San - Tortas a la venezolana

Tantos significados tiene la palabra torta como experiencias aprende nuestra amiga.

"Hola San, ¿qué tal de escapada? Supongo que, en esa tierra tan bonita, habrás disfrutado de lo lindo."

"Hola Alba. La verdad es que allí si me lo pasé bien, pero no todo fue bonito… ocurrió algo muy malo y ahora no me encuentro nada bien. He descubierto la cara mala del mundo en el que vivo y no me gustó averiguarlo a través de quién lo averigüé."

"¿Qué ha pasado? Vaya, tienes los ojos muy hinchados. ¿Quieres hablar? Tal vez yo te pueda echar una mano."

"Me resulta muy duro recordarlo, vivirlo y sentirlo así. Necesito contarlo, pero no se como."

"Pues, empieza desde el principio y con buena letra. Al final acaba saliendo solo."

"Pues si, salir fue lo que hice. Pero no resultó como yo esperaba. Ha sido muy negativo y duele."

"Así que, te has decidido a contar tu verdad al mundo…"

"Bueno… pues… mi hermano se enteró de mi historia con Leti. Estaba muy preocupado porque ya no hablaba nada con él y yo era de las que le contaba todo. Así que, como mi armario ya olía demasiado a naftalina, decidí contárselo todo. Sobre todo la historia con Lucía, que, por cierto, he vuelto a verla y ha vuelto mi mundo de nuevo del revés."

"Joder, que tía. Como el perro del hortelano, ni come ni deja comer."

"Ya… Bueno, a lo que iba, le conté todo a Víctor y, aunque no me lo esperaba, su reacción fue fantástica. Me mostró todo su apoyo y me dijo que me entendía perfectamente. Me contó que a él le había pasado algo parecido y que no me preocupara. Vamos, que mi hermano es genial. No me juzgó ni me recriminó nada, es más, me dijo que le contara las cosas, que le había parecido mal haberse enterado antes de que yo se lo contara."

"Pero eso es positivo, ¿no? Entonces ¿por qué esa cara y ese desanimo?"

"Resulta que, cargada con los ánimos y con una pequeña advertencia de mi hermano, emprendí la aventura de viajar con mi hermana Nadia. Quise plantearle un poco la cuestión pero en plan light ("tengo una amiga que…"), pero, como no deja de hablar, no pude decirle nada. Luego llegamos allí y nos recibió Lily, que está cañón, y por la noche Nadia se fue con su novio. Claro, la anfitriona y yo nos liamos a beber sidra y…"

"¿Te liaste con la amiga de tu hermana mayor? ¡Eres una crack niña!"

"Son cosas que pasan, no tiene mayor importancia… total que, a la mañana siguiente mi hermana estaba en la cocina y me acerqué a ella para darle los buenos día y preguntarle por su cita y me contestó que recogiera mis cosas que nos íbamos. No me dio ninguna explicación y fui a recoger. La culpabilidad me podía y estaba muy asustada. Lily salió del dormitorio y trató de hablar con ella, pero mi hermana entró en cólera y discutieron acaloradamente. Además, se que no van a acabar bien. De hecho, culpa a su amiga de lo que pasó entre nosotras."

"Vamos, que se armó una gorda."

"Y tanto. Voy a saltarme todo lo que sucedió en medio, fue muy incómodo. Paso directamente a la conversación con mi hermana. Entró en mi cuarto y me dijo que teníamos que hablar, que yo tenía un problema pero que era muy joven. Me dijo que era normal a ciertas edades querer probar cosas nuevas pero que no estaba bien. Que las mujeres tenían que estar con hombres y que lo que yo tenía era una confusión. Una enfermedad tratable y con cura. Vamos, que me quería llevar a un psicólogo."

"¿Queeeeeeee?"

"Y entonces salió con lo de que eso era pecado, que estaba destrozando mi vida y la de todos los que me rodeaban. Que no iba a tener más que problemas y que jamás conseguiría ser feliz. Que "aquello" era una moda de ahora y que yo lo hacía por seguirla y ser especial, pero que siendo "eso" no era especial, si no, una desviada, una enferma y que acabaría siendo una marginada. Que, el hecho de que dos mujeres compartan cama, es algo antinatural."

"San, cariño, hay mucha gente que sigue pensando esas cosas. Siento que una de ellas sea tu hermana."

