San - Luz de Lúa

“¿Saludas así a todas tus clientas?” – me está abrazando por la cintura y yo le sonrío excitada. “No… esto solo me ha pasado contigo…”

“Vaya, si que eres mañosa… y además casi no ensucias.”

“No es mas limpio el que más limpia si no el que menos ensucia.”

“Y encima sabes refranes, todo un partidazo de muchacha.” – Lúa se sonrojó y me miró de manera tímida. – “Y, seguramente, no estarás sola…”

“Ahora mismo estoy contigo aquí.” – volvimos a mirarnos y mi curiosidad por ella aumentó al escuchar su evasiva respuesta. – “Bueno, la puerta ha quedado perfecta. ¿Necesitas que repare alguna cosa más? Todavía tengo un rato para ti…”

Noto como mi temperatura sube sin poder controlar las imágenes que bombardean mi cabeza relacionadas con su cuerpo. Me pone nerviosa y se que ella se da cuenta de que no necesita mucho para tenerme. Y, aunque yo tampoco tengo dudas de que solo me tengo que acercar para cumplir mis intensas fantasías con ella, me da un poco de miedo…

“¿Podrías asegurar las bisagras de las alacenas de la cocina? Algunas están desencajadas y temo quedarme con las puertas en la mano.”

“Claro, eso solo es un momento.” – cogió la caja de herramientas y pasó muy pegada a mí mirándome fijamente con una ligera sonrisa de conquistadora.

Cierro los ojos y trato de controlar mi respiración que se ha agitado por la excitación que me produce esa mujer. Respiro profundamente varias veces y sonrío por lo tonta que me siento. Estoy segura de que si nos besamos estaré perdida…

“San, ¿puedes echarme una mano?”

“Claro” – entré en la cocina y la vi haciendo malabares con un destornillador en la izquierda y una de las puertas en la derecha. Sonreí y le agarré la puertecilla.

“Sujétala con las dos manos así… eso es.” – estaba concentrada en lo que estaba haciendo y a penas me miró. – “Si te cansas me lo dices, ¿vale?”

“¿Tanto vas a tardar?”

“No, pero… por si no te apetece tenerme tan cerca.” – me miró un momento con una segura sonrisa y volvió a concentrarse en lo suyo.

Me quedo embobada con su perfil, con el brillo de sus ojos oscuros, con su boca… mi corazón late a toda prisa y me entran muchas ganas de estirar mi mano y acariciar sus labios, coger su cara y acercarla a la mía para besarla. Pero tengo que sujetar esto para no entorpecer el trabajo de Lúa. Mi comportamiento me resulta gracioso porque me siento como una quinceañera.

“Eres enfermera, ¿verdad?” – Y San despierta de su ensoñación.

“Si, soy enfermera. Pero ahora no estoy ejerciendo, necesitaba tomarme un tiempo para mí.”

“Debe ser una profesión bonita… aunque te tiene que gustar mucho la gente. Yo soy un poco más antisocial. Por eso me gusta mi trabajo, la mayor parte del tiempo estoy sola haciendo lo que más me gusta.”

“Además de reparaciones y restauraciones, ¿Qué haces?” – me miró de nuevo y sonrió.

“He hecho algún que otro mueble a medida… y también hago artesanía en mis ratos libres. Cajitas, colgantes, pendientes… ya sabes, cosas para tunearse.”

“¿También por encargo?”

“No, para llevar a las ferias. A veces, por cambiar de aires, voy a ferias artesanales a vender cositas y a darme a conocer. Ya sabes, coger las riendas de un negocio es un poco más difícil de lo que parece. Los clientes no vienen solos, hay que salir a buscarlos. ¿Has estado alguna vez en una feria artesanal?”

“Como visitante si y me parecen muy divertidas… pero debe ser dura la vida del feriante.”

“Bueno… si te dedicas a eso en exclusiva si. Pero merecen la pena. Siempre surgen cosas interesantes. Dentro de poco tengo una, si quieres venir de visita…”

“Eso está hecho.”

“Y esto también, ya puedes soltar.” – cerró y abrió la puerta varias veces y engrasó las bisagras. – “Ha quedado perfecto. ¿Algo más?” – me miró intensamente y casi me quedo muda.

