Sandra y el sexo. Cap.4 Dos mejor que uno
A rey muerto, rey puesto! Pero si antes los puedo tener a los dos... Espero que os guste y sigáis comentando, criticando y enviándome mensajes. Un besazo!
SANDRA Y EL SEXO
CAPITULO 4
DOS MEJOR QUE UNO
Estuve casi un año viviendo en casa de mi padre. Durante el año que estuve viviendo con mi madre y su nuevo compañero, solamente lo vi cuatro o cinco veces, durante los periodos de vacaciones. Se había vuelto un hombre taciturno, silencioso, hermético. Por más que quise saber porqué nos había abandonado, él nunca me dio otra respuesta que ésta : no era él sino mi madre la que nos había abandonado. Como os dije, tardé muchos años en saber toda la verdad.
En dos ocasiones, mi madre se puso en contacto conmigo. La primera vez, le mentí, diciéndole que me había peleado con David y que no soportaba la idea de seguir viviendo con ella y su hombre. No se lo creyó y volvió a llamar una segunda vez. Fue patético. Se puso a defender a T, diciendo que había sido muy atento conmigo y que patatí y que patatá. Se me fue la lengua y le dije, sin entrar en detalles, que ese tipo había querido abusar de mí. Me colgó el teléfono. Unas semanas más tarde recibí una carta suya. Mi propia madre me trataba de puta. Se había tragado la versión que T le dio de los hechos. Ese día también comprendí que cuando una mujer está bajo la influencia perniciosa y maquiavélica del hombre al que ama, se convierte en alguien sin personalidad propia, incapaz de discernir la verdad de la mentira. Me dolió, es evidente. Pero también me fortaleció.
Para que no perdáis el hilo cronológico, os recuerdo que mi padre se marchó de casa en septiembre del 78. Yo tenía 16 años e iba a empezar mi último año de bachillerato. Esto es así porque el sistema educativo francés permitía, en algunos casos, que un alumno que aprendiera más rápido que los demás a leer y a escribir pudiera saltarse un año de escolaridad. Es lo que me ocurrió a mí. Y es por ello que David ya no estuvo conmigo en el instituto, pues había terminado el bachillerato e iba a empezar una carrera, de Derecho, en otra ciudad.
David me llamaba cada dos por tres, pero yo ya tenía claro que quería sentirme libre de ataduras. Por eso, a la primera ocasión que tuve de estar de nuevo con él, cara a cara, se lo dejé bien clarito :
- Mira, David... Me caes bien, me lo paso bien contigo... Pero no te quiero.
- No te comprendo, Sandra. Acabamos de hacer el amor... Y ahora me dices esto...
Me costo convencerlo de que aceptara lo que le ofrecía, pero terminó aceptándolo...A regañadientes..
Creo que durante ese periodo nos vimos unas cuatro o cinco veces. La última fue durante las vacaciones de primavera. Le dije que me había acostado con otros (que no era del todo verdad, pero tampoco del todo mentira). Se lo dije, lo sé, de manera cruel. Pero es que no sabía qué hacer con él. Curiosamente,cuando hicimos el amor (porque por muy ofendido que estuviera, las ganas de follarme no se le pasaban ni a tiros), se mostró mucho más bruto de lo que me tenía acostumbrada. Mucho más. Y, todo sea dicho, también a mí me gustó mucho más.
A finales de mayo, tras casi dos meses de silencio, me llamó para proponerme una cosa. En julio, se iba a pasar una semana en España. Con un amigo que había hecho en la universidad. Le dije que me lo pensaría, que tenía que hablarlo con mi padre. Hablé con él unas semanas más tarde. Su respuesta fue que si me sacaba el bachillerato con buena nota podría hacer lo que quisiera. Obtuve un 18.5/20, lo que en Francia te concede la mención « Très bien ». El beneplácito de mi padre y unos cuantos francos para gastármelos durante las vacaciones. Y ahí me tenéis, rumbo a España.
