Satán tiene cuerpo de mujer

La sexualidad en los humanos es estimulante y gratificante, pero también puede ser tenobrosa, maléfica y peligrosa.

Satán Tiene Cuerpo De Mujer

Por César du Saint-Simon

"Y la mujer estaba vestida de púrpura,

y de escarlata,

y adornada de oro,

y de piedras preciosas,

y de perlas,

teniendo en su mano una taza de oro,

llena de abominación

y de la inmundicia de sus fornicaciones".

(Libro del Apocalipsis Cap. XVII vers. 4)

I

Después de haberme tomado unas merecidas vacaciones ganadas luego de haber librado una batalla legal en los tribunales ejerciendo la defensa de Flor de Palma por los diez homicidios que ésta había cometido, yo iba en el vuelo 666 de regreso a casa. Al cabo de cuatro horas de viaje, mi compañera de asiento, sentada junto a la ventanilla, y yo sosteníamos una agradable conversación mientras nuestra empatía aumentaba. Entre otras cosas ella me comentó que recién había terminado sus estudios de Leyes y que era una Abogada sin experiencia y sin empleo. Cuando le dije mi apellido se le cayó la quijada y los ojos casi se le salían de las órbitas... ¿du Saint-Simon? ¿El famoso abogado penalista? Preguntó más como para sí misma y, sonrojada, agregó que era un gran honor y un enorme placer conocer a quien era prácticamente una leyenda entre los estudiantes de leyes.

En eso estábamos cuando sentimos un fuerte estremecimiento en el avión seguido de una explosión y vimos como el motor número dos empezó a incendiarse. Se iniciaron los procedimientos de emergencia y el piloto comenzó a descender el aparato buscando aterrizar en un aeropuerto alterno.

En medio de las sacudidas y vibraciones que hacia la aeronave, instintivamente nos agarramos las manos y entrelazamos fuertemente nuestros dedos. Cuando ya estábamos volando muy bajo, se viró hacia mí dando la espalda a la ventana, metió su otra mano agarrando mi brazo que le sujetaba como dándome protección y, mirándome con una hermosa serenidad en sus ojos afectuosos, me afirmó con un tono tranquilizante y con calmada entereza en su voz: "Dios, en su infinita misericordia, tiene grandes planes para nosotros y es que hoy sobreviviremos".

II

Han pasado muchas Lunas desde el aciago día en que mi novia, recién graduada en veterinaria, murió trágicamente aplastada por un camión que conducía un chofer ebrio y de las muchas cosas extrañas que bajo esas Lunas me empezaron a ocurrir por aquel entonces, que ahora, desde la perspectiva de los años canos y con la serenidad que la madurez otorga, entiendo que se sucedían movidas por fuerzas malignas y perversas venidas de las tenebrosas dimensiones demoníacas.

Yo había quedado triste y con un profundo dolor en mi espíritu ya que con ella se habían ido también a la tumba tanto mis ganas de vivir como mi sexualidad, y por la memoria de mi malograda novia y para poder sobrellevar mi pena empecé a profesar un celibato asceta que yo mismo me impuse como forma de no olvidar jamás que el amor de mi vida estaba sepultado.

Con esa actitud creé la situación ideal para que los Súcubo se presentasen en mi vida con cuerpos reales y físicos, con carnes voluptuosas y con sangre hirviente en sus venas, en sus ojos de mirada lujuriosa y en los humores de sus ardientes vaginas, haciéndome proposiciones indecentes y procurando sonsacar de entre mi desolación el odio y el desapego a mi Fe, soliviantándome para escabrosas experiencias sicalípticas.

De categoría inferior dentro de la jerarquía infernal, los Súcubo son seres extremadamente sensuales por su belleza, su gracia y su capacidad para despertar pasión entre los hombres con una mezcla de lujuria, cultura y hambre genital y, aunque la de ellas se trate de una pasión artificial, y a pesar de su fervor aparente, los Súcubo están tan muertos espiritualmente como lo están físicamente. Con su impresionante y tentadora apariencia femenina son expertas en hacer que su presa vaya a ellas y se mueven en aquellos círculos de la sociedad en que sus naturalezas lascivas son más útiles para los planes demoníacos, bien sea en la alta sociedad o en la incultura. Son las causantes de las mayores dificultades y tribulaciones que sufren los hombres para aislarse del hedonismo, para ser buenos padres de familia, mejores esposos y ciudadanos impecables, y se desenvuelven entre nosotros frecuentando las grandes congregaciones de mortales, por lo que suelen ir a teatros, galerías, clubes de moda, discotecas, garitos de drogas, prostíbulos y cualquier lugar similar. Practican el acompañar al mortal hasta el sitio, punto o paraje donde fornicarán, bien sea un hotel, o su apartamento, o un vehículo, o un callejón, abandonándolo luego (si es afortunado) en un estado lánguido, sexualmente exhausto y psicológicamente perturbado al borde de la enajenación, o (si no lo es) dejando un cadáver exangüe y mutilado, cuya alma le fue robada, perdiéndose para siempre en la oscuridad del mal.

