San - Parte de un sueño

“Te siento y, aunque no te vea, si se que estás cerca y me pongo tonta…”

Hacía mucho tiempo que no echaba un vistazo a la carpeta “fotos” de mi ordenador. No me gusta mucho mirar el pasado. Las vivencias las hemos vivido y lo digno de recordar lo llevamos tatuado a fuego en la sangre que recorre nuestro cuerpo cada día. Pero hay días en los que la morriña nos embarga y necesitamos recordar aquellos buenos tiempos.

Creo que nos pasa a todos, cuando vemos imágenes nuestras de momentos atrás, las modas siempre nos sorprenden… unos pantalones fuera de contexto, una camiseta con alguna simbología políticamente incorrecta, un peinado de lujo para unos vaqueros y una simple coleta para un traje de chaqueta.

Pero lo que más me remueve y conmueve es ver las caras de algunas de las mujeres que forman parte de mi de alguna manera. ¿Habrán cambiado mucho? Yo creo que no he cambiado demasiado físicamente, sigo teniendo la misma cara de trasto que cuando era pequeña… pero con algunas marcas del paso del tiempo.

Porque sigo siendo casi igual de ingenua que entonces. Recuerdo que me imaginaba mi mundo ideal y trataba de vivir en el. Pero, pobrecita, siendo una niña nadie te hace ni caso y se empeñan en hacerte vivir otra vida, otras normas que no son las tuya y que no te gustan. Obedeces, si, pero no es lo que quieres. Hasta que un día despiertas y te das cuenta de que estás viviendo en aquel sueño que tenías de niña.

Hacerse mayor es genial porque empiezas a ver algún resultado de lo que has ido sembrando por el camino. Y eso que todavía soy joven… quiero, dentro de otros treinta años, sentarme en este sillón, o en uno parecido, echar la vista atrás y seguir sintiéndome igual de orgullosa de mis decisiones.

Me hace gracia pensar en el futuro porque no es algo que suela hacer muy a menudo. A ver, la situación actual mundial es, cuando menos, desesperanzadora. Pero tampoco nos podemos hundir por todo y quedarnos mirando sin hacer nada amparándonos en la depresión general. Mal de muchos, consuelo de tontos. Y yo no quiero ser tonta, quiero divertirme porque me niego a pensar que nacemos para ser un número más en alguna lista.

Tan solo hay que querer y creer en que se puede vivir en un mundo mejor y ser consecuente con ello. A veces pensamos que por uno solo no cambian las cosas, pero si cada uno de nosotros comienza a hacerlo seremos muchos solos luchando por el bien común.

Aunque ahora el único bien común en el que estoy pensando es en que le haría a Lúa si la tuviese delante… no se que me pasa con esa chica pero no puedo apartarla de mi cabeza, aún sabiendo que puedo salir mal parada si sigo sin apartarme de su camino. No me importa, supongo que ella también tendrá algo que perder si no se aparta del mío. Solo espero que no nos hagamos daño, ninguna de las dos nos lo merecemos.

“¿Diga?”

“Buenos días San, espero no haberte despertado.”

“No, no me has despertado, ya estaba intentando hacer algo.”

“¿Vas a estar en casa esta mañana? Quería ir a acabar el trabajo que no hice el sábado… siento haber hecho ese cambio de planes a última hora… no volverá a pasar.”

“Tranquila Lúa, esas cosas pasan…” – nos quedamos un rato en silencio. No se hasta que punto quiero verla hoy… pero cuanto antes acabemos con esto, mejor.

“Entonces, ¿te parece bien que vaya ahora?”

“Claro, así te invito a un café.”

“Vale… hasta ahora.”

