Sara 2

Continuación de mi ralto anterior: Sara

Quedó desmadejada en la cama, me acerqué a ella y le di un beso suave en la boca que apenas me respondió, sus espasmos orgasmales aún se podían sentir en su cuerpo, me acosté junto de ella y nos quedamos dormidas.

Mentiría si dijera que pude conciliar el sueño, mi cabeza era una enredadera de pensamientos confusos y mi cuerpo un enjambre de sensaciones vividas deliciosas, las horas anteriores habían sido una locura sin frenesí, había dado rienda suelta a mis más bajos instintos seduciendo a una adolescente, me había beneficiado de su inexperiencia para saciar mis más profundos deseos, me habría aprovechado de su candidez para proveerme de placer. ¿Tan necesitada estaba de placer?  Esta interrogante me la preguntaba una y otra vez mientras me servía una taza de café humeante, eran las 5:00 a.m., aún el día no despuntaba, el barrio seguía en penumbras, la lluvia había vuelto, era su época, no había de qué extrañarse. El humo del café se mezclaba con el humo del cigarrillo que bocanada tras bocanada se consumía lentamente, así sentía que se estaba consumiendo mi vida en este camino que había escogido sin ningún destino, no podía seguir así, había comprendido que estar sola mucho tiempo no era para mi, necesitaba compañía.

Subí a mi habitación para darme una ducha, el agua caliente me traería de vuelta a la realidad, era sábado, no necesitaba ir a trabajar, demoré todo el tiempo del mundo en una ducha relajante, re vigorizante, salí de la ducha y volví a la habitación, Sarita dormía plácidamente, parecía un angelito totalmente desnuda, sus cabellos ondulados caían como cascadas, su cuerpo era perfecto, su par de pechos duros, blancos, coronados por un par de aureolas rosadas y unos pezones pequeñitos que parecían sujetados del techo apuntando hacia el cielo, su vientre plano, sin un milígramo de grasa, su piel tersa, suave, sus piernas largas, sus muslos perfectos, su monte de venus lleno de pelos castaños, cortos, como recién peinados, me senté a la orilla de la cama a escasos 50 cm. de donde ella se abrazaba a los brazos de Morfeo.

Me acosté a su lado, no quería despertarla, era una imagen extraída de un cuadro pintado por la mano de la perfección, traté de hacer el menor movimiento posible para no desbaratar algo tan armonioso, cerré mis ojos y a mi mente volvieron las imágenes vividas la noche de anoche, no había sido un sueño, había sido real, había gozado como nunca con aquella adolescente que ahora dormía a centímetros de mi, No se cuanto tiempo pasó, me desperté cuando sentí que algo estaba posado en mi labios, abrí los ojos y el rostro de Sarita estaba casi pegado al mío, me saludó con un “Buenos Días dormilona” y una sonrisa que desarmaría a cualquiera. Su piel olía a jazmín por lo que deduje que ya se había duchado, volvió a posar sus labios en los míos, su beso era suave, tierno, inocente, no como los de anoche, su lengua hurgaba por entrar en mi boca, entreabrí mis labios para dar paso a su miembro bucal, yo no respondía, solo mantenía abierta mi boca, ella jugaba con su lengua dentro de la mía, lamia mis dientes, mis labios, luego la volvía a meter, mis labios se cerraron y aprisionaron su lengua para no dejarla salir, mis instintos carnales estaban despertando y era algo contra lo que no podía luchar, devolví el beso pero esta vez proporcionándole más lujuria, mi beso era caliente, cargado de deseo, nos besamos como si en ese beso se nos fuera la vida, nos dimos un respiro después de unos minutos, me miró a los ojos:

Me encanta – me dijo – pero ahurita tengo hambre.

Sonreí, y nos levantamos de la cama, me vestí con un vestidito suelto sin ropa interior, ella se puso una salida de baño que le llegaba hasta medio muslo, también sin ropa interior, pareciera que más ropa encima no haría salir ampollas en la piel, bajamos a la cocina y desayunamos rápido algo ligero, comimos a la carrera, necesitábamos ganar tiempo para utilizarlo en nosotras, no fue necesario volver a la habitación, era demasiado camino para recorrer.

Se acercó a la silla donde yo estaba sentada, se sentó a horcajadas sobre mi, sus brazos rodearon mi cuello.

Todavía no me he saciado – dijo.

