Sara

Tendida en su cama, con los ojos vendados, mis manos cruzadas sobre la cabeza sujetas por una de las suyas, las piernas obscenamente abiertas mientras su mano derecha azotaba mi depilado coñito, me sentía la mujer más feliz del mundo... y sólo hacía una hora que lo conocía en persona.

Tendida en su cama, con los ojos vendados, mis manos cruzadas sobre la cabeza sujetas por una de las suyas, las piernas obscenamente abiertas mientras su mano derecha azotaba mi depilado coñito, me sentía la mujer más feliz del mundo... y sólo hacía una hora que lo conocía en persona.

Si me lo hubieran dicho hace apenas una semana no hubiera podido creerlo. Llevaba casada casi siete años y aunque mi matrimonio no pasaba por su mejor momento, no había sido infiel ni una sola vez. Sin embargo aquella mañana cambio todo mi mundo.

Una mañana "tonta" en la oficina, había comenzado a navegar por páginas en las que se podía ver mujeres sometidas de todas las maneras posibles. Pasé casi una hora leyendo relatos, viendo fotos y cada minuto que pasaba estaba más y más caliente. Cualquiera en su sano juicio pensaría que estaba loca, cuando respondí a un contacto de un supuesto Amo de una ciudad cercana a la mía, en el que se ofrecía a iniciar mujeres y parejas en el mundo del BDSM. Siempre me había atraído el tema, pero de ahí a decirle a un desconocido que quería que me sometiese.... iba un abismo.

El caso es que todas mis dudas se disiparon al segundo correo electrónico, quería ser suya. Después de varios correos electrónicos, pasamos al Messenger. Estaba totalmente hipnotizada frente a aquel hombre que me daba más seguridad que mi marido después de tantos años casados. Las llamadas telefónicas eran diarias, así como los sms en los que me ponía "deberes" como él solía llamarlos. Hacía que me convirtiese en una perra en celo, me calentaba con sus comentarios, tenía que masturbarme para él al teléfono, y lo mejor de todo es que disfrutaba cada orden, cada palabra que salía de sus labios. Después de un par de meses así, sabiendo que apenas nos separaban cuarenta kilómetros, el encuentro real era inminente. Estaba deseando que me lo propusiese para salir corriendo y postrarme a sus pies, me sentía suya.

Y así fue. Mi marido tenía que viajar por motivos laborales una semana entera fuera del país, y no pude resistirme a insinuárselo. Rápidamente capto la indirecta y me dijo que el viernes por la tarde quería verme ante su puerta. Casi tengo un orgasmo. Tenía miedo pero a la vez lo estaba deseando.

El viernes por la mañana me envío por sms las instrucciones de nuestro encuentro, y cumpliéndolas al pie de la letra a las 6 de la tarde estaba a la puerta de su apartamento, vestida con una falda corta y blusa blanca. No llevaba ropa interior y gracias a que mis pechos no son muy grandes y luchan bien contra la gravedad, pude llegar dignamente hasta su casa sin dar mucho espectáculo. Estaba asustada a la vez que excitada, y cuando la puerta se abrió el estómago me dio un vuelco. No había marcha atrás. Sus ojos azules me recorrieron de arriba a abajo. Con una expresión entre divertido y satisfecho me invitó a pasar.

  • Buenas tardes Sara, pasa por favor.

  • Si... gracias....hola - Estaba aturdida. Era guapo e iba informal pero bien vestido, con una barba de dos días que lo hacía muy interesante. Sus ojazos, tras unas modernas gafas de pasta negra, me derretían.

  • Mejor no digas nada.

Se colocó a mi espalda y vendó mis ojos. Casi agradecí este gesto, me hacía sentirme indefensa a la vez que protegida por él. Me tomó de la mano y me guío hasta alguna habitación al fondo de la casa.

  • Desnúdate - Su voz era amable. Me quité la falda y la blusa, y suavemente me las quitó de las manos.

  • También los zapatos - Lo hice - Ahora abre bien las piernas, y pon tus manos en la nuca, voy a echar un vistazo a tus secretos.

No me había tocado y estaba chorreando. El modo de tratarme, con dulzura pero a la vez dejando claro papel en aquella habitación, me hacía entregarme más si cabe. Estaba sintiendo en sensaciones que no había ni imaginado que existieran. No deseaba nada más que estar expuesta ante su mirada. Sólo pensar que quizá me tocaría, que yo podría tocarle o que me follaría, hacía que las piernas me fallaran.

