Sandra Raquel y Romy se Entrenan como Ponies.
Sandra Raquel y Romy, autoras de relatos en este foro, son entrenadas como ponies y les ocurren otras. cosas más.
Sandra Raquel y Romy se Entrenan como Ponies.
Autor: Ricardo Erecto
Nuevamente Sandra Raquel y Romy estarán a disposición de mi sobrino y de mí.
NOTA PRELIMINAR: Esta historia en la que figuran personajes reales, autoras de este foro, es totalmente ficticia y la he escrito con pleno conocimiento de las involucradas y he sido autorizado por las mismas a publicarla.
Sandra Raquel; perfil en: http://www.todorelatos.com/perfil/52866/
Romy, perfil en: http://www.todorelatos.com/perfil/1309851/
Cuando Juanillo me llamó a la oficina porque quería hablar conmigo de un proyecto, debo reconocer que me puse casi a temblar. Si Juanillo tenía un proyecto y me llamaba a la oficina, debía ser algún asunto con mujeres. Nos citamos en “La Cabaña”, un conocido lugar por sus excelentes carnes, para cenar, después que saliera de mi oficina.
Luego de ordenar los platos, me dice:
-¿Sabes? Ando con ganas de entrenar una mujer como pony.
-¿Piensas hacerlo en tu campo de Andalucía?
-No, aquí en Argentina y necesito tu ayuda.
-Ya me parecía que querías involucrarme en una de tus aventuras. No cuentes conmigo.
-¡Pero Tío! ¿No vas a ayudar a tu sobrino?
-No.
-¿Sabes a quién quisiera tener como pony?
-No lo sé, ni me interesa.
-Tío, quiero tener a Sandra Raquel como pony.
-¡Estás más loco que nunca! Sandra podrá pasar unos días como esclava, la hemos castigado, la hemos cogido y le hemos hecho unas cuántas cosas más, pero atarla a un carro y azotarle la espalda y el culo, me parece completamente desubicado.
-Tío, tú la puedes convencer. Ella te estima y si se lo propones, lo aceptará.
-Mira, luego que regresamos de España como describí en “La Herencia” le puse un correo a Sandra. Me respondió cortésmente pero creo que se quedó algo enojada contigo y conmigo.
-Pues no lo creo. Ella lo pasó muy bien cuando la tuvimos como esclava. Admito que un poquito nos pasamos, pero ella lo disfrutó.
-Si quieres, arregla con ella, pero no me involucres.
-¡No me puedes hacer esto! Solamente te pido que la llames por teléfono y le cuentes mi proyecto. Llámala ahora.
-Aquí son las nueve de la noche. Cuatro horas de diferencia es la una de la madrugada. ¿Crees que voy a llamarla ahora? O está durmiendo o está cogiendo con algún tío. En cualquier caso no es el momento conveniente.
-Prométeme que mañana por la mañana la llamarás. Estoy ansioso de tenerla, de entrenarla como pony, de abusar de ella, de cogerla, de hacerle de todo.
-Juanillo, ya te he dicho que Sandra Raquel es una amiga entrañable y no me voy a prestar a que abuses de ella con semejante proyecto.
-Quiero abusar de ella pero con su consentimiento y porque tú se lo has pedido.
-¡Linda faena me regalas! Convencerla que venga a la Argentina y se ponga a tu disposición para que la uses como pony y, por supuesto, para cogerla hasta cansarte.
-Tío, siempre me has dado una mano cuando te he pedido un favor. No puedes negarte a éste.
-Está bien, la llamaré pero le aclararé que yo no tengo nada que ver y que será un asunto exclusivamente tuyo.
-Bueno, pero influye para que acepte, dile alguna mentirilla para convencerla.
Nos despedimos y al día siguiente llamé a Sandra a España. Luego de hablar de otras cosas le comenté la invitación de Juanillo.
-Sandra, Juanillo me ha pedido que te transmita la siguiente invitación. Quiere que vengas a la Argentina y te pongas a disposición de él para entrenarte como pony. Yo no tengo nada que ver en este asunto, solamente soy el vocero de mi sobrino. No participaré en nada. Te iré a buscar al aeropuerto para saludarte y nada más.
-¿Me dejarás sola con Juanillo? ¿Tú no participarás de mi entrenamiento? ¿No estarás azotándome en el culo cuando no respondo como quieres?
-No, te he dicho que no participaré. Nos conocemos desde hace bastante tiempo y creo que ya he abusado de ti y no quiero que te enojes conmigo.
-¡Me decepcionas! Si tú no participas, entonces no voy. Aunque sea unos días debes estar para someterme. Me gusta cómo me calientas el culo o la espalda con la fusta o me tomas los pezones y además cuando me la pones.
-Sandra, no quiero que se rompa una amistad por un capricho de mi sobrino. Creo que nos propasamos cuando te tuvimos a ti y a Romy como esclavas en España.
-¡Qué va! Yo la pasé de mil maravillas, en especial esa despedida cuando me cogieron no sé cuántas veces. Si tú participas, entonces voy con gusto. Juanillo es muy bueno en la cama, parece que no se cansa nunca y tú eres bueno con el látigo en la mano. Entre los dos hacen una muy buena combinación.
-Eso quiere decir que no soy bueno en la cama. Ya sé que no tengo la potencia ni la edad de mi sobrino, pero…
-Ricardo, debes aceptar que tu sobrino coge más que tú y tiene una resistencia que tú no tienes.
-Está bien, dejémoslo ahí. Esto no es una competencia que quién la tiene más larga, más gruesa o se le mantiene dura por más tiempo. Él quiere invitarte y yo pensaba en no participar.
-Pues quiero que participen los dos. ¡Esa es mi condición! Además quiero que también entrenen a Romy. Será un placer compartir con ella el establo y consolarnos mutuamente de las cosas que nos harán a ambas. Luego de recibir unos azotes, nada mejor que el consuelo de otra mujer…
-Debo confesarte que me sorprendes. No quería hablarte porque suponía que me enviarías al infierno, pero veo que no te disgusta. La otra faceta que me sorprende es que quieras compartir el establo con otra mujer.
-Para nada me disgusta. Con Romy podremos pasarla todos mejor. Espero que ella acepte. Espero las noticias de ustedes.
-Le diré a mi sobrino que te envíe el pasaje en clase ejecutiva. ¿Cuándo crees que puedes venir?
