Si te apetece sírvete”

“hummm…” murmuró el joven que se acercó a Aimee. Esta puso cara de terror.

“¿Qué? No… aléjate de mí” Cuando el joven estuvo a su lado intentando abrazarla por la cintura Aimee se resistió, empujó, golpeó y forcejeó con el joven.

“Joder. Pensaba que decías que esto era más fácil. Se retuerce como una gata” La pelea arrecio cuando el joven intentó bajarle los pantalones. “Basta! Para! Por favor. No…” imploraba Aimee. “Joder con la zorra esta. No hay forma. Ayúdame Marcus” que ahora sujetaba a Aimee con el brazo sobre su cuello, sujetándola desde atrás.

Marcus. Que miraba la escena con desinterés metió la mano en la bolsa que le acaban de traer y lanzó algo metálico a su amigo que lo cogió al vuelo. En seguida Aimee oyó un ruido metálico, de un cierre, y vio en una de sus muñecas que forcejeaban con el brazo que la sujetaba por el cuello unas esposas cerradas. El adolescente tiró hacia atrás retorciéndole el brazo y lo mismo hizo con el otro hasta que pudo cerrar las esposas en la otra muñeca. Al no estar sujeta por el cuello Aimee intentó correr hacia el salón aún esposada pero el joven tiró de sus pantalones hacia abajo y Aimee terminó cayéndose al suelo tropezando con ellos.

“Sobre la mesa, tío, quiero verlo mientras desayuno” demandó Marcus. El adolescente arrastró por los tobillos a Aimee hasta la mesa, estiró el brazo y sacó un par de cuerdas de la bolsa de Liz. Ato uno de los tobillos de Aimee que seguía forcejeando e implorando, termino de quitarle el pantalón de la otra pernera y ató el otro tobillo a otra de las patas de la mesa.

“Bien. Al fin” dijo el adolescente que levantó a Aimee por el cuello y la lanzó sobre la mesa como un fardo. Con las piernas atadas y esposada. Aimee imagino que en esa postura desde detrás su coño era fácilmente accesible. Intentó levantarse pero el joven detrás de ella la doblo fácilmente con un empujón, lanzándola otra vez sobre la mesa. Aimee miró a su hijo que tenía justo enfrente, al otro lado de la mesa, implorante. Parecía incluso desinteresado de la escena acabándose su desayuno.

Oyó como los pantalones del joven detrás de ella caían al suelo. “Espera” dijo Marcus y Aimee tuvo la esperanza que lo parara. Pero Marcus salió un momento de la habitación para volver con su móvil. Se sentó delante de su madre y empezó a grabar. “Ya estoy listo. Clávasela” . Aimee hundió la cara en la mesa. “Joder. Tírame del pelo. Que se le vea la cara” ordenó Marcus. Su amigo diligente, con una mano le tiró de su largo pelo y con la otra dirigía su polla a la rajita de Aimee. Otra vez noto una nueva polla empujando en su rajita, abriéndose paso, entrando y saliendo haciendo sitio hasta que pudo sentir cómo el joven había conseguido violentar por completo su coño y empezaba a empujar rítmicamente disfrutando, tirándole del pelo como si fueran las riendas de una caballo, montándola.

“Joder tío, que gozada. Es que además tu madre está bien buena”

“¿A que si? Dale a gusto que Malamadre no se lo va a contar a nadie. ¿Verdad Mamá?” Marcus mantenía el video grabando, sobre todo planos de su cara. Y como otras veces veía una profunda satisfacción en la cara de su hijo. “¿Verdad mamá?” Insistió.

Aimee intentó asentir pero no pudo con el otro joven tirándole del pelo. Así que tuvo que vocalizar un “Si, verdad” que la condenaba un poco más.

“Wow! Bien. Allá vamos. Al galope, yegua” Y el joven empezó a empujar con más fuerza, incluso haciendo saltar la mesa. Marcus tuvo que sujetarla para que no se moviera. Aimee solo podía, inmovilizada, aguantar estoicamente la violación hasta que pudo sentir como otra vez se corrían en su vagina sin ninguna protección. Ya ni se molestaba en implorar que no lo hicieran.

El joven soltó un suspiro de sincero disfrute, con su polla palpitando y soltando las últimas gotas de su leche en el coño de Aimee. “Buff… menuda pelea me ha dado pero ha valido la pena. Se revuelve tu zorrita”

“No soy una zorra” repetía Aimee con lágrimas en los ojos pero nadie parecía hacerle caso.

“No tienes ni idea. Desátala” Y subió la bolsa a la mesa donde empezó a buscar algo. Al levantarse Aimee vio que su hijo tenía una poderosa erección, producto de grabarla mientras uno de sus compañeros de banda la violaba. Las esposas y las cuerdas dejaron de aprisionarla y Aimee se levantó, asustada, como un cervatillo cegado, temblorosa. Marcus pasó el móvil a su hermano de banda y le dijo que grabara. Aimee vio que lo que había sacado de la bolsa era una mordaza de bola con sus dos cinchas de cuero. Marcus se acercó a su madre, le metió la bola en la boca y la sujetó con las correas. Aimee solo podía mantenerse en pie, temblorosa, con los puños cerrados y los brazos muy pegados al cuerpo. Marcus le cogió por el cuello y la dobló sobre la mesa donde hace un momento la habían violado. Ni se resistió. Un par de patadas de su hijo le hicieron separar las piernas, como antes las cuerdas le habían obligado. Aimee se mantuvo en esa postura, dócil.

“No te pierdas esto” le aviso Marcus a su hermano que grababa. Y Aimee noto como la polla de su hijo apuntaba no a su coño, sino a su culo. Por eso la mordaza. Aimee intentó levantarse, forcejeo un poco pero su hijo volvió a sujetarla por la nuca y la forzó a tumbarse sobre la mesa otra vez. “Quieta” le ordenó. A través de la nariz Aimee empezó a respirar profusamente, estiró los brazos y se sujetó al borde de la mesa con fuerza.

Ahora si Marcus empezó a empujar, forzando su entrada en el culo de su madre, tirándole del pelo para que su cara quedara bien grabada en el video. De entre la mordaza se oían quejidos de esa siempre dolorosa primera invasión. Aimee se agarraba con fuerza a la mesa y pataleaba con las piernas pero se aguantó como pudo, y Marcus pudo meterle toda su larga polla por el culo hasta el final.

Marcus acompasó los movimientos, disfrutando del culo de su madre. Esta se calmo. Después de los primeros instantes se acostumbra, sigue siendo doloroso pero se acostumbraba, se relajó sobre la mesa y se dejó sodomizar.

“Joder, que dócil es contigo. A mí me ha costado una buena pelea. ¿Cuál es el truco?”

“El truco es que tu madre sea una zorra y te abandone cuando eres un crío”

Aimee intentó decir algo pero no se escuchó por la mordaza.

“¿Qué dices zorrita?” preguntó divertido Marcus pero otra vez la mordaza ahogó la respuesta. Así que Marcus se la quitó y pudo oír a su madre, con lágrimas en los ojos, decir dolida “No soy una zorra”

El joven que grababa se rió. “A ver Malamadre. Te estamos follando una y otra vez, incluido tu hijo, joder, ahora mismo te está sodomizando y ni te defiendes. Eso, en todas partes, es ser una zorra”

Las lágrimas resbalan por sus mejillas. “No soy una zorra” volvió a repetir como un mantra. Y empezó a oír a su hijo repetir una y otra vez con cada empujón “Zorra… zorra… zorra…”

“No lo soy” repetía Aimee cada vez más bajo.

El ritmo de Marcus aumento. Como antes lo hizo su hermano de banda. Otra vez la mesa empezó a salta y tuvo que ser sujetada. Aimee empezó a quejarse cada vez más fuerte. Era su culo al que estaban haciendo saltar con cada empujón cada vez más fuerte.

“Aguántate mamá. Aguanta Malamadre. Aguanta zorra!” le ordenaba Marcus mientras sodomizaba a su madre cada vez con más fuerza. Aimee hacia auténticos esfuerzos para no gritar. Se aferraba a la mesa y apretaba los dientes con los nervios totalmente crispados. “Toma zorra” dijo al fin Marcus sujetándola por las caderas, enterrando su polla al fondo y corriéndose chorro tras chorro en las entrañas de su madre. “No soy una zorra” susurro Aimee humillada. “Tienes la polla de tu hijo metida en el culo y su leche por todas tus entrañas. Puedes mentirte lo que quieras. Eres una zorra. Mi zorra”

“¿Lo tienes?” Preguntó Marcus. “Lo tengo” le contestó el joven “Ya verás qué caretos pone tu madre mientras la sodomizabas”

Marcus sacó su polla y le dio unos cachetes en el trasero a su madre. “Ya está. Para ser tu tercera vez te estás volviendo una profesional de tragar pollas por el culo, mamá” y ambos chavales se rieron. Aimee seguía tumbada en la mesa, no se atrevía a moverse. “Anda. Prepararle algo de comer a mi amigo mientras me visto”

Mientras Marcus se fue a vestirse Aimee se levantó, como un autómata y busco los cereales. Ni se molestó en ponerse los pantalones del pijama. El joven no paraba de mirarle como si ella solo fuera un pedazo de carne. Y así se sentía. “Tengo que preguntarte algo” dijo el chico. “Te molesta que te llamen Zorra pero ¿no te quejas que te llamen Malamadre?” . Aimee agacho la cabeza, avergonzada, y prácticamente con un susurro contesto “Es que eso si que lo soy. Una mala madre” .

Al poco vino Marcus vestido y sin dejar acabar a su amigo el desayuno que su madre, medio desnuda, le había preparado, mando que se fueran. Marcus dio un beso en la mejilla a su madre pero acompañado con un apretón de uno de sus pechos antes de marcharse. “A las tres pasaré a buscarte con mis padres. Vas a acompañarme al juzgado” le ordenó antes de irse.

Y Aimee volvió a su ritual de ducharse, sollozar y vestirse.

Interludio 7.- Estas haciendo un buen trabajo

Aimee necesitaba un respiro, necesitaba una voz amiga. Como otras veces en los últimos días llamó a su marido. No lo llamaba desde la primera violación. Este le preguntó cómo iba todo. Aimee le confesó ocultando los detalles que estaba siendo más duro de lo que pensaba.

“No desfallezcas Aimee” le dijo su marido. “El señor te ha enviado allí por una razón. Recuerda que el sacrificio es la base de nuestros principios. Si tu hijo necesita tu ayuda. Dásela. Todo lo que sea necesario. Yo te apoyo en todo lo que hagas”

Aimee colgó. Sin saberlo básicamente su marido le había dicho que siguiera dejándose violar por su hijo y por todos los que él dijera. Y no se le ocurría otra razón por la que le enviara el señor con su hijo más que sufrir el castigo por sus pecados.

Interludio 8.- El Juicio

Aimee le pilló por sorpresa lo de tener que acompañar a su hijo a una vista. Se vistió recatadamente con una blusa y un traje de chaqueta cruzada y falda de tubo hasta las rodillas, ropa interior blanca y discreta y espero a que pasaran a buscarla. Por el camino le explicaron que era una vista por un delito menor pero que por primera vez podía acabar en la cárcel por reincidente. Posiblemente solo unos meses pero dependería de la vista.

Su hijo vestía de traje, muy elegante, casi no parecía un pandillero si no fuera por la cabeza rapada.

Una vez en la vista primero declararon varias personas implicadas, víctima, agentes, el trabajador social que ya conocía Aimee, no pintaba bien. Era un delito menor pero los antecedentes de Marcus no ayudaban. Llegó el turno de la madre adoptiva de Marcus que hizo una defensa encendida de su hijo, descargando sus culpas por las malas compañías y sobre todo haciendo hincapié en cuánto había cambiado a mejor las dos últimas semanas desde que su madre biológica había venido. Aimee hasta tuvo envidia de la encendida defensa y se preguntaba si ella podría haber sido tan expresiva.

Entonces Aimee se sorprendió cuando el juez le pidió que declarara. Dado que parecía que Aimee había sido una excelente influencia para Marcus el juez le preguntó si estaba dispuesta a seguir viniendo a visitarlo desde su ciudad todos al menos una vez al mes durante un año.

Aimee se sorprendió con la petición. No se había planteado cuánto podía durar su castigo, su penitencia. Pero básicamente tenía que plantearse si aceptar la petición del juez o arriesgarse a que enviaran a su hijo a la cárcel. Serán solo unos meses pero no podía aceptar esa carga, de fallarle a su hijo otra vez. No.

Así que Aimee aceptó y el juez suspendió que fuera juzgado si en los próximos dos años, hasta su mayoría de edad, Marcus no se metía en más líos. El juez no era consciente, pero Aimee sí, que lo que había aceptado es venir al menos fin de semana al mes a que su hijo la violara, humillara, degradara… a que su hijo la castigara por sus actos de hace diez años.

A la salida de la sala la madre adoptiva de Marcus agradeció muchísimo el acto de Aimee. Ni idea tenia de lo que significaba. También Marcus se comportó como un buen chico y se lo agradeció. Parecía otra persona. Pero al salir del juzgado Marcus dijo que quería quedarse a solas con Aimee tomar algo por ahí y agradecérselo. Así que los padres adoptivos se fueron.

Capítulo 9.- Fiesta salvaje con una madre

Nada más irse llegó un coche. Aimee reconoció a Mamut al volante y al rey en el asiento contiguo. “Sube” dijo Marcus mientras se quitaba la corbata y la americana y se desabrochaba el cuello. Aimee no ocultó su preocupación pero algún empujón de Marcus rompió su resistencia. A Estas alturas la oposición que podía mostrar Aimee era mínima. Tras ella subió su hijo.

“Ha ido bien según me han dicho. ¿No, Marcus?” preguntó el rey.

“Si. Increíble. Lo tenía todo perdido pero después de un alegato de mi madre adoptiva y que esta zorrita accediera a venir cada mes para ‘ayudar a portarme bien’” Marcus se rió al decir eso “lo han suspendido si no me meto en problemas durante dos años”

“A ver si lo entiendo.” El Rey casi se estaba riendo “¿La Malamadre ha accedido a venir una vez al mes a que te la folles? ¿El juez te ha condenado a  follártela una vez al mes?” Ahora sí que se rió con ganas “Marcus. Eres un cabrón con suerte”

“Pues sí. Y todo gracias a mi mami. Que se podría haber negado y se habría librado de mi para siempre pero ha preferido aceptar, delante de un juez, a que va a seguir viniendo cada mes a por su ración de polla de su hijo… y lo que se me ocurra” Marcus apoyó su mano en el muslo de su madre, sobre su falda. “Quien sabe. Sigue así y tal vez te perdone”

Inesperadamente Marcus vio como la cara de preocupación de su madre se tornaba en esperanza. “¿Podrías… perdonarme alguna vez?”

Marcus se quedó en silencio por un rato, pensando. “Eso es lo que buscas desesperadamente. ¿Verdad, mamá? Mi perdón.” Y no se podía decir que Marcus tuviera cara de perdonar. “En mi mundo, en el mundo donde me tiraste, no se perdona. A los que cometen errores se les castiga… duramente.”

La mano de Marcus se metió bajo la falda de su madre, subió por la pierna y maniobró para meterse bajo sus bragas y en su coño. Primero un dedo, luego dos y tres… y empezó a moverlos y retorcerlos. “Solo eres la cabrona de mi madre que me abandono a esta vida de mierda, una madre a la que odio, una madre que además está bien buena así que para mí solo vas a ser una zorra a la que maltratar.”

Aimee se retorcía en el asiento, no podían verla de cintura para abajo pero su hijo le estaba metiendo sus dedos en el coño en mitad de la calle, en un coche en marcha. Respiraba pesadamente soportando la humillación y preocupada porque alguien los viera.

Por suerte no fue así. Al final terminaron en una zona de la ciudad que alternaba solares de negocios como chatarrerías o garajes con algunas casas. Una zona baja. El coche se metió en uno de estos solares con una entrada de garaje que se cerró nada más entrar.

Todos bajaron del coche, Aimee dudo pero su hijo abrió su puerta y la sacó medio arrastrando del brazo. El lugar era una pequeña nave industrial que había sido acondicionada para ser la casa de club de la banda SK a la que pertenecía su hijo. En el sitio Aimee contó varias personas más, en total eran 9 jóvenes. Todas de la banda aparentemente, de varias edades entre la de su hijo y la del Rey.

“Es mi fiesta por haberme librado de la cárcel” dijo Marcus. “Ya que me he librado gracias a ti he pensado en invitarte” y dijo esto último con una sonrisa que no auguraba nada bueno. La cogió por la cintura y se la llevó hasta lo que parecía ser la zona de reunión con sus sofás, algunas mesas y un billar y un juego de dardos cerca.

“Ya nos hemos enterado” dijo uno. Aimee Imagino que algunos de los presentes habrían colaborado en su primera violación. “Brindemos por la Malamadre” dijo levantando su cerveza. “Sí.” Dijo otro “Que para salvar a su hijo ha accedido a venir todos los meses a que se la folle” y todos rieron al unísono. Aimee solo agachó la cabeza avergonzada. Alguien le paso un par de cervezas a Marcus que ofreció una a su madre, con insistencia hasta que esta aceptó.

Al principio todo parecía… normal. Los jóvenes bebían, se reían, alguno hacía alguna broma sobre Aimee… pero esta no sabía qué pensar. Era como una calma antes de la tempestad. Podía sentir las miradas de los otros jóvenes y se sentía como un conejo rodeado de lobos. Aimee no se separaba de su hijo. Era irónico pero era donde más segura se sentía. Aunque su hijo aprovechaba para tocarle el culo o llamarle alguna cosa denigrante delante del resto.

Uno de los que no conocía se acercó y le ofreció a Aimee jugar una partida de billar. Aimee se negó pero su hijo insistió, decía que se divirtiera. Aimee era bastante mala jugando al billar pero lo hizo por pasar el rato… no fue agradable. Lo primero que hizo su hijo fue desabrocharle un par de botones de la blusa con la excusa de que hacía calor. Bueno, pensó Aimee, no se veía nada por esos dos botones. Pero en cuando empezó a jugar veía que cuando se agachaba a tirar varios de la banda se ponían al otro lado y miraban sin disimulo su escote. Y no solo eso. Cuando iba a tirar siempre había alguien a su lado que le tocaba el trasero. O peor, directamente metía la mano bajo sus falda y le palpaba bien. La primera vez Aimee miró suplicante a su hijo pero este solo se encogió de hombros. “Venga mamá. Que eso no es nada. Es solo un inocente divertimento” De inocente no tenía nada Al moverse alrededor de la mesa siempre había alguien en el borde que no le dejaba espacio y tenía que pasar sintiendo como el paquete del que le obstruía se refrotaba contra su cuerpo.

La partida duró poco. El otro jugador era bueno. Aimee se extrañó que acabara tan pronto. Imaginaba que querrían torturarla más tiempo y se alegró que no durara tanto.

“He… he perdido.” Balbuceo Aimee y dejó el taco en la mesa pensando que ya había acabado.

