Sangre, sudor y algo más.
Un breve relato que escribí a petición de un muy buen amigo y que, próximamente, será escenificado en una obra de teatro amateur en Madrid (permitid que me muestre orgullosa de ello). Sexualmente ambiguo.
Nota de autor; Es de hace un mes y medio. Cuando mis musas aún continuaban prestas y solícitas y no como ahora que se están ahogando en un mar de trabajo y calor que me agota en todos los sentidos.
Queridos lectores espero sepáis disculparme mi tardanza a la hora de públicar el siguiente capítulo de la saga "Me llamo Jacob"; http://www.todorelatos.com/relato/91439/
Sus pasos resonaron en el suelo de plaqueta. La cocina, así como el resto de la casa estaba en completo silencio y en total oscuridad. Las puertas de todas las habitaciones estaban entreabiertas como si le estuvieran invitando a entrar.
Titubeante avanza reteniendo la respiración, traga saliva y el paso por su garganta a sus oídos suena como el atronador descenso de una cascada por su pendiente. Contiene el aire a la espera de que alguien, no tenía muy claro quién, apareciese ante él y acabase con su existencia allí mismo. Sobre aquella impoluta y brillante superficie.
Sin embargo, nada sucedió.
Ni el más mínimo murmullo. Ni el más ligero susurro.
Sintiendo el sudor recorrer su espalda continua avanzando. Sus pies descalzos se posan ahora en la tarima del salón. Agradecieron la calidez de la madera. Un crujido. Se vuelve hacia el lugar desde el que lo había percibido pero no percibió ninguna presencia.
Suspira. Los nervios le pueden. ¡¿En qué momento había podido aceptar aquella locura?! ¡Aquel maldito juego! Ya solo le quedaba no echarse atrás pero que le matasen si no estuviera deseando salir corriendo de aquel lugar y no volver a aparecer hasta que el mundo se sumiera en una nueva glaciación.
Ya no es un crujido, es un golpe en toda regla. Rehace sus pasos de vuelta a la estancia de la que ha salido. De la encimera caen gotas rojas que antes sus ojos son enormes y provocan que todo su ser tiemble. Y casi se cae redondo cuando sin previo aviso la luz cegadora de una linterna le deslumbra y unas férreas manos le atrapan empotrando su cuerpo contra el frigorífico. Ante él yace quien le ha metido en todo aquel embrollo... ensartado como un pollo en un asador. Y muerto.
Trata de hablar pero una mano sofoca sus palabras. Nota algo en su pelvis, algo duro que no tiene claro qué es... El tipo susurra que es policía pero en su cerebro una pequeña voz le avisa que esa voz miente. Ni policía ni leches...
Es fuerte. No puede moverse. Casi ni respirar. Siente que atrapa sus muñecas. Unas esposas las ciñen. Algo afilado surca su espalda rasgando la tela de su camisa hasta llegar al cuello de la misma y acabar con ella completamente destrozada y cayendo por sus brazos para dejar su torso desnudo. El filo metálico reanuda su camino pero esta vez sobre su piel. Un escalofrío le recorre. La voz vuelve a susurrar ordenándolo que no me mueva. Los jadeos se le escapan entre sus dedos que continúan ahogado sus labios.
Algo húmedo sustituye a lo que quiera que ha surcado su anatomía. Lo reconoce. Es su puta lengua. ¿Intenta violarlo? ¿No le basta con un asesinato? Su mirada se desvía hacía el cadáver del amigo. Le metió en esto... cualquiera diría que es quien más ha pagado por ello pero no lo tiene nada claro.
Para rematar la jugada y hacer que se odie más de lo que ya lo hace su cuerpo le traiciona reaccionando ante sus requerimientos eróticos. Algo no debe funcionar en su cabeza. Nota como su frente se perla de sudor. El corazón le late a mil por hora.
Sus manos le desabrochan el botón de los vaqueros. Lo bajan, se sumergen dentro de su ropa interior. Invaden su intimidad y gime. No le puede estar sucediendo.
Se separa de su cuerpo para dirigirlo hacia la mesa de madera en la que sin duda cada día hay desayunos familiares agradables. Bruscamente dobla su cuerpo sobre ella. Tiene más acceso a su persona. Le convierte en el juguete de sus caprichos. Excitación.
Mierda. Mierda. Mierda.
Nota su caliente aliento acariciar cada centímetro de piel. Ya no solo tiene la frente húmeda. Ahora cada parte de su ser lo está. Jadea. Suspira. Quiere escapar. Necesita más. Suplica. Un mocoso malcriado con una pataleta. Más. Mucho más.
Dedos adentrándose en sus ángulos. En sus rincones. Tocando zonas vírgenes. Áreas no conquistadas. Se arquea. Gime. Escandalosamente. A su merced. De él. Y de nadie más.
Apoderándose. Grita. Sí. Sí. Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii... exactamente eso. Como el agua para un sediento. Comida para un famélico. Como la inspiración para el artista. Nadie, nada sin ellos. Inmundicia sin él.
Necesitaría poder aferrarse a algo porque está a punto de naufragar en el placer.
Garganta seca. Se muerde los labios intentando retener algo de dignidad. Pero es inútil. Hace tiempo que dejó de saber qué era eso. Hoy es el instante es que es mas evidente. Nadie coherente estaría a punto de correrse con un fiambre delante. Nadie en sus cabales disfrutaría de semejante polvo en tal escenario. Nadie.
Se imagino que cuando nació le dijeron a su madre que tenía por retoño alguien con una mente no muy sana. De ahí que haya sido siempre su mayor disgusto.
Está por lamentarlo pero de qué serviría. Siempre se ha tenido por alguien con altos valores. Realmente ocultaba una moral laxa y más bien degenerada. El capullo que se enfría en el suelo lo sabía mejor que nadie. De ahí que le retara a este estúpido juego de asaltar la casa de un desconocido sin saber realmente si habría alguien, si acabarían entre rejas o tendrían que escapar por pies del lugar con una jauría de perros pisándolos los talones y deseosos de morderles el trasero.
Se retuerce. O más bien es su cuerpo el que lo hace por sí solo. Recorrido de pies a cabeza por espasmos de lujuria. Bordeando el orgasmo, limitando con el estertor del éxtasis más sublime que pueden experimentar las personas. Su columna se arquea buscando un mayor contacto con la epidermis de quien en principio parecía ser su asaltante y ahora es su más fogoso amante.
Ummmmmm... más fuerte, más dentro. Más dureza. Por favor... así... así... así... Que no pare. Que no se detenga. Que no se atreva a hacerlo. Que no le deje al borde la locura. Le ruega. Que no lo haga. Deja que toque el cielo. Haz que cierre los ojos y aún así pueda ver el universo entero ante sus pupilas.
Boquea como un pez fuera de su elemento. Sus pulmones reclaman oxígeno. Cada segundo más próximo al final.
Siente sin sentidos. De ahí que cuando percibe unos labios sobre los suyos brille como una luz un único pensamiento coherente. Por detrás... ¿por delante? Parpadea...
Su amigo sonríe. El muerto, murmura;
amoral
.
Jodida broma macabra. Y explota.
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