Sauna

Descubrí la utilidad de una sauna en casa

Sauna.

Conozco a Oscar y a Juan desde pequeña.

Nuestros padres eran vecinos y pasábamos mucho tiempo juntos.

Con dieciocho años cumplidos, hace tiempo que no los veo. Juan continúa viviendo donde antes, pero mis padres se cambiaron de casa hace dos años y los de Oscar lo hicieron un poco más tarde. Nos habíamos mudado a chalets en urbanizaciones que no estaban cerca.

Me alegré de recibir la llamada de Oscar. Había llegado el verano y quería que Juan y yo fuéramos el sábado a su casa para pasar la tarde juntos. Juan ya le había confirmado que sí.

Naturalmente acepté. Tenía ganas de verlos. Quedamos a las seis de la tarde.

Poco después me llamó Juan para decirme que me recogería sobre las cinco y media.

Estaba muy contento con su nuevo coche. En realidad, sólo era nuevo para él porque se lo habían comprado de segunda mano.

Fue puntual. Así que tuvo que esperar a que yo estuviera preparada.

Me había arreglado a conciencia. Quería sorprenderlos. En pocos meses me han crecido las tetas y el culo y ahora noto cómo se vuelven los chicos a mirarme.

  • ¡Tía, te has puesto cañón…! - Me dijo Juan nada más verme.

Sonreí. Había logrado mi propósito.

Llegamos a casa de Oscar y nos saludó muy efusivo. Me dió un gran abrazo tras quedarse un poco sorprendido por mi apariencia. Estoy segura de que pensaba lo mismo que Juan.

Sus padres no estaban… el trabajo.  Me enseñó el chalet. Era la primera vez que lo veía.

Tenía una piscina muy bonita. Recorrimos el interior de la vivienda y me llamó la atención, en el sótano, una cabina de madera de unos dos metros por cada lado y con una puerta en la que había una ventanita de cristal y una cerradura con la llave puesta.  Oscar me explicó que era una sauna. Miré por la ventanita. En su interior, en la pared frontal sólo había un simple banco corrido de lado a lado y en un lateral un recuadro con muchos botones.

Seguimos viendo la casa y acabamos en el salón tomando unas copas.

Yo seguía teniendo la sauna en mi mente. No había estado nunca en una.

  • ¿Cómo funciona la sauna? - acabe por preguntarle a Oscar.
  • No es nada del otro mundo. Sólo hay que darle a un botón. - me dijo. - ¿Quieres probarla?

Me pareció una experiencia interesante. Aquello era nuevo para mi.

  • Bueno … - dije animada.- a ver que tal es.
  • Pues vamos… - y se encaminó hacia ella.

Le seguí y Juan vino detrás de nosotros.

Llegamos a la cabina y Oscar abrió la puerta, entró y manipuló unos botones..

  • Ya está. Solo hay que entrar y cerrar la puerta.
  • Pero… ¿se entra y ya está...?
  • Si, claro, pero hay que quitarse ropa, - me dijo Oscar - yo me meto con una toalla que pongo de asiento.

Ambos me miraban intrigados, esperando que me rajara, y decidí retarlos.

  • Yo me meto si vosotros os meteis también...

Por un momento se quedaron perplejos. La propuesta los había desconcertado totalmente.

Juan comenzó a balbucear - Bueno…, por mi …, si quereis.

Oscar no se lo pensó dos veces.

  • De acuerdo, vamos a ello…

De un armario que había allí al lado, sacó tres toallas blancas, nos dió una a cada uno y se quedó con la otra.

Empezó a desvestirse.

Permanecí inmovil hasta que Oscar se quedó sólo con los slips. Juan le imitaba y se estaba quitando los pantalones. Yo no tenía muy claro el alcance exacto de “quitarse ropa”.

Juan me miró y exclamó:

  • ¡ Estabas bromeando… !

Me reí porque estaba un poco nerviosa. Lo cierto es que tenía mis dudas sobre si aquello era una buena idea.

Estaban delante de mí,  Oscar con slip negros y Juan con unos boxer ajustados de colo azul. Tenían unos buenos cuerpos y a ambos se les marcaba el paquete.

Oscar reaccionó a mis risas pensando que me cachondeaba de ellos.

  • ¡ A por ella... ! - gritó cómo hacía años, cuando éramos pequeños, y jugábamos a cualquiera de aquellos juegos inocentes.