Me levanto como una autómata para preparar el café. Si antes pienso en Lúa, antes aparece. Me siento como cuando era adolescente y entraba en clase la profe de gallego. Es lo que pasa cuando alguien te gusta mucho y no sabes como conseguirla. Con Lúa me pasa lo mismo pero no se hasta que punto quiero conseguirla… ni siquiera estoy segura de que sea bueno para mi estabilidad mental. Y vueltas y más vueltas para precipitar conclusiones. Me cago en el miedo y en la madre que lo parió…

Pero, claro, si olvido el miedo mi cabeza no hace más que procesar imágenes vividas y por vivir relacionadas con esa morena de ojos salvajes que me hace perder el sentido común cuando está ante mí. Desde el primer beso mis labios no han dejado de arder buscando otro momento con los suyos. Su suave piel, sus cuidadas manos, lo húmeda que me pongo con solo sentir que está cerca… y el café que comienza a hervir haciendo la cómica onomatopeya de mis hormonas en este momento.

Me dirijo a la ducha para tratar de calmar, con agua fría, el calorcito que desprende mi interior. No quiero que Lúa me tome por una viciosa que solo piensa en sexo… pero es que es nombrarla y mi corazón y mi cabeza se ponen de acuerdo para atormentar mi cuerpo pidiendo a gritos un momento de pasión. Esto es peor que la telenovela de la hora de la siesta.

El agua fresca recorre mi piel consiguiendo hacerme olvidarlo todo por un momento. Cierro los ojos y muevo mi cuello despacio intentando colocar las cervicales en su sitio. Necesito un masaje, mi espalda me lo advierte. Me doy la vuelta despacio y pongo mis manos contra la pared. Un escalofrío me recorre entera cuando me imagino a Lúa sujetando mis muñecas con su cuerpo desnudo totalmente pegado al mío.

Instintivamente bajo mi mano a mi entrepierna y dejo escapar un quejido que resuena en todo el baño.

Apoyo la frente contra el frío azulejo y con la otra mano acaricio mi pecho. Estoy muy excitada por no poder apartar a esta chica de mi cabeza. Me atrae, me pone nerviosa, me hace sentirme yo sin siquiera darse cuenta y no me puedo creer que esté sintiendo esto por alguien a quien a penas conozco y que, además, está con alguien.

Suavemente dejo que uno de mis dedos juegue con mi interior y dejo que salga otro profundo quejido… mi cabeza es bombardeada con las pocas imágenes que tengo del cuerpo desnudo y perfecto de esa preciosa belleza gallega sacada de alguna leyenda sobre mouros y meigas .

Es ahora cuando recuerdo que está a punto de llegar y, sin pensarlo más, me castigo abriendo de golpe el agua fría. Grito de nuevo por el contraste y dejo que caiga por mi cabeza para intentar disimular los colores que me han subido hace un minuto.

Me envuelvo en el albornoz y salgo descalza secando mi pelo con una toalla. Todavía palpita mi entrepierna… y me maldigo por sufrir estos calentones a deshora. Y también sonrío por no saber controlar mis impulsos a estas alturas.

“¿Recibes así a todas las visitas?” – me sobresalto y los ojos de Lúa se clavan en los míos con su sonrisa de conquistadora…

“No, esto solo me ha pasado contigo…” – le sonrío. – “¿Y tu acostumbras a invadir la propiedad privada?” – se pone graciosamente seria y muy colorada.

“Bueno, llamé varias veces… y no contestabas… y como te había dicho que venía…” – es preciosa, la ducha fría no me está sirviendo para nada. – “pensé que, tal vez, te había pasado algo… y, bueno, la puerta estaba abierta.” – supongo que la sonrisa de mi cara me delataba totalmente y ella volvió a mirarme con esos ojos…

“Será mejor que me vaya a vestir…”

“Mejor que qué…” – se quita la chaqueta y la lanza al respaldo de una silla. Da un par de pasos hacia delante y veo fuego… - “¿Mejor que estar desnuda?”

