Sara (2)

Continua la noche con Sara al salir del restaurante.

Una vez en la calle pronto se nota el fresco de la noche envolvernos. No es un frio invernal, pero se nota. La cara se le llena de color cuando siente se levanta un poco de aire y nota la corriente circulando bajo su vestido, sin ninguna barrera hacia su sexo, que continúa empapado.

  • ¿Un paseo antes de tomar una copa en algún sitio? – Propongo sabiendo que aceptará mi propuesta. De hecho, sabiendo que aceptará casi cualquier propuesta.

  • Como quieras.

  • Perfecto, porque quiero exhibir a la zorrita que me acompaña y ver si es capaz de serlo.

Esta vez es indudable el color que asoma en las mejillas de Sara. Ella misma siente el calor en su cara y mientras baja la mirada se pregunta si será evidente que además del calor en su cara, su coño esta igualmente aumentando de temperatura con cada pensamiento que tiene.

En el paseo por las calles peatonales evitamos las calles mas llenas de gente que sale de cenar o a por las primeras copas de la noche, pero aun así se encuentra gente que se cruza con nosotros. La mirada de Sara se mantiene baja cada vez que nos cruzamos con alguien mientras se pregunta si podrán saber que esta caminando sin bragas acompañándome y sin tener una idea clara de donde la conducirá la noche. Decido ir un poco más allá.

  • Abre tu abrigo. – Le digo – Me gusta ver ese vestido. Me hace pensar en cómo sacar a la zorra que lo lleva lo puesto. Además, si no me equivoco, incluso sin el abrigo aun sentirás bastante calor entre tus piernas.

Entre avergonzada y excitada Sara abre su abrigo al oírlo. No puede evitar excitarse al estar así y se pregunta una vez como ha acabado así. Y como es posible que este obedeciendo cada sugerencia que recibe. “Órdenes”, se dice a si misma.

  • Porque no me equivoco y estas caliente a pesar del frio, ¿verdad?

Sara alza la mirada enfadada. Ya es bastante perturbador enfrentarse a sus pensamientos y comprobar que esta mojada, pero tener que admitirlo le resulta humillante.

  • ¿Te enfadas? – Pregunto con fingida sorpresa. – ¿Eso es que no estas caliente? ¿o que te avergüenza que lo sepa?

  • Crees que lo sabes todo. – Responde lacónicamente.

  • No. – Respondo divertido–. No se el número de la lotería que va a salir.

  • Será lo único.

  • Pero en cambio estoy muy seguro de que tu coño esta ahora mismo empapado y caliente a pesar del frio.

Por toda respuesta Sara mantiene la mirada fija en el frente, como esperando que pase la conversación, aun sabiendo que eso no pasará.

  • Eso es que sí o lo habrías negado.

  • No hablo de como tengo mi sexo.

En la cabeza de Sara batallan varias ideas, ya no se hace ninguna ilusión acerca del estado de su coño. Esta empapado y sabe la razón, pero un punto de orgullo le impide admitirlo. Otra voz en su cabeza le dice que deje de resistirse, es evidente que está caliente y que confesarlo no tiene nada de malo, sobre todo cuando sabe perfectamente que en cuanto insista admitirá lo que es evidente.

  • Bien. – Respondo, esta vez menos divertido al ver que su resistencia dura demasiado. – Entonces tendrás que enseñármelo.

“Enseñármelo”. Esa palabra resuena en la cabeza de Sara mientras se da cuenta de que sigue en la calle. Y de que, sólo oír eso ha hecho acelerarse un poco más su pulso. “Ni hablar” se dice a si misma, eso ni hablar. Pero en vez de irse ofendida se encuentra respondiendo.

  • Estoy húmeda.

La oigo decirlo finalmente, pero es demasiado tarde. Ella misma sabe que ha tensado la cuerda y ya ha oído cual es la consecuencia, así que me detengo y ella lo hace instantáneamente, esperando que pasará a continuación. Miro un portal, ligeramente oscuro que le dará unos centímetros de intimidad en la calle desierta en la estamos.

