Sandra y el sexo. Cap 8. El doctor Murkherjee I

Tres semanas después de mi llegada a París, visité la consulta del doctor Murkherjee, siguiendo los consejos de nuestra casera, la señora Maryse. Era mi tercer ginecólogo. E iba a tardar mucho tiempo en olvidar sus buenos quehaceres, no del todo ortodoxos ;)

SANDRA Y EL SEXO

CAPITULO 8

EL DOCTOR ARYAN MURKHERJEE

PARTE I

  • Estatura y peso...
  • Uno sesenta... Cuarenta y siete kilos.

  • ¿A qué edad tuvo la primera menstruación ?

  • A los once años.
  • ¿Sus menstruaciones son copiosas ? ¿Dolorosas ? ¿Regulares ?
  • Veamos... Los dos primeros días, bastante abundantes... Dolorosas, un poco, las primeras veces. Regulares, como un metrónomo, cada 28 días.
  • ¿Usa compresas o tampones ?
  • ¿Eso es importante ?
  • Todo lo que pregunto es importante, para el doctor...
  • Tampones.

La asistenta del doctor Murkherjee (doctor en ginecología, ostetricia y no sé cuantas cosas más), una vieja arpía con menos sensibilidad que una piedra, me estaba sometiendo a un interrogatorio de grado diez. Por tanto, ya le había dicho por teléfono y repetido de viva voz al llegar, que yo sólo quería una receta para poder comprar los anti-conceptivos. Sólo llevaba cinco minutos en la consulta y ya me arrepentía de haber seguido el consejo de la casera, la señora Maryse. Pero es que no conocía a nadie en París y, al ritmo de folleteo que llevaba con Edouard, iba a quedar preñada en un santiamén.

  • Sus primeras relaciones sexuales...
  • ¿Con un chico ?
  • Sí.
  • A los catorce años... No, a los quince.
  • ¿A los catorce o a los quince ?
  • A los quince. Los acababa de cumplir...
  • ¿Y antereriormente ?
  • ¿Qué quiere decir ?
  • Es usted la que me ha preguntado si era con un chico...
  • Sí, claro... Tuve relaciones con una chica. Le dije sin querer añadir que se trataba de mi prima.
  • ¿Cuándo empezó a tomar pastillas anticonceptivas ?
  • En septiembre de 1977.
  • ¿De manera inenterrumpida ?
  • Sí... Las he dejado de tomar hace dos meses.
  • ¿De qué marca ?
  • De esta... Le di de mala gana el prospecto que había conservado de la última cajita.

La enfermera, la asistenta o lo que fuese, interrumpió unos segundos el aluvión de preguntas para anotar en la ficha, me imagino, las características técnicas de aquellas píldoras. Aproveché ese reposo para observarla detenídamente. A pesar de llevar una bata blanca abrochada hasta el cuello, me pareció que tenía un pecho más bien opulento. Era una mujer morena, de unos 40 años, calculé, con los rasgos muy marcados, pómulos salientes, nariz aquilina y ojos saltones, aumentados por el efecto de los gruesos cristales de sus gafas, de pasta, como aquellas que llevaban las secretarias del programa concurso Un, dos, tres. Llevaba el pelo recogido en una especie de moño alto que le daba un aspecto extraño, como de monje budista. Pero lo más espectacular de aquella mujer era su maquillaje. Su cara contenía todos los productos que se pudieran encontrar en una tienda de cosméticos : rimmel, sombra de ojos verde, labios de rojo granate, colorete hasta en la frente...

  • ¿Se masturba, usted ? Interrumpió mis observaciones con suma frialdad.
  • ¿Esto es necesario para saber qué pastillas debo tomar ?
  • Mire, señorita... Este protocolo lo ha preparado concienzudamente el doctor Murkherjee... Todo lo que él pregunta, es necesario para establecer el perfil médico de cada paciente. Si no quiere continuar, lo dejamos aqui y listos.
  • Vale, vale... No se me enfade... Sí, me masturbo.
  • ¿Recuerda cuándo lo hizo por primera vez ?
  • ¡Uf ! Me da corte...
  • Veamos, señorita... Nada de lo que pueda decirme me parecera raro, se lo aseguro.
  • A los once años... Contesté poniéndome roja como un tomate.
  • Y...¿se acuerda cómo ocurrió ? ¿qué le hizo querer masturbarse ?

