Satiriasis
La doctora desvío la mirada de su libreta forrada en piel color miel; en la que anotaba todo lo que decía y me observo más con ojos inquisitivos; que de curiosidad...
Satiriasis
Buscando ayuda
-¡Doctora ayúdeme!... ¡soy un adicto al sexo!,
La doctora desvío la mirada de su libreta forrada en piel color miel; en la que anotaba todo lo que decía y me observo más con ojos inquisitivos; que de curiosidad. Ya tenía varias sesiones con ella; y la verdad es que comenzábamos a tener avances. Había logrado abrir mi confianza para relatarle todo lo que me atormentaba y sin poner trabas o resistencia al flujo de información.
El primer día por ejemplo en la primera sesión hablamos de cosas como mi infancia, y mi adolescencia; pero yo sabía que el problema nunca había estado en esos periodos de mi vida. Y al parecer ella también lo sabía por qué solo esbozo una sonrisa en su boca de labios carnosos y me pregunto:
-¿Que le hace pensar que usted es un adicto al sexo?
-Mi conducta doctora - le dije.
-A veces una conducta continua puede dar paso a cierto tipo de obsesiones - me respondió –pero relate desde el principio... - me dijo.
En ese momento mi mente comenzó a retroceder y a recordar momentos ya casi enterrados para mí... de golpe un nombre asalto mis recuerdos: ¡Zuleyma!.
Ahora muchos años después, después de haber pasado por infinidades de noviazgos, palabra que dulcemente abrigaba Zuleyma en su infancia (quien estaba secretamente enamorada de mi); Recuerdo que tiempo después ella me confeso que cada que me le acercaba; soñaba con el día de sentirse grande y así ser el objetivo de mi atención; pero lo que Zuleyma ignoraba, era que, estaba loquito por ella.
Me encantaba la forma de su cara; y no podía dejar de mirar su sonrisa, esa sonrisa que llevaba muchos sentimientos implícitos y que dejaba ver solo a una criatura inocente y llena de ilusiones. De niños, siempre buscaba estar a solas con ella y muchas veces, aun en contra de sus padres, jugábamos, siempre abrigados por la noche y con la luz de la luna como testigo.
Había veces en las que podíamos pasar largas horas solo tomados de la mano. Recuerdo que Zuleyma, siempre dejaba caer su mano inocentemente, como invitándome a que buscara la oportunidad para acariciarla; lo cual siempre hacía y así con las manos unidas, nos expresábamos tanto amor y cariño que se sentíamos.
Muchos años transcurrieron así; siempre a escondidas de sus padres, solo con sus manos, y esas tiernas miradas tan llenas de amor que me obsequiaba… Nos enamoramos perdidamente… Pero muy dentro de mí no podía dejar de mirar sus manos; aquellas manos tan femeninas, delicadas e infantiles.
Cuando chicos, era mi compañera de juegos; siempre juntos y jugando a las escondidas, mas sin embargo algo cambio dentro de mí, secretamente, ella siempre despertó deseos ocultos en mí; yo 4 años más grande que ella, ya había descubierto los secretos de la masturbación, ella era hermosa, y aunque aún era una niña, la encontraba muy atractiva.
Siempre que estábamos solos era motivo para ponerle mis manitas en sus piernas o incluso decirle que se sentara en las mías y que sintiera mi palo duro y con ansias de ella; cuantas noches ella fue la protagonista principal en mis desfogues nocturnos mientras mi mente suponía como la agarraba y la penetraba. Si, a temprana edad ya sabía lo que era tener relaciones sexuales, y ahí fue donde todo comenzó.
El sonido del teléfono hizo que la doctora dejara de anotar; me pidió disculpas y salió a contestar su llamada; pero continúe recordando; cuantas veces me cogí chicas que fueron mis parejas en su momento o a mujeres que tenían dueño; incluso arrebate virginidades, como si fuera un ejecutor, y encontrara sus hímenes culpables de todos los cargos… lo admito, ¡lo hice por placer!... me encanta tener relaciones sexuales con las mujeres, no importa rango ni posición social, si son llenitas o delgadas, altas o chaparritas, muy jóvenes o 10 años mayores que yo... ¡no importa!; tan solo interesa, el momento en que comienza el juego, me temo que tengo un lado oscuro que no encuentra saciedad alguna…
Antes que ella apareciera, estaba jugando, como si un dios jugara con las pobres mortales, y disfrutando de sus caricias; cuando ella se atravesó nuevamente... ella, Zuleyma, como divina diosa que se pavoneaba con su cuerpo, que implicaba una promesa de un excelente orgasmo para mí... Si, era Zuleyma, quien 25 años más tarde, estaba en la flor de su vida; ahora, con un culo más grande y unos pechos más firmes pues había sido madre un año atrás.
La doctora al regresar, simplemente tomó su libreta y dijo:
-De acuerdo, continuemos…
- Como le decía doctora, aun casado y con familia, tengo la necesidad de satisfacer ese lado oscuro, que me incita a conquistar a una mujer y que grita a mi cerebro: ¡Cógetela!...
