Sara (1)

Sara se embarca en un jueguecito excitante con su mejor amigo, aunque no sabe lo que le espera, sin duda no se aburrira.

  • ¡Sara!

Me vuelvo al escuchar mi nombre al salir del edificio de oficinas, donde realizaba las practicas de empresariales, y veo a Juan caminando hacia mi. Me alegra verlo, pues me encuentro un poco agobiada de toda una semana de trabajo, y su presencia un viernes por la tarde siempre es presagio de diversión.

  • Vaya, vaya... - me dice cuando llega a mi altura -, ¿así es como te vistes para ir a la oficina?

Me dice esto mientras mira, con esa sonrisa traviesa que me vuelve loca, la longitud de la falda del traje de chaqueta que llevo hoy. Juan conoce perfectamente mi afición por vestir bien, y en la medida de lo posible de forma sexy e incluso algo atrevida. Aliso de forma coqueta la ceñida falda que me queda bastante por encima de la rodilla como para considerarse discreta y contesto:

  • Ya sabes que siempre me ha gustado vestir bien.

Juan contesta con una sonrisa aun mas amplia y me da un cariñoso beso en los labios. He de reconocer que mi relación con Juan no es lo que la gente podría considerar "normal". Lo conocí en una fiesta universitaria y desde el primer momento me cayo muy bien. No tardamos en hacernos íntimos amigos y finalmente terminamos acostándonos juntos. Un día, tras un par de meses de encuentros sexuales esporádicos, mientras nos recuperábamos de la ultima sesión, tumbados en la cama de su apartamento, Juan me propuso una relación libre, sin compromisos, de sexo divertido cuando nos apeteciera a ambos. Al principio pensé que era un caradura, aunque acepte, pero después descubrí que se había convertido en mi mejor amigo y posiblemente en mi mejor amante.

Juan no es el típico chico que esta buenísimo, ni mucho menos. Es delgado, aunque tiene un cuerpo fibroso, de estatura media, su rostro podría considerarse del montón, pero sus gafas de intelectual le dan un aire divertido. Es moreno, con el pelo un poco largo sin llegar a considerarse melenita, y bajo las gafas, unos profundos ojos negros observan la vida de manera muy peculiar. Sin embargo su mayor atractivo es una mente única para la diversión y el sexo. Con él, he alcanzado los orgasmos mas increíbles que he tenido nunca, gracias sobre todo a una imaginación y una amplitud de miras que me sorprendía cada día. Antes de conocerle, yo me consideraba una persona abierta sexualmente hablando, pero con Juan, descubrí que en realidad era bastante conservadora y clásica. Aprendí nuevas posturas y situaciones diferentes, el morbo de lo prohibido y lo desconocido, definitivamente en mi vida sexual había un antes y un después de Juan.

  • ¿Tienes planes para esta noche?

  • Pues la verdad es que no - le contesto-. Supongo que descansar y ver la tele... a no ser que me ofrezcas algo mejor.

  • Tal vez... - dice sonriendo de nuevo-. ¿Te apetece sentir nuevas sensaciones?

  • Ok. Me has convencido... - dije rápidamente - ¿a que hora quedamos?.

  • ¿A las once en la parada del numero 7?

  • Perfecto.

  • Ah... por cierto - dice tras unos segundos mirándome pensativo -. Ponte algo... atrevido.

  • Claro - digo entre risas -, siempre lo hago.

  • No, Sara - me dice con una sonrisa misteriosa -, como siempre no. Esta noche me gustaría que fueras mas allá, que seas intrépida y desvergonzada como nunca.

Le miro un momento a los ojos intentando descubrir lo que se propone, pero soy incapaz de discernir nada de su expresión imperturbable, animada tan solo por la misteriosa sonrisilla que aun mantenía.

  • O sea... que me vista como una puta, ¿no?

  • Sara... - me dice acercándose en tono de confidencia -. Lo que quiero es que cuando las putas te vean, se sientan chicas recatadas... eso es lo que quiero... ¿Te ves capaz?

La pregunta me pilla un poco de sorpresa y durante unos segundos me quedo pensativa. ¿Era capaz de hacer lo que me estaba pidiendo? Juan nunca me había defraudado y realmente me estaba matando la curiosidad... por no hablar del gusanillo de excitación que empezaba a removerse en mis entrañas, de modo que pongo cara de auto confianza total y digo:

  • Por supuesto que soy capaz.

  • Bien - dice él -. Lo veremos esta noche.

