San - Como una exploradora

Nuestra chica es guerrera y le gusta la marcha...

"San, cada vez tienes peor cara. Realmente no te sienta nada bien esta nueva vida."

"Y que lo digas, Alba. No lo estoy llevando nada bien. Dejarlas a las dos de lado ha sido demasiado duro para mí. Además, ahora vuelvo a la soledad que me había auto impuesto al principio de todo… cuando descubrí que las chicas me gustaban."

"Sabina cantó en una de sus canciones: " Y una mañana comprendí que a veces gana el que pierde a una mujer ", y, aunque ahora te parezca muy lejano e incierto, acaba por dar en el clavo. La canción se titula " Como un explorador ", y me enseñó a no lamentarme de todo lo que me había pasado, que me lo tomara con calma, que saliera a la calle con los brazos abiertos y que le diera una nueva oportunidad al mundo. ¿Para que seguir llorando si hay miles de peces en el mar?"

"No se, nena. Ahora veo las cosas demasiado negras."

"Hace más de dos semanas que te separaste de ellas y, creo yo, que ya va siendo hora de que comiences a mover tus piezas."

"Para ti es sencillo. Conoces gente y sitios. Yo solo conozco uno y no creo que sea muy buena idea que vaya por allí…"

"Al bar ese del centro, ¿no es así? Tal vez no tienes que ir tú… Hola Leti, cuanto tiempo sin verte. Bueno guapas, aquí os dejo a las dos. Y tu, no me la entretengas mucho que tenemos una larga noche por delante."

"Tranquila guapa, procuraré no hacerlo. Que tengas una buena noche Alba. Hola San, ¿Qué tal llevas el día?"

"Pues, ahora mismo, bastante sorprendida con tu presencia aquí. ¿Tienes a alguien ingresado?"

"No, he venido a hablar contigo. La última vez que hablamos no quedó muy bien la cosa y tampoco es que contestes a mis mensajes."

"Lo se, no es que tenga muchas ganas de hablar con nadie. Aunque, tu has sido clara conmigo, por lo que no debería enfadarme."

"Me gusta oírte decir eso, en serio. Bueno, vayamos al grano."

"Usted dirá."

"Este fin de semana hay una quedada en "La gran city" y te quería preguntar si te apetece venir. Vamos a ir una amiga y yo y nos sobra una cama en la habitación del hotel. Pensé que era una buena idea que te apuntaras y te despejaras un poco de este lugar."

"No se que decirte."

"Vamos mujer, va a ser divertido y seguro que conoces a muchas chicas. Es mi manera de pedirte disculpas y de enmendar lo que te hice. No puedes decir que no."

"Vale, de acuerdo. Ya me mandarás un mensaje para decirme como quedamos."

"¡Bien! No te vas a arrepentir, te lo aseguro. Bueno, ya te dejo para que trabajes. Dale un besin a Alba de mi parte. Y, a ti…"

"Ni te me acerques diabla, que eres capaz de chuparme la sangre… jeje. Hasta el fin de semana, Leti."- ¿Qué pasó? Creo que me había perdido algún capítulo. Pero me gustaba, al fin y al cabo, no todas eran tan malas.

Sentí ganas de llamar a Lucía para decírselo, pero pensé que no sería una buena idea. Era mi oportunidad para "volar" sola, y, por mucho que siguiera sintiendo por ella, nunca íbamos a llegar a un acuerdo. Cada vez estaba más convencida de que esa chica era una persona "sexualmente abierta", pero mentalmente cerrada. Además, ya iba siendo hora de conocer a gente y relacionarme con aquellas que tenían gustos y sentimientos similares a los míos.

Así que, llegado el sábado por la mañana, preparé una mochila con algunas cosillas para dirigirme a la reunión con Leti y su amiga. Era mi primera quedada y tenía ganas de ver en acción a un grupo de chicas "de la otra acera", que diría mi madre. Posiblemente me sentiría decepcionada con lo que ocurriera, mis expectativas eran bastante surrealistas, pero eso me daba igual.

Leti estaba fumando un cigarro al lado del coche y su acompañante ya estaba dentro. Debían estar más ansiosas que yo, a pesar de que llegué 10 minutos antes de tiempo.