-En cuanto mis amos Juan y Ricardo me ordenen que viaje. Una esclava a ser entrenada como pony, acepta lo que se le indica y no tiene siquiera la opción de dar su opinión.
-Sandra ha sido un gusto hablar contigo. Ya nos volveremos a comunicar.
Quedé bastante sorprendido del planteo de Sandra. Yo para castigarla y mi sobrino para cogerla. Evidentemente los jóvenes vienen arrasando.
Llame al “andalú” y le conté la charla con Sandra.
-¿Viste tío que ella no estaba molesta por lo que le hicimos en España? Yo sabía que no le disgustaba que la cogiéramos. No se me había ocurrido incluir a Romy, pero es una buena idea. La llamaré para ver si acepta la propuesta.
-Encárgate de la compra del pasaje y prepara las cosas. Luego me avisas.
Juanillo llamó a Romy.
-¡Hola Romy! ¿Cómo Estás?
-Todavía me duele el culo de la paliza que me dieron tú y tu tío en España.
-¡Vamos! ¡No seas exagerada! Apenas fueron unos golpecitos en ese hermoso culito y de eso hace como seis meses.-
-Gracias por lo de hermoso culito pero no fueron unos golpecitos. ¡Me hicieron de todo! No esperaba tu llamado.
-Quería invitarte a pasar unos días con el grupete de España.
-No te entiendo. ¿Volver a España?
-No, en esta oportunidad aquí en Argentina. Viene Sandra y con mi tío formaríamos un cuarteto.
-¿Qué están tramando?
-Pues entrenarlas como ponies a las dos. Sabes que Ricardo cuando quiere se pone duro.-
-¿Otra vez me van a dejar el culo dolorido?
-Pues no solamente el culo, también la espalda, las tetas y en cuanto a tu agujerito de abajo lo vamos a usar reiteradamente.
-¡Qué delicado! ¡El agujerito de abajo! No seas hipócrita, me van a coger hasta que se cansen.
-Efectivamente. Las vamos a coger a las dos hasta que nos cansemos y no solamente por la concha, también por el culo y nos correremos en tu boca y en la de Sandra.
-Juanillo, ¡qué grosero! Te estás excediendo.
-Es que contigo me gusta excederme. Pienso en tu cuerpo desnudo, con las piernas abiertas y me vuelvo loco.
-¿Y cuándo comenzamos?
-Debemos arreglar la llegada de Sandra. Ya tengo en vista un lugar en la provincia de Córdoba, alejado de la gente para poder hacerles a las dos de todo, lejos de miradas indiscretas.
-Juanillo, no cambias. Siempre la misma obsesión. Dominar, castigar y coger minas.-
-Justamente, tú lo has dicho. Tenerlas a mi disposición, calentarles el culo con la fusta y clavárselas hasta el fondo.
-Hablaremos entonces para encontrarnos con Sandra y tu tío.
Así finalizaba la conversación con Romy. Ya estábamos todos de acuerdo para entrenar (y gozar) de ambas mujeres. La imaginación de Juanillo no tiene límites.
Diez días más tarde Juanillo, Romy y yo fuimos a esperar a Sandra a Ezeiza. Luego de los saludos, nos dirigimos a la casa de Juanillo, en la cual Sandra se alojaría unos días antes de partir a Córdoba. En esos días Juanillo recorrió Buenos Aires con Sandra, que no conocía esta ciudad. Si bien no tengo la confirmación, sospecho que además de pasear por esas calles, mi sobrino aprovechó para hacer precalentamiento en la concha de Sandra. No iba a dejar pasar la oportunidad de cogerla y, seguramente, de darle con la fusta en el culo..
Uno de esos días yo los acompañé. Apenas subí al auto de Juanillo, le pedí a Sandra que me diera sus bragas.
-Ricardo, tengo pantalones puestos. ¿Cómo quieres que te entregue mis bragas?
-Pues te quitas el pantalón primero y luego las bragas. No me parece tan difícil.
-¿Aquí en el auto? ¿Qué me saque el pantalón aquí en el auto?
-¡Claro! No pensé que te bajaras del auto para sacarte las bragas.
-Pero Ricardo, no quiero desnudarme aquí. Hay gente que puede mirar.
-¿Y qué importa eso? En todo caso gozarán viéndote el coño.-
-Eres incorregible.
Sandra comenzó a sacarse el pantalón, luego las bragas, que me entregó y volvió a calzarse el pantalón.
-¿Estás conforme ahora? ¿Qué vas a hacer con mis bragas? ¿Las vas a usar tú?
Deslicé mi mano debajo de la camiseta de Sandra hasta alcanzar el pezón que apreté fuertemente mientras lo retorcía.
-Esto es por tu impertinencia de decirme si tus bragas las iba a usar yo. Te exijo respeto.
-Sí señor, no volverá a ocurrir. ¿Hasta cuándo deberé permanecer sin bragas?
-Hasta que regreses a la casa de Juanillo y puedes dar gracias que te permita que tengas puestos los pantalones.
Sandra me miró con cierta ironía, pero no respondió. Continuamos con la visita a la ciudad.
Antes de partir para la granja, Sandra pasó dos días en mi casa. Debo reconocer que aproveché que debimos dormir en la misma cama para gozar de su cuerpo. Obviamente no era la primera vez que la cogía, pero así, cómodamente en la cama y metiéndosela sin limitaciones, en cualquiera de sus agujeros, sí era la primera vez. ¡Cómo gocé esos polvos!
Unos días más tarde nos reunimos los cuatro en la casa de Juanillo y partimos para una granja que estaría a nuestra disposición.
Ni bien llegamos y entramos en la casa principal, ambas mujeres se estremecieron. En las paredes había gran cantidad de murales mostrando mujeres con “atuendo” de ponies, con marcas dejados por severos castigos. Otras encadenadas en establos o siendo bañadas por chorros de agua al aire libre. Fue Sandra la que más se inquietó.
-Supongo que no nos dejarán nuestros cuerpos con semejantes marcas ni nos bañarán con chorros de agua fría.
-¿Por qué no? De ahora en más debemos entrenarlas como verdaderas ponies y nada mejor que unos buenos azotes para que obedezcan. Pregúntale a Romy, que ya tiene experiencia en ser una yegua de tiro.