Zuleyma como víctima, era la mezcla perfecta para mi lado oscuro, casada, con antecedentes de falta de atención por parte de su pareja y hermosa. En un principio no fue mi intención llegar a más; solo pensé en entablar comunicación y decidí invitarla a tomar un café, para lo que ella acepto.
El encuentro fue por demás informal y realmente era bueno nuevamente saber de ella; pero, mi instinto cazador siempre salía a flote; sabía que cuando uno se casa, hay situaciones que van enfriando el matrimonio y eso hace que las damas sean más susceptibles a encuentros con otros varones; tan solo se resisten por los tabúes y los escrúpulos con los que son educadas, y otro poco por el que dirá la sociedad, otras por no parecer fáciles, algunas por el hecho de que nunca han estado con otro hombre, y muchas más porque en su mente, aun sienten el prejuicio de que algo está mal y su moral sale al rescate; claro, también existen las que no lo buscan porque están satisfechas con el hombre que tienen a su lado.
Pero aun así, todas son susceptibles a conquista y están abiertas al juego, y más si hay química; entonces, hasta ellas mismas propician el encuentro. Una mujer puede llegar a desear tanto, como un hombre, pero no será presa fácil, pues entonces ella sabe que estaría perdida.
La doctora me miro inquisitivamente, podía notar que mi comentario la había hecho sentir incomoda o incluso molesta; por lo que me quede callado pensando.
-¿Qué sucedió con Zuleyma?- Me pregunto…
-Zuleyma no era de las mujeres que se pueden considerar como presa, ella era una cazadora- respondí- ella ya había estado con otros hombres antes de casarse y encontrarnos nuevamente; hombres casados, que la tomaban a la hora que ellos lo determinaban y se la cogían cuando ellos querían... tuvo la fortuna de hacerlo en un autobús lleno de gente con su pareja del momento, era toda una mina de oro para mi lado oscuro, sediento de placer en los lugares más inimaginables; en busca de niveles inconcebibles de orgasmos, siempre sin restricciones o tabúes.
Desde que recuerdo, siempre he tenido ese pensamiento sobre el sexo. Nunca vi el tenerle ganas a una prima como algo malo, ni siquiera cuando logre que una prima me enviara fotos a mi correo desnuda y diciéndome cosas tan calientes que terminé masturbándome para calmar la excitación que todo eso me provocaba.
Si, Zuleyma era una promesa de noches completas de pasión, una promesa que estaba dispuesto a cumplir, y vería la forma de cómo llevar a efecto mis más imaginativas fantasías con ella.
En alguno de esos encuentros como novios que ella y yo tuvimos;quedamos muy formales que la llevaría a casa saliendo del trabajo al siguiente día; y pasaríamos a un lugar que le prometí habría un espectáculo inolvidable, a lo que ella acepto.
Al día siguiente, pase por ella, y cuando alcanzamos la carretera, yo solo pensaba en hacerme a un lado y romper sus ropa a tirones y penetrarla en ese instante; pero la plática fue por demás inocente, hasta que llegamos al lugar prometido con la sorpresa.
El lugar se encontraba en una carretera apartada de la autopista, en donde estaba todo oscuro, solo iluminado por la luz del vehículo que surcaba la oscuridad como cortándola a su paso. Ahí en verano, se encienden los cocuyos y miles de lucecitas se prenden y se apagan en completa a sincronía.
Ella al verlo se entusiasmó mucho, y solo dijo...
-¡Wow!
-¿Te gusta?- Le pregunte.
-Sí, - me contesto - me recuerda a nuestro primer beso... lo que daría por repetirlo nuevamente...
Quede atónito por tal proposición, ¡nunca pensé que me resultara tan fácil el cortejarla!; por lo que solo la tome de la mano (Lo cual ella correspondió muy bien) y la jale hacia mí, dejando sus pechos pegaditos a los míos, y sus labios a tan solo unos centímetros de distancia.
Ella solo me veía fijamente, y nunca aparto su mirada de la mía, solo sonrió, coqueta, lasciva y con un brillo especial en los ojos; ese tipo de brillo que el deseo provoca y que nunca he vuelto a encontrar en otra mujer.
Entonces ella se abalanzo hacia mis labios; podía sentir como sus manos exploraban mi espalda, y terminaban en mis glúteos que oprimía cada dos o tres recorridos, sus labios chupaban los míos, muy lentamente, mientras su lengua masajeaba mis labios y de vez en cuando solicitaban mi lengua que entraba gustosa a recorrer su boca, mis dientes mordisqueaban lentamente sus labios carnosos, y su respiración era entrecortada.
En ese momento comprendí que no tenía que pedir nada; comencé a recorrer su espalda para llegar hasta sus nalgas, que por cierto estaban suaves, redondas y firmes; mucho más grades de lo que recordaba, más exquisitas al tacto por lo que comencé a oprimirlos con fuerza, mientras empujaba sus caderas hacia las mías, para que su pelvis se pegara a mi verga que ya estaba completamente firme dispuesta a trabajar y ella notara que es clara señal de que deseaba algo más.
