San - El comienzo

La vida de una chica que descubre como es el mundo que la rodea, así como el suyo propio.

Había sido todo muy trágico. No me lo había tomado nada bien. Era horrible haberme enterado de todas aquellas cosas de ese modo. No sabía si el perdón llegaría algún día para esas dos personas, pero, por mi parte, habría que esperar algún tiempo.

Lo peor de todo era que, por primera vez en mi vida, me había dado cuenta de algo que rondaba mi cabeza desde niña. Pero, cuando lo ves tan claramente, algo en tu interior se desmorona y no sabes como afrontar las cosas para volver a montar aquello que se ha caído así.

Y reconozco que tardé mucho tiempo en salir adelante. Reconozco que traté de negarme, durante mucho tiempo, a ver lo que realmente era. Pero, típico tópico, el tiempo todo lo acaba curando.

Nunca pensé que mi mejor amiga y mi novio me fallaran de aquella manera, pero lo que más me descolocó fue el darme cuenta de que mi novio me importaba tres pitos, que lo que realmente me dolía era saber que ese hombre había tocado a Lucía y que ella se había dejado hacer. Tampoco se como fui capaz de enviarle aquel mensaje de rabia que le mandé, diciendo más de lo que, realmente, me interesaba decirle. Pero ella no se dio por aludida y yo me quede jodida y sola. Le cerré las puertas, no quería sentir eso que sentía y pensé que, alejándola de mí, podría olvidarla.

El tiempo se hace realmente largo cuando tratas de solucionar algo que no llegas a comprender del todo o, como en mi caso, no quieres sentir. Pensaba que no era normal y que no podía ser cierto lo que me estaba pasando. Ni siquiera podía ponerle un nombre a "aquello".

Es sorprendente lo que se aprende de dominio del pronombre neutro entre las que, como yo, no eran capaces de hablar abiertamente a cerca de su sexualidad. Yo no estaba dentro del armario, no, estaba en la taquilla mas segura de la caja fuerte con doble portón del banco nacional de armarios del mundo.

Mis padres estaban realmente preocupados por mi, al igual que mis hermanos. Y mis amigos también, pero ellos desistieron antes de tratar de averiguar lo que me pasaba. La única que seguía llamándome era ella, pero lo que menos necesitaba yo era tener que enfrentarme a una situación así.

Así que, del hospital (soy auxiliar de clínica) a casa y de casa al hospital. Prefería estar aislada del mundanal ruido, por lo menos, hasta que se me pasará ese atasco mental que tenía.

Empecé a ojear páginas de Internet, libros, películas y demás a cerca del tema de la homosexualidad. Pero no me ayudaba demasiado. Siempre me habían dicho que las lesbianas eran unas desviadas, defectuosas y que, lo más probable, es que nunca hubiesen estado con un hombre de verdad. Pero yo si había estado con hombres, aunque no puedo decir que fueran "de verdad", y no había tenido ninguna mala experiencia con ninguno, y tampoco pensé que hubiese algún tipo de desvío en mi, y defectos…. ¿Quién no los tiene?

No sabía que decirme, ni que podía hacer para cambiarlo. Tampoco estaba muy segura de tener que cambiarlo. Y no conocía a nadie en mi situación para poder compartirla y que alguien me dijera eso de "Tranquila, todo va a salir bien". No quería decírselo a mis padres ni a nadie de mi entorno. Lo más probable es que nunca lo llegaran a entender y, eso, no lo soportaría.

En el hospital cada vez rendía menos y cada vez me veía más sumida en ese pozo sin fondo. Me llamaron la atención varias veces y a punto estuvieron de echarme de allí por aquel comportamiento y aquellas pequeñas crisis histéricas que, de vez en cuando sufría.

Estaba muy confusa, y eso se notaba mucho. Nunca me caractericé por ser una persona fuerte, y no sabía por donde empezar mi recorrido, así que, simplemente, me dejaba arrastrar por la situación, y, estaba claro, que ésta me podía.