-Sí, ya he tenido que pasar por esa experiencia. El látigo pica en especial cuando tienes el cuerpo transpirado del esfuerzo de correr arrastrando un vehículo ¡Cómo me dejaron la espalda y el culo en aquella oportunidad! Debo reconocer, sin embargo, que me excita mucho y la concha se me humedece.- Respondió Romy.
-Ya sabes Sandra lo que te espera. Mi tío con el látigo y yo… ya sabes, usando tus acogedores agujeros para llenártelos de leche.
-¡Eh sobrino! ¡Que yo también usaré los agujeros de ambas! No te apropies como si sus intimidades fueran exclusivamente tuyos.
-Bueno, bueno. Te dejaré cogerlas…
-Será mi derecho, no una dádiva tuya, Juanillo. Y en cuando a ustedes, ¿Qué están esperando para desnudarse? Tenemos que colocarles los arneses y salir a trotar.
Ambas mujeres comenzaron de inmediato a quitarse la ropa. Si bien conocía con detalle el cuerpo de ambas, era un verdadero placer volver a contemplarlos. No pude evitar una erección y acariciar las tetas y el culo de ambas.
Yo me dediqué a ataviar a Sandra, aprovechando nuevamente y acariciar sus partes íntimas, incluso introduciendo el pulgar en la vagina. Estaba húmeda y palpitante. No podía dejarla en ese estado, por lo cual, antes de continuar la recosté en el suelo y separándole las piernas, la penetré.
Parece que la escena calentó también a Juanillo y Romy, que siguieron nuestros pasos y poco después los cuatro estábamos embarcados en una follada magnífica. Era un buen comienzo.
Terminamos de colocarles los arneses y las sacamos al patio para varearlas un rato (RAE: 6. tr. Arg. y Ur. Ejercitar un caballo de competición para conservar su buen estado físico) y comenzar a enseñarle a Sandra cómo comportarse como una verdadera yegua. Tanto Juanillo como yo portábamos sendas fustas que descargábamos, tanto en el culo como en las piernas de nuestras entrenadas.
Finalizada la jornada les permitimos bañarse con agua caliente para luego dejarlas en el establo con agua y comida para que pasaran la noche. Por precaución y para evitar que salieran del lugar, les colocamos unos collares atados a un poste del establo.
Conociendo la tendencia “suitch” de ambas no nos quedó duda alguna que estarían entretenidas por lo menos un buen rato. Con Juanillo preparamos el plan para el día siguiente.
El “andalú”, siempre algo exagerado, quería comenzar la mañana con un polvo (razonable) un buen desayuno (razonable) y luego fijarlas a ambas a un carro para pasear por el campo durante varias horas y azotarlas (no razonable).
-Pero tío, quiero cansarlas bien para justificar unos buenos azotes en el culo y dejárselos ardiendo. ¿No has visto qué bien quedan las marcas de la fusta en sus traseros?
-No podemos comenzar abusando de esa manera. Sandra no tiene entrenamiento como pony, por lo menos eso es lo que yo sé. Romy algo sí y no se sorprenderá de ser maltratada atada a un carro, pero debemos ser prudentes.-
-¿No tiene entrenamiento? ¡Tanto mejor! Un buen motivo para calentarle el culo o castigarla en las tetas. A propósito, quiero que las dos lleven algún cencerro colgado de los pezones.
-Despacio Juanillo. Queremos divertirnos, humillarlas, cogerlas y todo eso, pero no nos debemos pasar de la raya-
-Es que quiero pasarme de la raya, ver sus rostros suplicantes y llorosos y que entiendan que no tienen alternativa que obedecernos y comportarse como yeguas.
-Juanillo, me parece que estás muy cansado y estás comenzando a decir tonterías. Después de todo son dos muy buenas amigas que se han prestado voluntariamente a someterse a nosotros, a seguirnos el juego. Vayamos a descansar y mañana temprano preparamos un plan para ellas.
Así nos dispusimos a descansar. Se había hecho tarde y fuimos a espiar la cuadra en la cual estaban ambas mujeres. Si bien estaban dormidas, Romy tenía una mano sobre una teta de Sandra y ésta un dedo introducido en la concha de Romy. No nos habíamos equivocado en cuanto a la bisexualidad de ambas. Había restos de flujo vaginal en los dedos de ambas.
La mañana siguiente nos levantamos temprano. Queríamos tener a ambas a nuestra disposición. Las despertamos y las obligamos a que nos prepararan el desayuno. Ambas lo hicieron con diligencia. Como premio les permitimos comer, si bien en el suelo, pero en la propia cocina. Luego las condujimos nuevamente al establo para colocarle los arneses, que incluía un cilindro con abundantes cerdas que, introducido convenientemente en el culo, representaría la cola propia de una pony.
Una vez con los arneses puestos las atamos a sendos carros que nos llevarían hasta un bosquesillo próximo (Había triunfado la propuesta de Juanillo de comenzar desde la mañana como ponies de tiro). Revoleamos al aire una moneda para decidir en qué carro subiríamos cada uno de nosotros. La suerte quiso que fuera Romy la que debería llevarme.
-Romy, quiero que te esfuerces en tu tarea. Ya tienes entrenamiento como pony y tus piernas están fuertes y entrenadas. Recuerda que no seré mezquino con el látigo si es necesario.
Me miró con los ojos húmedos. No pensó que me dirigiría a ella de esa forma, pero dado que no arrancó de inmediato le apliqué un fuerte latigazo en la espalda. Luego de un ¡ay!, reaccionó de inmediato y comenzó a trotar.
Juanillo tuvo más suerte. Por temor, Sandra estaba atenta a lo que debía hacer pero también se demoró un instante en comenzar a trotar, lo que le valió un azote en el culo.
-Esta vez te he castigado con el látigo en el culo, pero aquí tengo la picana y si no respondes adecuadamente, te meteré las puntas entre los cachetes.
Escuché un tenue –No volverá a ocurrir Señor- como respuesta al azote recibido.
Íbamos bastante cerca uno de otro, por lo que podía observar y escuchar el diálogo entre la pony y mi sobrino.
-¡Apúrate yegua! Muévete más rápido-, decía Juanillo mientras la apuraba con la picana en el culo.