"¡Por fin! Pensé que no llegabas. Anda, mete esa mochila en el maletero y súbete al coche de una vez."

"Buenos días a ti también, guapa. Se nota que no has pasado una buena noche… Que conste en acta, señora jueza, que he llegado diez minutos antes de lo previsto."

"Si si, ya se. Bueno, te presento a Ruth… esta pánfila de aquí atrás es San, de la que te hablé."

"¿No te ha sentado bien el cigarro? Estás de uñas, colega. Encantada Ruth, tienes un nombre muy bonito…"

"Igualmente. ¿Eres católica?"

"No, pero conozco ese pasaje de la Biblia…"

"Me parece estupendo que las dos sepáis el pasaje bíblico de Ruth y Noemí pero ¿qué os parece si permanecéis calladitas un rato mientras voy saliendo de este estúpido atasco? No se por qué os hago caso. ¡Teníamos que haber salido hace una hora!"

Ambas otorgamos la palabra a Leti, que iba fuera de sus casillas. Era mejor permanecer calladitas. Me coloqué detrás del asiento de la malhumorada conductora para observar a la copiloto un poco mejor.

No se puede decir que fuera demasiado guapa, pero tenía uno de esos atractivos extraños. Tenía unos grandes ojos oscuros y el pelo largo. Y su sonrisa era muy bonita. Durante todo el trayecto no dejaba de picar a Leti con cosas que yo no entendía muy bien. Supuse que serían bromas entre ellas, pero me sirvió para darme cuenta de que era una chica muy simpática y que tenía una voz muy bonita.

"Por fin hemos llegado… Vosotras id subiendo a la habitación que yo me voy a tomar un café. Necesito estar un rato sola."

"Vale, pero no te olvides de que es demasiado temprano para emborracharte… que nos conocemos. Deberías aprender de tus errores, y no hay manera

"No necesito que me digas que ya me habías avisado, mamá. Así que, métete en tus puñeteros asuntos y déjame en paz. A lo mejor piensas que tengo que estar siempre contenta… habrase visto, leñe…" - y allí se quedó Leti murmurando por lo bajo y maldiciendo todo aquello que se le pasaba por la mente.

"¿Se puede saber que es lo que le pasa a esta chica? Nunca la había visto así."

"Pues, resulta que, la chica que le gusta le va a dar plantón esta noche, y le ha fastidiado mucho. De hecho, estuvo a punto de no venir… y tu que, ¿Ya has superado lo de tu chica?" – tierra trágame.

"Esa mujer es un caso. ¿Te lo ha contado todo?"

"Si te refieres a si me ha contado tu problema con una chica que es hetero, que hace poco que descubriste que te gustaban las chicas o que os enrollasteis… no, no me ha contado nada, jejeje"

"Pues, menos mal… y, ya que careces de información sobre mi, ¿por qué no me cuentas algo sobre ti? Por ahora solo se tu nombre y que me caes bien." - ¿estaba tonteando con ella? Siii, me estaba aficionando a hacer esas cosas

"¿Estás intentando ligar conmigo? Je, tiene gracia… de mi te puedo contar que tengo 25 añitos y trabajo en una asesoría. Soy lesbiana desde que tengo uso de razón y mi vida sentimental siempre ha sido pobre. Y, si, yo también me lié con Leti. Y ya no hay mucho más que contar. Tu también me caes bien, así que, vamos a buscar a nuestra conductora antes de que se pierda en su mala leche."

Y allá nos fuimos las dos entre risas, imaginando lo que después fue una realidad. Todavía no era la hora de comer y nuestra camarera favorita estaba ligeramente ebria y discutiendo con el camarero del hotel.

Como pudimos la sacamos de allí y nos fuimos a comer para después pasar una entretenida tarde de sábado de tienda en tienda como adolescentes deseando quemar su paga semanal. Además, teníamos que comprar algún trapito mono para la noche loca.

Pero, como no todo puede ser maravilloso, cuando estábamos llegando de nuevo al hotel para cenar, comenzó a llover de manera increíble, dejándonos caladas hasta los mismísimos huesos.

La primera en entrar en la ducha fue Leti que alegó que tenía que salir después pitando ya que tenía que ir a buscar a "no se quien" a "no se donde".