En uno de esos momentazos de histeria que me embargó en horario laboral, el director del hospital, teniendo en cuenta la falta de personal, decidió cambiarme al turno de noche para no tener que tratar tanto con gente despierta. Y allí conocí a Alba. Fue mi tabla de salvación, aunque, por aquel entonces, yo aun no lo sabía.

La primera noche que hicimos juntas el turno, me hizo muchas preguntas sobre mí para tratar de conocerme un poco. Estoy segura de que nuestro jefe la había puesto al día sobre mi pequeño problema de relación con los demás. Pero, viendo que yo no soltaba prenda, decidió simplemente hablar. Y así lo hacía cada día.

Me contaba millones de cosas a cerca de todo lo que ocurría en el hospital, noticias del mundo en general y me hablaba mucho sobre literatura. Me gustaba escucharla, aunque, llegado un punto de la noche, desaparecía y no regresaba hasta pasadas un par de horas. Tiempo que yo aprovechaba para pensar en lo mío, pero desde la perspectiva que me creaba ese bienestar que ella me contagiaba cada noche.

Cada vez confiaba más en ella, pero no me acababa de atrever a dar el paso de contarle cual era mi preocupación. Hasta que un día llegó con los ojos hinchados de haber estado llorando. La miré, y ella también me miró. Agachó la cabeza y me dijo:

"Hoy estoy bastante baja de moral, Sandra, y si no te importa, me voy a mi pequeño escondite. Si hay alguna cosa, me llamas."

"¿Te puedo preguntar que es lo que te pasa? Me preocupas."

"Mi novia y yo hemos roto hoy, y me siento un poco disgustada."

La miré y ella se dio la vuelta y se fue a aquel lugar al que iba todas las noches a relajarse. Y yo me quedé allí de pie, pensando en lo que eso significaba para mí.

Alba era lesbiana, lo había dejado con su novia. Y, ahora, yo sabía que no era la única y que, esa mujer que tan bien me caía, era una chica a la que le gustaban las chicas. Y era normal. No era ese estereotipo que tanto se encargaban de enfatizar los que no saben. Era femenina y no tenía pinta de macho. Y yo tampoco la tenía. También era muy femenina.

Entonces me sentí preparada para dar aquel paso de decirle lo que me estaba ocurriendo, ella seguro que me podría ayudar a superarlo. Pero esa noche no iba a poder ser, eso seguro. Una chica que estaba en coma despertó de repente durante unos segundos y todo el hospital se revolucionó, convirtiendo aquella noche, en una de las más extrañas de mi vida.

Al día siguiente me dieron el día libre y fui a una librería del centro, pero no encontré ninguno de los libros que me había aconsejado Alba, es mas, el librero me miró con una cara bastante extraña al preguntarle. Así que, me fui a casa, e indagué sobre aquellos títulos. Si lo hubiese hecho antes, posiblemente me habría ahorrado el tratar de averiguar por qué el librero me ponía esas caras… todos eran libros de temática lésbica.

Desde que me había encerrado así en mi misma, no tenía ni con quien ir a tomar un café. Bueno si, tenía a Lucía, pero todavía no estaba preparada para enfrentarme a ella. Así que, mis días libres, los dediqué a pasarlos con más pena que gloria.

La siguiente vez que vi a Alba fue tres días después del suceso de la chica del coma y ella estaba bastante afectada. Ninguna de las dos sabía como empezar una conversación, y solo pasábamos el rato calladas; ella pensando en sus cosas y yo tratando de averiguar que había en su cabeza. Ni durante esa noche ni durante las 5 siguientes, desapareció como hacía por costumbre, y aproveché su presencia para liberarme y decirle lo que me estaba comiendo por dentro.

"Alba, ¿puedo contarte algo?"

"Claro San, dispara."

