Santiago

Esta no es una historia de sexo, es una historia de amor 100% real de un chico hacia otro, y como se desarrolla su relación. Léanlo, y dejen sus comentarios.

Santiago

A los lectores: No sé como empezar esta historia . Y tal vez sea porque es 100% real. Puedo garantizar que todo en este relato es absolutamente real. Me llamo Ángel y tengo 18 años, créanlo o no, pero supongamos que tengo 18, y ya puedo escribir en esta página, que ha sido un total desahogo para mí. Y por favor, dejen sus valiosas críticas y comentarios.

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Creo que empezaré por decir que a pesar de mi edad, tengo mucha madurez y ya tengo clara mi identidad sexual. Desde chiquito siempre me habían gustado los hombres, para qué negarlo, aunque las mujeres me gustan un poco. Creo que mi mamá ya lo sabe, estoy seguro. Otra cosa, que debo mencionar de este relato, es que no incluye partes de sexo, (aún) y que está ocurriendo actualmente, por lo que no puedo darle un fin.

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Bueno, creo que todo empezó un martes en la mañana. Voy en 3° de secundaria, y era el 2° día de clases. Después del receso, me tocaba la aburridísima clase de canto. Entré al aula, y no sabía lo que me esperaba al entrar: me encontré con mi idea de paraíso. Era el niño de mis sueños, sentado en el 2° pupitre a la derecha. Su rostro me fascinó al instante: tiene una carita de niño angelical que no puede con ella. Su pelo es lacio y castaño claro, sus ojos color miel, increíbles, la nariz más perfecta que hubiera visto, y los labios más sensuales y lindos del mundo, su piel es algo clara. No es musculoso ni mucho menos, vamos, es un niño de 12 años, pero algo hubo en él que me hechizó.

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Me senté junto a él, atraído como magnéticamente. Le dije "hola" y le dediqué una timidísima sonrisa, a pesar de ser mayor. (Por cierto, no soy muy lindo, soy delgado, con un poco de músculo, de ojos cafés y pelo negro.). Él me sonrió y me dijo que se llamaba Santiago. De inmediato me cayó bien. Platicamos de las tareas y eso, el va en 1° de Secundaria. Ese día no ocurrió nada, y yo solo sabía que me gustaba sexualmente, aunque no sentía nada por él.

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Al día siguiente todo fue normal, es más creo que ni lo vi. Pero en la tarde, yo iba a ir al cine con mis amigos, así que salí de mi casa (yo vivo en una privada), y fui a la parada del autobús, a esperar el que me llevaría al cine. Y cual es mi sorpresa cuando veo a Santiago caminando y acercándose a mí. Y me dijo:

-Hola! ¿Qué tal?

-No pues nada más aquí esperando el autobús –respondí yo.

-Oye ¿sabes donde vive Alfredo? -me preguntó-. Alfredo Grajales.

-¡Oh! Sí, en la casa blanca, la grande de allá –le respondí rápidamente (Alfredo es mi vecino)

-¡Gracias! Es que vengo caminando desde mi casa, para hacer un trabajo en equipo con él. Bueno, gracias, adiós.

Y me estrechó la mano. ¡Oh, Dios! El toque de sus dedos fue como una gran descarga eléctrica. Nunca me había sentido así, créanme. Y eso que todavía pensaba en ese entonces que Santiago solo me gustaba. Y él se despidió y se fue a casa de Alfredo. Por mi parte, me fui al cine, y me relajé viendo una película.

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Aquella noche yo pensaba y volvía a pensar que era lo que tenía Santiago que me fascinaba. Aunque todavía no estaba seguro de sentir nada por él. Al día siguiente, lo vi al comienzo de las clases. Iba guapísimo con el cabello hacia atrás, pero bellísimo, y me quedé viéndolo unos segundos, después lo saludé y el a mí, y nos fuimos a nuestras respectivas clases. Deseé haberle podido tomar una foto, pero no traía mi celular, así que ni modo. Así pasaron varias semanas, y siempre lo saludaba y hablaba con él, me deleitaba con su figura. Distribuía mi tiempo en tareas, exámenes y en pensar en Santiago. Era oficial, estaba enamorado. Y no solo de su físico, sino de todo su ser, amaba su voz tan dulce, su forma de pensar tan positiva, su inteligencia, y sobre todo, su risa. Es la risa más deliciosa y melódica que puede haber.

