San - Noche de bodas...

Ahora si que he cambiado. Ya no soy la misma. Es imposible hacer que todo siga igual. He superado lo que tenía que superar y ahora afronto mi vida desde mi nueva posición. Ya no soy una mujer sola, ahora soy una mujer libre

Maribel se levanta de su asiento y se dirige a donde yo estoy. No puedo apartar mis ojos de su cuerpo, sus sensuales curvas, esos ojos grises que me habían embrujado con nada más que posarse sobre los míos. Se contonea de manera suave al ritmo de la sensual melodía mientras su pálida desnudez nos ciega a las dos afortunadas allí presentes. Sus pecas manchan graciosamente su piel casi albina y su pelo color fuego hace que mi calor aumente sin control alguno.

Sonríe con esa boca que solo pensarla puede considerarse pecado mortal.

Detiene un momento su camino y se mueve como si la música y ella fuesen una.

Uxía la observa embelesada mientras sus músculos se tensan por la excitación contenida de un espectáculo que muy pocas veces pueden ser disfrutados. Ella ya ha disfrutado de su cuerpo y se nota la gran atracción que la pelirroja de boca traicionera le despierta.

Maribel vuelve a clavar sus ojos en mí y retoma su camino con una expresión que hace que mi mente deje de plantearse nada y todos mis sentidos se centran en ella de una manera única. Acaricia mi cara, me estira mientras acerca sus labios peligrosamente a los míos.

Deseo besarla.

Me regala una caricia con su aliento y comienza a deslizar sus manos sobre mi piel que se vuelve tan sensitiva que me asusta.

Cierro mis ojos cuando siento su mano en mi pecho. Mi pezón está de punta para recibirla y siento una descarga eléctrica en mi interior. Sus labios atrapan los míos y su lengua serpenteante busca la mía que se deja apresar sin oponer resistencia alguna.

Quiero acariciar su piel con mis manos pero no puedo moverme, me tiene paralizada.

Toma una de mis piernas y la mueve hasta separarla un poco de la otra. Siento como me estoy derritiendo y eso aun me excita más. Se pone de rodillas sobre mí dejando mi pierna entre las suyas. Todos mis sentidos se disparan mientras ella me tumba y se agacha. Siento su humedad en mi pierna y su mano se apodera de mí con un ligero movimiento.

Suspiro, me falta el aire. Dudo si lo que está pasando es real o un sueño fruto de la marihuana. Gimo. Es una mezcla de los dos, como los dedos que noto como se van introduciendo dentro de mí

Mis ojos se cierran sin que yo pueda evitarlo y me centro en sentir lo que esa mano, esa boca y esa humedad hacen sobre mi piel. Y me derrito sin control ante la avalancha de placer que me inunda con cada caricia.

Siento como separa de mí su entrepierna y al tiempo en que siento una mano que lucha contra ella, otra me acaricia el pecho. Reconozco ese tacto y me sobresalto expectante ante lo que se y quiero que pase. Si esto es una fantasía no quiero despertar nunca. Mis fluidos manan rebeldes y abro los ojos para confirmar lo que ya se.

Maribel me está besando, yo estoy como levitando y Uxía muerde el cuello de la pelirroja. Y estiro mi mano para acariciar la espalda desnuda de la voz que me había encandilado de aquella manera.

Un temblor sacude mi cuerpo y puedo intuir que ahora ambas me miran divertidas, excitadas, como yo. Uxía se agacha un poco para besarme y me sujeta por la espalda para hacer que me incorpore. Me siento cohibida, pero mi ardor puede más que el resto. Estoy ante ellas y me siento pequeña.

"Vamos a jugar…"

Maribel se levanta del colchón y se dirige a una pequeña mesita para coger algo de color blanco. Es un pañuelo o algo así. Miro a Uxía, tengo miedo y estoy caliente y no puedo diferenciar que es lo que me puede más. Ella me sonríe tranquila y me besa en la boca mientras me acaricia el pelo.

Una delante y la otra detrás. Una me besa y la otra me ciega. Mis bellos se erizan. Mi pecho se hincha. Mis manos toman vida y al fin consigo moverme.

Es increíble. Me siento sola y acompañada. Me siento indefensa y expectante y poderosa al mismo tiempo. Lo desconocido que quiero conocer

Agarro el hombro de Uxía y la cadera de Maribel. Ésta baja su mano a mi entrepierna y se pega completamente a mi espalda. Siento sus pezones, sus pechos aplastados, su vello púbico en mi trasero. La otra deja mi boca y noto sus dientes en mi cuello en una caricia vampírica que consigue hacerme gemir.

