Sara

Una pequeña sorpresa descubrió sentimientos que estaban presentes desde hacía años.

Habíamos quedado aquel "largo" fin de semana para irnos a una casa rural que alguien de nuestro grupo de amigos conocía, y pasar unos días realizando actividades lúdicas varias, deportes de aventura y similares. La idea era aprovechar que como al fin de semana se le añadían dos festivos (una fiesta local y una nacional) dispondríamos de cuatro días para pasarlos en una casa rural que alquilaríamos para todos, y podríamos organizar actividades diversas, como las ya comentadas. A alguien se le ocurrió que pidiendo un día en el trabajo, a cuenta de vacaciones podríamos ir un día antes y aprovechar los descuentos que los propietarios nos harían por una estancia de cinco días, además de evitarnos los atascos en la salida de la cudad, algo habitual a la que hay un puente a la vista.

Todos estuvieron de acuerdo en solicitar un día de vacaciones en sus respectivas empresas, y comunicarlo a la persona encargada de reservar la casa en dos días máximo para no perder la reserva. Como siempre tiene que pasar algo, todos consiguieron su día extra excepto el que esto escribe ( cómo no!), ya que esa semana teníamos previsto un viaje a la central de mi empresa para evaluar las estrategias y bla, bla… es decir cosas de empresas multinacionales, que son absolutamente ineludibles. Este inconveniente suponía que llegaría ese mismo día en el avión que me llevaba de vuelta a casa, además de irme a mi casa, preparar lo necesario para la estancia en aquel lugar, coger el coche y hacer unas dos horas de viaje (eso sin contar los atascos de turno) hasta la casa rural.

En definitiva, acordamos que todos se irían para allá un día antes, y que y llegaría al día siguiente cuando pudiera. Si cuando yo llegara ellos se hubieran marchado, me dejarían la llave de la casa en un lugar que me indicaron para que fuera instalándome mientras llegaban.

Quedó todo definido en estos términos, y pasaron los días hasta la semana en la que habíamos planeado nuestro fin de semana en la casa rural. Estuve en la central de la compañía entre reunión y reunión, y afortunadamente para mí, todo el orden del día quedo listo el día anterior a lo previsto, lo cual me iba de perlas, ya que podría cambiar mi avión, llegar antes a mi casa, yo de esta forma prepararlo todo para poder salir antes hacia la casa rural, con lo que evitaría los odiados atascos.

Conseguí un billete a primera hora de la mañana que me llevó al aeropuerto de mi ciudad en poco más de dos horas, un taxi para casa, una ducha, hacer la maleta para cuatro días y salir hacia allá. Total que llegaría a mi destino poco después de comer, cuando inicialmente estaba previsto que llegara casi a la hora de la cena. Mejor para mí.

Cuando llegué a la casa, pude apreciar que había un par de coches en la puerta, y que los coches del resto de la gente no estaban, por lo que deduje que se habrían repartido para ir en menos coches al lugar donde tenían planeada la actividad de aquel día. Bajé del coche y me acerqué a la puerta, al lugar donde me habían indicado que dejarían la llave, para abrir y poder descargar mi equipaje, pero la llave no estaba. Miré por los alrededores, por si pudiera haber entendido mal el lugar acordado para la llave, pero no fui capaz de encontrar nada. "Vaya gracia", pensé, mientras, casi por intuición, o quizá porque no sabes muy bien que hacer en casos así, agarraba el pomo de la puerta, en un intento de abrir una puerta que seguro estaba cerrada… un pequeño giro y la puerta estaba abierta. "Quizá han hablado de mi caso con el dueño, y les ha comentado que por estos lares no hay problema en dejar la puerta sin cerrar" pensaba, extrañado al encontrarme la puerta abierta. "A ver, como no entre una gallina del corral próximo… si esto está más perdido que otra cosa…" bromeaba para mí. – Hola! ¿hay alguien?- dije en voz alta, casi más para tranquilizarme a mí mismo que por creer que allí hubiera alguien. No se oía ni un ruido. "estos han dejado la puerta sin cerrar! Bueno, descargaré las cosas" decidí, y fui al coche a coger la bolsa de mi equipaje para esos días, y dejarla en la habitación. – …la habitación del piso de arriba con un numero 3 en la puerta, al fondo del pasillo,- es lo que me habían dicho para cuando llegara, y así hice, subí la escalera, y arriba me encontré con una gran estancia, con una mesa de comedor para unas 20 personas, hacia mi izquierda una puerta que daba a una cocina bastante grande y perfectamente equipada, y hacia la derecha muchas puertas numeradas. Al fondo, había unas grandes puertas correderas semiabiertas y se adivinaba un sofá, debía ser una especie de salón con la televisión. Justo antes de esa estancia se veía la puerta del numero 3. "esa es" deduje, mientras me dirigía a dejar el equipaje. Estaba llegando a la puerta cuando oí un sonido, más o menos rítmico, que procedía del salón… era como un respiración entrecortada, alguien que hacía un esfuerzo o algo así, no soy bueno para estas cosas. Me acerqué a la puerta de mi habitación con una sensación que iba de la prudencia al temor, y tratando de no hacer ruido me asomé hacia aquel salón, del que procedía el sonido, y me asomé

