Sangre limpia (one-shot Harry Potter)
Un breve recorrido por las inquietudes sexuales de Draco Malfoy, visualizadas a través de una sesión de sexo prohibido durante sus vacaciones de verano.
- Wow, qué pedazo de casa.
Draco se sonrió, apartando la vista del respingón trasero de la chica solo el tiempo justo para cerrar tras de sí la puerta principal de la residencia de verano de los Malfoy.
- Pues tendrías que ver la mansión, esto es solo una casa de vacaciones. - alardeó.
Había dos cosas de las que le encantaba presumir: sus riquezas y su pureza de sangre. Y la joven a la que pretendía llevarse a la cama no habría entendido lo segundo.
- Perdona, lo estoy poniendo todo perdido. - se disculpó ella, con su escueto bikini todavía chorreando un poco como consecuencia del último baño que se había dado en la playa.
- No te preocupes, ya lo limpiará el... la asistenta.
Casi se le escapaba lo del elfo doméstico. Era evidente que el joven Slytherin no estaba acostumbrado a tratar con muggles, y menos muggles con semejante atractivo. Su ondulada cabellera castaña llegaba hasta la mitad de su estilizada espalda, y al observarla de frente era difícil decidirse entre mirar a sus azules ojos o a sus firmes pechos.
- ¿No están tus padres? - preguntó... ¿Lucy? ¿Susie? La chica le había dicho su nombre una sola vez, y Draco no le habría prestado excesiva atención a ese dato.
- Estarán todo el día fuera, ha surgido una emergencia en la capital y mi padre ha tenido que interrumpir sus vacaciones.
Y gracias a Dios. Lucius Malfoy jamás habría consentido que una muggle pisara su casa, y mucho menos que se metiera entre las sábanas de su hijo, sin importar el color de sus ojos o la firmeza de sus pechos. Y teniendo en cuenta que aquel pueblucho costero estaba repleto de muggles... Draco llevaba sin meterla en caliente desde que acabó el curso en Hogwarts. Y, a decir verdad, follar con Pansy Parkinson, por mucho que le gustara la chica, ya empezaba a resultarle aburrido.
- Perfecto, así estaremos más tranquilos. - la muchacha sonrió con picardía. - ¿Me enseñas pues esas vistas tan buenas?
A Draco no se le escapó como ella desviaba su mirada, sin mucho disimulo, a la incipiente tienda de campaña que ya empezaba a formarse bajo su bañador. Estaba claro que ninguno de los dos quería perder el tiempo.
- Joder, y yo que pensaba que la casa era grande.
- Calla y chupa.
Obediente, la chica empezó a practicar sexo oral sobre el impresionante miembro de Draco, con más experiencia y habilidad de la que él había esperado. Tal vez las muggles no fueran tan inútiles después de todo.
Lo cierto es que el tamaño que ostentaba Draco entre sus piernas no era algo de lo que le gustara fardar tanto, en parte porque él sabía la mentira que se ocultaba detrás. Pansy fue quien tuvo la idea de practicarle un hechizo Engorgio, transformando su funcional pero olvidable pene en algo ciertamente digno de mención. El hechizo salió bien, aunque ninguno de los dos esperaba que los resultados fueran permanentes... pero tampoco iban a quejarse.
Ahora, por primera vez, otra mujer que no era su novia estaba disfrutando de los efectos del hechizo, y por lo visto los disfrutaba a base de bien. Y ya era hora... ¿De qué te servía tener un pollón si no podías usarlo con quien quisieras? No es que los sentimientos de Pansy le importaran demasiado, pero había otros impedimentos que le dificultaban plantearse siquiera intentar seducir a las estudiantes de Hogwarts que más le llamaban la atención.
