Satanas Death Show

Algunos autores de TR nos hemos animado a escribir relatos sobre crímenes. "Satanas Death Show" de GABI. Las snuff movies son reales, existen. OJO: Este relato contiene altas dosis de sadismo.

El ejercicio está abierto a todos los autores de TR. También sigue abierto el plazo. Para más detalles, puedes ver la dirección:

http://www.todorelatos.com/relato/41882/

Si te animas, no tienes más que escribir a solharis@yahoo.es


Si pensáis que los "snuff" no existen, si creéis que son leyenda urbana o invento de Amenábar en "Tesis", erráis de medio a medio. Existen. Se filman torturas reales. Se inmortaliza la muerte ajena. He investigado el fenómeno "snuff" en Iternet. Me he puesto en contacto, por messenger y e-mail, con entendidos. Uno de ellos –su nik, Verdugo- me aseguró haber participado en una filmación, Me confesó que era incapaz de soportar los remordimientos y que tenía que sincerarse con alguien. Me eligió a mí, tras advertirme que no repitiera a nadie su confidencia; la vida le iba en ello. Me hizo llegar un archivo que contenía datos terroríficos, detalles que horripilan al más curtido. Por razones que luego expondré, hago público hoy ese archivo, con la advertencia de que he procurado atenuar la crudeza del relato que, aun así, es plato solo apto para estómagos fortísimos. Dice la narración:

No importa mi nombre. Tampoco mi nacionalidad, mis tendencias sexuales o cualquier otra circunstancia personal. Solo importa que participé en el rodaje del snuff "Satanas´ death show" y que voy a hablar de aquella filmación, de la que solo existen tres copias que se vendieron a trescientos mil dólares cada una. Hay millonarios que pagan muy a gusto por estas cosas y más todavía si tienen la oportunidad de intervenir en el rodaje. Alfa, Delta y Epsilon –los conozco por esos alias- participaron. Llegaron en helicóptero a la finca. Los recibió el Oscuro, nuestro jefe, y también encargado del casting y guionista, montador y director de "Satanas´ death show". Los ayudantes éramos seis. Ninguna identificación ni detalle de la finca ni nuestro. Ningún nombre.

Entramos en la casa. Los recién llegados llevaban capuchones. Los demás, antifaces. Habíamos dispuesto el plató en la sala principal que no ofrecía ángulos muertos a las cámaras instaladas. En el centro de la pieza había una especie de tatami. En el muro opuesto al ventanal, unas argollas sujetas a la pared. En el paño de la izquierda, un banco de herramientas. ¿Mobiliario? Tres mullidos sillones en los que se acomodaron Alfa, Delta y Epsilon.

El Oscuro dijo lo de ¡cámara! ¡acción! y las cámaras se pusieron en funcionamiento. Comenzó la ceremonia.

"Encomendémonos a Satanás –propuso el Oscuro- Repetid conmigo: ¡Oh Príncipe de las Tinieblas!"

"¡Oh Príncipe de las Tinieblas!"

Fue un tímido bisbiseo que tomó cuerpo en las frases siguientes.

"Inspíranos para que nuestra crueldad jamás flaquee. Multiplica nuestro deseo de lastimar. Acrecienta nuestro propósito de torturar. Potencia nuestra ansia de destruir. Aumenta nuestra capacidad de regocijo ante la muerte de los inocentes. Amen."

Una vez finalizada la oración, esnifamos, y tal vez Satanás, tal vez la cocaína, hizo nacer en nosotros una fuerza que dinamitó las convenciones sociales. Éramos el mal y nos enorgullecía serlo.

"Empieza el espectáculo –advirtió el Oscuro-. Traed a los prisioneros de la sala azul."

Lo hicimos. Eran cuatro. Maniatados y amordazados.

"Señores –se dirigió el Oscuro a Alfa, Delta y Epsilon-, les presento a los protagonistas de nuestra película: una típica familia de clase media. Los sacamos de su casa a punta de pistola. No ofrecieron resistencia. Ninguno de los cinco."

"¿Cinco? – se extrañó Epsilon- Solo veo a cuatro."

"Lo sé –sonrió el Oscuro-. Cada cosa a su tiempo. Centrémonos ahora en estos. Éste es el padre –hizo que se adelantara un hombre de unos cuarenta años, bajo y recio- pero aquí solo es un cabrón y así le llamaré. Ésta –dio un empellón a una mujer que cayó de rodillas- era la madre, aunque ahora es una cerda. La hija –dieciocho o diecinueve años, buenos pechos bajo el top y culo respingón que mal ocultaban unos jeans apretados- es la zorra y el hijo –no más de quince- el perrito."

