San - Saltos en el tiempo

No sabía nada de esto, de verdad...-Por muchas experiencias que acumules, sigues siendo ingenua hasta la saciedad, amiga.

"Hola San, ¿entras a trabajar ahora o tienes un rato para tomar un café conmigo?"

"Vaya sorpresa, Luci. La verdad es que he quedado aquí dentro de un par de minutos y me apetece estar sola mientras. Todavía me falta una hora para entrar a trabajar."

"Me apetecía verte y charlar un rato contigo."

"Y ¿qué es lo que me quieres decir? ¿Tal vez que me echas de menos? A lo mejor necesitas un oído que escuche todas tus aventuras o, quizás, añoras sentir un orgasmo como los que yo te dí."

"No es necesario que seas tan dura conmigo. Quería verte porque, si, te echo de menos, y no solo como amiga…"

"Jajajaja, no me hagas reír nena. Me dejaste bien claro lo que había y yo te dije que necesitaba tiempo para olvidarte. ¿Que pasa? ¿Qué si a la señora le apetece tenemos que ponernos todos a sus pies?" – le hice una reverencia al tiempo que me daba la vuelta para seguir caminando.

"¡Sandra! ¿Se puede saber que es lo que te pasa? Te estoy diciendo que te echo de menos, que tengo ganas de estar contigo y ¿me respondes así?"

"Pues si, te respondo así. Mira Lucía, estoy cansada y no quiero que me vengas ahora con esas tonterías. Ya no tengo ganas de volver a comerme la cabeza tratando de averiguar cuanto te va a durar esta vez, si me quieres o si yo te quiero a ti. Estoy harta de todo eso. Me he dado cuenta de que no eres el epicentro de mi vida y..."

No se que parte de todo el tema no entendió. Tal vez lo que le dije era demasiado sensual para ella, pero, cuando me quise dar cuenta, me estaba besando a lo loco en aquel pequeño parque.

"Quiero que nos veamos mañana. Quiero tener una digna despedida tuya. No puedes dejarme así."

"Adiós Lucía, te deseo lo mejor." - Si me llegan a decir unos meses antes que de mi boca saldrían aquellas palabras no me lo hubiese creído ni en sueños. Pero había algo en aquel momento que me tenía la cabeza muy ocupada

Después de mi noche loca con Mari, tuve que enfrentarme al consiguiente vacile de Alba debido a las marcas de mi cuello. Ella también había tenido lo suyo con una chica a la que conoció aquella misma noche pero, según su versión, no había habido más que un par de magreos.

"Si es que, al final, tu sola vas a juntar más experiencias que la mayoría de las lesbianas del lugar. Estás hecha toda una fiera. Pero… ¡mira eso! Ahora va a resultar que, en vez de venezolana era una vampiresa."

"Te puedes reír tu, mona. No hace falta buscar a ninguna venezolana para que te chupe la sangre… ¿me equivoco?"

"Bueno, no pretenderás que me pase la vida practicando el onanismo. El amor propio es bueno, pero, ya sabes lo que decía Jesucristo: compartir es amar. Y yo tengo mucho amor acumulado. Por cierto, hablando de cristianismo, ¿pasa algo entre Ruth y tú?"

"¿Por qué me preguntas? Que yo sepa, las cosas están bien, aunque, ni ayer ni hoy he tenido noticias sobre ella."

"Leti me preguntó si había algo entre vosotras porque Ruth había ido a saludarla y, cuando te vio en pleno baile, se quedó mirando con carita… bueno, ya sabes. Luego me dijo que, en cuanto os empezasteis a besar, ella se fue muy apurada y con los ojos inundados."

"Le habrá pasado algo con su último rollete, pero, entre nosotras no hay nada más que una buena amistad."

"A ver, nena, a lo mejor para ti solo hay una amistad. Pero, quizás ella, te ve como algo más."

"No digas tonterías Alba. Si quisiera algo conmigo, lo normal sería que me lo hubiese dicho. Ni me dijo nada ni noté nada tampoco."

"¿Sientes algo por ella?"

"Es mi amiga y le tengo mucho cariño. Me parece guapa y atractiva, pero nada más. Dos chicas, por muy lesbianas que sean, no tienen porqué acabar liadas siempre. Esas cosas solo las hace Leti."

"Bueno mujer, no es necesario que te pongas así. Aunque, te lo digo por bien, deberías hablar con ella y preguntarle."