"Bueno, yo ya estoy lista. Me ha llamado Silvia para que vaya a cenar con ella. Las dos solas… y me piro ya, que voy tarde. Cuando acabéis de cenar me dais un toque al móvil y os digo donde estoy."

"Pásatelo bien y no te preocupes por nosotras, estamos en buena compañía…"

Y esto último lo dijo Ruth mirándome con picardía e, inmediatamente, se metió en la ducha dejando la puerta abierta. Supuse que la chica no sería demasiado pudorosa.

Me tiré en la cama pensando en como sería la noche que me esperaba. Era la primera vez que iba a salir por allí y tampoco conocía a nadie. A pesar de que Ruth me caía bastante bien, acababa de conocerla y, conociendo un poco a Leti, estaba segura de que su presencia en el trío del principio (el que habíamos formado para ir a la quedada) iba a ser escasa o nula.

Pero, una vez más, decidí dejarme llevar por la situación. Que coño, de perdidos al río. Últimamente me estaba aficionando mucho a los lugares húmedos. No entiendo por qué tengo que pensar tanto. Mi cabeza sufre tantas vueltas que creo que no necesito beber para sentirme mareada.

"Bueno, San, yo ya estoy limpita. ¡Ahora te toca a ti!" – Vaya, vaya, vaya, vaya... como engañan las ropas, madre mía. Seguía sin ser lo que se llama tía buena, pero su cuerpo salpicado con algunas gotas de agua, el pelo peinado hacia atrás y esa sonrisa hicieron que mi percepción de ella cambiara radicalmente. - "Haz el favor de cerrar la boca y meterte en la ducha, si no, ¡no vamos a llegar nunca a la fiesta!"

"Lo siento" – mi cuerpo se había quedado sin sangre, ésta estaba acumulada en mis mejillas – "Menos mal que se que te vas a vestir para salir. No se que sería de mi si continuara viéndote de esa guisa." - ¿he sido yo?

"Espero que no seas de esas que ladran mucho pero después no muerden. Y ahora arréglate antes de que…" – me giré en el momento en el que ella comenzó a soltarse la toalla… no puedo, no puedo!

Entré en la ducha, me desnudé a toda velocidad, abrí el grifo del agua fría y solté un grito de desahogo como nunca antes había hecho. ¿Había sido yo la que había dicho que era más sencillo liarme con tíos sin pensar en nada más? Lo retiré en aquel momento. Las chicas son más complicadas, no cabe duda (y duda se fue), pero el tonteo y los juegos son mucho mas divertidos si tu contrincante tiene cuerpo de guitarra española.

Supongo que ambas pensamos lo mismo sin llegar a decirnos nada. Dejamos un poco de lado la picardía de la conversación del cuarto y nos fuimos a cenar algo ligero a un restaurante vegetariano que ella conocía. Y me acordé irremediablemente de Lucía. Posiblemente a ella no le habría gustado nada ir a cenar allí. Le gustaba demasiado la comida basura y, tanto verde, seguro que la pondría loca. También sentí nostalgia de las veces que habíamos salido desde nuestra reconciliación. Sentir sus labios era algo divino.

Pero mi acompañante no se llamaba Lucía y si era vegetariana. No tenía la bella cara ni el cuerpo de mi enamorada, pero resultaba atractivamente diferente. Carecía de esa mirada que come con solo tocarte, pero su sonrisa era sincera e iluminaba el conjunto de sus extrañas facciones. No tenía ese toque de feminidad de las musas, pero su estilo ambiguo le daba carácter al conjunto.

Aunque Ruth tenía un montón de cualidades que me encantaban no era Lucía, y mi atormentado corazón seguía latiendo por aquel imposible. Tal vez era demasiado pronto para pensar en que algo podía ocurrir entre nosotras dos y, tal vez, era demasiado pronto para olvidar del todo a mi primer tormentoso amor.

"Estás muy callada y pensativa. ¿Quieres hablar?"

"Estaba pensando muchas tonterías y he llegado a la conclusión de que hoy es un día de fiesta y que deberíamos divertirnos como enanas."

"Estoy de acuerdo contigo. Brindemos pues…"

"…Por nosotras dos que somos guapas, jóvenes y ¡no tenemos abuela!"