Todo comenzó para mí por las noches cuando me iba a dormir. Empezaba a soñar en determinado momento que muchas mujeres llegaban a la habitación, me tocaban y jalaban, y querían tener sexo conmigo, pero nunca lo tenían, lo máximo que tuve con esas mujeres fue sexo oral. Pero lo que más me preocupaba era que cada vez que soñaba con eso, al día siguiente cuando despertaba me sentía muy cansado, como si me hubiesen estado absorbiendo en la noche, perdía mucha energía y no me sentía bien. Durante el día tenía mucho sueño, estaba cansado y no entendía por qué, ya que mi rutina era la misma, y me parecía más raro aún que desde que empecé a soñar con ellas encontré pequeños moretones en mi cuello, algunos rasguños en el cuerpo y contaba con cada vez menos vello púbico. También mi capacidad de interactuar en la sociedad, movido por mi deseo de irme a dormir cada vez más temprano, se iba disminuyendo casi hasta convertirme en un ser paria, solitario y trastornado, conveniente para las tentaciones de Belcebú.

Ya después salieron de mis sueños para materializarse en éste nuestro universo tridimensional. Así, tuve varias experiencias como la de "Alba Sentada" quien, infiltrada al lado de un buen hombre, llegó a ser la mujer de mi mejor amigo, o Silvia Sophie Le Moulè quien se me presentó con una apariencia poco común ya que era flaca, alta y plana por delante y por detrás y casi logró que me matase tratando de salvarla de entre una poderosa ventisca, o Claudine Duprat (la camarada Magdalena) con aspecto de comunista revolucionaria que por poco consiguió destruir amistades y un gobierno popular, o April Rosendo Kent una mutante con el noveno hueco que fue la desgracia de muchos de los de mi generación en la Universidad. Todas ellas y algunas otras más, hicieron su parte en mí de ir ablandando mi vocación de célibe que me había exigido a mí mismo ya que eran unas arpías pervertidas, y cuya relación con ellas vivida adapté para escribirlos en varios de mis relatos eróticos.

Para cuando Flor de Palma, con una famosa carrera artística y autora del éxito musical folklórico "Yegua Vieja" entró en mi vida, yo me había convertido en un doctor en leyes penales, feroz, sin escrúpulos y sin amigos. Y, sin saberlo, era un abogado del diablo, ubicado ahí para defender a ladrones y asesinos y a todos los depredadores consumados que, albergando demasiada depravación y muerte en su interior la disfrutaban, encarnando vampiros perfectos. Y al ella "fugarse" de la cárcel (en realidad desapareció y nadie hasta hoy sabe cómo y por donde) en la cual pagaba una condena de treinta años por los homicidios que perpetró, yo no tenía idea que reaparecería en mi vida.

III

Besamos el suelo. Ambos nos arrodillamos uno al lado del otro y besamos el pavimento de la pista de aterrizaje mientras los bomberos y el personal de rescate daban lo mejor de sí para salvar a los que estaban atrapados en el incendiado fuselaje.

Aunque yo no creía en los milagros y sostenía que estos sólo eran cadenas de sucesos que aún no podíamos explicar con la lógica de la ciencia, al conocimiento científico le sería muy difícil explicar cómo la cola del avión en cuyos últimos asientos estábamos ubicados se desprendió limpiamente del resto del aparato al momento del impacto contra la pista, dejándonos allí solos e ilesos mientras el resto del avión continuaba en una incontrolada carrera de fuego y muerte hasta hundirse en un bosque al final de aeropuerto.

Durante los minutos que pasaron antes que los rescatistas se diesen cuenta que había dos pasajeros vivos junto a la cola de la aeronave siniestrada, permanecimos sentados en el suelo, abrazados, temblorosos y, contemplándonos sin decirnos nada, dábamos gracias al Señor. La bella ternura de su mirada reflejaba tristeza y paz interior, y la tibieza y seguridad de su menudo abrazo me reconfortaba el alma.