Dejo caer la toalla con la que me estaba secando el pelo, sonrío sin decir nada porque no hace falta abrir la boca para desabrochar el cinturón del albornoz y dejarlo caer dejándole ver a Lúa, una vez más, lo único que puedo ofrecerle. Su mirada irradia calor y no temo quemarme. Se acerca segura, me toma por la cintura con una mano y con la otra me sujeta del cuello.

Nos besamos apasionadamente… su lengua, sus dientes, sus labios… esa boca con la que tanto he soñado en los últimos días, y en las últimas duchas. Siento como la tela roza con mi desnudez y, aunque me gustaría sentir otra cosa, me conformo con sus manos acariciándome y apretándome con fuerza contra su cuerpo.

Besa mi cuello, el lóbulo de mi oreja, aprieta mi seno con firmeza haciéndome respirar profunda y sonoramente. Me está tomando como si fuese una muñeca con la que tenía muchas ganas de jugar. Siento como su temperatura y la mía aumentan al unísono. Quiero arrancarle la ropa pero ella me inmoviliza agarrando mi muñeca y girándome de espaldas para sujetarme por detrás sin que yo quiera oponer resistencia.

“De eso nada preciosa…” – muerde mi hombro desnudo y después lame mi cuello. Me empuja para hacerme caminar y nos dirige a mi cuarto. – “Primero vas a ser mía…”

Estoy sobre la cama boca abajo, con Lúa encima de mi besando mi espalda. Me sujeta las muñecas impidiendo utilizar mis manos. Inmóvil y excitada, sintiendo como sus dientes intentan dejar marcas en mi piel. La humedad que hay entre mis piernas amenaza con mojar la cama y el olor a feromonas envuelve la habitación.

No puedo pensar en nada, solo puedo sentir como me paraliza con una sola mano mientras la otra acaricia mi espalda, dirección a mis nalgas. Siento la tela de su camiseta, el calor que hay debajo de ella aprisionándome contra el colchón, su aliento en mi oído y sus dedos jugueteando ahora con mi humedad. Muerdo la colcha al sentir como mi clítoris me manda señales de placer al ser manipulado por ella.

Intento girarme para ver su cara, pero cada vez que intento moverme hace algo para que me esté quieta. Penetra despacio mi vagina con dos dedos y dejo escapar un grito de placer mientras sus labios rozan mi oreja. Que placer…

“¿Te vas a portar bien? ¿Puedo soltarte las manos sin que intentes hacer nada?” – deja de presionar mis muñecas y acaricia mi brazo dirección mi hombro. – “Me gusta tenerte así… llevo imaginándolo desde la primera vez que te vi.”

Ni siquiera puedo hablar. Quiero dejarme hacer, necesito que apacigüe la fiera que ha despertado. Sus dedos siguen en mi interior provocando el placer que me hace perder la cabeza. Su boca repta por mi espalda y me sujeta por la cadera para hacerme levantar mi trasero dejándolo a su entera disposición.

La punta de su lengua comienza a jugar con la entrada de mi ano y mis piernas empiezan a flaquear por la oleada de goce que embarga mi ser. Necesito tocarla, tenerla mas cerca, sentir su piel desnuda contra la mía… saborear su saliva.

Me doy la vuelta y ella se tira sobre mi para besarme hasta casi dejarme sin aire. Se sienta sobre mí y se que no necesito usar las manos para desnudarla, ella sola lo sabe hacer perfectamente. Me muestra una vez más sus hermosos pechos y estiro mis manos para alcanzarlos y acariciarlos. Agarra mis manos y echa la cabeza hacia atrás dejándose llevar por el gusto.

Vuelven sus ojos a los míos y, por primera vez en el día, siento sus pechos desnudos contra los míos. Su piel es suave y no me canso de acariciarla. Quiero arrancarle los pantalones y hacerla gritar…

Ahora soy yo la que la inmovilizo consiguiendo atar sus manos con su sujetador. Lúa sonríe y su respiración se vuelve más agitada. Desabrocho los botones con prisa y tiro de su ropa hacia abajo. Ella intenta ayudarme, pero le sujeto las manos detrás de su cabeza y la miro intensamente para que se quede quietecita… mi interior palpita más cada minuto que pasa.