"¿Por qué van vestidos todavía?" –se interesó Alfa.

"Así disfrutaremos más de su degradación –rió el Oscuro-. Muchachos –nos ordenó-, comenzad por la cerda. "

Le arrancamos el vestido y destrozamos sujetador y bragas. Tenía el cuerpo macizo, algo de tripa, buen culo y pechos grandes, un poco caídos, con areolas anchas y pezones oscuros. Intentó cubrirse el vientre con los brazos.

"No lo estás entendiendo, cerda. Queremos verte para comprobar si vale la pena joder contigo."

Nos hizo una seña y supimos cómo actuar. Desatamos a la cerda aunque no la dejamos libre ni mucho menos. Le sujetamos las muñecas con las argollas fijas en el muro.

"Así está mejor –convino el Oscuro. Luego se dirigió a la hija que temblaba como una hoja de papel en un vendaval- Ahora te vamos a quitar la mordaza para que le digas a mamá lo cerda que es. No gritarás. Solo llamarás cerda a esta guarra desnuda. Si no lo haces, la lastimaré."

La desamordazamos y gritó. Le volvimos a tapar la boca.

"Has sido una zorrita desobediente –se encogió de hombros el Oscuro- y yo no amenazo en balde."

Fue al banco de herramientas y tomó un martillo. Luego se acercó a la mujer mayor y, sin más, le atizó un tremendo martillazo en la mano derecha que se aplastó contra el muro con un crujido de huesos machacados. La mujer se arqueó de dolor y perdió el sentido.

"¿Serás más obediente ahora, zorrita? Quitadle la mordaza. Quiero escuchar cómo llamas cerda a mamá."

Esta vez no gritó. Sollozaba:

"Por favor, déjennos ir…"

El Oscuro no dijo nada. Se acercó a la madre y le martilleó la otra mano. El cuerpo, desmadejado, sufrío una nueva sacudida.

"¿Y ahora?" –preguntó él.

"Cerda" – murmuró la joven.

"¡Más fuerte o sigo con el martillo!"

"Cerda. ¡Cerda, cerda, cerda, cerda!"

"Bien. Ahora chúpale la polla al perrito."

"¿A mi hermano?"

"¡Y yo que sé si es tu hermano, hija de puta, zorrra de mierda! Pero ¿qué haces vestida todavía? Desnudadla. Y al perrito también."

Rasgamos sus ropas. Ella estaba que se partía de buena. Tenía las tetas caídas hacia arriba y el coño peludito. El chico era muy delgado. Su sexo, encogido por el miedo, casi no se veía.

"Pon en forma al perrito, zorra. Restriégale las tetas por la cara, que eso siempre anima. Chúpale luego esa pollita de maricón que tiene. Si no se la pones bien gorda, lo pagará la cerda de mamá."

La chica se puso a hipar.

"No te he ordenado que hiparas, estúpida. Hasta ahora he sido demasiado amable."

Volvió al banco de herramientas, dejó el matillo y tomó un taladro eléctrico. Le colocó una broca, lo enchufó y accionó el mecanismo de puesta en marcha. Hacía todo el ruido del mundo. Se acercó a la madre que, entre ayes, recuperaba el sentido y acercó la broca a su hombro izquierdo.

"Siempre anima ver un poco de sangre. "

Fue solo un picotazo, una fricción ligera. Bastó. El torrente de sangre bañó los pechos de la mujer.

"Una cerda siempre sangra como una cerda -filosofó el Oscuro. Luego se volvió hacia la joven: ¿Sigo o vas a obedecer?"

La chica aplastó las tetas contra la cara de su hermano.

"Quitadle la mordaza al perrito. Tal vez quiera morderle los pezones a la zorra y decirle lo puta que es. Porque quiero que se lo diga."

Liberamos la boca del chico. Moduló un tímido "puta".

"¡Más fuerte, maricón! Y tú, zorra, chúpale la polla."

"Puta" –dijo el muchacho una vez más.

"¡Más fuerte!"

"¡Puta!"- gritó el chico.