"Prefiero no darle demasiadas vueltas, así que, lo lanzo a lo loco y tu me dices lo que piensas. Eres la única persona que conozco que me puede echar una mano con esto. Así que, allá va: creo que me gusta una chica, porque se ha enrollado con el que era mi novio y yo me he enfadado con ellos, no por él, si no porque otra persona la ha tocado a ella y ella es mi amiga y yo le he dejado de hablar porque creo que me gusta mucho, pero tampoco estoy segura porque nunca me ha gustado una mujer, y todo el mundo dice que las lesbianas son desviadas y unas machorras, pero yo no creo serlo, porque soy una chica normal y te veo a ti, que me dijiste que lo habías dejado con tu novia y eres la única mujer que se acuesta con mujeres que conozco y como eres mayor que yo y eres tan normal, pienso que, tal vez, si te apetece, me puedes echar una mano con esto que me pasa…"

"¡Pero, niña! ¡Toma aire que te vas a asfixiar! Para y respira hondo, haz el favor. Vamos por partes. Si no he entendido mal crees que te gusta una chica porque tu novio te puso los cuernos con ella.

"Bueno, mas o menos. A mi creo que me gustaba, pero tampoco estoy muy segura. Solo se que, cuando pasó aquello, me dolió mas lo de ella que lo de él. Y no porque fuera mi amiga y me fallara como tal, si no por algo más."

"Ya veo… ¿y que tiene eso de malo? Quiero decir, tú tienes esos sentimientos hacia esa chica. Pues se lo dices y punto, ¿no?"

"Bueno, si, tiene sentido. Pero es que yo nunca fui lesbiana y no se como tengo que comportarme o que tengo que hacer. Nunca había sentido esto por una chica y…"

"Y ¿por un chico?"

"Así tan intenso, no, de eso estoy segura. Pero si me tiene gustado algún chico, ya sabes, atracción física y esas cosas."

"Vale. Entonces, ¿Cuál me decías que era el problema? ¿Qué nunca has estado con una mujer o que no sabes como enfrentarte al hecho de que te guste una?"

¿Por qué tenía ahora esta sensación de ser la persona mas estúpida del mundo? Después de habérselo contado vi que no era para tanto lo que me estaba sucediendo. Solo que, al no poder decirlo, lo había magnificado. De todos modos, seguía teniendo ese gran cacao en la cabeza.

"Supongo que no es tan sencillo como me lo acabas de plantear."

"No, San, no lo es. Pero cuanto más simplifiques las cosas, mejor será."

"¿Cuándo te diste cuenta de que te gustaban las chicas?"

"Pues, ya desde pequeña me atraían mas las curvas que las rectas…, y, cuando besé por primera vez a una, se confirmó todo el asunto. Fue sencillo, aunque lo peor fue cuando se enteró mi familia. Y, bueno, muchas de mis amigas me dieron de lado. Pero yo quería ser feliz viviendo mi vida y, ya me ves ahora, disfrutando lo que puedo de todo. Aunque, ahora, estoy un poco jodida por lo de la ruptura. Pero ya se veía venir desde hacía tiempo."

Vaya, lo había pasado mal la chica. Pero, por su manera de contarlo, parece que solo tenía buenas sensaciones. Ojalá yo pudiera verlo ya así.

"Mira San, no te agobies. Piensa que Roma no se hizo en un día y que es normal que te sientas así. Sobretodo, si nunca antes has tenido esa sensación. Date tiempo y, si quieres un consejo, intenta hablar con esa chica."

La noche pasó sin más conversaciones. Alba se fue a su escondite, por primera vez en varios días y yo me quedé pensando en todo lo que habíamos estado hablando. Definitivamente, tenía que empezar a plantearme las cosas de diferente manera.

Tomé la decisión, por primera vez en mucho tiempo, de salir de casa e ir a dar una vuelta por algún sitio. Y, por rumores, sabía de algún bar de ambiente. Y, armada de un valor que desconocía de mi misma, me encaminé a tal lugar para tratar de conocer un poco más, esta nueva "vida" que había decidido vivir.