Un cierto cambio en el tono de su voz y la naturaleza especialemente íntima y sexual de sus preguntas, empezaron a llamar a la puerta de mi líbido. Comenzaba a sentir calor y le pedí si me podía sacar la chaquetita tejana que llevaba por encima de mi camiseta de tirantes. Afirmó de un gesto seco. Su mirada se fijó durante unos segundos en mi pecho. A pesar de que llevaba sujetador, creo que mis pezones se marcaban de manera evidente.

  • Fue... Fue viendo a mis padres...
  • ¿Los sorprendió copulando ?
  • Bueno... No... Sí... Estaban en la cocina... Mi madre estaba sobre la mesa, apoyada...Y mi padre la estaba penetrando por detrás... No sabía muy bien lo que estaban haciendo, yo...
  • Pero no le pareció que fuera nada desagradable, ¿verdad ?
  • En absoluto... Eso lo comprendí enseguida...

Se me quedó mirando, con el capuchón del boli entre sus dientes. Había en su mirada un destello de lascivia. Estaba segura que si por ella fuera, la conversación hubiera tomado otros derroteros :

  • ¿Fue esporádico o desde entonces se masturba usted ?
  • No, no fue esporádico... Desde entonces, lo hago.
  • ¿Con qué frecuencia ?
  • De dos a tres veces al día. Le contesté con un deje de provocación en mi voz.
  • ¡Mmm ! ¿Utiliza usted algún tipo de utensilio para este menester ?
  • Mis deditos. Le contesté levantando los dedos índice y mayor de mi mano derecha. - ¿Quiere que le muestre cómo lo hago ?

Por segunda vez, levantó su mirada acerada del informe que estaba escribiendo y me miró de tal manera que en el acto me hizo reaccionar disculpándome :

  • Perdone, no quería ser grosera... Pero sus preguntas me están poniendo muy nerviosa.
  • Su ficha debe ser lo más completa posible. Debe usted comprenderlo. ¿Podemos proseguir ?
  • Sí...
  • Y, por favor, no se invente las respuestas.

A mi derecha, a unos metros, de una puerta con un rótulo que rezaba « consulta », nos llegó, con bastante nitidez, un sonido fácilmente identificable : una mezcla de gémidos y de suspiros femeninos. Me miré a la enfermera con aire interrogador y me devolvió la mirada con absoluta indiferencia, como si hubiera oído llover afuera.

  • ¿Llega al orgasmo con facilidad o con dificultad ?
  • ¿Cuándo ? ¿Cuando me masturbo ?
  • Sí...
  • Con bastante facilidad.
  • ¿Y cuando tiene relaciones sexuales ?
  • ¡Uf ! ¡Con mucha más facilidad ! Le respondí con un entusiasmo que la hizo mirarme de nuevo con una pizca de malicia, en esta ocasión.
  • ¿Es usted clitoridiana o vaginal ?
  • Si me acarician o acaricio el clítoris, me corro antes... Pero con la penetración vaginal... Je, je, tengo bastante.
  • Descríbame sus orgasmos con uno de estas tres parejas de adjetivos : breves e intensos, largos e intensos o ninguna de las dos respuestas anteriores.
  • Sólo me ha dicho dos parejas de adjetivos. Le respondí con sarcasmo.
  • Limítese a responder, por favor.
  • Las tres, entonces. Depende de con quién esté y de cómo me haga el amor. Si es bueno conmigo, puedo tener unos cuántos seguidos, breves pero muy intensos.

La puerta de la consulta se abrió. Una mujer de mediana edad y en elevado estado de gestación salió, con la cara sonrojada y una sonrisa de oreja a oreja. Justo detrás suyo, el doctor. Ya sé que lo que voy a decir os parecerá una solemne tontería, pero casi me da un patatús al verlo : un auténtico hindú, de la cabeza hasta los pies ; vestido con un dhoti blanco, como una camisa sin cuello y sin botones, tipo túnica, que le llegaba hasta las rodillas, y unos pantalones holgados, del mismo color. Me pareció muy joven para ser doctor. Joven y tremendamente guapo. De tez cobriza, oscura ; el pelo ondulado, muy negro, como sus ojos...¡Un rostro de una beldad insoportable !