Y sin decir mas, da media vuelta y se marcha de allí silbando una melodia. Me quedo un par de segundos parada, hasta que reacciono y comienzo a caminar hasta mi casa. No dejo de darle vueltas a la cabeza, intentando imaginar lo que ha planeado Juan, y al llegar a casa decido que esperare los acontecimientos y me dejare llevar.

Mi apartamento es realmente pequeño. Aunque mis padres se ofrecieron a ayudarme durante mi periodo de practicas hasta que me hicieran un contrato fijo con un sueldo en condiciones, yo había decidido ser totalmente independiente desde un principio. Y aunque el dinero apenas si me daba para sobrevivir, me sentía satisfecha de haberlo logrado. A fin de cuentas me queda poco mas de un mes para terminar y que me hagan un contrato de verdad con un buen sueldo.

Nada mas llegar me doy una larga ducha relajante, tras la cual me envuelvo en un albornoz y me preparo un sándwich para cenar. Mientras me lo como voy a mi cuarto y abro el armario. La verdad es que se trata de todo un reto... quiero realmente satisfacer a Juan pero no tengo muy claro como voy a vestirme. Afortunadamente, mantengo todo mi guardarropa de cuando vivía con mis padres, que es bastante amplio, puesto que al no tener mas capricho que la ropa, prácticamente me compraban todo lo que quería... mas algunas cosas que me compre por mi cuenta pues ellos jamás me lo habrían consentido.

Me termino el sándwich de un bocado y me pongo manos a la obra sacando prendas del armario. Cuando tengo suficiente ropa sobre la cama, dejo que el albornoz resbale por mi piel cayendo hasta el suelo y quedo desnuda frente al espejo. He de reconocer que no solo estoy satisfecha con mi cuerpo, la verdad es que estoy locamente enamorada de él. Muchos opinan de mi que soy una narcisista por ello, pero yo prefiero ser narcisista a hipócrita. Me contemplo admirando las suaves curvas que acentúan mi silueta y paso revista a mi aspecto.

Empiezo por mi cabello negro y brillante como el ala de un cuervo, ahora mojado y enredado, se que cuando lo cepille quedara liso y suave, hasta la mitad de mi espalda mas o menos. Continuo por mi rostro, aniñado y de facciones suaves, adornado por unos ojos levemente rasgados de un verde profundo y unos labios carnosos y sensuales. Mi vista recorre el delgado y esbelto cuello, y continua hasta mis pechos. Estos se mantienen erguidos, desafiantes, con aspecto firme pero al tiempo suaves y sedosos. Con una talla algo superior a 90, me siento orgullosa de su tamaño y de su aspecto. Especialmente por las aureolas marrón oscuro, perfectamente simétricas y coronadas por unos pezones que aun sin estar excitados, abultan claramente con la forma redondita de un garbanzo. Sigo bajando por mi cintura bien delgadita, con un estomago completamente plano, hasta mis caderas sinuosas, que se ven en una combinación perfecta con el resto de las curvas de mi cuerpo. Me giro para contemplar la redondez exquisita de mis nalgas y no puedo evitar deslizar los dedos de mi mano derecha, acariciando la suave piel de melocotón. Otra vez de frente, justo en el centro, observo mi cuidado monte de venus, con el oscuro y suave vello púbico perfectamente recortado en una finita línea, justo sobre mis desnudos labios vaginales, que me permite llevar los tangas mas diminutos sin problemas. Por ultimo recorro la longitud de mis piernas, torneadas y atléticas, y sonrío orgullosa una vez mas. Un ultimo vistazo general me confirma que aunque estamos en abril y el verano pasado esta lejano, aun mantengo rastros del bronceado, que además se mantiene homogéneo en todo el cuerpo. Definitivamente repetiré si puedo la temporada en la playa nudista.

Tras un suspiro con recuerdos estivales, vuelvo a la realidad y me centro en mi tarea: la ropa. Tras una corta deliberación, me inclino rápidamente por una minifalda antes que un pantalón ceñido. Comienzo a seleccionar y descartar prendas y, tras un buen rato, por fin me contemplo ante el espejo con la indumentaria definitiva.

Unas botas de cuero altas, hasta justo por encima de las rodillas, de color blanco, unas medias, también blancas, hasta medio muslo, una mini de lycra superceñida blanca, de cintura baja y muy muy corta, tanto que por muy poco llegaba a cubrir completamente la redondez de mis nalgas y debajo un tanga que debía ser de cintura baja como la mini. Como los tangas que tengo de ese tipo no son de los mas pequeñitos, se notaba un poco su forma bajo la lycra. Un sujetador blanco de encaje muy bonito, que dejaba buena parte del pecho al descubierto, y encima una especie de suéter de punto blanco con forma de red, muy corto dejándome toda la cintura al aire y con la gracia de que los agujeros de la red son aproximadamente del tamaño de una moneda de 2 euros, de manera que se me veía el sujetador perfectamente.