La muggle de nombre intrascendente miró a Draco a los ojos sin interrumpir su felación, gesto que ambos disfrutaron, pero que provocó que la mente del rubio divagara y se centrara en uno de sus más anhelados objetos de deseo: esos ojos le hacían pensar, inevitablemente, en Ginny Weasley. (Nota: Según el canon oficial los ojos de Ginny son marrones, pero para este relato me quedo con el hecho de que sus ojos en las películas son azules)
Ginny era una pobretona, una Weasley y una traidora a la sangre, pero habría que estar ciego para negar que tenía un atractivo incomparable. Era una de las estudiantes más bellas y sexys de todo Hogwarts, y desde luego su reputación la precedía: se rumoreaba que ya se había acostado con la mitad de los hombres de Gryffindor y un buen puñado de Hufflepuffs y Ravenclaws, y por lo que se decía sus habilidades sexuales estaban a la altura de semejante historial.
Sin embargo, ningún Slytherin la había catado, que se supiera, pero no era por falta de ganas. Un Slytherin tenía una reputación que mantener, ante los otros miembros de su casa y ante su propia familia, y confraternizar con Ginny Weasley, aunque solo fuera para un polvo rápido, estaría tremendamente mal visto.
- Fóllame ya. - escuchó Draco, forzando a sus pensamientos a volver a su habitación.
- Aquí mando yo, zorra. - espetó él, pero aún así se dispuso a complacerla.
La agarró del pelo y la hizo colocarse a cuatro patas sobre su cama, situándose de pie tras ella. Nunca había sido tan brusco con Pansy, pero su frustración acumulada y su desprecio por la sangre no-mágica de su nuevo ligue habían estallado en forma de una agresividad con la que, por suerte, ella no parecía tener ningún problema.
Tras propinarle un sonoro azote en una nalga y bajarle la parte inferior del bikini hasta las rodillas sin ninguna delicadeza, Draco se dispuso a penetrarla con violencia. No tuvo piedad de ella, ni en el ímpetu de sus acometidas ni en la fuerza con la que tiró de su melena. El color de esta y el hecho de no estar viéndole la cara ayudaron a que la imaginación del chico transformara la voz que profería los gemidos de placer en la de otra persona: Granger.
Granger no estaba tan buena como Ginny ni, desde luego, tenía tanta experiencia con el sexo opuesto. Draco estaba seguro de que ni Weasley ni Potter se la habían follado y, aunque se preguntaba si seguiría virgen, sospechaba que Krum sí podría habérsella llevado al huerto. En cualquier caso, Granger no era tan convencionalmente atractiva ni levantaba tantas pasiones como la pelirroja. Pero Draco tenía cierta debilidad por ella desde aquella vez que le dio un puñetazo durante el tercer curso. La odiaba, sí, pero era ese tipo de odio que le encantaría desahogar con una follada salvaje, algo que nunca podría siquiera intentar sin comprometer su estatus. Una sangre sucia era todavía algo más bajo que una Weasley.
Y todavía peor era una muggle, pero nadie tenía por qué enterarse de lo que estaba sucediendo aquella tarde de verano en aquella habitación de aquella casa de verano, así que Draco podía soltar tensiones a base de bien valiéndose del cuerpo de aquella desconocida a la que confiaba en no volver a ver jamás. Una desconocida que no sabía lo que significaba ser Slytherin, sangre pura y Malfoy. Una desconocida para la que él solo era un guaperas rico y con una buena polla. Lo cierto es que, por mucho que disfrutase de su estatus y del respeto que despertaba su apellido, a veces Draco desearía no ser más que lo que aquella chica veía en él.
- ¡DIOS, SÍ! ¡FÓLLAME, JODER! - se desgañitaba ella ante la intensa y constante penetración a la que se estaba viendo sometida, y aquello era música para los oídos del chico.
Tras unos cuantos minutos y un par de cambios de postura, Draco sintió que llegaba al clímax y no se molestó en avisar. Depositó su semen en el interior de la muggle y, al hacerlo, pensó que ella nunca habría tenido tanta magia en su interior. Ella, que ya había llegado al orgasmo un poco antes, no puso objeciones.
- Menos mal que estoy con la pastilla. - susurró entre risas y jadeos, todavía recuperando el aliento, mientras él se dejaba caer junto a ella.