Los funcionarios de la aerolínea que tomaron cuenta de nosotros, nos dispensaron muchas atenciones y, al preguntarnos a que destino queríamos ser llevados, nos dimos cuenta que ya el destino nos había llevado a una unión imperecedera y que no nos separaríamos jamás.

IV

Angè Ko Mai era joven, muy joven incluso para ser una abogada recién graduada e inexperta como me lo había dicho durante aquel fatídico vuelo. Con finos rasgos asiáticos en aquel cuerpecito frágil pero bien proporcionada, su verdadera belleza estaba en la agilidad de su delgadez y de su mente muy despierta.

Mientras ella ordenaba sus finanzas la llevé a vivir a Civitas Orbi como se llama el castillete propiedad de los Saint-Simon construido en el lejano siglo XI en los tiempos de los reinados de los Papas Sergio IV, Benedicto VIII y Juan XX. Fue muy bien recibida por mi siempre fiel Ama de Llaves quien la alojó en la habitación de huéspedes de la torre Este con vista al lago. También la convertí en mi asistente a pesar de mis incertidumbres acerca de sí pudiese sobrellevar los ásperos y complejos casos penales en los que yo asumía la defensa de cuanto criminal con dinero me contratase y de los poco usuales métodos y tácticas que yo empleaba en mi trabajo. Pero mis dudas pronto se disiparon.

Estábamos defendiendo a un estafador que ya había recibido varias condenas pero que ahora estaba acusado de un brutal asesinato usando como única arma homicida su propio falo. La victima era una mujer que murió en el servicio de ginecología del hospital de Las Hermanitas del Triple Misterio al poco rato de haber llegado con el útero y otras partes femeninas colgándole entre las piernas, salidas por la vagina.

El fiscal consignó unas fotos de la difunta bastante fuertes que por respeto a mis lectores no voy a agregar a este relato, mientras argumentaba que el acusado era... "Una persona perjudicial, materialista, ruin y malvada, que canaliza sus bajas pasiones e instintos animales en una carrera criminal que está en asenso y ésta es la oportunidad para detener su violencia y encerrarlo para siempre", decía con vehemencia al jurado que, de los doce miembros, ocho eran mujeres de lo más variopinta: desde Sor Rita, hasta una astronauta, pasando por el ama de casa vestida con recato, la ejecutiva de negocios con apariencia de devoradora de hombres, la intelectual universitaria de aspecto mojigato quien, tras aquellos lentecitos, guardaba una sexualidad desbordada, la enana de alegre semblante, una morenaza buenísima que decía en su sumario ser clarividente y una militar tiesa y con cara severa. Tres de los cuatro hombres, sentados entre las mujeres estaban visiblemente incómodos con los brazos fuertemente cruzados y las mandíbulas apretadas, especialmente al que le tocó estar sentado entre la monja y la militar, mientras que el Gay y presidente del jurado se veía alegre al lado de la enana.

Durante la réplica mi asistente tomó la palabra para afirmar que vamos por la vida venciendo las pruebas que Dios nos pone y... "Dios no retira la libertad ni el libre albedrío en cuanto ve que alguien avanza por el camino del mal, porque al realizar tal cosa supondría que aquel espíritu quedaría ya para siempre en el mal. Permitir que siga haciendo el mal, supone ofrecerle la posibilidad que retorne al bien. Retirarle de la prueba existencial ciertamente haría que no se cometieran más crímenes, pero al espíritu que le haya sido retirada la libertad quedaría petrificado en el mal para siempre. Permitir que el malo siga haciendo el mal, le da la posibilidad de rectificar su vida y todo lo que Dios hace por nosotros, ningún hombre en la tierra tiene el derecho o el deber de contradecirlo".

La atmósfera del lugar estaba abiertamente impregnada de asombro, convencimiento y fe. El jurado, persuadido por aquella original argumentación, se conmovía en sus asientos. El Fiscal protestó alegando que "El Señor Dios" no podría venir a la sala del tribunal a ratificar semejante absurdo. La jueza le mandó a callar recordándole que no aceptaría blasfemias en su corte y dispensó al jurado ordenándoles que se retirasen del recinto. Lanzó una fuerte reprimenda al acusado conminándole a que pusiese fin a la clase de vida descarriada que hasta ahora había llevado y ordenó la liberación del reo. El Fiscal iba a decir algo y la jueza lo amenazó con un arresto por desacato. Dio dos golpes con su mazo y puso fin al juicio "en nombre de Dios, de la República y por la autoridad que me confiere La Ley".