Me puse de punta en blanco y salí un par de horas antes de entrar a trabajar. Era muy curioso, sentía como si todo el mundo me estuviese mirando, como si todos supieran a donde pensaba dirigirme. Me sentía como una fugitiva de la justicia y mi foto estuviese por todas partes… lo que hace la cabeza humana. Supongo que estaba nerviosa por lo que pensaba hacer.

Cuando llegué debían ser sobre las siete de la tarde, y acababan de abrir. No había nadie, solo la camarera. Me quedé mirando hacia adentro como una idiota para ver como era el hábitat de las bolleras. Si, los lugares donde solían encontrarse para confraternizar. Me sentía como una espía y actuaba como tal.

Lo que pasaba en realidad es que estaba muerta de miedo y me estaba comportando como una trastornada delante de aquel garito. No me di cuenta ni de que la camarera me estaba mirando y se estaba acercando a mí.

"Hola, ¿buscas a alguien?"

"Quien ¿yo? No, no, no, yo no, ¿por qué iba a estar buscando yo a alguien?"

"Bueno mujer, tranquila, si no estás buscando a alguien… ¿quieres entrar y tomarte algo?"

Creo que nunca me había puesto tan colorada en mi vida. En ese momento mil y un pensamientos abordaron mi cabeza. ¿Debía entrar allí y tomarme algo? Quizás no era una buena idea, pero todavía quedaba algo más de una hora para entrar a trabajar y no me apetecía estar vagando por la ciudad como siempre.

¿Qué narices? Vamos allá, decídete de una vez, da ese pequeño paso.

"Venga, me animo a tomar algo. No creo que me vayan a atacar por estar aquí tomándome algo."

"¿Qué te sirvo? Nunca te había visto por aquí. Mi nombre es Leticia."

"Ponme un agua fría. Nunca había estado en este lugar. Sabía que existía pero no lo conocía. Mi nombre es Sandra."

"Aquí tienes tu agua. ¿Eres de por aquí?"

"Si, pero siempre salía por otros lugares. Aunque hace algún tiempo que no salgo por ahí."

Esa chica me hacía sentirme cómoda, tenía ganas de hacerle algunas preguntas y poder decirle algunas de mis cosas. Y, para que negarlo, me resultaba muy atractiva. Pero tampoco sabía si ella era lesbiana o si estaba dispuesta a aguantar la lata que le podía llegar a dar en ese rato que tenía pensado pasar allí.

"¿Te pasa algo? Jeje, eres un poco rarita."

"No soy rara, estoy nerviosa porque…"

"¿Nerviosa? No me digas, ¿has venido aquí para averiguar cosas sobre las lesbianas?"

"¿Cómo lo sabes? ¿Tanto se me nota?"

"Jajaja, no mujer, pero yo también pasé por esa etapa hace no tanto tiempo."

"Que alivio. Pensé que me tomarías por una loca…"

"Que va, no te imaginas la de chicas que hay que llegan a la puerta y miran con la cara con la que mirabas tu. La verdad es que, muy pocas se atreven a dar el paso y entrar. Supongo que cada una tiene sus miedos y no todas están preparadas para enfrentarse a ellos. De hecho, a mi me costó mucho."

"¿Si? Quién lo diría viéndote ahora. Puedo decir que yo soy novata en esto. Tampoco estoy muy segura de que es lo que me pasa. No se puede decir que sienta atracción por todo el sexo femenino. Digamos que hay una chica que me trae por la calle de la amargura y, sin decirle nada, y aprovechando un desafortunado pasaje, la he apartado de mi vida. Se que debería hablar con ella y decirle lo que me pasa, pero me resulta muy complicado afrontar el hecho de que me guste y el hecho de que sea una chica."

