Sara. El pacto secreto

Isabel, la hermana de Sara, nos cuenta cómo conoció a Charo, y el pacto, secreto, al que llega con ella, para que Sara pueda caer en sus garras.

En esta tercera parte del relato, es Isabel, la hermana de Sara quien narra la historia, y nos va a contar el pacto que hizo con Charo para poder destrozar a Sara. Es un relato de dominación lésbica.

Comienza Isabel a narrar la historia, según su punto de vista.

Soy Isabel, supongo que algunos ya habréis oído hablar de mí, pues soy una de las hermanas de Sara, junto con Silvia, tengo 5 años menos que Sara y soy cirujana plástica en la clínica de mi padre.

Físicamente, tengo un cuerpazo, mitad operado, mitad fruto del esfuerzo al machacarme en el gimnasio a diario y tener una dieta especial, sin casi grasa ni frituras ni nada poco sano, es algo que no me salto, por muchas operaciones que pueda tener.

En cuanto a las operaciones que tengo en mi cuerpo, pues la mayoría del catálogo que ofrecemos en la clínica; tetas en 3 ocasiones, y a la espera de una cuarta operación, pues llevo unos implantes que se van rellenando de silicona, para ir aumentando el tamaño de las tetas de forma progresiva.

A pesar de que mis tetas son enormes, no tengo problemas con ello en el quirófano, por si alguno/a se lo está preguntando.

El culo me lo operó mi padre, como regalo por los 21, aunque es también gracias al gimnasio que lo tengo bien marcado.

Los abdominales son también una operación, y por supuesto la nariz es otra.

Llevo tatuajes y piercings por todo mi cuerpo, es algo que me encanta, tanto llevarlos como verlos, especialmente en mujeres.

Soy rubia, llevo el pelo rapado al 0 en los laterales, pero una coleta central, mido 175 cm, al igual que mis hermanas, practico nudismo desde siempre, por lo que no tengo marcas del bikini en el cuerpo y también soy bisexual, aunque me gustan más las mujeres.

Al igual que mis hermanas, la ropa de cuero y las botas altas, forman parte de mi indumentaria habitual, cuando salgo a la calle, aunque no le hago tampoco ascos al látex.

Evidentemente, en la clínica, llevo la ropa de médico, aunque siempre intento destacar por mi vestimenta y mi físico, incluso en el quirófano.

Mi sueño, desde que era una niña pequeña, fue, por un lado, ser una Barbie, algo que estoy consiguiendo, con el gimnasio y con las cirugías, y, por otro, encontrar a alguien, quizás una mujer, a la que destruir por completo.

Hasta que conocí a esa persona, a la que pude empezar a destruir, había tenido varias experiencias con mujeres, si bien es cierto que, con quien más he intimado, es con Estrella, una psiquiatra que trabaja conmigo en la clínica.

La conocí el día que empezamos las dos la carrera de Medicina, por lo que tiene casi mi edad, en realidad, tiene un año menos, porque le avanzaron un año, debido a sus altas capacidades a nivel de CI. (El CI alto es un rasgo de personalidad que comparte con mi hermana Sara)

Es bisexual, como mi hermana y como yo, la compartimos también con Sara, aunque con ella se comporta como Ama, pues Sara es totalmente lesbiana y sumisa, siempre dispuesta a todo, aunque, a veces, me cueste un poco lograr convencerla de que haga cosas.

Físicamente, Estrella es rubia y tiene el pelo largo, mide 165cm, su cuerpo es de gimnasio, pero natural, pues ni siquiera tiene las tetas operadas, aunque las tiene grandes, pese a ser naturales, lleva algún tatuaje y piercing, y le gusta todo lo que tiene que ver con el mundo del motor.

Os tengo que comentar que tengo, generalmente, muy mal carácter, pues siempre he tenido claro que soy Ama, me encanta dar dolor, y no tengo problema en hacer cirugías por extremas que sean, con mi padre, he operado a gente con BIID y he hecho operaciones muy peculiares.