Seguí mi ronda sin Alba, no me apetecía que me dijera lo que Ruth sentía o dejaba de sentir por mí. Ya era todo demasiado complicado como para ahora empezar a pensar en si mis sentimientos estaban cambiando o algo similar. Lo que si tenía claro era que, por mucho que lo evitaba y por mucho que me fastidiaba, mis sentimientos por Lucía seguían ahí.

Pero mí querida amiga y compañera de trabajo había conseguido preocuparme a cerca del estado de Ruth. Le había mandado un par de mensajes y no me había contestado ninguno. Lo achaqué a que querría desintoxicarse de mí un tiempo. Pero no pensé que pudiera ser por otro motivo. ¿Qué debía hacer? ¿Preguntarle si estaba enamorada de mi para después decirle que este era un momento complicado?

La mejor opción era esperar a salir del hospital y comprobar si me venía a recoger como todos los días. Y, si no venía, ir yo a buscarla a ella.

¿Y si Alba y Leti tenían razón y Ruth sentía algo más por mí? ¿Qué sentía yo por ella? ¿Qué le tenía que decir? Si ellas estaban el lo cierto la chica lo debió pasar mal durante este tiempo… aunque ella se interesaba demasiado por lo que yo hacía y dejaba de hacer con el resto.

Y luego estaba el caso de la semana anterior. Se me vino a la cabeza de golpe aquel momento de la semana anterior cuando me acompañó a mi casa. Quiso decirme algo y luego se echó atrás. Tampoco quiso entrar en mi casa sabiendo que estaríamos solas.

Me estaba agobiando demasiado sin siquiera saber lo que pasaba en realidad. Tal vez solo se sentía mal por algo y quería hablar conmigo y, al verme con Mari, se enfadó y se fue sin más. No tenía por que ser amor necesariamente. Tampoco entendía por qué me embargaba esa gran sensación de ansiedad al pensar en todo aquello. Es más divertido cuando no hay ningún tipo de sentimientos en medio.

Debí recorrer los pasillos que tan bien conocía unas 30 veces aquella noche y no conseguía dejar de pensar en todo aquello de los sentimientos. Los míos, los de Lucía, los de Ruth, los de mi hermana Nadia (no se por qué, pero también me acordé de ella) y los de los jugadores de la Selección… en fin, había comenzado la noche con mucha alegría y en aquel momento solo tenía ganas de salir corriendo.

"Ya estamos acabando el turno y no me has dirigido la palabra en toda la noche. Supongo que es por lo que hemos hablado antes y que no va el caso conmigo. No te lo he dicho por dejarte mal ni nada de eso, pero bueno. Quizás no debí haberme metido."

"No te he hablado porque tenía mucho en que pensar. Lo he pagado contigo y no ha sido justo. Lo siento. Sabes, voy a hacerte caso y la voy a hablar con ella. No me gustaría perderla."

"No tiene por que pasar nada nena. Llámala y pregúntale. A lo mejor también se trata de una de las miles de idas de olla de nuestra promiscua Leti."

Dejamos allí el tema y nos fuimos a cambiar de ropa. Me encontraba extrañamente nerviosa y, no se como, pero mientras el ascensor nos conducía a la planta baja, no dejé de desear que Ruth apareciera como de costumbre con una sonrisa y un pastel.

Pero Ruth no apareció, ni con ni sin pastel. Tomé el móvil entre mis manos y marqué su número. Después de toda una noche pensando y haciendo cabalas sobre todo el temita, necesitaba hablar con ella con suma urgencia.

"¿Diga?"

"Hola Ruth, soy San. Es que… tenía ganas de hablar contigo y, ni ayer ni hoy, has venido a buscarme. ¿Te pasa algo?"

"San, no he ido porque estoy en la cama. Supongo que no sabes que hoy es domingo y ayer fue sábado y que ninguno de esos días se me da por ir a las ocho de la mañana de visita."

"¡Oh, mierda!, ¡no me acordaba de que era domingo! Discúlpame colega, no quería despertarte. Seguro que saliste ayer…"

"Que va, llevo todo el fin de semana encerrada en casa algo enfermita. Mi compañera de piso se fue a casa de sus padres y estoy más sola que la una."

"¿Y si hoy me convierto en ti y te llevo el desayuno? Ya se que es temprano, pero ahora que estás despierta…"

"No se San. Estoy bastante cansada y quería quedarme aquí tirada sin hacer nada."

"¿Me estás dando largas?"

"Lo estaba intentando, pero ya me voy dando cuenta de que eres bastante cabezota. Puedes venir, pero solo si me traes unos churros y un tazón de chocolate."

"Sus deseos son órdenes para mí. En quince minutejos me tienes allí."