"Por eso y por el rollo bollo"

Rompimos a reír por el absurdo brindis que acabábamos de protagonizar y que nos sirvió para lazarnos una mirada de esas profundas que te hacen dudar a cerca de lo que podría suceder. Centrémonos: realmente tenía ganas de tener un affair con ella, pero me parecía injusto hacerlo. Por otro lado, tampoco sabía que era lo que ella quería, a lo mejor se parecía a Leti y era una chica de mente y pierna abierta (aunque no tenía pinta de ser así).

Cada vez estaba más convencida de que mi cerebro estaba al borde del colapso y que me comenzaría a salir por las orejas la parte de sesos que se me estaban derritiendo de tanto pensar. ¿Por qué no podía, simplemente, disfrutar de aquella estupenda velada? No era tan complicado, pero, desde que había descubierto esto de ser lesbiana, tenía la extraña sensación de que el análisis de las situaciones con otras mujeres eran dignas de estudio y eso no me permitía disfrutar del momento.

Y eso que yo era de las que gritaban a los cuatro vientos "carpe diem", y ahora era una lesbiana colgada con brotes de paranoia. Que paciencia

Menos mal que mi acompañante tenía una arrolladora personalidad y, en menos de un segundo, conseguía contagiarme de sus ganas de marcha.

"¿Llamamos a Leti? Creo que la quedada es en la plaza mayor, si quieres vamos yendo mientras le doy un toque. Aunque, conociendo a esta indecente mujer, seguro que ya está celebrándolo…" - Con ese sentido del humor, ¿Cómo no iba yo a estar a gusto con ella?

Nos fuimos al centro y había un montón de chicas de todas las formas, colores, creencias, modas y lugares. Todas estaban contentas y todas se presentaban e invitaban a participar. No me sentí incómoda en ningún momento y, durante toda la noche, las situaciones fueron bastante divertidas. ¡Incluso llegué a ligar! Pero no tenía mucho mérito, todas ligábamos ese día.

Leti apareció bastante tarde y le dio las llaves del coche a Ruth, alegando que ella ya tenía taxista y que no la esperásemos, que no vendría a dormir con nosotras.

No pude sacar de la cabeza a Lucía y no acabé de mezclarme con el buen ambiente. Así que, cuando Ruth se me acercó para decirme si me apetecía marchar, le dije que si. Supongo que el bajón me pudo y me dejé arrastrar por el.

Pero, alguien se nos acercó poniéndose delante. Era una chica de las que suelen ser llamadas machorras.

"No estaréis pensando en dejarnos tiradas… porque esta prohibido de todas las maneras. ¡Aquí nos quedamos todas unidas hasta el amanecer o hasta desfallecer! ¡Vamos, Ruth, no me falles! Y dile a tu amiga que no me falle tampoco…"

"Yo por mi me quedo, ya lo sabes, pero ella no se puede decir que esté en su mejor momento… mal de amores y crisis de identidad sexual… ya sabes de que te hablo."

"Ya estás yendo hacia la multitud que me encargo yo de animar a tu amiga"

"Que peligro tienes… bueno, espero que no te importe, pero a mi me apetece quedarme un rato más y…"

"¡Que te pires! Hola, me llamo Virginia."

Todavía no había cerrado la boca ante el asombro de aquella muchacha que nos había abordado cortándonos el paso. Su porte era bastante arrogante y se notaba que tenía fuerza. Ya se que los armarios no son buenos, pero ella parecía uno de esos empotrado. Tenía una cara muy bonita y dulce, pero, en conjunto, resultaba intimidante. Me había dicho su nombre… ¿Virginia? En fin, hay nombres que no pegan con el cuerpo de cada uno.

"Hola, yo soy Sandra. Perdona que te lo diga así, pero tengo ganas de irme ya. Estoy pasando por…"

"¿Qué te parece si me lo cuentas en la barra mientras te invito a tomar algo fresquito y sin alcohol? No es que te vaya a retener en contra de tu voluntad, pero, si te niegas, tendré que llevarte en volandas hasta allí."

"¿Cómo dices? – pero bueno, ¿qué se creía esa especie de Madelman en femenino? – No es por nada, pero creo que soy libre para hacer lo que me plazca."