Me quedé parado, asombrado, atónito… no sé como describir ese momento. Durante unos breves instantes, pero que me han quedado grabados como si aquella escena hubiera sido eterna, lo que vi me dejó sin poder reaccionar: en el sofá, mas o menos de espaldas a mi posición, estaba Sara, una de las chicas de nuestro grupo, desnuda completamente, masturbándose frenéticamente con un DVD porno puesto en la televisión que había en el salón. Gemía cada vez más profundamente, cercana al orgasmo. "pero ¿qué hace ésta aquí? ¿No estaban todos fuera? Vale, por eso no estaba la llave" Eso y muchas otras cosas pasaron fugazmente por mi cabeza, al tiempo que decidía que hacer en esa situación. Por otro lado la visión me había hecho reaccionar bastante rápido, y me excité ante la visión de Sara desnuda. Probablemente sea de las chicas más espectaculares de nuestro grupo, pelirroja de cara muy atractiva, y con todo muy bien puesto en su sitio, vaya, que estaba bastante buena. Era de las pocas, junto conmigo y otra amiga del mismo grupo que ni tenía pareja, ni estaba casada, como el resto. Porque ella no quería, porque no le faltaban candidatos

Tome la decisión de echar marcha atrás y volver a andar el mismo camino, desde la escalera hasta mi habitación, pero esta vez haciendo un poco de ruido y avisando de mi llegada para darle tiempo a recomponerse; - Hola! ¿Hay alguien en casa? Soy yo, he podido venir antes...- y me asomé otra vez por la puerta, esta vez abiertamente, esperando que se habría podido tapar, y no asustarla. Abrí la puerta del salón para saludar como si nada, y entonces pensé que se liaba… o no me había escuchado, a pesar de avisar bastante fuerte, o estaba tan concentrada en sus tareas, que no se dio cuenta de mi llegada hasta que abrí, con lo que allí me encontró en la puerta mirándola desnuda, viéndo lo que su reacción natural de taparse con los brazos lo que pudo me dejó ver

Reaccioné rápido esta vez y mascullando un "hostia, perdona…" salí inmediatamente de allí y fui a dejar las cosas en mi habitación, que estaba justo al lado. No escuché nada de su parte, o eso creo, y me puse a colocar las cosas nerviosamente para no pensar en nada más. Ya pediría disculpas de después, y hablaría con ella, si es que era capaz de hacerlo sin pensar en lo que había visto y sin imaginármela desnuda nada más verle la cara y excitarme. De hecho ya lo estaba y bastante. Esta chica es que está muy buena, pero que muy buena.

No hizo falta esperar a después. Estaba colocando el equipaje cuando llamó a la puerta. – Adelante- contesté. Apareció ella por la puerta, visiblemente avergonzada, por el color de sus mejillas, y vestida con una fina bata que le caía por el cuerpo hasta por encima de sus rodillas, y que descansaba visiblemente sobre sus bien proporcionados pechos. Era evidente que no llevaba nada más debajo, y esto no ayudó a que la excitación que tenía disminuyera, así que me senté en una de las dos camas que había, y esperé a que entrara y comenzara a hablar, posiblemente de lo ocurrido minutos antes.

  • Verás, lo de antes, yo…- intento decir algo con evidente vergüenza, pero le corté. – No tienes que disculparte, si acaso soy yo quien te pide disculpas por asustarte -

  • No es que me asustaras, es por la situación en que me encontraste. No quisiera parecer una salida o algo así… -

  • No me lo pareces en absoluto, ¿quién no se ha masturbado alguna vez, o muchas? Es normal, olvida lo de parecer nada, que hacerse pajas no es cosa de los tíos, y yo al menos lo considero normal. Entiendo que la situación es embarazosa, al menos para ti ya que he sido yo quien te ha visto a tí y no al revés, pero por mi parte al menos, no habrá problemas, puedes estar tranquila. Por cierto, ¿qué haces aquí tu sola? No esperaba ver a nadie por aquí, e incluso me asusté un poco cuando llegué al no encontrar la llave, y la puerta abierta… Pero vaya – dije, sonriendo ligeramente para relajar la situación, medio en broma, medio en serio – prefiero haberme encontrado lo que me he encontrado.-

  • No te burles de mi, que bastante vergüenza tengo ya, - dijo, visiblemente azorada, pero con un tono que denotaba que en el fondo se sentía halagada. – no me burlo, es cierto. He de reconocer que es mejor haberte visto a ti, lo cual, entre tú y yo, me ha excitado durante los breves instantes que te he contemplado antes de reaccionar, que haberme encontrado alguna sorpresa menos desagradable, un ladrón, o algo así ¿no crees?-

Ante esta frase sonrió, y la verdad es que estaba preciosa. Mi excitación se mantenía a tope. – ¿en serio te excitó? Pensaba que eras el único de los chicos de la panda que no veía nada en mí. Creo que después de estos años, y sabes que hace muchos que nos conocemos, eres el único que no me ha tirado los trastos, ni cuando hemos tenido las peores borracheras.-

  • Aún estoy excitado, ¿qué te crees, que soy de piedra? Además, sabes bien que hace mucho que no estoy con nadie, y que hace ya algún tiempo que no me como un rosco, y eso no ayuda precisamente a mantener la calma. Y si no te he tirado los trastos es porque considero que eres una amiga, y muy buena amiga por cierto, y aunque me pareces un cañón de mujer, es mas importante para mí tenerte de amiga que mandarlo al cuerno por un rollo fiestero.- Lo decía sinceramente, porque había tenido alguna experiencia anterior con alguna otra chica de la panda algunos años antes, y la cosa se había deteriorado bastante, hasta tal punto que con el tiempo dejamos de verla. Fue desagradable, y no quería repetirla.