Hablando de esto, de destruir a alguien, con mi hermana Sara, descubrí que ese era también su sueño, pero, en el caso de Sara, quería ser ella la destruida.

Junto con mi hermana Silvia, que es neurocirujana, hemos hecho lo posible por cumplir su deseo, y le dimos la promesa de que seguiríamos haciéndolo, mientras fuera posible.

Algo que creo que Sara no os ha contado, es que una de las modificaciones que lleva en su cuerpo, es la cicatriz de una traqueotomía, pues, gracias a nosotras, estuvo cerca de seis meses, con un Halo puesto, con los dos ojos totalmente vendados, escayolada casi por completo, en la cama, sin casi poderse mover, y con necesidad de traqueotomía para poder respirar.

Conociendo a Charo en el gimnasio.

Cómo ya he dicho antes, el gimnasio es uno de mis lugares favoritos, paso allí varias horas al día, las que me deja mi trabajo en la clínica. Fue allí, en el gimnasio, donde conocí a Charo.

La primera vez que la vi, he de reconocer que me impresionó, y que, para qué negarlo, me puso bastante cachonda, noté bastante humedad en mi coño, que no era, precisamente, producida por alguna máquina en contacto con mi coño.

Me acerqué a hablar con ella, pues no soy nada tímida, y más cuando se trata de hablar con una mujer, le dije que me gustaban mucho sus tatuajes, que me llamaba la atención que llevara todo su cuerpo tatuado, y que me ponía muy cachonda verla con la ropa de deporte que llevaba, que apenas tapaba nada de su cuerpo.

Estuvimos un rato hablando, mientras entrenábamos, me estuvo contando Charo que era ingeniera, pero que eso era sólo una tapadera, pues, en realidad, su familia tenía negocios al margen de la ley, narcotráfico y prostitución, que le reportaban ingentes beneficios, y buscaba a alguien que le ayudara a invertir semejante cantidad de dinero; ahí fue cuando me acordé de Sara, y empecé a pensar en un plan.

Eso me excitó mucho, y pensé que, tal vez, podría ayudar a Charo con alguna cosa. (Quizás alguna cirugía a las chicas que se prostituían para ella, o presentarle a Sara para que ayudara a Charo en los negocios algo turbios)

Al acabar de entrenar, fuimos a los vestuarios, nos vimos, por primera vez, desnudas las dos, si bien es cierto que noté que había

feeling

, no noté algo más, cierto chispazo, que sí noté al ver a alguien especial, de Colombia, de quien luego hablaré con detalle, y a quien algunos ya conoceréis...

Charo me dejó que le metiera mis dedos en su coño, todo lleno de piercings, y con un tatuaje, y yo dejé que tocara mis tetas, pues me dijo que tenía curiosidad por tocarlas, debido a su enorme tamaño.

Nos metimos las dos en la ducha, hubo algún beso, pude probar el rico sabor del coño de Charo, pero no mucho más, pues, aunque estábamos solas, podría venir alguien y pillarnos en plena faena.

Tras vestirnos, ya para salir a la calle, yo llevaba un pantalón muy corto de cuero, un top que resaltaba mis tetas y unas botas de tacón, sin plataforma, Charo me dijo que quería que fuéramos a mi casa, para que pudiéramos hablar, con un café por delante, de una propuesta que tenía para mí, y, quizás, hacer alguna otra cosa...

Fuimos cada una en nuestro coche, pues habíamos acudido al gimnasio en coche, sin saber que nos íbamos a encontrar ahí.

El de Charo era un Lamborghini Urus, y, el mío, un Mercedes GLE, dos máquinas, ambos en negro.

Charo me siguió hasta mi casa, que, como ya

sabréis

, está en Sierra Blanca, somos vecinas de urbanización, junto con mis hermanas.

Al llegar, le ofrecí a Charo un café, llamé a la asistenta, que es filipina, pero muy liberal y sumisa, y le dije que nos trajera nos cafés.

Le pedí a Charo que me explicara en qué consistía su propuesta. Ya antes, en el gimnasio, le había dicho a Charo que me dedicaba a la cirugía.

