San - ¿En que piensan las mujeres?

Vivo sin vivir en mi... el mundo de las mujeres es mas complicado de lo que ella pensaba, ¿no crees?

No podía esperar a ver a Alba para poder contarle lo que me había pasado con Leticia. Era la única a la que se lo podía contar.

Supongo que mi cara decía más de lo que yo pensaba, ya que, nada más verme, sonrió pícaramente.

"No me digas más, has triunfado en tu primera cita como bollera."

"Debo ser un libro abierto, todo el mundo nota las cosas que me pasan." – dije ruborizada por la expresión de mi compañera.

"Esas cosas se notan, pequeña. Empieza a contar ahora o calla para siempre…"

"Pues, ya ves. Quedé con ella, pasamos una increíble noche de juerga y… luego la guinda final."

"¿Cómo te sientes después de tu primera relación con una fémina?"

"Bueno… ¡fue la leche! Nunca me había sentido así de relajada con nadie. Pero… bueno, ahora me queda enfrentarme a mis miedos y tratar de recuperar todo lo que perdí en mi indecisión."

"No me digas que ahora te vas a dedicar a la vida licenciosa por los derroteros de la homosexualidad nocturna…"

"Jajajajaja, no se lo que has dicho pero, si te refieres a si ahora voy a ser una chica mala, te puedo asegurar que lo dudo mucho."

"Me alivia saberlo, nena."

Estuvimos hablando un buen rato más y cada una se fue por su lado para hacer su trabajo. Lo del turno de noche había sido una buena idea en el fondo. La oportunidad de poder desahogar mi secreto, era algo que me estaba ayudando a salir adelante. Ahora solo me quedaba reunir el valor suficiente para hablar con Lucía y decirle lo que pensaba.

Un mensaje llegó a mi móvil, era de Leticia. Me preguntaba que qué tal me encontraba y me decía que, si tenía ganas de charlar, que la llamase sin problema. Pero, no creí estar preparada para ese acontecimiento, así que, le respondí lo que realmente sentía: que lo había pasado muy bien, que estaba bien, pero que ahora me tocaba enfrentarme a mis miedos. Y, como todos sabemos, y como tan sabiamente me había dicho Alba, tenía que darme tiempo.

Pero lo del tiempo es muy relativo, y eso lo sabemos todos. En menos de una semana un suceso hizo que toda aquella calma, se transformara en un estado de nervios casi permanente.

Ella, Lucía, me estaba llamando por teléfono y yo estaba dispuesta a enfrentarme a ello de una vez por todas.

"Hola."

"Hola San, ¿Cómo te encuentras?"

"Ya ves, algo liada con el trabajo. ¿Querías algo?"- ¿por qué narices tengo que ser tan borde. No era necesaria esa contestación, pero supongo que todavía me quedaba bastante para aceptar todo lo que me estaba pasado.

"Bueno, te llamaba para quedar contigo un rato. Me gustaría mucho hablar contigo. Te hecho de menos."

"Ya. Pues, mañana libro así que, si quieres, quedamos a las siete en el parque."

"¡Si! Entonces, mañana a las siete. Nos vemos allí."

"Hasta mañana, Lucía."

"Hasta mañana, San."

Cuando colgué el teléfono me temblaban las piernas por los nervios. A comparación de los principios de mis cavilaciones a cerca de mi sexualidad, ahora las cosas estaban pasando demasiado deprisa. Era como una montaña rusa y, al igual que estas, la adrenalina hace estragos en la gente.

No me podía creer que hubiese quedado con ella. ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo lo iba a hacer? Empecé a sentirme ansiosa por el suceso que estaba a punto de sucederme, pero, hasta que el momento llegara, no tenía por qué sentirme así.

Ya era la hora y allí me encontraba yo, de pie, donde habíamos quedado. La vi aparecer con un gesto de nerviosismo en su cara. También esta menda estaba nerviosa, pero traté de disimularlo.

"Hola San. Estás muy guapa. ¿Te has cortado el pelo?"

