Sara, subyugada por Juani
Sara: amor incondicional y sumisión. Juani: Control total y castidad.
Capítulo I
Presentación.
Me llamo Sara y desde muy joven me di cuenta de que no me gustaban los hombres y de que me empezaron a llamar la atención algunas chicas.
Soy una chica alta de cuerpo normal, algo guapa, pelo castaño y labios finos, pero mi principal atractivo y a la vez mi desgracia son mis pechos, que son grandes, muy firmes y prietos, imposibles de disimular con todo tipo de ropa y siempre tengo que ir en busca de sujetadores especiales. Son mi desgracia por dos motivos: el primero que atraen con exceso a los hombres y se ponen a veces muy pesados y es peor cuando además solo me gustan las chicas y el segundo motivo por que mis pezones son muy sensibles y es aún peor cuando me llega la menstruación (a diferencia de las otras mujeres a mí no me duele ahí abajo y solo está un poco más sensible) mis pechos se me inflaman y mis pezones se vuelven extremadamente sensibles, así que en esas fechas tengo que ponerme toallitas humedas en los pezones para que no me rocen con el sujetador e ir excitada todo el ciclo menstrual, y cuando está en pleno apogeo mi regla, durante esos dos o tres días además de la excitación me molestan y me duelen. En verano tengo que ponerme algodones por que las toallitas se secan rapido y también me rozan.
También tengo otra característica íntima que me avergüenza... No me crece bello en mis partes íntimas (ni en las axilas) por lo que mi cosita siempre parece el de una niña.
En cuanto lo peor de mí creo que es mi personalidad, soy generosa, muy tímida e introvertida siempre dedicada a mis libros y lecturas, tampoco me hace ser una persona muy segura el complejo que tengo con mis grandes senos. Además soy tremendamente romántica y guardo mi virginidad para el amor de mi vida, por lo que nunca me he masturbado ni tenido un orgasmo. No es que no sepa lo que es la excitación (cuando tengo la regla... Buf) ni el sexo pero yo me reservo para mi futura amada.
Capítulo II
Encuentro con Juani, el comienzo.
Este año he empezado la universidad con dieciocho recién cumplidos a estudiar literatura. En clase conocí a una chica que me gustó mucho y cada día que pasaba más. Se llama Juani, es guapísima para mí, pelo moreno y laceo, labios perfectos más gorditos si los comparamos con los mios y sus comisuras tan bonitas y tentadoras que me despertaba el deseo de querer besárselas; no se los pintaba lo que decía mucho de su seguridad y personalidad y la verdad que ya llamaban la atención sin pintura de labios. Ella remarcaba sus ojos con un lapiz de ojos que resaltaba sus ya bonitos ojos de por sí y aunque solía llevar gafas éstas solo la hacían más atractiva e interesante. Era de pechos pequeños, erectos lo que me producían cierta envidia. Unas pierna preciosas, un culo pequeño que me encantaba y unos pies hermosos.
Pero lo que me volvía loca era su personalidad, es tremendamente segura, simpática, extrovertida, culta y siempre tenía a otras chicas revoloteando alrededor de ellas. Además es de familia muy rica.
Me estaba enamorando de Juani, pero me asustaba tanto siquiera acercarme a ella ¡Yo y mi maldita timidez! Durante meses me conformé solo con mirarla y suspirar por ella, además me moriría de vergüenza si me atrevía a decirle algo y ella me respondía que no le gustaba o que no era lesbiana.
Cuando tenía una clase libre o en los descansos me iba a la cafetería a leer. Un viernes, cerca del final de curso, me despisté y llegaba tarde a clase, salí corriendo. A última hora me di cuenta que me había dejado el libro en la cafetería, pense en ir al terminar la clase. Cuando sonó la campana me iba a levantar y de repente oí un golpe a mi lado. Miré y alguien me dejó un libro, precisamente el que me dejé, miré arriba y... era Juani. Mi corazón dio un brinco. Ella me sonrió y me habló por primera vez en casi 8 meses -Un libro interesante, me gustó el capítulo tercero- y se fue como si nada. Cogí el libro y fui a revisar el capítulo tres. En la primera página de dicho capítulo había escrito a lápiz "A las 22:00 en la plaza Alejo, junto a la estatua. No me falles". Ella... ella quería quedar conmigo. No sabía para qué. No quería hacerme ilusiones pero me las hacía. Fui a casa corriendo a vestirme bien, pero no como si fuese una cita, eso sería un error. Me vestí bien y me puse una torera para disimular mis pechos.
