Sanitarios

Skarlet vive una situación similar a la canción citada en el titulo, "Sanitarios", de la banda de rock Caramelos De Cianuro.

Sanitarios

Sali de la ducha y miré la hora en el reloj de pared de mi habitación, eran las 5 de la tarde. "Tengo tiempo de sobra" pensé para mis adentros mientras me desenrollaba la toalla de alrededor de mi torso, dejando a la vista mis grandes orgullos pectorales, redondos, firmes y bien parados, los cuales se encontraban húmedos aún por la ducha.

Mi novio, Carlos, iba a pasarme buscando a las 7 en punto de la noche para ir a "La Quinta Esmeralda", un sitio ubicado en la zona de Chacao, en Caracas, ciudad en la que vivo. Este es un amplio salón de fiestas bastante lujoso, donde suelen llevarse a cabo grandes eventos a lo largo del año. La ocasión era nada más y nada menos que el cumpleaños de Dayana, una de mis mejores amigas. Ella es una chica que viene de familia adinerada, incluso desde antes de este desastre sociopolítico que está viviendo mi país, desastre que esta familia ha logrado bandear bastante bien. Era el cumpleaños 30 de ella, y, como era costumbre, les gustaba celebrarlo por todo lo alto. Iría incluso un Dj y servicio de catering. En fin, todo un acontecimiento.

Me terminé de secar el cuerpo por completo, abrí una gaveta de la peinadora y saqué la plancha de cabello, un cepillo y un peine. Enchufé la plancha y comencé a peinar y pasarme la plancha para alisar mi largo cabello negro y liso, dándome cuenta de que lo tenía bastante largo, ya me llegaban las puntas a media espalda. Tardé más o menos 30 minutos planchándome el cabello. Cuando terminé, procedí a aplicarme crema humectante a lo largo y ancho de mi cuerpo, poniendo especial cariño en mis senos, mis nalgas y mi cosita. Me apliqué luego un rico perfume y me vi en el espejo, para cuidar que todo en mi cuerpo estuviera perfecto.

Soy una chica alta, de 1.75 metros, de piel blanca, suave como la seda, con, según muchos, un lindo rostro de ojos café oscuro. Mis medidas son 105-60-94, todo natural, cero cirugías. De aquí que al principio dijera que mis pechos son mi mayor orgullo, ya que son mi mayor gancho, al ser como ya dije, desafiantes de la ley de la gravedad, y bien duritos, de pezones rozados. Recorriendo más hacia abajo se encontraba mi abdomen, plano y bien ejercitado, de cintura estrecha y curva, que luego se ensanchaba de manera bien proporcionada en mis caderas, coronadas por una cola perfectamente redonda de nalgas carnosas, firmes, también paraditas. Siguiendo el recorrido más hacia abajo, nos encontramos con unas piernas perfectamente tonificadas de muslos también generosos, duros y firmes. Nunca me ha gustado dármelas de la gran cosa o fanfarronear al respecto, pero no voy a negar que la naturaleza me dio un cuerpo muy hermoso, el cual he sabido cuidar muy bien a punta de gimnasio, por lo que me es fácil levantar pasiones allá donde paso.

Tenía la intención de que, al salir de la fiesta, Carlos y yo nos fuéramos a algún hotelito para ponernos melosos. Así que mis atuendos los escogí para esa ocasión, una blusita blanca de mangas cortas y un escote bonito y provocativo que dejaba ver buena parte de la cara superior interna de mis senos, una faldita negra bastante ceñida y que llegaba a medio muslo (quería verme provocativa pero sin ser taaaaan puta), medias pantys que llegaban también a medio muslo y que el filo de la falda lograba ocultarles las ligas, y unos zapatos de tacón alto cerrados de color negro. Encima de la blusa me puse una chaquetita de jean negro, de mangas largas pero que me cubría en el torso solo un par de dedos debajo de mis pechos. Debajo de todo esto me puse un sostencito color azul eléctrico de encaje, y una microtanga de encaje del mismo color, que mis nalgas se tragaban en la parte de atrás en su totalidad mientras que adelante un pequeño triangulito MEDIO tapaba mi pubis.

Llegó la hora pautada y Carlos me pasó buscando en su carro, un Ford Fiesta 2010 color verde metalizado. Él iba vestido con una camisa manga larga azul clara de rayas verticales azules oscuras, un jean negro con correa blanca, a juego con sus zapatos mocasines. Carlos es un chico alto y fornido, bastante buenmozo de cuerpo, de cabello rubio, piel blanca y ojos verdes. Un hombre muy perseguido por muchas mujeres. Él tiene mí misma edad, 31 años, y algunas personas decían que hacíamos una excelente pareja, que éramos tal para cual, y que nos veían juntos para toda la vida. Yo debo admitir que no me encontraba muy segura de todo eso, ya que sí, me gustaba, sin embargo, no tenía esa sensación especial de amor profundo e incondicional por alguna razón. Y además sentía que él tampoco. Sin embargo, ahí estábamos, con apenas 6 meses de relación, intentando hacer que funcione.

No tardamos mucho en llegar a nuestro destino, estacionamos en un sitio por detrás de la quinta ya mencionada, y nos acercamos caminando hasta la entrada, donde fuimos recibidos por el personal de seguridad. Si, personal de seguridad, cuando dije que esta familia es adinerada, lo decía literalmente. Nos chequearon en la lista de invitados, y sin problemas ingresamos.

El lugar era bastante amplio, al fondo del salón principal, que era donde estaba la pista de baile, había una tarima con el Dj mezclando la música a todo volumen. Los camareros recorrían las mesas que rodeaban la pista de baile con bandejas y botellas de licores, pasapalos, y demás. Carlos y yo pasamos la primera hora saludando a un montón de invitados, había unas 1500 personas en la fiesta, hasta que por fin me encontré a la homenajeada, Dayana.

-¡¡¡¡¡¡Amiguiiiiiii!!!!! ¡¡¡¡Viniste!!!! -Exclamó con voz chillona mientras daba brinquitos cómicos de alegría.

-¡¡Dayiiii!! -Saludé yo también con la misma emoción. -¡Feliz cumpleaños! -Le terminé de decir mientras me acercaba a ella para darle un fuerte abrazo. Ella comenzó a botar lágrimas de emoción.