Cuando colgué el teléfono me sentía bastante mal. Ella no tenía ganas de verme y yo había insistido hasta conseguirlo. Pero necesitaba aclarar las cosas con ella. Tanto comerme la cabeza durante toda la noche no me había sentado demasiado bien.

Y a unos minutos de reunirme con ella, mi cabeza había vuelto a darle vueltas a todo aquello. A lo mejor no había pasado nada, tal vez había sido todo una suposición absurda de Leti. Quizás lo que me quería decir el otro día no tenía nada que ver con sus sentimientos hacia mí.

Después de decirle aquello a Lucía me di la vuelta y vi como Ruth nos miraba moviendo la cabeza de forma negativa. Me quedé paralizada y quise salir corriendo hacia ella para explicarle lo que había pasado. Pero me mostró la palma de su mano a modo de stop y se fue de allí.

Me sentí la persona más estúpida del mundo aunque la culpa no había sido mía. Me volví hacía Lucía y la miré con cara de odio. Ahora entendía lo del beso.

"¿Lo has hecho a propósito?" – me estaba sonriendo maliciosamente y deseé con todas mis fuerzas ser mas agresiva y arrearle un buen bofetón.

"Me la presentó Leticia hace un par de días. Estuvimos hablando sobre ti y me di cuenta de lo mucho que le gustabas. Hasta creo que puede estar enamorada de ti. Sentí celos de que pudiera separarnos y…"

"¡Hija de puta! ¡Tu y yo nunca hemos estado juntas! Pensé que eras mi amiga, que, a pesar de todo, había cariño entre nosotras y, ahora, me doy cuenta de que, no solo me utilizaste, si no que pretendes que permanezca pegada a ti aunque sufra."

"No es eso San, yo… yo…"

"Me da igual Lucía, me da igual lo que me vayas a decir ahora mismo, no me importa lo más mínimo que te sientas bien o mal… si, al final va a ser cierto, del puto amor al odio hay tan solo un paso."

"No te lo tomes así, no es lo que tu crees. Yo creo que… creo que me he enamorado de ti."

"Vete a al mierda." – nunca antes había estado tan crispada. Quería abofetearla, gritar como una loca y destrozarle la vida. Pero, en lugar de eso, bajé todo lo que pude mi tono de voz y, susurrando le dije – No quiero volver a verte, a saber nada de ti. No te me acerques y borra mi número para siempre. Que no se te ocurra decirme nada más. Nunca. ¡NUNCA!"

Me di la vuelta. Ella estaba llorando desconsolada. Trató de sujetarme por el brazo, pero mi mirada le había dolido más que un puñetazo en la boca. Tenía que ver a Ruth y hablar con ella.

La llamé al móvil, pero estaba apagado. Di varias vueltas al parque y también me acerqué hasta su casa. Luego me pasé por el bar de Leti, pero todo fue inútil, no conseguí encontrarla por ningún sitio. ¿Por qué cojones no salí corriendo tras ella? Encima tenía que ir a trabajar y no podía seguir buscándola.

<>

..

Mientras entraba en el ascensor, una sensación de nervios embargó mi cuerpo. Mis manos estaban heladas a pesar de que en ellas tenía el chocolate caliente. Salí y Ruth me estaba esperando con la puerta abierta, cara de sueño y solo con una camiseta XXL. No me sonrió como de costumbre, aunque forzó un gesto similar a una sonrisa. Sus ojos estaban algo hinchados, pero supuse que sería del sueño.

"No hace falta que te diga que eres una bruja por llamarme a estas horas un domingo."

"Joooo, tenía ganas de verte. Hace mucho que no se nada de ti."

"Uff, por lo menos desde miércoles… un montón, vamos."

"¿Estás muy borde o son imaginaciones mías?"

"Estoy borde y recién levantada. Últimamente estoy bastante decaída y antisocial. Por eso te daba largas cuando hablamos por teléfono antes."

"Lo siento Ruth, pero estoy algo preocupada por ti. Te he enviado algunos mensajes y no me has contestado. No se, te he echado de menos estos días."

"He visto los mensajes, pero, es lo que te decía, no tengo ganas de relacionarme con nadie. Estoy en un momento que quiero que sea mío. Ya sabes, yo me lo guiso, yo me lo como."