En un rápido movimiento se colocó a mi espalda y me cogió por ambas muñecas.

Me llevó las manos atrás y me inmovilizó mientras yo, sin saber sus intenciones, me quejaba y gritaba nerviosamente:

  • ¡ No, no, no .... !

Mientras intentaba soltarme, Juan se colocó delante de mí y en un rápido movimiento me bajó la falda hasta los pies. Instintivamente, crucé las piernas, mientras seguía con mis quejas.

  • ¡ Juan,... no, no, no .... !

Oscar dió unos pasos atrás y me arrastró a trompicones. Mi falda quedó en el suelo. Juan la recogió y la lanzó hacia en el armario donde estaban las toallas.

Volvió a acercarse a mí, me agarró la blusa y la levantó, dejando mi sujetador a la vista. Oscar, a la vez, maniobró levantándome los brazos, sin soltarme, para que pudiera quitármela. En la maniobra noté su polla algo dura en mis nalgas.

Oscar me soltó las muñecas y Juan pudo sacar la blusa. Me habían dejado, como ellos, en ropa interior. En mi caso, unas bragas clásicas de color blanco y un sujetador a juego. Miré hacia abajo. Con mis movimientos de piernas,  se marcaba la ranura de mi coño en la braga. La situación me había puesto algo cachonda y tenía los pezones un poco puntiagudos.

Estaba un poco cohibida e intentaba taparme estúpidamente con un brazo estirado la zona entre las piernas y con el otro, doblado, los pechos.

Ambos me observaban sin disimulo.

  • ¿Te metes así? ... o te quitamos más ropa? - dijo Juan con media sonrisa.
  • ! Sois unos cabrones…! - murmuré mientras sonreía más tranquila. Por un momento pensé que me iban a desnudar.

Cogí mi toalla y me metí en la sauna. Coloqué la toalla en el asiento y me senté sobre ella. Al hacerlo me percaté de que había una televisión al lado de la puerta.

En ese momento entró Juan… se había quitado el slip y le precedía una polla que apuntaba hacia arriba, balanceándose hacia los lados, y me pareció enorme. Sin duda se había puesto cachondo al quitarme ropa. Colocó su toalla a mi derecha y se sentó con las piernas abiertas, sin pudor, su brazo pegado al mío.

Casi al instante, apareció Oscar en la puerta, en similar situación aunque la suya estaba más horizontal, algo más flácida, y se sentó al otro lado, también pegado.

Miraba de reojo a ambos, sucesivamente. Intentaba descubrir, sin que se dieran cuenta, las diferencias entre la polla de uno y del otro. La de Juan era más gruesa. Oscar la tenía ligeramente más larga… y ambos estaban evidentemente empalmados.

La de Oscar dejaba a la vista todo el glande rosado incluso la parte del anillo, mientras que Juan lo tenía más cubierto y era más oscuro.

Permanecían sentados como si aquello fuera lo más normal del mundo.

Yo no soy muy experta. He tenido mis experiencias pero, a pesar de mi edad, sólo me había masturbado y, en una ocasión en una fiesta, un chico me metió sus dedos y me hizo una paja hasta que me corrí. No le di oportunidad a más porque salí huyendo.

Juan tomó un mando a distancia que había a su lado y la encendió. Fue cambiando de programas y lo dejó en uno que parecía un video.

Tragué saliva varias veces… era una película porno.

  • También tiene video… dijo Juan como si eso fuera razón suficiente para poner aquello.

Pero me callé. Supuse que era mejor no decir nada. No soy tonta así que imaginé que tenían intención de meterme mano. Recordé lo de la fiesta y aunque me lo pasé bien, no tenía muy clara esta situación.

Permanecí inmovil pero vigilando a ambos. Parecían atentos a la pantalla.

Había trazado un plan: Me levanto de golpe, en dos pasos alcanzó la puerta, la abro, salgo, echo la llave y después que me supliquen que les abra...

Inicié mi plan levantándome explosivamente… pero no fui muy lejos.

Oscar reaccionó con rapidez y estirando su mano me cogió la cintura de las bragas, por detrás, antes de que alcanzara la puerta. La tela se estiró separándose de mi culo, abriendo un hueco, dejando mis nalgas a la vista y lo que es peor, estrechando la tela por delante, como si fuera un hilo, y encajándose en la raja de mi coño.

