San - Las manzanas

Hay dos palabras que te abrirán muchas puertas: tira y empuja. Y la niña aprende rápido...

Entré en el hospital canturreando una de esas canciones pegadizas, al tiempo que saludaba a todo el mundo alegremente. Hacía tantos meses que no me encontraba tan contenta, que tenía ganas de comerme el mundo. Supongo que pasar aquel fin de semana loco sin tener ningún tipo de preocupación ni remordimiento había sido la luz en mi oscuro túnel del comienzo de mi nueva vida.

No es que mi vida fuese muy diferente a la de antes, de hecho, la que había cambiado había sido yo. No es tampoco que, el hecho de que ahora me gustaran las mujeres, me hubiese cambiado, pero si el descubrimiento de un mundo que, por desgracia, era paralelo al del resto. Las cosas cambiaban al estar a este lado del espejo.

A pesar de vivir en un país donde la igualdad está a la orden del día, la gente sigue teniendo muchos perjuicios y, por lo visto, somos una especie de "segunda división" de personas. Y, esto lo estaba pensando porque mi madre me había preguntado que qué había hecho durante esos dos locos días y no le pude decir la verdad.

Parece mentira que la gente de por aquí siga diciendo lo de "conozco a un chico gay" o "mi mejor amigo es gay", pero que nadie hable sobre sus propios casos. No se por qué, pero nadie tiene un hermano o un hijo homosexual. Y eso que aquí está bien visto ser marica, pero no bollera.

En todos los medios de comunicación hay muchos hombres que se reconocen homosexuales y han salido del armario consiguiendo así una gran aceptación. Presentadores, jueces, políticos y deportistas. Sin embargo, las mujeres, seguimos luchando por la igualdad en todos los aspectos de la vida. Todavía no conozco demasiados casos de españolas que tomen la bandera multicolor y digan: "españoles, soy lesbiana".

Parece ser que, nosotras, tenemos mucho que cavar para sacar agua del pozo. Aunque, por suerte, hay mujeres corrientes que, aunque no sean famosas o no tengan trabajos glamurosos, hacen todo lo posible para normalizar sus vidas. Esas mujeres no se esconden y nos enseñan que, a pesar del resto, una mujer puede hacer su vida como le dé la gana independientemente de con quien se acueste.

Entonces apareció ante mí la imagen de una Alba concentrada. Esa mujer, por ejemplo, vivía su vida sin importarle un bledo lo que opinara el resto. Era inteligente, simpática y una currante nata. Siempre encontraba la palabra adecuada para los momentos en los que se necesitan y, aunque lo había pasado mal al reconocer públicamente su homosexualidad, le había hecho entender a su familia que, ser lesbiana, no es algo malo, que es normal, que ella no cambiaba como persona por el hecho de acostarse con féminas.

Me gustaba tomarla como ejemplo para mí.

"¿Por qué me miras con esa cara de concentración? O bien has descubierto que tienes rayos x en los ojos o te has dado cuenta de que estás enamorada de mi…"

"Pues, ninguna de las dos cosas, aunque lo de los rayos x no sería una mala cosa… realmente estaba pensando en lo mucho que te admiro y en que hubiese sido de mi si no hubiese contado con tu apoyo incondicional."

"Posiblemente no habrías pasado el fin de semana loco que me han contado que tuviste… empieza a contarme toooodo lo que pasó. Pero las cochinadas ahórratelas, ¿vale?"

"Jajajaja, eres mala, muy mala. Fue algo salvaje, pero tampoco demasiado. De vez en cuando hay que dejarse llevar por los impulsos de cada uno."

"Ya, ya, ahora se llaman impulsos. ¿Qué te pareció estar rodeada por tanta bollera?"

"Pues… genial, las que llegué a conocer eran muy divertidas y estuve cómoda todo el rato."

Le conté todo lo que había supuesto el fin de semana. La fiesta, el karaoke, la desaparición de Leti y el descubrimiento de Ruth. Estaba tan emocionada que Alba no dejaba de reírse de mí.

"Pareces una niña pequeña la primera vez que va a un parque de atracciones."