Satisfecha de mi misma y segura de que causaría una gran impresión en Juan, me pongo un abrigo largo y salgo de casa en dirección a la parada donde habíamos quedado. Una vez allí no tengo que esperar ni 5 minutos cuando Juan aparece puntual. Me saluda con un suave beso en los labios y apartándose un paso de mi, me mira a los ojos y me dice:

  • Muy bien, quítate el abrigo y muéstrame como te has vestido.

A esa hora, pasaba alguna que otra persona por la calle, la mayoría jóvenes que sin duda habían quedado para salir de marcha esa noche. Miro a un lado y a otro y me quito el abrigo, posando con un sensual movimiento de caderas y esperando su reacción.

  • Vaya... - dice con expresión de fastidio – parece que no me comprendiste del todo... o quizá sea que no te atreves a mas que eso...

Yo me quedo alucinada ante las palabras de Juan y le miro como si se hubiese vuelto loco.

  • ¿Co... como dices?

  • Lo que oyes... - dice lanzando una nueva mirada critica - el conjunto tiene posibilidades, pero para acercarte a lo que yo te pedía al menos tendrías que quitarte las bragas que se te notan mucho, y el sujetador también por supuesto.

  • ¿¡¡Queee!!? ¿Es que te has vuelto loco?¿Quieres que se me vean las tetas?

  • Bueno... - dice un poco dudoso -, tal vez no haya sido una buena idea después de todo, mejor lo dejamos...

  • No, espera.... - le digo dudando -, ¿estas hablando en serio? ¿lo de la ropa?

  • Mira, se me había ocurrido un juego que podría ser divertido, pero si no te atreves y te sientes incomoda la cosa no tiene sentido...

Le miro fijamente durante un momento, y me digo a mi misma "pero que narices...", y tras mirar a un lado y a otro de nuevo, meto las manos bajo la minifalda y tiro del tanga hasta que resbala por mis piernas, enganchándose a las botas, lo cojo con cuidado y lo guardo en un bolsillo del abrigo. Bajo la sonriente mirada de Juan, desabrocho con manos temblorosas el cierre del sujetador y lo saco por una manga, guardándolo también en un bolsillo del abrigo. Mientras Juan recorre mi cuerpo con su mirada yo siento el aire nocturno en contacto directo con mi rajita, bajo la falda y los pezones que comienzan a ponerse duros asomando sin problemas por los grandes agujeros del suéter. De esta manera, los pezones han dejado de ser redonditos, para crecer y alargarse, como si de diminutos penes se tratase.

  • Bien - dice Juan con aire satisfecho -, la idea es esta: tu te vas a esa esquina y esperas, yo llego y te contrato como a una puta, tu aceptas y a partir de ahí... obedeces a tu contratante... en todo... ¿te animas?

Muerta de curiosidad por saber hasta donde pretende llegar, asiento con la cabeza y me dirijo hasta la esquina que hay junto a la parada, con el abrigo colgado del brazo y adopto una postura sexy. Al momento se acerca Juan y me lanza una mirada que no reconozco en el, cargada de lascivia y deseo.

  • ¿Cuanto por hacer todo lo que te diga esta noche, zorra?

  • Eehh... 30 euros - digo por decir algo, el insulto me ha descolocado... y al mismo tiempo me ha producido cierta sensación excitante, de algo prohibido y peligroso -.

  • Genial, me gusta que las putas me salgan baratas - dice mientras me tiende unos billetes -.

Me guardo el dinero y Juan rodea mi cintura con su brazo, para conducirme caminando por la calle. Intento ponerme el abrigo por el camino, pero Juan me lo impide con una sonrisa en el rostro. Mientras andamos, su mano recorre a gusto mi culo, palpándolo y sobándolo sin ningún recato. Por fin llegamos a un pub de la zona, bastante grande y concurrido. Al entrar siento como los adolescentes que se agolpan en la puerta me devoran las tetas con sus ojos.

  • ¿Has visto como te miraban esos niñatos, puta - me susurra al oído mientras entramos -? Seguro que te pones cachonda solo con verlos.

La verdad es que la situación comienza a resultarme excitante, lo cual, unido a la curiosidad que siento, empieza a convertir todo esto en algo bastante atractivo. Entre empujones y algún que otro manoseo a mi culo, no se si de Juan o de cualquier otro, llegamos al fondo del pub, donde algunas personas bailan y otros beben apoyados en la barra y en la pared. Juan se dirige hacia un hueco de la barra y se apoya en esta, de forma que me quedo frente a él semidesnuda mientras me contempla.