Alfa comenzó a masturbarse. Es curioso. Nunca vi su cara, pero sí su verga. La reconocería entre mil. Era muy larga y fina. También Epsilon se acariciaba, aunque por encima del pantalón, en tanto la joven lamía la polla de su hermano.

"Cabrón- el Oscuro agarró del pelo al padre al que sujetábamos dos de nosotros- ¿ves cómo juegan los nenes? ¿Por qué no les animas a que hagan guarraditas nuevas?"

Le quitó la mordaza.

"Dile a la zorra que toque el clarinete con más ilusión".

"Antes me matarás."

"No tengo ninguna prisa –sonrió el Oscuro- Prefiero agujerear un poco a la cerda."

Puso el taladro en marcha y aplicó la broca a un ojo de la mujer que, ya consciente, intentó echar la cabeza hacia atrás. No pudo evitar que le estallara el globo ocular. Su grito de dolor llenó la sala y la sangre, a borbotones, salpicó a hijos y marido.

"Veamos cómo va esa mamada. Aparta los morros, zorra imbécil."

La chica se enderezó. Las lágrimas le bañaban el rostro y se mezclaban con salpicaduras de sangre. La polla del chico seguía encogida.

"Tal vez el perrito sea maricón y prefiera que le coma la verga el cabrón del papá. Y en cuanto a la zorrita…tal vez le sirva mejor otro perro."

Me hizo una seña y traje a Sultán, el rottweiler mejor adiestrado del mundo. Le gustaba que se la chuparan. Le gustaba follar perras, mujeres, tíos, lo que se le pusiera por delante. Le encantaba meterla en caliente. Lo retuve junto a la chica, las fauces a milímetros de su coñito peludo. Ella temblaba. A un par de metros, el padre se afanaba lamiendo la polla del hijo que, por fin, se agrandaba y endurecía.

"Así me gusta… Ahora el chiquito le dará por el culo al cabrón del papá. Tendrá que lubricar el agujero. ¿Qué mejor lubricante que la sangre de cerda? Así todo quedará en familia."

Acercó el taladro a la madre que volvió a desmayarse.

"Venga, perrito. Fóllate al cabrón. "

Imposible. La verga había vuelto a menguar.

"Como queráis. Volved al cabrón boca abajo y sujetadlo. "

Lo hicimos.

"Sé que te has quedado con las ganas de que te dieran por el culo, cabrón. No te preocupes. Aquí estoy yo para darte gusto. Separadle las nalgas."

Le abrimos los cachetes del culo. El Oscuro puso el taladro en marcha y lo embutió en el ano del hombre que aulló de dolor. La broca, al girar y girar, barrenaba sus entrañas.

"¿Tú ves? No hay nada como una buena enculada con una broca del doce."

El taladro destrozaba la carne y hacía brotar latidos de sangre que lo regaban todo. El alarido se quebró en jadeo agónico. Luego, silencio.

"Cabrón ¿estás muerto?"

Lo estaba.

"Para mí que se murió de gusto."

Los hijos estaban paralizados por el pánico.

"Fóllate a quien quieras, Sultán"

"Me gustaría que se follara a la zorrita mientras ella se la chupa al hermano"- indicó Epsilon.

"Eso está hecho."

Pusimos a la nena a cuatro patas y Sultán la montó. Arrodillamos al chico y su polla quedó a la altura de los labios de la muchacha.

"¡Folla, Sultán!"

La verga del rottweiler era corta y gruesa y, a cada envión, hacía que la cara de la zorrita chocara contra el vientre del chaval.

"Gilipollas, insulta a la zorra. Dile lo puta que es."

La escena no daba más de sí. Ella lloraba, lastimada por el empuje del animal. El parecía catatónico.

"Mata, Sultán."

El rottweiler abrió las fauces, atenazó el cuello de la chica y mordió. Fue un bocado certero, limpio, mortal. La chica se desplomó bañada en sangre, todavía la verga del perro pulsando en el interior de su vagina, vida y muerte acompasando sus espasmos.

La madre estaba recobrando la conciencia.

"Me aburre la cerda –decidió el Oscuro-. Traed la jaula de la rata."

La rata, de albañal, era grande y gris. Estaba asustada y hambrienta. La sacamos de la jaula y untamos su piel con vaselina. Luego la introdujimos en la vagina de la mujer. La embutimos de modo que solo el rabo del bicho sobresalía de la vulva.

"Búscate la vida por ahí dentro, rata."