Llegamos al pequeño bosque antes de lo previsto. Ambas yeguas habían hecho un esfuerzo enorme para no ser castigadas. Sin embargo Romy presentaba cuatro rayas en la espalda y seis en el culo, por otros tantos azotes con el látigo que le había propinado, más por el placer de castigarla que por el comportamiento de ella.
Era el momento de darles un descanso y que bebieran agua. Luego de apurar el segundo vaso. Juanillo se paró frente a Sandra, que aun permanecía con los arneses, y bajándose la cremallera del pantalón acercó su pija a la entrada de la vagina de su pony, que separó las piernas para dar libre entrada al falo que se encontraba frente a ella. De inmediato Juanillo se la clavó hasta el fondo.
Mientras tanto yo observaba a Romy que miraba la escena con ojos lascivos. Observé su concha y junto con la transpiración de su cuerpo por el esfuerzo, podía notar la humedad de sus labios vaginales. Agitaba sus manos en un intento de llegar a tocarse, sin lograrlo, tal era su excitación.
La miré con una sonrisa. Si bien yo también quería correrme, decidí que no lo haría en su concha y no le permitiría que llegara al orgasmo. Entonces le ordené que se pusiese de rodillas y me desabroché el pantalón. Comprendió mis intenciones y abrió su boca.
Romy era una experta en mamadas y ya lo había podido comprobar. Su lengua bailaba alrededor del glande y sus labios rodeaban mi pija y le imprimían un movimiento de entrada y salida. Cuando estuve muy próximo a correrme, retiré la pija y la apunté directamente a su cara. La leche cayó sobre su nariz y se deslizaba hacia su boca.
Su rostro expresaba la frustración de no haberla recibido en la concha, pero Romy sabía que a veces yo podía ser un poco cruel con sus necesidades sexuales y lo aceptó como uno de mis tantos caprichos. Permaneció de rodillas hasta que finalmente le ordené que se levantara. Miró a Sandra con envidia.
Los cuerpos de ambas ponies estaban sucios por la transpiración y el polvo que se levantó en el camino. Romy tenía, adicionalmente, la corrida que se iba secando sobre su rostro. Emprendimos el regreso.
El culo de Romy se movía acompasadamente mientras trotaba y me invitaba a dejarle alguna marca extra, por lo cual con bastante frecuencia levantaba el látigo que dejaba caer o bien sobre el culo o sobre la espalda. Escuchaba algún ¡Ayy!, que denotaba que no le había pasado desapercibido.
Juanillo también disfrutaba mirar como Sandra debía esforzarse para mantener el ritmo, por lo cual para incentivarla, apoyaba la picana en el culo dándole una descarga.
El cansancio de ambas se hacía sentir y la velocidad era menor. Cuando llegamos de regreso tanto Sandra como Romy tenían numerosas marcas tanto en sus espaldas como en el culo, más algunas adicionales en los muslos.
Sandra no habló pero su rostro denotaba el enojo que tenía por haber sido tratada así y algunas lágrimas, ya secas, adornaban su rostro. Ya se lo habíamos advertido. Las entrenaríamos como ponies y para ello nada mejor que usar una fusta o un látigo para que obedecieran las órdenes que le impartiera quién conducía el vehículo. Las desatamos y las condujimos a las duchas del establo. Tanto Juanillo como yo vigilábamos a ambas, asegurándonos de una higiene completa. Las instamos a que se lavaran bien las conchas por lo cual debían separar las piernas y fregarse con jabón y luego mostrarnos que habían quedado bien limpias.
Fue en ese momento cuando pude observar algunos temblores en Sandra. Estaba sollozando y no podía controlarse. Sabiendo que la observábamos, dirigiéndose a ambos nos dijo:
-Esto es muy duro para mí. Estoy agotada, con dolores en el culo y la espalda y estoy segura que tendré unas marcas terribles en la espalda. Me han castigado más allá del límite.-
Juanillo se adelantó a responderle.
-Sandra, tenemos muchas cosas más para hacerte. Es mejor que te calmes y te prepares para recibir el castigo que mereces por haberte atrevido de poner en duda el límite al cual te sometemos. Ya que tus tetas no han sufrido nada, ese será el objetivo el castigo.-
-¡Por favor amo! ¡En las tetas no! ¡No me azote en las tetas!
-No he dicho que voy a azotarte. Eso corre por tu cuenta. Unas pinzas en los pezones te harán reflexionar de cómo debes comportarte.-
Ahora las lágrimas eran abundantes. Se sentía impotente. Sin embargo tiró su cabeza para atrás, ofreciendo sus tetas para que las pinzas apretaran los turgentes pezones. Era un placer tener a Sandra Raquel como esclava, sumisa y obediente. ¿Qué más se podía pedir?
Sin cambiar de actitud, mi sobrino colocó sendas pinzas cocodrilo en sus pezones. Una nueva muestra de dolor se reflejó en el rostro de la muchacha.
-Ahora prepararán algo de comer. Estamos hambrientos y nuestras esclavas deben servirnos. Y en cuanto a ti Romy, creo que tendremos que ser más duros contigo. Podías haber corrido más aprisa.-
Mientras nos dirigíamos la cocina, fue Romy la que pidió permiso para hablar, que se lo concedimos.
-¿Somos ponies o esclavas? Debemos llevar arneses y tirar del carro como yeguas, pero ahora somos esclavas. ¿En qué quedamos? O lo uno o lo otro.
-Te equivocas Romy, serán ponies y esclavas, putas o prisioneras. Serán lo que nosotros decidamos en cada momento. Arrastrarán cargas o harán los trabajos que les ordenemos, ofrecerás sus agujeros para nuestra satisfacción o las castigaremos simplemente para verlas sufrir. Eso es lo que haremos y ustedes serán ponies, esclavas, putas y prisioneras o como quieras llamarlo en cada momento.- fue la rápida respuesta de mi sobrino.
Romy no pudo contestar. La respuesta había sido contundente y comprendió que las usaríamos a nuestro gusto. Ambas comenzaron a preparar nuestra comida.
Así pasaron dos semanas durante las cuales ambas fueron castigadas de diversas maneras, pero en especial Sandra Raquel, hasta que verdaderamente obedecía todas nuestras órdenes. Demás está decir que ambas fueron sometidas a diversas humillaciones como obligarlas a cargar bolsas de cereales desde un granero lejano hasta la puerta de la propia casa. Dado que demoraban más de lo que nosotros suponíamos que debía ser, recibían algunos castigos adicionales.