  • Muy bien puta, enséñame como mueves ese cuerpazo - me dice Juan recostándose en la barra y mirándome sonriente -.

Me quedo en blanco un momento, pero no tardo en reaccionar y empiezo a bailar frente a él. Me gusta bailar de forma sensual, moviendo las caderas y deslizando las manos por mi cuerpo. Siento como todos los que me rodea me observan y clavan sus ojos en mis tetas, debido a que en la penumbra del local, con el suéter de red casi resultan mas visibles que si las llevase desnudas. Sin embargo yo soy mas consciente de lo corta y ceñida que es mi falda y de la ausencia de braguitas bajo ella. De modo que cada dos por tres hago como que acaricio mis caderas y mis muslos para alisar la lycra e impedir que esta se vaya subiendo poco a poco con mis movimientos.

Unos minutos después de comenzar a bailar, Juan me indica con un dedo que me aproxime a el. Al acercarme, pone una mano sobre mi culo para sobármelo y aproxima su rostro al mío hablándome al oído:

  • Me gusta mucho como mueves tu culito al bailar, puta, y vas a continuar así, pero lo que no me gusta es que estés tirando de tu falda cada dos por tres... si no te gusta enseñar, para otro día no te las pongas tan cortas, pero ahora te jodes y las dejas tranquilas. Así que ya sabes, sigue bailando y ni se te ocurra rozar la falda con tus manos, zorra.

Dicho esto, vuelve a apoyarse en la barra con una sonrisa satisfecha en el rostro. Me quedo un poco alucinada, tanto por sus palabras y lo que implican, como por el hecho de haberme excitado por su forma de dirigirse a mi, como si realmente fuese una puta que no le importa lo mas mínimo. Sin pararme a pensar demasiado en ello, continuo bailando tal y como estaba haciendo hasta ese momento. Rápidamente noto como los continuos movimientos de caderas empiezan a tener efecto en mi faldita, y de forma mecánica mis manos se dirigen hacia ella para alisarla, pero antes de poder tocarla, un gesto negativo de la cabeza de Juan me frena e intento disimular el movimiento con un paso de baile. No tardo en sentir como la lycra se va deslizando hacia arriba por mis caderas, de forma inexorable.

En ese momento, me fijo en una chica que esta entrando en el local. Es una de las secretarias de las oficinas donde trabajo y va acompañada de otras dos chicas que no conozco. Me bajo la falda de inmediato y me acerco a Juan que me mira bastante serio.

  • Oye, acaba de entrar una compañera de trabajo - le digo -, mejor lo dejamos y...

  • ¿Y a mi que coño me importa quien acabe de entrar - me corta Juan -? Mira guarra, ahora mismo te pones a bailar como te he dicho, o me devuelves mi dinero y te largas, que no estoy para chorradas de zorra novata.

Me quedo con la boca abierta mirándole como si no le conociese, y me parece detectar un brillo de satisfacción en sus ojos mientras me mira. No puedo negar que la situación esta poniéndome a tope y decido que esta noche voy a saltarme todos los limites, así que me alejo un paso de él y comienzo a bailar una vez mas. Me dejo llevar y con los brazos en alto, mi cuerpo empieza a moverse al ritmo sinuoso de la música. Mientras mis pechos prácticamente desnudos se bambolean de manera escandalosa, la faldita comienza de nuevo a deslizarse por mi culito hacia arriba. Sin embargo esta vez la ignoro, o al menos eso intento aparentar. Continuo moviéndome sin atreverme a mirar cuanto estoy enseñando ya, aunque estoy casi segura de que el comienzo de mis nalgas esta ya al descubierto.

Me doy cuenta de que estoy tan excitada que voy perdiendo el control. Me siento a merced de mis sensaciones, y no puedo hacer otra cosa que gozar de la dureza extrema de mis pezones, del calor intenso que va creciendo en mi rajita, cada vez mas húmeda, y por supuesto del roce de la lycra, que voy sintiendo como se desliza mas y mas arriba. Casi como en un sueño, me fijo que mi compañera de trabajo ya me ha visto, y que de hecho no separa sus ojos de mi, mientras permanece con la boca semiabierta y una copa en la mano. En mi estado no me cuesta nada desentenderme de ella y continuar con mi baile cada vez mas frenético y salvaje. Mis caderas se mueven de forma obscena y provocativa, y mis brazos permanecen en alto, de tal manera que mis tetas se alzan mas aun de lo habitual.