Mirándola a los ojos, le tome de la mano, y la lleve al asiento trasero de mi automóvil, allí en el sillón trasero, nos besamos nuevamente y mis manos aprovecharon para tocar zonas aún más atrevidas, lleve mi tacto hasta sus senos, que encima de su ropa se podían percibir que estaban duros y con pezones dispuestos para mí.
Al calor de los besos, me atreví a ir más lejos aún, metí mi mano debajo de su falda y pude sentir la calidez de su vagina, que estaba completamente húmeda y lista para ser embestida.
Con delicadeza y mientras le besaba, fui desabotonando uno a uno cada botón de su blusa y ella no dijo nada; entonces fui más osado aun y le quite la falda, a lo que ella solo se movía para permitir el paso libre de su prenda, mientras me continuaba sonriendo; entonces le dije:
-si te rindes, me detengo...
-Nunca...- contesto con ojos lascivos y una sonrisa coqueta…
No pude contenerme... en un abrir y cerrar de ojos le quite su brassiere y pude ver al fin, después de mucho tiempo, entre la oscuridad unos pezones rosados que brotaban de dos pechos firmes y deliciosos... me los comí a chupetones, caricias y mordiscos. Quite su ropa interior que me estorbaba, hasta que quedo completamente desnuda…
En el recuento de lo que vi aquella noche, puedo describirle que su cuerpo era hermoso, piernas gruesas al comienzo de las caderas pero delgadas al llegar a las pantorrillas; pechos redondos, pero firmes, sin colgarse, parecen pechos de una jovencita de tan solo quince años, pero lo suficientemente crecidos por haber amamantado a una hija; sus nalgas eran a tono de su cuerpo y denotaba una silueta de venus; tenía un monte de venus espeso; que le cubría la mayor parte de su pelvis; se le marcaban ligeramente las costillas de la espalda, y sus pies… ohhh sus pies, aunque eran ligeramente grandes, eran exquisitamente femeninos; siempre me excito verla en zapatillas de tiras, que hacía que la deseara más.
Sus manos eran femeninas, con uñas largas y cuidadas; su piel era suave, con un tono blanco y su olor tan característico a ella…entonces me empujo sobre el sillón y comenzó a desvestirme... me quito todo de un solo jalón. Ahí con mi palo al aire, comenzó a comérselo y mientras veía sorprendido como desaparecía entre su boca solo cerré mis ojos y me deje llevar.
Pude sentir que mi cabeza tocaba su garganta, pero nunca se detuvo ni siquiera por sentir nauseas, que es común entre las chicas que no están acostumbradas a hacerlo. Después de un buen rato de hacerme sentir en la gloria, me decidí a retribuirle de la misma manera, por lo que la jale hacia el sillón y levante sus caderas hasta la altura de mis labios y comencé a chuparle sus labios... jamás olvidare el sabor de sus jugos, eran tantos que no estaban viscosos sino era como si brotara agua de un manantial para un sediento, deseoso de libar ese rico manjar, además de percibir ese olor tan característico que despedía y sobre todo único.
Ella solo jadeaba y con los ojos cerrados, solo emitía gemidos pronunciados por una sola vocal en respuesta de cada movimiento brusco de mi lengua; poco a poco buscaba más y más profundidad entre sus entrañas; mis dedos también hacían lo propio, metiendo primero uno, luego otro y otro, hasta que al final terminaron los 5 dentro de ella.
Estaba increíblemente dilatada que podría haberle metido un pepino y ella lo habría aceptado sin chistar.
-Se terminó la sesión - me dijo la psicóloga.
Entonces regrese abruptamente de mis recuerdos y voltee a ver a la doctora, quien parecía acalorada y ruborizada.
-¿Cuando la veo nuevamente doctora?
-La próxima semana está bien- me dijo - te espero el lunes sin falta...
A lo que solo asentí y despidiéndome de mi psicóloga, salí del consultorio, sin rumbo fijo.
¡Sí!..., Zuleyma fue una mujer única que debería tener nuevamente en mi cama.
Mientras caminaba, recordé nuevamente como termino aquella noche, ambos desnudos, solo me acomode en la entrada de su vagina y amenazando con entrar, ella solo me veía a los ojos pidiendo que cumpliera mi palabra, no pude resistir más, y empecé a penetrarla, al principio despacio y después violentamente. Zuleyma llego a los 5 minutos de haber estado penetrándola, después tuvo otro orgasmo a los 15 y otro a los 40 minutos; podía percibirlo porque cada que tenía un orgasmo se contraía su espalda y su himen se cerraba involuntariamente dejando atrapado a mi pene dentro de ella, como si no quisiera que dejara nunca ese lugar.
Mucho después ella me confeso que cuando éramos niños ella ya sabía masturbarse y que fui también protagonista de asombrosas fantasías en su mente, ella podía tener orgasmo tras orgasmo; al hilo, solo conté 13, pero me di cuenta que mientras teníamos el juego erótico previo, también llegaba una o dos veces.
Si, Zuleyma era la promesa de una mujer para disfrutarse bajo cualquier circunstancia y mi pene anhelaba un encuentro más planeado y lleno de perversiones que mi cabeza maquinaba mientras me relamía los bigotes con solo pensar en lo que haría con ella más adelante.