"Ya lo se, y me duele mucho. De todos modos yo también hablé, aunque solo sirvió para empeorar las cosas y conseguir que dejara de hablarme."

"Y ¿qué fue lo que le dijiste?"

"Le dije que lo que a mi me pasaba no era ni una moda ni una enfermedad. Que no había cambiado en nada mi forma de ser y que seguía siendo la misma, solo que ahora un poco más madura. También le dije que lo único que yo quería era que, la gente que me rodea, fuera feliz a mi lado, pero que, para eso, yo debía ser feliz primero, independientemente de con quien me acueste o con quien me levante. Y por último, la invité a ir las dos a un psicólogo para que le explicara claramente que mi sexualidad es algo natural y normal. Que lo que ella me estaba transmitiendo era homofobia y eso si que era un gran problema."

"Ole, mi niña, así me gusta…"

"Ya, pero, después de decirle todo esto, ella amenazó con contárselo a mis padres y me dijo que no volvería a hablarme jamás. Que yo estaba enferma y que le acabaría dando la razón. Alba, me ha dejado destrozada. Quiero mucho a mi hermana, pero esas palabras me han hecho mucho daño. Nunca había vivido ese odio hacia la homosexualidad, pero, de mi propia familia, esa falta de apoyo, ese reniego. No se que hacer para que me entienda."

"Mira nena, yo sufrí algo muy parecido. Tú, al menos, tienes a tu hermano que si que te apoya, yo no tenía a nadie y, aun así, salí adelante. Tienes que demostrar mucho más de lo que tendrías que hacer si fueras hetero, pero debes luchar por tu felicidad. Si decides no hacerlo por contentar a los demás, serás una infeliz toda tu vida y eso no es plato de buen gusto para nadie."

"Ya lo se, pero es mi hermana… y yo quiero que me entienda y que me siga tratando como antes."

"Dale tiempo y demuéstrale que está equivocada. No puedes hacer nada más. Con un poco de suerte tu hermana se dará cuenta y reflexionará sobre el tema. Si no es así, tendrás que hacerte a la idea de que primero estás tu y después el resto. Date cuenta de que tu la respetas y te mereces que ella te respete a ti también."

"Duele mucho Alba…"

Estuvimos hablando durante todo nuestro turno sobre este tema y me dijo que ella lo había pasado muy mal. Incluso la llegaron a repudiar en su casa, no encontró el apoyo de nadie y tuvo que comenzar una nueva vida a partir de su propia soledad. Me sentí afortunada de tener a mi hermano y a todas aquellas chicas que había conocido, en especial a ella. Pero mi dolor seguía siendo grande y no dejaba de darle vueltas al hecho de que mi hermana pensara que yo era una enferma comparable a un esquizofrénico paranoide sin medicar.

Este acto me abrió más los ojos a cerca de la percepción que algunos tienen sobre algo que, para mi y para muchos, es algo natural y normal. Aunque ya estamos en el siglo XXI, sigue habiendo demasiados tabúes y, ciertos sectores, siguen promoviendo el odio para con los que ellos consideran diferentes. Y lo más gracioso es que, esos mismos sectores, son los que más tienen que esconder por los mismos motivos que critican y atacan.

Al menos, cuando salí del hospital, recibí una grata sorpresa: Ruth me estaba esperando en la puerta con un pastelito y una gran sonrisa. A ella ya se lo había contado y, a pesar de que le dije que quería estar sola, se empeñó en invitarme a desayunar.

"Venga guapísima, vamos a meterle energía al cuerpo, pero no vamos al bar del otro día, a ver si va a venir tu hermana y me arranca la cabeza con la uñas."

"¡Oye, no te pases! Aunque estemos mal, sigue siendo mi hermana."

Me resultaba muy agradable estar con ella, siempre me hacía reír y conseguía animarme hasta en situaciones difíciles como esta. Y, realmente, cada vez me parecía más guapa. Era una de esas bellezas que aumenta a fuerza de mirarlas. Supongo que, con el cariño que le estaba tomando, era normal que me pareciese más bella.

"Venga, va, dejémonos de dramas y empieza a contarme la historia con esa pedazo mujer que te comiste este fin de semana. Eres una guarrilla, jeje."

"No te voy a contar mis intimidades, nunca lo he hecho y no voy a empezar ahora… además, no creo que sea muy diferente a lo que puedes hacer tu con tus rolletes."