"Vaya, así que una chica te gusta y por eso estás aquí. Digamos que estás tratando de conocerte a ti misma desde otro punto de vista."

"Siiiii, eso es. ¡Nunca me lo había planteado así! ¡Me gusta como piensas!"

"¿Te gusto? Pasado mañana tengo la noche libre…"

¿Me estaba haciendo una proposición "indecente"? Tal vez solo quería caerme bien y darme la posibilidad de relacionarme con más gente.

"Yo también tengo libre. ¿A que hora quieres quedar?" - ¿Había dicho yo eso? Me estaba sonriendo y me miraba con picardía… la verdad es que era realmente atractiva esa chica.

"Bueno, ya veo que estás animada… a las nueve aquí delante, así cenamos algo antes de salir, ¿te apetece?"

"Claro que si."

A partir de ese momento las miradas y las palabras se volvieron un poco más íntimas entre las dos, fue una pena que me llegara la hora de marchar para ir al hospital, lo estaba pasando realmente bien.

Creo que, en los últimos tiempos, nunca me había pasado tan rápida la noche de trabajo. Hablé un rato con Alba sobre lo que me había pasado con Leticia y ella me contó que iba a ejercer de peluquera con una amiga del hospital. Cuando se fue a su escondite yo me quedé pensando en todo lo que me estaba deparando esta nueva vida.

Y el día llegó por fin e iba a salir con una chica. Con Leticia. Aunque en mi cabeza seguía insistente la imagen de Lucía. Pero debía seguir adelante y prepararme para lo que pudiese pasar, tanto si me atrevía a decirle algo como si no. Además, tal vez, saliendo con esta chica, descubría algo diferente.

Cada vez tenía más claro que las chicas me atraían, pero cada vez tenía más miedo a cerca de ese sentimiento y las repercusiones que éste podía tener en mi entorno. Luego veía los ejemplos de chicas que conocía por medios de comunicación, por libros y a Alba, sin ir más lejos, y pensé que, quizás, a mi me pasaría lo mismo que a muchas, mi gente me daría de lado o se enfadaría conmigo por ser así. De hecho, yo me sentía diferente, no era como el resto. Me gustaban las chicas y yo era una de ellas. Pero, en el fondo, me sentía obligada a ser como realmente era.

También pensé que, tal vez, no tendría que decírselo a mis allegados, ¿por qué tendría que hacerlo? Pero todavía era demasiado pronto para pensar en todas estas cosas, hoy tenía que concentrarme en reunirme con esa chica que había conocido y en pasármelo bien. Ya me iba siendo horas

"Hola Sandra, has sido puntual y… estás preciosa."

"Gracias Leticia, tu también estás muy guapa y también has sido puntual."

No se si ella estaba nerviosa, pero yo si, y mucho. La verdad es que estaba muy guapa; llevaba un buen escote y unos pantalones ajustados que le hacían un culito chachi. ¡Le había mirado el culo! Jeje, era curioso, pero, era muy guapa y tenía un buen cuerpo

"Bueno San, he pensado que podíamos ir a cenar al italiano y después salir por ahí a darlo todo."

"A mi me parece estupendo y maravilloso." – Vaya contestación la mía

Me sonrió y nos dirigimos al restaurante. Durante la cena charlamos mucho y nos prodigamos en miradas y guiños cariñosos. Estábamos tonteando en toda regla y las dos disfrutamos haciéndolo. No es que difiriese mucho de lo que se hacía entre un chico y una chica, pero si era un poco más íntimo, o, al menos, era la percepción que yo tenía.

Durante el postre las cosas cambiaron un pelín más y sus frases cada vez eran más directas. La calma que había tenido durante toda la comida se estaba transformando en unos ligeros nervios en el estómago. Esas mariposillas tan típicas que todo el mundo dice tener cuando alguien le hace "gracia".