Acabo de quitarle los pantalones y mi boca se dirige a su pierna para besarla mientras mis manos miman todo lo que pueden y alcanzan. Lúa se mueve como un pez escurridizo, pero no intenta escaparse de su captora. Mis dientes muerden su muslo y mi sentido del olfato se dispara cuando su olor llega a mi nariz. Levanto la vista para mirarla y sus ojos están cerrados, igual que sus labios, esperando el deseado desenlace del paseo de mi lengua.

Siento como pierdo la cabeza cuando me entierro entre sus piernas y la escucho gritar. Sus manos acarician mi pelo y lo apartan dejándole ver lo que se hacer… está empapada, tanto o más que yo. Estiro mi mano para acariciar su pecho y mi otra mano juega con su entrada para que se abra y me reciba como lo he hecho yo también hace un rato.

“San… uff, así no voy a aguantar mucho… me vuelves loca…”

Apuro mi ritmo, mi lengua se vuelve loca sobre su clítoris, la mano que estaba en su pecho pasa a ser lamida por su boca y, antes de que nos podamos dar cuenta, me muerde tratando de reprimir un rugido. Repto sobre su cuerpo para darle a probar su propio sabor mientras le desato las manos.

“Por favor… no me abraces.” – me aparto de ella casi instantáneamente. Su gesto se entristece y yo me levanto de la cama intentando controlar el caos que me acaba de causar su respuesta.

Salgo del cuarto para ir a recoger el albornoz del salón y me lo pongo. Me siento mal… Me quedo un momento de pie al lado de la puerta, sin entrar, intentando calmarme, para poder saber que le pasa a esta muchacha.

Está sentada sobre la cama. Sigue desnuda y se está abrazando las rodillas. Me mira un segundo y esconde su cara. Me enternece… me siento a su lado y acaricio su pelo.

“He roto con Olivia…” – sonrío sabiendo que no me mira, pero cambio el gesto cuando levanta un poco su cabeza. – “No podía dejar de pensar en ti y no quiero engañarla.” – vuelve a esconderse. – “Tengo miedo San… tengo miedo de lo que siento, de lo que me pasa cuando estás cerca.” – me mira de nuevo fijamente. – “Por primera vez me da miedo que me hagas sufrir.”

“Yo no quiero hacerte sufrir Lúa… pero tampoco quiero adelantar acontecimientos.”

“¿Nunca has sentido que, a pesar de que no hace demasiado que has conocido a una persona, sientes como si hubieseis estado juntos desde siempre? Pues eso me pasa contigo. Me da igual no conocerte bien… no puedo evitar querer estar cerca de ti… y nunca me había pasado esto…”

“A mi también me pasa, y también me asusta… pero no quiero pensar en lo que pasará. Lo único que tengo claro es que me atraes mucho.” – Lúa me mira de nuevo y se gira para esconderse en mi cuello mientras me rodea con sus brazos. – “No pienses más en eso…” – sus labios rozan mi cuello y mi respiración se entrecorta. – “Relájate…”

“¿Cómo quieres que me relaje si cada vez que escucho tu voz solo deseo lamerte entera?”

…………………………………

Hacía muchísimo tiempo que no fumaba un cigarrillo, pero esta ocasión lo merece. Lúa sigue desnuda sobre la cama con un cuaderno en su mano izquierda y un bolígrafo en su mano derecha. Hubiese jurado que es zurda… está concentrada en su tarea y, de vez en cuando, levanta la mirada para encontrar la mía.

El poco pelo que tiene está revuelto, igual que las sábanas a los pies de la cama. Doy una profunda calada al cigarrillo y dejo escapar el humo mientras ella sigue pintarrajeando aquella hoja. No quiero hablar, me gusta el silencio que hay entre nosotras y hace tiempo que descubrí que hablar demasiado es malo.