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Un día, en la clase de canto, se le veía muy triste y preocupado. Casi no resistí el impulso de darle un beso, al ver esa carita de ángel tan triste.

-¿Qué tienes? –le pregunté muy suavemente.

-Es... que perdí cámara digital –contestó Santiago.

-Hmm...... –no se me ocurría nada que decir-. Lo siento muchísimo, Tiago.

-Sí.

-Oye, ¿y ya la buscaste en objetos perdidos, en la dirección? –quise saber.

-No , aún no. ¿Me acompañarías? –pidió él. Pero, ¿qué pregunta era esa? Me fascinaría acompañarlo a donde fuera.

-Claro _le dije.

Así que buscamos su cámara por todas partes, pero no aparecía. Pasaron 3 días, y ni rastros de ella. Pero un día, en un receso, oí que 2 niños de 2° de Secundaria hablaban, junto al último salón.

-¡Pobre idiota! –dijo uno.

-Wey, ¿y qué le hacemos a la camarita de Santiago? –preguntó el otro. Y se sacó la cámara de mi Tiago del bolsillo del pants.

-¿Pues qué más, animal? ¡Venderla!

No lo podía creer, ellos habían robado la cámara de mi amado, pero la iba a recuperar. Yo estaba a unos cuantos metros de los 2 chicos, pero ellos no se habían percatado de que los estaba oyendo. Tomé valor, me les puse enfrente, de manera desafiante y les dije:

-Devuelvan la cámara

-Jajaja –rió uno de los chicos-. ¿Y quien nos va a obligar?

-Ya wey, deja en paz a Ángel o nos va a pegar –dijo el otro riéndose. ¡Aquello era intolerable! No iba a permitir que se burlaran de mí. Así que cerré el puño, y le di con fuerza en al cara a uno de los chicos, y éste empezó a sangrar por la nariz. Rápidamente le quité la cámara y salí corriendo.

Encontré a Santiago haciendo una tarea en el salón 3, le dije que le tenía una sorpresa.

-¿Y cuál es al sorpresa? –interrogó Tiago.

-Cierra los ojos y cuenta hasta 3 –le pedí. Así lo hizo, y cuando abrió los ojos, le mostré su cámara.

-Mira, ¡tu cámara! –exclamé y se la entregué.

-¡Ángel, eres increíble! Pero, ¿cómo la encontraste?

-Eso no importa –le dije, sonriendo.

-¡Mil gracias, Ángel! –me dijo, y acto seguido me dio un abrazo.

Pero, ¡qué abrazo había sido ese! Fue el abrazo, más dulce y cálido de todo el universo. Lo más reconfortante, lo más bello que alguien me había dado. Fue el mejor regalo de mundo. Parecía como si solo hubiera vivido para recibir ese abrazo.

Pero después de que terminó, me despedí y salí del salón. Así pasaron los días.

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Seguía hablando con él, y me gustaba hacerle favores, tales como prestarle a dinero. A menudo le contaba de mis problemas y algunos de mis secretos y él empezó a hacer lo mismo. Inició una cuenta de correo electrónico, y obviamente fui el primero en pedírselo. Esto no tiene mucho tiempo. Vive cerca de donde yo vivo, y a veces paso cerca de su casa en mi cuatri, pero nunca he tenido el valor de tocar a la puerta.

Y él me dice que nunca había tenido un amigo como yo. ¡Santiago, si supieras que te amo! No sé como decírselo, porque estoy casi seguro de qué él me rechazaría, y adiós a la amistad. Pero cada noche sueño con él, tengo fotos suyas por todos lados, es mi tema de conversación siempre, ya no puedo vivir sin él. ¿Qué haré?.........

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A los lectores: Muchísimas gracias por haber leído mi relato. Quisiera que dejaran sus comentarios y por qué no, que me aconsejaran qué hacer con este amor, que ya no puedo con él. Muchas gracias. Yo escribiré más relatos, a medida que me vaya acercando más a Santiago. Otra vez, gracias.