“Si, tengo un par de muebles que quiero que mires…” – respiré profundamente y sonreí. – “pero ya casi es hora de comer y supongo que te tendrás que ir.”

“Si que es tarde y quiero comer con mi abuelo. ¿Qué te parece si me paso el sábado por la tarde para mirar esos muebles? No abro la carpintería y tampoco tenía pensado ir a ningún sitio.”

“Pues me parece bien… yo tampoco tenía pensado hacer nada el sábado. Pues, nada, cuando quieras, te acercas y listo.” – Lúa recogió sus cosas mientras me lanzaba miradas furtivas. Yo me fui a la cocina a tomar un buen vaso de agua.

Sale a dejar las cosas en la furgoneta y yo me acerco a la puerta para despedirme de aquella preciosa muchacha.

“Gracias por todo y, el sábado, tráeme las cuentas para pagarte lo que has hecho hasta ahora.” – cierra la puerta del vehículo y se acerca.

“Eso ya lo arreglaremos cuando acabe.” – se queda mirándome fijamente y sonríe de una manera que me pone nerviosa. – “Ahora me tengo que ir…”

“Pues ya nos vemos…”

“Eso seguro.”

Se acerca más y sujeta mi cara con sus manos. No se lanza como si me fuese a escapar, lo hice con calma, dándome tiempo a reaccionar… pero mi reacción es sonreírle y dejar que envuelva mis labios con los suyos y que su lengua se apodere de mi boca. Se que estoy perdida y, por primera vez en mucho tiempo, no me importa dejarme ir.

Me besa despacio, con calma, disfrutando del instante y haciéndome disfrutar a mí. Y creándome una excitación que dejo notar abrazándola con fuerza por la cintura. Hacía tiempo que nadie me besaba así…

“Hasta pronto San.”

“Hasta pronto Lúa.”

…………………………………………………………

Para mi sorpresa, me estoy acostumbrando rápido a esta vida en la que mi familia está solo cuando todos nos ponemos de acuerdo. Me gusta comer con mis padres y con mis hermanos. Desde que estoy aquí nos gusta juntarnos un día a la semana para disfrutar los unos de los otros sin más.

Nadia cada día está más contenta con su nueva situación y Víctor está muy emocionado con la idea de hacernos tías y ser papá y no deja de tocarle la barriga a Rosa. Papá tiene una mirada diferente, se le nota feliz y relajado y mamá… mamá sigue siendo ella en estado puro.

“Entonces, San, ¿ya ha arreglado Lúa la puerta? Me tienes que decir cuanto es para darte el dinero.” – mi padre me guiña un ojo y una sonrisa pícara se dibuja en su cara.

“¿Quién es Lúa?” – mi hermano mira a papá y también sonríe. Nadia y mamá nos miran mientras yo me pongo colorada recordando el beso de hace a penas un par de horas.

“Lúa es la hija de Don José, el carpintero. Una chica muy apañada… y guapa.” – mi hermana se levanta de la mesa y mi madre se pone seria mirando severa a mi padre por la coletilla.

“¡Ah, ya se! Esa chica hace unas cosas preciosas. Hace poco Víctor me regaló un colgante que le compró a ella y es precioso.” – dijo mi cuñada guiñándome un ojo.

“El otro día charlé un rato con ella y después estuve con su abuelo. La verdad es que es una gente encantadora y trabajadora. José está muy orgulloso de su nieta y de que sea capaz de sacar el viejo negocio adelante.”

“Se necesita gente con iniciativas… en tiempos de crisis no hay mejor que sacar a pasear la imaginación para salir del bache.” – dijo mi hermano mirándome con guasa. – “Así que la carpintera.”

“Si… bueno… ha arreglado la puerta y ha metido mano a los armarios de la cocina. El sábado va a mirar algunos muebles de la tía para ver si puede hacer algo por ellos.” – todavía me ponen un poco nerviosa las reacciones de Nadia y de mamá… pero no puedo dejar que esas cosas me afecten.