Y era cierto, pero no podía evitar estar así de contenta. Aunque, cuando cada una se fue a hacer su turno, volví a pensar en mi familia. Ellos no sabía esta novedad y no sabía hasta que punto era viable que se lo dijera o no. Sobretodo tenía miedo de cómo decírselo a mis hermanos. Siempre habíamos estado muy unidos y yo era la pequeña de los tres. No es que hubiera una gran diferencia de edad, pero yo seguía siendo su niña.

Mi hermano, Víctor, era dos años mayor que yo y era el típico protector de las niñas de casa (incluida mi madre). Siempre habíamos sido muy amigos y nos entendíamos bien, pero, últimamente, a penas teníamos contacto por mi aislamiento.

Mi hermana, Nadia, era cuatro años mayor y nos llevábamos bien, pero siempre tenía la sensación de que se sentía decepcionada conmigo. Supongo que ella quería una hermana pequeña que se pareciera un poco a ella, y yo no era así. La verdad es que los tres somos muy diferentes.

Nunca me imaginé como se tomarían mi lesbianismo, aunque, por otra parte, a ellos debería darles igual, siempre y cuando yo fuera feliz. Lo que pasa es que esto se piensa cuando eres tu la que lo tiene que decir. Pero no es el mismo pensamiento para todos.

Antes de acabar mi turno le mandé un mensaje a mi nueva amiga Ruth para que se viniera a desayunar conmigo, en eso habíamos quedado. Y me contestó al momento que si, ella es muy madrugadora. Así que, recogí mis bártulos y me dirigí a una cafetería del centro, cerca de donde trabajaba mi acompañante y, también, mi hermana.

Como tenía aquella cosa en la cabeza, le pedí a Ruth que me contara su experiencia con el clóset (como dicen mis amigos americanos).

"Joder, vaya preguntitas ya a primera hora. Pero bueno, entiendo que lo quieras saber… en fin, desde pequeña había tenido claro que me gustaban las chicas y los chicos. Nunca me habían dicho que solo me podía gustar una cosa, así que, siempre lo vi como algo natural. A medida que fui creciendo mi gusto por los hombres quedó limitado a lo meramente físico. ¿A quien no le gusta ver algo bonito? Pero, para las cosas más del corazón, las féminas son las que me lo roban."

"¿Nunca tuviste el típico trauma de no reconocerte o algo de eso?"

"Pues, lo cierto, es que no. Siempre lo llevé con naturalidad y, supongo que por eso, mis padres lo aceptaron tal cual, sin reservas ni crisis ni llantos. De hecho, fueron ellos los que me preguntaron si mí querida amiga Patri era algo más que una amiga. Y, claro, les dije que si."

"¿Y no les importó?"

"Bueno, digamos que ya no les hacía tanta gracia que se quedara a dormir. Pero, normal, son mis padres y no querían pillarnos haciendo cochinadas en mi cuarto. Obviamente, si se quedaba en mi casa, hacíamos trastadas. No teníamos otro sitio cómodo. Pero, ellos nunca se molestaron ni nada de eso por el hecho de que me gustaran las chicas."

"Jo, que suerte. Yo estaba pensando en comentarle algo a mis hermanos, pero me dan pánico sus posibles reacciones. Me gustaría hablar con ellos de lo que me pasa, sabes, siempre hemos estado muy unidos. Pero ahora me he alejado y no se como plantear el temita. Con respecto a mis padres, supongo que esperaré un poco más. Tampoco se como reaccionarán, aunque no me asustan tanto. Soy la pequeña."

Se sentó a mi lado y pasó su brazo sobre mis hombros para darme ánimos. Me tomó las manos y la sentí muy cerca de mí. Me miraba a los ojos y teníamos las caras muy cerca. Aunque seguía sin ser una de esas chicas que te llama especialmente la atención, en las distancias cortas arrasaba. Y, en aquel momento, deseé apoderarme de sus labios.

Pero estábamos en un bar del centro con mucha gente a nuestro alrededor, así que, había que contenerse un poco.

"¡Vaya sorpresa! Hola Sandra, ¿ya has salido de trabajar? Hola, me llamo Nadia. Soy su hermana."