Después de la cena nos fuimos hacia la zona de los bares para tomarnos unas copas, mientras seguíamos con esas miraditas y cariños. Y cada vez estábamos mas cerca la una de la otra, y me refiero a cercanía física. Nos acariciábamos los brazos o la cara así como por casualidad y, de vez en cuando, me daba un beso en la mejilla. Realmente, eso me resultaba agradable, pero no sabía muy bien como reaccionar. Estaba muy parada, muy cortada.

Ya de madrugada, y después de habernos acercado tanto que ya no había marcha atrás, llegamos al bar donde ella era camarera. Estaba todo lleno de chicas de todas las clases posibles. Estaban algunas con ropas masculinas, otras muy femeninas y explosivas, algunas en pareja, otras en grupo… en fin, como en un bar normal. Había de todo y todas parecían pasárselo en grande. Y yo no quería ser menos.

Mi acompañante estaba charlando amigablemente con otras chicas y todas me miraban sonriendo. Me las presentó y todas parecían muy contentas de conocerme. No se que les habría dicho, pero me sentí bien.

"Leti, ¿quieres tomarte algo?"

"Venga, pero vamos a beber tequila… y a mi manera. Chicas, vamos a enseñarle a San como nos lo montamos cuando se trata de beber tequila…" – Su mirada, realmente, me intimidó – "¡Empiezo yo!"

Se acercó a mi con un baso de chupito, el salero y un pedazo de limón en la boca. Me miraba de manera muy intensa y me sorprendí aguantando su mirada y respondiendo poniéndome erguida y con cara de querer comérmela.

Me tomó la cara y giró mi cabeza un poco. Pasó su lengua por mi cuello y echó sal. Agarró el pedazo de limón y me lo puso entre los dientes. Volvió a recoger en mi cuello lo que había sembrado, se bebió el chupito y tomó el limón de mi boca, rozando así mis labios con los suyos. Todas las chicas que estaban allí empezaron a jalear la actuación y luego hicieron lo mismo para beber sus tragos.

Mi turno llegó e intenté hacer lo mismo que ella, pero la sal la puse sobre sus pechos y cuando la chupé, recorrí el tramo que iba desde allí hasta su oreja. Luego me bebí el licor y, cuando quise comerme el limón, el gajo había desaparecido justo cuando mis labios estaban a escasos milímetros de los suyos. Pero no evité el desenlace, realmente tenía muchas ganas de besarla.

Todavía me ardía el tequila en la boca cuando su lengua se adentró para calmarme ese ardor. Aunque, no se que es lo que me quemaba mas, si su mano en mi cintura, si el licor bajando por mi garganta o si su boca pegada a la mía.

Nunca pensé que había tanta diferencia entre besar a un chico o a una chica. Y ella me estaba demostrando que, las chicas, aunque te den un beso apasionado como este, son mucho mas dulces y suaves… no tienen barba y no pinchan como ellos.

No se que pasó, pero, de súpeto, yo estaba apoyada contra una pared y ella me estaba comiendo la boca, mientras sus manos se iban colando bajo mi camiseta

"¿Quieres ir a otro sitio?"- me dijo al oído mientras acariciaba mi espalda por debajo de la ropa.

"No lo se, ¿tu quieres?"

"Me gustaría tenerte desnuda en mi cama y averiguar como sabes…"

Eso era más de lo que mi cabeza podía soportar. Me encontraba tremendamente excitada por sus palabras y no podía dejar de imaginarme que pasaría si aceptaba. Nunca había estado con una mujer y, de golpe y porrazo, había besado a una y ahora estaba pensando en llevármela a la cama. Pero me parecía demasiado precipitado.

Aunque pudo más el bendito tequila que mi propia voluntad

"Vayámonos de aquí"

Me tomó de la mano y me arrastró hacia fuera. No éramos capaces de dar más de tres pasos sin parar para besarnos y regalarnos furtivas caricias en todas las partes que podíamos.

"Esta es la casa de mi amiga Emma. No se si habrá llegado, pero, por si acaso, no hagas demasiado ruido."