  • Eso no tendría por qué ocurrir, somos adultos y ya no estamos para chiquilladas.- de repente cambió de tema, o al menos esa es la impresión que me llevé cuando tras una breve pausa continuó hablando. – Mira, a mí también me pasa lo mismo, hace mucho que no estoy con nadie, y como tú dices, tampoco soy de piedra.- se estaba sincerando – por eso me has encontrado como me has encontrado hace un momento. Tenían todos una excursión no sé muy bien dónde, y todos nuestros amigos excepto tú y yo han venido con sus parejas. La verdad es que no me apetecía ir en esta situación. Ayer cuando llegamos, al repartir habitaciones, pues eso, una para cada dos, para cada pareja quiero decir, excepto esta que es la tuya, y la mía que es justo la de aquí al lado. Me hizo pensar que hace mucho que no estoy con un hombre, y que no tengo sexo con nadie desde hace tiempo como te acabo de decir. Lo peor fue anoche, al irnos a dormir; menudo concierto de colchones y gemidos varios tuve que escuchar! Lo que me preocupa es que me pasé la noche masturbándome de manera frenética casi toda la noche, igual que ahora, y creo que es un poco excesivo, parezco una vulgar salida.- mientras decia esto los lados de la bata que llevaba se habían deslizado hacia los lados al cruzar sus piernas, y dejaban ver sus fantásticos muslos, y en alguno de sus gestos cuando hablaba de había inclinado hacia delante dejando ver su generoso escote.

La verdad es que estaba empezando a pasarlo realmente mal; hacía años que la conocía, estaba muy buena, pero quizá me había acostumbrado a ella, y ya no veía a Sara como el pedazo de hembra que es; en aquel momento, dada la situación, lo que había visto en el salón de la casa, y la levedad de la ropa que llevaba puesta, me encontraba con una erección de campeonato, y grandes dificultades para mantener la vista fija en sus ojos.

Un respiro mental, y conseguí hablar, tratando de aparentar una calma que estaba perdiendo:

  • Mira, no te preocupes por eso de la frecuencia que dices, será una mala racha. Yo también he pasado por eso en ocasiones, que no somos máquinas programadas, tenemos nuestros buenos y malos ratos, y un desahogo no viene mal -

  • ¿tú también has tenido épocas en las que ibas más salido que otra cosa? – dijo con tono casi inocente. La verdad es que era una mujer brillante, pero en ocasiones parecía la persona más inocente del mundo, y ésta era una de ellas. – ¿Y te masturbas muy a menudo cuando estás así? -

  • Hombre, según la racha – respondí yo. Esto se estaba disparando – hay veces que me mato a pajas, y discúlpame la expresión, y otras que sencillamente me gustaría estar con alguien, no sé como explicarte…–

  • A mí me pasa lo mismo. A veces estoy que no paro, y otras… bueno yo no quiero estar con nadie, porque la verdad, las experiencias que he tenido con los hombres con los que he salido, no las recuerdo como momentos especialmente placenteros… ya sabes a qué me refiero.-

  • ¿Me quieres decir que nunca has tenido un orgasmo cuando has tenido sexo con hombres? No te puedo creer -

  • Hombre que quieres que te diga, un orgasmo como cuando me masturbo, pues nunca… siempre ha sido todo muy rápido. Me enrollo contigo, te echo uno rápido, y ahí te quedas. En alguna ocasión alguna leve sensación de placer, y poco más.-

Yo estaba asombrado, y por supuesto excitadísimo. Nunca había hablado con Sara abiertamente de sexo, a pesar de ser muy buenos amigos desde casi nuestra infancia, el colegio, el instituto y hasta ahora… con casi 30 años. Y ahora me estaba hablando de su vida íntima y sus sensaciones con toda la naturalidad del mundo, gracias a una casi estúpida situación embarazosa. Qué curiosa es la vida. Me lancé a seguir hablando abiertamente del tema; total, habíamos roto unas cuantas barreras

  • Pero, cuando te masturbas, ¿te cuesta llegar al orgasmo? -

  • Que va, si por eso digo que estoy muy salida, si es comenzar a tocarme y me pongo como una moto – hablaba de ello conmigo como si hablara con una amiga íntima - ¿a vosotros os pasa lo mismo?-

  • Depende, si me pillas en un momento como este, contigo delante y hablando de lo que estamos hablando, seguramente duraría menos que un caramelo a la puerta de un colegio –. "Ya puestos, vamos a ser sinceros todos, y lo quesea, sea", pensaba. Después de un buen rato, y sin prisas, podría pasarlo bien y hacer que lo pasara bien la otra persona. ¿Acaso no has perdido nunca un rato en acariciar y explorar a tu eventual pareja cuando has tenido sexo otras veces? Te aseguro que se disfruta mucho, y que el orgasmo final no es sino la guinda del pastel.-

Su cara se puso un poco seria tras mis palabras, - por lo que me cuentas, para los tíos con los que he estado, he sido más tetas y culo, o un trofeo que lucir ante los amigos que otra cosa, porque todo se ha limitado siempre a un simple te bajo las bragas en el coche o en la habitación del hotel, o donde sea, te la meto, me corro tras dos vaivenes, y adiós maciza. Si me da otro apretón te llamo y ya veremos-