"Ahora resulta que eres tímida, joder… bueno, entonces que, lo de la chica asturiana se ha quedado solo en una noche loca, loca, loooocaaaa" – dijo acompañando sus palabras con la melodía de Francisco Céspedes mientras yo la miraba con cara de circunstancias.– "Vale, tía sosa. Luego no te enfades cuando decida ignorar tus historias con Lucía."

"Hablando de Lucía, me la encontré la pasada semana y me dijo que por qué ahora pasaba de ella. Al despedirse me besó en los labios y me dejó hecha polvo. No entiendo por qué narices no soy capaz de alejarla de mi cabeza."

"Eso te pasa porque no me has besado a mi. Dentro de algún tiempo te darás cuenta de lo mucho que me quieres y de que no puedes vivir sin mi."

"Hija de mi vida, contigo no hay quien pueda…"

"A ver, San, podría estar compadeciéndote todo el rato, pero para eso te bastas tu sola. Yo prefiero animarte y hacerte reír, y ¿por qué no? Intentar llevarte al huerto. Si prefieres que te diga que esa chica es una perra que no sabe lo que quiere, pues te lo digo. O tal vez quieres escucharme decir que, con respecto a tu hermana, no tiene razón y todo va a salir bien, pero no va conmigo decir esas cosas. Tú sabes que Lucía es una perra y que tu hermana no tiene razón. ¿Para que quieres que te lo recuerde?"

"Ruth, eres una gran amiga. En serio."

Se puso colorada, supongo que, de vez en cuando hay que reconocer los méritos de otros al tratar de conseguir una sonrisa tuya. Y, esta chica, estaba consiguiendo entrar en mi vida haciéndomela un poco más fácil y llevadera. Cuando me miraba conseguía tranquilizarme y siempre estaba pendiente de mí.

Acabamos nuestros desayunos y me acompañó a mi casa. Mientras caminábamos ella iba más callada de lo normal y no dejaba de mirar al suelo. Le pregunté varias veces que qué era lo que le pasaba, pero no me lo decía. Cuando llegamos a mi portal levantó la vista del suelo.

"Oye, San, hay algo que me gustaría decirte." – en ese momento mi hermano abrió la puerta.

"Hola chicas, me marcho corriendo que llego tarde a trabajar. Creo que tú y yo deberíamos hablar un rato luego. Intentaré llegar antes de que te vayas. Hasta luego."

"Vale Víctor, nos vemos luego." – mientras se alejaba me quedé cavilando en sus palabras con la sensación de que todo aquello iba a tener relación con mi hermana. Me volví hacia Ruth. – "¿Qué me ibas a decir?"

"Bueno, nada. Si eso quedamos mañana y te lo cuento. No tiene importancia, no te preocupes."

"Como quieras, pero puedes pasar. Ahora no hay nadie y podemos charlar un rato las dos tranquilamente."

"Es mejor que no. Lo dejamos para otro momento. Es mejor que me vaya."

Se acercó para darme un beso y, como no me moví, me lo dio en los labios. Se quedó estática durante unos momentos con sus ojos fijos en los míos y luego se marchó con paso muy apurado. Casi corriendo. Pensé que era mejor no darle ninguna importancia, ya eran demasiadas cosas para un solo día.

"¿Diga?"

"Hola San, soy Alba. Te llamo para decirte que ha venido una amiga mía y nos vamos de cena. Como luego nos toca trabajar, pensé en que te apetecería venir."

"No se que decirte."

"Vamos mujer, di que si. Me apetece que la conozcas, así que, no se hable más: a las 20:00 en frente del bar de Leti."

"Vale, petarda."

Cuando llegué, Alba estaba sola charlando animadamente con Leti.

"Hola chicas."

"¡Hola Sandrita! ¿Me has echado de menos durante todos estos días? Yo a ti si."

"Pues si mi amor, no llegaba el momento de volverte a ver. ¿Todavía no ha llegado tu amiga?"

"Estará al caer. Me llamó antes para decirme que va a venir con una amiga… y si antes preguntas, antes aparecen."

Me giré mientras entraban por la puerta una chica rubia y otra morena con sendas sonrisas en la boca.

"Hola Alba, corazón, ¡estás preciosa!"

"Tu también niña. ¡No has cambiado nada cabrona! Aunque, ahora estás más guapa… parece que te sienta bien eso de tener novia."