Supongo que, si antes llego a hablar de mis hermanos, antes aparecen. Allí estábamos nosotras. Ruth abrazándome por los hombros con cara de intriga, yo con cara de tranquila-hermana-esto-no-es-lo-que-parece (como si fuera a darse cuenta solo con vernos) y mi hermanísima preparándose para sentarse con nosotras con cara de felicidad.

"Bueno, así que tomándoos un cafecito, ¿no? Pues yo también lo voy a hacer. Mira, Marisán - ¿por qué me tiene que llamar así? ¿No se da cuenta de que hay más gente delante? Ya de por si es jodido tener mi nombre, pero que no cuenten esas intimidades delante de mis amigos – ayer me envió un correo Lily, mi amiga asturiana, y me ha invitado a pasar el fin de semana en su casa. Me ha dicho que te lo diga, por si quieres venir tú también, ya sabes que siempre te tuvo mucho aprecio. Entonces, ya te lo iba a decir esta noche, pero ahora que estás aquí… Mira, perdona, camarero, ponme un café con leche desnatada y una tostada… entonces eso, ya me dices si te apetece o no. Y tú ¿Quién eres? Si eres amiga de mi pequeña, puedes unirte a lo de este finde. No creo que a Lily le importe demasiado…"

Si, esa era mi hermana. La que habla por diez y no te deja hablar a no ser que tenga la boca ocupada con algo. Ruth solo dijo unas pocas frases sueltas y yo estaba mirándola todavía anonadada tratando de ordenar toda aquella información que había vomitado nada más tomar asiento. Cuando pude cortar el momento, le dije a Ruth que mejor que nos fuéramos. Yo estaba cansada y quería dormir y ella debía entrar a trabajar

"Bueno, Marisán, ya por la noche me dices algo de si vienes o no vienes. Aunque, no se si tendrás guardia o esas cosas de las que siempre hablas... en fin, Ruth, encantada de conocerte y espero que tu también te pienses lo de venir. Las amigas de mi niña son siempre bien recibidas. Ale, un besito."

"Hasta luego, Nadia."

"¿Marisán? ¿Te ha llamado Marisán? Pero, ¿Se puede saber cual es tu nombre?"

"Así es como me llaman cariñosamente mis hermanos y mis padres. Mi nombre… vale, ¡vale! No me pongas esa cara de pena. Me colgaron la denominación de María Alejandra."

Creo que mi "queridísima amiga" Ruth todavía se sigue riendo de mi nombre. A ver, se que no es el más bonito, pero es el mío. Total, tener tanto nombre para que después todo el mundo me llame San… de allí me fui a casa, realmente estaba agotada después de la noche en el hospital. Pero, las sorpresas de ese día no iban a acabar tan pronto. Cuando ya casi estaba llegando a mi destino me encontré con ella.

"Vaya, cuanto tiempo. ¿Tienes pensado volverme a llamar o vas a hacer como la otra vez?"

¿Por qué no podía tener una jornada normal y aburrida como el resto? ¿Era necesario encontrarme con Lucía ahora? Encima, hablándome con esa chulería. Debe ser que alguien me ha echado el mal de ojo. Definitivamente, desde que soy lesbiana, mi vida es mucho más intensa.

"Hola Lucía. Supuse que entenderías que me tomara un tiempo. Te dije el por qué y todo. Pero veo que no me creíste."

"Ya ha pasado tiempo y, te echo de menos. Antes nos lo pasábamos muy bien juntas, pero ahora todo se ha vuelto muy diferente. Tienes nuevas amistades y, no se, estás diferente."

"No he cambiado tanto, Luci, pero mi historia contigo no es muy sencilla. Sabes lo que siento por ti y sabes que me hace daño tenerte cerca."

"Pensé que ya lo habrías superado. Supuse que, con el éxito que me han dicho que tenías entre todas las mujeres, me habrías olvidado." – esto me lo dijo mientras se acercaba a mi peligrosamente tomándome por la cintura.

"No es tan sencillo olvidar a alguien cuando no te deja hacerlo, ¿no crees?" – traté de escabullirme de esa situación, pero ella me estaba agarrando con fuerza.