"Bueno, pero yo estoy aquí para lo bueno y para lo malo. Quiero que lo sepas y que cuentes conmigo. Tú también has estado a mi lado desde que nos conocimos. Es como si fueras una amiga de toda la vida." – me miró fijamente y se emocionó un poco. Sus ojos se llenaron de lágrimas y la abracé con fuerza. – "Voy a llamar a mi casa para decirles que no voy, que me quedo aquí. Me dejas descansar un rato y luego preparo la comida. Por la noche trabajo, pero, hasta entonces, aquí me tienes. A tu disposición."

"Vale. Me alegra que te quedes. Supongo que todos necesitamos una amiga de vez en cuando."

Después de llamar a casa tomamos nuestro light desayuno con algunas risas forzadas por su parte. No es que yo me caracterice por ser la más graciosa del mundo, pero algo simpática si que soy. Pero me di cuenta de que ella tenía la cabeza en otro lugar.

"Quería saber que era lo que me ibas a decir el otro día. Al final me quedé con las ganas."

"No me acuerdo, supongo que sería una mentira o algo sin importancia." – me estaba mintiendo. Se había puesto algo colorada y no me miró a los ojos. – "¿Quieres echarte? Yo también voy a meterme en la cama un rato. Me duele la cabeza porque no he dormido bien."

"Si, va a ser mejor. Trabajar en el turno de noche es muy cansado."

"Puedes irte a mi cama, yo me quedaré en el sofá."

"¡Era lo que faltaba! De eso nada, en todo caso será al revés." – cuando entré en su cuarto vi que su cama era bastante grande así que… - "Pero podemos echarnos juntas, con esta cama no tenemos ni que encontrarnos…"

"No se si será una buena idea. Tu estás muy cansada y…"

"Vamos mujer, no es para tanto. Nadie se murió por dormir con una amiga…"

Me estaba dando una camiseta para que me cambiara de ropa y, al hacer el último comentario, su cara se volvió un poco rara. Preferí no darle demasiada importancia a ese hecho. Ya estaba siendo un momento suficientemente extraño como para darle vueltas a todo.

Nos tumbamos las dos en la cama y me acurruqué a su lado. Ella pasó su brazo bajo mi cuello y comenzó a acariciarme cariñosamente la espalda. Quería hablarle sobre lo que había pasado el día de mi super baile, pero no me parecía un buen momento. Estábamos bien así y no quería estropearlo.

Comencé a pasar mis manos por su abdomen, bajo la camiseta. Me gustaba mucho esa sensación. Ella se comenzó a poner nerviosa, lo noté porque sus abdominales se contrajeron y la mano que me acariciaba dejó de hacerlo.

"San, por favor, para."

No se ni por qué lo hice, en serio. Ella me atraía mucho desde que nos habíamos conocido y, estando en esa postura tan cómoda con ella, con sus mimos y sus aromas, no pude evitar incorporarme mirándola fijamente a los ojos. Quería besarla. Tenía muchas ganas de hacerlo.

"No, San, no hagas eso. No lo hagas, por favor."

Me fijé bien en su cara, en sus facciones, en su mirada fija en mis ojos, no pude evitar acariciar su gesto con mis manos. No la escuchaba, estaba demasiado entusiasmada en descubrir todas aquellas cosas nuevas para mí. Trató de incorporarse pero se lo impedí.

"San, te lo suplico, no me hagas daño. No juegues conmigo."

Despacio, con lentitud desesperante, me fui agachando para alcanzar sus suaves labios. Quería probarlos bien. Quería descubrir a que sabían. Y sabían a gloria. Al principio solo posé mis labios sobre los suyos y después comencé a pasear mi lengua por entre ellos. Ella puso sus manos sobre mi cabeza y se agarró a mi pelo con fuerza aprisionando más nuestras bocas. Las lenguas se presentaron y comenzaron a explorar todo lo que podían abarcar. Su saliva sabía a café todavía y sus dientes se aferraron a mi labio inferior, sin apretarlo demasiado, para después soltarlo y volver a pelear con mi lengua que deseaba a la suya.

Cuando empecé a posicionarme sobre ella reaccionó apartándose de mi y levantándose de la cama. Me dejó allí sola y no podía dejar de sentir como mis labios latían después de aquel beso. No me levanté inmediatamente, quería analizar la situación.

Es increíble descubrir los sentimientos que tienes hacia una persona con tan solo un beso. Me gustaba mucho y quería seguir besándola. No por hecho del placer de besar a otra persona, si no, porque realmente me deleitaba la idea de estar besando durante mucho tiempo a la misma persona. La quería como amiga y me atraía, eso lo sabía desde el principio, pero había descubierto que había algo más en mí para ella.

"Ruth, ¿Qué te ha pasado? ¿Estás llorando?" – cuando entré en la cocina vi como lloraba mordiéndose los labios.