Mi clítoris quiere estallar, mi interior grita desesperado atención personalizada. Mis manos acarician dos cuerpos diferentes y mi piel es una afortunada extensión de receptores de placer. Giro mi cabeza para buscar la boca de Maribel, quiero sentir su lengua, su saliva. Quiero certificar que es real lo que estoy haciendo en este momento. Quiero demostrarme que hay dos bocas marcando a fuego mi cuerpo. No puedo parar de moverme, quiero tatuar esas dos siluetas en la mía.

"Penétrame…"

La mano de Uxía acaricia mi pecho y se desliza por mi cadera, acaricia mi muslo y se encuentra con los dedos que acarician mi clítoris. Busco su boca, la beso, la beso con ganas. Mi lengua se lanza como una flecha. Muevo mis labios de repente, busco su oído. Mi voz suena profunda, excitada, suave y exigente

"Hazlo…"

Mi mente se nubla y siento como un grito se escapa de mi garganta. Esa sensación que solo se puede explicar de esta manera. Sus dedos entran y salen de manera lenta y toda mi vagina trata de aferrarse a ellos para sentir más de lo que ya siente. Mi cuerpo ya no es mío, no lo controlo yo.

Vuelvo a girarme para besar a la pelirroja y lo hago con fuerza, con ganas. Unas manos están acariciando mis pechos, estrujándolos, pellizcando mis pezones. Me vuelvo loca y pego mi mejilla a la mejilla de Maribel.

"Tú también…"

Mi cuerpo se relaja y se estremece y el nuevo intruso transmite ese punto de dolor placentero que mi cuerpo agradece haciéndome gritar una vez más. Estoy jadeando, sudando, tengo calor y siento como me tiemblan las piernas. Siento como me abandonan las fuerzas, como me dejo ir

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Estoy dando un paseo por este bonito bosque que está al lado de mi casa. Voy con mi libro en la mano y estoy buscando ese árbol que me vaya a cobijar en mi lectura. Me he aficionado a desconectar fuera de casa un rato cada día. Lo cierto es que hubo cuatro días que cambiaron mi vida. Y yo que estaba nerviosa por la boda.

Ahora si que he cambiado. Ya no soy la misma. Es imposible hacer que todo siga igual. He superado lo que tenía que superar y ahora afronto mi vida desde mi nueva posición. Ya no soy una mujer sola, ahora soy una mujer libre

Estoy tranquila, siento paz y ganas de reírme de todo. Supongo que en eso consiste hacerse mayor. Crecer. Encontrar el camino a seguir y disfrutar del paisaje. Ahora entiendo a Alba, a Lily, a Leti, a Uxía, a Maribel… ellas son libres y disfrutan de serlo.

Y, aunque parezca mentira, ahora ya no siento esa presión en mi pecho, ese temor a no encajar. Ese dolor tras mi ruptura. Esa morriña de lo que tuve que dejar atrás. Al fin entiendo por qué lo hice. Mi subconsciente tomó la decisión que ahora se acertada.

Pienso que he dado un paso importante en mi vida y que ahora empezaré a vivir de otra manera.

Y no lo podría haber hecho sin esos cuatro maravillosos días de una luna de miel que ni siquiera era la mía, aunque fue un regalo que no me creía merecer. Pero me permití hacerlo, me permití una locura pasajera sin tabúes, ni traumas, ni timidez, ni miedo. Un momento diferente que muy pocas veces se puede tener al alcance de la mano.

Uxía había sido mi puerta, mi pasadizo secreto a un lugar diferente. Una mujer con una voz increíble y una forma de amar única. Me había embelesado en la boda y me permitió la entrada a un pedazo de mundo que yo desconocía.

Maribel… un ángel, un demonio. Una pintora capaz de plasmar en una hoja en blanco hasta el más mínimo detalle de un cuerpo. Nada más ver sus ojos me sentí atraída por ella. Creo que me excité con solo con verla. Era pelirroja, tenía los ojos de un color gris indefinido y las pecas salpicaban su cara de manera graciosa. Su piel era blanca como el papel que ella utilizaba y sus labios de color rosa

Dos artistas bohemias que me habían enseñado a dejarme llevar por la circunstancia. Dos mujeres de excesos que me enseñaron a pecar.