Los muggles y sus estúpidos métodos anticonceptivos. Los magos tenían una poción que te hacía estéril de forma indefinida y otra que volvía a hacerte fértil, no tenían necesidad de preocuparse por pastillas o condones. Y en cuanto a las enfermedades de transmisión sexual, en San Mungo podían erradicar cualquiera en un máximo de 48 horas, tampoco valía la pena preocuparse por ellas. El sexo entre magos y brujas era completamente seguro... o eso creía Draco.
Cuando escuchó un sonido proveniente de la chimenea del salón se le heló la sangre. Sabía que se avecinaba algo mucho peor que una gonorrea. La estúpida que yacía desnuda a su lado no lo había oído o no le dio importancia, pero Draco sabía lo que significaba.
- ¡Mierda! - exclamó, levantándose de sopetón. - Tienes que irte, rápido.
- ¿Qué? ¿Qué pasa?
- Mis padres están aquí. ¡Vístete y lárgate!
- Vale, tranq...
- ¡Venga, coño!
Draco la agarró del brazo y la sacó de la cama, pero ella, ignorante sobre la gravedad de la situación, no reaccionó de forma inteligente.
- ¡Suéltame, tío! - se desembarazó de él. - ¿Qué coño haces? Una cosa es que te deje tratarme así en la cama y otra que seas un puto borde.
- Si mi padre te encuentra aquí...
No hubo tiempo ni necesidad de explicaciones, porque la puerta del dormitorio se abrió y, tras ella, apareció Lucius Malfoy, vestido de forma elegante pero con una expresión de asco en su rostro que solo se acentuó al percatarse de lo que estaba ocurriendo allí.
- Papá...
La chica, totalmente desprevenida, apenas había tenido tiempo de cubrir su desnudez con sus brazos. Draco percibió cómo la sorpresa y la indignación de su cara dieron paso a la vergüenza y al miedo.
- ¿Quién es esta puta y qué hace en mi casa, Draco? - preguntó Lucius con frialdad, sus grises ojos completamente fijos en los de su hijo, sin ningún atisbo de tentación de mirar hacia la belleza a la que acababa de insultar.
- ¿Qué... qué haces aquí? - tartamudeó el joven.
- La situación en el Ministerio se solucionó bastante rápido, Weasley exageraba como siempre. - desvió su atención y su mirada a la chica, pero siguió ignorando su cuerpo. - Ya que mi hijo parece haber perdido la capacidad de expresarse te lo preguntaré a ti. ¿Quién eres?
- Me... me llamo Sophie, señor. - tembló ella, y no de frío precisamente.
- Sophie, qué nombre tan bonito... - Lucius desplegó la más falsa de las sonrisas. - ¿A qué casa de Hogwarts perteneces?
Draco cerró los ojos y suspiró, sabiéndose perdido.
- ¿Casa de... qué?
- ¡AVADA KEDAVRA!
A Draco se le revolvió el estómago solo con escuchar el cuerpo desplomarse, y tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para volver a abrir los ojos. Sophie estaba tirada en el suelo. Todavía desnuda. Todavía hermosa. Muerta.
- Mira lo que me has hecho hacer. - dijo el padre de Draco, aunque no había ningún rastro de lástima o arrepentimiento en sus palabras, solo fastidio. - Y ahora tendré que deshacerme del cuerpo y buscar a algún idiota al que cargarle el muerto. ¿O vas a hacerlo tú?
Draco se limitó a negar con la cabeza, sin atreverse a mirar a su padre y esforzándose por contener las lágrimas.
- Eso pensaba. - concluyó Lucius. - Anda, ve a saludar a tu madre. Y la próxima vez que quieras echar un polvo dímelo y te traigo a la mejor puta del callejón Knockturn, joder.
Draco obedeció, intentando borrar el recuerdo de Sophie de su cabeza para siempre, pero ya nunca olvidaría su nombre. Echaba de menos a Pansy.