"Hola Lucía. ¿Qué tal? Obviamente si, me he cortado el pelo"- Su saludo no había estado acertado, pero mi respuesta lo había sido aún menos…- "Lo siento, supongo que mi sentido del humor no es apto para todos los momentos. ¿Vamos a tomar algo o nos quedamos aquí?" – eso es, niña, sigue así que seguro que se arreglan las cosas.

"No se, podemos hablar primero y luego, si no nos matamos, podemos ir a tomar algo."

"Pues bien, si quieres hablar, hablemos."

"Mira San, siento todo lo que paso con Ricardo y todo lo que ello conllevó. La mayoría de las veces no pienso en las consecuencias de mis actos."

"Ahora eso no tiene importancia. Me sirvió para ver quien estaba a mi lado."- Dime que no has dicho eso en voz alta. Joder, le dejé de hablar porque temía enfrentarme a ella y le acababa de decir algo horrible.

"Se que estuvo mal, pero no para que me dijeras todas aquellas cosas."

"Lo se. Pero estaba dolida contigo. Sabes, si no me llegas a llamar tu hoy, lo habría hecho yo."

"Me alegra oírte decir eso. Sandra, ¿por qué te enfadaste tanto conmigo? ¿Por qué me echaste de tu vida? Ya se que estuvo muy feo lo que hice, pero siempre hablábamos todas las cosas y, en este caso, me cerraste la puerta."

"Tenía mis motivos. Pero ya no estoy enfadada, y me doy cuenta de que saqué las cosas de quicio. La verdad es que Ricardo no me importaba tanto como creía, pero tu si." – parece que voy encaminando las cosas.

"Entonces, si yo te importo…"

"Si me importas, por eso quiero que sigamos siendo amigas, o, por lo menos, intentarlo. Te echo de menos."- y tanto que me importas.

"Yo también te echo de menos, pero sigo sin saber por que te alejaste tanto de mi."

No se que me pasó en aquel momento. Fue como si mi conciencia tomara voz propia y, por primera vez en mi vida, podía escucharla perfectamente. Mi voz interior me decía que se lo dijera de una vez

"¿Por qué pones esa cara tan extraña?"

"¿No has oído eso?"

"¿Oír el qué?"

"Bueno da igual, tiene razón. Mira Lucía, me dolió mucho lo que hiciste, no por el idiota ese, si no por ti."- ya, lo había dicho.

"No te entiendo…"

"Pues eso, que eras tu."- a ver mujer, espabila.

"Y yo soy tu amiga y te fallé como tal… ¿Buscas a alguien?"

"En serio, ¿No escuchas nada?"- creo que me estoy empezando a volver loca. Esa voz en mi cabeza cada vez era más intensa y me decía que diera el gran paso.

"Pues no… pero San, ¿estas bien?"

"¡Vale!"

"¿Qué vale?"

Y, sin pensármelo dos veces, me lancé a lo loco y busqué los labios de Lucía y le di el peor beso de todos los tiempos, aquel que solo se da cuando alguien te gusta mucho y no sabes si te va a rechazar. Estaba viviendo una salida del armario con ella de lo más curiosa.

"Por esto mismo me alejé de ti. Por esto mismo me enfadé contigo. Por esto mismo quería dormir contigo siempre que podía. Por esto mismo llevo sin dormir los últimos meses. Porque me gustas mucho y no sabía como decírtelo. No sabía como asumirlo. Y no sabía si tu lo aceptarías o te alejarías de mi."

"Pero San…"

"Pero ahora ya lo he hecho."- y me he sacado un gran peso de encima, aunque ahora tengo más miedo que antes.

Ella me miraba con cara de sorpresa, como tratando de averiguar que era lo que había pasado y yo me preguntaba que narices acababa de hacer. Ambas estábamos descolocadas y ninguna de las dos era capaz de dar un paso para romper ese incómodo estado en el que nos encontrábamos.

"Puedes no creerme, pero, después de los mensajes de aquel momento y de tu reacción, llegué a pensar en esa posibilidad. Mira, San, no se si esto será el fin de nuestra amistad, pero, yo no soy lesbiana…"

"No te estaba pidiendo una oportunidad, Lucía, pero no sabía como decírtelo. Siento que haya sido así, pero no sabía de que otro modo podía…"

"Y ahora, ¿qué hacemos?"