Cuidamos que ambas tuvieran siempre sobre sus cuerpos una buena cantidad de marcas producto de los azotes. A mí en particular me gustaba admirar la espalda de Sandra, cubierta de rayas de todos los colores. En cuanto a Romy ambos preferíamos azotarla en el pubis cuando debíamos corregir alguna mala conducta. Esas marcas entre el clítoris y el ombligo, de color rojo cereza, nos excitaba a ambos y que ella aceptaba con resignación. Sus tetas no se salvaban de otros castigos que también dejaban sus marcas sobre la piel.
Por supuesto eran penetradas a diario y no discriminábamos ningún agujero. Algunas veces sexo oral, otra vaginal y alguna menos anal. Nos esforzamos para humillarlas y gozarlas al máximo, pero ellas tenían su recompensa. No solamente cuando se corrían con nosotros sino también cuando lo hacían por juegos entre ellas. Parece que se consolaban de los castigos por las noches en el establo, comiéndose los coños o succionando las tetas, masturbándose o dándose apasionados besos. No cabía duda que eran bastante putas, pero sus cuerpos eran deliciosos, para admirarlos y … para usarlos.
Ambas sabían que nos aprovecharíamos de sus cuerpos sin miramientos. En particular Romy ya había sido varias veces tratada como yegua de tiro, por lo que no debía sorprenderse de encontrarse en esa situación. Se puede decir que casi gozaba cuando el látigo impactaba en su culo mientras estaba atada al carro. Algo diferente ocurría con Sandra Raquel.
Era mucho más sensible a la picana en el culo cuando, atada al carro que debía arrastrar, la azuzábamos para que corriera más. Era evidente que se sentía humillada, cosa que nosotros aprovechábamos para exigirle más y si no respondía adecuadamente, sabía que al finalizar el recorrido le esperaban unos buenos azotes en la espalda, los muslos o las tetas e incluso en la concha
Su cuerpo transpirado por el esfuerzo brillaba bajo el sol, por lo que con frecuencia la bañábamos con agua fresca para luego someterla sexualmente. ¡Cuántas veces la obligué a separar las piernas a pesar de estar exhausta y sin ganas de sexo! Era una forma de humillarla una vez más, que se sintiera sometida.
Romy estaba más acostumbrada a un trato duro. Sus experiencias anteriores habían curtido su voluntad pero su concha se mantenía tersa, suave y vibraba cuando era penetrada. Los dos o tres primeros días creo que verdaderamente gozaba al máximo teniendo sexo, pero luego, quizás por el esfuerzo continuo al que la sometíamos y las humillaciones, se resignaba a entregarnos su cuerpo sin lograr su propio placer. Quizás el verdadero placer lo lograba en las noches con Sandra.
Ni el andalú ni yo mismo pensamos que pasaríamos tan buenos momentos con ambas. Era conmovedor verles las miradas de súplicas cuando presumían que serían castigadas con o sin motivo. Eso era lo que más nos satisfacía, que debían resignarse a nuestros caprichos, nuestras ganas de cogerlas o hacerles saltar las lágrimas.
En cuanto a la crueldad, mi sobrino no se quedaba atrás. Tener a alguna de ellas atadas a cuatro estacas en el suelo, en forma de X mientras el sol doraba su piel y ocasionalmente azotarla en las tetas, no fue infrecuente durante el tiempo que estuvimos allí. Pero los tratos son tratos y ambas se habían comprometido a someterse a nosotros y ahora no podían negarse a nada.
Dio la casualidad que días más tarde, nos enteramos de la existencia de una comunidad en la cual militaban no más de una docena de personas que específicamente eran poseedoras de ponies. Fue así que decidimos una noche reunirnos para intercambiar experiencias.
En esa oportunidad surgió idea de organizar una pequeña carrera entre las ponies y habría premios y castigos. El premio para la ganadora sería que todos los conductores de los carros podrían cogerla ya fuera por la concha o por el culo, pero no recibiría castigo alguno. Las perdedoras serían castigadas por sus respectivos conductores, pudiendo incluir cualquier tipo de castigo que algún miembro de los participantes considerara conveniente.
Nos pareció una excelente idea, aunque tal como lo comenté con Juanillo, nuestras ponies, por falta de entrenamiento, estaban condenadas de antemano a ser castigadas. Se organizó la carrera para el día siguiente en la casa que Juanillo había alquilado.
De regreso a la granja les comunicamos que al día siguiente habría una carrera y que esperábamos que una de ellas fuera la ganadora.
-Es posible que Romy, que tiene más entrenamiento, sea la ganadora. Si es así, lo lamento por Sandra que será castigada.-
Nuevamente Sandra me miró con una cara mezcla de odio y resignación. Era consciente que no tenía suficiente entrenamiento como para competir con Romy, por lo cual le esperaba algún castigo. Instintivamente se miró el pubis. Tenía varias marcas producto de unos azotes recibidos el día anterior, mientras permanecía atada de espaldas a un árbol.
Para que estuvieran descansadas para el evento del día siguiente, cenaron temprano y las alojamos en cuadras diferentes para evitar que se consolaran una a otra hasta altas horas de la noche y no recuperaran fuerzas para la carrera.
Alrededor de las nueve de la mañana llegaron siete entrenadores con sus respectivas yeguas. Acordamos nuevamente los términos de la carrera y nos alineamos en la largada. Yo conduciría a Sandra. Sus ojos estaban húmedos pensando en el castigo que seguramente debería soportar por parte mía. Ya lo había dicho: “Juanillo es muy bueno en la cama, parece que no se cansa nunca y tú eres bueno con el látigo en la mano.”
Todo así dispuesto, se largó la carrera. Entre las participantes había una jovencita de apenas dieciocho años que hacía solamente una semana había sido esclavizada y destinada como pony. Fue superada desde el principio por las demás yeguas. Finalizada la competencia todas mostraban abundantes marcas de los látigos. Romy ocupó el cuarto lugar, Sandra el séptimo y la jovencita, el noveno y último. Era el momento de los premios y castigos.
Juanillo fue el primero en conceder el premio a la ganadora. Fueron dos polvos seguidos ambos en la concha de la pony, una joven de unos veintiocho años. Yo ocupé el quinto lugar en premiarla. La pobre pony estaba cubierta de semen y tanto su concha como su culo rezumaban el viscoso líquido. Luego nos dedicamos a castigar nuestras propias ponies.