  • Apóyate en el hueco de ese postal y sube ese vestido. Ya que no quieres hablar sobre él veamos si esta brillante.

Su mirada se dirige al portal. “Ni hablar” se vuelve a decir a si misma, “eso si que no”. Y ella misma se responde, “de la misma manera que no hablo sobre mi sexo, ¿verdad?”

  • Vamos, – le animo– Si eres rápida quizá no te vea nadie comportándote así.

Sara avanza vacilante hacia el portal, gana algo mas de confianza al apoyarse en el y girarse para quedarse frente a mí mirándome fijamente. Sus manos se dirigen al borde del vestido y lo alzan, dejando al descubierto su sexo totalmente depilado. Veo que tampoco mentía cuando se describía ahí. También compruebo el brillo de la humedad que asoma en los labios de su coño que se ve bajo el vestido.

  • Pues sí, parece que eres una zorra mojada.

Su mirada baja de nuevo al oírlo y se siente aún más caliente al oírlo. Y a la vez algo avergonzada, no por oírlo, sino por comprobar que se moja aún más al oírlo. Deja caer el vestido mientras sigue mirando el suelo, esperando recuperar un color normal en su cara.

  • No te he dicho que lo bajes. Vuelve a ponerlo como estaba.

Doy unos pasos atrás para contemplar la escena mejor y observo como sus manos vuelven a coger el borde del vestido y lo alza de nuevo hasta su cintura. La observo callado esta vez, contemplando como la entrega se va adueñando de ella poco a poco. Miro a los lados y compruebo que he escogido bien la calle, no se ve ni un alma. Saco mi móvil.

El ver el móvil Sara empieza inmediatamente a sentirse nerviosa, pero mantiene la misma postura.

  • ¿Qué haces?

  • Quiero inmortalizar este momento. Tranquila, sólo te hare una foto del cuello para abajo – Me digo a mi mismo que soy un cabrón, pero no tan cabrón. – Quiero que luego cuando veas esta foto sepas que fue en este momento en el que empezaste a ver lo que eras, una zorra obediente.

Mientras oye eso, a pesar de que una parte de su cabeza le dice que es una locura Sara se mantiene firme en la misma postura, incluso se asegura de que sus piernas están ligeramente separadas. El dialogo interior en su cabeza se ha ido apagando y sus acciones poco a poco van siendo dominadas por las reacciones de su cuerpo.

Mantengo mi palabra y saco un par de fotos de cintura para debajo de forma que sólo ella se reconozca cuando las vea. Se las envío a ella misma por mail, para que tenga una copia y pueda comprobarse a si misma de lo que es capaz. Después de eso guardo el móvil y la contemplo de nuevo.

Esta vez ha aprendido la lección y se mantiene firme con el vestido subido esperando. De alguna manera el saberse así exhibida hace que su sexo este más y más mojado. Avanzo un paso hacia ella y alargo mi mano invitándola a salir del portal hacia mí.

  • ¿A dónde? – Pregunta.

  • Donde pueda usarte como mereces, mi casa es una opción, pero aun no.

  • No iría a tu casa en una primera cita.

“Ni estarías medio desnuda en la calle”, me digo a mi mismo. Pero en cualquier caso tiene razón, no es el momento de ir a casa, aún no al menos.

  • De momento veré donde puedo exhibir a una zorra como tú.

Satisfecha con la respuesta, Sara alza la mirada de nuevo y esta a punto de bajar su vestido y unirse a mi en la calle cuando recuerda que no le he dicho que baje el vestido.

  • ¿Puedo bajarme el vestido?

  • Sí. – Respondo. – Pero solo si avanzas hasta el medio de la calle primero.

  • ¿Qué avance hasta el medio con el vestido así?

  • Claro, aprovecha antes de que venga alguien. Salvo que quieras exhibirte aún más.