Nos miramos a los ojos un buen rato y conseguí liberarme de sus brazos para decirle que me iba y que ya nos llamaríamos. Ella me tomó la mano

"¿No te vas a despedir de mi?" – y, tirando de mi mano, me dio un húmedo beso en los labios que me quemó como si me hubiese bebido un baso de lejía pura. Se dio la vuelta y me dejó allí con un palmo de narices.

Definitivamente, este día se estaba volviendo difícil a pasos agigantados. Ahora solo faltaba que apareciera mi jefe y me doblara los turnos, o que me cayese una maceta en la cabeza.

¿Por qué tenía que comportarse así? Yo no había hecho nada para merecer aquello, y estaba tratando de olvidarla. Pero es difícil olvidar a un gran amor, y ella lo era. Aunque tenía claro que lo nuestro nunca tendría futuro, todo lo que habíamos compartido en los últimos meses, supuso una pequeña ascua en mi interior. Vamos, que con un pequeño soplido de ella, el fuego volvía sin remedio alguno. Tenía que encontrar la manera de apagar todo aquello, pero, mientras siguiera apareciendo en mi vida, las cosas iban a ser demasiado difíciles.

Cuando llegué a casa me encerré en mi cuarto sin poder borrar de mis labios el calor de los suyos y me metí en la cama tratando de dormir y poder olvidar aquel momento. ¡Con lo bien que había estado todo el fin de semana!

Pasó la hora de comer y, a pesar de que me llamaron insistentemente, me negué a bajar. No quería ver a nadie, solo quería contar los minutos que me faltaban para regresar de nuevo a mi trabajo y concentrarme para no pensar en ella.

"San, soy yo. Ábreme la puerta, te traigo algo que se que te gusta."

"Hola Víctor. No me apetece nada ahora. Quiero estar sola."

"Mira peque, llevo mucho tiempo preocupado por ti. Te estás aislando mucho y no me gusta. Antes me contabas las cosas que te preocupaban, pero ahora simplemente callas y desapareces. Además, tengo ganas de hablar contigo, déjame intentarlo."

"De verdad, ahora no me apetece. No me encuentro nada bien de moral y solo tengo ganas de estar aquí tranquila…"

"Me han dicho que te han visto besando a la camarera del bar del centro. – el silencio que se interpuso entre nosotros fue muy incómodo. Podía negárselo y hacer como si la gente fuese malvada por no meterse en sus asuntos e inventarse cosas, pero había sido cierto y yo estaba muy colorada – Mira nena, si no es cierto pues, bueno, podemos decir que a la gente le gusta inventarse cosas y, si por el contrario, es verdad… nena, soy tu hermano y ¿Quién mejor que yo te iba a entender? A mi también me gustan las mujeres…"

Rompí a llorar. Estaba desolada. Había tardado mucho en plantearme siquiera contárselo a mi hermano, y había sido él el que me lo había dicho a mí. Y no me había recriminado nada, me había dado su mano para sujetarme. Me entendía y me apoyaba y yo lo había dudado.

"¡¿Por qué es todo tan difícil Víctor?! Yo estoy enamorada de ella y no me hace caso hasta que la empiezo a olvidar, entonces aparece y me deja el mundo patas arriba. E intento estar bien y hacer como si nada pasara, pero no puedo. Las otras chicas también están bien, pero no son ella y soy demasiado idiota para olvidarla."

"Pero peque, estas cosas pasan y, aunque no se de que me hablas, tienes que estar tranquila, tu hermano está aquí para ayudarte. Vamos pequeña, ven aquí."

Me abrazó con fuerza y después le conté todo lo que me había pasado en los últimos meses. Obviamente omití todos los detalles erótico-festivos y demás cosas por el estilo. Por mucho que me entendiera, el seguía siendo mi hermano y yo su hermana pequeña. Le hablé de cómo me di cuenta y lo que supuso para mí. Le expliqué lo que había significado para mí encontrar una gran amiga como Alba. Le conté la historia con Leti ya que la había mencionado y, por último, le hablé de Lucía y de lo que había pasado entre nosotras y también del encontronazo de esa jornada. La explicación de por qué en ese momento me encontraba tan mal

"Vaya, hermanita, no has perdido el tiempo. Aunque, debo reconocer que me lo imaginé. No se, entre algún comentario y tu forma de actuar tan extraña, me dio la sensación de que algo ocurría por esa cabecita loca. Con respecto a Lucía… en fin, me recuerda un poco a Sonia, mi ex. Ella también me hacía esas cosas después de dejarlo y lo pasé muy mal pero, sabes, acabas superándolo y también te haces más fuerte. ¿Lo sabe alguien más? ¿Se lo has contado a Nadia?"