"¿A caso lo dudabas? Me costó un pelín conseguirla, pero ha merecido la pena. Bueno, te presento a Mari, una buena amiga que viene directa de Venezuela. A ver si dejamos el pabellón español bien alto para que se vaya con buen sabor de boca."

"Encantada Mari. Espero que disfrutes mucho de tu estancia en esta tierra. Yo también os quiero presentar a alguien: esta es San, mi compañera de trabajo y amiga."

"Hola" – no se me ocurría mucho más, me había quedado prendada de la chica rubia que se estaba acercando a mí para darme dos besos.

"¿San? ¿De donde viene ese nombre? A mi me puedes llamar Mari, todos me llaman así." – que voz más dulcemente sensual tenía esa mujer

"No acapares toda su atención, que ya sabemos que, con ese encantador acento, te las vas a llevar a todas de calle…"

"¿Por qué no te callas? Ahora en vez de decírselo un español a un venezolano, se lo va a decir esta venezolana a la gallega." – le soltó con todo su acento consiguiendo una carcajada general.

"Voy a ignorarte " mamita ". Yo soy una hermosa e inteligente persona, además de una atractiva y arrolladora mujer, pero puedes llamarme Pilar."

"Jajaja, de acuerdo, te llamaré Pilar."

Las cuatro nos despedimos de Leti y tomamos camino al restaurante donde había reservado mesa Alba. Íbamos muy animadas charlando pero mis ojos se habían quedado centrados en la venezolana que nos acompañaba. Tenía unos rasgos dulces y su forma de hablar era muy cercano y sexy. Además, su presencia me empujaba a fijarme en ella.

"Todavía no me has dicho de donde viene tu nombre." – uff, estaba hablando conmigo y yo me sentí un poco intimidada. No era como las chicas que había conocido hasta aquel momento. Con su simple presencia, te sentías atraída irremediablemente.

"Pues, de Sandra, que es el diminutivo de Alejandra. Tu nombre es muy bonito. ¿A qué te dedicas?"

"Soy periodista y, a parte de otras muchas cosas, estoy escribiendo un libro."

"¡Vaya! A mi me encanta leer." – pero, cuantas tonterías digo cuando estoy nerviosa. Hubiese sido mejor que le hubiese preguntado de qué trataba. No aprenderé.

"Me alegro de que te guste leer."

Nos sentamos a la mesa y yo estaba al lado de Pilar y enfrente de aquel monumento humano.

"Bueno, San, Alba me ha contado que estás en un momento algo delicado. Tu hermana no lleva demasiado bien tu salida del armario, ¿no? Pues, mira, no te preocupes por eso, la mía tampoco lo llevó bien, pero cada uno tiene que seguir su vida y dejar un poco al margen a los demás." – soltó Pilar de repente.

"Si me disculpas, amiga, tampoco encuentro necesario salir del clóset para disfrutar de las mujeres." – cada palabra que Mari decía lograba encandilarme un poco más.

"Está claro que no, pero, en su caso, ya lo ha hecho, y por la puerta grande." – sentenció Pilar.

"No me intimidéis a la niña ya de buenas a primeras." – dijo Alba para intentar cortar el tema.

"No importa, en serio. Lo que pasa es que no me apetece hablar de ese tema, todavía está demasiado reciente."

"En fin, cositas… como dicen en mi pueblo hai que ir indo ." – dijo Pilar.

Después de aquel momento de seriedad, comenzamos una conversación de lo más animada. Las dos chicas resultaron sumamente divertidas y grandes conversadoras. Pilar era especialmente payasa (en el buen sentido), directa y graciosa y se notaba que le tenía un gran cariño a Alba. Nos habló sobre muchas cosas, pero, sobre todo, de su novia. La verdad es que, cada vez que la mencionaba, se le iluminaba la cara y no podía disimular lo enamorada que estaba. Sentí envidia sana de ella. Mari era un poco menos "bruta" y tenía una sensualidad de movimientos que te obligaba a contemplarla sin prisas. Ella también nos habló de su pareja, un chico al que adoraba y que le permitía disfrutar de una relación abierta y sin complejos. Hablaba con mucha naturalidad sobre su bisexualidad y también sobre el tratamiento de la homosexualidad en su país.