“Si, has perdido” dijo el ganador. “Así que tienes que pagar. Quítate la blusa”

“¿Qué…?” y otra vez Aimee, infructuosamente, miró a su hijo. Este solo sonreía. “Bueno mamá… has perdido. Así son las reglas. O te quitas la blusa y la recuperaras al final de la noche o te la arrancan y tendrás que volver sin ella”

Era de imaginar… las cosas seguirían yendo a peor. Esto era otro castigo que su hijo le infringía por sus culpas. Aimee temía volver desnuda así que, pese a la vergüenza que le generaba, se quitó la blusa y la dejó sobre el billar. Los demás de la banda se rieron cuando la vieron doblar la blusa. Aimee ni sabía lo que hacía. Bueno… el sujetador que llevaba era discreto, no enseñaba nada que no enseñara cuando iba a la playa.

Aimee intentó volver con su hijo pero otro miembro de la banda se acercó a ella. “Venga Malamadre. Vamos a jugarnos tu falda contra mis pantalones a los dardos” Aimee negó con la cabeza pero su hijo intervino. “Tú misma, mamá. Si te la juegas y ganas los salvarás, te lo prometo. Si no te la juegas ahora mismo te arrancaran la falda y no volverás a verlas y te haré volver a casa así”

Aimee no sabía jugar a los dardos pero lo intento. Otra vez cuando le tocaba tirar tenía que sufrir tocamientos y refrotes que desde luego no ayudaban a concentrarse. Por supuesto perdió. “Venga” dio el ganador. “La falda fuera”

Aimee se negaba. Se quedó quieta en el sitio sin quitársela. “Bueno, da igual… de una forma u otra te la vas a quitar” y sacó una navaja al mismo tiempo que tiraba de la cintura de la falda, dispuesto a cortarla.

“No no…” reaccionó Aimee que se apartó y enseguida empezó a quitarse la falda. La llevó junto a la blusa y allí la doblo, lo cual hizo que los jóvenes se rieran de lo extraño de su comportamiento. Ahora Aimee solo llevaba su conjunto de braguitas y sujetador blancos, discretos, y sus sandalias de tacón de esparto. Aunque se decía que en la playa iba igual de tapada se sentía ya desnuda.

“Venga mamá. Juega ahora conmigo por tu sujetador. Te lo pongo fácil a cara o cruz”

Era la vez que más posibilidades tenía de ganar. “¿Qué te pides mamá?”

“Cara” dijo dubitativa. Marcus lanzó la moneda y salió cara.

Aimee suspiro. “Gane…” dijo con un susurro.

“¿Pero qué dices, mamá? habías pedido cruz”

“¿Qué… qué? No. Había pedido cara.”

Marcus endureció el rostro “Me estás llamando mentiroso delante de mis amigos” estos además empezaron a confirmar que había pedido cruz. “si si… yo lo he oído…”“Y yo…”

“No no… no quería decir eso...”

Marcus extendió la mano esperando su premio. Aimee temblaba con fuerza, con los puños apretados, asustada, paralizada como un cervatillo ante las luces…

“Mamá…” nada paso. “MAMÁ” y Aimee dio un respingo sobresaltada.

Muy despacio Aimee se llevó las manos a la espalda, se quitó el sujetador y, cruzando su brazo sobre sus pechos para cubrirse, le dio el sujetador a su hijo. Hasta ahora, durante la tarde, aunque siempre tenía encima la atención de varios miembros nunca habían sido todos. Ahora Aimee se percató que estaban todos haciendo un medio corro con el billar a la espalda de Aimee. Su hijo lanzó el sujetador sobre el billar con el resto de las prendas.

Marcus chasqueo los dedos y Aimee pudo ver como algunos de los jóvenes preparaban varias cámaras en sus trípodes apuntando a varias zonas del local. Donde estaba ella ahora mismo, el sofá, un espacio delante del sofá...

“Pero me has dejado en mal lugar delante de mis amigos al llamarme mentiroso, mamá” Marcus alzó la voz para que todos sus amigos le escucharan. “¿Sabéis lo que me dijo ayer mi madre mientras me la follaba? Que nunca le habían metido el yogurt”

Aimee no entendía a qué se refería.

“Ni se lo había tragado”

Y ahora Aimee si lo entendió. Se refería a que nunca se habían corrido en su boca. Que su hijo hablara de su vida sexual le avergonzaba. Algo un poco estúpido teniendo en cuenta que ahora mismo solo llevaba sus bragas y sus sandalias de esparto rodeada de varios jóvenes.

“De rodillas mamá”

Como otras veces Aimee se quedó paralizada. Una cosa era ser forzada en casa… otra delante de tanta gente. Y aunque no se lo había dicho a su hijo siempre le había parecido tremendamente humillante arrodillarse delante de un hombre para darle sexo oral. Ni te digo además con público.

Marcus cogió por la nuca a su Madre y empujo forzándola arrodillarse. Aimee se seguía cubriendo los pechos lo mejor que podía. Su hijo, una vez la forzó a arrodillarse se puso delante de ella, se  bajó los pantalones y le puso la polla delante de la cara.

“A mamarla, mamá. Ya es hora que aprendas a comerte el yogurt”

“Hijo… no… por favor… No puedo hacerlo…”

“Será mejor que lo hagas, mamá…” le dijo su hijo con cara de enfado… “Será mejor… no me hagas enfadar”

Pero Aimee solo agacho la cabeza, avergonzada, temblando… rezando para que todo fuera un mal sueño.

Pero no lo era. Sintió por sorpresa que su hijo la levanta por el pelo y la lanzaba contra el billar. “Sujetadla” y en seguida dos miembros le aferraron los brazos quedando doblada sobre el billar como esa misma mañana había estado doblada sobre la mesa de su cocina. Noto como su hijo tiraba de sus bragas con fuerza hasta romperlas. “Se abre la veda” grito “dentro de poco tendréis barra libre con el coño de mi madre”

Aimee cerró los ojos. Era algo sucio pero reconocía que se la follasen era más fácil que tener que hacerle una mamada a su hijo voluntariamente. Que sea otro el que te lo haga le libera de la carga.

Pero se equivocaba. No eran pollas lo que iba a recibir. Dio un salto cuando recibió un fuerte golpe propinado por el cinturón de su hijo. Grito con ganas.

“Grita lo que quieras mamá. Aquí nadie te oirá. Y me la vas a mamar o si no te voy a despellejar el culo con mi cinturón” Y otro golpe impactó contra sus nalgas, y otro… Aimee se retorcía, intentaba liberarse pero estaba bien inmovilizada, así uno tras otro hasta que recibió alrededor de una docena. “¿Y bien mamá? ¿Te vas a comer mi polla?”

Aimee casi no podía hablar. Asintió con la cabeza y la liberaron. Al levantarse vio a su hijo ya preparado delante de ella. Intentó arrodillarse pero el culo le ardía. Así que tuvo que ponerse de cuclillas, lo cual le daba un aspecto más obsceno al tener que separar las piernas... La polla de su hijo estaba justo delante de su cara. La cogió con una mano, como quien coge algo asqueroso, hizo dos o tres ademanes fallidos de metérsela en la boca pero al final lo consiguió. Tuvo una sensación de arcada que pudo controlar mientras oía cómo todos los jóvenes alrededor se reían con ganas. “Eso es Malamadre. Chúpasela. Que te va a gustar el yogurt”

Aimee empezó, apenas movía la cabeza arriba y abajo y poco más. “Me aburro” oyó decir a su hijo… intentó darle un poco mas de turno pero no le salía. Hasta ahora lo único que había ‘tenido’ que hacer era tumbarse y que se la follaran. Esto era distinto. Era ella la que tenía que ser la persona activa. Y con la polla de su hijo en la boca es que no le salía. “ME ABURRO” insistió su hijo pero Aimee no conseguía ponerle ganas.

Otra vez por sorpresa su hijo la alzó del suelo por el pelo y la lanzó sobre el billar boca abajo. Esta vez ni tuvo que pedirlo. Aimee término inmovilizada y empezó a implorar. “No, por favor, otra vez con el cinturón no”

“Tranquila mamá. No te voy a dar con el cinturón… no ha sido lo suficientemente… persuasivo.” Aimee miró por encima del hombro y vio que su hijo había cogido un palo de billar, lo sujetaba por la parte gruesa y lo meneaba haciendo temblar la parte más delgada. Aimee abrió mucho los ojos. Antes que pudiera hacer nada su hijo soltó un solo golpe, seco, fuerte, en el trasero de su madre que soltó un sonoro y sentido grito. Marcus alzó el taco otra vez y se paró en seco cuando escuchó a su madre implorar un sonoro “No”

“¿No, qué? mamá”

“No me fustigues más. Lo haré. Lo haré bien”

“¿El que harás?”

“Te la chupare. Y bien. Lo haré. Pero no me fustigues más” imploraba Aimee con lágrimas en los ojos.

“Soltadla”

Con dificultad Aimee se movió, hasta volver a ponerse de cuclillas, con las piernas abiertas, delante de su hijo. Escucho risas y chanzas del resto de los espectadores “Joder. Esta vez no se ha resistido mucho. Para mí que solo necesitaba una excusa para lanzarse a tragarse la polla de su hijo”

Aimee tomó aire, cerró un momento los ojos, se mentalizo y se lanzó.

Esta vez sí que le puso ganas y ritmo. Subía y bajaba por la verga de su hijo apretando sus labios carnosos. Jugueteaba con su lengua sobre su glande o recorría todo su mástil  de abajo a arriba antes de volver a zambullirse a tragarse la polla de su hijo.

“Si… ahora sí… hummm que delicia de lengua mamá. Mírame… mírame mientras me la chupas” y reforzando la orden con un ligero tirón de pelo Aimee terminó con la polla de su hijo metida en su boca mientras miraba hacia arriba, a su hijo, que desde la altura la miraba dominante. Así se sentía Aimee. Dominada, humillada. Mortificada viendo la cara de satisfacción de su hijo por la mamada que le estaba dando.

Su hijo avanzó un poco forzándola a meterse la polla un poco más adentro. Aimee intentó echarse un poco más para atrás buscando espacio o tendría que metérsela hasta la garganta. Pero Marcus volvía a avanzar y Aimee, intento buscar espacio trastabilló y cayó de culo dando contra el lateral del billar, sin más espacio para retroceder. El golpe inicial en el trasero le dolió pero por suerte el frío del suelo le calmo un poco el dolor remanente de los latigazos.

Marcus siguió a su madre en su caída, sin sacarse la polla de su boca y empujó aún más, buscando meterla hasta la garganta. Aimee intentó empujar hacia atrás a su hijo empujando sus caderas, que habían empezado a moverse, con poco éxito. Apenas lo frenaba en sus embestidas. Aimee entendió lo que estaba ocurriendo. Ya había oído hablar de cosas así pero nunca lo había experimentado. Le estaban follando la garganta.

“Sujetadla” dijo otra vez Marcus y sin poder evitarlo Aimee terminó con los brazos en cruz, sujeta, con el billar a su espalda que le cortaba la retirada e incapaz de levantarse. Ahora nada frenaba a su hijo que redobló el ritmo, follándole por la boca, metiendo y sacando su larga polla de la garganta de su madre.

Aimee apenas podía resistir las arcadas. Forcejeaba sin éxito y ahora mismo se sentía como si solo fuera un agujero. No una persona, no una madre. Solo una agujero que follarse. Tuvo que aguantar estoicamente esa forma antinatural de usar su boca como hacia su hijo hasta que pudo sentir que aflojaba el ritmo, la sacaba de su garganta y dejaba su glande aparcado en su boca. Las arcadas de Aimee remitieron hasta que noto lo que ocurrió. Una sustancia espesa que sabía muy bien lo que era empezó a llenarle la boca. Chorro tras chorro su hijo mantuvo su polla a la distancia justa para llenarle la boca a su madre con su semen. Hasta que se vació por completo. Pero aun así no saco la polla. Aimee miró hacia arriba interrogante y vio que su hijo tenía en una mano su cinturón amenazante.

“Ni se te ocurra escupir, mamá. Abre la boca y enséñamelo” Y retiró lentamente la polla de la boca de su madre.

Aimee, sentada en el suelo, asqueada por lo que tenía en la boca, solo pudo obedecer y mostrar cómo toda la corrida de su hijo aún estaba en su boca. Le daba un asco atroz. Volvía a refrenar las arcadas.

“Bien. Y ahora traga, zorra”

‘No soy una zorra’ pensó Aimee. Pero prefería tenerlo en su estómago que en la boca. Así que esta vez sí que obedeció a su hijo presta y se tragó de un sorbo toda su corrida para regocijo de los presentes.

“Ya le he estrenado el culo, la boca, la garganta y el estomago a mi madre” dijo Marcus. “Ya no me queda nada que estrenar así que…” Marcus, desde la altura miró a su madre divertido “Tenéis barra libre con la zorra de mi madre” y se apartó un poco.

Aimee, sentada en el suelo, rodeada por los jóvenes, se sentía más bien como un hueso rodeado de perros hambrientos. Veía su cara de lujuria, sin ninguna empatía, deseosos de abalanzarse sobre ella. Y entonces, casi al unísono empezaron a corear un nombre…

“Mamut… Mamut… Mamut…”

No… otra vez no… pensó Aimee. Pero el musculoso joven ya estaba delante de ella.

“Ya sabe cómo va esto, señora ¿Como lo quiere? ¿En seco o en mojado?” y todos rieron la gracia.

Aimee, mentalizada ya que no tenía salida, no necesito ni que se lo dijeran. Se puso de rodillas delante del joven que ya se estaba sacando el descomunal miembro, lo sujetó como pudo y se lo metió en la boca. Como pudo la lamió y mojó todo lo que podía. Pero entonces sitio que Mamut le ponía la mano detrás de la cabeza y empujaba. No, otra vez no, no podía caberle algo así en la garganta. Mamut empujo. Aimee intentó rechazarlo pero la mole de musculas que era mamut ni preciso de ayuda. La fuerza con la que empujaba Aimee era insignificante comparada con la de Mamut. “Mierda” dijo Mamut. “No entra. Joder” y por más que lo intentó su polla era tan inmensa que no cabía por la garganta de Aimee. “bueno... creo que ya está bien” dijo y le saco la polla dejando respirar a Aimee al fin.

Allí, desde las alturas, Mamut le hizo gestos para que se levantara. Aimee, recuperando aun el aire obedeció asustada. Una vez de pie Mamut le hizo gestos para que se diera la vuelta. Aimee temblaba pero obedeció. Sintió la mano de Mamut que, imparable, empujaba su espada forzándola a doblarse. Realmente sintió que si quisiera, Mamut podría levantarla con un solo brazo. Término tumbada sobre el billar y escucho a alguien decir “Joder. Esta mañana, para conseguir lo mismo,  la muy zorra me lo he tenido que currar. Se resistía de la ostia. Y ahora, con Mamut, ni se inmuta”

“Es que la polla de Mamut es muy golosa para las zorras, tío” se rieron.

Pero era cierto. Aimee estaba cansada mentalmente, subyugada. No se veía capaz más de ofrecer alguna resistencia simbólica. Noto como Mamut se inclinaba sobre ella para susurrarle algo al oído. “Créame señora. Es mejor así. Yo voy a disfrutar más porque su culito está bien prieto y después de que mi polla pase por su culo casi ni se va a enterar cuando el resto de la banda quiera sodomizarla”

Aimee asintió. Aunque no sabía muy bien porque. Apretó los puños y espero. En seguida noto la polla de Mamut empujándola, haciendo verdaderos esfuerzos para entrar en su estrecho ano. Aimee se quejaba, se retorcía aunque Mamut la tenia bien inmovilizada con solo una mano, y se preparaba para lo peor que aún no había llegado. Aimee podía notar ese inmenso glande abriendo poco a poco su ano mientras ella iba subiendo su grito al mismo tiempo hasta que al fin, se sintió reventada cuando todo el glande se le metió en el culo .Ella empezó a dar puñetazos sobre la mesa de billar sabiendo que no había acabado. Tal vez no tan duro como el principio pero el resto de la polla se fue abriendo paso como un cuchillo caliente en la mantequilla. Era inmensa y la empujaba una fuerza desmesurada. Aimee boqueaba, se quejaba, pataleaba pero nada frenaba la irresistible entrada de ese pollón en su cuerpo hasta el final. Y otra vez todo lo que entra… tiene que salir. La inmensa barra de carne inició su camino de salida con todo lo que eso conlleva. Aimee no sabía lo afortunada que era que Mamut no la sacaba por completo antes de volver a entrar. Con el glande al borde de salir Mamut volvió a empujar, así varias veces entre los pataleos y quejidos de Aimee hasta que el ano se acostumbró a semejante monstruosidad y tanto el ano como Aimee se pudieron relajar… algo.

Hecho ya el camino Mamut empezó a bombear con ganas, sin freno. Aimee solo respiraba pesadamente intentando usar la respiración para controlar el dolor. “dale, dale, dale…” jadeaba el resto y Mamut no los defraudaba. Allí estuvo un buen rato disfrutando del estrecho y poco usado hasta ahora culo de Aimee. Después de un buen rato Aimee noto, aliviada, que Mamut le dejaba una nueva carga de leche en sus entrañas. Pronto se la sacaría. Posiblemente el único momento en el que Mamut le puede dar placer a una mujer. Cuando se la saca.

Pero antes de sacarla Mamut se dejó caer sobre la pequeña Aimee. Sentía como si fuera a aplastarla. Mamut aprovechó para despedirse “Señora. Su culito es una gozada.” y se levantó liberándola. Que siguiera siendo tan ‘educado’ le ponía muy nerviosa a Aimee. No tenía sentido. Pero allí se quedó tumbada Aimee. Temerosa del siguiente paso.

Pero apenas Mamut liberó su ano Aimee escucho a alguien decir “yo, yo… ahora yo” y enseguida tenía a alguien más, un desconocido, sodomizándola. Debía darle la razón a Mamut. Después de que él la sodomizara, las otras pollas más pequeñas, aunque doloroso y molesto, eran soportables. Allí, tumbada, dejo que un adolescente que hasta esa tarde no había visto nunca, del que no conocía ni su nombre disfrutara de su culo sin poner ninguna resistencia. No duró mucho comparado con Mamut o su propio hijo… menos de diez minutos estimo Aimee. En realidad Aimee hasta le sirvió para recuperarse un poco.