-Amiga menos mal que viniste, en serio, sabes que sin ti esto no sería un cumpleaños mío -Me dijo. Era cierto, yo había asistido a todos sus cumpleaños, desde que nos conocimos, cuando yo tenía 3 añitos y ella 2. Si, nuestra amistad databa de esas épocas, y éramos literalmente como hermanas. A pesar de que en los últimos años habíamos tenido poco contacto en persona por motivos laborales, siempre nos escribíamos por redes sociales, y por supuesto, no faltábamos a ningún cumpleaños de ninguna de las dos. Sabíamos todo la una de la otra, nuestros gustos, nuestros placeres culposos, nuestras vergüenzas, todo, literalmente, todo.

No quiero aburrirlos con la típica cháchara de amigas ni mucho menos, así que solo diré que, durante un par de horas, estuvimos las dos hablando sobre miles de cosas, novios, amistades, problemas, trabajo, viajes, familia, todo, como si no nos habláramos nunca. Hasta que lo vi llegar.

Su nombre es Gregorio. Es un chico alto, de 1.90 metros, blanco, cabello negro y liso, con ojos que cambian de color según su estado de ánimo, de verdes a cafés super claritos. De rostro hermoso, y cuerpo bastante delgado, tanto que le decíamos "El Flaco". Sin embargo, tenía una musculatura más o menos definida. Iba vestido con una camisa manga larga gris, y un jean negro, con correa negra y zapatos tipo botines de vaquero negros también. Bastante elegante. Venía de la mano con una chica hermosísima, una negra delgada con curvas perfectamente proporcionadas, con un pecho que podía competir con el mío fácilmente, unas caderas hermosas y bien curvas, de rostro hermoso y cabello negro, liso, y largo hasta su culo que, por el vestido se adivinaba respingón y firme y de piernas esbeltas. Su piel de ébano reflejaba las luces posiblemente gracias a alguna crema humectante que se aplicó antes de venir. Era sin duda una escultura de mujer, una diosa. Iba con un vestido rojo bastante corto que llegaba poco más abajo de sus nalgas dejando a la vista sus hermosas piernas, así como también sus hombros, ya que arriba tapaba poco más arriba de la mitad de sus tetas. Se veía alta, en parte gracias a unas sandalias stiletto de tirillas color rojo también que dejaban al desnudo sus hermosos pies, de uñas rojas.

No pude evitar sentir una punzada en el corazón al verlo pasar por la entrada. Una punzada de celos, de nostalgia, de dolor. Si, adivinaron, Gregorio es mi actual ex.

Gregorio y yo nos conocimos gracias a la misma Dayana, ya que él era amigo de ella desde el bachillerato. Una noche coincidimos en una reunión en casa de ella y fue cuando todo comenzó. Era un chico algo tímido, pero que lograba superar ese detalle en situaciones sociales, bastante agradable de trato. Algo que lo hacía distinto a la gran mayoría de chicos que solían dirigirnos la palabra a Dayana, a nuestras amigas, y a mí, era su total desinterés en llevarnos a la cama. Repito, no quiero sonar pedante, ni mucho menos, pero todo nuestro círculo de amistades femeninas está compuesto por bombas sexys, y era muy común que siempre se nos acercaran los hombres con falsas promesas y falsas amistades para llevarnos a la cama, o tener una relación con nosotras para tal fin. Sin embargo, Gregorio era bastante reservado, y no nos "echaba los perros", como decimos aquí en mi país. Su amistad era bastante desinteresada y sincera. Se podía hablar casi de cualquier cosa con él, y se mostraba servicial y amable, siempre con un consejo a la mano cuando se le pedía, trabajador, y altamente perfeccionista y detallista en cualquier cosa que hiciera.

Esa noche nació entre nosotros una amistad gigante, casi comparable a la que yo tenía con Dayana. Una amistad que, 6 años después de empezar, desembocó en un noviazgo serio entre nosotros dos.

Y es por esto que dije hace unos párrafos atrás lo que dije sobre mis sentimientos entre Carlos y yo. Antes de Gregorio tuve varios novios fugaces, así como él también tuvo sus noviecitas. Pero lo nuestro fue algo enorme, algo incomparable con cualquiera de esas relaciones. Algo incomparable a lo que yo tenía con Carlos actualmente. Lo nuestro fue fuego puro directo del monte olimpo. Lo nuestro fue un verdadero paseo por las nubes.

Algo que estuvo destinado a ser la definición definitiva del amor, pero no fue.

Debo admitirlo, fue mi culpa. Nuestro noviazgo duró 6 años. Sin embargo, cuando llegamos al quinto año juntos, comenzaron a surgir problemas en el seno de mi familia. No pienso ponerme a explicar aquí cuales fueron esos problemas, pero lo cierto es que yo permití que afectaran a mi relación con él, a pesar de que él siempre se mostraba atento y deseoso de ayudarme a superarlos. Pero la relación se fue deteriorando por culpa de mi estupidez. Para cuando llegamos al sexto año, yo ya estaba cayendo en el alcoholismo. Y fue en ese momento en que cometí los peores errores de mi vida, ya que le fui infiel al amor de mi alma. No una ni dos, ni tres, sino cuatro veces. Le jugué sucio a la única persona en el mundo en la que realmente podía confiar. No se lo merecía en lo absoluto. Imagínate, querido lector, que el descubrió mis engaños uno por uno, y aun así, me los fue perdonando, hasta que ya con el último optó por terminarme, harto de tanta traicion.

Yo también lo habría hecho. ¿Como estar con alguien que traiciona tu confianza de esa manera? No lo culpo.

Durante los dos años siguientes, caí aún más hondo en el pozo del alcoholismo donde ya me hallaba metida. Fue una época donde yo vivía de fiesta en fiesta, y de hombre en hombre, borracha, perdida, buscando consuelo de la forma en que jamás debí. Muchos de los hombres con los que estuve intentaron sacarme de ese mundo, sin éxito. La mayoría se decepcionaba al ver como luego de estar con ellos la noche anterior, a la siguiente ya me estaba besando con otro hombre y con una botella de alcohol en cada mano.