Sacó una

tablet

de un maletín que llevaba, y me enseñó varias fotos, de una mujer colombiana, en todas, la mujer estaba desnuda totalmente y con los ojos vendados, con diversos vendajes, salvo en la última, que llevaba una especie de lentillas que impiden ver, según me dijo Charo.

También llevaba, en algunas fotos, diversos collarines, tanto médicos, como de cuero.

Sus tetas eran ya enormes, y el culo también parecía estar operado. Diana era todo un

pivón

, y eso me hizo, de nuevo, humedecer mi coño, y necesitar masturbarme, algo que hice, delante de Charo, porque notaba que había ya confianza.

Charo, claro está, se dio cuenta, y me empezó a masturbar, hasta que logré correrme, después, Charo, utilizando su lengua, limpió bien toda la zona...

Conocí a Diana, que así se llamaba la chica, en uno de mis viajes a Colombia. Al parecer, su sueño era ser ciega, y le dijo a Charo que estaba dispuesta a hacer lo que fuera para conseguirlo.

Charo la trajo a España, con todos los papeles en regla, consiguió un cirujano que le aumentó mucho las tetas y le puso un buen culo, pero claro, se negó a dejarla ciega.

Llevaba en torno a dos años con distintos vendajes, y Diana sólo veía durante unos segundos, los suficientes para cambiar el vendaje, cosa que sucedía cada día.

Yo le dije a Charo, que no había ningún problema, que, en la clínica, podríamos operar a Diana de los ojos, sin problema y de forma no reversible, para que nunca más pudiera ver y cumpliera su sueño.

Pero, también le propuse lo siguiente:

Le dije que quería destruir por completo a Diana, puesto que había visto que tenía mucho potencial de operaciones y ningún límite, al decirme Charo que estaba dispuesta a hacer lo que fuera, para ser ciega.

A cambio, yo le podría ofrecer a mi hermana Sara, para que fuera su nueva sumisa, y pudiera también destruirla, pues, según me dijo Charo, el de destruir a alguien, era un sueño que ambas teníamos en común.

Charo aceptó sin pensarlo mucho, y me pidió que trazara un plan para conseguirlo. Al ver que nuestras madres vivían en La

Zagaleta

, intentaríamos hacer un encuentro casual entre ellas, para que mi madre le diera a Sara los datos de Charo, con la excusa de un negocio, que fuera a casa de Charo a hablar con ella del negocio, y ver qué pasaba.

A Charo, este plan le pareció perfecto, y dijo que, adelante, que daba luz verde.

Tras tomar un café, le pregunté a Charo, que planes tenía para Sara, una vez que le enseñé a Charo una foto de Sara, para que empezara a pensar en qué modificaciones quería hacerle a Sara.

Charo me estuvo enseñando algunas fotos de modelos de mujer que le gustaban, y lo que buscaba poder hacer a alguna mujer algún día, en este caso, hacerle a Sara.

Lo que vi, era brutal, pero me pareció realizable, desde luego, al acabar el proceso, no iba a quedar casi nada de lo que era Sara ahora.

Aproveché para darle a Charo algún consejo sobre cómo actuar con mi hermana, sobre todo si, en algún momento se negaba a algo, para convencerla de que aceptara.

Finalmente, nos despedimos con un beso en la boca y yo me fui a la clínica, porque tenía turno de tarde.

Claro está, estuve en contacto casi permanente con Charo durante los días previos al encuentro en su casa, para poder ver con ella, todos los detalles, planificar también el encuentro de nuestras madres y, ya puestas, hacer algo de deporte también, hubo algún encuentro, bastante caliente, en los vestuarios del gimnasio, pero eso ya es otro tema...

Días más tarde, me llamó Sara, para hablarme de que iba a ir a una cita de negocios a casa de Charo, yo había quedado con ella en que iba a hacer cómo si no supiera nada, solo le dije a Sara que yo había quedado con Charo para el viernes, en su casa, pero sin saber cuál era el motivo de la reunión.

