Sandra Erótica (1) El desenfrenado inicio de todo
Una historia tan real como la vida misma, con las mismas carencias y estupideces de la vida, con el mismo morbo que tiene estar con tu mejor amiga y la mujer que más has deseado en la vida. Soy un cabrón con suerte y tengo que contarlo.
PRECOPEO
1.
Resulta que para el fin de cursos de la universidad habíamos planeado un viaje de graduación en Acapulco pero la mayoría
del grupo se había estado echando para atrás conforme se acercaba la fecha (nuestro grupo era pequeño, apenas éramos 15) y una semana antes de salir sólo habíamos pagado 8 personas.
Nos reunimos y decidimos
que de todas maneras
nos íbamos
aunque había que ajustar los costos y el transporte.
El viernes siguiente estábamos tomando carretera siete personas en la camioneta de uno de nosotros. Yo estaba muy contento porque iba mi mejor amiga Claudia, mi mejor amigo Diego y la chava más sabrosa de la carrera: Sandra, que además de dueña de la camioneta, era modelo y edecán en los eventos del gobierno. Se decían muchas cosas de ella, como que salía con señores mayores y que vivía en un departamento pagado por un amante.
Todos los días, al salir de la universidad, pasaba por ella un novio en un carrazo y siempre nos hizo saber, de una u otra manera, que sus compañeros éramos poca cosa.
Sólo una vez, en un antro, ya con un chingo de tragos encima me atreví a tirarle los perros, pero ella se burló de mí y con eso me mandó directito a la chingada por el resto de la uni.
En la camioneta también estaban Pedro y Laura, que eran novios y la hermana de Laura, una vieja fea y jetona que se apuntó para acompañar a su hermana y de paso cuidarla del pobre Pedro.
Llegamos a nuestro destino en la playa después de un viaje muy cansado de 6 horas. Se había rentado una casita junto a la playa en Acapulco: 2 pisos, 3 cuartos con baño, cocina completa, sala y comedor al aire libre, una alberca y varias hamacas en una palapa, todo con acceso directo a la playa. Era el paraíso y esa tarde resolvimos no salir de antro sino quedarnos disfrutando la casa y la playa. Los hombres nos quedaríamos en el cuarto más grande (muy pudorosos todavía) y las hermanas en el cuarto de abajo. Sandra se quedaría sóla en el cuarto más bonito de todos.
Nos pusimos los trajes de baño y salimos a la alberca.
No sé cómo explicarles mi reacción cuando vi a Sandra en bikini.
Ufffff, tenía el cuerpo de una diosa!!!! Sus senos eran grandes y firmes, preciosos, tenía un abdomen bien marcado sin un gramo de grasa y unas nalgas grandotas y redondas.
!Y su piel, ufff su piel!!! Era morena tostada.
Estaba radiante y ella lo sabía, se había puesto un pequeño bikini negro.
Lucía sus curvas y su cuerpo feliz de estar tan buena y tener la oportunidad de mostrarlo.
También me sorprendió mucho ver a Claudia, mi amiga, aunque yo sabía que era guapísima y que varios wueyes andaban tras sus carnes, nunca la había visto en bikini y sin maquillaje. Claudia era de piel blanca, pelo negro y ojos grandes, más alta que la media,
solía llevar el cabello amarrado en una simple coleta e insistía en esconder sus atributos físicos con ropa generalmente holgada.
Aunque su cuerpo no era de gimnasio como el de Sandra, a su manera, estaba perfecta. La ausencia de maquillaje y el pelo suelto y encrespado le daban un aire más salvaje. Mi amiga también estaba rebuena. Se lo dije:
Oye, no sabía que estabas tan sabrosa
y ella rió de buena gana. A Sandra no le dije nada, estaba claro que necesitaría mucho más valor para decírselo y si me aventé primero a la alberca, fue para que no vieran mi erección.
Después de comer empezamos a chelear y a divertirnos.
La tarde era calurosa y agradable. Yo buscaba todo momento para acercarme a Sandra y ella parecía no molestarle que la abrazara y me le repegara cuando estábamos en la alberca.
El alcohol estaba haciendo su parte. Antes del viaje, mi amigo Diego y yo, en una de esas charlas idiotas que se tienen cuando se planean estos viajes, habíamos platicado lo que queríamos: Yo me cogería a la Sandra y él se cogería a la Claudia (así de sencillo, así sin formulismos ni estrategias, como todo lo que es sencillo en las pláticas idiotas…).
Seguimos chupando y haciendo el tonto, contando chistes y bailando. Como a las 6 de la tarde nos fuimos todos al mar y nos quedamos ahí un ratotote entre las olas nadando y tratando de “surfear”, cosa que obvio nadie pudo, pero nos divertimos mucho.