  • Pues qué gilipollas, porque una carita y un cuerpo como el tuyo es para disfrutarlo a sorbitos, como el buen vino, y para hacerte disfrutar al mismo tiempo… si me permites la expresión – Hostia, me había pasado tres pueblos, sin embargo, se inclinó un poco más hacia delante, ahora podía ver sus pechos casi al completo, - ¿eso es lo qué recomendarías, o lo que tú me harías? – Vaya, esto no son tiritos, eran cañonazos. – Es lo que haría, observa el condicional, pero Sara, somos amigos, no quisiera…- Se levantó, y se sentó en la cama en la que estaba yo sentado. - Y dale! Somos adultos, y los dos hace tiempo que no tenemos sexo con nadie. ¿Qué hay de malo en ello? ¿No te parezco atractiva? -

  • Sara, que estás muy buena, ya te lo he dicho, pero no lo veo claro… - mientras decía esto, cogió mi barbilla con sus dedos, obligándome a girar la cabeza hacia ella, y me besó. Comenzó poco a poco, labios contra labios, y entreabrió su boca para tantear la mía con su lengua, y hacer que se encontraran. Me dejé ir. La verdad es que Sara es un sueño para cualquier hombre, un bombón, yo la conocía casi tan bien como su mejor amiga, y la quería mucho. Seguimos besándonos unos minutos, mientras sus manos me iban despojando de mi camisa, dejando mi torso al descubierto. Las mías por su parte, comenzaron a explorar la espectacular anatomía de Sara, y no fue difícil, ya que su bata cayó sin esfuerzo, y debajo de ésta estaba completamente desnuda, debido a la situación en la que la encontré al llegar. Con los ojos cerrados por los besos que nos dábamos mutuamente, me dediqué a disfrutar de las formas de su cuerpo con la yema de mis dedos, recorriendo su cuello, hombros y espalda con mucha delicadeza. Un escalofrío recorrió su cuerpo mientras lo hacía. Esta chica tenía una piel suave y estaba deseando ser acariciada, ya que nadie le había prestado la atención que merecía hasta ahora. Ella por su parte acariciaba mi pecho con sus manos, bajando lentamente y comenzando a desabrocharme los pantalones, para quedar empatados en desnudez. Me deshice de mis ropas ayudándola, y por primera vez desde que con seis o siete años nos conocimos en el colegio, estábamos los dos desnudos, el uno frente al otro. Ella repasaba mi cuerpo con la mirada, igual que hacía yo con el suyo. - ¿Estás segura? – Le pregunté, consciente de que si seguíamos adelante con lo que ambos deseábamos en ese instante, nuestra relación de amistad cambiaría para siempre. – Nunca he estado tan segura – respondió mientras se acercaba para abrazarme, pegando su cuerpo desnudo al mío.

Nos tumbamos en la cama, el uno al lado del otro. Yo me incorporé sobre mi brazo, de costado, y me deleité recorriendo su cuerpo con mi mano, al tiempo que observaba todas sus curvas, y la expresión de su cara. – no tengas, prisa, Sara. Disfruta del momento. Cierra los ojos y concéntrate en lo que sientes en cada momento,- le decía susurrando en su oído, mientras mis manos rozaban apenas su cara, sus ojos cerrados, sus labios, entreabiertos, intentando coger aire despacio. Acariciaba sus mejillas, bajando por su cuello; seguía el recorrido de mi mano por sus hombros, hasta alcanzar sus pechos, erguidos, erectos, que bajaban y se elevaban con cada suspiro que emitía cuando mi mano los acariciaba. Tenía los pezones enhiestos, durísimos, y a medida que mis manos avanzaban por su cuerpo, podía apreciar como se le ponía la piel de gallina, y comenzaba a temblar.

Me incorporé, de rodillas en la cama, y la ayudé a tenderse boca abajo estirada, invitándola a relajarse. Así lo hizo, quedó tendida de boca abajo, con sus brazos a lo largo de su cuerpo pero levemente separados de éste, y con las piernas estiradas y ligeramente abiertas. Sus ojos permanecían cerrados, con una expresión de placer y relajación total. Era una mujer preciosa. Así, tumbada boca abajo, podía apreciar perfectamente las líneas del perfil de su cara, sus rasgos bien marcados, armoniosos, como el resto del cuerpo, los brazos a lo largo de su cuerpo, la silueta desde la espalda hacia la cintura y sus caderas, todo en una simetría perfecta, que quedaba completada con unas piernas torneadas, bien proporcionadas. Era de estatura más bien baja, pero tenía el cuerpo muy bien proporcionado. Mi erección ante esta visión estaba en su plenitud, y de buena gana la habría tenido sexo con ella sin ningún preámbulo, pero tras la conversación tenía un objetivo claro en mi mente: le iba a hacer disfrutar cuanto me fuera posible; ya habría tiempo para mí después, y seguro sería un orgasmo intenso y placentero.