Tiró más de ellas mientras decía:

  • ¡ Fallaste en el intento de huida… - y remató con una risa sarcástica - ¡ Je, je,je …!

Me había quedado inclinada hacia delante. Oscar tiraba también un poco hacia abajo lo que aún dejaba más a la vista mi culo.

  • ¡ Qué culito más bonito…! - apuntó Oscar haciéndose el gracioso con la rima.

Al final opté por retroceder lentamente y volver a sentarme entre ellos.

  • ¡ Gilipollas…! - le respondí haciéndome la ofendida. Había fallado mi plan.

Al echarme hacia atrás noté que las manos de Juan en mi espalda. Mientras yo estiraba la tela de mis bragas y la colocaba para que me volvieran a tapar, Juan localizó el broche del sujetador, lo soltó y aprovechó para bajarlo hasta mis muñecas.

Dejé lo que hacía y peleamos por él, mientras volvía a repetir mis quejas:

  • ¡Juan!... ¡ No, no, no .... ! ¡Dame el sujetador...!

... pero perdí.

Se puso de pie y alzó un brazo con él en la mano y lo agitó como si celebrara el triunfo de un equipo de fútbol. Mientras tanto yo me tapaba las tetas con ambos brazos cruzados por delante de ellas.

  • ¡ Devuélvemelo…! - le grité implorando a la vez que me levanté para intentar quitárselo, estirando uno de los brazos y manteniendo el otro para taparme.

Mientras yo peleaba con Juan sin acercarme demasiado para no tocarme con su polla, que cimbreaba a cada salto, Oscar agarró mis bragas y noté que tiraba de ellas hacia abajo con intención de quitarmelas.

Bajé rápidamente ambas manos para intentar evitarlo pero no llegué a tiempo.

Para mayor desgracia perdí el equilibrio y me abalancé sobre Juan que estaba delante y me paró antes de que fuera al suelo de bruces.

  • ¿ Estás bien…? - me pregunto cuando aquello parecía controlado, yo de rodillas con su polla entre mis tetas y la barbilla apoyada en su glande que aún asomaba más que antes.
  • Si…, si… - respondí - ¡Casi me estampo…!

Oscar también había acudido en mi ayuda.

Había conseguido mis bragas pero las soltó y, detrás de mí, me sostenía de las axilas y parte de las tetas.

Tenía sensaciones desconocidas. Me notaba cachonda. A eso había que añadirle el susto que me acababa de dar y la posición no muy digna en la que me encontraba.

Ya no me apetecía pelear y permanecí inmovil, de rodillas.

Oscar me ayudó a levantarme y una vez de pie, sin soltarme, siguió tirando de mí, ambos caminando de espaldas, hasta que él se sentó y me hizo sentarme sobre sus piernas.

Tenía las piernas juntas y no me quedó más remedio que, al sentarme, abrir las mías y al instante noté la dureza de su polla aplastada bajo mi coño.

A continuación, rodeó mis tetas, no se si a modo protector o para impedir otro intento de fuga.

Juan volvió a utilizar el mando a distancia y bajó la intensidad de la luz aunque el reflejo de la pantalla aún nos permitía ver.

Nos quedamos así durante un rato. Los tres parecíamos estar a gusto y atentos a la película que transcurría ofreciendo imágenes de una chica jadeando follada por dos chicos.

Pensé: - ¡Menos mal que estoy sentada sobre Oscar ! - porque Juan tenía la polla descaradamente apuntando al cielo. Hubiera sido imposible sentarme sin que me la metiera…

Llevábamos así un buen rato cuando Oscar me preguntó:

  • ¿Te estás haciendo pis…?

Tras un momento de desconcierto, llevé mi mano entre las piernas y descubrí que un hilo líquido me chorreaba.

Era lubricante. Mio. Denso y suave. Toqué y comprobé que había caído sobre la polla de Oscar. Me sentía un poco avergonzada.

En ese momento noté que la polla de Oscar se levantaba un poco y me presionaba más. La película, mi posición y el contacto estaba logrando que dilatara y notaba el coño cada vez más abierto.

Con ambas manos me cogió de los glúteos, sus dedos hacia dentro, casi rozando mi sexo, y me levantó a la vez que tiraba con los dedos hacia el exterior, abriéndome más. Consiguió centrar su polla y me dejó caer poco a poco. Sentí como penetraba empujando mis labios hacia el exterior.