Es preciosa… sus ojos, su nariz pequeña, los hoyuelos que le dan ese toque pícaro… y ese cuerpo tan femenino, siempre escondido, que me hace perder la razón. Mi prototipo de mujer está muy lejos de acercarse a la perfección que he tenido debajo hace unos minutos. Nos fue imposible separarnos hasta que nuestros estómagos nos reclamaron atención.

He dejado de sentir miedo cuando me confesó que estaba aterrorizada por lo que empezaba a sentir. El miedo siempre ha sido una pérdida de tiempo… pero he descubierto que, algunas veces, es inevitable. Somos frágiles… ella también lo es, Lúa es aparentemente ruda y un poco chula, pero es tierna e inocente. Callada, reflexiva y con un punto de excentricidad que la hace enigmática. Como su mirada…

“¿En qué piensas?”

“En el miedo…”

“¿En el miedo?”

“Así es. El miedo nos paraliza y eso no me gusta.”

“A mi tampoco me gusta, me pone triste y a mi me gusta reír.” – sonríe con cara de niña traviesa y yo correspondo al gesto. – “Me gusta verte sonreír, me pone contenta.”

“¿Cómo de contenta?” – nos estamos mirando con fuego en los ojos otra vez.

“¿Te lo cuento o te lo muestro?” – se que me he puesto colorada por la cara con la que amenaza saltar sobre mí en cualquier momento. – “¿Esto también te da miedo?”

“Tú no me das miedo Lúa.” – me sonríe y sumerge de nuevo su mirada en la libreta. – “¿Dibujas?”

“No, a pesar de ser buena en manualidades, la pintura no es lo mío.” – me mira durante un rato y se pone colorada. – “Intento escribir lo que pienso y lo que siento para después trabajar… mi abuelo siempre dice que, para ser un buen artesano, tenemos que tener un punto de artista y dejar impresas nuestras huellas en cada pieza que creen o restauren nuestras manos.” – la miro con ternura. Me gusta escuchar lo que tiene que decir. Ni ella ni yo somos de muchas palabras, lo se, pero cuando tenemos algo que decir, no nos tiembla la voz. – “Me intimidas…”

“No era mi intención intimidarte, lo siento. Te estaba escuchando…”

“Lo se… pero me impones respeto. Se de ti desde hace muchos años y me siento acobardada, pequeña…”

“¿Cuántos años tienes?”

“Veinticuatro.”

“Tampoco hay tanta diferencia entre nosotras…”

“No…” – sonreímos de nuevo.

“Y, ya puestas a ser sinceras, me pones nerviosa.” – me mira interrogante, aunque sin perder la sonrisa. – “Te siento y, aunque no te vea, si se que estás cerca y me pongo tonta…” – Lúa sonríe y lo demás no existe. – “Me tienes encantada…”

“No se que decirte…”

“No tienes que decirme nada. Me gusta tu silencio tanto como tus palabras.”

Lúa se levanta y camina con su desnudez hacia mi y apoya sus manos en los posa brazos del sillón. Acerca su boca a la mía y la besa con una pausada profundidad que me hace arder por dentro. Se sienta sobre mí con las piernas abiertas y rodea mi cabeza con sus brazos pegándose por completo.

Me vuelve loca su piel. A penas puedo respirar y no se si es por la fuerza con la que me abraza o por la excitación. Dibujo su silueta con mis manos y noto como se le eriza la piel. Su olor es tan seductor como su mirada y sentirla así es una bendición.

Sus besos me embrujan y mi cuerpo toma vida propia regalándome las mejores sensaciones que puedo recibir. Mis dedos la buscan y ella me corresponde dejándose hacer, entregándose a lo que tantas ganas tenía y tanto miedo le daba. Su humedad me empapa, sus movimientos son suaves y los míos contenidos. Cruza sus manos tras mi cabeza y se estira hacia atrás mostrándome su excepcional y salvaje belleza mientras le rindo tributo a su alma proporcionándole placer.