Creo que no había acabado de decir la frase cuando noté como me levantaba en el aire, sin apenas esfuerzo, y me llevaba a la barra haciendo que todas jalearan y se partieran de risa a nuestro paso. Era como si ella fuera el típico cowboy que tomaba por la fuerza a la chica guapa y fina del pueblo más polvoriento del oeste americano, cuando la chica pataleaba y daba ligeros puñetazos diciendo lo de "suéltame Joe, suéltame", con voz de pito.

Mi cara parecía la de una recién salida de la playa del brillante rojo que la ira y la vergüenza habían depositado en ella. ¿Sería posible que una mujer llamada Virginia me hubiese hecho eso?

"¡Esto no te lo perdono! Que vergüenza, por favor…"

"Posiblemente, cuando nos besemos dentro de un rato, se te olvidará todo lo ocurrido. Ponnos dos zumos de manzana con granadina."

"¿Qué has dicho? Creo que estas soñando cariño…"

"Ves, ya empezamos con los motes cariñosos, chochito mío. Venga, va, te voy a hacer una proposición."

"No se si arrearte un bofetón o simplemente marcharme yo solita al hotel. Venga, dime."

"Quédate conmigo media hora y, si no te lo pasas bien, yo misma te acompaño al hotel."

"Vale, de acuerdo, pero media hora y si no me largo…"

"¡Bien! Por cierto, me llamo Virginia. Te lo repito porque, más tarde, lo gritarás…"

Ahora si que me reía yo. La chica era realmente simpática, aunque un poco bruta. Nos tomamos aquella demasiado dulce bebida mientras charlábamos animadamente. Esa chica era lo que yo necesitaba para desconectar aquella noche. Hablaba tanto que no me dejaba pensar en nada más que en su conversación. No es que fuese una de esas tesis que se hacen a veces sobre el mundo y sus inescrutables caminos, pero tenía mucha gracia el asunto.

Me habló durante bastante rato de todas las chicas que nos habíamos reunido y me dijo que ella también hacía poco que había terminado una dolorosa relación con una chica que, además, era compañera de trabajo. No lo llevaba demasiado bien eso, pero tenía el suficiente humor como para estar haciendo chistes todo el rato, amén de decirme, de vez en cuando, sutilezas como: "tienes los ojos tan bonitos que te comía el coño entero".

Cambiamos de bar y nos fuimos a un karaoke para dar rienda suelta a todo el estrés que llevábamos acumulado. Bueno, al estrés y, en el caso de algunas, la calentura que se había estado creando a lo largo de toda la noche.

La que más y la que menos subió al escenario a hacer el ridículo, bien fuese sola o bien en parejas o grupos. Uno de los momentos en los que más me reí fue cuando vi a Ruth allí subida cantando la Zarzamora y dando saltitos como si estuviese en un concierto de Red Hot Chili Peppers. Entonces llegó el turno de Virginia

"Este tema se lo dedico a San, que había amenazado con marcharse en media hora y esto lo dijo ¡hace casi dos! – todas jalearon y me miraron aplaudiendo animadamente – En fin, San… con la canción ya lo digo todo"

Y comenzó a sonar la canción "Devórame otra vez" y yo ¡ya no sabía donde meterme! Cuando su voz empezó a entonar la letra de la canción ya no me pude mover de mi sitio. Su timbre, su presencia en aquel escenario, el aura en la que se envolvió, no me permitió apartar la vista de ella. Me fijé que, a pesar de mis perjuicios del principio hacia su aspecto, esa chica era pura sensualidad en sus movimientos. Esa boca que me había dicho las mayores barbaridades hacía un rato, estaba deleitando mis oídos con una magnífica versión de una canción que no dejaba mucho a la imaginación por lo directa que era su letra.

Y realmente me entraron ganas de devorarla allí mismo. Así que, en cuanto bajó del escenario, y empujada por una pasión que ni yo misma sabía que tenía, me lancé a sus brazos y, por extensión, a prenderme de su dulce boca.

Por suerte había dado aquel paso. Aquel armario empotrado llevaba en su interior una pequeña y dulce princesa que besaba mejor que los ángeles. Sus labios comenzaron a rozar los míos casi imperceptiblemente, haciéndome desearlos aún más. Pero no me dejaba tomar la iniciativa, parecía estar saboreando aquel momento conmigo. Después de una pequeña lucha para averiguar quien le mordía los labios a quien, su lengua comenzó a rozar levemente mi labio inferior obligándome inconscientemente a abrir mi boca deseando sentir en su interior aquella humedad que estaba despertando mi libido.