Sí que era cierto lo de quedar con Charo el viernes, en su mansión, encuentro del que os hablaré ahora, pero claro, como ahora ya sabéis, yo sí conocía el motivo de la reunión.

Viernes, en la casa de Charo

Por la mañana, Sara me había escrito para contarme cómo le había ido en el hospital con Estrella, a la que había logrado convencer para que hiciera de piloto para Charo, me contó también lo que había tenido que hacer para convencerla (Eso os lo contará ella misma en el próximo capítulo que os narre Sara) y me dijo, que había aceptado lo que Charo le proponía, para hacer negocios juntas.

Yo había quedado con Charo, en su casa, después de comer, en torno a las 16:00, para aprovechar y pasar la tarde y la noche juntas.

Salí a las 15:00 de la clínica, había puesto el turno de modo que no tuviera que volver hasta el domingo, por lo que tenía toda la tarde del viernes y el sábado entero, libre, por si la estancia con Charo se alargaba.

Llegué a mi casa, me cambié, me quité la ropa de médico, me di una breve ducha, y me puse un mini vestido de látex negro, unas botas al muslo con 20 cm de tacón y poca plataforma, agarré el coche, también el maletín con las cosas de médico, para poder revisar a Diana en condiciones, y me fui para la casa de Charo. No me puse nada de ropa interior, pues pensaba que, en realidad, iba a pasar la mayor parte del tiempo desnuda, y no me hacía falta.

Charo me dijo que, aparte de tener tiempo para follar, me quería presentar ya a Diana, para que le hiciera un reconocimiento médico, aunque fuera en la casa, poder ver sus ojos, cómo estaban tras dos años casi sin poder ver, y, si era posible hacerle la operación que Diana tanto deseaba.

Llegué con mi coche a su casa, llamé al timbre, y vi que salía a recibirme, una persona, no sabría decir si era hombre o mujer, cubierta entera de látex, vestida como una asistenta, con una máscara que sólo tenía un agujero para respirar. Le costaba moverse por las botas y por las esposas que llevaba, así como un collarín que le impedía mover, por completo, el cuello.

Me indicó, con un gesto, pues no emitía sonido alguno, supuse que, debajo de semejante máscara, llevaba algún tipo de mordaza o de vendaje que le impedía hablar. Me sorprendió que Sara no me hubiera hablado de este personaje, pues estaba segura de que se habría puesto muy cachonda al verlo, como me ocurrió a mí.

Me llevó al despacho de Charo, tocó al timbre que había en la puerta del despacho, y salió Charo, completamente desnuda, salvo por las botas que llevaba, a recibirme.

Al verla desnuda, decidí que era mejor que yo también me quedara así, sólo con las botas, para estar más cómoda.

Estuvimos un rato hablando, y, después, acompañé a Charo a la sala de juegos, de la que, días antes me había hablado, y ya tenía mucha curiosidad por ver en persona. Evidentemente, yo ya sabía de la existencia de esa sala, antes de que Sara fuera a la casa de Charo, pero no le dije nada, para que fuera una sorpresa y el pacto pudiera seguir adelante.

Al llegar a la parte médica de la sala de juegos BDSM, Diana estaba ya allí, esperando. Llevaba un vendaje en ambos ojos, formado por varias capas.

Le dije a Charo que, primero, me gustaría hacerle a Diana un reconocimiento general, para acabar por los ojos, intentando que se mantuviera con visión el menor tiempo posible, pero que iba a necesitar unos minutos sin ningún vendaje, para poder examinar adecuadamente sus ojos, aunque, al acabar, volvería a vendarle los ojos, con más fuerza que antes.

Me puse una bata que me dejó Charo, y saqué cosas de mi maletín de médico, a pesar de que la sala médica de Charo está muy bien equipada con materiales médicos de primera calidad.

Primero le metí los dedos por el coño,

que,

aunque estaba húmedo, no se esperaba recibir la visita de mis dedos, por lo que Diana pegó un gemido de placer, a lo que yo le pedí a Charo que me acercara una mordaza de bola, para evitar que pudiera emitir más sonidos.