"Pues, irnos de borrachera y olvidarnos de todo. Si te digo la verdad estoy hecha un amasijo de nervios."

"Estoy de acuerdo contigo. Vayámonos."

Me quedé hecha polvo con su contestación, pero no iba a dejar que eso me impidiera, como mínimo, intentarlo. Ella me gustaba desde hacía mucho.

Nos fuimos a comer unas hamburguesas y luego a beber para poder romper el hielo. Desde que la había besado a penas había abierto la boca y, a pesar de que yo había intentado iniciar varias conversaciones, ella no me seguía. La notaba distante y muy pensativa.

Llegué a pensar que se marcharía en cualquier momento poniendo una estúpida excusa. Ya no sabía hasta que punto había sido buena idea. Ahora me sentía bastante descolocada y, lo peor era que ya no había marcha atrás.

"¿Te lo estás pasando bien? Te noto ausente, y eso que estás a mi lado. ¿Quieres contarme algo?"

"Me siento rara, San. Después de tanto tiempo sin vernos, no me esperaba que pasara esto. No se como reaccionar, la verdad."

"Pues no voy a ser yo la que te lo explique. En realidad, yo también me siento muy extraña a tu lado después de habértelo dicho."

Me miró con una sonrisa algo forzada y no pude responder a eso, así que me bebí mi copa de golpe y la invité a cambiar de local. Y pensé en ir a centro de reunión de las bolleras de nuevo, para que viese que no era nada raro… o, tal vez, era para sentirme segura en algún lugar.

"¿Quieres que entremos aquí? ¿Están aquí tus nuevas amigas?"

Me sentó bastante mal su comentario, pero preferí no entrar en una pelea con ella, no merecía la pena hacerlo. Aunque lo que dijo no había estado bien, menos aún si, realmente, quería que volviésemos a ser amigas.

"Las cosas han cambiado desde la última vez y, después de todo, este es uno de los pocos lugares donde lo he pasado bien en los último meses. No es que tenga amigas, pero, al menos, me hacen reír y disfrutar. De todos modos, estás a tiempo de marcharte…"- y acto seguido entré.

Ella también lo hizo y se colocó a mi lado en la barra. Leti se acercó y me sonrió con picardía mientras agarraba la botella de tequila haciéndome un guiño.

"Hola San, que raro tu por aquí."

"Hola guapa, he venido con una amiga. Ella es Lucía."

En ese momento la tensión entre las dos se podía cortar con una tijera y me sorprendí mucho de aquello. Ambas reaccionaron de forma fría, como si hubiesen comenzado una lucha para saber quien me meaba encima primero

"Encantada Lucía. ¿Te atreves con un tequila?"

"Igualmente. No voy a ser menos que vosotras, que no te quepa duda."

Leti salió de detrás de la barra y se acercó a nosotras, me tomó de la cabeza como la otra vez y repitió el jueguecito que tan excitada me había dejado la otra vez. Pero, a la hora de comer el limón de mi boca, lo que ocurrió entre nuestros labios fue algo más que un simple roce.

Mi turno se dejó para el final y fue Lucía la siguiente en entrar en el juego, haciendo lo mismo que su contrincante, dejándome a mi con una gran calentura interior y un enorme dilema. ¿Con cual de las dos jugaría ahora?

"Bueno, chicas, sintiéndolo mucho, tengo que ir al baño. Mejor me bebo el chupito a la vuelta."

Necesitaba alejarme de ellas un rato. No entendía eso que estaba ocurriendo. ¿Eran celos? No creo que fuese eso, no había motivos para que ellas sintieran celos. Se supone que yo no era la chica de ninguna de las dos y ambas se estaban comportando como novias celosas.

Nunca me imaginé que algo así me pudiese suceder a mi. Pero, tal vez, esto era causado por el efecto del alcohol que habíamos ingerido durante la noche

Volví al lugar del que había partido y ahora estaban charlando, pero todavía se notaba aquella tensión de cuando me había ido. Cuando me vieron llegar sonrieron y Leti me tomó la mano, pasó su lengua y puso un poco de sal.