“Traedla aquí” escucho Aimee. Reconoció la voz del Rey. En seguida dos jóvenes le habían cogido por los brazos y la llevaban casi a rastras hacia lo que encontró que eran dos colchones, uno sobre el otro, en el espacio vacío delante del sofá, donde apuntaba una de las cámaras. Los dos jóvenes la lanzaron como si fuera una bolsa de basura sobre los colchones, cayendo de espaldas. Junto a ella, de pie, el Rey estaba totalmente desnudo, con una aparente erección. Aimee ya había decidido no oponer ninguna resistencia, sólo se dejaba hacer, ni se molestaba en taparse. El Rey subió a los colchones, se puso entre sus piernas que abrió hasta el punto de parecer obsceno y sin decir nada sencillamente empujo su polla y forzó su entrada en el coño de Aimee. “bien Malamadre. Acostúmbrate” le dijo mientras bombeaba dentro y fuera su miembro. “Has aceptado venir todos los meses a que te folle tu hijo” No era exactamente eso, se negaba a admitir Aimee pero en el fondo sabía que era así. “Así que como Rey usare mi derecho a follarme la zorra de cualquiera de mi banda y también, todos los meses, me quedaré con un pedazo de tu coño, zorra” No soy una zorra, pensaba Aimee pero importaba ya poco. Al rato el Rey puso las piernas sobre sus hombros Y ahora Aimee podía sentir como, desde Arriba, la clavaban en el colchón, el Rey se tomaba su tiempo y disfrutaba más de una larga follada que no de un polvo rápido. Poco después el Rey hizo que se moviera hasta ponerla a cuatro patas. Otra postura que Aimee odiaba y consideraba humillante. Si a eso le sumabas que estaba siendo grabada y que varios jóvenes la estaban rodeando, viéndolo y que el Rey la forzaba a levantar la cara tirándole del pelo solo podía sentirse como un pedazo de carne para disfrute de todos estos perros. Después de tomarse su tiempo Aimee noto que el Rey llegaba al final, sujetándola por las caderas aumentaba el ritmo hasta que Aimee noto como otra carga de semen de alguien que no era su marido le llenaba el coño.

El rey le dio una palmada en el trasero mientras sacaba su polla. “Bueno… el Rey ha estrenado el coño. Ya podéis usarlo” Aimee seguía en esa postura, que tan poco le gustaba. A cuatro patas sobre el colchón, sin querer pensar que ahora, otro tomaría su lugar. Pero otra vez alguien la reclamo. “Ven aquí” oyó decir a su hijo. Miro de donde venía la voz y pudo verlo sentado en el sofá, desnudo, con la ropa en el reposabrazos y tocándose el pene erecto. Aimee espero el segundo que necesitaba para coger fuerzas y fue a levantarse pero justo entonces escucho a su hijo decir con fuerza “Ven a cuatro patas” Otra vez Aimee necesito ese segundo para mentalizarse y obedeció. A cuatro patas recorrió la distancia que separa ambos lugares hasta llegar ante su hijo.

“Bien. Ya puedes levantarte. Ya es hora de que te metas la polla de tu hijo en el coño. Siéntate aquí” le ordenó señalándose la polla. Aimee se levantó y muy lentamente, reticente pero sin otra opción, se puso de cuclillas sobre su hijo, con mucho asco sujeto con una mano la polla de su hijo y la dirigió hacia su coño. Poco a poco fue descendiendo y notando como ese miembro iba entrando en su coño recién follado hasta tocar fondo.

Marcus lanzó su cinturón, con el que ya había azotado a su madre, a uno de sus amigos. “Y ahora mamá… a cabalgar como si fueras a ganar una carrera de caballos” le dijo riéndose en la cara “O aquí mi amigo te incentivará…”

Aimee empezó a moverse, cada vez más rápido, no era una posición cómoda y temía que podía caerse pues no se apoyaba en nada. No iba despacio pero no parecía del agrado de Marcus que hizo un gesto con la cabeza. Sin previo aviso un fuerte golpe del cinturón impacto en las nalgas de Aimee que dio un salto que casi hace que la polla de su hijo se le saliera del coño. Ahora puso las manos sobre los hombros de su hijo en busca de apoyo y empezó a saltar sobre la polla de su hijo frenéticamente.

“Ahora si le estas poniendo ganas, mamá” se rió Marcus. “Si, si, si… me estás ordeñando la polla pero bien”

Aimee intento mantener el ritmo pero no podía. Era demasiado frenético y se le acababa las fuerzas. Por suerte… o no… para ella sonó el móvil de Marcus. Este solo tuvo que cogerlo del pantalón que tenía al lado y contestó. “¿Si mamá?” La madre adoptiva de Marcus, asumió Aimee. Esta paro instintivamente pero Marcus, sin soltar el móvil le cogió uno de los pezones y tiró con fuerza para arriba, y luego para abajo, así un par de veces para luego hacerle gestos que continuara. “Si. Aimee está conmigo. Le he presentado algunos amigos… si… si…. Me quedaré a dormir en su casa si no le importa, claro” Marcus no paraba de mirarla divertido mientras hablaba por el teléfono. “Pregúntaselo tú mismo” y Marcus le pasó el teléfono mientras vocalizaba un “No pares”

Aimee, con una mano en el hombro de Marcus y con la otra tuvo que atender la llamada mientras seguía follándose a su hijo. “¿Si?... Cla… claro que puede quedarse conmigo… No… no hace falta que me des las gracias…” Y Aimee noto como Marcus la sujetaba por las caderas y la paraba. “¿Los amigos? Pues… son… majos”“Mis amigos son muy simpáticos. La están tratando como una reina” alzó la voz Marcus divertido y en ese momento Aimee noto que alguien se había puesto detrás suya y que empezaba a empujar su polla dentro de su ano. Intentó taparse la boca para no emitir un quejido con la mano que se apoyaba sobre el hombro de su hijo y perdió el equilibrio Cayó hacia adelante apretando sus tetas contra su hijo y sin darse cuenta poniendo su culo más accesible para su nuevo sodomizador. Así. Tapándose la boca cómo podía, sitio otra polla penetrarla hasta el final, hasta el punto en el que podía controlar los quejidos con cierto esfuerzo… “Sí si… noooo te preocupes. Son… son buenos chicos” decía Aimee controlando no quejarse del dolor de su culo por teléfono. Los amigos ahogaros algunas risitas. “Si. Somos buenos chicos y todos queremos a Aimee por lo que ha hecho por Marcus” se atrevió a decir uno ahogando las risas. “Si. La vamos a querer hasta que reviente” dijo otro más bajo. Aimee devolvió el teléfono a Marcus, volvió a apoyarse en sus hombros y se concentró en aguantar la situación. “Adiós mamá. Y no te preocupes por Aimee. Mis amigos son tan buenos chicos que le van a hacer varios sándwiches. Y nos vamos a asegurar que no pase hambre” y colgó.

“Así que soy un buen chico” Le dijo el que ahora mismo la sodomizaba “pues vale… vas a ver qué buen chico soy” y empezó a arreciar el ataque a su culo. Como una bestia cada empujón hacía saltar a Aimee hasta casi salirse de la polla de su hijo, entonces la gravedad hacia el resto y caía de golpe, empalándose la polla de su hijo preparada para recibirla de vuelta. Su hijo se dedicó además a disfrutar de sus pechos sin ningún miramiento. No era precisamente delicado con sus manoseos.

El que la sodomizaba acabó aun antes que su hijo. Noto como se corría y luego se salía sin ningún miramiento, sin decir nada. Aimee paro por un momento, cansada. Los últimos minutos casi no había tenido que hacer nada. Solo dejarse empujar. Otro golpe de cinturón volvió a despertarla, a recordarle dónde estaba y lo que se esperaba de ella. Volvió a cabalgar la polla de su hijo frenética, todo lo que el cansancio le permitía. Como otras veces ver la cara de satisfacción, de placer, de su hijo le generaba sensaciones contrapuestas. Entre la mortificación y  la liberación. Sin previo aviso noto como otra carga caliente de leche era disparada en su vagina. Poco a poco aminoró el ritmo mientras veía la relajación y satisfacción de un buen polvo en la cara de su hijo.

“Bueno mamá. ¿Eres una mujer limpia?”

“Sí” contestó Aimee casi automáticamente sin entender a cuento que venía la pregunta

“Pues levántate y límpiame la polla”

La respuesta a sus dudas le llegó de sopetón. Se levantó y vio la polla de su hijo manchada de semen tanto de su hijo como del Rey y, suponía, sus propios jugos vaginales. Miro a un lado y a otro en busca de algo con lo que limpiarlo pero su hijo le aclaro como quería que lo hiciera. “Con la boca, mamá. Con la boca”

Aimee suspiro. Si ya era un asco chupársela a su propio hijo que además estuviera la polla en ese estado sería un milagro si no vomitaba. Cerró los ojos un momento y se dobló acercando la boca a esa empapada polla. Pero una nueva instrucción lego. “De rodillas” . Y otra vez, en esa postura que sentía tan humillante Aimee se arrodillo delante de su hijo, hizo acopio de valor y agacho la cabeza para empezar a lamer la polla de su hijo, allí donde tenía restos de semen o jugos, hasta hacerlo desaparecer todo. Y sin que hiciera falta ordenárselo, se lo trago todo.

“Que buena zorra eres, mamá” se mofo Marcus que chasqueo los dedos. “Siguientes”

Alguien cogió a Aimee por el cuello y la dirigió hacia otro joven sentado al lado de su hijo, ya desnudo y empalmado. Era el mismo que esa misma mañana la había violado en su cocina. Así como llegó sobre él le cogió la polla y se la dirigió al coño mientras se sentaba sobre él. “Serás zorra!” Le dijo “Después de lo difícil que me lo has puesto esta mañana y ahora tu mismo ¿te clavas la polla?” Que podía decir Aimee. Ya estaba rota. El joven le soltó un par de sonoras bofetadas en los pechos “Ya me puedes cabalgar bien, zorra. Me debes un buen polvo descansado” y el joven cruzó sus manos detrás de su nuca y se echó para atrás en el sofá, como quien se pone a descansar.

Pero enseguida noto otro detrás. Era fácil saber para qué. El que fuera le dijo al oído “Tu hijo nos ha dicho que te hagamos unos cuantos sándwiches y te los vamos a hacer” y empujo su polla dentro del culo de Aimee que se dejaba hacer. Otra vez, como con su hijo, el que la sodomizaba lo hacía con tanto ímpetu que la lanzaba al aire y la gravedad hacia el resto. Aimee prácticamente no tenía que hacer nada. Solo dejarse hacer.

Los jóvenes se iban turnando. Sin parar. Cuando se corría el de su coño el que la sodomizaba la levantaba por las piernas, sin sacarse la polla del culo, y el que se acababa de correr dejaba su sitio a otro que terminaba empalándola tan pronto su sodomizador la dejaba caer. Cuando se corrían en su culo era incluso más sencillo. Le sacaban la polla y enseguida tenía otra en el culo. Así hasta cuatro parejas, contando la de su hijo, tuvo que servir Aimee sin parar.

Por mucho que Aimee casi no hacía nada, todo lo hacían los jóvenes que la violaban, empezaba a cansarse. No era consciente que llevaba casi dos horas saltando de polla en polla. En el último sándwich un tercer joven se subió al sofá buscando meterle la polla por la boca. Aunque Aimee no se resistió la organización no era fácil y el resultado no era satisfactorio. “Deja de molestar tío. ¿Quieres metérsela en la boca? Ahora cambiamos de sitio y lo haces” le espetó el que tenía la polla en el coño de Aimee en ese momento.

Después de que la última pareja se corriera Aimee sintió como la cogían bajo las axilas, prácticamente la levantaban en volandas y la lanzaban otra vez a los colchones. Allí se quedó quieta, con los brazos en cruz y las piernas separadas sin importarle lo obsceno que se podía mostrar.

El joven que parecía interesado en su boca tiró de ella, hasta que su cabeza quedó en el borde de los colchones. Antes que nada mas pasara noto como otra persona subía a los colchones. Era Mamut. Aimee imagino que con esa polla iba a ser como si le dieran de puñetazos en el estómago una y otra vez. “Hola de nuevo, señora” dijo Mamut mientras le cogía las piernas y con facilidad se las subía a los hombros. Se la iba a meter bien al fondo pensó Aimee pero entonces lo noto. No iba a por su rajita. Volvió a sentir otra vez esa monstruosidad intentando entrar en su pobre ano. Aimee miro a Mamut implorante con los ojos bien abiertos “¿Otra vez?” pregunto desgarrada. “Señora. Tiene un culito que es una gozada, y me lo voy a follar siempre que pueda” Aimee ya sabía lo que le esperaba pero no tenía ni fuerzas para intentar escapar, apretó los dientes y espero. Ya sabía que iban a  ser varios segundos de tortura y luego, ‘simplemente’ una agonía. Aimee golpeaba con sus puños contra el colchón mientras notaba como esa monstruosidad volvía a violarla. Después de sentir como ese bate de baseball entraba y salía por donde no debía Aimee respiró profundamente e intentó relajarse, lo que pudo.

Aún tenía a Mamut metido por el culo cuando el joven interesado en su boca le cogió la mandíbula ¿Como esperaba que le hiciera sexo oral en esa postura, boca arriba, con la cabeza casi cayendo por el borde del colchón? Aimee se asustó cuando lo comprendió. No era exactamente sexo oral lo que buscaba. Sintió como el joven forzaba su cabeza hacia atrás y, antes de entender lo que pasaba, la polla del joven se metió en su boca y no solo allí. Noto como al llegar la final de su boca aún siguió empujando, buscando entrar en su garganta. Volvía a sentir que se ahogaba, Intentó empujarlo hacia atrás sin éxito, estaba desfallecida. Pero aun así el joven pidió ayuda para inmovilizarla .Pronto tenía los brazos en cruz, incapaz de moverlos, inmovilizada por un lado por una polla clavada en el culo y las manos de mamut sobre sus pechos, masajeándolos con fuerza e inmovilizándola contra  colchón, y por el otro lado otra polla se le clavaba en la garganta. Como si su garganta fuera un coño o un culo mas el joven empezó a moverse y  a follarle la boca. Aimee tenía problemas tanto respirando como resistiendo las arcadas pero totalmente inmovilizada no podía hacer otra cosa que sufrir.

Igual que en el sofá la experiencia se convirtió en un suceder de jóvenes que le iban follando la boca y, a elección, su culo o coño. Pronto acabó el que tenía en la boca, apenas pudo toser un poco y coger aire y otro le sustituía. Al principio se negaba a abrir la boca pero algunas bofetadas como incentivo le hacían cambiar de opinión. Mamut se tomó su tiempo aunque no lo hizo con calma. Aimee tuvo que dar gracias a dios no solo que mamut terminara corriéndose dentro de ella y terminara por sacarle ese monstruo que llamaba polla, sino que el siguiente joven que saltó sobre ella, nada más liberarla Mamut se la metió por el coño.

Así fueron turnándose hasta que media docena de corridas más acabaron dentro de Aimee, por un sitio u otro… Todos había tenido al menos dos rondas con Aimee y la novedad fue perdiendo su interés. Dejó de ser el centro de atención de todos… pero siempre había alguno con gana de coger un pedazo de Aimee. Ya fuera a cuatro patas, en el colchón… acabó doblada sobre el billar, incapaz de moverse por la fatiga extrema. Ella no lo sabía pero llevaba tres horas de sexo casi ininterrumpido. Sobre el billar aun pudo descansar pues los periodos en los que tenía no tenía una polla clavada se hicieron más largos.

Noto otra más, por el culo. El cuerpo le dolía ya tanto que ni podía localizar el dolor. El que acababa de empezar a sodomizarla se inclinó y le susurro al oído. “¿Te lo pasas bien mamá?” Aimee solo pudo gemir y dejarse hacer. “Los chicos están encantados contigo. No han visto otra puta como tú. Me siento orgulloso de ti, Malamadre” dijo medio riéndose. Como si Aimee solo fuera un pedazo de carne Marcus terminó de sodomizarla y la dejó allí, a disposición de cualquier otro.

Aimee perdió la conciencia. De vez en cuando se despertaba al notar a alguien sobre ella, estuviera boca arriba o boca abajo, pero apenas unos segundos después, su cerebro sabiamente, hacia que volviera a desmayarse.

La última vez que abrió los ojos vio que la luz de la mañana entraba por las ventanas. Estimó que entró en el local hacia las siete de la tarde… debía de llevar allí diez horas o más. Se despertó porque sentía que la estaban levantando entre varios, apenas consciente entendió lo que ocurría. La elevaron en el aire, sujetando su cuerpo y piernas que abrieron mostrando su coño obscenamente. Y con una cámara en automático se hicieron una foto. Ella bien abierta de piernas suspendida en el aire con los jóvenes detrás de ella sujetándola por las piernas y la espalda. Su propio hijo le sujetó la cabeza por el pelo y se la levantó para que mirara a la cámara. “Sonríe mamá” le ordenó pero Aimee fue incapaz de obedecer.

Una vez fotografiada como algún tipo de presa cazada la llevaron a una esquina que parecía habilitada para lavar coches. Con grifos, mangueras y desagües. La dejaron el suelo y la rodearon. Aimee cerró los ojos, solo quería dormir. Pero enseguida noto distintos chorros calientes contra su cuerpo. Abrió los ojos y vio que todos los jóvenes la rodeaban y estaban orinando sobre ella. Por si no podía sentirse aún más humillada… intentó moverse, intentó volverse, no pudo… y allí… los jóvenes descargaron las numerosas cervezas que habían tomado. Y la dejaron allí. Tirada como basura.

Un par de horas después volvió a despertarse, en el mismo sitio, apestando. Había recuperado algo de fuerzas y eso permitía al dolor ganar terreno en su consciencia y obligarla a despertarse. Los jóvenes aún permanecían despiertos, entre ellos su hijo. Cuando la vio reaccionar se acercó. “Joder, mamá. Estas hecha un asco” se rió e hizo una señal a otro miembro. “Limpiadla”

Uno de ellos cogió una manguera, la abrió y enfoco el chorro contra Aimee. Aimee se asustó pero el frescor del agua fue revigorizante. “Levántate” ordenó su hijo. Aimee obedeció todas las instrucciones. “Las manos detrás de la nuca...”“Date la vuelta…”“Dóblate…” “A cuatro patas…” Allí fue Marcus quien empuñó la manguera, se acercó y se la enchufo directamente al coño mientras le tiraba del pelo. “Estas muy guapa a cuatro patas, mamá” se mofo mientras el chorro del agua subía y bajaba de su coño a su ano. Aun dolorida Aimee debía reconocer que la ‘ducha’, por humillante y desagradable que fuera, le sintió bien. “Venga con el resto. Tienes que firmar algo”

Aimee, como un zombi desfallecido siguió a su hijo. Cuando se acercó los jóvenes alzaron sus cervezas y corearon “Por la Malamadre. Una zorra de primera. Esta ha sido una de nuestras mejores noches” En la mesa Aimee vio la foto que le habían hecho hace poco. Dios… sus orificios se veía dados de sí y le escurría semen en una cantidad obscena. A los lados de las fotos estaban los nombres de sus violadores. Marcus le ofreció un lápiz de labios a su madre y un rotulador. “Venga mamá. Vas a dedicarnos la foto. Le das a poner un beso y luego escribirás ‘Para mis queridos violadores, de la zorra más grande. La Malamadre’”

“No soy una zorra…” murmuró Aimee. Y se mostró reticente así que su hijo soltó una amenaza velada. “Tú misma mamá. Tal vez podamos… persuadirte, seguir follándote y volver a pedírtelo dentro de unas horas”

“No, no” dijo Aimee con una sorpresiva lucidez que solo el terror podía generar. Tomó el pintalabios, se los pintó y deposito un beso en la foto. Al lado del beso escribió la dedicatoria que su hijo le había ordenado.