Julio de 1979
Después de un larguísimo viaje, muertos de calor, sudando como cerditos, llegamos a Cadaqués. Ya estaba anocheciendo y el cámping estaba abarrotado. No tenía nada que ver con él de mis padres. Aquí, en la Costa Brava, sólo había jóvenes y tiendas canadienses. La verdad es que era bastante hippie.
Pero a mí ya me iba bien eso del « peace and love ». Así que una vez conseguimos un bonito lugar (sin sombra y al lado de las duchas), plantamos la tienda y nos dispusimos a comencar nuestras mini-vacaciones, las primeras en las que iba estar libre del yugo familiar.
Y ¿en qué consistían ? Basícamente en comer tapas y bocadillos, ir a la playa (mi primer desnudo integral, fue en una calita, cerca de la casa de Dalí, en Port-Lligat), salir de copas, emborracharnos y fumar marijuana.
Ya durante las interminables 14 horas de i nfierno en la carretera,
pude apreciar que Edouard me miraba con mucho interés. David, inocente como era, ni se daba cuenta. Pero yo, sí. Y me gustaba. La Sandra de aquella época era una chica muy alegre, pizpireta, risueña y muy desvorganzada, En fin, que como él estaba bastante bueno... Vaya, me estoy desviando del tema...
Eso, plantamos la tienda, nos duchamos y bajamos al pueblo para cenar algo. Cervezas y pan con tomate y jamón. Teníamos un presupuesto más que ajustado. No obstante, todo era mucho más barato que en Francia ; sobretodo la comida y el alcohol. Y después de comer, a la disco. Recuerdo haber bailado durante horas. Y cómo no, con David de espía de la Gestapo, pegado a mí como una lapa. Y eso que ya le había quedado claro que ya no éramos novios, que solamente éramos buenos amigos y que yo no era « su posesión ». Pero me iba dando cuenta hasta que punto la mayoría de los hombres, jóvenes o viejos, eso de que una mujer sea libre no lo tienen nada claro.
Nuestro amigo, había desaparecido a las primeras de cambio. En un momento dado, lo vimos ligando con una chica de tipo nórdico. Imaginé que a la chica no le importaba puesto que la segunda vez que los volví a ojear ya se estaban pegando el lote. Y a la tercera, fue él quien vino hacia nosotros para decirnos que no iba a dormir en la tienda. Es curioso, pero sentí celos. Unos celos de breve duración, todo hay que decirlo.
- Vamos, David... Estoy cansada de bailar - Le dije toda mimosina.
Una vez en la tienda, feliz como un garbanzo en un potaje, David se abalanzó sobre mí, fogoso como un cachorro de pastor alemán :
- Deja que me quite el vestido, al menos, ¡impaciente !
Me desnudé y me puse como una perrita, a cuatro patas, arqueándome lascivamente.
- ¡Toda tuya, bebé !
Desde que Jürgeng me había desvirgado el culito, una servidora le tomó gusto a la cosa. Y cuando se lo ofrecí a David por primera vez, fue tal su excitación que se corrió antes de poder penetrarme. Le tuve que enseñar a controlarse. Ahora ya sabía lo que tenía que hacer antes para que su Sandrita gozara.
Ya lo dije en el capítulo anterior y lo repito. David era un as en el manejo de la lengua. Y no le importaba lo que le pidiera que él lo hacía. Y poco importaba que estuviera recién lavada o que llevara horas sin lavarme ; que tuviera la regla o no. Me divertía sentirlo a mi merced hasta ese punto. Las primeras veces le decía ¡Pero que guarro eres ! Y él me provocaba diciéndome que la guarra era yo.
- ¡Cómeme toda, marrano !
Primero me devoró el chochito, relamiéndose con la cantidad ingente de flujo vaginal que soltaba, sorbiendo ruidósamente mi néctar :
- Sí, vidita... Hummm, que bien se lo comes a tu Sandrita. Sïiii, asííí... el culito, también.