Al oírlo avanza rápidamente, sin elegancia, pero manteniendo el vestido subido hasta el medio de la calle. Cuando llega al centro me mira y asiento. Sólo entonces deja caer el vestido. La calle continua desierta, aunque más allá de la esquina se ve algún grupo de vez en cuando.

  • Así me gusta. – Le digo mientras asiento con la cabeza. – Veamos ahora que podemos encontrar por aquí.

Mientras caminamos por las calles Sara no se sabe si esta aliviada de que no la haya visto nadie o una parte de ella desearía que más gente la viera como una zorra mojada. “Zorra mojada”, repite una voz en su cabeza. El color vuelve a subir a su cara al darse cuenta de que empieza a referirse a si misma de esa forma, y su coño empapado no ayuda a aliviarlo. No por primera vez en la noche Sara agradece el fresco de la noche mientras sigue a mi lado.

  • Creo que podemos tomar una copa. – le digo.

  • Sí, porque hace frio.

  • Pero antes creo que te podemos adornar un poco.

  • ¿Adornar?

Me detengo en la calle y ella hace lo mismo a mi lado, mirándome extrañada.

  • Sí, quizá añadir algún complemento.

Entonces se da cuenta que me he detenido justo en frente de un sex shop y se agita nerviosa pensando en que sucederá ahora.

  • Primero, queremos un collar que te identifique.

Sara me mira fijamente sin saber que decir, mientras se imagina que tipo de collares puede haber en un sitio así.

  • Vas a entrar y elegir tu el collar que crees que mejor te va. La única condición que te pongo es que debe tener una pequeña anilla, por si alguna vez hay que atarle una cadena.

Sara traga saliva al oírlo y esta convencida de que la humedad de su sexo poco a poco va a deslizarse por sus piernas. Cada palabra que llega a sus oídos provoca una nueva sensación que acrecienta la anterior y cada imagen que acude a su mente hace que su pulso se acelere un poco más.

  • Cuando hayas escogido el collar que quieres iras al dependiente y le preguntarás cuánto cuesta. Luego me pedirás que te lo compre. Lo harás en voz alta, para que el dependiente te oiga pedirlo.

Tras oír todo aquello Sara gira la cabeza hacia la puerta. Siente la tensión en todo su cuerpo y la excitación que la domina y avanza hacia ella abriéndola para entrar en el local. Inmódicamente después entro yo, aunque mi paseo va después del de ella, dejo unos metros de separación.

Sara intenta buscar el collar, pero en un primer momento no encuentra nada salvo algunos consoladores y bolas chinas. Sigue caminado y llega a una sección donde encuentra un flogger y no puede evitar mirarlo unos segundos, muñequeras y mordazas le dicen que esta en la sección bdsm de la tienda y un leve escalofrío recorre su espalda. Encuentra poco después los collares y busca uno lo más discreto posible.

Finalmente elige uno negro con una simple argolla en el frente. Se gira para buscarme y entonces se da cuenta de que aún estoy a cierta distancia de ella. Alza ligeramente el collar mirándome y me limito a asentir muy ligeramente. Con el collar en la mano se dirige al dependiente.

  • ¿Cuánto cuesta?

  • 19 euros.

Sara gira su mirada hacia mí, al ver que me he acercado, pero me mantengo en completo silencio esperando.

  • ¿Me lo compras?

  • ¿Eres lo suficientemente zorrita como para llevarlo?

Sara se mantiene inmóvil, incapaz de mirar al dependiente que nos mira entre divertido y expectante. Le miro de reojo y veo que esta muy atento a la conversación, quizá hasta espera llevarse algún premio, pero hoy se va a llevar una decepción, no hay que forzar las cosas y es su primer día. Tras los segundos de duda al oír mi replica, finalmente Sara responde

  • No lo sé.