Me besó con una pasión desbordante, propia de ella misma, me desbordaba, me desconcertaba, actuaba como una mujer con mil años de experiencia, bueno, para el placer no existe experiencia solo instintos y deseos, me quitó el vestido, mis nalgas desnudas se posaron sobre la madera fría de la silla, ella se quitó la salida de baño, sentía los pelitos de su conchita sobre mi vientre, la silla estaba mojada, era la humedad de mi excitación que escurría vagina abajo, sus pezones taladraban mis pechos, mis manos volaban por su espalda y se posaban en sus nalgas turgentes, abría sus cachetes, ella se movía de adelante hacia atrás mientras mi boca ya devoraba unos de sus pechos, su cuerpo se arqueó hacía atrás apoyándose en la mesa, mi lengua recorría todo su torso desnudo, subía y bajaba de sus pechos y en cada subida le mordía y chupaba sus pezones haciéndola gemir de placer, su cuerpo fue reptando por la mesa hacia arriba, echando al suelo todo lo que encontraba a su paso hasta que sus nalgas quedaron posadas en la orilla de la mesa, su concha jugosa quedo frente a mi cara, sus pies se posaron a la misma altura de sus nalgas, era la posición ideal para ver, observar, admirar y degustar su conchita adolescente, sus labios vaginales brillantes y rosados, sus pelos castaños parecían recién brotados de su piel, su clítoris pequeño, su cavidad angosta, antes de probar su néctar me tomé mi tiempo admirando aquella obra celestial, me acercaba y con la punta de la nariz tocaba su clítoris, luego me retiraba, cada acercamiento debe haber sido un suplicio para ella, su sexo necesitaba de mi lengua para lamer y de mis labios para besar y chupar, sus caderas hablaban, me pedían a gritos en cada movimiento suyo que de una vez beba de su manantial de jugos que emanaban de su conchita. Mi lengua juguetona se introdujo en su cueva recogiendo para mi deleite sus sabores más íntimos, chupaba su clítoris y con mis dedos abría sus labios mayores para permitirme una mejor penetración, su explosión no se dejó esperar, estaba en la puerta, fue un orgasmo hermoso, lleno de espasmos y quejidos que le salían de lo más profundo de su pecho.

Se incorporó y quedó sentada en la orilla de la mesa mientras sus jugos seguían emanando de su concha, nuevamente se sentó a horcajadas sobre mi, me besaba, me recorría con su lengua el cuello, las orejas, me tenía a mil, me apretaba los pechos, fue bajando hasta colocarse debajo de la mesa de frente a mis piernas que se abrieron para permitirle acercar su rostro a mi coñito que estaba esperando su atención, subí mi pierna derecha encima de la mesa, ahora la apertura de mis labios vaginales dejaban en exposición mi humedad abundante producto de mi excitación, con sus dedos hizo a un lado mis pelos y me introdujo un dedo que mis músculos vaginales aprisionaron como no queriendo dejarlo salir nunca más, luego entró otro dedo, sus movimiento de mete-saca era fantástico al mismo tiempo que con su lengua acariciaba mi clítoris hinchado, me tenía despatarrada en medio de la cocina, con una pierna encima de la mesa y la otra estirada cual larga es hacia afuera de mi cuerpo, yo apretaba su cabeza introduciéndola más y más dentro de mi, la ahogaba con mis jugos, pero su lengua era una víbora que serpenteaba desde mi clítoris hasta mi ano y volvía a subir, no pude aguantar mucho tiempo y terminé con una explosión en su cara, se bebió todo lo que salió de mi concha, sus labios, su nariz y parte de sus mejillas quedaron brillantes después de beber y dejarme sin aliento.

Nos repusimos y nos quedamos abrazadas unos minutos, no habían palabras, el placer entre nosotras no necesitaba palabras, era puro contacto.

Recogimos el desastre que habíamos hecho con la mesa y nos propusimos terminar con su trabajo, Sarita fue a su casa y me dejó sola, me concentré en la computadora, volvió en la tarde cuando ya terminaba su trabajo, me comentó que la había ducho a su mamá que se quedaría hasta el día domingo porque el trabajo era demasiado largo, me sonreí porque sabia cuales eran sus intenciones, aunque el tiempo que quedaba del fin de semana no sería tan largo para nosotras.

