Sara, la esposa de mi amigo

Siempre había fantaseado con cogerme a Sara, pero no se había dado la oportunidad, hasta que me aproveché de la situación.

SARA, LA ESPOSA DE MI AMIGO

Siempre había fantaseado con cogerme a Sara, pero no se había dado la oportunidad, hasta que me aproveché de la situación.

Sara es la esposa de un amigo, ella tiene 30 años y dos hijas producto de su anterior matrimonio y vivían con su papá. Aunque era muy amigo de su esposo y convivíamos en reuniones, ella siempre tuvo un trato seco para conmigo, pensé que era porque no podía contener la forma en que la miraba con ganas de poseerla. Ella cuenta con un muy bonito culo, grandes tetas y buenas piernas, es de tez blanca y de cabello largo y rubio.

Era un viernes en la noche había ido a buscar a su esposo a su casa pues íbamos a ver el partido de fútbol, al llegar, de mala gana me hizo pasar a su casa pues su esposo aún no terminaba de arreglarse.

¿Nunca te he caído bien?, verdad Sara.

Ja ja ja, no sé por que lo dices, Fallo, además a quién le debes caer bien es a mi esposo, a mi que. Lo dijo con ese tono cínico de persona presuntuosa.

Se dio la vuelta y puede ver esas hermosas piernas y redondeado culo, llevaba una pequeña falda color rosa, y puede imaginarme una tanguita bajo de ella, pues no se le marcaba nada.

Pues mira Sara, podré caerte mal, pero tu a mi me caes muy bien, eres muy guapa y esposa de mi amigo, tendré que aguantarte.

Pues no, Fallo, no tienes porque aguantarme, anda siéntate que ahora baja tu amigo, y así se dio la vuelta, subió rápido las escaleras y pude verle sus bragas, blancas.

Eso basto para que entrara al baño a pajearme pensando en ella.

Al bajar mi amigo nos fuimos al fútbol y me dijo que saliendo de ahí lo fuera a llevar a la terminal de autobuses, pues iba a la capital a ver a su mamá que andaba delicada de salud y regresaría hasta el domingo en la noche.

Mmmm, Sarita, sola todo este tiempo, pensé para mí.

No sé que paso por mi pero una vez que dejé a mi amigo en la terminal, esperé que subiera al autobús, arranqué y cuando me di cuenta estaba parado frente a la casa de Sara, con un enorme bulto en mi pantalón. Por cosas de la amistad, sabía que la puerta tenía un pequeño truco para poder entrar si a ellos se les olvidaba la llave, razón por la cual con lo excitado que estaba, de repente me vi subiendo las escaleras, en eso algo me hizo entrar en pánico.

La puerta del único cuarto de la planta alta, estaba medio abierta, la luz apagada y la televisión prendida, ahí estaba Sara de espaldas al colchón de su cama, aún con la falda rosa y dejando al descubierto sus bragas, las cuales se le metían casi por completo a sus hermosas nalgas, no sabía que hacer, escuché que hablaba por teléfono, con algún familiar de su esposo, pues le decía que ya había salido en el autobús y que pasarán a recogerlo temprano allá en la estación.

Me acomodé de tal forma que empecé a masturbarme, nada más de verla, no sabía que hacer, jamás pensé en estar ahí, de repente paré, casi grito, me entró un terror imaginarme que pasaría si me descubre, la policía, mis amistades, mi trabajo, todo se perdería, y sólo estaba ahí viéndola.

No sabía que hacer, dejé de masturbarme, y tampoco recuerdo que pasó, sólo vi que ya me había desnudado. Ok, pensé, esto esta dicho, tenía que poseerla.

Vi, que colgó y se volteó, se paro, se quito la blusa y la falda, de repente quedó fuera de mi vista, estaba decidido, tenía que entrar en acción.

Sin pensar más di unos pasos al frente decido a poseer a Sara, mi sueño deseado se iba a ser realidad.

Hola preciosa, así te quería ver, le dije.

Ella dio un grito, obviamente por el susto, me vio desnudo y con mi tranca de más de 25 cms. en su apogeo.

Pe, pe, pero que haces, Rafael. Me dijo con un miedo en sus ojos.

Ahora si perrita, vas a ver como me desquito de tus desplantes.

Me acerqué y la empujé a la cama, ella estaba petrificada del miedo, solo tenía los brazos tapándose sus hermosas, grandes y blancas tetas.