Bajé la cabeza y mordí el saco de dormir cuando los espasmos del orgasmo me hicieron chillar. David sabía que ése era el momento en que ya podía penetrarme. Yo deseaba que me diera por el culo, pero el chico optó por la via vaginal. Cuatro, cinco, seis embestidas, como máximo, y su leche ya salía a borbotones. Acto seguido, se tumbó a mi lado. Punto y final... Por esa noche.
Al día siguiente, en la playa, empecé a sentir ganas de él, de Edouard. Era guapo, alto, con una sonrisa que te desarmaba a las primeras de cambio...Y unas manos muy bonitas. Sin embargo, él seguía manteniendo una cierta distancia, como si respetara un código masculino en el que estuviera escrito que yo seguía siendo la chica de su amigo. De vez en cuando, el recuerdo de lo vivido en la tienda con T me recordaba hasta que punto me gustaba calentar a los hombres. Entonces, le pedía a David que me pusiera leche solar, incluso en aquellas partes de mi cuerpo en que yo lo podía hacer perfectamente solita, como los pechos o las piernas. Le dejaba hacer sin perder de vista a Edouard, que me miraba con una sonrisa lúbrica, sin ocultar la hinchazón de su paquete. Y terminábamos siempre igual, yo yendo a zambullirme en las cálidas aguas mediterráneas y David suiguiéndome como un perrito, rogándome que le hiciera un trabajito manual bajo el agua.
Así transcurrió el primer dia. Pero no así los siguientes. Edouard ya no volvió a la playa con nosotros. Prefirió pasar el día y la noche con aquella chica que había conocido. Apenas lo veíamos por el cámping ; incluso se llevó su mochila. No me importaba. Bueno, un poco sí que me fastidiaba.
El día antes de que terminara nuestra semanita, a media tarde, Edouard volvió a aparecer. Su chica se había marchado. Pero él no parecía triste. Más bien, tuve la sensación que se alegraba de vernos y, con toda franqueza, sobretodo a mí. Esa última noche iba a ser inolvidable.
La empezamos en un bar discoteca. No se veía un carajo, de tanto humo que había. Olía a buenas hierbas. La música sonaba a toda pastilla. La gente (de todas las nacionalidades, pero muy pocos nativos del lugar) fumaba, charlaba a grito pelado, bailaba como podía, entre los taburetes, y bebía, como esponjas. Me fijé que algunas chicas iban descalzas. El ambiente era realmente « underground ». España vivía sus años locos, tras 40 años de dictadura represiva y los extranjeros aprovechaban la coyuntura para comportarse como jamás osarían hacerlo en sus respectivos países. Aquello era « Sodoma y Gomorra » pero en versión « Paz y Amor ».
Del rato que pasamos en aquel antro, mis recuerdos son muy vagos. Sé que me besé con unos cuantos. Sé que entre ellos había una chica ; pero no sabría deciros si era rubia o morena. Sé que me metieron mano descaradamente y que yo hice lo propio, descaradamente. Para terminar la noche, bajamos a la playa para darnos un baño nocturno. Había casi más gente que en el bar. Todos jóvenes, todos borrachos, todos a pelo. El ambiente era festivo. Se oían risas por doquier. Gente que cantaba, que se besaba... Inolvidable.
De vuelta al cámping, recuerdo que íbamos canturreando por la calle y que Edouard y David me cogían por la cintura. Eramos felices.
Al llegar delante de la tienda, Edouard nos pidió si podía dormir con nosotros esa última noche. Tras unos instantes de duda (de David, que no mía), le dijimos que sí. Cogió su toalla y se fue a darse una ducha. David y yo entramos directos a la tienda, sin lavarnos, llenitos de sal. A pesar de que me encontraba algo mareada, mi excitación ganaba la partida. No sé si se puede batir un record « Guinness » de calentura, pero de poder evaluarlo seguro que en aquel momento hubiera sacado un diez.