Decidimos que sería bueno salir a comer algo, se hizo la noche y llamamos un taxi, Me vestí con un pantalón jeans, una blusa con botones tipo camisa, sostén blanco de encajes y una tanga que hacia juego, unas sandalias blancas de medio taco. Ya estaba lista pero Sarita aún no se vestía, seguía dando vueltas por la habitación, la apuré un poco y me dijo que la esperara abajo en la sala, que no demoraría, pensé que quería darme una sorpresa pero a los 15 minutos bajó y no noté ningún cambio sustancial en su vestimenta, estaba vestida con sus típicos tenis all-star desamarrados, un enterizo de jeans tipo overol ancho con tiros, lo único femenino que se había puesto era un top rosado que se podía ver perfectamente porque el overol tenía unas abertura a los costados por los cuales se podía apreciar su estrecha cintura, se pelo estaba amarrado un poco desprolijo, debajo de toda esa vestimenta se escondía un cuerpo que podría encender pasiones al más casto de los hombres…. y también mujeres como yo, me reí y en tono de broma le digo – y para eso me haces esperar????

La cena transcurrió sin novedades dignas de comentar, la conversación era típica de dos mujeres jóvenes, obviamente ella mucho más que yo, quien nos haya visto podría pensar que era mi hermana menor.

Cogimos un taxi de la calle para volver a la casa, eran como las 21:00 hrs, la ciudad estaba en completo movimiento de las personas que buscan donde ir a divertirse en un sábado por la noche, subimos al taxi y Sarita me pide que demos una vuelta por la ciudad aduciendo que ella no salía mucho de noche por su edad, accedí y le pedí al conductor que se diera una vuelta por las zonas más concurridas de la ciudad, los vidrios posteriores del taxi estaban polarizados así que en ese sentido estábamos tranquilas porque nadie nos vería. Yo iba sentada en el extremo derecho y ella en el extremo izquierdo del asiento posterior del carro, habían transcurrido como unos 10 minutos de estar dando vueltas cuando le pide al conductor que le aumente el volumen a la radio, me hace señas para que me acerque a ella a lo cual accedí, estando ya las dos bien pegadas la una a la otra se acerca a mi oído y me dice:

¿Alguna vez lo has hecho en un auto?

Le miro extrañada y le respondo moviendo la cabeza afirmativamente.

¿Pero, en un auto en movimiento?

No

Inmediatamente saltó la duda en mi cabeza y le pregunto.

¿Quieres hacerlo aquí en el taxi?

Se que no se puede, pero si se pudiera lo haría encantada.

Se acerca hacia mi y me besa en la boca, inmediatamente miro hacia el espejo retrovisor del conductor para ver si nos había visto y pude percatarme que estaba concentrado en el tráfico.

Me toma de mi mejilla volcando mi cara hacia ella y me besa nuevamente, esta vez respondí su beso. Se separa de mi boca y me dice:

Quisiera ser un chico, tener una un pene de verdad y cogerte siempre.

Yo no quisiera que seas un chico, mujercita como eres me encantas.

No quisieras que tenga un pene grande y duro como este?

Me toma de la mano y la lleva a su entrepierna, sentí algo duro como un pene de verdad, lo apreté suavemente y le miro a los ojos.

¿Qué tienes ahí?

¿Quieres ver?

Se desabrochó los tiros del overol y estos caen, se desprende los botones laterales del mismo, se baja un poco el overol, en la oscuridad del auto por los vidrios polarizados no podía distinguir claramente que cosa tenía, en un rayo de luz que ingreso por la ventanilla delantera pude ver que las tiras laterales de su panti eran unas correas negras, ahí me di cuenta que traía puesto el consolador con arnés, claro, por su ropa ancha no se podía distinguir nada y como el pene de goma está sujeto a un calzón de cuerina negra, Sarita estuvo todo el tiempo con el puesto.

Eres una loca – le dije riéndome a carcajadas de su ocurrencia.

¿No te gusta? – me dice

Si mi amor, pero acá no vamos a poder hacer nada.

No importa, quería sentir la sensación de andar con un pene colgando entre las piernas.

¿Y qué has sentido, te gusta?

Es un poco incomodo porque este está duro y grande

Bueno, los hombres no siempre lo tienen así, normalmente lo tienen chiquito y blando

¿Entonces te gusta el que yo tengo? – me dice toda mimosa, besándome cerca del oído provocándome escalofríos.

Me encanta – le digo, ahora la mimosa era yo, si ella estaba en ese juego y quería hacerme participar, porque negarme. Acercándome a su oído le digo:

¿Y tu pene esta duro por mi?

Si, te desea

¿Te gustaría metérmelo?

Si

Mi mano se metió por dentro de su overol, haciendo un pequeño movimiento pude sacar el falo de goma hacia afuera.

Guauuu, que grande lo tienes mi amor?

¿Te gusta?

Me encanta, ¿quieres que te chupe tu pene?

¿Lo harías?

Me agaché y metí el consolador en mi boca, lo ensalivé bastante y lo chupaba como si fuera un pene de verdad mientras, lo estuve chupando uno minutos para satisfacerla. Me levanté y le dije:

Vámonos a la casa y allá me lo metes por todos los agujeros que quieras.