Yo ya estaba acostumbrado al acoso de los reporteros y durante mis declaraciones a los de la prensa –mientras trataba de llegar a mi vehículo- acerca del controversial veredicto que emitió la jueza, cuando quise dar los meritos a mi asistente, ésta no estaba por ninguna parte. Se las arregló para esfumarse y sólo nos volvimos a ver en la noche durante la cena que mi Ama de Llaves preparó especialmente para celebrar nuestro triunfo.

Apenas probó la comida, en verdad únicamente la revolvió en el plato. Yo le decía muchas cosas y sobre todo estaba entusiasmado por la jurisprudencia que se había creado. Su único comentario fue parco pero sólido y pesado como un ladrillo: "El mal es ausencia de bien. Las fuerzas de Dios siempre vencen al Maligno, a sus demonios y todos sus seres sobrenaturales que se alimentan de la manipulación y la traición".

V

A medida que transcurrían los ciclos lunares mi asistente se convirtió en mi socia, asumiendo ella la mayor carga del trabajo de campo propiamente dicho, quedando yo en la reserva como consultor en los casos más difíciles. Y entonces empecé a escribir mis memorias desde mi estudio ubicado en la torre del faro, que forma parte de la propiedad, y que desde hace trescientos años saluda y advierte a los navegantes de aquel helado mar invernal del peligroso acantilado desde el cual se erige frente a las siempre inquietas aguas, y sobre las apacibles y verdes lomas salpicadas de muchos puntos blancos, que agrupados en rebaños, han pastoreado allí por siglos.

Aquel domingo sin Luna yo me había quedado solo en el castillo ya que mi Ama de Llaves se fue a visitar a su marido para permitirle que éste le removiese las entrañas con el descomunal falo del cual ella se quejaba que él poseía pero que no lo podía abandonar, y mi socia Angè se había ido a sus actividades religiosas.

En esas noches de frío gélido, se levantan de repente unos nubarrones tan fuertes y apocalípticos, que por su oscuridad tenebrosa nada se ve, sino relámpagos que atemorizan, truenos que dejan a uno sobrecogido y aires huracanados que recuerdan la justicia de Dios en el fin del mundo, de granizo y piedra, que parece que todo lo va a destruir. La tormenta que estaba arreciando me dio la idea de ordenar por teléfono que me trajesen una pizza a una de esas empresas que afirman que el pedido es gratis si se demoran más de treinta minutos en entregarlo.

Ya habían transcurrido cuarenta minutos cuando, entre los rugidos estrepitosos de la tormenta, tocó la puerta la empleada completamente empapada con la orden de pizza en sus manos. Era una mujer algo mayor para estar haciendo esa clase de trabajo. Traía la cabellera desordenada y suelta que le tapaba algo del rostro. La dejé pasar para que se pusiese a cubierto de la lluvia cortante que estaba cayendo y mientras entraba me entregaba una caja dorada con asas diciéndome: "Esto en gratis y esto también". Se abrió la gabardina color escarlata y me dejó ver dos firmes, cónicos y enhiestos pechos que alzó con ambas manos y se me acercó para ofrecérmelos como aperitivo. En su cuello tenía un rico collar de perlas y esmeraldas de donde colgaba una alhaja de oro con incrustaciones de diamantes. Se relamió los gruesos labios pintados con bâton pourpre y me preguntó con un tono provocativo e incitante: ¿Ya no te acuerdas de mí... mi macho defensor?.

Flor de Palma estaba muy cambiada, más bien remozada, con sus encantos de mujer madura potenciados, ampliados y fortalecidos que me descubrió totalmente cuando dejó caer tras de sí el abrigo que poco la protegía de la inclemencia del clima de esa noche y, abrazándome con frenesí por el cuello mientras me restregaba su ardoroso vientre en mi armamento pélvico, me suplicaba al oído que nos revolcásemos allí mismo para terminar lo que habíamos empezado una calurosa noche entre la selva colombo-venezolana, recuperar el tiempo perdido que ella pasó en la cárcel necesitando que yo le provocase un orgasmo y llenarse, bañarse y saborearse con mi leche.