No fue una muerte dulce la de la mujer. Ni digna. Los dientes de la rata debieron agujerear las paredes del útero, rasgar tripas, romper arterias, destrozar músculos, horadar vísceras. Los excrementos de la rata debieron envenenar la sangre, colarse por las venas, llenar aurículas, colmar ventrículos. La rata abrió galerías hasta, tras matar, morir sofocada y sin aire dentro del cadáver de la mujer. Una tumba dentro de una tumba.

"¿Qué vamos a hacer con el muchacho?" – se interesó Delta.

"Paciencia. Primero la sorpresa. Traedla."

La llevamos a empellones. Lloraba. La niña lloraba. Ocho años escasos, quizás solo siete.

"Aquí está."

Alfa aplaudió con entusiasmo. Delta soltó una carcajada. Epsilon suspiró.

"Me gustaría jugar con ella" – suspiró.

"Es toda tuya. ¿O prefieres que se la folle primero su hermano?"

"No. Déjamela a mí."

Se levantó del sillón y fue hasta la niña.

"Agarradla. No la dejéis moverse."

Acarició la mejilla de la nena amordazada que no quitaba ojo de los cadáveres de sus familiares. Siguió con un dedo el contorno del cuello. Desabrochó la blusa y dejo al descubierto el torso infantil, areolas mínimas y pezoncillos apenas apuntados.

"Me gusta" – ronroneó.

Escarbó en su propia bragueta y extrajo una verga rígida, gruesa y nervuda.

"Te voy a follar, putita."

Separó los muslos desmedrados y rasgó las braguitas descubriendo un sexo niño.

"Te partiré en dos, so golfa."

Y la embistió.

La nena pugnó por gritar, pero la mordaza ahogó su desesperada queja. Epsilon apretó con ambas manos la garganta de la chiquilla mientras seguía follándosela. La estranguló cuando sintió que alcanzaba el orgasmo.

"No hay nada comparable a los apretones que da el coño de una niña que agoniza." – se regodeó.

Quedaba vivo el chico, pero empezábamos a aburrirnos. Ya se nos iba el subidón.

"Alcanzadme unos alicantes –ordenó el Oscuro- y acabaremos esto en un momento."

Se los dimos y, con la maestría del mejor de los cirujanos, aplicó el doble bisel de la herramienta al tórax del chico y le arrancó con limpieza los pezones. Luego manipuló en el bajo vientre del muchacho y le rebanó el sexo. Un mar de sangre surgió incontenible de las tremendas heridas.

"El culo todavía puede aprovecharse. ¿Algún voluntario?"

No lo hubo. Flotaba, en el aire y en la sangre, la sensación de fiesta acabada.

Alfa, Delta y Epsilon se largaron en el helicóptero. Enterramos los cinco cadáveres, se montó la película y se hicieron las tres copias. "Satanas´ death show" había llegado a su the end.

Saqué veinte mil dólares del asuntos y juré –todos lo juramos- no decir jamás una palabra sobre lo que allí había sucedido, solo que yo me estoy volviendo loco y he de confesárselo a alguien.

Hasta aquí el relato que me llegó por e-mail. A la semana recibí un nuevo e inquietante e-mail de Verdugo: "Si alguien te pregunta, no sabes nada de "Satanas´ death show". No sé cómo se han enterado de que he roto el juramento. Creo que ya estoy condenado. Van a por mí."

No he sabido más de él. Hice los posible por olvidar el tema –el relato es verdaderamente repugnante- y casi lo había conseguido cuando, de anteayer a hoy, he recibido varias llamadas telefónicas preguntándome por el "Satanas´ death show". Me he hecho el loco, aunque con escasa fortuna. Hace un rato he encontrado a mi gato, ahorcado, colgando de una cuerda atada a la lámpara del comedor. Me he asustado de veras. He de protegerme y pienso que mi única defensa consiste en publicar cuánto sé. Por eso envío esta narración a Todorelatos. Es mi seguro de vida.

Alguien llama a la puerta. Iré a abrir, pero antes, por si fueran "ellos" pulso el "enviar relato". Luego remitiré otro archivo en que remate la narración con un final más espectacular, porque el de ahora es muy precipitado.

Nota de Todorelatos: El anunciado segundo archivo no se ha recibido nunca por lo que, pasado un tiempo prudencial, se publica la narración tal y como nos llegó en el primer y único envío.