Una pequeña resistencia hizo que se detuviera un momento y al instante, como si superara un obstáculo,  siguió entrando hasta que mi culo se apoyó completamente sobre Oscar.

Seguimos viendo la película en esa situación.

Era la primera vez que me metían una polla. Sentía su calor,  notaba su palpitar y su roce y estaba muy a gusto. Nada que ver con mis juguetes.

Sus manos se entretenían pellizcando mis pezones y notaba más mojada la zona entre mis piernas.…

Me sorprendí a mi misma gimiendo y moviéndome ligeramente adelante y atrás.

Que Juan estuviera al lado, contemplando la escena y esperando su turno, me excitaba todavía más.

En el video se veía a la chica sodomizada por uno de ellos. Creo que fue el desencadenante para que Oscar olvidara mis pezones y me empujara hacia adelante hasta apoyar mis tetas sobre sus rodillas.

Con sus manos sobre mis nalgas, tiró hacia el exterior. Intentaba abrirme el culo. Metió un dedo lentamente. No me desagradaba. La presión de su polla en mi coño y esta nueva penetración, me provocaban sobresaltos inesperados.

Aplicaba saliva en la zona. Notaba la humedad. Volvió a meter otro dedo, era más grueso. Repitió varias veces la operación hasta que consiguió meterme tres dedos.

Juan se había levantado y colocado delante de mí. Su miembro aún era mayor de lo que me había parecido o quizá era por la proximidad. Lo tenía delante de mi cara y me golpeaba suavemente en los labios. Un líquido transparente se adhirió a ellos. Era evidente lo que pretendía.

Aprovechando uno de mis quejidos y que había abierto la boca para pronunciarlo, empujó un poco y consiguió meterme su glande. Moví la lengua intentando apartar aquello pero sólo conseguí desplazar algo de piel y retirarle parte del líquido que lo rodeaba.

opté por imitar lo hacía poco había visto hacer a la chica en el video: comerle la polla apretando los labios sobre ella y pasando la lengua sobre la punta.

Para ser mi primera experiencia con pollas “de carne y hueso”, estaba siendo muy completa.

Oscar se apretaba más contra mí y empujaba sus dedos con más fuerza. De pronto fui consciente de que se estaba corriendo dentro. Un líquido caliente me inundó y empezó a chorrear lentamente por el escaso hueco que quedaba libre. Notaba en mi interior las palpitaciones de su polla.

Había sido una inconsciente. Me levanté como un resorte liberando todos mis huecos.

-¡No tomo anticonceptivos! ¡Sólo me falta quedarme preñada…! - exclamé a la vez que recogía en una mano el semen blanquecino que ahora caía más libremente entre mis piernas.

-No te apures - me dijo Oscar - tenemos pastillas del día después.

Aquel "tenemos" me sonó un poco extraño.

Oscar volvió a tirar de mí hasta que me sentó de nuevo. Pero esta vez intentaba penetrarme por el culo.

-¿Qué haces? ¡Ni se te ocurra…!

Pero no pude seguir. Tiró aún más y aquello, incomprensiblemente, entró.

Me ardía la zona y me quedé inmóvil.

Juan, que seguía delante, me cogió de ambas piernas y las levantó a la vez que me las abría aún más.

Baje la cabeza. Podía ver parte de mi coño abierto y con restos de leche… y también como Juan me acercaba su polla para encajarla en el hueco y empujó hasta dentro.

Como Oscar me estaba follando el culo, la notaba más que antes.

No pude resistir mucho y tras jadear y algún grito que se me escapó, acabé corriéndome sin control mientras Juan me inundaba con su semen.

Casi estaba a punto del desmayo. Mi cuerpo temblaba y me sentía un poco puta porque había disfrutado. Permanecimos así un tiempo hasta recuperar la normalidad.

Nos dimos una ducha para limpiarme de tanto líquido pegajoso. Me ayudaron frotándome en las partes más íntimas.

Mientras me tomaba la píldora que me dieron,  me contaron que todas las semanas traen a una chica a la sauna y se la follan entre los dos de un modo similar.

Comprendí que lo habían planeado desde el principio.

Quedamos en volver a vernos la próxima semana.