No podría explicar con claridad lo que pasó durante cada una de las horas que pasé con ellas, pero si que me hicieron sentir el arte, la música, lo que significa la palabra musa y lo que significa sentirte una. Fui su juguete consciente de que lo era y disfrutando de ese placer.

Abrí los ojos a algo desconocido para mí y me di cuenta de que el mundo en el que vivo es más grande de lo que a veces pienso. Que hay más salidas, más puertas, solo hay que saber esperar y tomar decisiones de vez en cuando.

Y ahora, desde la tranquilidad que da la tranquilidad, comienzo a ver pasar la vida y comienzo a moverme a su ritmo tratando de aprovechar cada momento. Tal vez pueda hacer algo más conmigo. Tal vez ahora pueda encontrar la parte de mi vida que me falta.

Este árbol será el que me de asiento y cobijo. Es grande y los rayos de sol se cuelan entre sus hojas haciendo una fiesta de luces en su tronco. Que curioso, parece que hasta me han contagiado esa manera de pensar casi poética

"Hola Álex. Hacía muchos días que no nos veíamos…"

"¡Hola Sofía! He estado fuera unos días. Necesitaba un pequeño descanso del mundo."

"Ya me he dado cuenta… jeje." – Esa risa me suena un poco forzada. Parece algo mosqueada. – "Supuse que estarías ocupada, como no respondiste a mis mensajes…"

"Ah, vaya…" – vaya, si vaya. Me había enviado un par de mensajes… o tres y no me había molestado en contestar. – "Lo siento mucho, la verdad es que últimamente no uso demasiado el móvil." – joder, vaya cagada. Pero tenía dos razones de peso que

"Oye, no tiene importancia. Que hayamos salido un par de veces no significa que me tengas que dar explicaciones. Pensé que había hecho algo malo o que estabas de mal rollo conmigo, eso es todo."

"No, es culpa mía. Debí haber contestado a tus mensajes. ¿Te gustaría cenar conmigo? Así podremos charlar."

"Esta noche no puedo, he quedado."

"Bueno, pues, cuando quieras no tienes más que llamar a la puerta de enfrente."- Ambas sonreímos y nos miramos a los ojos.

Pero su mirada cambia un poco y su sonrisa se va desvaneciendo. Se acerca a mí y me besa en los labios. No como un piquito de despedida. Tampoco como un beso de pasión y desenfreno. Digamos que es un beso de esos con ganas… aunque solo esté siendo por su parte en un principio. Me abraza rodeándome casi por completo y yo apenas puedo separar los brazos de mi cuerpo.

Y ahora se aparta

"Nos vemos."

Y le digo adiós con la mano, muda por lo que acaba de suceder. A ver, la chica no está mal y si, hemos quedado algunas veces después del día del "portazo". Pero de ahí a que le tenga que dar explicaciones de lo que hago.

Si no te he contestado, lo siento, estaba ocupada con mi vida (aunque suene egoísta, por primera vez en mi existencia), tratando de disfrutar de lo que la vida me había regalado.

En fin, que está claro que las mujeres van a acabar volviéndome loca. No tienen más que aparecer y consiguen hacerme apartar los pensamientos abstractos que estaba teniendo. Jo, y encima me siento mal por la chica.

Pero que le voy a hacer, no siento nada más que lo que siento. Me gustas como amiga aunque me encante follar contigo. Y si, ahora digo follar impúdicamente. Y también digo que me encanta follar y no preocuparme de sentimientos ni dolores ni hostias en vinagre.

¡Dios mío, me estoy convirtiendo en Leti! ¿Qué será de ella? Vaya, quizás debería llamarla y preguntarle. Al fin y al cabo, es un buen polvo, seguro.

No me puedo creer que esté pensando esto ahora mismo. Realmente si he cambiado. Posiblemente no sea la primera vez que pienso cosas así, pero si es la primera vez que soy consciente de ello.

La culpa es de ellas, me vuelven loca. Mejor me siento y abro el libro este, a ver si así consigo volver a ese mundo ideal y tranquilo en el que conseguí refugiarme y desconectar.

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Esto me supera, es demasiado placentero para ser real. Siento manos, bocas, piernas, suspiros, pechos.

Mi boca besa otra boca. Mis manos acarician un pecho, una vagina, y no se a quien pertenece cada cosa. Necesito quitar la venda que cubre mis ojos. Necesito ver lo que tengo delante. Quiero detenerme y grabar en mis retinas la imagen que me quieran mostrar.