"Si, estoy llorando. No se si realmente eres tonta o te haces la loca para no ver las cosas que pasan."

"¿A que te refieres? No entiendo nada, te lo juro."

"¿Recuerdas el otro día, delante de tu casa, cuando salió tu hermano, que te iba a decir algo? pues te iba a decir que me estoy enamorando de ti. Pero no te enteras. Lancé señales por activa y por pasiva y tu te dedicabas a no perder el tiempo."

"No lo sabía Ruth…"

"¿No te extrañaba que siempre estuviera tan pegada a ti? ¡Si hasta te soltaba burradas a ver si así lo entendías! Luego pensé que me ignorabas a propósito para no enfrentarte a mis sentimientos. ¡Hubiese sido más fácil que me dijeras que no querías estar conmigo!"

"Ruth, no sabía nada de esto, de verdad. Yo…"

"Y hoy te presentas en mi casa con un gran desayuno, en plan mejor amiga… ¡No te das cuenta de lo que eso supone para mi! E insistes en dormir conmigo alegando que, como somos amigas, no pasa nada. ¡Eres una idiota! ¡Te pedí que no vinieras! ¡Te pedí que no me acariciaras! Pero tú seguiste. Claro, como ahora siempre tienes lo que quieres, si te apetece echar un buen polvo conmigo, pues te lo echas…"

"No es así, realmente quería besarte y me pasó algo marav…"

"Ahora me dirás que yo también te gusto y que lo otro solo eran pequeñas pruebas para venir ensayada, como si yo fuera una película y tu una actriz…" – comenzó a murmurar por lo bajo sin dejarme decir ni una sola frase, tenía los ojos hinchados de llorar y seguía con aquella camiseta puesta.

Me acerqué por detrás y la tomé del brazo girándola hacia mí. Ella torció la cara y comenzó a sollozar de nuevo. La abracé y comencé a darle besos por la cara, por sus ojos, por la frente, en sus mejillas

"Ruth, estoy aquí y no quiero meter la pata contigo. Sabes que te quiero mucho y, aunque ahora no tengo muy claros mis sentimientos, quiero seguir aquí. Vayamos despacio, pero vayamos juntas."

La besé de nuevo en los labios, fue aún más tierno que en la cama. Quería demostrarle que yo también sentía cosas por ella. No quería perderla por nada del mundo. Mi lengua fue a buscar la suya, necesitaba encontrarla de nuevo y acariciarla. No podía despegar mis manos de su cara, la quería toda para mí. No soportaba verla llorar y, mucho menos, sabiéndome culpable.

Nos besamos durante largo tiempo, allí, de pie, en la cocina, ella aferrada a mi espalda y yo sujetando su cara con mis manos. Hasta que ella se separó poco a poco y las lágrimas volvieron a sus ojos.

"Es mejor que te vayas San…"

"No me voy a marchar. Quiero estar contigo. Y no te voy a decir eso de que quiero estar contigo ahora, no, quiero estar contigo ahora, mañana, dentro de un mes y, si sigue la cosa bien, dentro de un año también. Dame una oportunidad Ruth, no te arrepentirás, te lo aseguro."

"No me hagas más daño, por favor. No me rompas el corazón. Es mejor que te vayas, San. Hazme caso por una vez. Piensa bien las cosas antes de actuar. Vete, por favor."

La besé de nuevo, con más pasión. Respondió a mi beso y nos abrazamos con mucha más fuerza, como si ninguna de las dos quisiera romper aquel momento. Pero Ruth se separó de nuevo y me pidió una vez más que la dejara sola y no tuve más remedio que hacerle caso. No sin antes hacerle prometer que nos veríamos al día siguiente para hablar sobre esto.

..

" Si existe la posibilidad de que varias cosas vayan mal, la que cause más perjuicios será la única que vaya mal " dice uno de los corolarios de la ley de Murphy y, como no puede ser de otra forma, la ley en mi caso se cumplió.

No dejaba de recorrer los pasillos del hospital como una energúmena, enfadada con Lucía, conmigo por no haber reaccionado a tiempo, con Ruth por no contestar a mis llamadas. Alba me miraba tratando de averiguar que era lo que me pasaba, pero lo único que de mi boca salían era un sin fin de palabrotas y maldiciones a todas aquellas personas que acudían a mi cabeza.