Con mis manos comencé a masajearla el cuello, la espalda, los costados, para llegar a lo poco de sus pechos que sobresalía por los lados con la presión contra la cama; bajaba a su cintura, su trasero, sus muslos, hasta sus pies. Comencé a besar sus pies, sus tobillos, pantorrillas; lamía de vez en cuando su piel disfrutando su olor y el sabor ligeramente salado de su piel; así iba haciendo con todo su cuerpo, añadiendo ocasionalmente algún leve mordisco en sus nalgas o en los hombros, arrancando así algún leve espasmo de placer, que le volvía a poner la piel de gallina, y hacía que se le escapase algún que otro suspiro. En este proceso, en algún momento dejé caer mis manos de manera aparentemente casual por la línea que separaba sus glúteos perfectos, redondos, bajando mi mano hasta alcanzar a acariciar, presionando levemente su sexo; sus piernas se abrieron un poco más, y dejo escapar un gemido. Estaba excitada, a juzgar por su reacción y la humedad que desprendía, cosa lógica, ya que la había sorprendido masturbándose, y con la sorpresa, probablemente se habría quedado con las ganas. Me mantuve unos instantes presionando su sexo, cosa que a ella pareció excitarla más aún. Era momento de cambiar, y le ayudé a incorporarse y sentarse en la cama, con las piernas cruzadas en una pose que parecía que estuviera practicando yoga. Me senté de la misma manera frente a ella. Parecía sorprendida, como no sabiendo qué iba a pasar en esa posición; alcé su cara, - mírame a los ojos, Sara – abrió sus ojos, que aún mantenía cerrados, como queriendo mantener las sensaciones que había experimentado hasta aquel momento, y me miró fijamente, con esos ojos de color verde claro y brillante que tiene, y que me transmitieron una especie de alegría, o agradecimiento por lo que estaba sintiendo, por una parte, mezclados por otra parte con una disponibilidad absoluta, que me invitaba a seguir haciendo todo lo posible para que disfrutara del placer del que por desgracia no había disfrutado, al menos en compañía.

  • Mírame a los ojos, Sara – repetí, -disfruta de las sensaciones, y haz lo que yo haga, pero si no quieres o no te sale, haz lo que te venga a la mente en cada momento, pero sobre todo disfruta- Decía esto mientras lentamente comencé a acariciarla de nuevo, y ella repetía conmigo lo que yo hacía con ella. Nos tocábamos la cara, nos besábamos, nos abrazábamos, jugábamos cada uno con el cuerpo del otro, ella pasando sus uñas suavemente por mi pecho, yo jugando con sus pezones

En este juego seguía yo, cuando ella con una de sus manos agarró mi pene, soltó volvió a asirlo con la mano, como explorándolo. La sensación era deliciosa, lo cogía con delicadeza, como si tuviera miedo a hacerme daño, y esas caricias me estaban haciendo llegar al séptimo cielo. Vi que dejaba de mirarme a los ojos y que bajaba su vista a mi pene, examinándolo de cerca. – Parece que no hubieras visto nunca un pene- le dije con una sonrisa, - Sí que he visto, pero nunca tan cerca, ni de este tamaño – respondió, dubitativa, - Pues este no es grande, te aseguro que los he visto más grandes - le respondí, y era cierto. Creo tener un pene normal, ni grande ni pequeño, a tenor de los que he visto en el gimnasio, o con los amigos en las duchas después de un partido de fútbol. – Pues los pocos que he visto eran más pequeños que éste, pero de todas formas no los vi mucho, ya te he contado que era un polvo, me visto y adiós. ¿Te molesta que lo mire?- preguntó. – No, mujer, tú misma, pero sin prisa, que si no… - sonreí, y ella pareció relajarse. - ¿cómo te masturbas? – me espetó, y yo me sorprendí inicialmente, pero no me pareció mala idea seguir excitándonos, hablar de temas así. – Agarro mi pene con mi mano, cuando esta erecta y me masturbó lentamente de arriba abajo, hasta que llego al orgasmo, ¿y tú? – respondí añadiendo esta pregunta. – Yo me desnudo, me tumbo o me reclino y con mis manos me voy tocando los pechos, mi vientre, hasta que llego a mi sexo. Después me estimulo con mis dedos el clítoris, ¿ves? – Señaló ese punto con su dedo, abriendo sus labios con la otra mano – frotando con distinta presión según el momento, hasta que me corro.- Hizo el ademán de presionar su clítoris con un dedo a modo de explicación visual, mientras me lo contaba. Quise ir un poco más allá.

  • ¿Te masturbarías aquí, delante de mí? – Lo pensó un brevísimo instante, antes de responder. – Sólo si tú también lo haces – Me había llevado una sorpresa. – Vale, pero nos miraremos a los ojos todo el tiempo, ¿te parece?- Descruzó sus piernas y las estiró, reclinándose hasta apoyar su espalda contra el cabecero de la cama. Y me puse frente a ella de rodillas sentado sobre mis talones, situado entre sus piernas, que había abierto y flexionado ligeramente, mostrándome todo el esplendor de su sexo. Nos mirábamos a los ojos con excitación, y es que la situación era excitante. Comenzó a acariciarse su sexo con su mano derecha, introduciendo su dedo entre los pliegues de su vulva, en busca de su clítoris. Una vez allí, inició un movimiento circular unas veces, y de vaivén otras. Yo por mi parte comencé a masturbarme lentamente, agarrando mi pene con firmeza y comenzando un pausado movimiento de vaivén, con lentitud, para evitar correrme antes de lo deseado. Nuestros sexos estaban a escasos centímetros uno del otro, y ambos alternábamos nuestra mirada entre los ojos del otro y la visión de de la masturbación que cada uno llevaba a cabo. Después de los primeros instantes, a ella le costaba mantener la vista fija en algo, y comenzaba a jadear y cerrar los ojos, anunciando así que estaba próxima al orgasmo. Yo por mi parte, comencé a aumentar el ritmo de mi mano, mientras que con la otra acariciaba sus pezones. Esto hizo que comenzara a jadear y a gemir ostensiblemente, aumentando el ritmo de su mano. Comenzó a sufrir pequeños espasmos, y el ritmo de su mano era frenético, igual que el mío. Comenzó a gemir, se estaba corriendo. Casi inmediatamente me corrí yo, eyaculando sobre su abdomen de manera abundante sobre y resoplando. Había sido excitante y muy placentero.