Metí también un dedo por su culo, esta vez el gemido lo amortiguó la mordaza, sobé sus enormes tetas, para ver cómo estaban sus prótesis, observé que habría que cambiar los implantes por otros como los míos, de los que admiten relleno.

Finalmente, le empecé a quitar el vendaje de los ojos, me costó un poco, porque estaba muy bien hecho y llevaba muchas capas. Charo me dijo que había estado una enfermera haciéndolo, para que fuera un vendaje profesional.

Por primera vez en casi dos años, Diana pudo ver durante unos minutos, lo mínimo para que pudiera ver bien sus ojos y que no estaban afectados por la falta de visión. Apenas tardé 5 minutos, y volví a realizarle otro vendaje, como prometí a Charo, aún más fuerte que el que ya llevaba.

Le dije a Charo que había podido confirmar mis sospechas, y que la operación para que Diana no pudiera ver más, era posible. La mejor opción, aunque era dura, era quitar los dos ojos, vaciando todo, y poner, al cicatrizar las heridas, prótesis para que pareciera que tuviera ojos.

También le dije que, si me dejaba a Diana en propiedad, si el acuerdo con Sara iba hacia delante, podría hacerle bastantes más modificaciones, también brutales.

Antes de pasar al gimnasio, para hacer algo de deporte, me fijé en la jaula, y Charo me comentó quién era la persona que estaba dentro, pues, por fuera, sólo era un montón de látex que, de vez en cuando, emitía un gemido.

Se trataba de una de las sumisas de Charo, que iba envuelta por completo en látex, sólo tenía un pequeño agujero para respirar, y la mordaza sólo se la quitaba en breves momentos, a lo largo del día, para darle la comida y el agua.

Por dentro, llevaba dos vibradores, uno en cada uno de sus agujeros, que funcionaban por turnos de 7 minutos, al acabar uno, empezaba el otro, y así las 24 horas, por lo que estaba casi permanentemente excitada. Una vez a la semana, se le quitaba todo el látex, para una ducha, y vuelta a lo mismo.

Salimos de la sala de juegos BDSM y pasamos al gimnasio, estuvimos en torno a tres horas haciendo deporte, de nuevo, desnudas y descalzas, pues así estábamos más cómodas.

Tras una ducha, en la que dimos rienda suelta a la pasión, y pude probar, de nuevo, el sabor de su coño, lleno de piercings, nos arreglamos un poquito, y fuimos a cenar.

En la mesa, me sorprendió que las asistentas que servían la cena, iban embutidas en látex, no podían ver nada, por lo que iban con mucho cuidado, para no meterse en líos si volcaban algo.

La cena no fue para las dos solas, pues, aparte de Diana, que estaba desnuda, con el vendaje que yo le había puesto en los ojos, y unas botas altas de mucho tacón, estaba Bárbara, que, según me dijo Charo, era la encargada de llevar la casa, y de coordinar a todas las asistentas y demás.

Bárbara estaba bastante buena, se notaba que era

switch

, pues con las asistentas era muy dura, pero con Charo, bajaba la cabeza...

Iba vestida muy elegante, como si fuera una secretaria, pero con la falda mucho más corta de lo normal para una secretaria, y llevaba botas de tacón fino.

Tras la cena, que, aunque era sana, pues ya sabéis que ambas cuidamos mucho el cuerpo, y que regamos, eso sí, con una copa de buen vino, pasamos las tres, Bárbara, Charo y yo, al salón de la casa de Charo.

Diana dijo que se iba a acostar ya, pues había tenido un día muy largo.

Lo que pasó después de la cena, os lo contaré cuando me toque seguir a mí con la historia.

El próximo capítulo, es el punto de vista de Silvia, de toda esta historia.

El autor acepta recibir comentarios y también emails sobre este y todos mis relatos. Próximamente iré publicando más partes de este y otros relatos que tengo en mente.