Sin embargo, luego de dos años, logré recuperar mi cordura, ante los continuos consejos de la misma Dayana y otras amistades cercanas. Y fue cuando me dispuse a poner orden en mi vida. Con mi alma totalmente demolida por mi ruptura con Gregorio, de quién no supe más nada en ese tiempo, logré tomar los trozos de mi destruido corazón y armarlo nuevamente. Conocí a Carlos, y henos aquí, en la fiesta de cumpleaños de Dayana.

Nuestras miradas se cruzaron inevitablemente. Sentí como los ojos se me aguaron un poco, pero logré contenerme.

-Skarlet...lo siento. -Me dijo Dayana.

-¿Que sientes? -Le pregunté.

-Gregorio vino a la fiesta este año...sé muy bien lo que significó para ti. Pero entiéndeme, para mí, él también es como un hermano.

-Lo sé...no tienes que disculparte por eso, no seas gafa. -Le dije.

-Siempre lo invité a mis cumpleaños luego de que tú y él terminaron. Pero nunca vino. Esta vez tuvo que venir, le está yendo bien en un emprendimiento que está comenzando y cerró un trato con mi padre. Supongo que vino porque él se lo pidió encarecidamente, más que por que yo se lo pedí.

-Ya te dije...no te preocupes por eso. -Le dije. -¿Sabes quién es la chica que está con él?

-Tengo entendido que es su pareja actual.

-¿Te lo dijo él?

-No, lo sé por otras amistades en común. Él se ha desprendido de mi bastante luego de que ustedes terminaran. Hablamos poco, y cuando intento indagar sobre su vida me esquiva.

-Entiendo...es hermosa la negra.

-Si que lo es . -Dijo Dayana. -Pero sigo pensando que no te llega ni a los talones. Tú y él deberían estar juntos.

-No empieces Dayi...la cagué con él. Y cuidado que Carlos no te oiga diciendo eso, que estoy intentando levantar vuelo con él.

-Lo se marica, y hacen bonita pareja también, los dos guapos, y todo eso...sin embargo te conozco perfectamente. En tus ojitos aun veo ese brillo de amor por Gregorio. Un brillo que no veo cuando miras a Carlos. ¿Realmente lo amas?

-Ay amiga...por favor.

-Skarlet...tú y Gregorio deben hablar...Él es el amor de tu vida. Y tú eres el amor de su vida.

-Está con otra.

-Igual que tú, estas con otro, y ambos se ven felices con sus actuales parejas, pero sé muy bien que son solo apariencias. No lo sienten. Hay gente que dice que tú y Carlos duraran mucho. Yo digo que no. Y sé que tampoco soy la única que lo piensa. Así como también sé muy bien que el flaco no es feliz con esa mujer.

-No puedo llegar ahorita a decirle que aún lo amo...

-No se lo digas entonces. Pero dile cualquier otra cosa. Que él vea que estas superando tus problemas. Estoy segura de que las cosas se darán solas entre ustedes dos...y luego ocupas el lugar de la negra, y él ocupa el de Carlos y vuelven a ser felices. ¿No lo extrañas?

-Con locura amiga...extraño sus caricias, sus besos...la forma en que me tomaba, en que me cojía...- Dije con voz quebrada y casi gimiendo mientras recordaba el sexo con él. En ese campo Gregorio tampoco había sido desbancando por ninguno de los que vino después. El mejor sexo lo tuve con él.

-¡Niña! -Exclamó Dayana.

-¿Que? ¡Tu empezaste, haciéndome recordar! -Le dije.

-¡Ya veo! ¡Mira tu piel ! -Me dijo. Cuando me di cuenta, la tenía erizada, de gallina. -Chama tu deberías hablarle. Mira cómo te ve...- Me terminó de decir. Observé de reojo y noté que, en efecto, me veía desde una de las barras donde servían licores, sin embargo, la negraza que lo acompañaba llamó su atención para quien sabe qué cosa, lo que me hizo sentir otra fuerte punzada de celos. Se que no soy quién para hablar de celos ni mucho menos para sentirlos, pero aun así los sentía.

-Ya está con alguien. Y yo también Dayi. No puedo hacer eso. -Dije, con cierta pesadez en la voz.

-Pero chama...Mira, la mayoría aquí saben la historia que hubo entre ustedes dos. Y estarán pendientes de cómo se desarrollan las cosas durante la fiesta entre ambos. Muchos dicen que Carlos y tu hacen una bella pareja, y te repito, yo no lo creo. Carlos es un buen hombre, no tengo nada en contra de él, pero sé que con Gregorio estabas mejor. Los conozco a ambos muy bien, de hecho, te conozco más a ti de lo que me conozco a mí misma. Ustedes dos deben hablar, aunque sea una vez más. Yo puedo concretarles una reunión en un sitio apartado de este lugar...

Justo en ese momento se acercó Carlos a nosotras para sacarme a bailar, lo que acepté con diligencia, ya que la conversación se me estaba empezando a hacer incomoda. La verdad me estaba empezando a animar a hablar con Gregorio, a pesar de que me parecía una locura, ya que no tenía ni idea de cómo podría reaccionar yo y no quería hacer ningún show esa noche, así que por eso acepté la invitación de Carlos y lo seguí a la pista para ponernos a bailar, dejando a Dayana con la palabra en la boca.

Estuvimos un buen rato bailando entre todas las parejas que estaban en la pista, Salsa, Merengue, Reggaeton, luego salsa otra vez...y durante todo ese tiempo estuve pendiente de Gregorio, de a donde iba, con quien hablaba, etc. Dayana y él charlaban por momentos, aunque bastante seguidos, sin embargo, en un punto de la noche ya no la vi acercándose más a él.

Y fue cuando comenzaron a sonar los primeros acordes de una canción bastante conocida en mi país, marcando un pequeño break en la pista de baile. Pero cuando vi que al lado del Dj estaba Dayana viéndome con cara de complicidad, supe que el que colocaran esa canción era toda una indirecta para mí.

La canción en cuestión se titula "Sanitarios", de la banda venezolana de rock Caramelos De Cianuro. Una banda que durante mucho tiempo odie, pero luego de mi ruptura con Gregorio comencé a sentirme identificada con la letra de algunas de sus canciones, específicamente las que tratan de desamores.