La dejaron en paz. Lúcida y sin atención alguna vio los colchones donde la habían violado seguían ahí, se dirigió a ellos y se tumbo. No podía dormir, el dolor no le dejaba pero le permitía descansar.

Después de un rato Marcus le tiro sus ropas, blusa y falda. “Venga mamá, vámonos a casa” Aimee se vistió las dos prendas, moverse era un pequeño suplicio y por un momento se preguntó dónde estaba su ropa interior. Al mirar alrededor la encontró. La foto dedicada colgaba de la pared, enmarcada y encima de la foto estaba su sujetador y debajo sus desgarradas bragas. Su coño escurriendo semen y su ropa interior presidía ahora el local de reunión de los SK.

Su hijo aún no tenía carnet de conducir así que fue Mamut quien los llevó a casa a la vez que llevaba al Rey. En casa su hijo, que también daba muestras de cansancio solo la desnudo y la metió en la cama. Ambos se durmieron enseguida, en la misma cama, desnudos.

Capitulo 10.- Día de descanso

Se despertaron a mitad de tarde. La primera Aimee pues tenía agujetas y dolores por todo el cuerpo que la desvelaron. Se vistió con su pijama, avergonzada por su desnudez junto a su hijo y decidió preparar algo de comer. Que su hijo la estuviera emputeciendola como castigo no significaba que no fuera a hacer las tareas que le correspondían como madre. Poco después se levanto su hijo que ni se había vestido. Cuando vio la comida, con un tono sarcástico, agradeció a Aimee que fuera la mejor madre del mundo mientras le depositaba un beso en la mejilla y  aprovechaba para manosearle los pechos. La comida fue tranquila. Aimee aún estaba dolorida pero se extraño y alegró que su hijo no la torturara de ninguna forma, ni física ni mentalmente.

Después de comer Marcus mandó a su madre al salón para que la esperara. Después de unos minutos Marcus vino de la habitación con su móvil y la bolsa de los juguetes. Aun desnudo. Aimee lo espero de pie sin saber qué vendría ahora. Marcus aún paso por la cocina y trajo una silla que dejó a un lado.

“Pero que tonta eres, mamá. ¿Para qué te vistes si sabes que vas a acabar desnuda? Para acelerarlo a partir de ahora, cuando estemos en casa, o vistes como una puta o no vistes nada. ¿Estás preparada para tu siguiente castigo para pagar tu culpa?”

Aimee calló. Aun le dolía todo el cuerpo después de la salvajada del día anterior ¿Cuántas veces se la habían follado? Ni se lo imaginaba pero aproximadamente se le corrieron más de 30 veces a lo largo de la noche en distintos agujeros suyos. Otro castigo. Aimee se mentalizaba a dos por tres, cuando flaqueaba que por eso se quedaba, por eso callaba. Para que su hijo pusiera el castigo y le hiciera pagar por haberlo abandonado a este infierno. Como única respuesta Aimee respiro profundo, apretó los puños y espero.

Marcus mandó apartar a su madre la mesita del salón para que se pusiera ella allí. Se sentó en el sofá, medio tumbado y ordenó a su madre que se quitara la ropa.

“Bueno mama… ya que quieres vestirte vamos a hacer que valga la pena. Quítate la ropa… pero muuuuy lentamente. Vas a hacerme un strip tease.”

Otra vez Aimee tembló. Como otras torturas sentía de forma muy distinta las que sufría indefensa de las que tenía que colaborar. Muévete, se dijo mentalmente Aimee, y paga la culpa, se ordenó. Así que cogió los bordes de la camiseta y empezó a quitársela, muy lentamente. Entonces Marcus puso algo de música de su móvil. Música sensual. Aimee se frenó un momento al oírla y volvió a empujarse a continuar. Esa música la iba a hacer sentir más sucia aún. Haciéndole un strip tease a su hijo desnudo. Los brazos sobre la cabeza para terminar de quitarse la camiseta. Aimee intentaba no mirar a su hijo pero teniéndolo en frente era difícil. Volvió a avergonzarse al reconocer que su hijo tenía un buen cuerpo y una buena polla. Se sonrojo por un momento. Y más cuando vio que su hijo se tocaba la polla obscenamente mientras iba cogiendo consistencia. Se había puesto ropa interior y ahora no sabía si eso era malo o bueno. Aún tenía los pechos cubiertos pero el strip tease se iba a alargar al tener más prendas.

Aimee llevó sus pulgares a la cintura pero antes de empezar a quitarse el pantalón su hijo le hizo gestos para que se girara “Y sin doblar las piernas, mama” Aimee terminó con su culo encarando a su hijo y obedeció. Comprendió enseguida que así su hijo tenía una perfecta vista de su trasero mientras doblaba su cuerpo para quitarse el pantalón, lentamente, como le había ordenado.

“Ahora las bragas, mamá. Exactamente Igual… hummm… que culito tienes. No me extraña que a Mamut le vuelvas loco” Aimee dejó caer unas lágrimas por sus mejillas cuando se levantó para proceder a quitarse las bragas de igual forma, lentamente, sus bragas deslizándose poco a poco por sus piernas, su cuerpo doblándose, y todo bajo la atenta mirada de su hijo a apenas un metro o dos. Se levantó y se negó a darse la vuelta. Se llevó las manos a la espalda para quitarse el sujetador cuando recibió un golpe en el trasero, seco, rápido. “No seas tonta mamá. Sabes que te mando hacer esto para que seas consciente de que estas poniendo cachondo a tu hijo. Date la vuelta y enséñame esas tetitas tuyas”

Aimee se giró, mostrando su coñito a su hijo, con los ojos húmedos, pero resoluta. Su hijo tenía una fusta en la mano que había sacado de la bolsa de los juguetes. Aimee se desabrochó el sujetador, dejó caer los brazos hacia delante y, poco a poco, el sujetador resbaló, dejando al descubierto sus pechos de medio limón, hasta caer al suelo.

Marcus se levantó y paseó alrededor de su madre desnuda, acariciándola con la fusta. En la otra mano llevaba algo que Aimee no reconoció. Aimee aún estaba dolorida del día anterior y temía lo peor. “¿Sabes? Estas bien buena, mamá. Pero eso ha sido tu salvación. Al principio pensaba hacerlo público, decir que me habías seducido y mandarte a la cárcel.” Marcus seguía su recorrido pasando la fusta por los pezones de su madre, su trasero, su pubis… “Para joderte la vida igual que tú me la has jodido a mí. Pero luego te abriste de piernas para mi, para tu propio hijo y pensé… ¿Qué diablos? Está bien buena y es obediente. Lo que me puedo divertir. Si no estuvieras buena hubieras acabado treinta años en la cárcel pero así… puedo seguir castigándote y divertirme a la vez”

Aimee tembló al imaginarse la humillación pública Que todos supieran que su hijo se la había follado… peor… seguramente pensarían que ella se había follado a su hijo. Y treinta años en la cárcel… incluso para su sentimiento de culpa eso era demasiado. Pero por primera vez se preguntó cuánto duraría su castigo. Algo que averiguo unos días después.

“Tranquila mamá. Ya he decidido que no te denunciare. Eres más divertida fuera de la cárcel. Y como ayer fuiste una buena zorra con mis colegas, salieron encantados y secos, hoy te voy a dar algo de descanso… o algo parecido.” Marcus sonrió maliciosamente. “Arrodíllate, zorrita mía”

Aimee hinco las rodillas y su hijo colocó la silla detrás de ella, con el respaldo pegado contra su propia espalda. Dejo la fusta y puso la otra pieza que Aimee no reconoció sobre su cuello. Aimee se asustó al principio cuando noto que algo le apretaba, Marcus tiró hacia atrás hasta que al cabeza de su madre tocó el respaldo de la silla y la aseguro allí. La pieza era un cinturón de perro. Marcus lo cerró detrás de los barrotes del respaldo de la silla y su madre acabó atada y medio inmovilizada a la silla. Apenas podía girar la cabeza a derecha e izquierda. De la bolsa Marcus saco un par de cuerdas y unas esposas. Su hijo parecía divertirse con la situación pero Aimee estaba cada vez más asustada. Ahora uso las cuerdas para atar las rodillas de su madre a las patas más cercanas de la silla y los tobillos a las más alejadas. Uso las esposas para sujetar las muñecas de su madre a la parte superior del respaldo de la silla, forzándole a tener los brazos sobre su cabeza.

Si ya le parecía humillante estar de rodillas, desnuda, delante de un hombre, que estuviera atada y delante de su hijo aún era mayor suplicio. En esa postura la polla de su hijo quedaba justo a la altura de su cara y podía ver perfectamente cómo iba aumentando en tamaño y grosor mientras su hijo la admiraba. Este se acercó y sin previo aviso abofeteó a su madre con la polla. “Abre la boquita, mama” y antes que Aimee pudiera siquiera planteárselo recibió otro pollazo, y otro más. “Abre la boca, mami. Para que entre el avioncito” Aimee tomó aire varias veces como el que se va a tirar a una piscina fría y de golpe se forzó a abrir la boca. Pero su hijo siguió golpeándola. El daño físico era ínfimo pero el mental, la humillación, Aimee de rodillas, atada, con la boca en forma de O ofreciéndose a su hijo mientras este la abofeteaba con la polla… se sentía un pedazo de carne.

Al fin, para bien o para mal pensó Aimee, la polla de su hijo tocó sus labios y empujó. Sin llegar a metérsela en la garganta procedió a follarle la boca “Bien mama. Ahora mueve esa lengua de zorra que tienes” Las lágrimas de Aimee eran más aparentes, corriendo por sus mejillas, movió su lengua pero sin gana, como un autómata, intentando que su mente estuviera en otro sitio.

Marcus dio un paso atrás, cogió de nuevo la fusta y soltó varios golpes apuntando a los pezones de su madre. “Ponle ganas, Malamadre. Esa no es forma de comerse una polla” Golpe tras golpe Aimee veía las estrellas, sobre todo cuando uno caía de pleno en sus pezones. “¡Para, para! Lo haré”

“¿Harás qué?”

“Moveré la lengua…” Aimee dudo un momento “…mejor”

“Lo que harás será comerme bien la polla. ¿No?”

“Si… “

“¿Sí qué?”

“Si… te comeré la polla”

“¿Te comerás BIEN la polla a quien?”

“A ti”

“Déjate de gilipolleces. Sabes quién soy y seguro que ya sabes lo que quiero oír” Marcus soltó otro fustazo certero sobre un pezón de su madre. “Degrádate”

Aimee lloraba ya a raudales, tanto por los golpes como por la situación pero al final le dio a su hijo lo que imaginaba que quería oír. “Méteme la polla en la boca hijo, que te tu madre te la va comer entera y bien”

“Bien bien…” Marcus puso la fusta bajo la barbilla de su madre y la forzó a alzarla. “Te voy a dar una pista. Hacerte daño físico está bien, es divertido pero solo es una herramienta para conseguir lo que realmente quiero. Lo que realmente me pone es humillarte, denigrarte, que sufras aquí arriba” Y Marcus le dio unos golpecitos en la cabeza. “Así que si sabes lo que te conviene te vas a convertir en un pedazo de puta obediente para mí y así telibrarás de los castigos físicos… bueno… normalmente. Que a veces también es divertido” Y aun soltó un último fustazo en uno de los pezones de su madre.

Marcus acercó otra vez la polla a la boca de su madre. Esta vez, sin orden alguna, su madre abrió la boca y la recibió entera. Y mientras Marcus procedía a sacársela y metérsela, ya que su madre no podía mover la cabeza, esta se esmero en juguetear con el glande de su hijo con su lengua, poniéndole ganas, como si fuera una puta, sintió Aimee. Se decía a sí misma, para justificarse, que cuando mejor lo hiciera, antes se correría su hijo en su boca y antes acabaría.

Marcus se tomó su tiempo. Aimee empezaba a ser consciente de la resistencia de su hijo. Donde Otros acaban en 5 minutos él solía durar mucho más… menos en los rapiditos, como decía él. Por sorpresa Marcus saco la polla de la boca de su madre y esta lo miro sorprendida… pero más sorprendida se quedó cuando un primer chorro de semen el impacto en la cara, luego otro y otro… Si no se podía sentir aún más humillada, de rodillas, desnuda, atada… ahora su hijo estaba corriéndose en su cara. Aimee cerró los ojos y los labios con fuerza y aguanto. “Bien… que ha gusto se queda uno después de sentirla lengua de su madre alrededor de su glande” Aimee no se atrevía a abrir los ojos o los labios. Noto el semen escurriéndole por la cara junto con sus propias lágrimas, y la desagradable sensación de tenerlo en los labios.

Al fin Aimee abrió los ojos, solo para ver a su hijo, con cara de satisfecho, mirándola, sonriente tumbado en el sofá masajeándole la polla que había perdido su rigidez. Entonces sonó el timbre de la puerta. La cara de susto en Aimee fue aparente, más cuando su hijo dijo “Bien. Son puntuales” y se levantó a abrir, aún desnudo.

Aimee forcejeo con la silla pero fue consciente que los más que podía conseguir es caer tumbada. Al abrir la puerta vio a varios de los amigos de Marcus que ya habían estado en su violación en grupo del día anterior. Aún se estaba recuperando. Sería incapaz de soportar algo así tan pronto. Los amigos, hasta cinco, fueron entrando y haciendo comentarios obscenos sobre su situación. “Joder, que guarra...”“Marcus. Me gusta cómo decoras tu casa con zorras”“Malamadre” dijo otro mientras se apretaba el paquete al pasar delante de ella “Ayer me dejaste esto seco” Uno a uno fueron entrando y sentándose donde podían. “Bueno… ponlo ya. Quiero ver qué pinta tengo como actor porno” dijo uno. Aimee podía ver cómo los jóvenes solían mirarla divertidos y con desprecio. Habían traído además cervezas y pizzas.

Los jóvenes pusieron un USB en el televisor. Enseguida Aimee pudo ver que era el video de su violación del día anterior. Al menos desde una de las cámaras. Desde su posición privilegiada no podía evitar verlo, ver su propia degradación. Y lo peor… coreado por los comentarios jocosos y despectivos de los jóvenes que lo estaban viendo y que además habían participado. Tuvo que ver otra vez como su hijo le follaba la garganta, como terminaba sobre el billar y gritaba al notar la monstruosidad de Mamut invadirle las entrañas…

Poco a poco vio como los paquetes de los jóvenes iban creciendo. Como, con todo el descaro se la sacaban y se la meneaban lanzándole miradas de vez en cuando. Al final uno se levantó “Joder… está hecha un asco. Me gustaría que me la chupara pero así no, desde luego” y a apenas un palmo de la cara de Aimee empezó a masturbarse. Aimee cerró los ojos asqueada pero recibió un fustazo, no muy fuerte por suerte, más para llamar su atención, por parte de su hijo. “No me seas maleducada, mamá. Abre los ojos que te van a hacer un regalo”

Aimee tuvo que abrir los ojos y ver como esa polla quedaba a apenas un palmo de la cara, escuchando los jadeos del joven mientras se la meneaba hasta que poco después, otra vez, Aimee noto como chorro tras chorro la corrida del joven le caía en la cara, los pechos, el pelo… como se resbalaba por su piel y cómo se sentía más asqueada, más humillada…

Obviamente no fue el único. Parecía que iba a ser la diversión del día. Aimee no sabía si su hijo se había apiadado de ella, pues aun estaba dolorida del día anterior. Aunque la humillación de estar atada, de rodillas, desnuda antes esos jóvenes que uno tras otro se iban corriendo sobre ella mientras veían el video de su violación esa desgarradora al menos físicamente le daba un respiro. Hasta de dos en dos llegaron a correrse y hasta que al menos, incluido su hijo no se hubieran corrido dos veces sobre  ella no dieron por acabada la diversión.

“Bueno mamá. Me voy a tomar unas cervezas con los amigos. Luego vuelvo” Aimee esperaba que la desataran pero no fue así. De repente se encontró a oscuras y sola en la habitación. Aun atada y desnuda. Podía oler el asqueroso aroma de más de una docena de corridas sobre su piel, como esa materia viscosa aún se resbalaba sobre su cara, sobre sus labios, goteaba desde su barbilla hasta sus pechos, le apelmaza el pelo… Se sentía como un pedazo de carne, un cubo de semen atado.

Las horas pasaron, una, dos, tres… Y Aimee empezaba a tener sed, hambre, pero sobre todo… ganas de orinar. En esa apostura, con las piernas ligeramente separadas por las ataduras, no ayudaba y tenía que hacer verdaderos esfuerzos por no mear allí mismo. Aimee imploraba que su hijo volviera pronto. Y así fue, a las tres horas escuchó como su hijo entraba en casa, solo afortunadamente. “Hola mamá. Me has echado de menos” dijo sarcástico. “Por favor, desátame. Me estoy meando” Marcus soltó una sonora carcajada pero se acercó a su madre y desató sus brazos. Así ella pudo desatarse de las ligaduras y se fue rauda hacia el baño. Hizo ademán de cerrar la puerta pero su hijo entró detrás. Ya ni le importaba. Se sentó y empezó a orinar con ganas. Su hijo cogió una toallita de manos y la puso sobre el hombro de su madre, que estaba asquerosa después de horas con el semen secándose, y allí apoyó su mano como el que se apoya en una pared y se sacó el miembro. ¿Acaso su hijo quería que se la chupara ahora? se extraño Aimee pero en seguida noto como su hijo empezaba a mear, apuntando a su vientre, como si fuera la pared de un callejón que usan los borrachos para aliviarse, y sintió como caía entre sus piernas mientras ella misma también orinaba.

Marcus se sacudió la polla delante de su madre, asqueada y salió del baño mientras decía “Mamá. Dúchate. Apestas. Estas hecha una basura” Y Aimee tuvo que reconocer que era cierto.

Cuando Aimee salió del baño no vio a su hijo. Parecía que se había metido en el dormitorio. Aimee aún tenía hambre y sed. Así que pillo unos restos de las pizzas que los jóvenes habían dejado y se fue a la cocina a comérselos y a beber algo. No hizo nada más que entrar en la cocina y su hijo apareció, ya desnudo.