Ella misma se sorprende con su respuesta. Es totalmente honesta esta vez, no esta segura de sí misma. Lo que no dice es que empieza a estar convencida de que al menos quiere ver si es capaz.

  • Pues vamos a verlo.

Avanzo hacia el mostrador y coloco junto al collar un pequeño plug metálico con un cristal a modo de joyita en el extremo y un pequeño bote de lubricante. Cuando Sara ve todo eso su respiración se agita, pero se mantiene callada.

Pago y con mi mano en mi cintura acompaño suavemente a Sara hacia la salida. El dependiente nos mira alejarnos, quizá pensando que iba a pedirle hacer algo allí frente a él. Quizá otro día tenga más suerte el chaval, me digo al salir. Pero hoy hay que ir avanzando poco a poco hasta sacar a la zorra que lleva dentro.

Una vez en la calle abro la bolsita que nos han dado y saco el collar.

  • Veamos que tal te queda. Acércate y date la vuelta.

Cada vez con menos dudas Sara se acerca a mi y me da la espalda mientras coloco el collar sobre su cuello. Alzo su cabello para ajustar la hebilla mientras se mantiene inmóvil. En su cabeza se agitan mil pensamientos a la vez mientras siente mis manos en su cuello y el collar cerrándose.

  • Date la vuelta.

Mis palabras la sacan de su ensimismación, pero rápidamente se da la vuelta y se queda frente a mí. Alargo mi mano y la paso por su cuello acariciando el borde con el collar, luego cojo la hebilla con los dedos y compruebo con un leve tirón que está bien firme. Ese pequeño tirón hace que su respiración se agite.

Sara no puede evitar imaginarse con poco mas que el collar y una cadena tirando de ese collar mientras mis dedos los comprueban. Ya totalmente convencida de que cualquiera que la vea vera en ella lo que se imagina de si misma, una zorrita mojada esperando ver que le ordenan hacer, cada vez con menso dudas de que hará lo que sea.

La verdad es que el collar le queda muy bien, ha escogido uno discreto y aún podría pensarse otra cosa si no se mira bien, pero la hebilla es plenamente funcional y una correa enganchará perfectamente.

Saco el resto de las cosas de la bolsa y las abro para no cargar los paquetes. El plug es pequeño y viene en una discreta bolsita. Muy apropiado, me digo a mi mismo. Abro la bolsa y palpo el suave y frio metal. Lo giro y contemplo el pequeño cristal del extremo bajo la atenta mirada de Sara. Por su cabeza no paran de desfilar imágenes y no puede evitar entreabrir levemente la boca mientras su mano se leva para palpar la argolla de su nuevo collar.

  • Toma. – Le digo mientras le alcanzo las cosas. – Guárdalo en tu bolso, que es probable que luego continuemos adornándote.

Un leve escalofrío recorre su cuerpo cuando coge el botecito y el plug. Sopesa la bolsita con su mano y tiene la tentación de sacarlo como he hecho para sentirlo más de cerca, pero entonces cae en la cuenta de que esta en medio de la calle y lo guarda rápidamente en su bolso.

Mientras seguimos caminando, esta vez en silencio no puedo evitar fijarme en que intenta verse reflejada en los escaparates que encuentra, de modo que me paro frente a uno con un espejo en el lateral para que se pueda mirar bien.

Parada frente al espejo de nuevo levanta una mano para palpar la argolla mientras se mira atentamente.

  • ¿Y bien? – le digo. – ¿Qué ves?

  • No sé, a mí.

  • Yo veo a una zorra mojada deseando ver hasta donde es capaz. ¿No estás de acuerdo?

De nuevo mis palabras la turban, pero esta vez no hay ninguna discusión interior en su cabeza. Su sexo empapado y el collar que contempla en el espejo no dejan lugar a dudas ni siquiera para ella.

  • Sí. – Responde. – Yo también la veo.

  • Bien, pues vayamos a buscar un sitio para tomar una copa y veremos si averiguamos de que es capaz esta zorra que me acompaña.