Esta canción, "Sanitarios" trataba de una situación muy parecida a la que estaba viviendo en ese momento. Es la propuesta indecente de un hombre que coincide con su ex en una fiesta, para que se vean en los baños del sitio y hagan el amor una vez más.

"Pues la suerte nos coloca frente a frente aquí hoy, sé que no has venido sola, yo tampoco lo estoy, todo el mundo está observando nuestro encuentro casual, yo sé bien que está mal, yo sé bien que está mal" rezaba el primer verso por las cornetas, y podía sentir las miradas de muchos de los asistentes clavadas en mi en ese momento, mientras salía de la pista de baile caminando detrás de Carlos. Cuando llegamos a la mesa, no pude evitar buscar a Gregorio con la vista nuevamente. Lo vi del lado opuesto a donde estábamos, nuestras miradas se encontraron frente a frente. Ninguno de los dos dejamos de vernos durante unos segundos que se me hicieron eternos, durante los cuales sentí que me derretía como chocolate en paila ardiente. Pude notar que hizo un gesto con su mirada un par de segundos antes de ponerse en marcha hacia uno de los patios laterales de la quinta ubicado detrás de su mesa. Yo desvié mi mirada hacia Dayana, que aún seguía en la tarima al lado del Dj. Ella me veía con una sonrisa de complicidad y malicia, y me hizo un gesto con su rostro animándome a seguir a mi ex.

Con la mente en blanco y las piernas temblorosas me puse en marcha para atravesar la pista y seguir el camino que siguió mi ex. Mientras caminaba, volví a ver a Dayana, quien todavía tenía esa expresión de rostro cómplice. Vi que guiñó un ojo, antes de yo doblar por un estrecho pasillo y seguirlo hasta llegar a una puerta con un aviso plateado que decía "Damas". En la puerta estaba un hombre alto, vestido con el uniforme del personal de catering. -¿Skarlet? -Me preguntó. -¿Si? -Le respondí. -Adelante, siga. -Me dijo, abriéndome la puerta. El coro de la canción sonaba en ese momento "Te veo en diez minutos en el fondo de los sanitarios, nuestro encuentro es justo y necesario, no soporto tenerte lejos, quiero hacértelo frente al espejo, siempre te has desinhibido ante los actos prohibidos, si tu sientes lo que siento, aprovechemos el momento".

Entré por la puerta, y el hombre de catering la cerró detrás de mí. Y ahí estaba él, Gregorio, de pie frente a uno de los lavabos, lavándose las manos. Me dirigió la mirada, sin decirme nada, y yo me quedé inmóvil, sin saber que hacer, pero con ganas de lanzarme en sus brazos y comérmelo a besos, con ganas de llorar, de gritar...pero me quedé inmóvil.

-Hola. -Me dijo él.

-Hola...- Logré responder, nerviosa.

-Te ves bien...- Me dijo.

-Tú también...- Le respondí. La verdad quería decirle que estaba hermoso, bello, precioso, divino, mejor que antes. Pero solo me salió eso.

-¿Y bien? -Dijo secándose las manos con un toallin, para apoyarse con sus caderas del lavamanos y cruzar sus brazos en su pecho, así como sus piernas. -Aquí estamos.

-Si...aquí estamos ...-Atiné a decir. "Perdóname, te deseo, eres el amor de mi vida, fui una estúpida, y estoy arrepentida por favor castígame, castígame de la forma que desees, pero no con el látigo de tu indiferencia o de tu distancia, vuelve conmigo, haré lo que me pidas" pensé.

-Esto es obra de Dayi...¿Cierto? -Me dijo.

-Si...está empeñada en que tú y yo deberíamos hablar...- Le respondí.

-¿De qué? -Me preguntó.

-De nosotros...

-Ya no hay nosotros. Tu estas con el tipo aquel. Yo estoy con Sandra.

-¿La negra? Es hermosa -Le dije.

-Si, lo es.

-Espero te haga sonreír bastante. -Le dije.

-No me da dolores de cabeza.

-¿No eres feliz con ella?

-Si lo soy, no malinterpretes mis palabras.

-No estoy malinterpretando nada. Eso sonó a que no eres feliz a su lado.

-¿Sabes? No sé por qué vine . -Me dijo, botando el papel con el que se secó las manos a la basura y haciendo ademán de irse.

-Estas aquí porque aún sientes algo por mí . -Lo detuve.

-Jajaja -Rió nerviosamente.

-Niégamelo, mírame a los ojos y dime que ya no sientes nada por mí.

-Estoy con Sandra ahora Skarlet.

-Y yo con Carlos, y, aun así, aqui estoy, frente a ti.

-¿Y para que estas aquí?

-Porque sigo sintiendo algo por ti. Porque aún te amo. Y porque siento que debo pedirte perdón.

-Eso ya me lo pediste, y te lo di, tres veces. Y cada una de esas veces traicionaste mi confianza. -Me dijo. Esas palabras me dolieron en el alma.

-Esta no es como las anteriores. -Le dije nerviosa, intentando contener el llanto. - No te está hablando la Skarlet de hace un par de años, la que cagó lo más hermoso que tuvo en su vida por ser una estúpida. He cambiado. Y estoy dispuesta a demostrártelo de cualquier forma que quieras.

-¿Eso en que me convertiría? ¿En alguien como tú?

-¿En qué sentido?

-En el sentido de que Sandra confía en mí. Y no puedo traicionar esa confianza.

-¿Lo haces por la confianza que ella puso en ti, o por el amor que sientes por ella?

-Es lo mismo.

-No, no lo es. Existen dos tipos de amores en la vida. El amor de tu vida, que es esa persona que te mueve el piso, y el amor para tu vida, con el cual pasas tooooda tu vida, por el cual sientes algo, pero no con la misma intensidad del amor de tu vida. Dichosas las personas que tienen ambos amores en una sola persona. Tu eres el amor de mi vida, y sé muy bien que yo soy el tuyo. Carlos y Sandra son amores para la vida. Pero podemos cambiar eso. Podemos volver a ser lo que éramos antes. -Dije. Los ojos se me aguaron al decir esto.

-No Skarlet, no podemos.