  • Marta, atiende a la señora y cuando termines con esta señorita, la acompañas a mi consulta.
  • Sí, doctor... Le recuerdo que la señorita Sandra es la última paciente de la mañana.
  • Perfecto. Gracias.

Y una voz dulce como la miel. Qué contraste con mis dos primeros ginecólogos, más feos que el copón. Bueno, no perdamos el hilo. La enfermera (que ahora ya sabía cómo se llamaba) me pidió que me sentara unos instantes en la salita de espera mientras ella atendía a la embarazada. Unos minutos después, se levantó y vino a buscarme. Hasta ese momento sólo le había visto la parte de arriba de su cuerpo. Me quedé de piedra al verla de pie, de cuerpo entero. Llevaba una bata que no le llegaba ni a cubrir los muslos, macizos y envueltos por unas medias blancas de rejilla. Y la guinda, sus zapatos, de talón de aguja. Si no fuera porque en aquella época no se miraba pornografía como hoy en día, se hubiera podido pensar que aquella tiparraca formaba parte del casting de una peli guarra.

  • Venga, por favor... Vamos a terminar su dossier.
  • Es muy joven, el doctor, ¿no ? Le pregunté mientras observaba su bamboleante trasero.
  • Lo parece, ciertamente... Pero, no lo es, tan joven. Creo que tiene cuarenta años o algo así.
  • Cierto, no los aparenta...La señora Maryse me ha dicho que hace tan sólo dos meses que está en esta consulta.
  • Sí, llegó para remplazar al doctor Arnaud... Se jubiló.
  • Me ha hablado maravillas de él... Le comenté con cierta ambigüedad para ver si le sacaba alguna de las informaciones que Maryse me había dado sobre el predecesor y sobre el nuevo.
  • ¿De quién ? ¿Del doctor Arnaud ? Lo dudo...
  • ¡Uy ! Esto se pone interesante... ¿No era un buen ginecólogo, el doctor Arnaud ?
  • Seguramente...

Y se cerró en banda. De todas maneras, Maryse ya me había contado lo esencial. Que el doctor Arnaud era lo que se dice en francés « un chaud lapin », vamos, un viejo verde. Que le encantaba sobar las tetas de las pacientes y que, a las primeras de cambio, se las tiraba, a modo de pago por los servicios prestados. No pude morderme la lengua y le pregunté : ¿Y follaba bien ?

Se rió de buena gana y me hizo saber que el doctor Arnaud era un tipo listo ; sólo se atrevía con aquellas mujeres que él sabía que iban necesitadas. La asistenta interrumpió mis elucubraciones :

  • Siéntese. A ver, por dónde íbamos... Ah, sí... Los orgasmos... ¿Con qué frecuencia tiene sexo ?
  • Una vez al día... A veces más.
  • ¿Siempre con la misma persona ?
  • Casi siempre, sí.
  • ¿Usan preservativo ?
  • Con él, no, nunca... No nos gusta.
  • Las preguntas que le haré a continuación tienen que ver con su orientación sexual y sus gustos. Si no lo desea, no las conteste.

Después de haber visto al doctor y de saber que iba a leer todo cuanto había escrito en mi ficha antes de « visitarme », decidí responder a todas las preguntas que aquella estrella del porno reconvertida en enfermera de actor de Bollywood reconvertido en ginecólogo me hiciera, por muy íntimas y guarras que fueran. Asentí, pues, con la cabeza :

  • ¿Práctica el sexo oral ?
  • Sí... en ambas direcciones. Yo ya iba lanzada hacia la pura y simple provocación.
  • ¿Practica el sexo anal ?
  • Sí... y a veces con preservativo.
  • Ya... Bien... Antes me ha dicho que sus primeras relaciones sexuales fueron con un chico a los quince años... Significa eso que hubo que..¿ tuvo otro tipo de relaciones ?
  • Si, ya se lo he dicho...
  • Ah, sí... perdón... Con otra chica...
  • Con mi prima... Cosas de niñas... Vaya, se me había escapado lo de mi prima.
  • ¿Puede explicarse con claridad, por favor ?
  • Nos tocábamos, nos besábamos... Esas cosas...
  • ¿Es usted bi-sexual ?

