Sara
La protagonista acepta que su novio invite a un tercero a la cama, lo que le entrega una nueva emoción a su relación y ella experimenta el sexo más plenamente. La acción se da a partir del capítulo 2.
Autor: Salvador
E-mail: demadariaga@hotmail.com
Sara y David me autorizaron a publicar este relato de nuestra experiencia conjunta, con lo que sigo rompiendo mi silencio voluntario de casi tres años. Pero se lo merecen.
Agradezco a ambos la confianza que me dispensaron y los hermosos y excitantes momentos que estamos viviendo y que espero duren mucho tiempo.
Sara
Capítulo 1
El encuentro
El calor veraniego de la rambla no lograba aquietar mi inquietud y mis pasos se detuvieron indecisos frente al café. Sabía que Sara es de 1,68, pelo castaño claro hasta media espalda, ojos marrones, pechos y caderas grandes y que David es algo más bajo, 1,67, delgado, moreno, de ojos verdosos. Pero esa era la fría descripción que recibiera por mail. ¿Sara sería simpática y algo tímida como me la imaginaba? ¿David sería tan abierto y resuelto como se mostró en nuestros correos? ¿La relación entre ellos dos sería tan moderna como se suponía que debiera serlo para acceder a esta cita, con las consecuencias implícitas en ella? Que el cuerpo de Sara era suave y el de David fibroso, como me informaran, me hablaba de lo físico pero no me decía nada de esos cuerpos haciendo el amor. ¿Cómo reaccionarían cuando estuviéramos los tres en la cama? ¿En ese momento se terminaría la magia que habíamos construido entre los tres? Sí, porque el objeto de ese encuentro era que hiciéramos un trío, que nos embarcáramos en una aventura de sexo. No se dijo que así sería finalmente, pero los tres sabíamos que así sería. Pero, ¿realmente lo sabíamos los tres? Hasta ahora Sara no había dicho nada, era David quien escribía por ella, por lo que esta muchacha era un enigma para mí. De ahí mi indecisión.
Respiré hondo y reanudé mis pasos, entrando al café que en ese momento estaba vacío. Busqué una mesa en un rincón, apegado al ventanal que daba al paseo, no para espiar a los que irían llegando sino para refugiarme en el calor de esa mañana primaveral, intentando darme ánimo, aunque no valor, el cual me había abandonado, acosado por las dudas respecto de la reacción de Sara. Toda mi correspondencia había sido con David, quien se había referido a su novia como a alguien dispuesta a secundarlo en esta aventura, pero no tenía ninguna seguridad de que ella se presentara o si lo hacía, consintiera en seguir las cosas más adelante. La imagen de una muchacha tímida y conservadora volvió a mi mente y la idea de que Sara no viniese se me hizo cada vez más fuerte. ¿David tampoco vendría?. Me dio la impresión de una persona tan formal y educada que me parecería extraño que no viniera, aunque fuera para darme una explicación por la ausencia de su novia. El vendría, estaba seguro. ¿Ella? No, definitivamente no vendrá.
Pedí un express y apoyado en el ventanal, de espaldas a la rambla, disfruté de su aroma y su exquisito sabor. Cerré los ojos y me sentí transportado a Buenos Aires, a algún café en Florida. No es extraño que pensara en Buenos Aires y no en mi Santiago querido, pero es que los mejores cafés los había tomado en esa ciudad, tan venida a menos pero que conserva un encanto que la hace única en Sudamérica. Pareciera que una máquina del tiempo la hubiera detenido allá por la década de los cincuenta, sin hacerle perder su encanto cosmopolita. Mi Santiago, en tanto, es una ciudad que del siglo XIX pasó directamente al XXI, perdiendo en el camino todo el encanto que enorgullece a Buenos Aires. Nosotros no cuidamos nuestro pasado arquitectónico y no tenemos ningún respeto por nuestras tradiciones. No tenemos raíces, porque las hemos cortado, rompiendo nuestros lazos con el pasado, en un torpe afán de. . . .
"Hola Salvador"
Una voz jovial, alegre, interrumpió mis cavilaciones. Frente a mí estaba parado un hombre de treinta y tantos años, de rostro moreno, pelo negro como azabache y ojos verdosos. Sí, era David, aunque lo veía menor a los 37 años que me dijera que tenía.