-¿La amas? ¿Ella es el amor de tu vida? Mírame a los ojos y dímelo. -Le dije con la voz ya quebrada, sollozando.

-Ay Skarlet, por favor...

-No, no. Dímelo. Anda. Mátame aquí mismo de una vez. Dime que Sandra es el amor de tu vida. Dime que ella te hace sentir más de lo que yo te hice sentir.

-¿Hablas de los buenos o de los malos ratos? Porque malos ratos con ella no he tenido.

-¿Y buenos?

-Skarlet...

-¿Te ha dado buenos ratos? ¿Mejores de los que yo te di? Contéstame.

-Eso no es asunto tuyo.

-Entonces la respuesta es no.

-Estás loca.

-¿Sabes qué? Cállate y bésame. -Le dije, para lanzarme a sus brazos, tomar su cabeza con ambas manos y plantarle un beso. Un profundo y desesperado beso.

Un beso que él correspondió.

Nuestras lenguas se fundieron en una lucha incesante por varios minutos. El sabor de su boca seguía tan exquisito como la primera vez que lo besé. Me tomó por la cintura y me atrajo hacia él, lo que aproveché para, de forma brusca, pegarlo contra la pared del fondo del baño. Él se dejó llevar, sobando mi cintura con deseo. Solté su cabeza sin dejar de besarlo para proceder a desabotonar su camisa y desnudar su torso perfumado, mientras él rompía mi blusa y mi sostén, dejando mis enormes pechos al aire.

Me separé de él para verlo desafiante. Y mientras veía con deseo su torso desnudo, me quité la chaqueta, arrojándola al suelo, para luego terminar así de quitarme lo que quedaba de blusa tirándola en el piso también junto con mi sostén. Él me observaba aun pegado contra la pared, quitándose la camisa. -Esto está mal... -Dijo, para comenzar a caminar hacia mí, y tomar mis tetas en sus manos con firmeza y decisión. -...muuuuy mal . -Dijo antes de meter su rostro entre mis orgullos y comenzar a lamer, chupar e incluso morder mientras los amasaba con fuerza y agresividad, haciéndome gemir de lo lindo mientras mi excitación crecía a pasos agigantados.

Mientras él jugaba a sus anchas con mis tetas, yo le iba desabrochando los pantalones con avidez, para meter mi mano derecha en sus boxers y tomar su verga ya erecta con ella, para masajearla con cariño y deseo al ritmo que el devoraba mis pezones, turnándose en cada uno durante unos minutos que la verdad se me hicieron cortos, quería más, mucho más.

En un momento dado me empujó para alejarme. Y se me quedó viendo. -Tómame. Una vez más...- Le dije, mientras me bajaba la faldita hasta los tobillos, contoneando mis caderas en un gracioso pero sensual bailecito. Salí de ella dando un par de pasos a la izquierda. -Esto está mal -Volvió a decir él.

-¿Está mal hacer lo que queremos? -Le pregunté.

-Tal vez a ti no te importe Skarlet -Me dijo. - Pero para mí, mi palabra vale mucho. Así como mi lealtad. Quiero tener mi consciencia tranquila. -Me dijo.

-¿También vale mucho tu honestidad, verdad? -Le pregunté.

-Sabes perfectamente que sí.

-Entonces seme honesto y sincero. ¿Aun me amas? ¿Aun sientes algo por mí? ¿O ya ni siquiera me deseas?

-Skarlet...

-Contéstame. Me tienes aquí prácticamente desnuda confesándote mi arrepentimiento, y deseando que me hagas el amor una vez más, y que vuelvas conmigo. Porque la vida sin ti no es lo mismo.

-Debiste pensar en eso cuando traicionaste mi confianza.

-Gregorio lo hice, sí. Y no pasa un solo día en que me torture a mí misma por eso, no pasa un solo día en que no me arrepienta de eso.

-¿Si así fue porque no volviste a buscarme luego? -Me preguntó. - ¿Por qué ahora, que ambos tenemos pareja?

-Porque soy una estúpida. Y no te vayas por las ramas, al menos yo estoy siéndote sincera con mis sentimientos. Tú en cambio das vueltas para no responder a mis preguntas.

-Tu sinceridad no vale nada. -Me dijo, cortante. - Ya no confío en ti .

-Pero aún me amas y me deseas. Ese beso fue como los que me dabas cuando estabas conmigo. Estoy segura que a esa negra no la besas así. Y sé que también me deseas, porque tienes ese güebo bien parado. Y sí, soy una estúpida, pero he cambiado, y estoy dispuesta a todo con tal de recuperarte.

-El que estés aquí poniéndole los cuernos a tu pareja actual dice todo lo contrario. -Me respondió.

-Hoy mismo termino con él si me dices que me amas y que tengo oportunidad de volver contigo.

-Ay por favor Skarlet....

-¿Te lo tengo que pedir de rodillas? -Le pregunté. Algo que a él no le gustaba era ponerse de rodillas ante nadie. Para él, eso resultaba caer en lo más bajo, en llegar al fondo de lo patético y humillante. Yo también tenía ese concepto, y él lo sabía. Así que, desesperada en ese momento, así como excitada, me arrodillé para él. - Perdóname. Por favor. Perdóname. Ya no sé qué hacer. Perdóname.

-Skarlet, párate. -Me dijo. Pude notar que me veía con lastima.

-No. Perdóname . -Le dije, ya comenzando a llorar. -Fui una completa estúpida. Y lo sigo siendo, porque tienes razón. Esto está mal. Pero es que te amo Greg...te necesito en mi vida. Y te deseo con locura. Estoy dispuesta a todo por ti. Y no sé qué hacer para tenerte de nuevo a mi lado...no sé qué hacer...ay Dios...- Terminé de decir para romper en llanto. Ni siquiera agaché la cabeza. No me importaba llorar por y para él.

Él se acercó y se arrodilló ante mí. - No...no te arrodilles -dije entre llanto. Me tomó por el mentón delicadamente, y sin yo esperarlo me dio un beso en la boca. Uno todavía más profundo que el anterior, su lengua invadía mi boca con deseo y pasión, visitando cada rincón, jugando con mi lengua. Yo correspondí al beso, moviendo mi lengua y chupando la suya. Sus besos me llenaban el corazón de calor, además de sentirse en otras zonas de mi cuerpo. El mundo a mi alrededor dejó de existir, éramos solo él y yo.