Puedo escuchar sus suspiros, sus jadeos, la suave manera en que dice mi nombre… araña mi espalda y vuelve a abrazarme regresando a mi boca para abandonarla de nuevo buscando aire con que llenar sus pulmones. Sigo penetrándola sin prisa pero sin pausa, quiero que disfrute, que me enseñe quien es Lúa sin máscaras ni temores. Entonces acompaña mi mano con la suya, acariciando su hinchado clítoris y no puedo evitar gemir… me vuelve loca.

“Lo sientes…” – los músculos de su vagina comienzan a contraerse y su mano acaricia su clítoris de manera apresurada. Yo también apuro mi ritmo y noto como Lúa se empieza a correr. – “Por favor… no me sueltes.”

La abrazo con fuerza y comienzo a besarla cariñosamente mientras ella sigue disfrutando de su orgasmo. Es como si se hubiese ablandado, como si no fuese capaz de seguir con ese sincero descaro con el que empezó nuestro juego. La quiero. ¿Cómo no hacerlo?

“¿Estás bien?”

“Si, muy bien… no se qué me haces, pero siempre me dejas muerta.” – sigue escondida en el hueco de mi cuello. – “Me gusta como me haces sentir…” – busco su boca y me da un pequeño beso y se vuelve a esconder. – “¿Qué va a pasar ahora?”

“Nada, supongo. La vida continua y nosotras también. No tenemos prisa por tomar una decisión ahora… la cuestión es pasárselo bien sin agobiarse.”

“Tienes razón, a mi me gusta pasarlo bien. Y tú.”

“¿Eres un poco mariquita, no?”

“Tu también, me has llamado preciosa un montón de veces.”

“Porque eres preciosa…” – susurro en su oído.

“Buf, San, me has puesto la piel de gallina…” – me besa de nuevo y acaricia mis senos... – “Te debo una cariño…”

………………………………………..

Acabo de escribir el enésimo mail que intercambio con Alba y no puedo evitar reírme al recordar un momento genial que me pasó no hace tanto delante de la pantalla del ordenador. Me gustaría que Lúa estuviese sentada detrás de mí acariciando mis pechos… pero ya era hora de irse y preferí que no se quedara a dormir. Bastante hemos tenido con estar todo el día entre sexo y reparaciones por la casa.

Siento la necesidad de salir de aquí un par de días y también de ver con mis ojitos a mi querida amiga. Son tantos los recuerdos… puedo decir que Alba supuso un gran cambio en mi vida, una puerta por la que salir del cuarto oscuro en el que vivía. Mi gran confesora, mi gran consejera, una de esas personas que todos debemos tener en nuestra vida.

“¿Diga?”

“San, cariño, ¡tengo muchísimas ganas de verte! He estado pensando en ti en los últimos días y acabo de leer el mail… debe ser telepático…”

“¡Alba! ¡Cuánto me alegra escuchar tu voz! ¿Qué tal estás?”

“Muy bien, muy casada, muy madre… ya sabes, de feliz cabeza de familia.”

“Me alegro un montón nena… en serio.”

“¿Y tú como llevas la excedencia?”

“Pues, a tope de trabajo la verdad. Esto de rehabilitar una casa antigua tiene mucho trabajo. Pero es gratificante.”

“¡Ay, los treinta! Son un gran cambio, ¿verdad?”

“Verdad…”

“Pues, oye, pasado mañana empiezo las vacaciones, ¿qué te parece si me vienes a buscar y nos divertimos unos días juntas?”

“¡Eso suena genial! Amiga, te quiero y te echo de menos.”

“Y yo a ti nena… ¿Y qué tal todo por ahí?”

“Por aquí todo bien. Leti sigue siendo Leti, he visto a Ruth y a Lucía y he pasado mucho tiempo con mi familia…”

“¿Demasiado?”