"Por ahora de casa solo lo sabes tu. A Nadia no se como decírselo. Lo estoy pasando mal brother, y no se si se curará o no. Lo intento, pero es muy difícil."

"Mira, cosita, ahora me tienes a mí. Puedes contarme lo que sea, ya lo sabes. Eso si, que no se te ocurra levantarme una novia, ¿eh? Y, otra cosa, si tienes pensado contarle algo a nuestra hermana, procura hacerlo poco a poco para que se vaya haciendo a la idea. Ella no es como yo…"

"Gracias Víctor, me has sacado un gran peso de encima. Te quiero."

Hablar con mi hermano sobre el tema y sincerarme con un miembro de mi familia, me había dado fuerzas y me había subido el ánimo. No me creía lo afortunada que había sido por tener un hermano así. Me respetaba y me lo había demostrado no criticándome y apoyándome en todo momento. Ahora estaba más animada para contárselo a mi hermana así que, decidí acompañarla a casa de su amiga Lily.

Además, esa chica siempre me había tenido mucho cariño y a mi me parecía estupenda, a la par que guapa. No es que me estuviera haciendo ilusiones ni nada de eso, era amiga de mi hermana, pero, las cosas bonitas siempre gusta ojearlas.

Mientras preparaba mi mochila para la escapada del fin de semana tenía dos cosas en la cabeza: la primera era que iba a ser mi segundo fin de semana fuera de casa en menos de un mes y eso era bueno, la segunda era como empezar a explicarle a mi hermana que me había pasado al marisco después de haberme comido algún chuletón.

Decidí tomarme todo este asunto con mucha calma y no apurar las cosas más de lo necesario. Ahora ya me había sacado un peso de encima al contárselo a mi hermano y él me ayudaría a pasar el trago, seguro.

Cuando subimos al coche comenzó a hablar todo el rato sin parar, como siempre, contándome lo maravillosa que era su vida al lado de su nuevo novio. Lo divertido y lo amable que era y muchas otras cosas por el estilo. Y, claro, su trabajo también era parte importante de su vida y también era algo maravilloso y estupendo.

La mayoría de las veces me daba la sensación de que mi hermana sufría en silencio por algunos temas, pero nunca decía nada de nada. Aunque, por suerte, ella era una mujer afortunada y, en general, las cosas le iban bien. Pero yo seguía intrigada por su respuesta ante mi sexualidad.

Como no paró de hablar en todo el tiempo me quedé sin la oportunidad de plantearle cualquier tipo de pregunta. La quería por ser mi hermana pero, estoy segura de que, si llega a ser una persona ajena a mi familia, no me hubiese ni acercado a semejante pija.

Llegamos a nuestro destino salió a recibirnos con mucha alegría la anfitriona. Aunque el recuerdo que tenía de ella era bueno, cuando la vi acercarse al coche me quedé prendada de su belleza. Supongo que esa mujer era como el buen vino, mejoró con los años.

"¡Hola Nadia! Al fin estáis aquí, ya tenía ganas de veros. ¿Qué tal el viaje?"

"Pues muy bien, la verdad es que la carretera está muy bien y nos ha acompañado el buen tiempo. ¿Recuerdas a mi hermana?"

"Así que esta es la pequeña Marisán… como has crecido. Estás mucho más guapa que la última vez que te vi."

No se si fueron imaginaciones mías o ella me había guiñado un ojo. Vaya, la notaba distinta. Su tono de voz, la manera de expresarse… no se, me estaba gustado volver a verla.