Nos desnudamos raudos, besándonos fogosamente. Habíamos plantado la tienda justo debajo de una lámpara que se quedaba encendida toda la noche. Ello nos permitía tener una tenue luz azulada en permanencia y así no teníamos que encender las linternas para nada. Imagino que sabéis cómo son los cámpings, en lo que se refiere a intimidad. Prácticamente, no hay. Si a eso añadimos que allí era todo juventud desvergonzada, pues podéis imaginaros que no teníamos ningún pudor en exteriorizar nuestro entusiasmo. Todo lo contrario de lo que sucede hoy en dia : que te tiras un pedo y el de la tienda de al lado te denuncia.
Me acosté y, sin que fuera necesario pedírselo, David se puso a practicar submarinismo entre mis piernas.
- ¡Santo Dios ! ¡Estas mojadísima !
- ¡Aaaahhh ! ¡Mmmm ! … Y salaaa...¡daaaaa !
Unos instantes después, el ruido de la cremallera me sorprendió en pleno orgasmo. Abrí los ojos y me encontré con los de Edouard, una sonrisa lúbrica dibujada en sus labios. Estaba desnudo, medio encorbado por culpa de la poca altura de la tienda. Y con una maravillosa polla en pleno proceso de crecimiento.
- ¿Se puede ? Nos preguntó a los dos, pero mirándome a mí.
David quiso incorporarse y me lo quedé mirando. Babeaba tanto o más que mi chochito.
- Sigue, David, sigue... Le insté agarrándolo del pelo y llevándole la cabeza, allí donde mejor estaba. - Y tú... - añadí mirando a nuestro invitado- ¡Ven ! Unete a nosotros.
Se acostó a mi lado. La tienda era pequeñita. Nuestras pieles húmedas se pegaban unas a otras. El aire estaba enrarecido. Olía a sal, a yodo, a sudor, a sexo. Durante unos minutos, las manos de Edouard me acariciaron los senos, mientras su lengua se peleaba con la mía y la de David seguía urgándome la intimidad. Mis gemidos se perdían en la boca de Edouard. Me costaba respirar. Me estaba ahogando de placer. David, sobreexcitado al extremo, cesó su cunnilingus, me levantó las caderas y me penetró abruptamente. Casi al mismo tiempo, Edouard se arrodilló ante mi cara y me ofreció su verga para que se la chupara. La engullí tanto como pude. La lamí y chupé con fruición. Me iban retorciendo los pezones pero sería incapaz de decir quién de los dos lo hacía. Mi tercer orgasmo estaba llegando, cuando, de repente, David salió de mí :
- ¡Me corrooooooooooo ! ¡Aggggggg !
Y en lugar de eyacular dentro de mi coño, cosa que hubiera hecho que me corriera al unísono, se acercó a mis tetas y soltó su semen con tal fuerza que el primer chorro fue a parar directo a mi boca.
- ¡Joder, cabrón ! Soltó Edouard, apartándose un poco.
Las siguientes descargas de esperma fueron acogidas por mi boquita, bien abierta y con la lengua fuera, como una alfombra de recepción. Me miraban, los dos, con cara de sorpresa admirativa. Me relamí los labios y me tragué aquella lefa calentita con un sonoro ¡Hummmm !
- ¡Hostia, Sandra ! ¡Qué máquina de tragar !
David, exhausto y satisfecho, se recostó sobre uno de sus codos, a un lado de la tienda y se dispuso a observar como su amigo me follaba, en la misma posición del misionero, pero con una cadencia mucho más mesurada, más constante, más produnda. Mis muslos alrededor de su cintura, mis piernas apretándose a la altura de sus riñones, mis pies tocándose, me até a él. ¡Qué manera de joderme ! Edouard estaba exocizando todos los demonios que, desde que Jürgeng me había poseído, seguían encantando mi líbido. Veinte, treinta, cuarenta embestidas, su resistencia me estaba haciendo volver loca. Y empecé a chillar, como cerda degollada. Estaba teniendo el mejor orgasmo de mi vida.
- ¡La leche ! ¿Te estás meando, o qué ? - exclamó Edouard al sentir que mi coñito se derretía en un mar de fluidos.