¿Por todos los que yo quiera? ¿Me lo prometes?

Ajá, por todos los agujeros que quieras

Conste, lo has prometido

Me separé de ella para que arreglara su ropa y le pedí al taxista que nos llevara a la casa.

Lo acontecido en el taxi me había puesto caliente, solo al cerrar la puerta tras de nosotras me lancé hacia ella rodándole el cuello con mis brazos, buscando su boca para comérmela a besos, ella respondió apretándome las nalgas, a tumbos nos fuimos hacia el sofá de la sala, me quité mis sandalias, me ayudó a quitarme el jeans, nos desvestimos una a la otra hasta quedar yo completamente desnuda y ella con el arnés del cual le colgaba el consolador.

Chúpamelo otra vez – me dijo

Me arrodillé y le volví a chupar el consolador como hace un rato en el taxi, lo ensalivaba bastante mientras me acariciaba mi raja para humedecerme aún más. Cuando ya me dolía la mandíbula de estar chupando el falo de goma, me coloqué de rodillas en el sofá apoyando mis brazos en el respaldar, abriendo mis piernas le dije que me lo metiera.

Apuntó la cabeza a mi concha y empujó, mis labios vaginales se abrieron y el falo se perdió en mi cavidad, sus manos me sujetaban de mis caderas y sus movimientos pronto encontraron el ritmo buscado para satisfacerme, sus empujones eran fuertes, su pelvis chocaba contra mis nalgas produciendo un sonido seco, así me cogió durante unos minutos hasta que tuve mi primer orgasmo. Cambiamos de posición y ella se sentó en el sofá y yo sobre ella dándole la espalda, tenía que subir bastante para alcanzar la punta del consolador y luego dejarme caer hasta sentirlo todo adentro, sentí que estaba punto de estallar en un nuevo orgasmo y aceleré mis movimientos, exploté y quedé rendida, extenuada, acostada de espaldas sobre su pecho  con el consolador totalmente enterrado en mi coño mientras Sarita me daba besitos en la nuca, suavemente me susurró al oído.

Me dijiste que podía metértelo por todos tus agujeros.

Mjmmm,

Falta uno

Ahí entendí sus pretensiones

¿Quieres metérmelo por el culo?

Mjm

Ok amor, solo por ser tu.

Yo tengo relaciones anales con mi marido pero su verga no se asemeja en nada al consolador que me estaba queriendo meter Sarita.

Me levanté retirando el falo, con toda la cantidad de jugos que estaba impregnada toda mi concha y el ano no necesitaría lubricante, ensalivé mi ano y me fui sentando en el consolador, no me había dilatado para que el dolor sea menor, sabía que me iba a doler, pero más podían mis ganas, sentí la punta que tocó mi agujerito, me relajé e hice presión con mi peso, al entrar la cabeza sentí un estirón en mis músculos esfinterianos, me quedé quieta apretando los dientes, liberé un poco más mi peso y bajé otro tanto, el dolor era insoportable, era muy grueso para mi culito tan estrecho, Sarita no decía nada solo atinaba a sujetarme de las caderas, yo enterraba mis uñas en su antebrazo, ella entendía que me dolía, poco a poco me lo fui metiendo cada vez más, después de unos minutos interminables sentí que mis nalgas tocaban su pubis, me quedé quieta nuevamente, me recosté en su pecho esperando que el dolor desaparezca, pero el maldito no desaparecía, llevé una de las manos de Sarita a mi concha y le pedí que me masturbara, quizá así mi dolor paliaría en algo, el intento dio sus frutos y sin darme cuenta me comencé a mover suavemente de adelante hacia atrás, sin sacar ni un milímetro el consolador del culo, ahora era el placer que me volvía a llenar, mis movimientos se hicieron mas rápidos y fuertes, me enderecé y apoyando las manos en mis rodillas subía y bajaba por el consolador, ya no sentía dolor solo placer, me moví en esa forma hasta que mis piernas no tuvieron más fuerzas, sin quitarme el pene me di la vuelta quedando de frente a Sarita, la besé y seguí moviéndome mientras la besaba, estaba a punto de terminar, estaba a punto de tener un orgasmo, era increíble, cuando tengo sexo anal con mi marido nunca termino, ahora estaba a punto de conseguirlo, y este llegó acompañado de un grito salvaje que salió desde el fondo de mi garganta, era lo máximo, quedé muerta apoyando mi frente empapada de sudor sobre la frente de ella.

Eres lo máximo – le dije.