Sara y la extraña familia 3.

Siguen las aventuras de Sara en la finca de su tío Alberto.

Sara y la extraña familia

Capítulo 3º.

Pasaban los días y yo seguía disfrutando de unos días de vacaciones, invitada por mí tío Alberto, en su lujosa finca en España. Piscina, paseos a caballo, visitas a los pueblos cercanos, salidas nocturnas para cenar y copear, ese fue el plan durante la primera semana. La relación con mi tío era como si los más de doce años que hacía que no nos veíamos, no hubiesen existido. La complicidad entre ambos y con mi prima Teresa era máxima, si bien es cierto que durante esos doce años habíamos hablado por teléfono en infinidad de ocasiones y estábamos en contacto a través de internet. Una noche que nos encontrábamos cansado, decidimos hacer una barbacoa junto a la piscina. Mi tío Alberto, Gisella, mi prima Teresa y yo. Tras las consabidas chuletas, chorizos criollos y demás viandas, nos quedamos charlando mientras nos tomábamos una copa.

  • Sara, sabes algo de tu tío Andrés? – me preguntó mi tío Alberto.
  • Bueno lo que sabe todo el mundo… que vive en Estados Unidos, concretamente en Los Angeles y poco más. – le contesté.
  • La verdad es que me gustaría saber como le va… si se casó…. Si tiene hijos… y verlo… ¡me encantaría¡. – dije con un poco de nostalgia.
  • Desde que hicimos el trato de esta finca, cogió el dinero y se fue a América y desde entonces habré hablado por teléfono con él un par de veces. – comentó Alberto.
  • ¿Daniel cuándo viene?... que llevo aquí más de una semana y todavía no ha dado señales de vida. – pregunté.
  • Pues… se encuentra en Bilbao. Ha estado trabajando la última semana en el bufete de abogados en Madrid, pero este fin de semana subía a Bilbao a recoger a Elvira, su novia, y se venían para acá, creo que se quedarán aquí un par de semanas, descansando. – me informó mi tío.
  • El pobre tiene merecido el descanso. Ha tenido un año muy duro en el bufete. Le han nombrado jefe del gabinete de abogados y no da abasto. Fíjate que ahora además de llevar los casos suyos, tiene que dar la cara ante la importantísima clientela que tienen. – intercedió Teresa.

La velada era muy agradable y continuamos un buen rato conversando de muy variados temas, hasta que a eso de las tres decidimos irnos a dormir.

Primero se fueron mi tío y Gisella y a renglón seguido nos fuimos mi prima Teresa y yo, cada una a su habitación, no sin antes despedirnos con un sensual beso en los labios. El calor sofocante no me dejaba pegar ojo, cuando al rato de estar acostada, empecé a escuchar unos gemidos que provenían de la habitación contigua. Era la habitación de mi tío. El tabique que separaba ambas habitaciones, no era muy grueso y además al final del mismo, junto al techo, había una amplia cristalera que daba luz a ambas estancias.

Los sonidos cada vez eran más audibles debido al silencio de la noche y que el que fuera o la que fuera cada vez los emitía más fuerte, aunque se notaba que intentaba disimularlo no podía. Cogí un pequeño mueble que se encontraba lo acerqué al tabique, me subí en él pero me faltaba un tramo para poder llegar al ventanal, así que decidí colocar una silla encima del mueble y ahora sí llegaba perfectamente a poder ver el origen de los gemidos. Lo que vi me dejó alucinada. Era Gisella.

Ella se encontraba sobre la cama tendida boca arriba, con las piernas completamente abiertas. Mientras mi tío se dedicaba a pasarle la lengua por sus pliegues más íntimos y ella con una mano se acariciaba el pecho y con la otra sujetaba y empujaba la cabeza de Alberto hacia su sexo, sin dejar de mover su trasero en círculos y de arriba a abajo. Alberto le comía el coño de una manera lenta pero pausada. Le recorría los carnosos labios una y otra vez. Le manipulaba e introducía un dedo en el culo al objeto de dilatarselo. La chica gozaba lo indecible mientras mi tío la penetraba con la lengua, convirtiéndose ésta en un  pequeño pene que removía los placeres más recónditos de Gisella, que  no podía soportar tanto placer y se corrió en la boca y cara de mi tío.

  • mmm… ¡Alberto… no puedo más… me corro!