¿Cómo podía ser posible que las cosas se hubiesen torcido así? No podía encontrar explicación alguna. Tenía ganas de llamar a Lucía… no, mejor, tenía ganas de tenerla delante para partirle su estúpida cara dura por haber hecho que Ruth saliera corriendo sin contestar a mis llamadas. Y para más INRI, allí estaba yo, encerrada en el hospital, sin poder plantarme delante de su casa para que me escuchara.

Al final va a tener razón el refranero y nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes… no quería pensar en que la había perdido, pero había visto como Lucía me besaba cuando le prometí que no le haría daño. No era culpa mía pero me sentía muy culpable.

La noche no acababa de pasar y estaba deseando que llegara la luz del día para plantarme en su portal y explicarle lo que había sucedido. Me perturbaba el hecho de pensar que, tal vez, me dijera que no, que no quería saber nada más de mí. Tenía muchas ganas de llorar y Alba se dio cuenta.

"A ver pequeña, ¿qué te pasa?"

"Pues que esta tarde había quedado con Ruth para hablar sobre lo nuestro. Ayer nos besamos y me di cuenta de que me gustaba mucho más de lo que pensaba, pero ella estaba asustada y me dijo que no quería que le hiciera daño. Y eso, que quedamos esta tarde para hablar y aclarar algunos puntos de la discusión, pero claro, me encontré en el parque con Lucía y me dijo que me echaba de menos y yo le dije que me dejara en paz, que ya no era el centro de mi vida. Entonces ella vio a Ruth a lo lejos, mientras yo le decía todo esto, y se acercó y me besó y ella nos vio y se marchó corriendo. Quise seguirla pero me paró y yo me quedé allí gritándole a Lucía porque lo había hecho a propósito. Luego fui a buscar a Ruth para explicarle lo que había pasado realmente pero ya no pude ponerme en contacto con ella y…"

"Que manía tienes de soltar a borbotones todo lo que te pasa hija. Menos mal que ya estoy acostumbrada. A ver, mujer, no te lo tomes tan a pecho que tiene solución. Deja que pase un tiempo y luego se lo explicas."

"Pero, ¿y si la pierdo? Necesito explicarle lo que ha pasado, que no ha sido culpa mía."

"Dale tiempo. Aunque se lo expliques mañana… no se, puede que no te crea. Todas sabemos de que va tu relación con Lucía y… un beso así…"

"Gracias por los ánimos, Alba. Me voy a gastar más suela, necesito pasear. Tal vez le envíe otro mensaje para explicarle las cosas un poco mejor." – dije sin convicción alguna. Tal vez tenía razón y no merecía ser escuchada.

<>

A las 7:30 ya estaba allí clavada como un poste de la luz. No paraba de pasear de un lado a otro deseando verla. Y, aunque mi cabeza no dejaba de centrarse en la idea de que me daría calabazas educadamente, el resto de mi no era capaz de dejar de aferrarse a un pequeño, ínfimo si.

Verla aparecer con una caja de pizza cuarenta y cinco minutos después de mi llegada fue una gran alegría. Estaba segura de que me daría la oportunidad de explicarle las cosas durante la cena.

"Hola Ruth"

"Puedes empezar a contarme eso que tanto me querías decir mientras subimos. Si me convences tendrás un trozo de pizza, si no, no entrarás en mi casa." – Así empezamos bien, tenía menos de un minuto para decirle todo lo que había pasado – "Vamos, empieza, el tiempo corre." – sin presión, mujer, tu puedes hacerlo bien.

Cuando entramos en el portal me quedé sin habla, no podía decirle en tan poco tiempo todo lo que quería y todas las ideas se agolparon de repente en mi cabeza. No me salían las palabras y estaba temblando. Ni siquiera era capaz de mirarla a los ojos, ni de refilón. Entramos en el ascensor y ella se me quedó mirando fijamente esperando a que comenzara a hablar, sujetando la pizza entre sus manos. Las lágrimas comenzaron a asomarse a mis ojos. No quería llorar, lo juro, pero no podía hacer otra cosa, no era capaz de hablar.

Dejó de mirarme y alzó la vista al cielo. Llegamos a su piso y yo me quedé un rato parada dentro de aquel habitáculo. Ella salió y escuché como abría la puerta. Sabía que me iba a dejar allí y que después no me abriría, así que salí rápidamente mientras ella iba cerrando la puerta. Las tímidas lágrimas se habían convertido en llanto

"¡No quiero perderte!" – empujé la puerta y entré, le quité la caja que llevaba entre sus manos y me abracé a ella desesperadamente.

Realmente, cuando me di cuenta de que la iba a perder vi que lo que sentía por ella era más de lo que había sentido por nadie. Ni por Lucía había sentido aquello. Creo que no había estado tan asustada en mi vida.