“Me alegro de que sigas relacionándote con la gente de aquí…” – a veces odio a Víctor, sobre todo cuando se une a mi padre para avergonzarme…

Pero me gusta sentir la normalidad de mi familia, para bien o para mal, son los que me quieren incondicionalmente… aunque a veces no estén de acuerdo con lo que hago. Lo único que quieren es que esté bien y yo quiero lo mismo para ellos. A veces, hacerse mayor, te enseña a tener más paciencia y a ver las cosas de otra manera. Es bello aprender y evolucionar con el paso del tiempo.

“Por cierto San” – Nadia se sentó a mi lado y me sirvió el café – “este fin de semana viene una amiga a hacer un servicio de catering para un congreso y le hacen falta algunos camareros y pensé que, si puedes, podías echarle una mano. Paga bien y son unas horas.”

“¿Cuándo sería?”

“Sería para empezar a organizar el sábado por la mañana y el congreso es domingo y lunes… pero, si te parece bien, le doy tu número de teléfono y le digo que te llame.”

“Claro, así tendría un ingreso extra y siempre viene bien.”

“Y, ¿tu amiga es guapa?” – le lancé un trozo de pan a Víctor mientras él y mi padre se morían de risa viendo mi cara que quería ser de cabreo… pero lo cierto es que estaba pensando lo que dijo mi hermano.

…………………………………………………

Me siento en el viejo sillón de la tía Inés con un libro que hacía tiempo tenía ganas de leer. Abro la primera hoja y releo la dedicatoria que escribió aquella que me regaló el libro.

“Me recordarás siempre porque ninguna va a ser como yo… no me olvides aunque nunca nos volvamos a ver.”

Y nunca nos volvimos a ver… solo una vez, y de casualidad. Ninguna de las dos contaba con la otra en aquel momento ni en aquel lugar. Y el hecho de saludarnos nos removió tanto a ella como a mí. Y creo que a ninguna nos sentó bien. Una de esas mujeres que nunca llegué a entender y de la que estuve profundamente enamorada. Hace tiempo que no lo estoy… pero la sigo recordando. Como dijo Leti: “No la echas de menos a ella, echas de menos no dormir sola.”

Posiblemente echo de menos la compañía femenina, estar con una mujer más de un día y querer estar al día siguiente también. Pero sigo teniendo un poco de miedo al sexo femenino y a la complejidad con la que a veces me encuentro sin saber de donde ha salido. Aunque, merece la pena el esfuerzo.

No puedo negar que me encantan las mujeres… con sus curvas, sus miradas, los sentimientos que se despiertan cuando una me llama la atención. Es un vicio del que no me puedo desintoxicar. Las mujeres me vuelven loca en todos los sentidos. Y Lúa ha llegado sin avisar.

Mi cuerpo dice un si a gritos que mi mente trata de ignorar… mis neuronas están en huelga y mi corazón nunca se ha cerrado, aunque si se ha hecho más duro. No quiero pensar en mi recorrido sentimental hasta ahora, bastante he tenido ya tratando de contener mis hormonas para no caer en ser la casquivana que he sido y de la que poco orgullosa me siento. No se, supongo que ahora me apetecen más otras cosas.

Aunque Lúa… a penas la conozco, solo se de ella que quiere mucho a su abuelo y que le gusta trabajar con las manos… esas preciosas manos tan bien cuidadas. Y esos ojos salvajes que se me han quedado grabados a fuego. Que es lista y no se queda callada… y consigue dejarme callada a mí… y me gustan los retos.

Me toco los labios recordando el fugaz momento en el que sentí la calidez de los suyos, su lengua jugando con la mía, su mano acariciando mi mejilla y yo aferrada a su cintura deseando que aquel momento no terminara.

San, San… quien te mandará meterte en estos berenjenales. Si todavía no has salido del hoyo y ya te estás metiendo en el siguiente. Cambios y más cambios. Mejor que sean sin pensar, que cuando una cavila demasiado, las cosas terminan por dar la vuelta.

“¿Diga?”

“Hola… ¿San?” – una voz temblorosa de mujer sonaba al otro lado de la línea de teléfono.

“Si, soy yo.”

“Hola… soy Lúa… es que, me gustaría hablar contigo… ¿podría ser hoy? Si no puede ser… pues, nada…”

“Claro que podemos hablar Lúa…” – me entristecí un poco temiéndome lo peor. Un apunte más… - “¿Dónde quieres quedar?”