Me fue empujando poco a poco hacia atrás, haciéndome acostarme en el piso, sin dejar de besarme. Yo logré acostarme acomodando mis piernas para abrazarlo con ellas. Sentí la punta de su verga en la entrada de mi cuquita húmeda y hambrienta de él. Con su mano derecha hábilmente me hizo a un lado la tanguita, para comenzar a meterme su coso lentamente. Mi vulva no opuso resistencia alguna, y si lo hubiera hecho, él habría entrado igual de fácil por lo mojada que estaba. Yo aun entre sollozos emití un suave gemido ahogado por su boca ya él que aún me la seguía devorando con pasión y deseo.

Mientras me iba penetrando con suavidad, yo abracé su cabeza para que no se despegara de mí. No quería que ese momento terminara jamás. Gregorio me abrazo las piernas pasando sus brazos por la parte de atrás de mis rodillas, para luego apoyarse con sus manos en mis tetas, de esta manera yo quedaba doblada por la mitad con los pies aun entaconados al aire, con los tacones apuntando al techo. En ese momento sentí que su verga entró del todo en mí, en una penetración profunda y deliciosa. Solté su cabeza y él se separó de mi rostro justo a tiempo para yo emitir un gemido brutal en voz alta, lo que le hizo empezar a embestirme con suavidad, pero aumentando el ritmo paulatinamente hasta convertirse en una violenta y deliciosa cojida.

Él me veía a los ojos mientras yo cantaba para él con mis gemidos sonoros. Me sentía en el cielo, y más todavía al notar en su mirada ese fuego, esa pasión. No era necesario que me lo dijera, él aún me amaba y me deseaba, tanto como yo a él. Y me lo estaba demostrando con esos besos, con esa mirada, con esa deliciosa cojida, que era dura, agresiva, como él sabe que me gusta. Incluso comenzó a moverse como en círculos lo que me volvía extremadamente loca de placer, haciéndome gritar del mismo. Sus manos amasaban mis tetas con deseo, lo que también me estimulaba bastante, y sin soltármelas, me acercaba uno o dos dedos a la boca para que yo los chupara, cosa que hice sin dudar, deseosa, hambrienta de él.

-Si Skarlet....si -Me dijo -Aun te amo. Maldita seas, te amo . -Me dijo. El que me lo dijera me hizo soltar unas lágrimas de felicidad, de alegría.

-Yh...y...yyyhhh yoh a...aa.ahh tiiiihhhh -Dije entre gemidos fuertes. - Teeehh a...a....aaahh....amohhh

Me volvió a besar con pasión después de decírselo, un beso que fue aún más delicioso que el anterior, y tan, tan estimulante, que me hizo voltear mis ojos hasta ponerlos blancos de placer. Me sentía abobada, me dejé hacer durante unos minutos hasta que se separó de mi para erguirse y pasar a penetrarme con más velocidad, con más agresividad, lo que me hizo llegar a un fuerte orgasmo, entre estremecedores temblores en todo mi cuerpo, producto de los corrientazos de placer que salían disparados desde mis entrañas hasta cada rincón, cada dedo, cada punta de cada cabello de mi cuerpo, aumentando la sensibilidad de mi piel al 1000%.

Esto no lo hizo detenerse, él, para desespero mío, siguió bombeando sin piedad alguna a pesar de notar que me estaba corriendo como una sucia cerda asquerosa. Podía sentir como de mi vulva manaban flujos a borbotones, provocando que el acto sonara como perro tomando agua, pero a un volumen altísimo. -AAAAHHHH SIIIIIHHHHHH DIOOOOOOOOOOOOOOHSS -Fue lo más entendible que logré gritar en ese momento entre tanto placer desesperante.

Él, mientras seguía castigándome la cuca sin piedad, pasó a quitarme los tacones, y romper mis medias pantys, liberando mis pies. Yo tenía los dedos retorcidos de tanto placer sexual que él me estaba dando. Tomó ambos pies con sus manos, lo que aumentó aún más el placer que sentía. Mis pies son una de mis zonas más sensibles y erógenas. Un buen masaje en ellos me resulta extremadamente relajante, y muy, muy excitante si me lo dan en ciertos momentos. Así que, el que los agarrara con fuerza, haciendo presión con sus dedos en el arco de las plantas y deslizándolos desde allí, hasta los talones, para luego deslizarlos hasta mis dedos con maestría, fue algo que me producía un placer indescriptible. Y terminó de rematarme, cuando llevó mi pie derecho hasta su boca y comenzó a besarlo y lamerlo con lujuria, transportándome al séptimo cielo del placer cuando comenzó a chuparme los dedos, rozándolos suavemente con sus dientes de vez en cuando, alternando este trato con un masaje de su lengua. Todo esto sin dejar de penetrarme con furia. No tardó mucho en repetir la operación con mi pie izquierdo, alternando entre ambos durante unos minutos hasta que detuvo la penetración.

Sacó su güebo de mi cuca y, doblándome de nuevo por la mitad, se sentó con cuidado en mis piernas para hacerme darle una buena mamada, cosa que hice con muchas ganas, deseo, pasión, hambre, pero, sobre todo, con amor. Saboreé toda su extensión de carne dura y rígida, podía sentir el sabor de mis jugos vaginales que escurrían en él, los cuales devoré con hambre. Me sentía en la gloria, y a juzgar por sus gemidos, él también estaba en las nubes.

Sin embargo, no duramos mucho tiempo así. Me tomó por el cabello y quitándose de encima de mí, me manejó con decisión para ponerme a cuatro patas, posición que adopté con mi espalda bien arqueada, como buena perra. Se puso detrás de mí y me abrió las nalgas, para hundir su cara entre ellas y mamarme el culo. Sentir su rica y juguetona lengua sobándome el agujerito anal me hizo chillar de placer como una guarra. Las piernas me temblaban de gusto mientras Gregorio me masajeaba de un rico el culo con su lengua. Eso me hacía adivinar lo que vendría a continuación, que no es otra cosa más que sexo anal. Sentí que él tenía derecho a reclamarlo, a fin de cuentas, él ha sido el único hombre al que le he dado mi cola. Con ningún otro lo hice, a pesar de que me lo pidieron hasta de rodillas. Si, más de una vez me lo mamaron también, ¿pero penetrarlo? Solo él. Y era hora de que mi culo volviera a ser relleno por su verdadero y único dueño.