No le contesté, la abracé por la cintura y pegué mis labios a su nuca. No se a que fue debido, pero me sentía excitada y desinhibida. Me moría de ganas de llegar hasta el final con ella y no me importaba que fuese una chica, por lo menos, no en aquel momento.

Entramos en un cuarto y no encendimos la luz. Me empujó dejándome sentada en la cama y se colocó a horcajadas sobre mí, comiéndome de nuevo la boca.

"Ya se que soy la primera chica con la que estás, pero no va a pasar nada…"

"No digas nada, quiero saber hasta donde puedo llegar."

Me miró fijamente y se quitó la camisa con mucha velocidad. Acto seguido se desabrochó el sujetador y tomó mis manos llevándolas a sus senos. El tacto era increíble… solo había tocado las mías, nunca las ajenas, y menos con connotaciones sexuales. Tomó mi cabeza entre sus manos sin dejar de mirarme y comenzó a acercarla a su torso, poniendo al alcance de mi lengua su erecto pezón derecho.

Como si de un helado se tratara, comencé a chuparlo y a lamerlo mientras con mi mano continuaba acariciando el otro. Su respiración cada vez era más irregular y sus dedos se iban mezclando con mi pelo. Su cabeza estaba hacia atrás y no podía dejar de acariciarla y mirarla. Estaba muy excitada y me gustaba la sensación que tenía. Me gustaba estar haciendo eso con una mujer.

Hacía mucho calor, y yo aun tenía toda la ropa puesta. Quería sentir mi cuerpo pegado al suyo. No se si ese pensamiento lo habría dicho en voz alta, pero Leti se apartó un poco de mi y comenzó a desnudarme de cintura para arriba de manera lenta, mirándome todo el tiempo y susurrándome lo guapa que ella me veía. No me lo creía, pero me hacía sentir muy bien.

Notaba sus suaves manos deslizándose sobre mi piel a medida que mi ropa iba dejando mi cuerpo. El momento gracioso llegó cuando, después de intentarlo un buen rato, me pidió que me desabrochara el sujetador. Así lo hice y antes de lograr deshacerme de el, noté una ligera humedad en mi pecho y no pude hacer más que tumbarme en la cama y dejarme llevar por las cálidas sensaciones que hacía despertar en mi cuerpo esa experimentada boca.

De mi pecho pasó a mi cuello, lamiéndolo y dando pequeños mordisco, cosas que hacían que ahora fuera mi respiración se agitase de manera loca. De allí, de nuevo, a mi boca, seca de tanto suspirar. Creo que nunca me había sentido tan excitada con nadie.

Comenzó a deslizarse hacia mi derecha, poniéndose a mi lado. Me quedé estática, he de reconocerlo. A pesar de estar así, era consciente de que a penas conocía a aquella chica y que, aunque me gustaba y me resultaba atractiva, no era la chica que me había hecho llegar a esta situación. Pero, todos esos pensamientos se volvieron borrosos de repente cuando una mano ajena comenzó a deslizarse bajo mi pantalón y cuando una voz comenzó a susurrarme lo muy excitadas que estábamos en aquel momento. Se apoderó de mi oreja mientras su mano campaba a sus anchas por mi húmedo pubis.

Me asusté mucho y agarré su mano para apartarla de mi y ella reaccionó entrelazando sus dedos con los míos, sin dejar de besarme.

"San, eres preciosa. Me encanta tu olor. Por favor, déjame seguir…" – y prendió de nuevo sus labios en mi pecho y, tomando mi mano, la puso en su cabeza. Se puso entre mis piernas y comenzó a bajar mis pantalones, sin dejar de besar toda mi anatomía. Ahora solo llevaba puesto mi sudor, su saliva y algún otro fluido corporal.