Nathalie, Malis, aquella extranjera con la que me pegué el lote en Cadaqués... Y ahora, esta estrafalaria enfermera que me estaba echando los tejos.

  • Sí, supongo que sí. ¿Y usted ? La pregunta me había salido del alma.
  • Eso, querida señorita, se va a quedar sin respuesta. Me dijo con el boli de nuevo entre sus labios y mirándome con interés redoblado.
  • ¡Vale, vale ! Como quiera...
  • Bien... Terminamos... ¿Otro tipo de prácticas ? Sado, zoofilia, lluvia dorada, etc.
  • ¡Putain ! (¡Joder!) No, nada de todo esto...
  • Pero... ¿las conoce, estas prácticas ? ¿Siente curiosidad por ellas ?
  • Ya sé que soy muy joven, pero no me chupo el dedo. Una buena amiga me dijo un día que en esta vida hay que probarlo todo.
  • Sabio consejo... Bien, ya he terminado. El resto de preguntas son para las mujeres embarazadas o menopaúsicas...
  • Ni lo uno ni lo otro...
  • Bien. Espere un momento aquí.

Se levantó y entró con mi ficha en la consulta del doctor. Un instante después, volvió a salir, indicándome que ya podía pasar.

  • Buenos dias, Sandra. Entra, por favor.

Apoyado en la mesa de su consulta, el doctor leía atentamente los datos de mi ficha. Aproveché el tiempo mirando aquella sala que nada tenía que ver con los consultorios que conocía. Las paredes estaban tapizadas de litografías que representaban escenas del Kamasutra, o al menos eso me pareció. Una imagen de una diosa hindú tronaba a sus espaldas. Toda la habitación olía a incienso.

  • ¡Qué decoración más original ! ¿Quién es ? - le pregunté refiriéndome al póster que tenía detrás suyo.
  • Laksmi...es la diosa hindú de la buena fortuna y la abundancia, del amor y la belleza, de la flor de loto y la fertilidad, muy adorada en la India.
  • Es muy bella... ¿Y a qué huele ? Parece incienso...
  • Es sándalo...
  • Esto no parece un consultorio médico -le dije sin ninguna animosidad.
  • ¿Y qué te parece, si no ? - me preguntó con una sonrisa que me dejó temblando de gustito.
  • No sé... Un sitio de esos de masajes... Con este olor, estas pinturas...
  • No deben incomodarte. En la India el sexo es lo más natural del mundo... Y leyendo tu ficha me parece que tu estás de acuerdo conmigo...
  • ¡Mmm ! Sí... Le murmuré ruborizándome como un pimiento.

  • Marta me ha indicado que deseas tomar anti-conceptivos. Muy bien. Voy a proceder a un examen ginecológico y, cómo aparentemente se puede pensar que no habrá ninguna contraindicación, te haré la receta.

Estuve a punto de repetir el mismo comentario que le había hecho a su asistenta : ¿Es necesario ?

Pero no lo hice. ¿Y sabéis por qué ? Porqué deseaba que aquel doctor me tocara. Deseaba que me explorara todo cuánto deseara explorarme. Y al mismo tiempo, a pesar de sus modales exquisitos, de la dulzura de su voz, me sentía incómoda. Pareció que él se diera cuenta porque no tardó en añadir :

  • Relájate, Sandra. Todo va a ir bien. Mira, si quieres, pasa detrás del biombo y desnúdate de cintura para abajo.
  • No hace falta, doctor... Puedo desnudarme aquí.
  • Como quieras. Cuando estés lista, te sientas en la camilla, por favor.

Me quité el short y las bragas y los dejé sobre una silla. Mientras lo hacía, el doctor puso una especie de sábana de papel sobre la camilla, poniendo ésta en posición de asiento. Acto seguido, me senté en el borde, las piernas pegadas y las manos sobre mis muslos.

  • Bien, Sandra, ahora, reclínate hacia atrás...Bien...Pon las piernas sobre los estribos... Así, bien... Avanza un poco los glúteos...Perfecto.

Hay que ser mujer para saber qué se siente al ofrecer toda tu intimidad a la vista de un hombre, por muy doctor que sea. Y en mi caso, en cierta manera, iba a ser la primera vez que me hicieran una exploración ginecológica completa, ya que en las dos veces anteriores, ni siquiera me miraron el gatito, como decimos en Francia. Así que estaba entre nerviosa y excitada. Más de lo segundo que de lo primero.