Fue una pena que Alba y yo nos tuviésemos que ir a trabajar, me hubiese gustado poder haber disfrutar un rato más con ellas. Por suerte, se iban a quedar un par de días más e íbamos a quedar de nuevo.

"¿Qué te han parecido? Me ha caído muy bien Mari, es muy agradable charlar con ella. Encima, es guapa. Pero Pilar, es mi debilidad. Somos amigas desde hace tiempo y es muy cariñosa. Cuando menos te lo esperas, aparece y te arranca una sonrisa. Ella siempre está riendo, por muy fastidiada que esté. Y, desde que tiene novia, está mucho más guapa. Aunque, no se por qué, creo que a ti te encandiló mucho más la venezolana."

"Me cayeron muy bien las dos, pero Mari es un pedazo de mujer…"

"Yo creo que tu también le caíste bien… jeje, estás hecha toda una ligona. Supongo que, después de tantos años sin saber de nosotras, ahora te estás desahogando por la vía rápida."

"Una que hace lo que puede… suerte de la principiante."

Me pasé todo el turno pensando en Mari y en lo diferentes que se viven las cosas de un país a otro. Nosotros nos acostumbramos a los lugares en los que habitamos y, muchas veces, no nos damos cuenta de las cosas que ocurren en el resto del mundo.

En España, aunque nos quejemos, la vida es mucho más fácil. Tenemos presencia en muchos lugares y la igualdad está, mas o menos, a la orden del día. En muchos otros países la vida no es así. Hay lugares en los que lo homosexuales sufren juicios marcados por las leyes y normas con las que juzgan a los terroristas. En otros son condenados a torturas y prisión. En otros, directamente, son condenados a muerte.

Incluso hay países desarrollados en los que chicos y chicas son asesinados por tratar de vivir su vida como quieren. Me sorprende sobremanera la hipocresía que nos rodea y me preocupa que ese sea el ejemplo que vayamos a vivir nosotros, nuestra joven generación, y las generaciones que nos seguirán. Y soy consciente de que este no es el único problema en el mundo, pero es algo por lo que, también, nos deberíamos preocupar.

A veces me sentía un poco mal por acordarme en aquel momento de reflexionar a cerca de esos temas cuando, hacía no demasiado, ni siquiera me molestaba en prestar atención. Cada uno ve el mundo a través de sus ojos y ahora mis ojos ven este mundo diferente y ligeramente complicado.

Es curioso lo rápido que pasa el tiempo a veces. Parecía que habían pasado un par de horas desde que las habíamos dejado, y ahora estábamos Alba y yo ultimando los detalles de la cena (que iba a ser en su casa). Tenía ganas de volver a verlas, me habían gustado mucho como conversadoras y, de paso, también me había gustado verlas. Sobretodo a Mari.

Cuando llegaron nos repartimos besos y abrazos varios. Nos habíamos puesto todas de punta en blanco y parecía que estábamos en un restaurante de esos finos, sobretodo, por lo bonita que me había quedado la mesa

"¡Que cena más apetitosa!" – una palabra suya bastaba para ponerme tontita.

La cena estaba siendo todo un éxito y nos lo estábamos pasando realmente bien. Sobre todo cuando Alba y Pilar comenzaron a contarnos sus batallitas de juventud. Vaya par de locas. Mientras comencé a notar como Mari me miraba cada vez más profundamente.

Al principio pensé que eran imaginaciones mías, pero, cuando yo me fijaba en ella, no torcía la cara, si no que mantenía el contacto visual. Sus ojos parecían sacados de un libro de misterio, aunque su cara era angelical. Era una especie de diablo con alas, de esos que no debes desear, sin embargo, los necesitas poseer, aunque solo sea una vez. Era consciente de que, para ella, yo no era más que una niña.

El tiempo pasaba volando y, después de ingerir la copiosa cena preparada por la anfitriona, decidimos sacar nuestros cuerpos de paseo por la ciudad. Por algo nos habíamos puesto tan elegantes.

Fuera llovía un poco, calabobos que le llaman, así que nos dirigimos rápidamente al bar de Leti. Había bastante gente, para ser un jueves, así que nos unimos a la fiesta para bailar dándolo todo. No se por qué será que, ese día por la semana, sale lo mejor de cada casa.

"¿Qué tal te lo estás pasando?" – de perdidos al río, si no lo hacía, reventaba.

"Pues, muy bien. Aunque podía estar bastante mejor, si tu quisieras."