"Si no te importa, prefiero que me llames Sandra o San. El otro nombre estoy tratando de olvidarlo… me alegra volverte a ver." – yo también guiñé un ojo, no iba a ser menos que ella. Así descubriría si había sido solo una ensoñación. Y no la había sido.

"Bueno, os ayudo con las mochilas y vamos para dentro. Seguro que de estas cuatro, tres son tuyas amiga." – dijo mirando a mi hermana y sonriéndome a mí – "Oye, corazón, ¿va a venir tu queridísimo chico perfecto?"

"Si, pero viene por la noche."- Así que el hombre que aguantaba a mi hermana también se unía a la fiesta… genial, ahora si que me arrepentía de haber venido. Encima de no poder haberle dicho nada en todo el camino, ahora tendría que verla en plan lapa. – "Supongo que no os importará dormir juntas hoy, ¡sois casi como hermanas!"

Por mi cabeza pasaron mil pensamientos. Por una parte me fastidiaba sobremanera la actitud de mi hermana conmigo. Me estaba ignorando y, después de invitarme a aquel retiro, iba a pasar de mí olímpicamente. Por otra parte estaba la imagen de Lily con un minúsculo camisón semitransparente metiéndose en la cama cual gata salvaje rogándome que la hiciera gritar de placer. Se que este último pensamiento no se acercaba a la realidad del aquel momento, pero las endorfinas segregadas por mi cerebro por esa hipotética imagen, hacían que mi enfado no fuese más que una ligera molestia.

Obviamente nuestra hermosa anfitriona llevó mi equipaje a su dormitorio, que tenía una enorme cama de madera, como el resto del cuarto, y no dejaba de decirme lo contenta que estaba por poder dormir conmigo. Claro que yo, aunque mi calenturientamente me prohibía pensar así, me auto convencí de que era debido al comentario de mi consanguínea: "sois como hermanas".

A lo largo de la jornada, he de reconocer, me lo pasé en grande haciendo aquella ruta de senderismo, comiendo rodeada por la naturaleza en estado puro, respirando aquel aire puro y contemplando los bellos paisajes de esa encantadora tierra, incluida la silueta de Lily a contraluz… ¡que rica caramba!

Yo la miraba de reojillo, no quería que se diera cuenta de que me atraía, por lo que no me fijé demasiado en si ella hacía lo mismo. Además, con mi hermana cerca, era muy difícil prestarle atención a otra cosa que no fuese ella misma. No se como una persona es capaz de hablar tanto tiempo seguido sin cansarse.

Cuando la noche empezó a caer, apareció el Don Juan de Nadia y, a pesar de verse todos los días, el reencuentro parecía un anuncio de turrón: "Vuelve a casa por navidad". Al menos las espectadoras del inspirado momento de nostalgia tuvimos la cortesía de dejarlos solos y entrar en la casa para poder reír a gusto a costa de los amantes de Teruel.

"Chicas, sois muy malas personas. En fin, envidia que tenéis de que yo tenga un novio guapo y vosotras os estéis comiendo los mocos. Bueno, Sandrita, cielo, pórtate bien con Lily. Nosotros nos vamos a proclamar nuestro amor a algún restaurante rural. Creo que me va a decir algo importante… eso, que no nos esperéis levantadas. Ciaooo."

Nada más darse la vuelta, no pudimos reprimir sendas carcajadas por los ademanes de mi queridísima hermana. Así que, cuando nos recompusimos un poco, y con lágrimas en los ojos, nos dispusimos a preparar una bonita cena para dos. No me podía creer que fuera a estar a solas con ella y ahora entendía porqué mi hermana había insistido para que yo viniera… así ella podría estar de pendón con su novio sin sentirse mal por dejar tirada a su amiga.

"Bueno, San, ya nos hemos quedado solas. ¿Qué te parece si cenamos y nos liamos… a culines de sidra?" – había hecho una pausa entre liamos y el resto y mi corazón casi sale disparado por mi boca. – "Sabes, la sidra me encanta, aunque es un poco traicionera. He metido tres botellas a enfriar, pensando que Nadia se quedaría a cenar, pero así tenemos más para nosotras dos."