Cogió un taburete y se sentó entre mis piernas. Estuvo observando sin tocarme durante unos segundos que se me hicieron eternos. Finalmente, se puso un guante de látex en una de sus manos :

  • Bien... Ahora voy a iniciar el reconocimiento de tus genitales. Si te sientes incómoda, puedo ponerte una sábana sobre tu camiseta.
  • No hace falta, doctor... Le respondí cruzando mis manos sobre mi pecho.
  • ¿Deseas que te vaya explicando lo que voy haciendo ?
  • Sí, por favor.
  • Bien, para empezar voy a efectuar una palpación exterior. Te separo los labios mayores para observar el aspecto externo de tu vagina. Bien...Tienes una vulva preciosa, perfectamente equilibrada. Los labios menores son de tamaño normal, más bien de poco grosor... Se observan escasos restos del himen... Un clítoris de tamaño normal, ligeramente abultado y completamente cubierto por su capuchón...¿Estás excitada, Sandra ?
  • ¡Oh ! ¿Por qué lo dice, doctor ? El contacto de sus dedos me había provocado una señora descarga erógena.
  • Estás mucho más mojada que la mayoría de mujeres que vienen a mi consulta. Me dijo sin dejar de abrir mi vulva con sus dedos.
  • Sí, estoy un poco excitada... Pero es bastante normal en mí...
  • ¿Normal que estés excitada o normal que segregues fluído vaginal en abundancia ? Me preguntó, acariciando con la yema de sus dedos el contorno de mi raja.
  • Las dos cosas...Mmm...doctor... ¡Mmm !
  • Bien...Eso está bien, Sandra. Voy a mirar que tenemos por aquí dentro. Si sientes molestias, me lo haces saber, ¿de acuerdo ?

A continuación, procedió a explorarme con sus dedos el interior de mi vagina. Iba tocando e iba asientiendo. Sus palpaciones me parecían totalmente propias de un profesional. Sin embargo, yo no podía disociarlas de la excitación que me iban produciendo.

  • Bueno, me parece que ya puedo emitir un primer diagnóstico. Dijo retirando sus dedos de mi vagina. -Creo poder afirmar que tienes una disfunción acentuada de las glándulas de Bartolini.
  • ¿Y eso qué es, doctor ?
  • Son dos glándulas que se encuentran en la entrada de la vagina, a ambos lados y que segregan un lubricante que la prepara para la penetración. En tu caso, parece que funcionen permanentemente, lo que te provoca esa sensación que dices tener de estar siempre húmeda. Ahora voy a introducirte un espéculo para observar el estado del cuello del útero.

Lo vi escoger uno de los tres espéculos, el de tamaño mediano. Me lo introdujo lentamente y procedió a abrirlo, fijándolo con un tornillo lateral. Me fue preguntando si sentía molestias, a medida que iba dilatando mi vagina. Los gestos de negación de mi parte iban siendo acompañados de un asentimiento aprobador de la suya. Acercó una lámpara y estuvo observando detenídamente. También me introdujo unos bastoncillos que le servirían, me dijo, para examinar la presencia de culaquier tipo de infección. Yo me sentía como cuando vas al dentista y te tiene con la boca abierta, mirándote las caries. Sólo que no era mi boca sino mi coño...Y a mi fiel amigo le encanta que lo exploren.

  • Quiero probar una cosa, contigo, Sandra... Si me lo permites.
  • Lo que usted desee, doctor. Le contesté con más énfasis del que debiera haber salido de la boquita de una chica decente como yo.

En aquel preciso instante, la cabeza de la asistenta apareció por el umbral de la puerta :

  • Doctor, si no desea nada más me voy a comer...
  • Marta... ¿Le molestaría quedarse unos minutos más ?
  • No, claro que no... ¿Me espero fuera ?
  • Al contrario... Acérquese...

El doctor Murkherjee extrajo el espéculo de mi vagina. Un hilillo de fluído se escurrió hacia mi ano. La enfermera se puso a su lado y se quedó observando mi coño, llameante de excitación :

  • ¿Qué le parece, Marta ?
  • Me parece que ha encontrado usted a su nueva Laksmi, doctor.

Fin del octavo capítulo. Continuará, si así lo deseáis.