"Vamos nena, ya sabes que hacer con eso…"

Tomé la sal mientras ellas se tomaban sendos chupitos. La primera en darme de beber fue Leti. Como quemaba aquello… después llegó el turno de Lucía, que se acercó a mi lentamente. Era como las imágenes estas de las películas cuando se acerca la chica que le gusta a la prota y todo alrededor está borroso y ocurre como en cámara lenta. Nunca antes había visto esa expresión en su cara. Era como si me tuviera ganas realmente. Me tomó por la barbilla y pegó sus labios a los míos depositando en mi boca el licor que llevaba dentro y, separándose un poquito, me dio el pedazo de limón que tenía en su mano.

Eso era superior a mis fuerzas. Estaba a escasos milímetros de mi boca y me estaba agarrando una mano. Dejé caer el pedazo de limón, me lancé al ataque y ella respondió.

No había sido ni parecido al beso de antes. Ahora era más lento y con más sentimiento por ambas partes. La mano que le quedaba libre se enredó con mi pelo haciendo que nos pegáramos mucho más de lo que ya estábamos, mientras mi mano la tomaba por la cintura haciendo que nuestras caderas pareciesen una sola. Su lengua era suave y tenía sabor a tequila, mientras mi boca tenía el amargo sabor del limón. No era un beso casual, era un beso con ganas. Nuestras bocas se encajaban y desencajaban para dejar que nuestras lenguas pelearan haciendo paradas de vez en cuando.

Me resultaba increíble estar besando de aquella manera a Lucía, a aquella chica que me había hecho cambiar mi vida sin ella saberlo. Y no solo nos estábamos besando, estábamos haciendo algo mas, estábamos llevándonos, la una a la otra, hasta una excitación con difícil pausa. Al menos, para mi.

Cuando nos separamos nuestras miradas permanecieron enganchadas durante mucho rato. Hasta que me di cuenta de que Leti había vuelto a su trabajo, y nos miraba de forma extraña. Pero yo estaba demasiado ocupada tratando de disfrutar del regalo que me acababan de hacer.

A lo largo de toda la noche no dejamos de besarnos de todas las maneras y, realmente, yo era feliz por esto. Cuando llegó la hora de marchar la acompañé a su casa y, en el portal, volvimos a engancharnos. Me arrastró detrás de las escaleras. Allí nadie nos podría ver.

Una vez en aquella situación mis manos no pudieron dejar de moverse y me prendí de sus pechos por encima de la ropa mientras ella rodeaba mi cuello con sus brazos. Mis dientes comenzaron a mordisquear su cuello mientras ella comenzaba a respirar cada vez más fuerte.

Di un paso más y mientras mi zurda se aferró a sus nalgas, mi diestra se coló bajo su camiseta, deslizando hacia abajo su sujetador, haciendo que mis dedos pudiesen tocar, sin ser entorpecidos por nada, la suave piel de su pecho. Un profundo suspiro se escapó de su boca y sus pulmones se hincharon dándome vía libre para seguir por esos derroteros.

Subí sus ropas para que sus pechos fuesen más alcanzables para mi. Para mi boca, que los saboreó como el más caro de los caviares que jamás existieron. Como la más exquisita gota de agua en el más árido desierto.

Era una increíble situación. Ya me había gustado hacerlo con Leti, pero el sentimiento que tenía hacia Lucía era mayor, por lo que las sensaciones se multiplicaban.

Desabroché sus pantalones. Quería saber que era lo que escondían. Aunque su cuerpo se contrajo por los nervios, me dejó hacer. Y pude sentir su humedad entre mis dedos y su respiración contra mi cuello. Sus brazos se sujetaron a mi con mas fuerza cuando mis falanges se adentraron en aquella húmeda cueva. No se puede decir que la situación fuese muy cómoda, pero todo lo que pudiese hacer a su lado era bienvenido, por muy difícil que fuera la situación.