Supongo que estuve colorada durante toda la cena. No se, me atraía y tenía muchas ganas de tirármela, así de clarito. Era mayor que yo (creo que unos cinco años), tenía un buen cuerpo, era muy guapa y encima me hacía caso. Apuré la cena todo lo que pude para así pasar al alcohol. No es que me guste demasiado emborracharme, pero quería sentirme ligeramente desinhibida para atacar yo en el caso de que ella no lo hiciera.

Salimos al pequeño jardín cercado que había tras la casa y preparamos los vasos para comenzar con el ritual del escanciado de la sidra. Entre risas y ajustes de puntería para derramar la menor cantidad posible de líquido, la primera botella pronto se esfumó. Nos mirábamos mucho, pero no puedo cerciorar que sus miradas fuesen de "me atraes más la fuerza de la gravedad", pero, al menos, había algo de química. Y si no la había, ¡que carallo! Por mi no iba a pasar de largo la oportunidad.

Comenzamos la segunda botella y nuestras risas eran cada vez más escandalosas. Ahora era mi turno de verter la sidra y la botella se me iba para todos los lados. Ella me intentaba agarrar por detrás para sujetarla mejor, pero lo único que conseguía era calentarme más y hacer que mi cabeza fuera a cien

"Te voy a contar una cosa. La semana pasada conocí a una chica muy simpática que sabía muchos piropos y, con esto de la sidra, he recordado uno muy bueno."

"¿A sí? Pues dímelo."

Me acerqué a ella (no se de donde saqué tanto carácter para hacer lo que hice) y le aparté el pelo para detrás de la oreja mientras la miraba a los ojos, aproximé mis labios a su oído y le dije con la voz más sensual que pude poner:

"Te voy a meter una manzana en la boca y te voy a chupar el coño hasta que salga sidra…" – Si es que, en el fondo, soy una romántica

"¿Es una promesa o una amenaza?" – patidifusa me quedé tras escuchar esas armónicas palabras de su boca. No le contesté, simplemente la abracé con fuerza por la cintura y pegué mis labios a los suyos.

"Supongo que vale como respuesta."

Me sonrió, se mordió el labio inferior y volvimos a la carga. Pero esta vez con lengua y pegándonos más la una a la otra.

Aunque mi pensamiento estaba ligeramente nublado debido a los efectos de la bebida, me sentí como en una nube al tenerla allí, entre mis brazos y entre mis labios. A veces, los sueños se cumplen. No es que quisiera una gran historia de amor con ella, pero un achuchón con aquella hembra… era más de lo que podía esperar.

Nos separamos un rato para volver a brindar con la sidra, todavía teníamos que acabar aquella segunda botella. Seguía siendo yo la escanciadora y ella la que me sujetaba desde atrás. Después de cada brindis nos regalábamos besos y caricias. Ahora el momento había pasado de una pasión descontrolada a un momento de intimidad pícara. Ambas queríamos algo, pero nos gustaba jugar a hacernos las chicas duras.

"Me encanta como escancias la sidra, además, es una gozada acariciarte los brazos. Tu piel es tan suave que no puedo dejar de pensar en si el resto de su extensión tendrá la misma textura."

"A mi me gustan tus besos… y, mejor que no diga más. A ver si me va a salir otro piropo "romántico" como el de antes."

Ella estaba contenta y yo estaba feliz por vivir aquella situación. Tenía la mente en blanco y toda yo estaba pendiente de cada uno de sus movimientos. Seguíamos consintiéndonos todos los caprichos que se nos ocurrían hasta que, sin decirnos nada, pasamos a la comodidad de su dormitorio.

La una en frente de la otra comenzamos a deslizar nuestras prendas de vestir hacia el suelo, sin tocarnos, solo mirándonos con deseo. Cuando nuestros cuerpos estuvieron desnudos, la temperatura de aquel lugar comenzó a aumentar a medida que nos íbamos acercando a la cama, cada una por su lado. Las dos al unísono nos recostamos para ponernos frente a frente ya acomodadas en el colchón y, así mismo, comenzamos de nuevo un ritual de besos y caricias haciendo fermentar unos grados más el alcohol que había propiciado tal actitud.