Cuando, instantes después, nos repusimos de nuestros respectivos orgasmos, nos miramos con una sonrisa de complicidad. - ¿Qué te ha parecido? – Dijo con una sonrisa. – Ha sido genial, Sara. Nunca lo había hecho de esta manera, y estaba realmente excitado como hacía tiempo no lo estaba. Gracias por este momento. ¿Y tú, qué tal?- respondí, aún jadeando ligeramente. Ella se incorporó y tras un profundo y sensual beso, sonrió abiertamente. – Muchas gracias a ti. Me has hecho sentir cosas nuevas y maravillosas. – Y volvió a besarme, abrazándome fuerte contra ella.

Decidimos levantarnos. – Voy a darme una ducha, ¿te parece? Después hablamos de lo que ha pasado, si no te importa.- Dije, al tiempo que me acercaba a mi maleta para coger lo necesario. - ¿Te importa que me duche contigo? Después de lo que ha pasado, no será un problema, ¿verdad? .- Ponía esa cara de niña traviesa que ocasionalmente utilizaba para conseguir algo. Tras pensar un instante, se me ocurrió algo. – Vamos a hacer una cosa, ¿a qué hora vuelve el resto?-

  • Tardarán bastante.- miró su reloj. – Son las cinco y media de la tarde, y tenían previsto cenar en un pueblo cercano al que han ido, y vendrán entrada la noche, ¿por qué?-

  • Cuando llegué, al ver que la llave no estaba donde me habíais dicho, estuve dando vueltas por la casa, para ver si la encontraba en algún otro sitio, y vi que al lado hay una fantástica piscina. ¿Te apuntas a un bañito, tal y como estamos, ahora que no hay nadie?- Me había venido la idea a la cabeza como un relámpago repentino, y probé suerte a ver si aceptaba. - ¿Así en pelotas, quieres decir? – Se lo pensó un instante, y sonrió con cara de traviesa,- Tonto el último! – y salió corriendo de la habitación, desnuda como estaba, escaleras abajo. Salí corriendo detrás de ella, con mi miembro comenzando a reaccionar, y bamboleándose en mi carrera tras ella, pensando en lo que podía ocurrir en la piscina. Cuando salí de la casa, y me dirigí a la piscina, ella ya estaba en el borde de la misma, en posición para lanzarse al agua de cabeza. Salté yo al agua tras ella, con intención de atraparla, hacerle cosquillas, jugar con ella, y reírnos un rato, como hacíamos siempre que íbamos a la piscina, o a la playa, sólo que esta vez había una diferencia: estábamos desnudos los dos, y no podíamos obviar lo que poco antes había pasado en mi habitación de la casa.

Tras unas brazadas, llegó al otro extremo de la piscina, y dándose la vuelta se apoyó de espaldas en el borde, con los brazos abiertos y extendidos sobre el mismo. Podía apreciar sus pechos a ras del agua, flotando con el movimiento de las ondas que con nuestros braceos habíamos provocado en el agua. Tenía los pezones erguidos, mirando hacia arriba, como consecuencia de la temperatura del agua. Me miraba con una sonrisa desafiante mientras yo me acercaba hacia el lugar donde ella estaba. Yo sonreía también, divertido y excitado con la situación, pero ninguno de los dos decíamos nada. No hacía falta, con la mirada del uno al otro había un entendimiento casi telepático, como si cada uno supiéramos en qué pensaba el otro. Cuando paré justo delante de ella, quedamos los dos por unos instantes quietos, uno frente al otro, a escasos milímetros. Podía notar sus pechos rozando la zona más alta de mi abdomen, y mi pene en erección rozaba levemente el suyo. No decíamos nada, solo nos mirábamos. En un instante alzó sus brazos, y los puso alrededor de mi cuello, acerco su cara a la mía y unió sus labios con los míos, abriendo su boca, para entregarme su lengua, y que yo le entregara la mía. Agarrada así a mi cuello, levantó sus piernas con facilidad, como es normal dentro del agua, y me rodeó la cintura con sus piernas. Tenía su pecho apretado contra el mío, y nuestros sexos se presionaban y se frotaban uno contra otro. La situación era excitante por si sola, y no nos hizo falta ni preparación, ni excitación previa; estábamos listos, a pesar de habernos corrido poco rato antes.

Con ella enlazada a mí, alcancé a bajar mi mano para agarrar mi pene e introducírselo lentamente. Entró con relativa facilidad, con un leve suspiro por su parte, que alzó su cara hacia el cielo, con los ojos cerrados, mientras lo hacía.