Índice y corazón unidos para hacer las delicias de mi enamorada. Era la primera vez que mi mano sentía el interior de una vagina ajena, pero sentía como si lo hubiese estado haciendo de toda la vida. Solo pensé en lo que me gustaba a mí y en lo que me había hecho Leti.

Y parecía que ella disfrutaba con todo aquello. Sus movimientos, sus gestos y sus palabras en voz baja al lado de mi oído así me lo demostraban. Sus contracciones y todos los flujos que escurrían sobre mi mano me indicaron que su orgasmo estaba a punto de llegar.

Y así fue, clavando sus dientes en mi cuello y con mis dedos masturbando frenéticamente su clítoris, llegó al gran final que, durante tanto tiempo, había estado soñando. Sus piernas se doblaron y consiguió mantenerse en pie gracias a que yo la abracé por la cintura.

Todavía no daba crédito a lo que me estaba ocurriendo. Hacía 24 horas estaba muerta de nervios porque había quedado con ella y, ahora, la estaba agarrando por la cintura después de haberle hecho el amor. Y ella estaba abrazada a mi, había respondido a lo que, en un principio, me había dejado claro que no iba a pasar.

"¿Te encuentra bien?"

"Si, pero me tiemblan las piernas ¡No se si conseguiré subir hasta mi casa!"

"Tranquila, estoy aquí para sujetarte."

"Gracias, San."

Me miró a los ojos sonriendo, pero su cara cambió de golpe y comenzó a separarse de mi. La noté muy distante conmigo, como si hubiese dicho algo que no quería oír. Comenzó a acomodarse las ropas y a peinarse con los dedos.

"Me voy ya, mientras las piernas me sigan respondiendo. Me lo he pasado muy bien contigo, aunque, ha sido una reconciliación bastante extraña."

"Si, lo se. Pero he disfrutado mucho de ella."

"Yo también" – no dejaba de mirarme a los ojos con una cara difícilmente descriptible. Se acercó a mi, me besó en los labios – Adiós, San. Ha sido agradable verte hoy."

No respondí y me quedé como una idiota mirando como subía las escaleras con la extraña sensación de que todo había acabado.

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El mensaje creo que era suficientemente claro. "No se como decirte esto, pero lo que pasó ayer fue un ERROR que no se debe volver a repetir. Yo no soy les y debió ser CULPA DEL TEQUILA. No se hasta que punto nos conviene estar CERCA. Lo siento. Besos. Lu". ¿Qué decir a esto? La persona a la que amaba, con la que había tenido más que palabras hacía unas horas, me estaba diciendo claramente que me fuera a freír churros.

Fui muy romántica al pensar que todo iba a salir bien y que acabaríamos juntas. Pero, ¿Quién no lo sería después de vivir lo vivido? Lo habíamos pasado bien, y dudo mucho que el alcohol hubiese hecho tanto entre nosotras. Por lo menos en mi, no lo había hecho. En fin, que la alegría suele ser efímera en mi caso, así que

A quien trataba de engañar. Estaba destrozada. La mujer que pensé que había reconquistado me acababa de dejar fuera de combate. Si ya sabía lo que iba a pasar, ¿por qué pasó lo que pasó entre nosotras? Tampoco creo yo que sea tan difícil decir que no.

Y, ¿Ahora que me tocaba? Pues, en un principio ir a trabajar

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Genial, este debe ser el día de los mensajes. Mejor no le contesto. "No está el horno para bolleras". Aunque ella no tenía la culpa… o tal vez si. Lo más probable es que la culpa fuese solo mía. Tal vez, si no hubiésemos ido allí no habría pasado nada de aquello.

"¿Qué pasa ligona? ¿Cómo ha ido con Lucía?"

"No me apetece mucho hablar. Ya te lo contaré."

"Uff, eso no ha sonado nada bien… Bueno, ya sabes donde encontrarme niña."

La verdad es que no tenía ganas de hablar, necesitaba recapacitar a cerca de todo lo que había pasado. Volví a pasar fotograma a fotograma todo lo que había sucedido durante la noche y llegué a la conclusión de que, por muchas vueltas que le diese, no iban a cambiar las cosas.