“Me puedo acercar a tu casa cuando salga de trabajar, si quieres, claro…”

“Perfecto, no tengo muchas ganas de salir.”

“Pues, en cuanto acabe de trabajar, me paso. Hasta luego.”

Colgó y me quedé un rato mirando la pantalla del móvil hasta que me cansé de aquel intento de autocompasión. Si algo me han enseñado los años es a no precipitarme a la hora de llegar a conclusiones equivocadas.

Volví al libro para que mi cabeza cambiara de rama y poder ocuparla con alguna historia que no fuese la mía.

…………………………………………………

“Hola Leti, ¿cómo estás?”

“Bien, ¿y tú qué? ¿No sabes usar el teléfono para llamar a las amigas?”

“Bueno mujer, tampoco ha pasado tanto tiempo desde la última vez que hablamos…”

“¿Y no me vas a contar nada?”

“¿De qué?”

“No te hagas la loca Alejandra… ¿Qué tal el otro día con Lucía? La última vez que hablamos me dijiste que ibas a cenar con ella…”

“Pues, nada… bien, sin más… me agarré una buena moña.”

“Ayer se acercó hasta el bar y me preguntó por ti. Me pidió tu número y le dije que se me había olvidado el móvil en casa. La noté algo molesta…” – me sentí un poco mal al recordar lo ocurrido.

“Cosas que pasan…”

“Pero, ¿qué pasó?”

“Pues que bebimos, le entró el calentón, me comió y, cuando me pidió que la acompañase a la habitación, me largué como alma que lleva la diablesa. ¿Contenta?”

“Joder San… que calienta bragas…”

“Oye, Leti, yo no he calentado a nadie, ha sido ella que se emocionó sin que nadie le dijese nada.”

“Pero te dejaste hacer y luego te largaste.”

“Ella también lo había hecho conmigo alguna vez…”

“Buena excusa zorra…”

“Anda, Leti, no me vengas con bollodramas, no tengo ganas de aguantar tonterías e historias como si tuviésemos dieciséis. Además, tengo otras cosas más interesantes en la cabeza.”

“¿La carpintera?”

“¿Y tú como lo sabes?”

“¿No recuerdas que esto es un pueblo?”

“Joder, si que son rápidos los de aquí con los cotilleos…”

“¿A caso lo dudabas pequeño saltamontes? Me lo dijo una colega de Lúa… al parecer estos días está algo ausente porque tiene mucho trabajo en tu casa.”

“Me está haciendo algunas reparaciones. Mi padre me ha ayudado demasiado y alguien lo tiene que reparar. Y ya sabes que soy muy torpe…”

“Otra excusa… prefiero que me digas que no me lo quieres contar a que intentes disimular. Como si no te conociera. Además, me aventuro a asegurar que la chica te gusta mucho.”

“Pues si, me gusta. ¿Y qué? En fin, prefiero tomarte la palabra y decirte que prefiero no contártelo.”

“¿Me vas a dejar con las ganas de saber de esa muchacha?”

“Por ahora si. Por una vez no me apetece empezar marujeando.”

“¿Habéis quedado muchas veces?”

“¿Quieres hablar de algo más que no sea Lúa?”

“Pues hoy no… tenía ganas de cotillear, pero ya veo que contigo no se puede. ¿Qué vas a hacer este fin de semana?”

“Mi hermana me ha dicho que una amiga suya necesita camareros para el domingo y, a lo mejor, voy a echarle una mano.”

“¿Ahora eres camarera? Pues, ya sabes, cuando estés inspirada montamos una fiesta aquí y te pongo a ti de bar-girl, jajajaja.”

“Si está bien remunerado seguro que acepto.”

“¿No vale pago en especias?”

“¿Estás en celo?”

“No más que tu bonita… ale, ya no me apetece hablar más contigo. ¿Quedamos un día de estos para cenar y charlamos?”

“Hecho, te llamo mañana o pasado, ¿vale?”

“Más te vale bonita…”

“Hasta luego Leti…”

…………………………………..

Son las siete y media y estoy nerviosa por la próxima llegada de Lúa. No se que quiere y eso no me deja relajarme para recibirla. Y me pongo en la situación de que vendrá para decirme que no… aunque fue ella la que me besó… y ese beso se que nos gustó a las dos.