Me aparto de esos cuerpos gateando y me siento mientras me quito la prenda que me ciega. Estoy en el paraíso, el edén o la luz que te lleva al cielo… ninguna fantasía puede ser mejor que mi realidad.

Uxía está sobre el colchón con la espalda totalmente arqueada mientras Maribel devora con saña su entrepierna. Esos casi-gritos son como la mejor de las melodías y mi excitación quiere salir de mi cuerpo para matarme de placer.

Mi cantante estira su mano y me llama. Y yo le tomo la mano y voy. La beso y siento una vez más su sabor, su calor. Bajo mi mano, acaricio su cuello, su tórax, su pecho derecho, pellizco ligeramente su pezón. Ella aparta su boca de la mía un momento para suspirar. Nos volvemos a besar. Acaricio su otro pecho y dejo su fresa entre mis dedos para hacerla volver a gemir. Sigo mi descenso sobre su abdomen, su ombligo, su vientre.

Ahora acaricio la cabellera de Maribel para pedirle paso. Se aparta un poco y mi mano sustituye a su lengua. Acaricio su clítoris, lo presiono un poco, juego con él. Y la penetro con mis dedos, despacio. Los saco y los vuelvo a meter, con fuerza, con decisión. Y lo repito una vez más. La estoy mirando a los ojos, puedo ver su cara desencajada.

Maribel toma mi mano juguetona y se lleva esos dedos a la boca y pone bajo las nalgas de Uxía un cojín.

"Vamos a hacerla gritar…" – me susurra, me besa y conduce los húmedos apéndices de mi mano por detrás de la pierna de la mujer tumbada colocándolos en la entrada de su ano.- "Se suave…"

No podría hacerlo de otra manera. Las yemas de mis dedos acarician esa entrada y noto como se va dilatando, como va dejando que mis mimos sean más profundos. Veo como se abre más para dejarme paso, y voy sintiendo como mis dedos se van convirtiendo en prisioneros voluntarios. Es tan estrecho como caliente pero mi mano está tan húmeda que antes de darme cuenta estoy todo lo dentro que puedo.

Me mantengo inmóvil un rato y Maribel comienza a bajar su boca de nuevo para desesperación deseada de la otra y mía. Uxía se estira como una gata y suelta un largo quejido. Su perfil en este momento es el cuadro que todo artista querría pintar.

Muevo mis falanges despacio, siento como late este lugar en busca de mi roce. Pero no es el único roce que encuentra. Los expertos de Maribel invaden su vagina y yo puedo sentirlos.

El grito de nuestra anfitriona nos sobresalta a ambas y, como si hubiésemos echo esto un millón de veces antes, nos acompasamos para dar goce. Una unión casi mística donde tres cuerpos se convierten en uno. Tres mujeres en una cama y un único sentimiento, un único pensamiento, un único deseo, una única palabra: placer.

Aparta mi cuerpo del suyo para que la mire y toma entre sus manos la cabeza de Maribel para hacerla ascender a su boca. Quiere saborearse mientras nuestros dedos no cesan sus sacudidas. Se besan de manera apasionada, casi desesperada, como si no hubiese otra necesidad en el mundo. Me gusta mirarlas, me gusta estar aquí, me excita.

Ahora me atrae y se incorpora un poco haciendo que la boca pecaminosa de la pálida dama me haga probar una vez más los sabores de mi pequeña y fibrosa morena. Soy parte de la lasciva situación. La lujuria que se ha apoderado de cada uno de mis rincones.

Y siento como mis dedos son aprisionados sin posibilidad de escapatoria, y noto como mi mano se empapa con los jugos que la otra mano deja escapar. Respira de manera dificultosa, tomando grandes bocanadas de aire, como si no le llegara el oxígeno de la habitación. Y expulsa el aire mediante gritos y gemidos que se mezclan con nuestras respiraciones agitadas.

Me tumbo a su lado y comienzo a acariciar suavemente a Maribel. Quiero acabar con ella lo que empecé con la otra. Necesito saber si puedo. Donde está mi límite.

Me mira, se coloca sobre mí. Su vagina sobre la mía. Siento su humedad, la deja caer sobre la mía. Veo como se contonea, erguida sobre mi cuerpo. Se acaricia los pechos. Sus ojos clavados en los míos.