“Si, demasiado… por eso me quiero ir un poquito.”

“Pues, no se hable más. Pasado mañana, a primera hora, te quiero ver aquí preparada para darle a la sinhueso hasta quedar afónicas.”

“Jajajaja… hecho.”

“Luego te mando un mail con la dirección para que se la metas al GPS y no te pierdas como siempre.”

“¡Eh! ¡Que yo nunca me pierdo! Es solo que me gusta ir primero a otros sitios…”

“Jajajaja, sigues siendo tan payasa como siempre.”

“Hasta pronto.”

“Hasta luego.”

Y ahora a preparar el equipaje de mi nueva aventura, en esta ocasión con alguien a quien quiero y con la que me siento segura. Al fin y al cabo, sigo siendo un alma un poco perdida. Me gusta la compañía tanto como la soledad y sentirme libre es la mejor sensación del mundo.

Quizás por eso me quiero alejar unos días de Lúa. Necesito tiempo para hacer algo que me apetece para poder pensar mejor lo que quiero. No llevo bien los cambios y Lúa supone un cambio en mi vida, lo se. Se que no es un cambio para mal, al menos eso espero, pero es una cosa más con la que tendré que lidiar, acomodar a mi vida.

Quedar con Alba me hará bien, lo se, le hablaré de lo que me pasa y ella sabrá que decirme… o, tal vez no le diga nada. Seguramente, con solo estar con ella, sea capaz de ver más allá.

Me siento afuera para ver el atardecer, la primavera está avanzada y los días son más largos. Sujeto una copa de vino y brindo con el Sol despidiéndole hasta mañana. Por mucho que me agobie, el mundo sigue girando y siempre han nacido y han muerto los días a pesar de todo. El mañana siempre será otro día y está claro que nunca se sabe lo que puede pasar.

Saboreo el zumo de los dioses y siento como su calor me embarga. Se que en breve Morfeo me querrá acunar entre sus brazos y yo me dejaré hacer, como siempre hago.

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¡Ay, Lúa de mis entrañas! Pienso que estás un poco loca por haberte colgado de mí… también pienso que yo estoy loca por lo mismo. Tampoco creo que seas una lesbiana obsesiva, no pega demasiado contigo. Cuando pienso que los flechazos eran cosa del pasado… ¡zas! En toda la boca.

¿Qué quieres que te diga? ¿Qué me gustaría mucho dormir rodeada por tus brazos, sintiendo tu aliento en mi nuca? Pues claro que me gustaría… pero no puede ser. Si de verdad nos merecemos una oportunidad, vayamos paso a paso. Y me conozco, y se que me puedo emocionar… y tu también, y acabaríamos como muchas otras parejas frustradas.

Además, estoy demasiado acostumbrada a llevarme palos y no quiero repetir experiencia. Mi corazoncito no está para muchas hostias. Y tú, realmente, me gustas demasiado como para cagarla por mi prisa. El tiempo me ha dado paciencia y quiero saber si sirve para acabar teniendo a alguien así a mi lado. La mujer de mis sueños tal vez exista, y no demasiado lejos.

Quiero seguir creyendo en el amor romántico que habla de la Luna, de la poesía, de noches de pasión más erótica que sexual, del futuro… Supongo que me hago mayor y chocheo, o tal vez el momento del mes en el que mis hormonas hacen horas extra, pero no puedo decirte todo esto porque es más fácil pensar que contar. Al menos soy una mujer de hechos más que de dichos, así que, te pido desde la distancia de mi momento místico contigo, que tengas la paciencia suficiente para que te deje entrar del todo en mi vida y… no me hagas daño porque sería una decepción difícil de superar.

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“Vivir es parte de un sueño,

a veces grande o pequeño,

Hacen que el mundo sea eterno.

Burlando el miedo y el tiempo,

Todo ha empezado en un sueño.” (Sueños, Nelly Furtado)