Y tampoco se por qué me causa esta sensación pensar en ella... ni por qué me miento o por qué trato de engañarme cuando estoy segura de lo que me está despertando. Pero no quiero luchar… estoy cansada de esas relaciones en las que todo es difícil y hay que luchar contra lo invisible.

Tal vez mi cabeza se está precipitando y no es para tanto. A lo mejor ni siquiera viene… o quizás… quizás debería prepararme una infusión relajante y encender la lareira para estar más cómoda. Siempre me anima encender el fuego.

Acerco el sillón al fuego que empieza a coger fuerza y me evado viendo sus llamas consumiendo la madera seca. Acerco las manos para calentarlas y me siento relajada escuchando el sonido que produce. Me gusta sentir su calor y me olvido de todo viendo sus sensuales movimientos.

Escucho como llaman a la puerta y me levanto para abrir. Los ojos de Lúa brillan de manera especial y no dice nada, solo sonríe. Yo también sonrío y se que todas mis cavilaciones han sido erróneas. Entra sin que la invite y vuelve a tomar mi cara entre sus manos para besarme de nuevo. La dejo hacer sin oponer resistencia y sonrío por dentro por el deseo que me hace sentir. Quiero hacerme la dura y me aparto un poco.

“¿No venías a hablar conmigo?”

“Si… pero quería saludarte primero.”

“¿Saludas así a todas tus clientas?” – me está abrazando por la cintura y yo le sonrío excitada.

“No… esto solo me ha pasado contigo…”

Vuelve a besarme y, aunque intento hacerme la dura, no puedo más que dejarme hacer mientras enredo mis dedos en su pelo. Me acerca a su cuerpo sujetando con sus manos mi trasero. Mi temperatura sube y me alejo un poco de su boca para tomar aire.

Lúa no me suelta y, sin previo aviso, lanza sus labios a mi cuello y muerdo los míos para no dejar escapar el gemido que se atraganta en mi garganta. Pega su mejilla a la mía y me susurra…

“San, no se que me pasa… desde que te he besado antes no he dejado de pensar en tus labios.” – aparta un poco su cabeza y busca mi mirada. – “No se si es una buena idea o no, pero me gustaría seguir haciéndolo un rato más… quiero sentirte…”

Sus ojos son pura pasión y desvía su mirada en las últimas sílabas para clavar su vista en mi boca entreabierta. Sonríe de manera pícara y se lanza de nuevo a mi boca mientras yo me dejo convencer por esas buenas razones que se aplastan contra las mías. Dibujo su silueta con mis manos y le quito la chaqueta. Lleva una de esas camisetas ajustadas sin mangas que dejan poco a la imaginación. Acaricio los músculos de sus brazos mientras ella me muerde levemente el labio inferior y cuela sus manos bajo mi camiseta acariciando mi espalda desnuda.

Suspiro con fuerza y busco su cuello como ha hecho ella antes. Noto como sube mi camiseta y me aparto para hacer yo lo mismo. Tomo su mano y nos dirijo al sofá para estar más cómodas. Tengo ganas de sentir su cuerpo desnudo contra el mío. Y ella también… antes de ponernos cómodas en aquel mullido sillón, desabotona mis pantalones y los ayuda a llegar a mis pies.

Me empuja ligeramente y ella se queda de pie observándome. Me pongo nerviosa porque me gusta mucho esa chica, quiero verla desnuda, quiero que me toque, quiero tocarla y quiero sentirme deseada…

Se desnuda mirándome con una enorme sonrisa y se pone de rodillas sobre mí. No me puedo creer lo que ven mis ojos. Su cuerpo es tan hermoso que mis manos no pueden evitar recorrerlo con devoción. Muerde mi cuello y desciende por mi pecho acariciándolo también con las manos. Lo único que inunda mi cabeza es la sensación de mi cuerpo al sentirse mimado de aquella manera, de que mis manos estén tocando aquella suave piel que repta sobre mí.