Mis manos acarician su cintura, sus piernas y deciden tomar el mando de ese cuerpo. Alza un poco las caderas y apoya sus nalgas en mi vientre dándome libre acceso a la zona. Quiero ver como se retuerce, quiero vivir en primera persona la escena que un día consiguió que me soltara la melena.

Me encanta la sensación de penetrar a una mujer, adoro saber lo que puede estar sintiendo, ser conocedora del momento de placer que te aturde para poder tomar el mando. Ser la que regala ese momento, ser el todo para otra durante un instante. Y siento poder. Me siento poderosa.

Mi mano la bombea sin compasión alguna. Se que le gusta, su cara me lo dice. Echa la cabeza hacia atrás y grita. Y sigo con mi sádica penetración. Y siento como mi interior se llena de repente, y no puedo evitar mi exclamación.

Es una locura de la que no quiero escapar. Somos sudor, somos fluidos, somos roces, suspiros, gritos, palabras… es como una confusión constante. Ella dentro de mí, yo dentro de ella.

Giro mi cabeza y veo una espectadora encantada. Sonríe y sigue respirando de manera trabajosa. Siento como arden los músculos de mi antebrazo por la tensión de la postura y pienso que, de seguir así, acabaré deshidratada y con agujetas, pero feliz.

Nos sigue mirando y consigo enfocar su mano acariciando su entrepierna hinchada por la excitación. La melena de fuego se vuelve loca. Los pechos blancos se balancean hipnotizándome. Su interior se deshace sobre mí, empapando todo a su paso.

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Hay que ver, hasta me gusta más venir a trabajar. Me siento feliz de tener trabajo, de ser una mujer independiente. No tengo que pedir nada a nadie ni dar explicaciones de lo que hago. Es genial.

Es que se nota que algo ha cambiado en mí. Todos me lo dicen, aunque la más preguntona es Nuria. Quiere saber que pasó durante mis cuatro días de la boda. Que le han dicho lo de la canción y quiere saber si me ligué a algún maromo de la banda. Pobre ingenua. No piensa ni pon un instante que soy lesbiana y yo no me he visto obligada a desmentírselo. Me hace gracia.

El día que se entere se quedará petrificada. Y me hará más gracia.

Aparco en mi plaza de garaje y dejo que acabe de sonar la canción de la radio. He llegado pronto, me lo puedo permitir.

"¿Hola?"

"¡San! ¿Se puede saber que es de tu vida?"

"¿Quién llama?"

"Soy Leti, estúpida. Que pasa, ¿que te has olvidado de mí?"

"¡Leti! Estuve pensando en ti esta tarde… ¿me lees el pensamiento?"

"Ahh, que estuviste pensando en mi y no se te ocurrió llamarme. Claro, como es tan difícil marcar los números y darle al puto botón verde."

"Va, no te enfades mujer. He estado un poco inactiva esta temporada. Aunque ya me estoy reponiendo."

"No me cuentes tu vida tía pesada. Mira, que nos vamos de quedada a la capital. Ya sabes, donde veranean los reyes y, como te queda cerca, ¿por qué no te vienes?"

"No se, ¿Cuándo vais?"

"Vamos en dos fines de semana. Oye, tengo que decirte que es posible que venga Ruth con nosotras."

"Vaya… pues…"

"San, cariño, tengo muchas ganas de verte, en serio. Y las niñas también. Lo vuestro murió hace tiempo y va a ser una buena fiesta."

"Vale, vale, no te pongas así. Voy y así me divierto un poco. Además, así le doy un toque a una buena amiga que tengo allí."

"¡Genial! Pues, hablamos la próxima semana y quedamos, ¿vale?"

"De acuerdo. Cuídate fiera."

"Y tu niña, se te echa de menos por aquí."

"Yo también os echo de menos… nos vemos Leti."

A veces si, a veces no. Sois parte de mi vida, lo habéis sido y siempre estaréis ahí. Pero yo quiero tener más vida, quiero ser del mundo y que el mundo sea mío.

Y Ruth va a estar allí. Y al fin podré demostrarme que el tiempo ha pasado y que mis heridas han sanado.

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Maribel se desploma sobre mí y su cabeza se esconde en mi cuello. Su respiración es lenta y profunda, su pecho se aplasta contra el mío, mis manos acarician sus nalgas, su espalda.

Miro a Uxía ella está recostada contra la pared mirándonos y disfrutando de su momento.

Me siento reconfortada, plena, feliz. Y se que no va a ser el final.

Que todas las noches sean noches de bodas, que no se ponga la luna de miel