Se apartó un poco hacia atrás para buscar mi cara y en vez de aguantarle la mirada, no pude evitar besarla de nuevo. Yo estaba temblando como una vara verde. Eran demasiadas cosas las que estaban ocurriendo en mi interior y, realmente, estaba muerta de miedo.

"San, para, tranquila que no me voy a escapar. Tampoco tenía pensado dejarte ahí fuera." – a pesar de escuchar sus palabras no podía dejar de llorar. La miraba como si yo fuera uno de esos perritos que están en las protectoras esperando que los adopten – "Te mandé ese mensaje porque me llamó Leti contándome que Lucía le había dicho lo que ocurrió ayer, que lo había hecho a propósito. También me llamó Alba y me dijo que tu estabas mal por ello y que tenía que darte la oportunidad, por lo menos, de hablar. Así que, no me quedaba más remedio…"

"Ayer quería decirte que me gustas de verdad y que quiero intentarlo contigo. Pero Lucía apareció y me dijo un montón de cosas y cuando te vio me besó a propósito y…"

"Ya está todo aclarado, de verdad, pero sigo sin estar muy segura de lo que sientes por mí. Tu misma me dijiste que no lo tienes claro. Supongo que entiendes mi postura. Temo embarcarme en algo que me produzca inestabilidad, sabes que no lo he pasado muy bien."

No se a que se debe pero, en algunas ocasiones, no soy capaz de hablar claramente. Supongo que soy de las que piensan que, si quieres demostrar algo, no lo digas; hazlo. Así que, sin mediar palabra y mirándola a los ojos, me acerqué más a ella y la comencé a guiarla hacia su sofá. Con su mirada me mostró aprobación y, rodeando mi cuello con sus brazos, me besó ella a mí. Era la primera vez que lo hacía y me gustaba mucho. No teníamos prisa. No había presión. Solo estábamos ella y yo, dispuestas a disfrutar de aquel momento que, por suerte, no sería único.

Cuando estábamos llegando me giró y caí sentada en aquel cómodo asiento. Ella se sentó a horcajadas sobre mi regazo sin dejar de besarme. Puedo decir como íbamos vestidas aquel día sin temor alguno a equivocarme. Una por una conté todas sus prendas y las mías mientras iban cayendo al suelo: su chaqueta, la mía, su camisa, mi camiseta, su sujetador, el mío

Si mis manos se aferraban a sus pechos, su lengua se apoderaba de mi cuello. Si mi cabeza se movía buscando sus labios, la suya escapaba jugando conmigo. Si mis dientes apretaban suavemente su hombro, sus dedos pellizcaban delicadamente mis pezones.

"¿No íbamos a ir más despacio? Creo que estar medio desnudas no es precisamente tomárnoslo con calma…" – tenía mis manos sujetas contra el sofá, con sus senos a escasos milímetros de mi boca y ambas jadeando por lo que estábamos haciendo y por lo que sabíamos que íbamos a hacer.

Saqué toda la fuerza que tenía para que me soltara las manos y lo que conseguí fue acabar en el suelo junto a ella, rodando sobre la alfombra para averiguar cual tomaba el mando. Y gané yo. Me podían las ganas de tenerla a mi merced y explicarle en que consistía el término "ir más despacio".

Ahora los que dejaron de tocar nuestros cuerpos fueron los zapatos, los calcetines, los pantalones y las braguitas. Por fin estábamos desnudas, piel con piel. No es lo mismo ver su cuerpo desnudo (como el día que salió de la ducha cuando nos conocimos, o aquella misma noche mientras hacía el amor con aquella chica) que sentirlo debajo del mío. Su piel era tan suave como me la imaginaba y el olor que embargó aquella estancia era el mejor afrodisíaco existente.

Forcejeamos un rato en aquella posición, así que, agarré sus manos con mi mano derecha sobre su cabeza y comencé a besarla de nuevo. Su cuerpo empezó a relajarse y continué besando su cuerpo. Ahora era su cuello el que estaba siendo devorado por mi boca y mi mano libre comenzó a remarcar su silueta por un costado. En aquel camino descendente que había tomado tropecé con sus pechos y mi lengua comenzó a practicar la escalada libre sobre ellos para culminar en la cima y recrearme allí hasta conseguir que se retorciera para que siguiera con aquel recorrido que había comenzado.