De pronto la música cambia radicalmente de ritmo al empezar otra canción, y algo desorientada me fijo en Juan, que se acerca a mi y me susurra al oído que me ponga bien la falda. Aturdida aun, miro hacia abajo y observo como la minifalda se a convertido en poco menos que un cinturón elástico alrededor de mi cintura, de modo que tanto mi redondo culito, como mi recortado monte de venus están total y absolutamente al descubierto y a la vista de todo el mundo. Con el corazón a mil por hora y esforzándome por no parecer demasiado sorprendida, me coloco la falda lo mas dignamente que puedo, con una sonrisa en el rostro. En mi mente no dejo de imaginarme, con el culo y el coño desnudos, las piernas algo separadas, y moviendo mis caderas como si me estuviesen follando allí mismo. Observo que la gente que me rodea no tiene ojos mas que para mi, veo expresiones divertidas, sonrisas cómplices y miradas de depredador..

  • No ha estado mal putita - me dice Juan mientras rodea mi cintura con su brazo -. Ahora vas a saludar a tu compañera, y charlaras con ella hasta que yo te diga que nos vayamos, ¿entendido?

Asiento con la cabeza y me dejo guiar por él en dirección a Sonia, mi compañera de trabajo y sus dos amigas. En cuanto llego a su altura, Juan se sitúa detrás de mí, y rodea mi cintura, ahora con los dos brazos, en un gesto aparentemente cariñoso mientras besa de vez en cuando mi cuello.

  • ¡Hola Sonia - le digo lo mas animada que puedo -, como tu por aquí!

  • Ahh... hola Sara... - dice haciéndose la sorprendida e incapaz de no fijar su mirada en mis pechos semidesnudos y los pezones completamente erectos-, no te había reconocido así... quiero decir... que estoy acostumbrada a verte con tu traje en la oficina...

  • Si bueno - contesto mientras noto la mano de Juan deslizándose por mi muslo derecho -, los fines de semana me gusta arreglarme un poco. Oye ¿y vienes mucho por aquí?

  • Bueno... - me contesta mientras mira de reojo la mano de Juan que acaricia la parte interna de mi muslo, peligrosamente cerca de la minifalda – de vez en cuando...

  • Oye puta - dice Juan lo bastante alto como para que lo oigan Sonia y sus amigas -, quiero follarte ya, ¿nos vamos?

  • Claro cariño – digo mientras me ruborizo -. Bueno, Sonia a ver si nos vemos otro día, adiós.

No oigo su respuesta pues Juan me empuja hacia la salida mientras intento averiguar si me he ruborizado por vergüenza o por excitación. Una vez fuera me pongo el abrigo y Juan comienza a caminar hacia mi casa sin decir una palabra, llevándome aun de la cintura. En cuanto llegamos al portal, me dirijo hacia la puerta del ascensor, pero me coge del brazo y tras quitarme el abrigo, me dice que vamos a subir por las escaleras. Yo obedezco y empiezo a subir las escaleras, cuando siento que me levanta de un tirón la minifalda y me la deja enrollada a la cintura como la tuve en el pub tras bailar. Me giro hacia él, confusa, y me dice con una sonrisa:

  • ¿Que pasa puta? Quiero ver como meneas ese precioso culito que tienes mientras subes las escaleras... ¿algún problema? Por cierto.... como se te ocurra subir muy rápido, te dejo en pelotas en medio del pasillo.

Yo susurro un no y empiezo a subir los seis pisos que me separan de mi apartamento. Durante todo el trayecto podía sentir los ojos de Juan clavados en mi culito y yo hacia verdaderos esfuerzos por no subir corriendo los tramos de escalones. Cuando llegamos a la tercera planta, Juan me ordena seguir subiendo a cuatro patas, con las manos y las rodillas, y yo bajando la mirada le obedezco. Se perfectamente que mientras subimos le estoy mostrando mi coñito, con los labios separándose y rozándose al subir las escaleras a gatas. Casi puedo ver la sonrisa de satisfacción de Juan, al observar lo mojada que tengo mi rajita.

Por fin llegamos al sexto y doy gracias al cielo por hacer que ningún vecino decidiese salir de casa en ese instante. Una vez dentro del piso, Juan tira el abrigo sobre el sofá y mirándome con expresión lujuriosa me dice:

  • Y ahora vamos a tu cuarto... quiero ver si además de estar buena, follas como una puta de verdad.

Este relato forma parte de una fantasía que siempre me ha excitado mucho. Me gustaría que contactasen conmigo personas que hayan tenido fantasías parecidas. También puedes escribirme para hacerme algún comentario o sugerencia sobre la continuación de este relato.

Pezzini.

pezzini_s@yahoo.es