- ¡Nooooo ! Me... Meeee... ¡Me estoy corriendooooooo !
- ¡Mierdaaaa ! ¡ Yo tambiééénnnn !
Giré la cabeza, casi en estado de inconciencia y vi como David me miraba. Era una mirada extraña, mezcla de excitación y de perplejidad ; de admiración y de envidia... Una mirada que iba a volver a ver otras muchas veces, en mi vida. La mirada de aquellos hombres que luchan entre la necesidad de
sentir la propiedad exclusiva de sus mujeres y las ganas morbosas de verlas darse a otros hombres, delante de sus propios ojos. Nosotras, las mujeres, no somos así... Bueno, al menos yo no soy así. Cada vez que he visto a mi hombre disfrutar con otra mujer, pues bien, me he alegrado e incluso excitado. No le veo nada malo. En fin, yo soy así...
En cualquier caso, David nos observaba sin perder detalle, la polla en la mano, aún blandita. Le pedí que se acercara y se la cogí, descapullándosela delicadamente. Edouard salió de mí y al hacerlo se pudo oir un húmedo ¡Chof !
Sentí derramarse, entre los labios de mi vagina, una cantidad impresionante de jugoso caldito. Edouard se acostó en el otro lado y acariciéndome las tetas, dijo :
- ¡Eres estupenda, Sandra ! Y tú -dirigiéndose a su amigo- ¡No sabes la suerte que tienes, cabrón !
Como mi amigo seguía mirándome contrariado y yo no tenía ningunas ganas de que la fiesta se terminara de aquella manera, le dije, girándome de su lado y ofreciendo mi culito a Edouard, que no tardó en pegarse a él :
- ¡Oh, mi cervatillo ! No me mires así, que me rompes el corazón...
Y nos dormimos así : yo con una mano agarrando la polla flácida de David y con Edouard pegado a mi espalda, su verga entre mis nalgas.
De madrugada, con las primeras luces del alba, me tomaron de nuevo ; primero, David y, al despertarse, Edouard. Pero, fui yo quien tomó las riendas. Me había despertado con unas ganas enormes de sentirlos a los dos dentro de mí, al mismo tiempo. Me empalé sobre la polla de David, inclinando mi cuerpo sobre él, besándolo y rogándole que no se corriera. Eché mis manos hacia mi culito y abriéndome las nalgas, le pedí a Edouard que me follara por detrás. Estaba tan empapada que no tuvo ninguna dificultad en lubrificar su asta y su glande con el jugo que rebosaba de mi chochito. A pesar de esta somera preparación, no pude evitar emitir un pequeño chillido de dolor cuando su verga se abrió paso en mi ano. No obstante, la sensación de sentirme llena venció a cualquier otra impresión. ¡Qué goce más brutal !
Como de costumbre, David eyaculó rapidamente. Pero Edouard siguió rompiéndome el culo, sin descanso mientras su amigo me tapaba la boca, unas veces con la suya propia, otras con la mano, amortiguando mi griterio. Logré deslizar una de mis manos para acariciarme el clítoris. Estaba borracha de placer. Y Edouard se corrió en mi culo. Sa última embestida de Edouard, me proyectó hacia adelante. Se dejó caer sobre mi espalda y terminamos aplastando al pobre David, que se deshizo de nosotros, refunfuñando.
- Gracias, chicos... ¡Qué manera más buena de empezar el día ! Pero, ahora me voy pitando... ¡Que me estoy meando !!! Les dije, besándolos a los dos, amorosamente.
Unas horas más tarde, desmontamos la tienda y volvimos a coger el coche para marcharnos. Edouard de muy buen humor... David, al contrario, aprovechó una de las pausas que hicimos en la carretera, para decirme que « lo nuestro » se había terminado. Me dio un poco de pena. Sólo un poquito. Ahora tenía un nuevo novio : Edouard. No iba a durar mucho pero me lo iba a pasar teta con él, seguro.
Fin del cuarto capítulo.