Estaba solo.
Intentando disimular la frustración por las fantasías que había alimentado respecto de Sara y que no se cumplirían, me levanté.
"Hola David"
Pidió un capuchino e iniciamos la típica charla de dos personas que se conocen por vez primera, sin atreverme a preguntarle por su novia. Me sentía desilusionado pero intentaba no demostrarlo. Y el no hacía nada por explicarme la ausencia de Sara. Más bien parecía divertido con la situación pues una sonrisa semi burlona nadaba en su boca, que me hizo recordar a Antonio Torres Heredia, del poema de Federico García Lorca.
"¿Has leído a García Lorca?"
"¿Lo dices por Toñito el camborio?"
"Sí, fue lo primero en que pensé cuando te ví".
"Me imaginé, pues mi madre siempre me decía que me parecía a él"
Iba a responderle, pero mis ojos quedaron ciegos de repente. Unos dedos finos se posaron sobre ellos quitándome la visión. Mi cara de asombro debe haber sido muy divertida pues David soltó una fuerte carcajada, acompañado por una risita cantarina que salía de la persona que me estaba tapando los ojos.
"Sorpresa"
Entre risas, una voz femenina me habla al tiempo que libera mis ojos. Comprendo que es Sara y me levanto de inmediato. Ante mí estaba parada una mujer alta, pelo castaño claro, ojos marrones claros, con unos senos generosos, unas piernas de ensueño y unas caderas que invitaban al amor. Tenía un cuerpo que debía mucho al gimnasio. Vestía una mini negra que adornaba un par de piernas increíblemente atrayentes, una blusa ceñida que resaltaba la redondez de sus senos y un rostro hermoso que denotaba la seguridad de saberse hermosa y estoy seguro que también deseada. Intenté que mi escrutinio fuera lo más disimulado posible, lo que creo conseguí.
"¿Pensabas que no vendría?"
"Sí, lo pensé. Es más, lo temía"
"Pero aquí me tienes"
"¿Por qué no apareciste con David?"
"Quería ver primero quien era Salvador"
"Comprendo, si no te agradaba lo que veías no te presentarías"
"Eso fue lo que le dije a David"
"Gracias, porque eso quiere decir que te agradó lo que viste"
Una risa fue toda la respuesta de Sara, en tanto se sentaba entre los dos, lanzándome una mirada de complicidad que me dejó desarmado. Algo en el brillo de sus ojos me decía que habíamos logrado conexión.
Charlamos del clima, de las cosas que debía conocer en la ciudad y me preguntaron sobre Chile en general y Santiago en particular. Mientras conversábamos no podía dejar de admirar a la hermosa mujer que tenía a mi lado y agradecer a David por ser tan parco en su descripción de Sara, omitiendo su lindo mirar, su sonrisa exquisita, sus labios carnosos y seductores, su rostro hermoso, su busto generoso, su cuerpo perfecto, con sus piernas tan hermosamente proporcionadas. Todo ello ahora era una sorpresa agradable para mí, que hasta ese momento no había pensado en Sara físicamente sino que en todo momento pensaba en su carácter, en su personalidad, pero no me atrevía a imaginarla como mujer. Y lo que tenía junto a mí era toda una hembra, que encendió en mi interior un deseo inmediato por besar sus labios sugerentes, sus senos turgentes y su piel que adivinaba exquisita. Y esos muslos, apenas cubiertos por una minifalda negra que resaltaba lo albo de su piel, que no podía dejar de espiar furtivamente, me transportaron a latitudes morbosas donde podría acariciarlos hasta llegar al tesoro que guardaban celosamente. Todo este espectáculo logré captarlo entre furtivas miradas que eran tan rápidas que David no se percató.
Después del segundo café, y cuando la conversación empezaba a decaer, fue ella quien primero abordó el tema que nos convocaba.
Si bien su cuerpo era una impresionante y agradable sorpresa, no lo fue menos comprobar que Sara estaba lejos de ser la muchacha recatada, tímida y conservadora que imaginaba. Era una mujer que se sabía hermosa y jugaba sus cartas muy bien, derrochando simpatía, encanto y sensualidad. En pocas palabras, me tenía embobado.