Estuvo un par de minutos estimulando mi culo con su lengua, soltando mis nalgas para, con una mano, sobarme el clítoris magistralmente, mientras con la otra me metía dos dedos en la vulva, hurgando a sus anchas dentro de mí. Yo gemía con respiración entrecortada, me estaba volviendo loca de placer. Recosté mi cara y mis tetas del piso, agarrándome el cabello yo misma, masajeándome la cabeza perdida en las nubes de la lujuria y la excitación, meneando mis caderas, restregándole el culo en la cara, mientras él seguía devorando sin cortarse, acercándome a un nuevo orgasmo.

Se separó de mi culo a tiempo, sacando sus dedos de mi vulva, y estirándose un poco para meterlos en mi boca. Yo los acepté sin miramientos, me gustaba el sabor de mis jugos vaginales, y más todavía si venían mezclados con la esencia del amor de mi vida. Los chupé con deseo mientras él no dejaba de sobarme el clítoris con su otra mano. - Humedécelos bien Skarlet -Me dijo, y yo obedecí, embadurnándolos bien de mis babas. Cuando él los sintió bien pringosos, me los sacó de la boca y los llevó a mi culo, embarrándolo bien de mis babas, mezclándolas con las suyas. Masajeó unos minutos mi agujerito anal con ambos dedos unos minutos, sin dejar de estimular mi clítoris con su otra mano, para acto seguido hacer presión con uno de ellos y metérmelo lentamente en el culo. Gemí tímidamente mientras Greg comenzaba un suave mete y saca con ese dedo, mientras seguía atendiendo mi clítoris con su otra mano. Luego de un corto rato, forzó la entrada del otro dedo, para seguir con el mete y saca al mismo ritmo lento pero divino, girándolos, moviéndolos dentro de mí con suma maestría.

Yo me mordía los labios de placer, y movía mis caderas al ritmo de su jugueteo, y así duramos un rato más para él sacármelos y poner la punta de su verga en toda la entrada de mi agujerito anal. Yo me erguí de nuevo apoyándome sobre mis dos brazos y arqueando mi espalda lo más que pude hacia abajo, y sentí como su güebo comenzaba a invadir mi culito lentamente, ensanchándome el recto lentamente, haciéndome sentir como cada milímetro de su verga entraba en mí. En ningún momento él dejo de estimular mi clítoris, manteniéndome en todo momento muy, muy excitada, a pesar de sentir el típico dolor en el culo mientras me lo metía. Él se apoyó de mi arropándome con su torso, ubicando su cabeza al lado de la mía y metiéndome los dedos con los que hurgó mi culo en mi boca. - Ten, prueba un poco . -Me dijo. Yo chupé con deseo, excitada, humillada, encantada. El dolor que sentía en mi culo se convertía en una creciente excitación que me estaba sacando de mis cabales, por lo que me movía en sentido contrario a su pelvis para agilizar la penetración. Estaba desesperada por tenerlo dentro de mis entrañas.

No pasó mucho tiempo para tenerlo por completo dentro de mí. Y si bien me dolía, el estar empalada analmente por el amor de mi vida era una sensación realmente exquisita y que quería sentir siempre. Mis gemidos más allá de ser de dolor, eran de placer, y aumentaron en intensidad en el momento en que él comenzó un rico y suave mete y saca, que se fue volviendo más y más frenético a medida que pasaban los segundos, al igual que el estímulo al que él tenía sometido a mi clítoris. Yo gemía y gemía sin dejar de chupar sus dedos, hipnotizada por tanto placer y por el hecho de que por fin estaba haciéndolo, una vez más con el amor de mi vida. Si esta sería la última vez o no, no me importaba, solo quería disfrutar y hacerlo gozar a él también.

Estuvimos un largo rato en esa posición, hasta que, sin sacarme el güebo del culo ni los dedos de mi boca, me hizo ponerme de pie, momento en que dejó mi clítoris en paz para tomarme por el cabello una vez más. Para poder estar unidos me paré en la punta de los míos mientras él se agachaba un poco, y a punta de duros vergazos me hizo caminar, con mis piernas temblorosas, hacia uno de los lavamanos, sobre el cual me inclinó, quedando frente al espejo. Pude ver mi rostro, ojos hinchados por llorar, rímel corrido por toda mi cara al igual que la pintura de mis labios, cabello desarreglado, y gimiendo como puta en celo. Él siguió castigándome el culo sin piedad, soltándome el cabello para darme unas fuertes nalgadas, intercalándolas con agarrones en las tetas y pellizcos en los pezones.

Su rostro era un poema, me estaba echando una cojida con odio, pero al mismo tiempo, con amor. Y comprendía que me lo hiciera con odio, al final, lo estaba arrastrando a ser como yo, un ser amoral, deshonesto. Le estaba siendo infiel a Sandra, esa negraza que nada tenía que envidiarme ni a mí, ni a ninguna otra mujer. Se veía que era una mujer echa y derecha, y que muy probablemente no se mereciera esta infidelidad. Así como tampoco Carlos la merecía. Pero aquí estábamos, gozando uno del otro, liberando nuestra pasión.

Sin embargo, nada es eterno. Todo acaba, sobre todo un buen rato de sexo del bueno. Volvió a estimular mi clítoris con furia mientras La penetración anal llegaba al máximo nivel de frenetismo violento y agresivo, acercándome al orgasmo con una facilidad impresionante. Y fue ahí cuando, entre deliciosos espasmos y temblores, acompañados de violentos gemidos de mi parte y de fuertes rugidos de tigre de él, los dos alcanzamos un fuerte y poderoso orgasmo. El segundo para mí, mucho más fuerte y rico que el primero, que me hizo desfallecer, sintiendo como mis entrañas eran inundadas por su espesa y cálida esperma.