El día había sido caluroso y la noche nos regalaba el aire caliente del mar.
En ningún momento bajó la temperatura. Luego, todos regresamos a la casa ya muy cansados
y cada quien se puso a lo suyo. A eso de las 9 de la noche mi amigo Diego empezó a ponerse pesado, que es algo que siempre le pasa cuando ingiere alcohol; esta vez le tocaba a mi amiga Claudia aguantarlo, ya que yo estaba con Sandra y los otros tres no daban señales de querer convivir.
Claudia no daba muestras de querer nada con él y me suplicaba con la mirada que se lo quitara de encima.
Estaban sentados en la barra, a unos metros de la alberca, donde yo me hacía el desentendido y platicaba con Sandra.
La alberca estaba iluminada por dentro y por una gran lámpara que colgaba de la casa.
Durante un rato Sandra y yo sólo charlamos y nadamos a lo tonto. Pero luego, la abracé y ella notó mi erección, yo estaba muy muy caliente y el alcohol me había desinhibido, mi erección sobresalía del traje de baño y ella lo notaba. En lugar de molestarse sonreía curiosa y divertida.
Después casi media hora tonteando simplemente agarró mi erección debajo del agua y ufff, empezó a sobarme súper rico. Yo estaba encantado. Debo decir que soy un poco tímido, intento en todo momento ser discreto. Pero además, todavía, en ese momento, estaba preocupado porque los demás me vieran poniéndole el cuerno a mi novia, a la cual todos conocían.
Además, no me gusta hacer escenitas, así que no quería que los demás nos vieran fajoneándonos en la alberca. Pedro y su novia estaban tirados en los camastros pegaditos a la alberca, parecía que estaban dormidos, pero ambos eran mamones y tenían los lentes oscuros puestos (no se los habían quitado ni para meterse al mar…), así que no sabíamos si estaban despiertos y mirándonos o dormidos y soñando (yo creo que sí nos veían).
La hermana de Laura leía en las hamacas de la palapa.
Yo entonces le empecé a sobar el chocho a Sandra por encima del bikini y ella, entre risas y miradas de soslayo a los camastros empezó a respirar súper fuerte y hasta gemir.
Entonces nos entraba la risa, y nos movíamos un poco de lugar, porque obvio ella tampoco quería que los demás supieran lo que estábamos haciendo bajo el agua, pero no me soltaba la verga. Ante los ojos de los demás seguíamos platicando. Le metí la mano debajo del bikini y empecé a meterle mis dedos hasta notar una humedad diferente a la de la alberca y eso me excitó a lo loco.
Sandra de repente me veía con esa mirada súper cachonda y luego dejaba que sus ojos se pusieran en blanco antes de cerrarlos, luego los abría, me miraba y volteaba a ver a Pedro y a su novia para saber si nos veían. Ellos no daban muestra de notar nada, pero claramente estaban ahí, a un metro de nosotros (la alberca por supuesto no era tan grande) y Sandra no dejaba de respirar súper fuerte y gemir entre risas y miradas cachondas.
Eso me calentaba durísimo y le metía los dedos más rápido y con más fuerza, ella me agarraba la verga súper fuerte y por momentos parecía que quería arrancármela.
Saber que estábamos haciéndolo a escondidas nos excitaba muchísimo. Además, para disimular, a veces le decía alguna cosa estúpida que la hacía reír, y seguíamos haciendo como si sólo estuviéramos nadando y platicando de lo más normal.
Mirar a los demás, saludarlos, (Diego y Claudia discutían en la barra) y poner (o intentar poner) cara de aquí todo casual-normal-nopasanada, mientras tu mano está en el mismísimo origen del universo, es ultra divertido y excitante. Sandra me veía, se mordía los labios, sonreía y luego volvía a gemir. De repente, cuando su respiración se hacía súper fuerte, se apartaba, me soltaba y se alejaba un poco, pero luego regresaba, regresaba por más. Tomaba mi mano y la dirigía hacia su entrepierna, luego tomaba mi verga y la jalaba hacia ella.
Eso lo hicimos varias veces, cachondeándonos en toda la alberca, a veces cerca de la orilla, a veces en el centro, a veces en la otra orilla. El juego era intrigante y apasionado.
En algún momento noté como mis dedos temblaban dentro de las paredes de su vagina y supe que estaba teniendo un orgasmo, esta vez no dejé que se alejara y aceleré el movimiento de mis dedos y los metí más fuerte que nunca. Abrió mucho los ojos, clavó las uñas en mi brazo, me soltó la verga, empezó a agitarse muy fuerte en el agua y, después de jalar mucho aire, soltó un grito largo y tremendo. Como desesperado...