"Tu me dirás que puedo hacer para mejorar tu noche."

No hizo falta decir mucho más para que sus manos se posaran en mi cintura dando comienzo así a un baile más sexual que sensual. Me vi envuelta en sus redes y todas aquellas melodías nos ofrecieron la posibilidad de dar rienda suelta a nuestro cortejo inicial. Las maneras imposibles en las que su cuerpo ondulaba conseguían que mi excitación aumentara.

Era como estar en la película Instinto Básico, durante aquel caliente baile entre Sharon Stone y Leilani Sarelle. Solo que, ninguna de las dos iba a necesitar a ningún Michael Douglas. Ella estaba pegada a mí por detrás y comenzó a acariciar mis costados mientras yo solo pude agarrar su cabeza y girar la mía para intentar encontrar su boca. Pero esa mujer quería ser un poco cruel y me dejó con las ganas y tan solo pasó su lengua por mi oreja.

Esa situación, lo cargado del ambiente, ser el centro de todas las miradas y tener a aquella venezolana clavando sus tetas en mi espalda me estaba arrastrando a un remolino de sensaciones, cada cual más excitante, en el que nunca antes había estado. Quería, necesitaba darme la vuelta y comérmela entera allí mismo, pero me tenía fuertemente agarrada y no me dejaba moverme. Se notaba que disfrutaba haciéndome sufrir así.

Bastaba con echar un vistazo a nuestro alrededor para darse cuenta de que no éramos las únicas que disfrutaban con el bailecito. Nuestras amigas miraban embobadas nuestra actuación sin dar crédito a lo que veían y el resto de la muchedumbre se dedicaban a actuar como animadas espectadoras, incluso, algunas, se atrevían a imitar nuestros pasos para disfrutar de su propio momento "Sharon". Nunca me había encontrado en una situación así.

"Una vez alguien me dijo que hacerle el amor una mujer es como pintar un lienzo en blanco. Quiero que seas ese lienzo para poder utilizar mis manos como pinceles y enseñarte como se debe crear una acuarela de placer."

Mientras regalaba mi oído con tales palabras, alcanzó mis pechos con sus manos para después, por fin, besarme apasionadamente desde atrás. Creo que casi me caigo por la excitación de aquel tórrido momento. Juro que casi llego al orgasmo solo con sus palabras y con ese ligero apretón en mis pechos.

Pilar se acercó a nosotras, pero Mari no permitió que me deshiciera de su abrazo. Quería tenerme allí y yo estaba dispuesta a ser obediente con mi maestra. Hablaron entre susurros y no entendí nada de lo que dijeron. Luego Pilar me besó en la frente y me dijo:

"Disfrútala, ella te va a enseñar donde está el paraíso. Y, que sepas, que eres la envidia de todo el local."

Esas palabras me hicieron desear mucho más a la venezolana que seguía emperrada en hacer que mis pechos gritaran suplicando desesperados su boca en ellos. Su lengua volvió a mi boca que tenía sed de su saliva. No me podía creer que me estuviese poniendo así de desesperada por nadie en un lugar público. No podía evitar revolverme así contra ella deseando arrancarnos la ropa para dejar que me poseyera.

"Sabes, Pilar me ha dado las llaves del hotel y quiero que me des una sola razón para que te lleve."

"Porque, ahora mismo, estaría dispuesta a llevarte en brazos hasta Venezuela solo para que me siguieras tocando." – la excitación me había hecho perder la razón y lo único que deseaba en aquel momento era a ella. Mari, el diablo con alas.

Tomamos rumbo a aquella habitación que sabía que iba a ser un despertar para mí. Iba acompañada de aquella que quería mostrarme lo chévere que resulta ser mujer a su lado y yo estaba ansiosa por comprobarlo.

Cuando cruzamos el umbral de la puerta se sentó en la cama mientras yo seguía de pie, algo desorientada, y me pidió que me desnudara para ella y después que me sentara sobre su regazo. Y así lo hice, mientras ella me observaba impasible, quedando con una falda y su sujetador.

Me senté sobre ella de lado y comenzó a besarme de nuevo mientras volvía a tocar mis pechos, esta vez sin nada entre su piel y la mía. Pellizcaba suavemente mis pezones consiguiendo que, de vez en cuando, tuviera que separar nuestras bocas para tomar aire. Quería tocarla yo también, pero, cada vez que hacía por cambiar de posición, me apretaba un poco mas fuerte el pecho, sin hacerme daño, consiguiendo paralizarme un poco más y humedecerme como nunca lo había estado antes.