No podía dejar de suspirar. Por una parte quería que siguiera, pero por otra… por favor, ¿qué era lo que me estaba pasando? Nunca había estado tan excitada y era con una mujer, ¿Qué importaba el resto? Me estaba haciendo sentir mejor de lo que nadie me había hecho sentir antes

Levanté un poco la cabeza y me encontré con su mirada. Me estaba sonriendo al tiempo que comenzó a descender hacia mi sexo. Cuidadosamente abrió mis labios mayores para pasar su lengua entre ellos de manera cadenciosamente lenta, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, mientras su mano izquierda avanzaba sobre mi cuerpo alcanzando mi pecho y su diestra se aferraba con fuerza a mis muslos. Cerré los ojos, mi mente se estaba nublando y no podía dejar de sentir todas aquellas cosas que me hacía. Es increíble lo que puede llegar a hacer una lengua de mujer

Cuando pensé que el placer no podía ser mayor, separó su boca de mi sexo y volvió hacia arriba paseando su lengua por toda mi piel, que, sin saber como, estaba más sensible que nunca. Tomó mi boca como suya y sentí como su lengua se adentraba en ella al tiempo que dos de sus dedos iban irrumpiendo en mi interior. Su boca hizo que un grito que iba a surgir desde lo más profundo de mi interior, fuese sofocado.

Comenzó a mover sus dedos, penetrándome con una profundidad con la que nadie lo había hecho antes. Realmente estaba en plena ascensión a los cielos con aquella mujer. Con sus manos, con sus dedos, con su boca, con el roce de su piel contra la mía. Cada una de sus palabras llegaban a lo más profundo de mi, haciendo que, lo inevitable, fuese cada vez más intenso y más placentero.

Sacó sus dedos de mi interior y, dejándome huérfana por dentro, los puso sobre mi hinchado clítoris, haciéndome torcer la cabeza para poder dejar escapar el grito que luchaba por salir. Sin perder el tiempo bajó, de nuevo, al encuentro con mis pechos haciéndome jadear durante la espera de lo que resultó ser la más increíble situación de placer que nadie podría sentir jamás.

Y, sin poder evitarlo de ninguna de las maneras, salió de mi interior la energía más intensa que había sentido tener en mi vida. Un torrente inagotable de impulsos surgieron infinitos de mi. Llegué a perder la noción del tiempo y del espacio gracias a aquella persona que ahora se encontraba abrazada a mi, acariciándome y besándome, regalándome, sin pedir nada a cambio, esa paz que necesitaba desde hacía tanto tiempo.

"¿Estás bien?"

"Creo que si, aunque no estoy muy segura… no puedo abrir los ojos y me siento algo mareada. Nunca me había pasado esto antes. No se si podré corresponder a esto…"

"No tienes que hacerlo, disfruta y descansa."

No recuerdo cuanto tiempo pasé allí tumbada, si se que me levanté cuando mi cabeza comenzó a dar vueltas de nuevo sobre aquello que me traía por la calle de la amargura. Me puse mi ropa mientras ella me miraba, desnuda, sobre nuestro lecho amatorio temporal.

"Estás pensando en ella, ¿verdad?"

"No solo en ella. Eres la primera mujer con la que me acuesto y, a pesar de que me resultas muy atractiva…"

"Mejor no sigas. Yo también me lo he pasado muy bien y he disfrutado mucho de tu cuerpo. Se lo que estás pasando y es hora de que te vayas tranquilamente. Mañana será otro día."

Solo pude sonreír mientras me acercaba a la cama para besarla por última vez aquella noche. Después salí como pude, mis piernas todavía temblaban. Y en mi cabeza rondaba la imagen de Lucía.

Supongo que no podía negar lo que ya era evidente para mi. Las mujeres me gustaban y estaba enamorada de una, aquella a la que había apartado de mi vida por no haberme dado cuenta (o por no haber querido reconocerlo) antes. No podía dejar de pensar en lo que debía hacer ahora con mi vida y con ella. Me sentía realmente descentrada.