La empujé levemente para comenzar a trepar por su cuerpo haciéndolo mío a través de mi saliva. No había rincón en él que no quisiera saborear y sentir como reaccionaba me empujaba a seguir por ese camino. Ella me acariciaba aquellas partes que iba alcanzando con sus expertas manos. Doblaba ligeramente sus dedos para que sus uñas fueran dejando superficiales, aunque profundos, surcos en mi piel, consiguiendo que mis terminaciones nerviosas multiplicaran por diez su sensibilidad.

Mi lengua jugueteaba con sus pechos haciendo de mí una pobre mamona muerta de hambre y de ella una especie de huracán por su fuerza y sus suspiros. No había manera humana de frenar aquel momento. El deseo nos poseyó y nos convirtió en sus esclavas. Tomó una de mis manos y la dirigió a su entrepierna para enseñarme que la humedad no residía solo en el escanciado de la sidra.

Acaricié, mimé, toqué, rocé y palpé toda su zona íntima de infinitas formas para arrancar de su garganta algo más que unos leves suspiros. Ella también llegó a mi intimidad con su mano e hizo lo mismo que yo. Nuestros suspiros rellenaban el silencio de nuestro nido ya que nuestros gritos estaban siendo interiorizados y reservados para la ocasión que mejor lo mereciera.

"¿Necesitamos realmente una manzana, o tratamos de sacar sidra igualmente?" - Y, diciendo esto, comenzó a girar sobre mí para colocarnos en la postura más altruista del sexo oral.

Fue una de las sensaciones más increíblemente excitantes de mi vida: dar y recibir goce al mismo tiempo. Notar todos tus sentidos exaltados porque todos ellos viven una sensación recíproca.

Su lengua se convirtió en mi ídolo. Era la que proyectaba su sentir en mí centro de placer sin límites. Sus dedos se convirtieron en un pecado que me empujaba hacia el infierno para luego tira de mi elevándome hacia el cielo. Transformé todos sus detalles en un reflejo e iba construyendo réplicas exactas de sus hechos conmigo en actos contra ella.

Conseguimos abrir muchas puertas con aquellos tira-empuja que nos inventamos en aquel juego del amor.

Cambió de nuevo de posición y sujetó mis dos manos con la suya sobre mi cabeza. Me miró con cara de chica mala y, de rodillas entre mis piernas, comenzó a penetrarme de manera loca con dos de sus dedos. Sus ojos fijos en mi, el movimiento de sus senos casi sobre mi cara, aquellas sensaciones sobre mi punto g y un ligero mordisco despistado en uno de mis pezones hicieron que mi interior se deshiciera y que mi garganta expulsara un grito desesperadamente guardado.

He de reconocer que, después de aquello, perdí la noción de todo lo que había a mi alrededor. Era incapaz de abrir los ojos y mucho menos de moverme. Estaba en un estado de shock que no podía comparar a nada de lo que había vivido.

A la mañana siguiente me desperté con unos ruidos en la cocina. Ella estaba abrazándome mientras mi cabeza descansaba sobre su hombro, ninguna manta cubría la desnudez de nuestros cuerpos y una sonrisa iluminaba nuestros rostros, aunque ella seguía dormida.

Me levanté y me puse algo de ropa, salí del cuarto y allí estaba mi hermana Nadia.

"Buenos días, ¿qué tal tu cena con tu chico?"

"Supongo que no tan buena como la vuestra. Recoge tus cosas inmediatamente. Nos vamos de aquí."

No dije nada y di media vuelta de regreso al dormitorio. Mi amante se despertó y le comenté la situación. Ella salió para tratar de hablar con Nadia, pero lo único que pude escuchar fueron los gritos de mi hermana a su amiga. Después un portazo y el regreso de Lily al lugar donde yo estaba.

"Date una ducha y prepara las cosas. Te llevo yo dentro de un rato y, San, no te preocupes, todo va a salir bien. No estás sola."

No estarás sola,

vendrán a buscarte batallones de soldados

que a tu guerrilla de paz se han enrolado.

Y yo en primera fila de combate

abriendo trincheras

para protegernos, mi guerrillera.

(Ismael Serrano – No estarás sola)