Mi confusión era enorme y mi excitación también. Quería hacerle muchas preguntas y quería hacerle mucho sexo. Mientras más se me encimaba más ardiente era su piel y todo su cuerpo se estremecía con la urgencia sexual que traía. Sin preámbulos sensuales y sin más frases eróticas, sólo con murmullos guturales, se acomodó encima de mí y, ensartándose en mi verga con un solo envión, lanzó un aullido animal que atravesó la tormenta. Se batía impetuosamente. Meneaba sus caderas hacia atrás y hacia delante clavándome en el pecho sus largas uñas barnizadas con el mismo color púrpura de sus labios. Su húmeda cabellera, violentamente agitada por lo fogoso y arrebatado del coito le tapaba la cara y sólo dos cuevas sanguíneas me miraban con morbosidad.

En la cima del clímax empezó a apretar fuertemente sus muslos contra mis caderas y a contraer poderosamente su vagina y, llevando sus manos a mi cuello rugió roncamente un perverso: "Te tengo donde yo quería", ejerciendo presión como para estrangularme.

Un colosal trueno estalló dentro del castillo y un esplendoroso relámpago iluminó todo el ambiente cegándonos y liberándome de aquel Súcubo que regresaba desde el mundo del mal para cobrar mi alma, haciéndole rodar por el suelo.

¡VA DE RETRO, DEMONIO INMUNDO! Soy el Ángel de la Guarda de ésta alma y en el nombre de Dios Todopoderoso te ordeno que salgas y abandones el mundo de éste mortal. Demandó con firmeza pero sin ira aquella hermosa presencia, quien se había materializado para manifestar su poder ante El Maligno y conjurar sus intenciones.

El Súcubo, al no poseer cuerpo físico, se enroscó, gruñó, gritó y se transfiguró en lo que realmente era: un signo más de lo fuerte de la intervención del Diablo con poder sobre las potencias del caos. La tormenta helada se apoderó del recinto y un penetrante y asqueroso olor a hiel y a azufre se adueño de todo. Desde sus más de dos metros de altura, de piel escamosa y cabeza de lagarto, el Satán lanzó una sarta de maldiciones, amenazas y repugnancias a través de su fétido aliento, y le arrojó a mi Ángel protector una bola de fuego que, cuando chocó contra su radiante luminosidad, cayó al suelo en forma de pétalos de rosa.

¡VETE YA ALIMAÑA INFERNAL!... Dijo mi Ángel protector con voz densa mientras abría los brazos y causaba una agradable y cálida claridad en el ambiente y el perfume de las rosas ahogó la podredumbre.

La bestia maldecía y maldecía. Ratas, serpientes y otros bichos ponzoñosos vinieron de todas partes y, arrastrándose a su alrededor, trepaban por sus babosas extremidades, quien las tomaba en puñados y se las arrojaba a mi Ángel salvador, pero cuando entraban en el ámbito de su aureola, las ratas se convertían en hermosos conejitos, las serpientes en largas hojas de helechos y las sabandijas en aromáticas algas marinas.

¡QUE TE RETIRES TE ORDENO! Dijo categóricamente con luminosa autoridad y, avanzado directamente hacia el representante del Malévolo con los brazos abiertos y batiendo sus brillantes alas lo lanzó al fuego de la chimenea que se avivó con un intenso color rojo.

El castillo se estremeció y el pórtico del infierno se abrió por el umbral de la chimenea, pudiéndose escuchar los aullidos que, desde los confines de la perdición, lanzaban sus congéneres.

¡QUE DESAPAREZCAS YA DE ÉSTE MUNDO... ENTE BESTIAL! ¡EL BIEN TE HA VENCIDO Y SIEMPRE TE VENCERÁ! Agregó, concentrando su Luz en la cavidad en donde el mal se revolcaba y se retorcía gritando toda clase de sacrilegios y abominaciones, empujándolo definitivamente al destierro y a la oscuridad eterna.

Temprano en la mañana llegó, como invariablemente lo hacía, mi siempre fiel Ama de Llaves trayéndome castañas asadas del vecino pueblo de Corozopando y rebozada de alegría por sus experiencias conyugales y por un agradable sueño que había tenido cuando el marido por fin la dejó dormir un poco. Me contó que soñó con Angè Ko Mai y conmigo, que ella estaba flotando detrás y encima de mí irradiando gracia y alegría y que le decía con una melodiosa voz angelical: "Ahora tu amo es libre y ya no sufrirá más, y entre ambas le protegeremos para siempre".

FIN

Mi Ángel de la Guarda. (Esta imágen fué tomada justo despues de la batalla).

Un asqueroso Súcubo