Estuve en el lugar veinte minutos antes de tiempo. Juani apareció y estaba guapísima. Se me acercó y me dio los dos besos de cortesía en las mejillas. Ella me miró y me dijo directa y con la seguridad que tanto la envidiaba -Se que te has fijado en mí y que me observas todos los días, sé que quieres hablar conmigo pero tu pudor y tu respeto han hecho que seas respetuosa conmigo y no me molestes como las otras chicas moscas cojoneras de la universidad y te lo agradezco mucho. También sé que tienes las mejores notas, después de mí, que te encanta leer y que eres culta, eso me gusta. Quiero enseñarte un lugar especial para mí. Pero antes que nada quítate esa torera, no te pega nada y te quita todos tus encantos.
Yo estaba anonadada. Juani se había fijado en mí, le interesaba conocerme y se había informado. Me ayudó a quitármela y me avergoncé, ahora todos volverían a fijarse en mis pechos. Ella me cogió del brazo y yo me estremecí. Pidió un taxi y me llevó a la parte vieja de la ciudad, durante el camino me hablaba como si fuésemos amigas de toda la vida y eso me calmó algo. Bajamos del taxi y me señaló un bar -Este es mi lugar preferido y secreto, nunca he traído a nadie y mucho menos a esas descerebradas de la universidad.
¿Ella me estaba llevando a su lugar especial y quería compartirlo conmigo? Me estaba a punto de dar algo. Entramos. Era un bar en principio normal pero en un lado de la pared, en el suelo y en diversas estanterías estaban llenas de libros. Juani me comentó -Aquí puedes coger y llevarte el libro que quieras, pero se sobreentiende que dejarás otro para que otros puedan disfrutarlo, eso me encanta-. Se acercó a la barra, le entregó al camarero un papel y éste se lo selló, también oí que dijo -Ella viene conmigo, cóbramelo a mí- El camarero le puso otro sello. Se volvió -Nosotras entramos al patio- me volvió a tomar del brazo y entramos. Era un patio abierto lleno de plantas, hiedra y macetas poco iluminado e íntimo. Habia tres mesas, dos vacias y la otra con diversas bebidas de la gente sentada en ella y una especie de cetro en el centro. Juani saludó a todos, me presentó y nos sentamos. Al rato vino el camarero y tomo notas de las bebidas de la mesa. Entonces Juani me explicó -Cuando sean las once uno toma el cetro y habla o expone sobre un tema durante unos cinco minutos, luego deja el cetro y el que quiera lo toma para responderle, si nadie lo hace el de la izquierda toma el cetro y también expone lo que le plazca y así sucesivamente. Solo hay tres normas: no interrumpir, ser educado y que el tema sea cultural que puede versar sobre lo que sea, a veces se oyen verdaderas ponencias...
Llegó las once y comenzó. Juani y yo lo disfrutamos con gusto escuchando, reflexionando y aprendiendo. Yo no participé ya que me dio extrema vergüenza. A lo tonto nos dieron casi las dos de la madrugada. La última intervención antes de marcharnos fue de Juani y dijo que recitaría un poema antiquísimo de origen celta versado en una declaración de amor. Yo me quedé embobada mientras ella lo recitaba a la perfección. Era un ángel. Las últimas palabras las dirigió mirándome -"...fui tan desdichada en el cielo sin tí, que crucé las ancestrales puertas del averno y condené mi alma para estar siempre a tu lado... y me encadenaron los demonios junto a tí para amarte eternamente"-. Ella lo acabó así a escasos centímetros de mi cara.
Mi corazón brincó y me quedé petrificada. Me ardía toda la cara y mis orejas ya que me ruborice como jamás me había pasado antes, no pude ni hablar. Juani se separó, me sonrió y me dijo -¡Espero que te haya gustado! No sé si lo habré hecho del todo bien- Asentí y me di cuenta que me temblaban las piernas y que no tenía fuerzas para moverme. Juani me acercó un vaso de agua y dijo "¿Estás bien Sara? Pareces un poco congestionada". Asentí de nuevo. Bebi quedamente y me levanté despacio. Ella sonrió, me volvió a asir del brazo y afirmó -Ya son más de las dos, mejor nos vamos ¿no?- ella habló con el camarero el cual nos pidió un taxi. Al salir y mientras nos dirigíamos al vehículo me dijo -A estas horas no quiero que te vayas a casa sola, me sentiría horrible si te llegase a pasar algo y me siento responsable de tí. ¿Por qué no vamos juntas en el coche y te quedas a dormir en mi casa? Acepté involuntariamente, estaba alelada y no podía pensar con claridad. Tomamos el coche y al ser primavera el aire nocturno me despejó algo. Me llevó a su gran casa familiar, subimos a la segunda planta y entramos a su dormitorio.
Continuará...