No podía dejar de pensar en todo lo que había estado pasando en los últimos meses y tampoco en el desenlace que habíamos tenido. Las cosas se habían dado demasiado deprisa y, creo, que ninguna de las dos estaba preparada para esto.

Quizás, si hablase con ella, podríamos aclarar las cosas. Aunque tampoco estaba segura de lo que realmente necesitaba. Es horroroso el estado de ansiedad que se crea cuando tienes tantas dudas. La cabeza te da mil vueltas y los pensamientos se acumulan haciendo presas. Lo peor de todo es cuando esas presas se rompen y hacen que todas esas cosas que te amargan y atormentan salgan a borbotones

Es frustrante, querer decir algo y no saber como hacerlo.

A partir de aquel día las cosas se fueron tornando muy extrañas. Volví a tener una relación de amistad con Lucía, tratando de olvidar lo que había pasado entre nosotras, y no dejé de lado a Leti. Se habían convertido en algo importante para mí. Pero, con lo que yo no había contado era con la relación entre ellas.

No se llevaban bien y, aunque no solía pasar, cuando nos juntábamos, las cosas nunca iban bien. Vamos, que hacían peleítas como tratando de reclamar mi atención.

A pesar de que Luci me había dicho claramente que no iba a pasar nada entre nosotras, no lo seguía al pie de la letra ya que, cuando Leti estaba cerca, siempre acababa besándome o bailando provocadoramente para mí. Claro que, Leti tampoco se quedaba corta y, en ocasiones acabábamos enrolladas también, aunque lo de ella tenía más sentido.

Realmente comencé a pasarlo mal porque mis sentimientos hacia Lucia seguían presentes y esos juegos no hacían más que incrementar la esperanza que tenía en llegar a tener algo más que una amistad. Pero, al mismo tiempo, la atracción que sentía hacia Leti, también aumentaba. Mi vida estaba empezando a parecerse a las de las chicas de la serie "The L Word". Hasta en la L del título.

Lo peor de todo es que yo seguía sin acabar de creerme todo lo que estaba pasando. Todavía me costaba reconocerme como lesbiana. Si, había estado con dos chicas, pero me sentía muy "virgen" en todo este asunto. Ellas tampoco me lo ponían fácil. Quizás no eran conscientes de lo que estaban haciendo en mi pobre cabeza.

Pero la culpa no era solo de ellas ya que yo les permitía ese trato conmigo. No se si por miedo a quedarme sola de nuevo o por perder a esas personas que se habían vuelto tan importantes en mi nueva etapa, me estaba volviendo una calzonazos.

Todavía no había hablado nada de esto con nadie. Con ellas tampoco. Era como si no tuviese voluntad y aceptara todo aquello que me daban sin ponerme firme e imponer yo alguna regla. Me estaba volviendo incómodamente cómoda.

Estaba teniendo de nuevo problemas en el trabajo y Alba parecía estar en otro mundo. Tenía la sensación de haber estado dando miles de pasos atrás. No era capaz de concentrarme en nada. Estaba demasiado atareada tratando de entender el por qué del comportamiento de esas dos mujeres.

Un día me enfrenté a mis temores y quedé con Lucía para hablar seriamente a cerca de lo que estaba ocurriendo con lo nuestro. Estaba muy nerviosa y ella parecía no tener ningún interés en lo que a mi me pasaba.

"Tenemos que hablar."

"Pues tu me dirás."

"Mira, me dijiste que entre nosotras no habría nada, pero, cuando salimos, siempre acabas besándome y rozándote contra mi. Y tampoco se puede decir que, acostarnos varias veces, sea un "nada" como tu pretendes."

"San, no soy lesbiana, pero me gusta estar contigo. Me haces disfrutar y me lo paso bien. Pero no quiero tener una relación más allá de la amistad, aunque tengamos algunos derechos."

"¿No te das cuenta de que yo sufro por esto? Sabes que me gustas mucho y me das esperanzas, y yo no puedo estar siempre así. Tal vez tenías razón al principio y lo mejor es que nos separemos un tiempo, hasta que se me pase."