Éste siguió perforando y dilatando el ano de la chica, ahora con dos e incluso tres dedos, de forma que ésta se convulsionaba sin dejar de moverse. Gisella se dio la vuelta colocándose a cuatro patas ofreciéndose a mi tío. El amplio y sugerente trasero de la mujer, enmarcaba el ano y esos labios vaginales que momentos antes habían sido presa de la boca de Alberto, que ahora le masajeaba el ano con el pulgar, terminándolo de dilatar. Éste me daba la espalda en todo momento y solo pude observar la musculosa espalda y el culo que lucía, a pesar de su edad y sobretodo gracias a las horas que le dedicaba al deporte. Yo como os podéis imaginar me derretía subida sobre la silla. Mis pezones se marcaban en la fina tela de la camiseta que uso para dormir y mis braguitas se encontraban ya mojadas debido al espectáculo. Mi mano se perdía entre mis piernas buscando en mi clítoris el placer.

Alberto dejó de masajear el ya dilatado ano de Gisella, en el que tenía enterrada prácticamente toda la mano, en ese momento pude ver la polla de mi tío, se giró para acercar a Gisella al borde de la cama y pude comprobar la herramienta que gastaba. Era grande, hermosa y firme, de las más grandes que había visto, a excepción de la que me desvirgó hacía ya diez años, la de mi vecino Stanley. Se cimbreaba venosa y con la cabeza amoratada, mientras su dueño, mi tío, agarraba a la chica por las caderas acercando su miembro totalmente erecto al culo de Gisella.

Poco a poco fue introduciendo aquella gruesa barra de carne de veintitantos centímetros. Yo no me perdía detalle y la calentura ya se había apoderado de mí. Las manipulaciones en mi encharcado coño eran cada vez más rápidas sintiendo el ya próximo orgasmo mientras la chica seguía gimiendo, con el culo levantado y la cara hundida en la almohada. Mi tío con delicadeza, la seguía penetrando, hasta que sus gordos huevos toparon con los labios sexuales de ella, la sacó completamente y sin detenerse, de un golpe seco y fuerte se la clavó hasta los cojones, Gisella dio un grito ahogado por la almohada y Alberto se cebó en un mete y saca lento y suave pero continuo, en el que fue incrementando el ritmo y que la chica parecía soportar estoicamente, aunque con su mano derecha en la pelvis de mi tío hacía de tope a las embestidas de Alberto. Mi tío acariciaba los senos y siguió bombeando durante unos diez o quince minutos, durante los cuales la chica tuvo infinidad de orgasmos.

Mi tío paró y tumbándose en la cama boca arriba se acariciaba el miembro manteniendo la erección, Gisella se sentó a horcajadas sobre la punzante y, quien lo diría, madura polla, y comenzó a cabalgar con el enorme miembro de mi tío insertado hasta las entrañas. A pesar de mi situación un poco cómica, ya que me encontraba de pie sobre una silla y ésta sobre un pequeño mueble, ya había alcanzado varios orgasmos. Cuanto anhelaba ser yo la depositaria de ese majestuoso miembro y sentir las embestidas en lo más profundo de mi ser. Mi tío cerraba los ojos y manoseaba los pechos de Gisella, dedicándole, un trato especial a los duros pezones que coronaban unas grandes aureolas marrones.

La follada que le estaba dando a Gisella o mejor dicho, la que la chica le estaba dando a mi tío era de categoría. La cabalgada era cada vez más fuerte y contundente y recorriendo a todo lo largo la polla de mi tío. La rapidez con que la chica se empleaba hacía presumir que estaba teniendo un sinfín de orgasmos. Mi tío continuaba masajeando los pezones y los pechos de la chica con evidentes síntomas de que la corrida era inminente. Abría y cerraba los ojos cuando al subir la mirada clava sus ojos en los míos y descubre que los estaba observando, dibuja una leve sonrisa en su cara y haciéndole un gesto a Gisella ésta se descabalga y cogiendo a duras penas la polla entre sus manos, lo acaricia primero, agitándolo con rapidez a la vez que acerca su cara y se lo introduce en la boca a la espera del denso néctar. Alberto sin dejar de mirarme, aguanta la corrida queriendo alargar la espera de Gisella por recibir el semen. De pronto mi tío dando un gemido suelta dos chorretones de semen que entran en la boca de Gisella y ésta se lo traga al momento, los dos siguientes le llegan a la cara y al pelo. Yo seguía tocándome mi entrepierna buscando el enésimo orgasmo de la madrugada y deseando que el espectáculo no acabara. La cara de satisfacción de mi tío reflejaba sin duda el placer que Gisella le había proporcionado, pero el sentirse observado por su sobrina mientras se follaba a su novia era una situación que contribuía a que ese placer fuese sino más intenso por lo menos distinto. Me bajé de la silla y ya acostada reflexioné sobre lo que había vivido hacía unos instantes. Tras lo ocurrido sólo un deseo me obsesionaba poder sentir la polla de mi tío Alberto dándome placer por todo mi cuerpo, pero eso será ya otra historia.