No me lo esperaba, creo que me asusté y comencé a reírme de nervios. Me sentía orgulloso por haberle provocado un orgasmo a esa preciosidad y porque de verdad fue una escena muy fuera de lugar, muy de esas que ves en las películas y que dan risa porque no parecen tener nada que ver con lo que, ante la cámara, está pasando.
Por supuesto todos la oyeron gritar.
Claudia y Diego nos voltearon a ver, la hermana de Laura dejó de leer y Pedro y su novia se movieron, como si estuvieran despertando (aunque podría apostar que por lo menos Laura lo vio toditito). En cuanto recuperó el aliento, Sandra, como si hubiera despertado de pronto, se dio cuenta de lo que había a su alrededor y se empezó a reír a carcajadas, haciendo como que nadaba pero sin moverse, súper graciosa. Nos dio un ataque de risa bien cabrón.
Claudia aprovechó para acercarse a la alberca y preguntarnos que qué nos pasaba, Sandra de la risa no podía ni hablar.
Yo no sabía qué explicarle pero seguía riéndome mientras intentaba meterme la verga en el traje de baño. Claudia no entendía nada de lo que pasaba pero no iba a dejar pasar la oportunidad de alejarse de Diego (que ya la había hartado), así que aunque no entendiera y no quisiera tampoco saberlo, en unos segundos ya estaba dentro de la alberca, al lado de nosotros riéndose. Diego muy borracho se quedó al lado de la alberca, parecía que estaba decidiendo si seguirla o regresar a sentarse.
De pronto me vi entre dos mujeres guapísimas: una que me decía rescátame por favor, no me hagas regresar con el imbécil de Diego
, y que además era una amiga muy querida, chingona como pocas; y por el otro lado una que con la mirada me decía
cógeme, por favor métemela ahorita y aleja a esa pinche vieja de aquí.
Yo seguía también muy caliente, me había quedado picado. Quería metérsela a Sandra hasta por las orejas, no pensaba en nada más, así que todos mis movimientos se dirigían a Sandra, mi cabeza y mis ideas no parecían responder ninguna otra orden, no supe que hacer. Sandra pareció notar que Claudia no se saldría en un buen rato y sin avisar, salió de la alberca.
Nos dijo todavía entre risas, ¿Quieren algo de tomar? Y sin esperar respuesta se fue a la barra.
Yo me quedé como atontado dentro de la alberca con Claudia, no podía salirme porque la erección seguía ahí y era escandalosa. Claudia notó que yo estaba dispuesto a seguir a Sandra (al fin del mundo) y que Diego seguía esperándola.
Así que empezó a hacer como que me coqueteaba.
Lo que ella quería era que Diego se largara, así que de pronto me estaba abrazando muy risueña y cariñosa.
En unos segundos, logró que yo dejara de ver a Sandra, aunque todo mi cuerpo sólo estuviera esperando su regreso. Por supuesto que rápidamente (porque no había forma de esconderlo), en uno de sus abrazos notó mi erección y me miró sorprendida. Debo confesar que me dio mucha pena. Entre Claudia y yo nunca había habido nada (pero nada de nada), ella anduvo con un muy buen amigo mío hacía unos años y eso hizo que antes de darnos cuenta, entre nosotros surgiera sincero cariño y complicidad y no hubo nunca sexo de por medio.
A mí me caía bien por ser una mujer chingona, entrona e inteligente, y seguro que ella me quería porque la escuchaba, no la juzgaba y se reía mucho conmigo. Ella lo sabía casi todo de mí y yo de ella.
Yo había conocido al largo carrusel de novios que generalmente ella abandonaba por aburrimiento y ella era gran amiga de mi eterna novia. Éramos como hermanos.
Todavía con la mirada sorprendida, se alejó un poco de mí, como asustada, supongo que pensó que la erección era por ella y yo me quedé congelado aunque quise decirle que no, que era por Sandra, que acababa de tener una experiencia fantástica y que seguía muy caliente. Pero no pude, nomás me la quedé mirando. En ese momento escuchamos el agua moviéndose, era Diego intentando entrar a la alberca, Claudia lo volteó a ver, luego me miró y después de unos segundos en que pareció que su cerebro acomodaba las preguntas con sus respuestas y las respuestas en su sitio, le dio la espalda a Diego, me sonrió, acercó peligrosamente todo su cuerpo al mío, asegurándose de dejar mi erección entre sus piernas, y justo antes de besarme me dijo algo que escucharía tres veces ese fin de semana: Eres un cabrón con suerte