“¿No vienes a la cama o qué?” Aimee hizo ademán de taparse pero paró en seco. En su cara se podía adivinar cómo pensaba un ‘¿Para qué voy a hacerlo?’ “Iba a cenar algo. Obviamente no he podido comer nada” Marcus negó con la cara divertido como quien va a reprender a un niño. “Vale… pero ¿Qué hay de mi rapidito?” Aimee puso cara de extrañeza. “Va a ser nuestra tradición mamá. Las buenas madres le dan un beso a sus hijos al acostarse, las malas madres como tu dejan que su hijo le haga un rapidito para que se relajen antes de dormirse”

Rapidito. Ya entendía. Como el que le hizo dos noches atrás. Pensaba hacérselo todas las noches por lo visto. “Dóblate sobre la mesa, mamá” Aimee obediente se dobló sobre la mesa, como la habían violado el día anterior por la mañana e incluso separó las piernas. Marcus, detrás de ella, se rio. “jajaja. ¿Ofreciéndote mamá? Me gusta como empiezas a pensar pero no, para los rapiditos junta las piernas” Y su propio hijo acompañó sus piernas hasta juntarlas por completo. Aimee sabía que así se vería su coñito apretado entre las piernas. Pudo notar como su hijo empujaba su polla entre los labios de su apretado coñito hasta conseguir invadirlo. Y una vez dentro, como si fuera un conejo, la follaba a toda prisa, solo buscando una corrida rápida. Una masturbación usándola a ella como objeto. Apenas fue unos minutos. Y Aimee se horrorizo al pensar lo fácil que estaba empezando a ser para ella dejarse hacer. Una cosa era chupársela a su hijo con ganas o hacerle un strip tease, eso la mortificaba porque era ella quien tenía que hacerlo. Pero tumbarse para dejar que su hijo, o peor, cualquiera que dijera su hijo  que se la follara empezaba a ser soportable. Era un infierno pero soportable.

Marcus le dio un cachete en el trasero a modo de despedida. “Gracias mamá. Ahora sí que dormiré a gusto. Come si quieres y no te preocupes. Mientras yo esté cerca nunca te faltara un pedazo de carne que llevarte a la boca” y la dejó allí, doblada sobre la mesa y el coño lleno de su semen, otra vez.

Ni se molestó en limpiarse el coño. Tenía hambre y sed. Aún recuperándose de la violación en grupo del día anterior. Así que comió, bebió y recobró fuerzas. Aún sentía vergüenza de que su hijo la viera desnuda.

Pero recordaba las reglas. Se arriesgo un poco y se puso una camiseta que solo le llegaba a la cintura para dormir antes de meterse en la cama con su hijo, que estaba desnudo y ya se había dormido. Lo peor, o lo mejor, Aimee no sabía que decidir, es ver la cara de felicidad que tenia dormido.

Capítulo 11.- Conociendo a la familia

Al día siguiente Aimee volvió a despertarse primero. Aun le sorprendía lo bien que podía dormir después de todo lo que estaba pasando. Se sentó en la mesa de la cocina, la misma donde ya se la había follado varias veces y puso su cara entre sus manos. Aún no podía creer lo que estaba pasando. Todo había sido tan rápido. No podía creer que lo aceptara tan fácilmente, semejante castigo. Pero no podía negar que su mente sabía algo que ella no entendía. ¿Cómo podía dormir ahora tan bien cuando llevaba años incapaz de dormir por la culpa? Y su hijo se veía tan feliz… a costa de su sufrimiento pero… ¿No es eso lo que hacen las madres? ¿Sacrificarse por su hijo?

Eso y el desayuno, pensó Aimee, intentando darle algo de humor al infierno que estaba viviendo. Así que empezó a preparar algo de huevos y bacón. Al poco escuchó a su hijo levantarse. Cuando entró en la cocina Aimee ni sabía que decirle. ¿Que se le dice por la mañana a un hijo al que abandonaste a una vida de mierda y que ahora te lo hace pagar emputeciendote y tú sientes que te lo mereces de verdad? Pero recordaba las reglas. Ahora estaba desnuda de cintura para abajo pero no sabía si era suficiente. Se puso nerviosa, empezó a temblar, se bloqueo y lo único que le ocurrió hacer fue estirar de su camiseta hacia arriba para dejar sus pechos al aire.

“jajaja” se rió Marcus. “¿Así es como reciben las mamas putonas a sus hijos violadores?” se mofo. Avanzó rápidamente y empezó a jugar con los pechos desnudos ante lo que Aimee, lo único que hizo fue apartar la cabeza y cerrar los ojos. Mordiéndose el labio, esforzándose por dejarse usar de esa manera. Le juego con sus pechos no era precisamente delicado. Marcus los estrujaba, retorcía, juntaba y estiraba a su antojo. Su hijo pasó entonces a intentar besar a su madre. Aimee instintivamente apartó la cara pero al ver el enfado de su hijo se recompuso y se acercó lentamente. Al fin su hijo pudo besarla. Separar los labios de su madre con la lengua e invadirla mientras sus manos recorrían las partes erógenas de su madre. Aimee noto como los dedos de su hijo tanteaban el interior de su vagina. Primero un dedo, luego dos… tres… Aimee se retorcía e intentaba apartarse para evitar la dolorosa invasión pero su hijo le sujetaba por el cuello impidiéndoselo. Aimee apartó la cara e imploro “Me haces daño. Para, Por favor”

Marcus no paro. “Ya lo sé. Pero parece que no recuerdas lo que te dije ayer. Eres mi puta. Ese es tu castigo por lo que me hiciste. Y vas a colaborar. Y ahora mismo tu lengua parece un pescado muerto. Ya te dije que podemos hacerlo de dos formas. O le pones ganas y te comportas como una puta o te hago daño y entonces le pones ganas y te comportas como una puta. Como quieras. Pero la parte del dolor te la puedes ahorrar” y volvió a lanzarse a besar a su madre.

Aimee noto como la presión en su coño se relajaba aunque los dedos seguían allí. Lo intento. Lo intentó con ganas. Cerró los ojos y se imaginó que estaba besando a su marido. Lo intentó con ganas pero no funcionaba. El no era tan rudo. No le metía la lengua hasta la garganta, no le acariciaba con tanta rudeza….

Marcus se apartó de golpe tiró a Aimee al suelo. De refilón pudo ver la cara enfadada de su hijo mientras iba al dormitorio. En seguida volvió con la bolsa de los juguetes. “Que… ¿Que vas a hacer?” preguntó Aimee asustada. Primero vio las esposas. Aun desorientada dejo esposarse por su hijo, manos a la espalda. Luego vino la mordaza de bola. Aimee intento implorar algo pero no le dio tiempo antes de ser silenciada. Su hijo la arrastró y  la tiró sobre la mesa de la cocina. Cualquier cosa mejor que verse forzada a colaborar. Pensó. Imaginaba que su hijo la iba a sodomizar. Dejarse hacer era más fácil. Cerró los ojos e intento pensar en otra cosa.

Entonces le golpeó el primer azote con el cinturón de su hijo. Luego otro, y otro… Esta vez Marcus no paraba. Aimee intentó levantarse a duras penas pero esposada no era fácil. Su hijo volvió a lanzarla otra vez a la mesa y a seguir azotándola. Si seguía así la iba a despellejar. Al fin su hijo puso su mano sobre el cuello de su madre, inmovilizándola y siguió azotando sin que esta pudiera resistirse. Auténticos lagrimones caían por las mejillas de Aimee. Ya había pasado por esto, en el club, pero esta vez fue más intenso y duro aun más.

Cuando paró solo se oía a Aimee sollozando a través de la mordaza. Había sido atroz. Su hijo la forzó a levantarse por el pelo y, una vez de pie, le sujeto y retorció los pezones y tiró hacia arriba hasta poner a su madre de puntillas. El dolor no había acabado. “Mírame… mírame a los ojos mama. Abre los ojos… mírame!” Al fin…. cuando tuvo contacto visual, manteniendo a su madre de puntillas forzada por los pezones Marcus le explico “Los dos sabemos que ahora le vas a poner ganas así que hazte un favor. La próxima vez que te pida hacer algo, por muy asqueroso y repulsivo te parezca porque soy tu hijo piensa en lo que ha pasado, piensa en que va a volver  a pasar y pregúntate si vale la pena. Vas a ser mi puta. Es tu castigo. Tú lo aceptaste. Que sea con dolor o no es decisión tuya”

Marcus soltó los pezones de su madre que pudo dejar de estar de puntillas aliviada. Desató las esposas y la mordaza y allí, de pie, acercó los labios a su madre. Esta vez Aimee si abrió los suyos, recibió los de su hijo y jugueteo con su lengua. Su hijo pasó un brazo por su espalda y otro por el cuello y recibió el profundo beso de su madre. Así estuvieron unos segundos, Aimee intentando ponerle ganas. El culo le ardía. Entonces noto como su hijo apretaba su presa sobre su nuca mientras la besaba, bajaba la mano de la espalda hasta el dolorido trasero y apretaba. Aimee se retorció por un momento al sentir como se reactivaba el dolor de su trasero, intentó darle más pasión  al beso pero su hijo siguió castigándola, ahora con una palmada que aun fue más dolorosa. ¿Qué estaba haciendo mal? El abrazo. Solo estaba besando a su hijo, nada más. Ni siquiera estaba pegada a él. Aimee abrazo a su hijo y lo apretó hacia ella. Sus pechos se pegaron contra su hijo. Hasta pudo notar la erección de su hijo contra su propio pubis. La mano de Marcus seguía en su trasero. Acariciándolo. Producía algo de malestar, aún estaba sensible. ¿Que más quería su hijo? Emputecerla. Eso es lo que tenía que tener claro Aimee. Ese era su castigo. Emputecerla. Aimee empezó a mover su cintura, a restregar su pubis contra la erección de su hijo como si fuera una puta barata. Y ahora, al fin la mano de su hijo subió, a juguetear con los pechos de su madre.

Así estuvieron unos minutos y Aimee no frenó en sus esfuerzos. Aun le dolía el trasero e incluso los pezones. No sabía cuando iba a poder volver a sentarse. Al fin su hijo separó su boca. “¿Ves mamá? Has terminado poniéndole ganas. ¿No hubiera sido más fácil si hubieras claudicado desde el principio?” y aun le dio una palmada en el trasero a su madre que le hizo saltar, a modo de recordatorio.

Marcus cogió su cinturón, acto que hizo que Aimee casi se meara de miedo. “¿Has aprendido la lección? Malamadre”

“Si, si” dijo Aimee afirmando enérgicamente con la cabeza.

“Bien. Pues siempre que te bese quiero que me lo devuelvas igual. Y que me abraces, te refrotes como una buena puta con su cliente. No quiero ni tener que pedirlo o ya sabes lo que pasará” Marcus se enrollo parte del cinturón en la mano, preparándolo para otra sesión de azotes.

Marcus cogió un cuchillo. Aimee se quedó petrificada pero en un instante vio como Marcus le cogía de la camiseta y la rajaba a la altura del pecho. Ahora sus tetas se le veían sin tener que levantarse la camiseta. Aimee respiraba pesadamente. Por un momento temió por su vida. Marcus se sentó a tomarse el desayuno que le había preparado su madre. Tan pronto se lo acabó se fue sin decir nada.

Aimee se quedo en casa sin saber qué hacer. ¿Era otra prueba? Se puso a arreglar la casa. Preparo la comida pero para su sorpresa su hijo no vino a comer. Quería llamar a su marido pero no lo hizo pues no quería que, otra vez inconsciente, la animara a seguir siendo violada por su hijo.

Llegaron las tres y oyó a su hijo llamar a la puerta. Obediente seguía solo con la camiseta rasgada y fue a abrir la puerta. Se encontró a su hijo con cuatro de sus amigos violadores.

Dio un respingo pero la sorpresa le duró poco. Aimee se percató que ni hizo ademán de taparse, rendida como estaba a la situación. Detalle que no dudaron lo jóvenes en hacerle notar. “Wow. Malamadre. Ya ni te molestas en taparte. Te has convertido en un pedazo de golfa en tiempo récord” se mofó uno al entrar que aprovechó para juguetear rápidamente con su coño al entrar. Prácticamente todos juguetearon con su cuerpo a modo de saludo de una forma u otra. Marcus se lanzó a darle un beso a su madre.

Noto la lengua de su hijo forzando su entrada en su boca. Recordaba la sesión de esa misma mañana donde su hijo la había ‘instruido’ como besarlo. Aimee aún dudó. Con espectadores, que la vieran como ella besaba lascivamente a su hijo… verían como ella ponía de su parte... La humillación… Oyó un traqueteo. Aimee adivino que eran los dedos de su hijo dando golpecitos a su cinturón. Enseguida reacciono. Abrazo a su hijo, se apretó contra él y empezó a besarle como le exigía. Sus pechos contra el cuerpo de su hijo. La mano de este en su trasero, ella misma refrotando su pubis contra el paquete de su hijo… todo esto inició las bufas, bromas y sarcasmo de los espectadores.

“Joder con la puta. Le pone ganas.” se rió uno. “Es lo que tienen las pollas de los SK. Vuelven zorra a cualquiera modosita”“Si.  Modosita. ¿Os acordáis cómo era el primer día? Y ahora nos abre en pelotas sabiendo que nos la vamos a follar bien y le pega morreos a su hijo como para ponerle la polla en fuego”

Aimee oía las risas de los amigos de su hijo, se apartó de Marcus cuando este dejó de besarla, agachando la cabeza e intentando no mirar a nadie. La vergüenza la estaba destrozando. Pero su hijo la cogió por el pelo y empezó a arrastrarla hacia el salón, hasta el sofá. Aimee se resistía débilmente pugnando entre su supervivencia y su afán de cumplir su purgatorio.

Arrojada al sofá parecía que los jóvenes tenían un plan. Aunque lo desconocía. Le empezaron a atar a la altura de las rodillas con cuerdas de la bolsa de Liz, con los otros extremos a los reposabrazos del sofá. Aimee se encontró de repente bien abierta con las piernas sujetas y separadas, ligeramente reclinada hacia atrás. Totalmente accesible. Uno de los jóvenes empezó a rasgarle la camiseta que ya no le cubría sus pechos hasta arrancársela. Algo innecesario pues sus brazos estaban libres y podría habérsela quitado por la cabeza. Otra vez estaba totalmente desnuda delante de unos jóvenes que, sabía, la iban a violar. Juntó las manos, cerró los ojos y empezó a rezar en silencio.

“jajaja. Claro. Beata tenía que ser. Van de puritanas pero al primer puntazo de polla se destapan como las zorras reprimidas que son” Aimee recibió una bofetada. Era su hijo. “Si quieres rezar, hazlo. Pero con los ojos abiertos. Quiero que nos veas follarte” Aimee pudo ver como uno de los amigos de Marcus ya se ponía encima, listo, con su polla en la mano para follarsela. Otra vez sentía como un joven, sin decirle nada, entraba en su coño sin desearlo. Rezaba en silencio implorando fuerza y se dejaba hacer pero forzada todo el rato a mirar a sus violadores. El joven no se privó de toquetear sus pechos y su culo mientras se la follaba, ni disimulaba la cara de disfrutar de una puta sumisa como ella. Lo inevitable ocurrió al sentir la corrida del joven en su coño. Aimee se mordió el labio. ¿Cuántos ya? No podía ni estimarlos. Imposible. Y otro más se sumaría a la cuenta enseguida pues, sin descanso, tan pronto se apartó el primero un segundo procedió a ocupar su lugar en el coño de Aimee. Todos, uno tras otro pudieron disfrutar de la sumisa victima sin cortapisas. Aimee notaba que en esa postura de la que no la movieron, parecía que el semen le salía del coño a borbotones empujado por la polla cuando uno nuevo sustituía a su último violador. El coño le ardía con tanta violación sin descanso.

Su hijo se reservó para el final, cuando algunos incluso habían repetido. Cuando la penetro Aimee se percató que tenía un móvil en su mano, su móvil, que se lo paso a uno de sus amigos. “Ya sabéis lo que tenéis que hacer todos. Sobre todo callados!” Ordenó. Aimee se asustó. “Pero… ¿Qué haces? Es mi móvil ¿A quien…?” Una bofetada la callo en seco. “Calla, que te voy a hacer un regalo. Eso si… como no colabores empezamos a follarte bien duro y sin apagar el teléfono” El amigo de Marcus los apuntó con la pantalla.

Una videollamada apareció en el móvil y pudo reconocer a su marido en la imagen. “Hola cariño. ¿Eres tú?” Aimee se quedó congelada. ¿Su marido la estaba viendo desnuda con su hijo encima follándola? “Hola” Contestó su hijo. “Soy Marcus. Estamos con el manos libres. Queríamos hacer una videollamada pero parece que el móvil de mamá se le ha estropeado la cámara. Pero le hacía ilusión veros” Y Marcus empezó a redoblar sus esfuerzos follándose a su madre. Aimee estaba en shock. “Saluda, mamá” le dijo burlón. “Ho…” Aimee se recompuso. Tenía que asegurarse de que su marido no sospechara de lo que pasaba. “Hola, cariño. Si. Te echo de menos” le decía mientras notaba las manos de su hijo jugar con sus tetas. “Lo sé”. Le contestó. “Pero no te preocupes. Marcus. Quiero que sepas que apoyo, en todo, lo que está haciendo Aimee. Creo que es muy bueno. Seguro que está dispuesta a todo por ayudarte. Y me alegra que ahora mismo estés más cerca de ella. Seguro que es algo bueno. Sigue así. No pares” A los amigos de Marcus casi les da un ataque de risa. “Sé lo que dices. Aimee es…ta” dijo la segunda sílaba muy bajo y solo Aimee puedo oírla “muy buena y creo que rencontrarnos le he llegado muy dentro. Hemos conectado muy prfundamente” al decir eso empujó aún más su polla en el coño de su madre. “Ves lo que te decía Aimee. Sea lo que sea que estés haciendo, no lo pares. Está funcionando.” Aimee reprimía lágrimas y algún que otro quejido. “Si cariño. Lo haré.”“¿Ydónde están los peques?” preguntó Marcus. “Claro. Aquí están” y un par de niños aparecieron en la pantalla. “Mamaaaaa!” Aimee miró desesperada a Marcus y empezó a sollozar ligeramente. “¿Hola mis pequeños?”Mamá. Casi parece que lloras por el ruido”“No. Es solo que os echo de menos”“Nosotros tambiénmamá. Pero papá nos lo ha explicado y también te apoyamos. Queremos que sigas allí, haciendo lo que haces. Haz que Marcus se sienta bien” A todos les costaba mantener la risa por la situación. Marcus redoblaba sus empujes y Aimee podía imaginar que estaba a punto de correrse mientras seguía hablando con sus pequeños y haciendo verdaderos esfuerzos para no llorar. Noto los espasmos de la polla de su hijo corriéndose justo cuando se despedía de sus hijos. El marido de Aimee volvió a la pantalla. “¿Ves? Todos estamos encantados aquí con lo que haces” y mientras el marido le decía lo buena madre que era y que debía perseverar como mandaba el Señor Marcus le dio unas instrucciones al oído. Debía sacarse la alianza del dedo y metérsela en el coño lleno del semen de sus cinco violadores mientras se despedía diciéndole que le quería. Aimee empezó a negar con la cabeza. La alianza era sagrada. Su amor por su marido era sagrado. “Mama” dijo Marcus en voz alta “creo que puedo arreglar la cámara”“No!” casi salto Aimee. “No hace falta… que nos tenemos que ir para… la cena” Aimee intento cerrar los ojos cuando procedió a quitarse la alianza pero un cachete sordo se lo impido. Los ojos abiertos, recordaba. “Cariño. Tengo que colgar. Te quiero” y justo cuando decía esas palabras se metió la alianza en la raja que supuraba tanto semen. Y el amigo de Marcus colgó. Todos empezaron a reírse. “Hasta tu marido y tus hijos quieren que te sigamos follando zorra”“Te has puesto cachonda oír a tus niñitos y a tu marido mientras te follaba tu hijo, mala madre” Aimee sollozaba visiblemente. Aunque no se hubieran dado cuenta, su familia estaba ahí mientras su hijo la estaba follando. Salió de su ensoñación cuando noto que Marcus le pegaba algo en el pubis. Era una gruesa cinta adhesiva negra. “Eso se va a quedar allí un rato” Se rio. “Bueno… ya casi acabamos” ¿Casi? se preguntó Aimee cuando vio que le habían traído su chaqueta cruzada de traje y una blusa. La desataron y Marcus le ordenó ponerse las dos prendas. Aimee se alegró de poder taparse algo, aunque siguiera desnuda de cintura para abajo. Ya casi ni se preguntaba porque solo esas dos prendas. Tan pronto se las puso su hijo la abrazó por detrás y pudo sentir una punzada al notar su polla invadir por enésima vez su culo que la hizo saltar y quejarse para diversión del resto. “Traed algo para limpiarle las lagrimas, que va a salir fatal”“¿Qué…qué vas a hacer?” Tan pronto como la limpiaron, la mano de Marcus se escabullo bajo su blusa y chaqueta y le aprisionó una teta. “Sonríe puta. Vamos a enviarle una foto a tu marido”“NO!” grito Aimee que intentó zafarse pero Marcus empezó a estrujarle y retorcerle el pecho como no lo había hecho aún. El dolor casi hace que Aimee se doblara. “Quieta!” le ordenó Marcus. “Tu, Saca primero una foto de cuerpo entero” . Y con el móvil de Aimee hicieron la foto que le había requerido. “Tráela” . Aimee pudo ver la foto. Se veía perfectamente que estaba desnuda de cintura para abajo, una cinta sospechosa en el pubis, con su hijo metiéndole mano y se adivinaba que la estaba sodomizando. “Mira puta. Te vamos a hacer una foto de cintura para arriba y se la enviaremos a tu marido de recuerdo. No se verá nada sospechoso pero si no sonríes como si fuera el díamás feliz de tu vida le enviaremos esta y se acabó” Marcus le tiró del pelo con fuerza para demandarle la respuesta “¿Entiendes?”“Si, si…” farfulló Aimee. Y de esa guisa, con el coño lleno del semen de 5 violadores y su alianza de bodas, la polla de su hijo en el culo, su mano magreándole las tetas y con varios espectadores Aimee tuvo que poner su mejor sonrisa y dejarse fotografiar. Efectivamente, había que pensar muy mal para ver algo raro en esa foto. Solo era la foto de una madre con un hijo detrás que la abrazaba por la cintura. Pero ella sabía la verdad.