Ambos caímos sobre el lavamanos, mis tetas abrazando el frio chorro, su pecho sobre mi espalda. Pude sentir su respiración agitada en la parte de atrás de mi cuello, pude sentir como restregaba su nariz en mi piel, oliéndome. - Me encanta tu olor -me dijo. Me sentí tan halagada...

Un par de minutos después él se separó de mí, sacándome el güebo del culo. Volteé a verlo sin dejar de reposar sobre él lavamanos, sencillamente no tenía las fuerzas ni el aliento, a pesar de que yo poco me moví durante todo el acto. Pero es que ambos orgasmos fueron extremadamente fuertes, los más fuertes que he tenido en mi vida. Sentía que las piernas me temblaban.

Él se volvió a poner la camisa, abotonándosela. Se subió los boxers y el jean. Se dirigió a otro lavabo para lavarse la cara y sus manos. Se secó con un papel y se vio en el espejo. Y luego de hacer todo esto ignorándome por completo, me dedicó una última mirada, para después voltearse e irse sin decirme nada, dejándome allí sola, maltrecha pero bien cojida.

Duré un par de minutos más antes de reaccionar y quitarme las medias rotas, tirándolas a la basura. Me puse de nuevo la falda, no sin antes acomodarme la tanga empapada de la mezcla de flujos y babas, para acto seguido ver la blusa rota en el piso junto al sostén. Tomé ambas prendas y las boté también a la basura, para ponerme luego la chaquetita, abotonándola en el centro de mis pechos a duras penas gracias al tamaño de estos, quedando los botones a punto de reventar, pudiendo verse parte de mis tetas oprimidas por las aberturas que había entre cada boton, dándome un aspecto morboso, pornográfico, dejándome además el abdomen al descubierto. Me lavé la cara y volví a maquillármela, ya que siempre tengo maquillaje de emergencia en mi cartera. Como pude, arreglé mi cabello con mis manos. Me calcé los tacones nuevamente, y me dispuse a salir del baño.

Caminé como pude a las mesas que rodeaban la pista, específicamente a aquella donde estaba sentado Carlos, ignorando por completo las miradas que todos me dedicaban por ir con esa pinta extraña, además de que, a pesar de que intentaba disimularlo, estaba caminando de forma muy graciosa, las piernas me temblaban y me costaba caminar en línea recta. Mientras caminaba hasta allí, buscaba con la mirada por toda la fiesta a Gregorio, pero no lo vi.

-¿Amor, estas bien? ¿Qué te paso? -Me preguntó Carlos, preocupado al verme sin blusa y sin medias.

-Yo...eh...- No sabía que contestar, así que dije lo primero que se me vino a la cabeza. - No...no estoy bien...tuve un accidente estomacal en el baño...arruiné las medias, y la blusa también. -En mi cabeza no sonaba tan estúpido como cuando me escuché decirlo, así que le rogué al cielo y a la tierra mentalmente para que me creyera.

-Oh mi vida...¿Pero te sientes mejor? ¿Quieres irte?

-Si...si...quiero irme...llévame a mi casa por favor. -Le respondí.

Salimos de la fiesta, sin siquiera despedirme de Dayana. Fuimos al estacionamiento, nos montamos en su carro y me llevó a mi casa.

En el camino recapitulé todo lo que había pasado con mi ex en el baño. Las ganas de llorar me invadieron de nuevo, pero logré contenerlas. ¿Qué iba a pasar después de esto? Ciertamente no lo sabía. Pero en mi mente rondaron todo tipo de posibilidades, sobre todo aquellas en las que Gregorio y yo volvíamos.

En ese momento me fijé en Carlos, que iba pendiente de la carretera. Pensé para mis adentros que yo era una autentica hija de puta. Él, si bien es cierto que no me hacía sentir mucho, la verdad era que no se merecía que yo le pusiera los cuernos. Nunca fue un mal hombre.

-Carlos...- Dije.

-Dime mi amor -Me respondió.

-Tenemos que hablar...

Fin.

Epilogo.

Pasaron 2 meses desde que tuve ese encuentro con Gregorio en la fiesta de cumpleaños de mi amiga Dayana. Me encontraba en el centro comercial "El Recreo", ubicado en la misma ciudad de Caracas, haciendo fila Dayana para comprar una entrada al cine y ver una película juntas.

Esa misma noche de la fiesta terminé con Carlos, quien por suerte y para mi sorpresa no se tomó tan mal el hecho de que le haya puesto los cuernos, cosa que le confesé. Sin embargo, me dijo que siempre notó que no había mucha química entre nosotros y que él estaba sopesando la idea de terminar con todo también. Claro, esas fueron las palabras amables, ya que luego me llamo perra por haberle puesto los cuernos, pero por suerte no pasó de allí.

Pero, en fin, ahora estaba soltera, sin compromiso alguno. Y la verdad no me dolía para nada el hecho de haber terminado con Carlos. Era hora de vivir el presente y ver hacia el futuro.

Mientras esperábamos nuestro turno para comprar las entradas, un niño muy alegre se acercó a nosotras y me dio un papel, para luego salir corriendo. Cuando lo leí, me sorprendí bastante y vi a mi alrededor, buscando a quién me lo envió. Sabía quién era. Hasta que Dayana, con sonrisa cómplice y picara, con un gesto de su cabeza me señaló a un lado de las taquillas donde vendían las entradas: allí estaba él, Gregorio. Quién con una mano me señaló la entrada de los baños.

-Aprovecha -Me dijo Dayana -Terminó con Sandra. Al igual que tú, le confeso que le fue infiel, y decidió terminar con ella porque aún te ama…

Con una amplia sonrisa y sintiendo que me ruborizaba de la alegría, me puse en marcha hacia el lugar indicado, no sin antes pedirle a Dayana que me guardara el papel, dándoselo en la mano, y en el cual se leía la línea principal de la canción:

"Te veo en 10 minutos en el fondo de los Sanitarios ".

Fin.

Muchas gracias por dedicarle unos minutos a este nuevo relato de mi autoría. Espero que lo hayan disfrutado. Por favor, les agradecería encarecidamente que dejen sus comentarios o críticas en el apartado de comentarios de la página o enviándome un mail a skarletpricet@yahoo.es , esto me anima a continuar escribiendo.

Besos.

Skarlet.