Juanillo decidió atar las muñecas de Romy en la rama de un árbol. Si bien apoyaba los pies en la tierra su movilidad era limitada. Su intención era castigarla severamente en la concha, para ello ató un tobillo al tronco del árbol con lo cual sus piernas quedaban separadas y … su concha completamente expuesta.
Era uno de los castigos preferidos de Juanillo. Una fusta golpeando los labios vaginales. Era muy difícil para cualquier hembra soportarlo sin gritar de dolor y eso también lo sabía, y muy bien, Romy. Sin embargo permanecía callada, apretando los dientes.
-Es una vergüenza que no hayas ganado la prueba. Solamente lograste el cuarto lugar. Mereces un castigo ejemplar.
Levantó la fusta y dirigiéndola directamente a la concha descargó un fuerte azote. La pobre Romy no pudo soportar el dolor y lanzó un prolongado gemido, que se mezclaba con el de otras ponies que también estaban siendo castigadas. Los gritos y gemidos no amilanaron nunca a Juanillo y no sería en esta oportunidad que lo hiciera. La parte interna de los muslos era otra de las áreas preferidas del “andalú” Allí dirigió cuatro azotes. Todo lo hacía con exasperante lentitud de tal manera que fue de los últimos en finalizar. Romy estaba destruída. El castigo al cual fue sometida era uno de los peores recibidos en su vida. Apenas podía tenerse en pie.
En cuanto a Sandra, yo era el encargado de castigarla. Lo hice casi como venganza por aquello de “Juanillo es muy bueno en la cama, parece que no se cansa nunca y tú eres bueno con el látigo en la mano” Con el látigo en la mano y el cuerpo de Sandra suspendido de sus muñecas podría corroborar que yo era “bueno con el látigo”
Creo que no hubo parte de su cuerpo sin que recibiera la visita del temible instrumento. También aplicaba los azotes con lentitud, quería que cada uno hiciera un efecto devastador sobre su cuerpo. Sus tetas habían quedado tan marcadas que apenas se notaban los pezones. El culo estaba con tantas rayas rojas que parecía haberse sentado en una parrilla. La zona del pubis y la propia concha también presentaba las consecuencias del castigo. Indudablemente había sido muy duro con ella.
Tanto fue así que otros tutores de ponies y algunas esclavas mismas, se acercaron para mirar cómo era castigada. De allí la fama que se creó alrededor mío, que era el que castigaba con más dureza.
No podían creer que fuera tan duro con ella. Después de todo ellos creían que era de mi propiedad y generalmente cada uno cuida su propio ganado. Hasta un tutor me pidió permiso para acercarle un vaso de agua y secarle las lágrimas sobre su rostro. Había despertado compasión, sin mencionar el sentimiento de las otras ponies que agradecían que yo no fuese su tutor. Al finalizar Sandra se sentía desfallecer.
Las ponies se reunieron en el establo y los tutores lo hicimos en la sala de la casa en la cual disfrutamos de una copa e intercambiamos ideas e historias de esclavas.
Fue en esas conversaciones donde ajustamos los términos de la cacería que llevaríamos a cabo al día siguiente. Las reglas eran así:
Estaríamos provistos de un rifle con carga paralizante, similar a la usada cuando se quieren cazar animales vivos. El producto las paralizaría por cinco minutos, tiempo suficiente para atarlas de pies y manos para llevarlas al patio de la casa. Luego cada “cazador” dispondría a su gusto de la presa “cazada”.
Aquella que lograra no ser asestada por la carga paralizante, luego de veinte minutos de iniciada la cacería, no debería someterse a “cazador” alguno.
Fijas ya las reglas de juego, quedamos que al día siguiente se haría la cacería. Rato más tarde entraron en la casa Romy y Sandra. Observé con detalle primero el cuerpo de Romy. Tenía unas cuantas marcas que Juanillo había dejado sobre su cuerpo. Algunas de látigo y otras producto de alguna rama flexible que había sacado de algún árbol. Ella no se quejaba y parecía que no estaba muy dolorida.
Caso diferente fue el de Sandra. Todavía persistían sus ojos rojos y húmedos. Me miró con odio por todo lo que le había hecho y atinó a decir:
-Me habías propuesto entrenarme como pony, no dejar mi cuerpo en este estado. ¿Querías lucirte ante los otros tutores? ¿Por eso fuiste tan duro conmigo?
-Mi querida Sandra, me habías dicho que yo no servía para cogerte pero sí que manejaba bien el látigo. Pues allí tienes las consecuencias. Si manejo bien el látigo, ése es el resultado y no puedes quejarte.
-No te dije que no servías para cogerme, te dije que Juanillo lo hacía mejor y que tú manejabas mejor el látigo. ¡Mira cómo me has dejado! ¡Hecha una piltrafa! Creo que ni siquiera aunque lo deseara puedo coger. Me has azotado duro hasta en la concha.
-Has sido la admiración de todos, tutores y esclavas. Nadie podía creer cómo habías resistido el castigo. Si no puedes coger por la concha, seguramente el agujero del culo, que no ha recibido castigo alguno, puedes ponerlo a nuestra disposición para usarlo.
-No es que puedo ponerlo a vuestra disposición, sino que no tengo alternativa. Ahora soy esclava de ustedes y disponen de mi cuerpo como quieran, pero te digo Ricardo, estoy enojada contigo.
-Tienes que comenzar a des-enojarte. El trato era que ambas se someterían a nuestros caprichos.
-Someterse a los caprichos de ustedes, sí. Ser torturada sin compasión, no.
-Para compensarte dejaremos dormir a las dos en una cama dentro de la cabaña en lugar de que tengan que hacerlo en el establo. Podrán consolarse una a otra como he visto que hacen. Mañana es el día de caza.
-¿Qué día de caza?
Les explicamos a ambas lo que estábamos tramando.
-Estoy seguro que ustedes pueden escapar durante el tiempo especificado y así evitar cualquier castigo. Conocen el lugar y sabrán cómo escaparse.
-¿Deberemos correr desnudas?
-Por supuesto, ¿quieres ver cosa más hermosa que cazar una esclava desnuda?
-Eres incorregible Ricardo –dijo Sandra.- No puedo enojarme contigo a pesar de lo que me has hecho. ¿Por qué habré aceptado si sabía que nos iban a tratar como unas esclavas despreciables?