"Supongo que, esto mismo, se lo dirás también a tu querida amiga bollera, ¿no?"

"Y, ¿Por qué se supone que debo hacerlo?"

"Está claro que no está enamorada de ti y, aun así, te tira los trastos cada vez que puede."

"Ya, pero ella es lesbiana y está libre. No me digas que sientes celos de ella…"

"No te hagas más ilusiones, San. No estoy celosa, pero me fastidia que, cuando vamos tu y yo juntas allí, venga siempre a meter las narices."

Tomé aire profundamente y dejé zanjada la conversación. Estaba claro que la culpa era solo mía y que, lo de ellas, era totalmente normal. ¿Quién me mandaría a mi meterme en camisas de once varas? Con lo bien que estaba cuando me dedicaba a magrearme con tíos sin pensar en las profundidades de mi cabeza.

Ser mujer y que te gusten las mujeres era demasiado complicado para mí y no era nada fácil de llevar. Además, tener que decir medias verdades a cerca de mis salidas a mis padres, tampoco era algo que me agradara en demasía.

¿Tan difícil es ser lo que uno es realmente? Es como si me tuviera que esconder siempre, como si fuese necesaria la represión de mi misma para agradar al resto y no quiero ser así. ¿Realmente es todo tan negativo? ¿Es todo tan complicado? Debería de haber un punto medio en toda esta historia. Quizás es mi histeria la que no me deja abrir los ojos en realidad.

Como dijo Santa María de Jesús (en otro contexto, está claro): Vivo sin vivir en mí,//y de tal manera espero,//que muero porque no muero.

Y, ya que tenía esa racha, decidí hablar también con Leti:

"Hola guapa, ¿Cómo te va? Hoy no vienes con tu machacante…"

"No, hoy me apetece hablar contigo."

"Tu me dirás de que se trata, corazón."

"Pues mira, no entiendo vuestro comportamiento cuando estáis juntas, es decir, vuestro comportamiento conmigo. Me siento como si yo fuese una gallina y vosotras dos gallos de pelea…"

"Mira, San, yo estoy libre y me gusta tontear. Tú me gustas y me resulta divertido estar contigo, pero más gracia me hace ver como la tonta de tu amiga se pone celosa cuando me haces caso. Ya ves, es una de esas "Súper hetero" a las que les gusta mas una buena almeja que cualquier salchicha…"

"A ver si me entero, aquí, lo que menos importa son mis sentimientos, ¿no? Pensé que te gustaba de verdad."

"Y así era, pero tu estas demasiado enconada con Lucía, y yo no puedo esperar toda la vida para que te fijes en mi. Ya he pasado por esa etapa, ahora quiero divertirme. Pero, que narices, tu te dejas querer. Te da igual Juana que su hermana, estás a la que caiga, no lo niegues."

"Eso no es así…"

"No nos cierras la puerta a ninguna de las dos y dejas que hagamos este tipo de cosas. En realidad, te gusta que nos peleemos por ti, reconócelo."

"En fin, Leti, si quieres pensar eso, adelante. Pero la que esta jodida soy yo y la que se está cansando también, así que, no te sorprendas si…"

"San, no seas ingenua. El romanticismo no existe, y no te debiste haber hecho ilusiones con ninguna de las dos. Siento ser tan franca contigo, pero las cosas son así. Mira, mejor te vas a casa y recapacitas. Mañana será otro día."

Me di la vuelta sin mirarla tan siquiera. Ambas me habían dejado muy claro que yo era un buen juguete sexual, pero no mucho más. ¿Era posible tener la mala suerte de encontrarme con esos dos elementos para estrenar mi sexualidad? ¿No habrá más clases de chicas en el mundo?

El gran dilema de mi cabeza no dejaba de hacerse cada vez más grande. Y cada día que pasaba me sentía mas encerrada en mí. No sabía que decisión tomar ni que hacer de mi vida. Las cosas eran complicadas y no tenía más remedio que tomar cuanto antes una decisión, aunque ésta implicase dar un giro de 180º a mi desorganizada vida.