Estiro la mano hasta alcanzar su humedad y ella deja escapar un pequeño jadeo apartándose para mirarme dándome su aprobación. La sujeto por la nuca y la acerco de nuevo a mi boca y, antes de besarla apasionadamente de nuevo, introduzco dos dedos en su interior. Cierra los ojos y deja caer suavemente su cuerpo sobre mi mano para profundizar aquella primera penetración.

Mi lengua está en su boca y mis dedos en su interior, ella se mueve acompañando a mi mano en su tarea mientras sus senos bailan rozando los míos. No quiero dejar de hacer eso, no puedo dejar de mirar su cara de placer ni controlar mi desbordado interior que me hace sentir más húmeda que nunca.

Empiezo a acelerar el ritmo y siento como mis dedos y mi mano se empapan. Se aparta de mi boca y echa la cabeza para atrás dejando escapar un grito fuerte. Se desploma sobre mí, la abrazo fuerte y le beso la frente mientras ella sigue disfrutando sobre mi pierna.

“¿Qué me has hecho? Me he quedado…”

“Shhhh, disfrútalo un rato más.” – esconde su cara en mi cuello y lleva su mano a mi pecho para acariciar mi pezón.

“¿Crees que me has dejado tan débil como para dejarte así?” – muerde mi cuello y pellizca ligeramente mi pezón.

“Espero que no…”

Su lengua recorre mi cuello y sube hasta mi oreja. Comienza a bajar su mano por mi abdomen y no contengo el suspiro que me ahoga. Encuentra mi clítoris y se incorpora un poco para mirarme con una sonrisa que hace que pierda la noción de todo en ese mismo instante.

La abrazo mientras me acaricia. Necesito sentirla cerca para saber que es de verdad. Ella acerca su oreja a mi boca para escucharme suspirar mientras me da el placer que tantas ganas tenía de sentir.

“Si que te alegras de verme…” – me penetra con suavidad un par de veces pero un profundo gemido se me escapa y ella se emociona apurando para hacerme ir a un mundo que hacía tiempo no visitaba.

Sus dientes se aferran a mis pechos mientras su mano no deja de darme placer. Acaricio su cabeza y, de vez en cuando, me muerdo un dedo para no gritar. Hacía tanto tiempo que una mujer no me tomaba así…

Cierro los ojos para sentir mejor lo que me hace, para sentir más cerca su piel, sus manos, su lengua jugando. Sus dedos me penetran sin descanso y me deshago sin oponer resistencia a lo que esta mujer está causando en mí. No se de donde ha sacado tantas manos, pero ahora noto uno de sus dedos sobre mi clítoris y no puedo hacer más que gritar y arquear mi espalda en busca del aire que el orgasmo que siento me ha quitado…

“Eres preciosa San…” – me abraza y me besa en los labios de nuevo.

Nos quedamos un rato así, repartiendo algunas caricias que teníamos guardadas para momentos especiales. A penas somos capaces de hablar, supongo que cada una está pensando en sus historias para no dormir. Aunque hacía mucho que no me sentía tan cómoda con una desconocida. Lúa no tiene complejos, no le importa estar desnuda y sentirse observada.

“¿Quieres quedarte a cenar?”

“Estoy con una chica…”

“¿Y esa chica no te deja cenar?”

“Si… pero no te lo dije antes… y me siento un poco mal.”

“Eso es cosa tuya Lúa…”

“¿A ti no te importa?”

“Pues nos acabamos de acostar y no soy tu novia… no nos hemos prometido nada.” – Lúa se esconde en mi cuello y dice algo que no comprendo. Me mira de nuevo a los ojos y me pierdo una vez más entre sus brazos…

……………………………………………

Estoy sola en mi cama. Lúa ya se ha ido y ni me he enterado de cuando. Me siento satisfecha por lo que ocurrió entre nosotras ayer… aunque un poco decepcionada por el hecho de que no me hubiese dicho que tenía pareja. Supongo que la edad es lo que tiene y que las chicas como ella es difícil que estén solas. Aunque tampoco me quiero precipitar en mis conclusiones.

Lo de ayer fue solo un calentón y las dos nos teníamos ganas. Supongo que tendría ganas de probar algo distinto y yo de poder tener sexo sin complicarme. Pero me he complicado y lo se. Sabía que si lo hacía me colgaría por esa morena… y me he colgado como una adolescente. Ni siquiera se cuantos años tiene, ni siquiera se si volverá a aparecer por aquí. Aunque debería, que le debo las reparaciones.