¿De donde sacas los temas para tus relatos?
Me preguntó abriendo sus preciosos ojos azules y su sonrisa desaparecía para dar paso a un gesto serio, resuelto, segura de a donde nos llevaría su pregunta.
"Bueno, hay algo de cierto en ellos y bastante de fantasía"
"Qué parte es la real?"
"Lo incestuoso y algunas experiencias más o menos normales"
"¿Lo has hecho con tu madre?"
"No, la verdad que no, ni se me ha pasado por la mente"
"Pero hay varios relatos tuyos en que tienes sexo con tu madre"
"No. En esos relatos es el protagonista el que tiene sexo con su madre, pero ambos son ficticios"
"Entonces, ¿por qué los escribes?"
"Bueno, Sara, es el tipo de fantasías que a la gente le gusta leer y, no puedo negarlo, a mi también me gusta escribir. Pero no tiene relación con la realidad"
"Qué relaciones incestuosas has escrito que son reales?"
"Mis experiencias con mis hermanas, con una tía, con un primo, con unas primas, con una sobrina. En fin, es lo que me acuerdo"
"¿Alguna de esas experiencias te ha gustado más que las otras?"
"Sinceramente, son varias las experiencias que me han marcado y que me han sido increíblemente gratas. No podría decir cuál es la mejor de todas"
"¿Incluso aquellas con tus familiares?"
"Especialmente esas"
"Entiendo, porque tienen mucho de morbo"
"Correcto. Veo que el tema te atrae"
"Sí, no puedo negar que . . ."
Y calló.
"Que he tenido ese tipo de fantasías" me dije terminando la idea, reprimiendo una sonrisa de satisfacción.
La miré intensamente a los ojos. Su última afirmación tenía implícita una invitación a que conversáramos de sexo filial y otras fantasías, pero no era ese el momento. Ella comprendió mi silencio y me devolvió la mirada, en que brillaba una invitación a continuar la conversación en otra circunstancia. Teníamos toda una semana por delante.
"Me encanta como escribes"
Ahora era David quien había tomado la palabra.
"Gracias, David, pero intento hacerlo lo mejor posible, evitando la vulgaridad en mis relatos, algo tan común en este tipo de literatura".
"Tienes razón, me he encontrado con relatos que son muy mal escritos"
"Creo que algunos autores son gente sin preparación que dan rienda suelta a su morbosidad, sin estar preparados para escribir un relato decente"
Callamos un instante los tres, sabedores de que se acercaba el momento crucial en que pondríamos las cartas sobre la mesa. La siguiente pregunta la hizo Sara y con ella terminó con todas las barreras que pudiera haber habido.
¿Qué planeaste?
La pregunta de Sara fue directa, sin ambages. Me había pasado toda la responsabilidad de lo que viniera.
"Me pregunto hasta donde están ustedes dispuestos a seguir".
A una pregunta directa sólo cabía una respuesta directa. Había llegado la hora de la verdad.
"Lo hemos conversado con Sara y queremos que tu decidas"
"Aclaremos, si yo decido entonces nos vamos directo a un hotel. ¿Están de acuerdo?"
Se miraron y en sus gestos comprendí que Sara estaba más decidida que David. Me había equivocado completamente con la pareja, ya que era ella la que tomaba las decisiones y David era quien se dejaba llevar. Por experiencia sabía que esa relación no siempre sería así y que no debía llamarme a engaño con la actitud aparentemente pasiva de él.
"Entiendan que si vamos a un hotel será para hacer realidad todas las fantasías sexuales que ustedes hayan conversado anteriormente"
No quería que quedara nada sin aclarar. Y en la semi sonrisa de Sara comprendí que eran las fantasías de ella las que viviríamos.
"De acuerdo, ¿no es cierto?"
Respondió David, consultando con la mirada a Sara, la que asintió.
Salimos del café y nos dirigimos al hotel donde yo alojaba. Sara entre los dos varones, nos tomó del brazo y caminaba con paso raudo, decidido y una sonrisa en los labios.
Eran las 11:30 de una mañana que auguraba un día fresco.