“Se acabo por hoy. Iros ya de aquí mientras yo acabo de darle por el culo a mi madre”“Vale tío. Y muchas gracias. Hey. Putita. A sido un placer”

Marcus empujó a su madre hasta el reposabrazos del sofá para apoyarla y continuar dándole por el culo. Le pasó el móvil con la foto lista para enviar a su marido. “A ver, Malamadre. Escribe esto. ‘Cariño. Hemos arreglado la cámara. Por favor, imprime esta foto, enmárcala y ponla en nuestra habitación donde se vea bien’”

Si hacia eso luego sería difícil explicar a su marido porque no la quería allí. Cada vez que entrara en la habitación tendría que ver esa foto y sabría lo que ocurría en realidad. Se quería negar a hacerlo. Noto la mano de Marcus alrededor de su cuello para sujetarla y con la otra empezó a retorcerle un pezón. “Sabes…terminarás haciéndolo… ¿Quieres que otra vez te torture primero? ¿Crees que vale la pena esa falsa sensación de haberte resistido?”“No, no! Para… lo haré, lo haré”

Marcus liberó el pezón de su madre y esta procedió a escribir el texto. Se resistía a enviarlo pero cuando noto que su hijo volvía otra vez en busca de su pezón pulso enviar y dejó caer el móvil, hundió la cabeza en el sofá e intentó aguantar lo mejor que pudo tener otra vez la polla de su hijo a punto de correrse en su culo. Sintió que lo hizo porque este se dejó caer sobre ella.

“Es gracioso que dijeras antes lo de la cena” le dijo Marcus aun sobre ella con los últimos espasmos de su polla escupiendo semen. “Vístete. Mis padres nos habían invitado a cenar. Ya sabes, los que en vez de abandonarme me acogieron. Ponte la falda… y nada más. La cinta se queda ahí hasta que yo diga”

Aimee, como un zombi, se encaminó a la habitación sin poder parar de pensar, de imaginarse el símbolo de su amor por su marido metido en su coño, nadando en el esperma a causa de haberlo engañado. Y rememorando la asquerosa sensación de estar hablando con sus niñitos mientras era violada. En la habitación hizo ademán de cerrar la puerta pero una mirada furibunda le recordó otra de las reglas. Aimee no podía cerrar puertas. Ninguna. Hiciera lo que hiciera.

Aimee se quedó en la habitación, en shock, sin saber qué hacer. Le costó reaccionar. Pero al final consiguió ponerse en marcha. Se vistió, con la  falda de tubo, sin bragas, como su hijo le había dicho. Se miró en el espejo… sí que parecía una madre modosa. Si no fuera por lo que llevaba en su coño ahora mismo.

Con Marcus fue a la cena  que le habían invitado. Le costó ser una persona social. ¿Cómo serlo? No podía parar de pensar en su alianza, la sentía dentro de ella. Se sentía sucia. Más mal que bien Consiguió pasar la velada apurada y al fin, ambos se fueron. Aimee no hizo más que sentarse en el coche cuando Marcus siguió con sus juegos. “Bueno… creo que el anillo ya está bien empapado. Sácatelo” Aimee miro por las ventanillas, había gente. Ninguna cerca pero cualquiera podía verla… al menos de busto para arriba. Marcus insistió. “¿A qué esperas? ¿Es que te gusta llevarlo dentro del coño o qué?” Aimee metió su mano bajo la falda y tiró con fuerza de la cinta. Tuvo que reprimir un quejido de dolor al sentir la cinta despegarse. Luego, allí, en el coche, en mitad de la calle, junto a su hijo, empezó a hurgarse el interior del coño buscando su alianza. Sacó la mano y en ella se estaba maloliente la alianza de boda. “Venga. ¿A qué esperas? Póntelo en el dedo” Aimee busco algo con lo que limpiarlo pero Marcus se lo negó. “Ni se te ocurra, póntelo así, como esta, maloliente. Quiero que siempre que lo veas recuerdes que eres la puta de tu hijo, que es lo que te mereces por lo que me hiciste”

Marcus ya era consciente que cada vez que hacía referencias a su vida de mierda, la culpabilidad de su madre, el castigo… su madre se derrumbaba y se volvía dócil como una puta bien pagada. Aimee, sin rechistar se puso el anillo sin limpiar en su dedo y espero mas ordenes. La siguiente fue sencilla. Que lo llevara a un sitio donde había quedado con los amigos y que le esperara en casa… e hizo un recordatorio de las reglas.

Aimee llego a casa y volvió al ritual de la ducha. Esta vez con el anillo lavándolo una y otra vez. Y haciendo especial hincapié en limpiar el interior de su vagina, donde el semen de la manada de violadores había estado durante horas. Contó los días… cinco… cinco días llevaba de penitencia. ¿Realmente iba a poder cargar con esto? Intentó calmarse, relajarse. Ni siquiera encendió la televisión ni el ordenador. Solo se quedo sentada, intentando relajarse y, sobre todo, convenciéndose que era lo correcto. Su hijo era feliz. Ella era culpable. Y debía pagar.

Saco fuerzas, termino cenando y se fue a la cama. Casi se puso el pijama pero recordó las reglas. Terminó poniéndose solo la camiseta, sin nada debajo, se acostó y otra vez, sorprendentemente teniendo en cuenta lo que estaba pasando, se durmió plácidamente.

Hasta que su hijo volvió hacia la una de la mañana. Por supuesto se enteró cuando sintió su polla intentando entrar en su coño. Su hijo solo tuvo que susurrarle ‘las reglas’ y Aimee se puso de lado, casi en posición fetal y con las piernas juntas. Su hijo se la follo rápidamente y en apenas unos  minutos otra corrida de su hijo acabó en su vagina. Con una palmada en el trasero Marcus le deseo buenas noches a su madre y se acostó. Aimee, sin cambiar la postura cerró los ojos y se relajo. Hacía años que no dormía bien y quería aprovecharlo mientras durase. En seguida lo consiguió. Aimee al día siguiente empezó a preocuparse que algunas cosas empezaban a ser fáciles.

Interludio 12.- De reglas y amenazas

Al día siguiente volvió a despertarse la primera. Se percató que era el último día. Al día siguiente volvería a casa. Lo necesitaba. ¿Iba a seguir volviendo cada mes a repetir esto? Se preguntó.

Al levantarse se preguntó que para qué llevaba la camiseta. Así que se la quitó y se quedó desnuda. Preparo desayuno para ambos y espero. Cuando Marcus entró en la cocina la miró de arriba abajo y sonrió ampliamente, satisfecho. “Esa es mi putita, mamá” y sin hacer más caso se puso a desayunar. Aimee aprovecho para hacer la cama… con la esperanza de no deshacerla enseguida.

Cuando Marcus acabo de cenar la llamó. Aimee lo encontró sentado viendo un portátil, sin pantalones y con la polla ya dura. “Siéntate en mi regazo que nos vamos de compras, mami” Aimee no era consciente de lo rota que estaba ya pues, sin rechistar, se acercó y, sin instrucciones, ella misma se empaló en la polla de su hijo. La web que estaba abierta era una tienda de lencería erótica, si se podía llamar así. Era más obsceno o pornográfico que erótico. Allí, empalada en el regazo de su hijo mientras jugaba con sus tetas y su pubis con su mano libre, este le iba  repitiendo las reglas que Aimee tenía que seguir para cumplir su castigo y añadiendo nuevas. Recalco lo de la forma de vestir en privado, como comportarse con sus amigos, como esperaba que Aimee colaborara con su propia degradación siendo proactiva (esta parte era la más dura para Aimee). Todo mientras navegaba por la web de lencería e iba instruyendo a su madre el tipo de prendas que tendría que traer la próxima vez. Aimee tendría que comprarlas siguiendo esas directrices. Incluido algunos complementos de sadomaso y bondage.

Marcus pasó entonces a otra página. Parecía una web amateur de BDSM. Aimee vio una foto que enseguida le resultó familiar. ¡ERA ELLA! El día de la primera violación. No se la reconocía. Las caras estaban distorsionadas. “Te has vuelto popular en la red. Mira los comentarios” A pie de la foto había una lista de comentarios en los que la gente estaba haciendo propuestas, todas horribles, para hacerle. La más suave era meterle dos pollas por el culo a la vez (Aimee casi bromea pensando que con Mamut eso ya le había ocurrido). Otras de auténticos psicópatas incluían estrangularla hasta matarla mientras se la follaban. Marcus pasó algunas fotos más, hasta media docena, en diversos momentos de su infierno particular de violaciones continuas, todas con un patrón similar de caras difuminadas y comentarios dementes. “Imagina si no tuvieras la cara difuminada” Aimee estaba en shock, no sabía cómo reaccionar. Marcus lo hizo por ella. Se levantó y aprovechando que ya tenía la polla metida en cuando su madre se apoyó en la mesa del portátil empezó a follarsela de pie. Aimee tuvo que soportar esa violación viendo una foto y percatándose que no solo una docena de adolescentes llevaban días violándola. Miles, decenas de miles… cientos de miles… se iba a masturbar viendo fotos de sus violaciones.

Como una muñeca de plástico Aimee se dejo follar hasta que sintió esos chorros dentro de su coño que tan familiares se estaban convirtiendo.

“Bien. Volveré para comer. No hagas comida. Traeré algo. Quédate en casa y ni se te ocurra vestirte. Hoy que es el último día te quiero completamente desnuda” le amenazó con el dedo su hijo.

Capítulo 13.- Fiesta de despedida

Aimee se quedó otra vez sola en la casa. Más una cárcel que una vivienda. Sin saber qué hacer. Lo peor es que la soledad hacía darle vueltas a lo que le estaba aconteciendo. Casi por un momento echo de menos esos momentos mientras la violaban que no tenía que pensar en nada.

Llegaron las dos y oyó a su hijo llamar a la puerta. Miro por la mirilla y como esperaba no venía solo. Su hijo con otros cuatro de sus amigos, diferentes de los del último día, que traían pizzas, cervezas y una bolsa.

A estas alturas Aimee ni se sorprendió. Abrió la puerta, desnuda, y los dejó entrar. El primero se abalanzó a besarla. Aimee le dejó abrazarla y ni apartó la cara pero no dejo que le metiera la lengua. No quería corresponderle. Ya era mucho hacerlo con su hijo. Entonces oyó a Marcus carraspear. Al mirarle vio que tenía una sonrisa de oreja a oreja y que martilleaba su cinturón. Aimee ya había aprendido la lección. Iba a ceder antes o después. Ya había intentado el después y ya sabía que no valía la pena sufrir la tortura.

Abrió la boca y dejo que la lengua de ese joven la invadiera. Ella mismo empezó a responderle con la suya y lo abrazó contra él. “Hey” se quejó uno “Que la malamadre vaya pasando. No la acapares” , otro sustituyó al primero que recibió el mismo falso pero aparentemente dedicado tratamiento por parte de Aimee. Hasta su hijo tuvo su ración. El se explayo más tiempo, ventaja de ser el dueño de la zorra sumisa. Después de un buen de besos y toqueteos contra la pared Aimee abrió los ojos mientras seguía mostrando ‘dedicación’ a su hijo con caricias, refrotes de pubis y tetas y jugueteos de lengua, y vio a todos los demás mirándolos. Aimee se quería morir de vergüenza. Empezó a pensar que ella misma era una enferma pues en ese momento prefería que su hijo le estuviera dando por el culo salvajemente a tener que ser parte activa de su degradación. Al menos siendo forzada sentía que no tenía opción.

Cuando acabó fue jaleada por los demás “Wow! Esa malamadre”“Se te ve con ansia de polla”“Esa pasión no se disimula. A nosotros no nos besabas igual”

“Hola Mama. Como les has dejado tan buen recuerdo a mis amigos querían despedirse de ti. Así que les he invitado a comer. No te importa, ¿Verdad?”

“Los chicos están tan contentos contigo que hasta te han comprado unos regalos.” Y le ofreció la bolsa que habían traído a su madre. Aimee ya no se engañaba. Esto no auguraba nada bueno. Varios objetos envueltos en papel de regalo. Tres en total, se encontraban en la bolsa.

Tímidamente, no sabiendo muy bien miró a su hijo. “Ábrelos! A ver si te gustan” le espetó. Aimee, aun avergonzada por el espectáculo que acababa de dar y queriendo dejarlo atrás sacó uno de ellos. Y lo abrió. Era un… ¿Gancho? Era de metal y tenía forma de gancho pero acabado en una gran bola de metal por un lado inferior y en una argolla por el lado superior. La cara de desconcierto  de Aimee contrastaba con las risitas sofocadas de los amigos de Marcus. Aimee interrogó a su hijo con la mirada dando a entender que no sabía qué era esa. “¿No sabes para qué es?” se rió Marcus “Es para que te lo metas por el culo!” La sorpresa de Aimee era mayúscula. No tenía ningún sentido. “Venga” le espetó su hijo. “Métete la bola a ver qué tal queda”

Aimee miraba esa bola de buen tamaño. “Pe… pensaba que querías que estuviera desnuda hoy” Le imploró a su hijo. El gesto de Marcus se endureció. “Vas a ser descortés con mis amigos… delante mío además!”“No, no…” respondió Aimee recordando los castigos de la mañana y se apresuró a intentar invadir su culo con semejante bola. “Po… podría ponerle algo de mantequilla… para ayudar” . Marcus se rio. “Llevas varios días recibiendo pollazos por el culo sin que te hiciera falta. No me vengas con chorradas y metete la bola ya” . Aimee cerró los ojos y procedió a humillarse ante los jóvenes. No pudo evitar hacer muecas al forzar ese monstruo en su culo pero al final terminó con el gancho metido, con la argolla quedando a la altura entre su culo y su espalda. Aimee no le encontraba ningún sentido a esta tortura.

Marcus insistió con la mirada en la bolsa de regalos. Aimee saco el siguiente que al desenvolverlo resultó ser una mordaza de aro. Sabía cómo funcionaba. Forzaba a la mujer a mantener la boca abierta y disponible. Marcus, divertido, le hizo gestos para que se la pusiera. Aimee encajo el aro en su boca y al sujetar la mordaza detrás de su cabeza se sintió incluso ridícula de estar así. Con la boca abierta. Ya solo le quedaba un regalo.

Al desenvolverlo se encontró con una cadena de cierta longitud con inicio y fin en sendas pinzas. Ya lo había visto en algunas fotos que su hijo le había obligado a ver. Eran para los pezones. Aimee no levantó la cabeza, ni siquiera miró a su hijo. Estuvo así unos segundos hasta que al fin se saltó la fase de los infructuosos lloriqueos y directamente se puso las pinzas en los pezones para jolgorio de los jóvenes, que jalearon su muestra de sumisión y obediencia.

“Bien” dijo Marcus. “Vamos a disfrutar de la comida de despedida de mi ‘querida’ madre” y Aimee noto el rintintin en la voz de su hijo cuando le decía querida. Al pasar junto a ella la cogió por las cadenas y se la llevo tirando de ellas. Aimee tuvo que seguirle para aflojar la tensión de sus pezones.

Ya en el salón Marcus ordenó a su madre que se pusiera a cuatro patas sobre la mesa de salón. La mesa tenía la altura justa para acomodarla en esa posición. Aimee, ya en automático, obedeció y el resto de los jóvenes alucinaban y hacían comentarios sobre su sumisión. Los que más dolían eran los que apuntaban que si se había vuelto tan sumisa en tan poco tiempo es que algo dentro llevaba para serlo. Y que seguro que en el fondo estaba disfrutando.

Tan pronto como se puso en esa posición Marcus sacó del bolsillo un pulpo de sujeción. Una pieza de cuerda elástica con sendos ganchos a cada lado. Aimee noto como ponía uno justo detrás de su cabeza enganchado a la cincha de su mordaza. Noto como tiraba de él forzándole a levantar la cabeza y descubrió para qué servía, al menos en este caso, la argolla del gancho. Fijo allí el otro extremo del pulpo y la pobre sintió como tenía la cabeza fija en una posición, levanta, con la boca abierta gracias a la mordaza de aro, y a la altura para que cualquiera le pudiera meter una polla.