De un momento a otro, se cansó de ser princesa y se convirtió de nuevo en cowboy y comenzó a besarme con lengua de manera desesperada, explorando mi cavidad bucal de forma que, ni mi dentista, había hecho jamás. Sus manos recorrían mi espalda impunemente haciéndome desear ese mismo gesto pero sin ropa de por medio.

En plena efervescencia de sensaciones, Ruth, hizo acto de presencia cortando aquel desbordado río de descontrol.

"Nena, mira, esta es Eva y… bueno, que…"

"Hola Eva – dije tratando por todos los medios de controlar mi agitada respiración – dime, ¿ha pasado algo?"

"No, pero va a pasar… - vaya sonrisa que tenía la "cacho perra", jeje, no era la única triunfadora – Era solo para decirte que nos vamos al hotel."

"¿Cuántas camas hay en vuestra habitación?" – mi acompañante tomó parte en la conversación.

"Pues, hay tres camas y Leti ha dicho que no venía a dormir, así que… ¿y si nos vamos las cuatro?"

Vaya cara de felicidad que pusieron las tres. Ahora la decisión era mía y, aunque estaba bastante cachonda (podría ser un poco más fina), no estaba segura de querer ir tan deprisa. Pero, viendo la manera de mirarme de Virginia y la cara de "por favor, por favor" de Ruth, no me quedó más remedio que lanzarme a la aventura de mi vida.

"Venga, vale."

En la ruta karaoke-hotel las bromas se centraron en nuestras bíblicas compañeras de habitación. Todavía me río al pensar en la cantidad de chistes que pudimos hacer a cerca de sus nombres. Bueno, los chistes los hacíamos cuando no parábamos, o las unas o las otras, para besarnos impúdicamente en la vía pública.

La entrada en la habitación fue apoteósica: nos llegamos a pelear para ver que pareja entraba antes y quienes serían las primeras en quitarse la ropa. Habíamos dejado claro antes de llegar que cada oveja estaría con su pareja, pero ninguna había tenido en cuenta el detalle de que, justo antes de entrar, nos habíamos fumado un par de porritos de marihuana que nos había ofrecido nuestra amiga Eva.

Las prendas que cubrían nuestros cuerpos hacían juego con la moqueta del suelo del cuarto y todas nos reíamos de manera histérica por nuestra desnudez, al tiempo que nuestro calentón de madrugada iba aumentando peligrosamente. Yo me tiré sobre la cama como si de una piscina se tratase y, Virginia, no desaprovechó ni el momento ni la situación. Se acercó a mí y, colocándose encima, comenzó a besarme de manera loca.

Comenzó a acariciarme los senos con fuerza, haciéndome suspirar profundamente para que mi tórax hiciese que mis pechos se aplastaran todavía más contra sus manos. Bajó a mi cuello y lo mordió y acto seguido me susurró al oído "recuerda mi nombre, te lo voy a hacer gritar", y, realmente, casi lo grito.

A mi compañera de juegos le debía gustar mucho morder… ahora eran mis tetas las que estaban sufriendo sus sensuales dentadas y sus manos iban serpenteando hacia abajo, tratando de encontrar aquel volcán que hacía tan poco tiempo que yo conocía que podía estallar.

Mis manos se aferraron a su pelo suplicando que me hiciera menguar aquel ardor que sentía en todo mi cuerpo y fue entonces cuando su dedo comenzó un paseíllo recorriendo el interior de mis labios mayores, con una velocidad de menos dos kilómetros hora, provocando en mi desesperación por querer sentir algo en mi interior.

Me incorporé un poco apoyando un codo en la cama, tomé la mano que me estaba haciendo desfallecer y empujé dos de sus dedos hacia mi interior mientras la miraba a los ojos con cara de placer incontenible. Y eso era, precisamente, lo que sentí cuando comenzó a bombear mi dilatada vagina con sus anchos dedos en su interior. Realmente llegué a gritar su nombre, el de Dios, el de Alá, el de Buda y el de todos los dioses que me vinieron a la cabeza en aquel momento, tomándolos todos ellos en vano.