Yo era otro, no era yo, algo me había poseído, dentro de mi sabía que no estaba bien, no tenía plan, no sabía que iba a pasar después, sólo sentía que mi verga había adquirido un tamaño fuera de lo normal y estaba completamente erecta, era ella la que tenía el control y apuntaba hacía la cama donde se encontraba Sara casi desnuda frente a mi.

Los ojos de Sara, no dejaban de mirar mi miembro, por lo asustada no sabía que hacer ni decir, mejor pensé, que no diga nada.

Te voy hacer gozar, como nunca lo haz sentido, le decía mientras me agarraba mi pija y me pajeaba.

Me puse sobre ella, mi verga toco su vientre plano, que se movía en un vaivén de excitación y miedo.

Primero, quiero que subas tus manos pues me voy a pajear con tus hermosas tetas, y luego quiero que me la mames hasta acabar en tu boca, vas a ser mi puta, todo este fin de semana, ¿lo entiendes?.

En eso como salida de un trance, Sara, reaccionó y empezó a maldecirme, una par de tortazos en la cara la hizo desistir y volver al papel de sumisa que me había gustado.

Una vez vuelto a la normalidad, comencé a pajearme con sus tetas, estaba muy excitado que temía venirme antes de tiempo, por lo que me pare a un lado de la cama y le ordené que me mamara la verga, ella de rodillas en la cama y frente a mi no repeló, y comenzó a tragar mi pene en forma magistral, pasaba su lengua por mi glande, por los lados y luego se la tragaba de un jalón hasta los huevos, por mi parte le agarraba la cabeza y jugaba entre sus cabellos. Era una maestra en estos menesteres, la muy perra estaba gozando.

En esa posición, le empecé a sobar sus enormes nalgas y a quitarle las bragas, en eso estaba cuando me vine.

Arggghh, perra, que rico lo mamas, ¡ah!, veo que te gusta la leche, así trágatelo todo, si, oh, si, que bien.

La cara de Sara lo decía todo esta igualmente posesa, por la misma "fuerza" que me trajo hacía ella. Inmediatamente se dio la vuelta y abrió las piernas, solicitaba que le diera a ella placer. No la hice mucho esperar, me fui sobre su vagina, estaba rodeada de una pequeña mata de pelo, perfectamente delineado, en color rubio, ahí comprobé que era rubia natural.

Su concha estaba bañada en jugos, por lo que me clavé en ellos inmediatamente, mi lengua le hacía toda clase de trucos, su clítoris se encontraba duro, era un verdadero manjar, no me dio tiempo de nada cuando sentí un chorro sobre mi cara, empezó a gritar de placer, había tenido ella una fenomenal venida.

Ya, ya, métemela, métemela, la necesito bien adentro, me gritó.

Acomodé mi pija perfectamente erguida, subí sus piernas en mis hombros y entró con suma facilidad, comencé a bombearla, lentamente, mientras engullía sus tetas que eran todo un espectáculo de igual forma mientras baja sus piernas de mis hombros para tener mejor acercamiento besaba su cuello, cuando mi lengua encontró su boca, salió de ella su lengua y se enlazo con la mía, gemía de placer pero no me dejaba la lengua. Aceleré mis movimientos y con ello ocasioné que se volviera a venir estrepitosamente.

No se te ocurra sacármela cabrón, que me esta gustando con madres esta cogida, me decía mientras sentía que estaba apunto de venirme.

En esos momentos ya no sentía que era una violación, sentí que éramos amantes desde hace mucho.

Hijo de puta de saber que tenías una vergota, desde hace tiempo te hubiera cogido, me decía Sara.

De saber que eras tan fácil, desde hace años hubiera dejado de pajearme en tu honor y anduviéramos cogiendo a cada rato, putita.

Me vine dentro de ella, cuando lo sintió se dio la vuelta y me la mamó en cuestión de segundos la tenía parada otra vez, se sentó como sobre ella y comenzó a cabalgar sobre mí.

En esa posición la tenía frente a mi y podía observar esas hermosos tetas, que cuando baja sus manos para ponerla sobre mi pecho se le veían más espectaculares. Su cara lo decía todo, estaba gozando como una puta o más bien como una ninfa, se veía hermosa me sonreía. De repente paró y empezó a convulsionarse un poco y gritaba que se veía, sentí un chorro de líquido golpearme con algo de fuerza, cayó sobré mi y me decía que no se la sacara.

¿Sacártela?, pero si estamos empezando, le dije.

Solo me sonrió.