“Bueno, hermanos. A comer” y empezaron a repartir las pizzas y las cervezas por la habitación. Incluso noto como dejaban una de las cajas en su espalda bajo la tensa goma que le obligaba a tener la cabeza levantada. Los jóvenes empezaron a comer casi sin hacerle caso a Aimee hasta que Marcus les dijo “Hey. Se me olvidaba. Si queréis tenéis barra libre con mi madre, por supuesto. Que es su fiesta de despedida. Que se lleve un buen recuerdo de mis amigos”

“¿De verdad?” preguntó otro. “¿Ni siquiera hace falta atarla? ¿Se va a dejar? ¿Así de sencillo?” Marcus se acercó a su madre y le preguntó. “Y bien mama. ¿Te vas a dejar? ¿Mi mami, mi puta, me va a hacer quedar mal?” Aimee quería agachar la cabeza, no mirar a nadie. Estaba dispuesta pero reconocerlo era también muy duro. Al final, haciendo un esfuerzo, cerró los ojos y  terminó asintiendo con la cabeza”

Casi no había terminado de asentir que noto como alguien se ponía detrás de ella. No podía girarse pero enseguida noto como una polla le invadía el coño. Noto una de las manos, grasienta, manchadas por la pizza, cogerle la cadera. Noto que solo era una así que dedujo que el que la estaba violando por detrás al mismo tiempo se estaba comiendo su ración de pizza.

“Joder. Mira que tenemos zorra tiradas en la banda pero ninguna como tu madre, tío!” dijo otro que se preparaba para follarle la boca. Noto como este dejaba su porción de pizza sobre su cabeza, se la sujetaba con ambas manos y empezaba a meterle la polla hasta la garganta. Aimee tenía que hacer esfuerzos pues las arcadas seguían allí. Asió con sus manos las patas de la mesa del salón y se forzó a quedarse allí.

Así fue ocurriendo lo inevitable. Estos acabaron corriéndose y otros dos tomaban su lugar. Algunos incluso aprovechaban que se la estaba follando para limpiarse los dedos en su piel. Para ser una comida en su honor lo único que probó eran las corridas que le iban dejando en la boca. Los comentarios ni siquiera iban sobre ella. La ignoraban. Hablaban sobre temas banales de jóvenes. Aimee no era nada. Más que un mueble, un divertimento.

Y su hijo ni se digno en follársela.

Terminaron las pizzas e incluso dejaron de follársela. Uno incluso apoyó sus pies sobre ella mientras charlaban entre ellos. En esto alguien llamó a la puerta. Aimee no se percató que su hijo miraba su móvil.

Marcus se levantó y liberó a Aimee tanto del pulpo que le sujetaba la cabeza como de la mordaza de aro. Notaba como su cuello y su mandíbula le mataban. “Ve a abrir” le dijo con una sonrisa malévola. Más de la banda venían a follársela, se imaginó.

Pero cuando abrió la puerta no había más que un solo miembro de la banda esperando a entrar. Mamut. “No pensaría que la dejaría ir sin despedirme. ¿Verdad, señora?” Dijo Mamut con una sonrisa.

Aimee dejó caer la cabeza rendida, se apartó, y aun hizo un ademán con la mano para invitarlo a entrar.

Aimee ya estaba rota, hundida, así que cuando Mamut llegó al salón y saludaba a los amigos Aimee ya se arrodillo junto a él preparada para chupársela.

“¿Eh? No, no…” él dijo Marcus. “Tenemos una apuesta a que no te vas a dejar sodomizar por Mamut esta vez. Veras… tenemos unas reglas para esta vez. Primero… nada de lubricación, ni siquiera de tu boca de puta. Ni más dilatación que la que has tenido por el gancho” Poca dilatación pensó Aimee. La bola era grande pero una vez dentro solo el gancho, que era mucho más delgado, era lo que impedía que su ano se cerrarse. “Tercero. Tiene que metértela de golpe de una sola vez. Te tumbaras en el suelo, le cogerás la polla y la apuntaras a tu ano y se la mantendrás allí para que él pueda cogerte de las caderas y empujar con fuerza dejándose caer con todo su cuerpo”

Aimee abrió los ojos como platos. Mamut debía pesar más de 100 kilos.

“Y luego te va a follar a saco. ¿Y bien mama? ¿Te rajas? Puedes hacerlo. Te levantas, te vistes, te vas y no volvemos a vernos”

Aimee vio como todos iban poniendo dinero en la mesa. Todos menos su hijo. “Soy el único que ha apostado a que te quedabas” le dijo con una sonrisa de desprecio. Aimee vio que Mamut se había bajado los pantalones y se pajeaba poniendo dura esa monstruosidad. Cerró los ojos con fuerza, apretaba los puños, temblaba y se decía una y otra vez que no quería perder a su hijo. Ya se había comprometido a ello. Costara lo que costara.

Sin decir nada empezó a sacarse la bola del culo. Los jóvenes ya pensaban que iba a irse cuando vieron que se tumbaba en el suelo. Los jóvenes alucinaron. Algunos sacaron los móviles para grabar el momento. Otros, a indicación de Mamut, le pusieron cojines bajo el vientre para que levantara un poco el culo y fuera más accesible. Otro, a petición de Marcus, le puso una mordaza de bola. Aimee agradeció tener algo que morder.

Aimee pudo sentir a Mamut poniéndose en posición. Se acordó de las instrucciones y llevó su mano hasta la polla de Mamut para apoyarla y sujetarla sobre su propio ano. Puedo sentir las inmensas manazas de Mamut cogiéndole por las caderas anunciando lo inevitable. Aimee respiraba pesadamente. Respiraciones cortas y rápidas. Sabía lo que se avecinaba.

La polla de Mamut entró con fuerza, directamente hasta las pelotas. Aimee arqueo la espalda y pese a la mordaza se pudo oír un sentido y ahogado quejido. Tan pronto como la polla de Mamut tocó fondo volvió a salir a toda velocidad para volver a entrar una y otra vez. No bromeaban cuando decían que la iba a follar a saco. Sentía el peso de Mamut aplastándola. Hacía honor a su mote, y su polla taladrarla sin piedad. Aimee sólo imploraba que se corriera. Estaba siendo una eternidad. En un momento dado notó cómo le quitaban la mordaza y su hijo le levantó la cabeza tirándole del pelo. “Di que pare” le dijo Marcus “Di que pare y te podrás ir, todo habrá acabado y no volveremos a vernos”

Aimee apretaba los dientes. No podía articular palabra pero para sorpresa de todos negó con la cabeza. Marcus soltó un bufido y dejó caer su cabeza. Aimee apretó dientes, puños, lloro y pataleo pero aguanto la salvaje violación de su culo por parte de Mamut hasta que este se corrió bien a gusto.

“Mierda.”“He perdido una pasta”“Increíble” decían los amigos de Marcus mientras éste recogía sus ganancias.

Aimee se quedó en el suelo. Incapaz de moverse. Rota. Como una muñeca de trapo. Escuchaba como los amigos de Marcus se despedían y se quedaban los dos solos. No sabía si levantarse. No le quedaban fuerzas. Por el rabillo del ojo vio que Marcus se le quedaba mirando. Podría adivinar cierta perplejidad en su mirada. Pero Aimee no se veía capaz de decir o hacer nada. si le hubiera pedido que se levantara no sabía si hubiera sido capaz. Marcus se sentó en un sillón y se puso a ver la televisión sin hacer caso a su madre. Paso prácticamente una hora hasta que Aimee tuvo fuerzas para levantarse y tumbarse en el sofá. Las pinzas las había pedido al refrotarse contra el suelo durante la violación de Mamut. Veía las veladas miradas que a veces le echaba su hijo. Asombro, enfado, odio, perplejidad… el abanico de emociones que adivinó era amplio.

Capítulo 14.- El mayor de los castigos

Una hora más de descanso tuvo Aimee antes que su hijo se levantara. “Al dormitorio le dijo” Las dos horas de descanso le permitieron obedecerle. Aún estaba ligeramente dolorida pero sin rechistar, al menos ahora no había nadie mirando y eso le salvaba un poco la cara y le aligeraba el sentimiento de vergüenza, se levantó y fue al dormitorio. “A la cama” Y siguió obedeciendo como una sumisa muñeca rota. Aimee ya ni sentía nada. Su hijo dejó el móvil en la mesilla y se tumbó junto a ella. Enseguida empezó a besarla. Aimee, como buena alumna, le respondió como le demandaba. Se fueron fundiendo en besos y caricias. Marcus jugaba con sus pezones, con su clítoris, con su cuello… Marcus se preparó para penetrarla y sin necesidad de pedirlo Aimee se abrió de piernas para su hijo. Este empezó a bombear Y Aimee le dejo hacer, giro la cara a un lado y cerró los ojos intentando abstraerse.

Empezó a pensar en cualquier cosa, intentando no ser consciente de lo que estaba ocurriendo. Soñaba con su hijo siendo amable con ella, perdonándola, con quitarse el sentimiento de culpa…

Cuando de repente se dio cuenta. Iba camino de un orgasmo. Abrió los ojos de golpe al darse cuenta del hecho y vio a Marcus, con su malévola sonrisa, grabándole la cara. “No te atrevas a apartar la mirada, zorra” le dijo mientras seguía follándola, vigorosamente pero no salvajemente como solía hacerlo. A Aimee esto le vino por sorpresa. Sentía el orgasmo venir más, y más, y más… “OH! Si” grito mientras arqueaba la espalda al sentir un potente orgasmo. Su hijo no paró y siguió. Esto hizo que Aimee alternara caras de sorpresa con genuinos rictus de placer orgasmo tras orgasmo. Cuando acabó su hijo de correrse ya no le quedaban orgasmos a su madre.

“Menudo video” dijo Marcus. “Una cosa es que te dejes violar pero otra es que te corras con tu hijo. CON TU HIJO!” recalcó Marcus. Aimee empezó a hacer pucheros. Las lágrimas se le acumulaban en los ojos y de repente empezó a llorar desconsoladamente. Era cierto. ¿Cómo había podido hacer eso? Se había corrido con la polla de su hijo! Realmente era una mala madre. Pésima. Lo peor. ¿Qué clase de pervertida era? ¿Qué madre se corre cuando su hijo se la folla? Intento hacer ademán de irse pero Marcus no le dejo, aun entre sus piernas con su polla flácida aun en su coño.

“Sí” Dijo Marcus. “Si. Nunca podrás olvidar que pese a todas las guarradas que te he hecho has terminado corriéndote. Tú, Malamadre, te has corrido follando con tu hijo. El video que he hecho de tu cara corriéndose es todo un poema. De ahí me voy a sacar un fondo de pantalla… mira… mira...” Y Marcus le obligó, en esa posición, mientras lloraba desconsolada a volver a ver el video de su cara mientras se corría, parando de vez en cuando el video para ver las caras de auténtico placer de Aimee.

Aimee no paraba de llorar. De todo lo que le había hecho Marcus esto era lo peor… porque en realidad Marcus no le había hecho mal. Era ella misma quien se lo había hecho permitiéndose disfrutar del sexo con su hijo.

“Date la vuelta” le ordenó. Aimee, sin importarle nada y sin parar de llorar, se volvió. Noto como su hijo se preparaba para sodomizarla y no protesto lo más mínimo. Aún tenía el culo resentido por la violación de Mamut pero ahora mismo, la polla de su hijo en su culo era la menor de sus preocupaciones.

“Será mejor que no vuelvas, zorra malamadre” le decía al oído mientras la sodomizaba. “No creas que estos días han sido lo peor. Se me pueden ocurrir cosas peores. Me he puesto como misión hacer que no aguantes los doce meses. Incluso dudo que vuelvas ya después de lo que te ha ocurrido con Mamut. Voy a hacer que toda tu vida recuerdes que no hiciste lo necesario para no perderme. Que incumpliste lo que te habías prometido. Que no te importo tanto como dices”

Entre sollozos Aimee respondió. “Voy a seguir volviendo. Voy a seguir volviendo y sufriendo el castigo hasta que me perdones” dijo con rabia.

Después de unos pocos empujones más cada vez más despacio Aimee noto que su hijo se había parado, aun con la polla dura en su culo. No se había corrido aún. Marcus se tumbó sobre su madre y le habló directamente al oído.

“Nunca… repito… nunca te perdonaré. No sé hacer eso. En mi mundo no se perdona jamás. Cuando alguien la hace, mete la pata, comete un error, se le pone un castigo. Si lo cumple recupera el respeto de los demás. Si no lo cumple lo pierde. A veces es solo pagar una multa. Otras es recibir una paliza…” Aimee seguía escuchando mientras reducía sus sollozos. “Nunca podrás ganarte mi perdón,mamá” A Aimee le pareció que por primera vez no la había llamado mamá con asco o ironía “pero si aceptas tu castigo te ganaras mi respeto. Y dejaré de atormentarme o despreciarte. Si realmente aguantas los doce meses, si sigues volviendo te haga lo que te haga, haces todo lo que te ordeno sin tener que darte explicaciones, te humillas para mi incluso aunque no te lo pida, eres mi puta personal para lo que me venga en gana… si superas eso entonces podré respetarte”

“¿Si? ¿De verdad? Ya estaba dispuesto a hacerlo, a seguir volviendo hasta que consideraras qué que ya me has castigado lo suficiente y me perdonaras… entiendo que esto es lo más que conseguiré, ¿no?” decía sorbiendo las lágrimas “¿Si hago esto dejarás de odiarme por haberte abandonado?”

“Si lo haces… que dudo que puedas… Lo podré aceptar. Te lo habrás ganado”

“Lo haré!” decía mientras asentía con la cabeza. “Superare el castigo”

“No tienes ni idea de donde te metes. Esta semana casi no había preparado nada. No esperaba que esto se desarrollara así. Voy a tener mes tras mes un montón de tiempo para ver cómo te humillo, torturó, degrado y abuso. Puedes sufrir cosas peores aun”

“Tu ponme la pena que yo cumpliré el castigo” volvió a decir su madre.

“No tienes ni puta idea de donde te metes, zorra” Y Marcus volvió a empezar a sodomizarla, esta vez todo lo salvajemente que podía. Metió las manos bajo el cuerpo de su madre en busca de sus pechos e hincó sus dedos como garras. La violenta sodomía avivo los rescoldos de la violación de Mamut y el ano de Aimee empezó a arder con cada embestida. Aimee se lanzó a morder la almohada y a sujetarse con las manos en los bordes del colchón. Marcus saltaba sobre su cuerpo como antes lo había hecho Mamut, como si quisiera clavarla a la cama con su polla hasta que se dejó caer de golpe, apretó sus garras sobre sus pechos y sintió como su hijo se corría otra vez dentro de ella. La presa se liberó y Marcus se quedó un rato tumbado sobre su madre. Esta sin rechistar. Ya ni sollozaba.

Marcus se levantó y cogió su cinturón. “Al salón” ordenó a su madre. Aimee hizo ademán de preguntar pero recordó una de las cosas que le dijo su hijo. ‘sin tener que dar explicaciones’. Se levantó como pudo y fue al salón. “De pie, con las manos detrás de la cabeza y las piernas ligeramente separadas”

Aimee obedeció. Y tan pronto lo hizo su hijo le soltó un golpe con el cinturón en uno de sus pechos. Aimee soltó un gritito, salto y se fue de la posición mientras le miraba sorprendida interrogando con la mirada pero su hijo no dijo nada más que mirarla con fiereza. Enseguida Aimee volvió a la posición. Otro golpe más, otro grito, esta vez en el culo, otro saltito y otra vez Aimee se forzó en quedarse quieta. Otro más, esta vez en el pubis.  Esta vez, sin decir nada Aimee le pidió que parara levantando la mano. Marcus doblo en cinturón sonriente, como si hubiera ganado cuando vio que su madre buscaba la mordaza de bola para ponérsela. “No queremos que los vecinos interrumpan. ¿No?” le dijo a su hijo. Se le veía como un cervatillo asustado, tembloroso, pero a la vez como alguien resoluta a mantenerse firme en sus intenciones. Tan pronto se puso la mordaza su hijo empezó a azotarla sin parar apuntando principalmente a sus partes erógenas. Aimee iba dando saltos y hacía verdaderos esfuerzos para mantener la posición mientras daba saltitos y ahogaba grititos. Después de una docena de golpes su hijo paro. Aimee se mantuvo en la posición.

Marcus se acercó a su madre y le quitó la mordaza. Hizo un lazo con el cinturón y se lo puso alrededor del cuello. “Apóyate contra la pared y separa las piernas” Sin apenas duda Aimee se inclinó contra la pared y separó las piernas dando acceso a que su hijo la follara desde atrás.

Tan pronto como su hijo se puso detrás sintió que tiró de su cinturón y el lazo de este se apretó alrededor de su cuello. . Su hijo empezó a follársela y a tirar del cinturón. Aimee arqueaba la espalda más y más hasta que su hijo le sujetó el hombro e impidió que pudiera darle centímetros al lazo que la iba ahogando. Sentía que iba a perder el sentido. A veces veía borroso. A veces el lazo se aflojaba lo suficiente para tener un instante de aire en sus pulmones. A veces se llevaba una mano al cuello pero en seguida se forzaba a obedecer y volvía a apoyarla contra la pared. Y otra vez, ahora sí que fue consciente, empezó a sentir que iba a tener otro orgasmo. Había oído hablar de la asfixia erótica pero nunca la había experimentado, por supuesto, pero ahora, asumiendo lo que ocurría, con el oxígeno escaseando en su cerebro empezó a tener un inmenso orgasmo como nunca antes había tenido uno. Apenas audible por el lazo al cuello que tenía pero perceptible cuando sus piernas empezaron a flojear. De repente tuvo un clímax y se desmayó.

Aimee se despertó, en el suelo, junto a la pared donde su hijo la había follado por última vez. Nada más despertarse empezó a toser con sus pulmones demandando más aire. Apretó los dientes y se maldijo. A partir de ahora recordará que el mejor orgasmo que había tenido en su vida había sido mientras su hijo la violaba y la ahogaba. Definitivamente, como madre era alguien deleznable.

Miro alrededor y vio a su hijo sentado. Parece que estaba esperando a que despertase. Le lanzó el cinturón, aún con un medio lazo y le dijo “Póntelo” . Aimee se tocó el cuello. Era un juego muy peligroso. ¿Realmente iba a volver a hacerlo? Sin preguntas. Aimee. El miedo era patente en sus ojos pero cogió el cinturón de su hijo y se lo puso alrededor del cuello. “Ofrécemelo” le dijo. Aimee se levanto, se acerco a su hijo y con la mano temblorosa le ofreció la punta del cinturón. Su hijo la cogió, tiró de ella y el lazo se apretó. Su hijo tiró de él a modo de correa y se la llevó a la cocina. “Túmbate sobre la mesa pero apoyada solo con las tetas”

Aimee le extrañó que fuera así de específico. Aún temía que su hijo no supiera frenarse y la matara por accidente. Aimee no entendía qué tanto contra la pared, como apoyada de esa forma, si se desvanecía, se caería al suelo y Marcus sabía que tenía que parar. No quería matarla desde luego. Estaba dispuesto a cumplir su parte si su madre cumplía su condena. Además… mientras tanto podría follarse a la mejor puta que jamás nadie podría haber imaginado Tantas posibilidades…

“¿Recuerdas lo que te he dicho? Que seas mi puta, pórtate como tal. Ofréceme tu culo, zorra! Y no quiero tener que recordártelo siempre” y lo firmó con un fuerte azote en una de las nalgas.