-¡Cómo dices eso! Como esclavas sí y muy apreciadas. Tanto en España como aquí las hemos cogido hasta que nuestros huevos quedaron secos. Eso no es despreciarlas, muy por el contrario. ¿Qué mujer se pondría a nuestra disposición si no supiera que no íbamos a traspasar los límites? Ustedes aceptaron y sabes muy bien Sandra, que aunque te castigue duro, te estimo y no haría nada que no sepa que aceptarás.
-Pero Ricardo, me castigaste muy fuerte.
-Es cierto, pero si observo tu concha, la veo brillante de humedad. Si no me equivoco, todavía estás caliente. ¿Quieres que te calme el que coge mejor o el que castiga mejor?
-No seas así. No te diré más quién coge mejor. ¿Aceptarías calmarme tú?
- Me habías dicho que no podías ni siquiera coger por el castigo.
-No importa. Cálmame como sabes hacerlo. Te perdono los azotes si nos podemos echar un buen polvo.
Nos fuimos al dormitorio. Sandra, a pesar de todo las marcas de su cuerpo, que seguro le dolían, se comportó como la mejor esclava. Fueros dos polvos memorables. Y nobleza obliga, se los agradecí con besos en su boca y caricias en todo su cuerpo.
Creo que Romy y Juanillo no se quedaron sin hacer nada y ellos también disfrutaron de un buen polvo. La cara de Romy la delataba.
La mañana siguiente primero se repartieron los rifles con las cargas paralizantes. No había que impactarlas con más de una carga y cada uno de nosotros contaba con cinco cargas. Se dispusieron todas las ponies en fila para salir cuando se diera comienzo. Los tutores saldríamos dos minutos más tarde en busca de nuestras presas.
Miré a Sandra. Estaba de espaldas a mí. ¡Como tenía el culo! Efectivamente me había sobrepasado con el castigo. Lo tenía rojo y cubierto de cordones donde había impactado el látigo.
Comenzó la casería. Todas las ponies salieron corriendo en distintas direcciones a esconderse en el bosque que estaba al fondo. Pasado el tiempo estipulado partimos los tutores.
Quiso la casualidad que yo alcanzara con la carga paralizante a la jovencita de dieciocho años, la más joven y menos entrenada del grupo. El impacto fue en el glúteo izquierdo. Dio unos pasos más y cayó de bruces. Me acerqué de inmediato a ella. Estaba paralizada pero pudo reconocerme y mientras ataba sus tobillos, sus rodillas y los brazos cruzados en al espalda, se puso a llorar queriendo balbucear algunas palabras.
Una vez atada la cargué el hombro (no pesaba más de cincuenta quilos) y la llevé hasta la casa, lugar dónde nos reuniríamos cazadores y cazadas. Cuando comenzó a pasar el efecto paralizante, la jovencita comenzó a gemir mientras repetía. “No me azote como a su esclava, No me azote como a su esclava”. Ahí comprendí los gemidos cuando la alcancé en la cacería.
Si así había castigado a mi esclava, ¡Qué le esperaba a ella! Tenía miedo y temblaba y llegó a no poder contenerse y se orinó. Creo que fue la primera vez que realmente tuve compasión por una esclava.
Poco a poco fueron llegando los demás, cada uno portando su pieza cazada. Ninguna de las ponies pudo escapar, por supuesto tampoco Romy ni Sandra.
Una vez reunidos todos íbamos a proceder a abusar de ellas sin límites y de la manera que se quisiera. Entonces mi joven pony nuevamente comenzó a llorar. Le indiqué que se pusiera boca abajo y tomando una vara de mimbre descargué un azote, no muy fuerte, en el culo. De inmediato apareció una raya sobre la piel blanca.
Esperaba más azotes mientras permanecía inmóvil en esa posición. La dejé medio minuto así, expectante de recibir otro azote. Su culito era firme y de buenas formas. Pasé reiteradamente la mano por la piel ahora con un cordoncillo rojo. Luego le indiqué que se diera vuelta y separara las piernas. Temió que siguiente azote cayera sobre su concha. Noté que la tenía seca. Comencé a masajearle el clítoris hasta que observé que se ponía un poco más rígido. Luego me dediqué a sus tetas, pequeñas que apenas se notaban, pero firmes y con un pezoncito durito. Me entretuve masajeándolas mientras observaba que se endurecían aun más. Luego volví a la concha y continué con los masajes hasta que estaba bien húmeda. Entonces procedí a metérsela. Lo hice sin parar, empujando hasta el fondo.
Fue la primera vez que esbozó una sonrisa. Por lo menos ahora no la iba a castigar y sentirla adentro parecía que le gustaba. Comencé a bombear hasta que me corrí dentro de ella. Luego continué acariciándola y llegué a los tres polvos antes de darme por vencido. Cuando notó que la dejaría libre, escuché un suave “gracias señor”.
La otra beneficiada fue Sandra. Fue cazada por un hombre de unos treinta cinco años que viendo el estado del cuerpo de mi amiga, producto del castigo del día anterior, tampoco fue azotada. Según luego me comentó le dijo algo así como: “después del castigo que te aplicó el bruto de tu dueño, no puedo castigarte más. Solamente voy a cogerte”
Se la metió no solamente por adelante sino también por el culo y tuvo que mamarla dos veces. En todos los casos dejó una importante cantidad de simiente y, según me dijo la propia Sandra, la tenía bastante larga y le llegaba hasta el fondo.
Romy no fue tan afortunada. Fue cazada por un amo con experiencia en el tratamiento de esclavas y consideró que se había sido muy benévolo con ella. Así recibió azotes con látigo y una vara de mimbre por todo su cuerpo, pero las tetas… las tetas fueron las más perjudicadas. Recibió tantos azotes que casi no se distinguía el color de la areola del resto de la teta. Fue una de las pocas veces que vi a Romy llorar desconsoladamente. Para colmo ni siquiera la penetró. El hombre se corrió en la boca de mi amiga.
Así finalizaba la cacería. Creo que todos disfrutamos tanto de la carrera de las ponies como de la cacería. Quedamos que la noche antes de irnos, haríamos un tradicional asado al cual estaban todos invitados.