Si sus dos dedos tenían ese efecto en mi, cuando introdujo el tercero y su boca se volvió a apoderar de mis pechos, el efecto se multiplicó por diez, llevándome al polvo más salvaje de toda mi vida.

Por primera vez en mi lésbica vida, quería saber lo que era sentir ambas cosas, hacerlo mientras te lo hacen, así que, aparté su cabeza de mi torso y me incorporé un poco más para poder alcanzar su vulva. Estaba completamente mojada y, a medida que iba paseando mis dedos por ella, comenzó a emitir pequeños grititos pidiéndome más.

Ni corta ni perezosa, deslicé tres dedos en su interior obligándola a abrir la boca desesperadamente en busca de aire para respirar. Me resultó sumamente sensual ver su gesto en aquel momento, algo que me hizo excitarme mucho más de lo que ya estaba.

Mis movimientos se agilizaron más haciendo que las entradas y salidas de mis dedos en su interior fuesen como invisibles. Estábamos sentadas la una frente a la otra dándonos y recibiendo placer mutuo. Ella se empezó a agitar y, con su mano libre, comenzó a masturbar su clítoris con los ojos cerrados. Nunca había visto a nadie masturbarse y, cuando yo lo hacía, nunca lo hacía a la velocidad que ella lo estaba haciendo.

Empezó a gritar y yo noté en mi mano sus líquidos y las contracciones de su vagina. Se estaba corriendo y no lo disimulaba nada de nada. Cada vez me sorprendía más la excitación que me producía ver a una mujer disfrutar así, gracias a mi. Sacó su mano de mi interior y me abrazó como una niña pequeña. Me fue recostando sobre la cama mientras jadeaba y, entre suspiros, me daba las gracias. No tardó demasiado en quedarse dormida.

Mis compañeras de jolgorio todavía estaban a ello y yo comencé a mirarlas desde mi posición. Ruth estaba sobre Eva y su brazo derecho estaba hacia atrás para llegar con sus dedos a las partes íntimas de su chica. Eva le estaba tocando los senos al tiempo que la penetraba desde su posición.

Los movimientos de Ruth eran muy sensuales. Era como si estuviera bailando sobre su compañera. Movía la cabeza hacía atrás y hacia delante y, de vez en cuando, abría la boca dejando escapar algún suspiro.

Aún no me creo que girase la cabeza para mirarme. Y tampoco me acabo de creer que deslizara la sábana hacia abajo para comenzar a masturbarme mirándolas a ellas. Nuestras miradas se quedaron prendidas y mientras yo acariciaba mi clítoris ella me dedicaba sus jadeos.

Comenzó a moverse más deprisa encima de su acompañante apurando el orgasmo que se negaba a salir y yo hacía lo propio mientras mis retinas se recreaban en aquella mujer que estaba haciendo el amor con dos y solo tocaba a una. No aguanté tanto como ella y acabé corriéndome en un par de minutos. Ellas tardaron más

Debían ser las 9 de la mañana cuando se despidieron de nosotras y Ruth pasó a mi cama vestida solo con una camiseta.

"¿Qué tal te lo has pasado?"

"Muy bien, pero tengo mucho sueño…"

"Jejeje, es normal pero, ahora deberíamos irnos ya… así que, ¡Arriba!"

Nos peleamos durante un rato, nos fuimos a desayunar y tomamos rumbo a nuestro lugar de origen. Todo el camino de regreso fueron palabras, chistes y recuerdos de la noche anterior, pero ninguna de las dos mencionó nada de la última hora que habíamos pasado en nuestras respectivas camas.

Cuando me dejó en la puerta de mi portal me despedí de ella con un beso en los labios, de esos que se dan sin querer

"Me lo he pasado muy bien, te prometo que te llamaré pronto para quedar y salir a tomar algo."

"Te tomo la palabra, mañana nos vemos."

Entré en casa y me fui directa a la ducha. No podía apartar de mi cara esa estúpida sonrisa que se me había quedado después de la noche loca. Realmente estaba deseando que llegase la siguiente fiesta para pasármelo así de bien. Hacía demasiado tiempo que había estado sufriendo y, como me había dicho Alba: " Y una mañana comprendí que a veces gana el que pierde a una mujer "

¿Bailas?