Que se humillara ella misma. Si. Lo recordaba. Cerró los ojos y saco fuerzas de flaqueza “¿Por qué no le rompes el culo a la puta de tu mami? Venga hijo. Métemela hasta el fondo hasta hacerme gritar” se forzó a decir, incluso simulando cierto entusiasmo.

Tan pronto como lo dijo el lazo se cerró aún más en torno a su cuello y la polla de su hijo empezó a sodomizarla. Otra vez su hijo la sujeto para que no pudiera ganarle distancia al lazo que la ahogaba. Y esta vez no hubo asfixia erótica. El culo le seguía ardiendo. Otra vez hizo ademanes de resistirse pero siempre consiguió evitarlos. Y otra vez se desvaneció después de un rato de sufrir el medio ahogo del cinturón. Sus piernas si vinieron abajo, su cuerpo detrás. Su hijo aflojo el cinturón y terminó de correrse en el culo de su madre desvanecida como antes había hecho en su coño.

Aimee volvió a despertar exactamente igual. En el suelo donde había caído. Más semen en su culo. Su hijo sentado en una silla bebiendo una cerveza. Aimee habría matado por una cerveza. Su hijo volvió a tirarle el cinturón.

Aimee lo miró, frunció el ceño y antes de que Marcus dijera nada lo cogió, se lo puso alrededor del cuello, lo apretó con fuerza y se acercó a su hijo a ofrecérselo. Su mirada era pura determinación.

Su hijo lo miro. Se podría adivinar incluso cierta sorpresa. Se levantó y sin hacerle caso se fue al dormitorio a vestirse. Aimee se quedó allí, sin saber muy bien qué hacer. Después de unos instantes su hijo salió vestido. “Me voy a dar una vuelta. Volveré para cenar” le dijo. Y se fue.

Interludio 15.- Aceptación.

Después de unos momentos de duda Aimee se quitó el cinturón de alrededor del cuello y se fue a la ducha. Aunque empezó de pie en breve se apoyó en la pared y resbaló hasta quedarse sentada con al agua corriendo sobre ella. ‘¿Voy a llorar?’ se preguntó, pero no le quedaban lágrimas. ‘¿Gritar?’ Ni ganas tenia. Allí, sentada en la ducha, con los restos de numerosas corridas resbalando por sus orificios se preguntó qué le pasaba. Parece que había llegado a algo así como la fase de aceptación de los estados del duelo. O al menos una versión retorcida. Su pecado tenía al fin un castigo y una condena con fecha. 12 meses, 12 fines de semana en los que vendría a ser torturada humillada, abusada… no solo eso. Debía colaborar con ello. Debía comportarse como una puta para su hijo. 12 fines de semana en el infierno y pagaría sus pecado.

Si. Estaba en la fase de aceptación y lo aceptaba por completo.

Marcus volvió a casa para la hora de cenar. Había estado con sus amigos contándoles lo sucedido. Encargándose que pensaran cosas para castigar a su madre si es cierto que volviera. Algo que dudaba. Nada que pudiera trascender al marido de Aimee o sus padres adoptivos. O no podrían seguir disfrutando de ella. Ni permanente. Les puso algunas reglas para que si la muy zorra realmente era capaz de aguantar todo lo que le echaran, al menos poder disfrutar de ella las doce veces. Uno comentó que entonces el último día sí que se podrían pasarse y, por ejemplo, enviarle videos a su marido. Marcus negó. Si supera el castigo su madre será una SK de pleno derecho. No pensaba ser particularmente duro con ella en su última noche. Se le acaban las ideas. Prefería reservarse para el primer fin de semana que volviera.

Capítulo 16.- Madre, puta y esclava. No más dudas.

Al entrar se encontró con su madre. Intentaba transmitir seguridad pero sus temblores denotaban que estaba aterrada y avergonzada. Había salido de compras. Llevaba unos zapatos de tacón y unas medias negras de encaje a medio muslo sujetas con un cinturón de liguero. Unas bragas también de encaje negras con detalles rojos y con aberturas tanto por delante como por detrás. Los pechos los llevaba descubiertos pero adornados por la cadena con pinzas que le habían ‘regalado’. Alrededor del cuello llevaba el collar de perro que había usado Marcus en el Bukkake con su correa. Aimee estaba de rodillas en la entrada ofreciéndole la correa a su hijo. Se había arreglado el pelo y maquillado exageradamente, como una puta.

Otra vez la cara de Marcus era una mezcla de complacencia y perplejidad. Tomo la correa en sus manos.

“La cena está lista, hijo. Como haría una buena madre” dijo Aimee. El temblor era aparente. Se notaba que el esfuerzo que estaba haciendo Aimee era mayúsculo.

Marcus la admiro y pudo ver sonrojo en las mejillas de su madre.  Con todo lo que le había hecho y era la primera vez que se sonrojaba. “Bien. Tengo hambre” y se encamino a la cocina. Vio como su madre le seguía a cuatro patas, temblorosa. En la cocina un solo plato con la cena lista.

Marcus se sentó. “¿Tu no cenas, mamiputa?”“No. Ya he tomado algo y… mientras cenas te chupare la polla y tu leche será mi postre” Dijo con la voz rota y forzada.

Marcus sonrió y se sentó a la mesa. Enseguida su madre se metió bajo ella, le saco la polla de los pantalones a su hijo y empezó a mamarla con ganas. Forzándose incluso a metérsela en la garganta lo que las arcadas le permitían.

“Vaya.” Se mofo Marcus mientras cenaba y su madre se la chupaba. “Parece que te he descubierto un mundo. Antes no te la tragabas y ahora es tu postre favorito” Aimee ni contesto a la provocación. La textura a moco del semen era asquerosa en la boca. Y aunque los sabores varían, algo que le había sorprendido, eran todos desagradables a su paladar.

“¿Sabes? Uno de los fines de semana harás ayuno antes de venir. Y ese fin de semana solo comerás lo que salga de nuestras pollas” Marcus hizo una pausa pero Aimee ni se inmuto, siguió chupándosela. “Y solo beberás lo que salga  de nuestras pollas” Ahora sí Aimee paro un momento al comprender a lo que se refería… y tras un breve instante de duda prosiguió con su mamada.

“¿Qué te parece, mamá?” Aimee se sacó la polla de la boca pero siguió pajeando a su hijo. “Asqueroso” contestó y volvió a enfrascarse en la mamada. “Pero lo harás. ¿Verdad? No dejaras en mal lugar a tu hijo delante de sus amigos. ¿Verdad, mami?” dijo haciendo voces infantiles. Aimee volvió a sacarse la polla de la boca para contestar “Yo cumpliré mi castigo. Tenlo por seguro.” y volvió a afanarse en que su hijo se corriera en su boca. Algo de lo que fue consciente cuando este le empujo la cabeza hacia abajo y le metió la polla hasta la garganta mientras se corría, sin posibilidad de escapatoria.

Aimee se trago el ‘postre’ y fue a levantarse cuando su hijo le indico que no lo quiera. De nuevo de rodillas y que se metiera su polla en la boca. Aimee, obediente, procedió a hacerlo y empezó a chuparla pero su hijo le paro. No tenía que chuparla. Solo metérsela en la boca.

Allí se quedó Aimee, de rodillas, con la polla de su hijo en la boca, sin hacer nada, ni siquiera preguntas, mientras Marcus terminaba de cenar.

Después de un buen rato lo noto. Primero un chorro corto. Le pilló por sorpresa. Hizo ademán de apartarse pero se forzó a no hacerlo. Cerró la boca alrededor de la polla de su hijo y se quedó dudando. ¿Qué hacer? El líquido asqueroso, sabía perfectamente lo que era, seguía allí. No había esperado a ningún fin de semana posterior. No… Noto otro. Empezaba a llenársele la boca y tomó una decisión. Empezó a tragar. A toda velocidad. Casi no podía seguir el ritmo de su hijo. Pensaba que iba a estallarle en la boca tanto líquido pero consigo tragarlo todo. Y aun cuando acabó siguió allí, con la polla de su hijo en la boca… esperando.

Marcus se levantó. Satisfecho con la cena y la humillación. Aimee casi no se atrevía a levantar la mirada desde su posición de rodillas. Al final se atrevió a hablar “¿Puedo ir al servicio, hijo?”“Abre la boca…” Aimee obedeció sin pestañear “Si. Puedes”

Aimee se precipitó al servicio, empezó a tener arcadas. Pensaba que iba a vomitar pero no fue así. Al final consiguió estabilizar su estómago. Se acercó al lavabo y tomó algunos sorbos de agua para sentir que le limpiaban la boca. Ahora en el espejo vio que su maquillaje estaba algo corrido y su pelo despeinado. Se permitió uno minutos para ponerse otra vez guapa… para ser la puta que su hijo quería que sufriera, más que fuera.

Volvió al salón donde estaba su hijo. En el sofá. Se podía apreciar su cara de satisfacción perfectamente. Sentado en el sofá desnudo volvió a tener la polla erecta mientras en la televisión podía verse uno de los videos de sus numerosas violaciones. Aimee ni esperó. Se acercó a él y se sentó, clavándose esa polla en su raja. Y empezó  subir y bajar escuchando de fondo su violación. Marcus no decía ni palabra. Solo tenía los brazos extendido sobre el respaldo del sofá y dejaba a su madre hacer todo el trabajo. Aimee iba repitiéndose mentalmente las reglas, los requerimientos que le había hecho su hijo. Intentando complacerse se inclinó y empezó a besarlo, algo que Marcus aceptó de buen grado y empezó a jugar con los pechos de su madre. Allí seguía Aimee, subiendo y bajando, cuando de repente se paró de golpe. Volvía  a sentirlo. Otro orgasmo se acercaba. Miró a su hijo con un rictus de puro horror. Este con una sonrisa de oreja a oreja le espetó “No pares ahora, mami” . Aimee empezó a negar con la cabeza pero se forzó a seguir moviendo sus caderas, a sentir esa polla en su vagina y notar como su orgasmo iba armándose. Aimee no paró de moverse mientras miraba a su hijo a los ojos, suplicante, negando con la cabeza… incluso musito un “por favor” pero Marcus no dijo ni una palabra más que mantener su sonrisa.

Aimee aceleró el ritmo, su cuerpo la traicionaba en busca de ese orgasmo que llegó cuando ella soltó un sonoro “Oh! Si, Joder” mientras arqueaba la espalda de placer casi metiéndole las tetas en la boca a su hijo “No pares, puta, sigue saltando” le ordenó su hijo. Poco hacía falta para que Aimee obedeciera. Siguió subiendo y bajando, y uno tras otro siguieron llegando más orgasmos. Hasta que Aimee se dejó caer sobre el hombro de su hijo después de que los disfrutara todos y cada uno.

Y allí. En el hombro de su hijo empezó a llorar desconsoladamente. Este le cogió del pelo y le obligó a ponerse delante de él. “Quiero ver como lloras, malamadre. Porque ¿Sabes? No es que te haya follado y te hayas corrido. Es que me has follado y tu solita te has corrido con mi polla en tu coño! Se te acaban las excusas, puta. Siempre has sido una zorra y siempre lo serás”

Aimee ni lo negaba. Sollozaba sin parar aun sentada sobre su hijo, ante él. Se había vuelto a correr y era cierto. No había excusas. “Soy tu zorra” atino a decir Aimee. “Es lo que querías y es lo que tienes. Tu madre va a ser la mayor zorra que puedas imaginar. No me gusta. Tengo miedo. Tengo miedo de… de... ” Aimee se calló por no darle ideas a su hijo. Lo que más temía es que su actual familia pudiera enterarse del ‘trato’. “Todo esto me asquea y me duele. Que me violes está mal. Que dejes que me violen está mal. Que yo tenga que colaborar me mata. Es humillante. Pero que me corra con la polla de mi hijo…” Aimee volvió a estallar en sollozos. Marcus se le veía encantado.

“Tranquila” le dijo Marcus “Me gusta variar. Habrá de todo. Alguna vez haré que te corras y otras hare que mis amigos te revienten. ¿Contenta?” dijo burlón mientras le sujetaba la barbilla condescendientemente. “No siempre hare que te corras. La mayor parte del tiempo haré que sufras. ¿Mejor así? ¿No? ¿Más contenta?” Aimee asintió asqueada. Tener que dale las gracias a su hijo para que no hiciera que se corriera y mejor que la violara salvajemente.

“Pero hoy toca correrse. Quiero que nunca olvides este día. Al dormitorio. Ábrete de piernas”

Aimee se levantó y la polla de su hijo le resbaló por el coño. Mientras iba al dormitorio empezó a tartamudear. “No… ¿no preferirías por el culo? ¿Mi garganta? ¿No prefieres azotarme?”

Su hijo le dio un empujón que no dejaba lugar a dudas su intención. Aimee se tumbó en la cama y se abrió de piernas. Su hijo empezó a besarla, algo a lo que Aimee correspondió. Los dedos de su hijo jugaban hábiles con las partes más delicadas de su cuerpo. Aimee no podía evitar sentir la excitación. Intentaba rememorar los peores momentos de sus violaciones pero su cuerpo le traicionaba. No funcionaba. Sintió a su hijo ponerse entre sus piernas y empezar a follársela. Vigorosamente. Como nunca había hecho su marido. Su cuerpo se arqueaba con la llegada del placer mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Inexorablemente su cuerpo empezó a convulsionar y, otra vez tuvo una serie de orgasmo gracias a la polla de su hijo. Cuando su hijo se dejó caer sobre ella, satisfecho por otra corrida en el coño de su madre, Aimee giró la cabeza y empezó a llorar en silencio. Era ella el verdadero monstruo. Su hijo tenía una excusa para ser como era. ¿Cuál era la suya?”

Se quedaron en la cama ya. Poco después Marcus tuvo su rapidito antes de dormirse. Aimee, tan pronto como sirvió a su hijo, cerró los ojos y se durmió.

Epílogo 17.- Epílogo

Al día siguiente Aimee volvió a levantarse antes que su hijo. Que ahora pudiera dormir a pierna suelta con todo lo que le pasaba le congratulaba y le aterraba a partes iguales. Se vistió igual que había recibido a su hijo la noche anterior. Cuando su hijo se despertó, en su afán de emputecerse y humillarse para complacer a su hijo se puso una bandeja con el desayuno sobre las cadenas que colgaban de sus pezones y la apoyó en su cuerpo a modo de estantería. Y se sentó junto a otra silla a la espera de su hijo. “Buenos días hijo. Ya tienes el desayuno. ¿Lo quieres tomar así?”“Vaya, mueble nuevo. Me gusta. Sí.” dijo Marcus. Se sentó y empezó a desayunar. Aimee podía notar a que a veces cuando su hijo cogía o dejaba algo de la bandeja lo hacía con más fuerza de la necesaria y sus pezones se estiraban pero aguanto la posición.

Cuando acabó de desayunar Marcus se desperezo. “Bueno. Salimos hacia la estación en unos 45 minutos. Da tiempo para un último de despedida. Te dejo escoger. ¿Coño o culo?”

“Culo” dijo Aimee no queriendo arriesgarse a volver a correrse con su hijo dentro. Marcus sonrió y asintió. Aimee se dobló sobre la mesa de la cocina, otra vez, separó generosamente las piernas y espero. “No. Esta vez quiero verte la cara mientras te enculo, putita. Date la vuelta” Aimee se sentó sobre la mesa y se tumbó hacia atrás. Tenía que dejarle a su hijo acceso a su culo así que decidió cogerse de los tacones para darle así mejor acceso. Su hijo apoyó la punta de su polla y, como Aimee imaginaba, entró como un bulldozer. Aimee soltó un grito que temió que escucharan los vecinos. Su hijo no bajó el ritmo y Aimee tenía que refrenar como podía sus quejidos de dolor. No mejoró cuando Marcus cogió la cadena pinzada a sus pezones y empezó a tirar de ella como si fueran unas riendas. Parecía que estaba cabalgando una yegua así. Tirando con fuerza de las riendas mientras le rompía el culo. Seguro que más de un grito soltó Aimee que podía haber sido escuchado pero a Marcus no le pareció importar. Marcus se tomó su tiempo y al final, cuando se corrió, tiro de golpe de la cadena que estiro los pezones de Aimee hasta el límite, haciendo que las pinzas saltaran y los liberara. Aimee soltó un sonoro grito en ese momento y enseguida se tapó la boca asustada.

“vístete. Nos vamos a la estación” le dijo mientras le tiraba encima la cadena otra vez. En el mismo cuarto donde se vestía su hijo Aimee hizo lo mismo. Se quitó los zapatos de tacón pero mantuvo el resto de las prendas, incluida la cadena de los pezones. Se puso la falda de tubo, sujetador que cubría poco más o menos la cadena y pezones, blusa y una chaqueta de traje a juego con la falda. Cuando ya parecía que estaba lista Marcus le dijo que se subiera la falda hasta la cintura., Aimee, sin preguntar, obedeció. Marcus se saco un huevo de plástico del bolsillo de un tamaño considerable y se lo metió por el coño a la fuerza sin que Aimee opusiera ninguna resistencia más allá de la de mirar al vacío. El propio Marcus le volvió a bajar la falda.

Los padres adoptivos de Marcus pasaron a buscarlos. Volviéndose a explayar en elogios y agradecimientos. Diciendo lo calmado que veían ahora a Marcus, la buena influencia que había sido…

De camino a la estación Marcus le pidió a su madre que probara un dispositivo que se enlazaba con su móvil. Le pasó un mando con un par de botones y una rueda y el pidió que los pulsara y moviera la rueda para ver si funcionaba. Obviamente era el control remoto del huevo que tenía metido Aimee en el coño. Este empezó a vibrar y cuando movía la ruleta este aumentaba de potencia. Aimee tuvo que aguantar el viaje mientras la madre adoptiva de Marcus la masturbaba con el huevo.

Ya en la estación Marcus y Aimee se fundieron en un abrazo. Cualquiera desde fuera podría pensar que era un bonito abrazo de despedida madre/hijo. Pero mientras se abrazaban Marcus le susurro al oído “Te aseguro que no vas a aguantar 12 meses. Voy a hacerte trabajar de puta, voy a usarte de moneda de cambio con bandas de negros, voy a hacer que una manada de perros te folle…”

A lo que Aimee le susurro al odio “No tienes ni puta idea de lo que es capaz una madre por recuperar a su hijo”

Aimee se despertó descansada. Toda la noche había dormido a pierna suelta.