El ejercicio al cual sometimos a Sandra durante los días que estuvimos allí formó mejor aun su culo, más firme y más redondo. Esto llevó a mi sobrino a querer sodomizarla con más frecuencia de lo que supuso en un primer momento. Debo admitir que Sandra tenía un gran culo cuando llegó (no un culo grande) y cuando ya finalizaba el entrenamiento era un culo superlativo.
¡Cuantas veces acaricié ese culo y esas tetas! ¡Cuántas veces había observado, besado y chupado esos hermosos pezones! No había duda que verdaderamente disfrutaba disponer de un cuerpo así. Aunque pensaba que no era correcto abusar de Sandra, ¡cómo me gustaba ser incorrecto y hacerlo!
También su piernas habían mejorado, ahora con carnes más firmes y de mejor forma, que exponía un poco mejor ese regalo celestial que era su concha, una dulce fruta para adentrarse en su interior, esa concha tantas veces penetrada y siempre deseada.
En cuanto a Romy siempre había destacado la bondad de sus tetas, muy firmes y turgentes. Cuando debía trotar, era un placer ver cómo se balanceaban y generalmente sus pezones se ponían más duros y prominentes. ¿Por qué? No lo puedo afirmar pero íntimamente y aunque no lo reconociera, el sentirse con los arneses colocados y tratada como una pony, la calentaban.
De otros atributos de Romy casi no es necesario hablar, aunque creo que son muy pocos los que la conocen a fondo. Esos labios vaginales siempre prominentes que invitan a separarlos para dar paso a una buna cogida. Esos pezones de color rojo guinda que contrastan con sus ojos azules, esa boca sensual que tantas veces se abrió para culminar con una buena mamada o besos en los cuales las lenguas se entremezclan y ese culo pequeño y de muy buenas formas, cuyos cachetes tantas veces fueron separados para dar lugar a una penetrada anal, por ese agujerito apretado pero dispuesto a relajarse para recibir un visitante que penetrara profundamente en su interior.
¿Es necesario decir más? Un verdadero placer observar su cuerpo desnudo, con gruesas rayas rojas producto del último castigo y semen escapando de su concha como culminación de su último polvo. Un pubis delicadamente depilado para mostrar sin inhibiciones esa concha que ya comenté y desde siempre admiré.
Durante el entrenamiento, ambos les tomamos numerosas fotos. Sería un recuerdo verlas a ambas amarradas, con arneses, en distintas posiciones como así también mientras las sometíamos a algunos castigos. Si bien creíamos conocer tanto a Romy como a Sandra Raquel, se comportaron como verdaderas esclavas, sometiéndose en todo momento y asumiendo el papel que les tocaba vivir.
El “entrenamiento” estaba llegando a su fin. Para despedirnos de ellas nada mejor que dejar sus cuerpos marcados por el látigo. Fue así que la primera en recibir el castigo fue Sandra. La colocamos sobre una camilla boca abajo con las piernas algo separadas y sus brazos atados a las patas de la camilla. El prominente culo de nuestra amiga era una invitación a azotarla si compasión.
Juanillo de un lado y yo del otro, descargamos azotes alternadamente ya fuera sobre el culo, la espalda o los muslos hasta dejar una buena cantidad de marcas a nuestra esclava. También Romy recibió lo suyo mostrando algunas marcas nuevas y dolorosas.
Por la noche, asistiendo al asado programado, tuvimos la visita de los entrenadores de ponies, no solamente los que habían participado en la competencia sino otros tutores y cuatro tutoras, hermosas mujeres que entrenaban a otras mujeres. Ninguna pony acompañó a los tutores.
La consigna era. “No castigo para nuestras ponies, sí mucho sexo con ellas” Dada la cantidad de asistentes, ninguna de las dos tuvo tregua. También, cosa que no les disgustó, tuvieron que saborear los jugos de las cuatro mujeres presentes pasando la lengua por sus conchas.
Al finalizar la noche tanto Romy como Sandra tenían restos de semen por todo su cuerpo, aunque en especial en el culo, el pubis y los muslos. Nada mejor que un buen baño reparador.
Cuando salieron de la ducha, ambas se presentaron desnudas. Efectivamente tenían marcas de todo tipo. Juanillo estaba terminando con la limpieza del asador, en el patio. Fue Sandra la que se adelantó a hablar.
-En el estado en que estoy me resulta imposible viajar a Barcelona. Son muchas horas de avión.
-¿Prefieres quedarte en Buenos Aires hasta que te sientas mejor?
-Sí Ricardo, así no puedo viajar. Me has castigado mucho.
-Te invito a que te quedes en mi casa el tiempo que quieras. Solamente viene la empleada de limpieza tres horas por la mañana y el resto del día no habrá ningún extraño, por lo que te podrás quedar con las prendas que desees o sin prendas, si te apetece.
-Te agradezco que me alojes en tu casa, pero con una condición. No más castigos. Si quieres cogerme, no hay problema alguno, pero nada de látigos, cuerdas, esposas y todo eso que a ti te gusta tanto.
-Prometido, solamente polvos.-
A la mañana siguiente emprendimos el regreso. Dejamos a Romy en su casa. También bajó Juanillo con la excusa de ayudarle a llevar la valija, pero supongo que tenía otras intenciones. Creo firmemente en un polvo inminente. Mi sobrino no es de dejar pasar oportunidades y Romy… y Romy tampoco.
Con Sandra fuimos a mi casa. Apenas llegó se quitó la ropa y se quedó solo con las bragas puestas. Le pasé crema desinflamatoria por las partes más afectadas por el látigo. Le pregunté si prefería instalarse en la habitación de huéspedes o prefería hacerlo en mi dormitorio, con una cama más grande.
-Prefiero en tu dormitorio si no tienes inconveniente, así me puedes pasar la crema más frecuentemente.
-¿Prefieres acostarte a descansar ahora?
-Sí, pero quiero que te acuestes conmigo para que me cuides.
-¿Para que te cuide? ¿De qué?-
-Para me cuides la conchita, la acaricies, que está muy sola.
-¡Caramba Sandra! Me parece que entonces quieres que tu conchita esté acompañada, pero si es por dentro, mejor.
-¿Cómo adivinaste? Se siente sola.
-¿Después de todos los polvos de ayer, todavía quieres más?
-No preguntes más y cuídame.
No pude negarme a cuidar a una amiga ni mi pija cuidar su conchita.
FIN