Comencé lentamente un movimiento de vaivén, al que ella ayudaba, dando la mayor profundidad posible a la penetración. Su vagina me apretaba deliciosamente el miembro, y era impresionante sentir su presión en cada embestida. Me encontraba con un nivel de excitación sorprendente para mí, ya que hacía pocos instantes que había eyaculado abundantemente, y la verdad, no soy ningún semental, o cosas por el estilo. Comencé a incrementar mi ritmo progresivamente, y el ritmo de sus jadeos aumentó también, y comenzó a colgarse literalmente de mí, aumentando ella el ritmo por su parte. Parecía que se iba a correr de nuevo, y ambos nos embestíamos con furia. En un momento estaba jadeando de manera ostensible e intentando coger aire a la vez, al tiempo que me abrazaba con fuerza y me aprisionaba entre sus piernas. Aumente mi vaivén, y me corrí yo con sus últimos espasmos. Estábamos abrazados, de pie en la piscina, cansados, jadeantes, y satisfechos. Nos mantuvimos de esa forma un rato sin hablar, ella con su cabeza apoyada en mi hombro, y yo abrazándola con fuerza, y con mi miembro aún dentro de ella – Gracias, gracias, te quiero…- noté un sollozo mientras decía esto. ¿Me había dicho "te quiero"? No me asusté, ni me sorprendí, ni me mosqueé por una frase así. Al contrario, me di cuenta de lo que sentía por mi parte. La quería; mucho. La había tenido al lado durante años, casi desde la infancia, y jamás la había visto de otra forma que no fuera como mi mejor amiga. Nos conocíamos como hermanos, y siempre nos habíamos entendido casi sin hablar. Había hecho falta que ocurriera algo así, para que me diera cuenta de que mis sentimientos hacia ella iban más allá.

  • ¿De verdad, me quieres, estas segura de lo que dices, Sara? – Levantó su cabeza de mi hombro, desenroscó sus puertas de mi cintura, salí de ella. Quedó de pie frente a mí, seria. – Claro que estoy segura de lo que digo. Te quiero desde hace tiempo, pero nunca te he dicho nada, porque tú parecías no estar interesado en mí de otra forma que no fuera siendo la amiga que siempre he sido. – Su voz era triste y teñida de cierta duda, como temiendo que lo que me estaba confesando en aquel momento podía estropearlo todo, y nuestra amistad pudiera irse al traste por aquella conversación. Respiró hondo. - ¿En quién crees que pensaba cuando llegaste y me viste desnuda, masturbándome, sino en ti? ¿Por qué crees que me he quedado en la casa, en vez de marchar con los demás, después haberlo planificado todo, y cuando has llegado y me has encontrado así he ido inmediatamente a hablar contigo? Me he insinuado a ti descaradamente, ¿no lo has notado?- Estaba lanzada, y decidida a confesarse a mí y echar el resto, pasara lo que pasara. Iba a continuar con su discurso, que parecía tener preparado desde hace tiempo, pero la detuve.

  • Tranquila, Sara, no te lances. No hace falta que me expliques nada. De hecho me he preguntado en alguna ocasión si habría algún motivo para que alguien tan espectacular como tú, y tan atractiva tanto por fuera como interiormente, puedes creerme, pues soy hombre y además te conozco bien, no haya tenido relaciones con nadie desde hace tanto tiempo. Tenía esa curiosidad, pero jamás te pregunté nada. Sabes que no soy dado a esas cosas, si no lo quieren compartir conmigo, lo respeto. – Me miraba con interés, - ¿Sabes en qué pensaba antes de que hablaras? – continué, - Pensaba en o que acaba de pasar, y no ha sido como tener sexo sin más. Ha sido sublime, especial, y me he dado cuenta de que te quiero mucho, muchísimo, pero que no era sólo como amiga, sino algo más profundo. No quería echar un vulgar polvo contigo, sino que disfrutaras, y disfrutar contigo, como creo que ha ocurrido. Ha habido mucho más que sexo entre tú y yo hoy, estoy seguro – Dicho esto la besé, con ternura, la apreté contra mí fuerte deseando que no se separara de mí. Unas lágrimas cayeron por sus mejillas. – Hoy me has enseñado muchas cosas, - dijo con emoción, - he sentido cosas que no conocía, y me has llevado a lugares y sensaciones que no conocía. He jugado fuerte, y me alegro de que todo haya llegado a este punto. Te quiero.-

Seguimos abrazados un rato más, sin hablar, y decidimos volver a la casa, para ducharnos y estar juntos un rato más hablando de esta nueva situación. Sara trajo sus cosas a mi habitación, que era un poco más grande que la suya, decididos a pasar el resto del fin de semana juntos, cuanto más tiempo mejor. Ya pensaríamos cómo explicarlo a los demás cuando volvieran. Nos duchamos juntos, y allí volvimos a hacer el amor, esta vez ella se puso contra la pared y se me ofreció para que la tomara desde atrás, de pie, bajo el chorro de agua tibia. Gemimos, jadeamos, y llegamos a un orgasmo tan intenso como el que habíamos tenido en la piscina. Me encantaba acariciarla y recorrer su cuerpo con mis manos, y ella parecía estar encantada con mis caricias. Tras la ducha, nos pusimos ropa cómoda, y decidimos ir a dar un paseo por el campo alrededor de la casa, para hacer tiempo mientras llegaban los demás. Aun quedaban muchas horas, y teníamos todo el tiempo del mundo para nosotros.