De repente, ya no había dos manos asidos a mis pechos. Una de ellas comenzó a deslizarse hacia el lago de Valencia que había entre mis piernas. Comenzó a recorrerlo despacio mientras yo comenzaba a jadear como si estuviese corriendo una maratón. No me podía creer que, con aquel escaso roce, pudiera nadie conseguir aquel increíble resultado.

"Dime, pequeña, dime que deseas que te penetre con mis dedos."

"Por favor, hazlo ya, deseo tus dedos, deseo…"

Sentí como esos dedos se adentraban en mí. Sentí como el brazo que me rodeaba me agarraba con más fuerza para evitar que me cayera. Sentí como una corriente eléctrica recorría mi columna enviando mil y un mensajes al epicentro del placer.

Sus movimientos eran lentos pero muy firmes, constantes y delicados. No pude evitar que los quejidos salieran de mi boca con cada una de sus embestidas. Y su boca se apoderó de mi cuello para pasear su lengua por el sin perjuicio alguno.

Cuando estaba a punto de correrme, paró y me colocó de rodillas en frente de ella. Seguía sentada en la cama y, sin quitarse la falda, se deshizo de su ropa interior mostrándome sus intimidades.

"Muéstrame como chupáis el coño las españolas."

Un deseo, una orden. Me fui acercando de rodillas, despacio, y comencé a besar sus rodillas, primero una y después la otra. Luego pasé a utilizar la lengua para ir deslizándola por la cara interna de sus muslos hasta llegar a aquel punto que llevaba toda la noche deseando. Ella también estaba húmeda y yo estaba hambrienta.

Empecé despacio, para calentarla más. Y, aunque no podía ver su cara por estar yo bajo su falda, podía sentir todo lo que pasaba a través de los movimientos que se transmitían a su vulva. Quería devorarla entera, pero deseaba hacerla disfrutar el máximo posible. Así que me esmeré en hacer todo aquello que sabía, así como aquello que no sabía.

Después de un rato reconociendo la zona con la punta de mi lengua, abrí la boca para regalarle la mejor mamada que supe dar. Succioné, lamí, penetré y hasta inventé nuevos conceptos en el arte amatorio oral. No pude evitar penetrarla con mis dedos mientras mi boca se apropiaba de su clítoris hinchado.

En ese momento se tumbó en la cama y, llamándome por mi nombre, me pidió que la dejara compartir aquel momento conmigo. Así que, después de acomodarnos un poco mejor y de darnos unos cuantos besos, puso sobre mi aquella parte que acababa de conocer, mientras ella se apoderaba de mi pobre vagina que pedía a gritos que pusieran punto y final a lo que se había empezado.

La lengua de esa mujer era un pecado en si, y los movimientos de sus caderas sobre mi boca eran más de lo que una persona puede aguantar, por lo que me vine como si las cataratas del Niágara hubiesen entrado de repente en aquel cuarto de hotel.

Me quedé casi sin fuerzas para acabar lo que había empezado con ella. Esa mujer me había aspirado toda la energía. Pero aún me quedaba mucho por ver, así que, se giró, sentándose sobre mi boca, ofreciéndome una privilegiada visión de su cuerpo de diosa. Mientras que mi lengua inspeccionaba el interior de su vagina, su mano derecha se acariciaba el clítoris y la izquierda hacía lo propio con sus pechos.

Una de las siete maravillas del mundo era venezolana y estaba encima de mí cuando se corrió como solo una española puede conseguir que alguien se corra.

Exhaustas acabamos las dos después de hacer una (o varias) continuación (es) a aquello. Y, por desgracia, a las seis de la mañana, tuve que abandonar aquella hermosa cama y a aquella hermosa mujer.

"San, amor, me llevo un grato recuerdo de esta tierra gracias a ti. Espero que te vaya bien en la vida."

"Prometo visitar Venezuela, aunque el recuerdo ya lo tengo. También deseo que te vaya bien."

Aunque la despedida fue un poco extraña, me quedó un grato recuerdo de aquella mujer. Fuerte y al mismo tiempo frágil, dura y a la vez encantadora.

Aquella experiencia marcaría un antes y un después en mi vida