  • Veo que estas caliente - Dijo mientras sus dedos exploraban mi depilado coñito.

  • Si...A.... – No sabía como dirigirme a él.

  • No tengas miedo, estas deseando llamarme por mi nombre.

Joder!!! me leía el pensamiento.

  • Si Amo - Mis palabras salieron del fondo de mi alma.

  • Eso está mejor.

Folló con dos dedos mi coño. Creí que no resistiría sin correrme, pero tenía claro que no debía hacerlo sin su permiso. Un gruñido se escapó de mis labios, mientras un dedo de mi Amo se internaba decididamente en mi culo. Era virgen pero aquel dedo hacía que desease dejar de serlo.

  • Vamos a la cama

  • Si Amo - me condujo unos pasos empujando la parte baja de mi espalda, hasta que mis muslos toparon con el colchón.

  • Túmbate con las piernas abiertas

Subí a la cama y apoye mi cabeza en la almohada, mientras que mis piernas se abrían obscenamente. Sentí algo de vergüenza.

  • Flexiona las piernas y mastúrbate para mí.

Dios mío!!! A pesar de lo excitada que estaba me aterraba aquella situación. Nunca había estado tan expuesta para nadie como esta tarde.

  • Si lo sigues pensando zorrita, te echo a patadas de mi casa
  • La frase había sido dicha con dureza. Instintivamente baje mi mano derecha hasta mi encharcado coño.

  • Eso está mucho mejor. Frótate el clítoris con la mano derecha, pero no te corras.

  • Si Amo - Le obedecí

  • Ahora con dos dedos de la izquierda comienza a follarte.

Estaba en una nube, me sentía la mujer más feliz del mundo. Estaba a punto de correrme

  • Esta puta puede correrse, mi Amo?

  • No zorrita, todavía no, deja de tocarte.

Lleve mis manos a los laterales de mi cuerpo, mientras mi Amo comenzaba a pellizcar fuerte mis pezones. Me hacía daño, pero ese dolor era una válvula de escape a mi excitación.

  • Pon las manos en la nuca y abre las piernas, voy a juguetear contigo

  • Si Amo... no sé si aguantaré sin correrme

  • Lo harás zorrita, lo harás. Tienes madera de puta obediente.

No se porque pero estas palabras me halagaron.

Estaba a mi lado derecho, y mientras con una de sus manos sujeto mis muñecas, con la otra comenzó a acariciar mi clítoris. Si seguía así no iba a resistir sin correrme. Como si leyera mi pensamiento, se dedicó a pinzar mis labios vaginales con sus dedos, y el dolor que me provocó parece que apago momentáneamente los deseos que tenía de correrme. Los apretó, los estiró y alternaba estas "caricias" con roces a mi clítoris que hacían que me volviese loca. Nunca nadie me había "utilizado" de esa forma, estaba rabiosa por correrme, pero a la vez deseaba que los tormentos que me inflingía mi Amo no acabasen nunca.

Colocó la palma de su mano en mi coño, y comenzó a moverla suavemente.

  • Voy a azotar tu coño.

  • Como desees Amo

Comenzó a hacerlo de manera suave, casi sin tocarme, pero poco a poco aumentó el ritmo y la fuerza de los palmetazos. Creía imposible que fuera a correrme mientras un "extraño" azotaba mi coño, pero iba a suceder.

  • Esta puta puede correrse, mi Amo?

  • Cuenta los diez últimos azotes que te voy a dar, y agradéceme cada uno de ellos. Luego puedes correrte.

  • Uno...gracias mi Amo, dos....gracias mi Amo, tres...gracias mi Amo.... diez, gracias mi Amo.

  • Correté princesa.

Así lo hice. Me convulsioné durante un par me minutos mientras su mano ya no palmeaba mi coñito, sino que lo acariciaba suavemente, haciendo que mi orgasmo fuese mucho más intenso.

  • Puedo abrazarte Amo? - Pregunté sumisamente.

  • Hazlo pequeña.

Es lo último que recuerdo, antes de quedar profundamente dormida, y soñar que era suya para siempre.

Lanncelott