Y vuelta otra vez a la precipitación a la hora de sacar conclusiones. Ser mujer es lo que tiene…

“Hola Leti…”

“Te parecerá bonito llamarme a estas horas de la mañana…”

“Son las once mujer.”

“Ya, pero me he acostado a las cinco de la mañana y todavía no tengo que ir al bar… espero que sea importante…”

“Era para saber si tienes tiempo de quedar hoy.”

“Te noto la voz más viva de lo normal… ¡tu has follado esta noche!”

“Siempre pensando en lo único…”

“¿Te has tirado a la carpintera?”

“¿A ti que te importa?”

“¡Pues claro que me importa! Esta noche tengo que currar, pero si quieres quedamos para comer. ¿Haces tú la comida y me acerco a eso de las dos?”

“Vale, trato hecho… pero es mejor que no te montes películas…”

“En unas semanas ya me has revolucionado el pueblo cabra… Lucía, ahora Lúa… hija, deja algo para las demás. ¿Y no eras tú la que quería dejar de ser chocho loco?”

“En fin, Leti, hablamos luego que no quiero que los del teléfono se enriquezcan a mi costa. Trae vino, que buena falta nos va a hacer.”

“Vale, hasta después rompecorazones… además, tengo una noticia para ti… ayer me llamó Ruth…”

“Mejor hablamos luego. Un beso.”

Y, como éramos pocos, Ruth también da señales… tal vez ni siquiera sabe que estoy aquí aunque, visto lo visto, y dado que las noticias aquí ya se comentan antes de que sucedan… ¡quien me mandaría a mí meterme en sujetadores de once tetas!

Al menos, metida en estos berenjenales, pienso menos en lo que mas me jode… ¡Ay, Lúa! ¿Quién me mandaría a mí hacer lo que no debería siendo consciente de que no debería? Has aparecido, me has enganchado y lo único que se es que voy a dejar que hagas lo que quieras mientras observo desde fuera para decidir si te dejo o no te dejo jugar conmigo.

Pero esa parte de mi que sigue tan viva como yo sigue formando parte de mi ser… no se hablar con una mujer sin coquetear con ella. Y, claro, así llegamos a los malentendidos… ahora ya no me extraño. Se que es culpa mía y también se que no lo puedo evitar. Así que, si hay que jugar, jugamos. A lo mejor hasta tengo suerte y me quedo con la guapa de la película y no me sale rana.

Por fin he encontrado la canción y sonrío. Hace mucho tiempo que no me dedico música animada y he tenido un buen despertar, a pesar de todo. Tengo que preparar la comida y recoger mi ropa, que sigue desperdigada por el salón.

Vem chegando o verão

O calor no coração

Essa magia colorida

São coisas da vida...

Não demora muito agora

Toda de bundinha de fora

Top less na areia

Virando sereia”

Alynne Rosa comienza a entonar las primeras estrofas de una canción que, con el título casi lo dice todo… Uma noite e meia … Una noche y media. Y veo la ropa tirada… y todavía siento las manos de Lúa desnudándome, sus labios besándome, su suave piel…

Essa noite eu quero te ter

Toda se ardendo só pra mim

Essa noite eu quero te ter

Te envolver, te seduzir”

Daniela Mercury, poderosa mujer donde las haya... brasileña de las que quitan el sentido y con una voz que te deja una huella difícil de borrar. Juro que, si una mujer como ella se me acerca y me dice eso, me derrito al instante. No se si Lúa sabe cantar o no… pero el simple hecho de pensar en su cuerpo consigue hacer reaccionar el mío.

“O dia inteiro de prazer

Tudo que quiser, vou te dar

O mundo inteiro aos seus pés

Só prá poder te amar

Roubo as estrelas lá do céu

Numa noite e meia desse sabor

Pego a lua, aposto no mar

Como eu vou te ganhar?”

Y antes de hacer nada, me voy corriendo a la ducha para refrescarme y, ¿por qué no?, volver a la pacífica relajación que tenía cuando me desperté todavía con la resaca de una buena noche de pasión bajo la luz de Lúa…