Durante el paseo, nos alejamos un poco de la casa, y nos sentamos entre unos árboles, para hablar de nuestras cosas, y nuestra nueva relación. Y me recosté en un árbol, y ella se sentó a horcajadas sobre mi, mientras me abrazaba y me iba dando besos en la cara, el cuello los lóbulos de mis orejas, y yo respondía acariciando su cuerpo, solamente cubierto por un leve vestido veraniego que se abría por delante con unos botones. Le abrí los botones para poner su pecho al descubierto. Iba sin sujetador, la verdad es que no lo necesitaba para nada. Chupé y lamí y mordisqueé sus pezones con firmeza, pero con cariño, y ella me ayudó a despojarme de mi camiseta. Me estaba excitando de nuevo, y acabé por desabrochar su vestido del todo, apartándolo a un lado, y quedó sentada sobre mis piernas cubierta por uno de esos tangas minúsculos que llevan las mujeres cuando no quieren que se noten sus braguitas. Se retiró un poco hacia atrás y retiró el bañador que llevaba puesto, Mi pene se elevó al cielo al verse liberado, y Sara lo miraba con atención. – Hay que ver cómo estás de nuevo, - dijo con una sonrisa.

  • Con lo que me estás haciendo, cualquiera no lo estaría, - respondí yo, e inmediatamente me la agarró con sus manos y agachándose comenzó a lamer, besar y mordisquear ligeramente. Fantástico, parecía que una intuición suya, o las ganas que tenía de darme placer le guiaban, porque me estaba llevando al límite. Paraba y mirándome a los ojos me masturbaba lentamente deslizando su mano por mi miembro. Si no hacía algo iba a terminar eyaculando en su cara. – Para, o no duraré más, cariño, - trate de decir con la voz entrecortada, - no me importa, disfruta, mi cielo – respondió y continuó con su juego. Poco después mi orgasmo llegó, intenso, brutal. Cuando abrí los ojos, había eyaculado en su cara y su pelo, dejándola perdida, y ella me miraba a los ojos, sonriendo. Había estado observándome con atención mientras yo me corría. Le sonreí – Te he puesto perdida – ella se acerco a mí y me besó – Ya te he dicho que no me importaba, sólo quería darte placer. No había hecho esto nunca, pero solo verte disfrutar compensa-.

Te debo una, entonces ¿no? – le pregunté-

No me debes nada, lo hice porque quiero y porque te quiero – respondió.

La miré, de rodillas sobre la hierba verde casi desnuda, preciosa. Tenía un cuerpo para ser admirado y deleitarse en sus formas eternamente. – Entonces, - me incorporé – voy a hacer algo porque quiero y porque te quiero. – La tumbé sobre el césped, y tirando de los lados de su tanga la desnudé del todo. La verdad es que uno podía quedarse embelesado horas mirando su cuerpo. Comencé a acariciarla, besarla, y a recorrer todo su cuerpo. Ella cerraba los ojos y entre suspiros se dejaba hacer. Estuve así un rato hasta que bajé mi cara entre sus muslos. Automáticamente abrió sus piernas, y yo me dediqué a saborear su sexo, recorriéndolo y explorándolo con mi lengua. Tras un rato de esta forma, cogió mi cabeza con sus manos apretándola contra su sexo; poco después se deshacía en un orgasmo tremendo, mientras se pellizcaba sus pezones.

Más besos, más abrazos; estuvimos un rato tumbados en aquella arboleda recuperándonos. Comenzaba a oscurecer, así que decidimos vestirnos y volver a la casa. Los demás estarían a punto de llegar, y cogidos de la mano regresamos.

El resto del fin de semana transcurrió entre actividades, y risas con los amigos, sobre todo cuando al darse cuenta de que nos íbamos los dos a la misma habitación al llegar la hora de dormir, tuvimos que explicarles nuestra nueva situación. Hubo risas, pero a todos les pareció fantástico. "Ya era hora" llegó a comentar alguien, parece ser que todos habían hablado de nosotros entre ellos, y estaban convencidos de que antes o después acabaríamos juntos.

Por las noches, en la habitación, las sesiones de sexo duraban casi toda la noche, aunque por los sonidos apagados que llegaban débilmente desde otras habitaciones no éramos los únicos. Probamos casi de todo, en todas las posiciones, nos acariciamos, nos exploramos y tuvimos sexo de todas las formas que se nos ocurrían y nos apetecían; lo hicimos en la cama, en la ducha, de pie en nuestra habitación, en alguna ocasión al aire libre por los alrededores de la casa; tuvimos sexo oral, nos masturbamos mutuamente. Probamos el sexo anal con más o menos dificultad pero con buen resultado final; en definitiva, exploramos las posibilidades del sexo sin más límite que nuestro deseo; exploramos todos los rincones de nuestro cuerpo, y nos dimos el mayor placer que recordaba desde hacía tiempo.

Así estamos hasta hoy; vivimos juntos y continuamos con nuestra tórrida y apasionada relación. Soy un hombre satisfecho; y ella, según me ha confesado esta misma mañana al despertar, tras una genial sesión de sexo, en la que hemos acabado masturbándonos mutuamente, es una mujer plena.