Me había puesto de rodillas para que mi postura fuera más cómoda pegando mi muslo a su sexo. Cuando lo notó comenzó a moverse sobre el haciendo que mi excitación se incrementarse hasta el grado 8 en la escala Richter. Ella se movía y jadeaba, yo seguía enganchada en sus pechos y sintiendo mi muslo húmedo por su excitación.

Alcé mi vista y contemplé su rostro. Tenía los ojos cerrados y la boca ligeramente abierta. Movía la cabeza y la echaba hacia atrás. Sus mejillas estaban ruborizadas y su piel se había erizado. No quería que llegara al orgasmo contra mi muslo, quería provocárselo con mis manos, así que, lentamente me puse a su lado, dejando su pubis huérfano durante unos instantes. Abrió los ojos ante aquel acto y me imploró con su mirada que no la dejara así.

Paseé mi mano por su cuerpo sin dejar de mirarla. Ella también lo hacía al tiempo que me sonreía tímidamente aprobando cada uno de mis gestos. Su mano se posó suavemente sobre mi pecho cuando la mía alcanzó su sexo. Mi dedo corazón comenzó a pasearse lentamente, descubriendo sus humedades más íntimas y Ruth comenzó a entrecerrar los ojos. Me incliné un poco más sobre ella para poder besarla y decirle sin palabras que seguía estando a su lado y que no me iba a alejar tan fácilmente.

Noté su mano sobre la mía. La estaba agarrando con fuerza y comenzó a guiarla, enseñándole a darle placer. Colocó dos de sus dedos sobre los míos, buscó mí mirada de nuevo y los empujó hacia su interior al tiempo que un pequeño grito se escapaba de su garganta. Y de la mía también

Retiró su mano para arañar suavemente mi espalda mientras mis dedos entraban y salían cada vez más deprisa de su húmeda cavidad. Conseguía que me derritiese sin siquiera tocarme. Con ella, con Ruth, descubrí lo que era proporcionar un orgasmo vaginal, descubrí lo que era la eyaculación femenina, descubrí lo que era hacerle el amor a quien te ama de verdad y a quien tú estás comenzando a amar con locura.

Sentí todos sus músculos tensos, sus líquidos en mi mano, sus gritos de placer, sus uñas clavadas en mi, su boca pegada a la mía y, finalmente, su desesperado abrazo, sujetándome con fuerza para sentirse anclada a este mundo.

Cuando pensé que nos quedaríamos allí tumbadas toda la noche, sentí como su boca comenzaba a recorrer nuevamente mi cuello, dando pequeños mordiscos. Intenté detenerla para que siguiera disfrutando de su estado, pero me tumbó y se colocó sobre mí.

"¿Recuerdas aquella noche en el hotel? Yo si recuerdo ver tu cuerpo desnudo mientras te masturbabas para mí y también que yo estaba pensando en ti mientras lo hacía. Ahora, al fin, puedo hacer aquello que tantas veces imaginé…"

Recorrió con su boca toda mi cara, mi pecho, mi abdomen y continuó por mis piernas. Primero la derecha, desde el muslo hasta el pie y luego la izquierda, del pie a la ingle. Comenzó a rodear mi pubis y a dar ligeros lametones por toda aquella extensión.

Cerré los ojos. No era capaz de mantenerlos abiertos. Así como no pude contener un desgarrador grito de placer en el momento en el que la punta de su endiablada lengua se posó sobre mi hinchado clítoris, comenzando un imposible masaje sobre él.

Desesperada me agarré a su pelo, presionando más su boca contra mí, en el preciso momento en el que me penetraba con sus dedos. No me podía creer que se pudiera llegar a sentir todo aquello por la misma mujer. Pasión, amor, cariño, amistad, confianza… era un todo en uno, dos seres que, por un instante, se fusionaron para poder llegar al lugar donde solo puedes llegar cuando todo lo que tienes te hace sentir plena.

Un temblor comenzó a recorrer todo mi cuerpo. Ella se incorporó y se echo sobre mí, sin apartar sus dedos de mi punto de placer. La luz se apagó y una sensación de paz y relajación, previa tensión corporal íntegra, embargó todo mi ser. No tenía fuerzas ni para abrazarla, pero ella sabía lo que yo quería y no dejó de prodigarse en mimos y caricias, todos para mí.

Ruth a Noemí: No insistas más en que me separe de ti. Donde tú vayas, yo iré; donde tú vivas, yo viviré; tu pueblo es mi pueblo, y tu Dios es mi Dios; donde tú mueras, yo moriré y allí me enterrarán. Juro hoy solemnemente ante Dios que sólo la muerte nos ha de separar. (Libro de Ruth: Ruth 1:14).