San - Aves de paso.
A las flores de un día...
A veces las cosas tienen un por qué… y otras veces tan solo son inutilidades que nos hacen perder el tiempo. Pensar, por ejemplo… pensar está bien siempre y cuando utilizas tu cabeza para alcanzar una meta, algo posible, probable o simplemente descarte. Pero pensar, para compadecerse de una misma o tratar de encontrar la lógica a la actuación estelar alguna mujer, puede causar verdaderos estragos en nuestra salud mental.
“¿Por qué me ha dicho que está con una chica?”
“Eh… pues, ahora me pillas a traspiés… que yo sepa, no he dicho que estuviera con una chica…” – Leti me mira desconcertada. – “¿Estás bien? Ahora te pones colorada… ¡Ajá! ¿En quién pensabas? Porque, por supuesto, no me estabas escuchando.”
“Pues, es cierto… no te estaba escuchando. Lo siento. ¿Qué me decías de Ruth?” – intento seguir comiendo para ocupar mi bocaza.
“Ya… Ruth bien, como te he dicho, y que viene mañana. Pero… en que estabas…” – cambia el gesto y me sonríe cómplice.
“Frustrusfrus…” – doy un trago al vino para no atragantarme. – “Y, ¿quiere verme?”
“No me ha preguntado por ti… no creo que sepa que andas por la zona.”
“Vale.”
“¿Vale? ¿No quieres verla?”
“Me gustaría saber que tal está, pero las cosas no acabaron nada bien y, cada vez que he intentado saber de ella, he recibido silencio. No se si le gustará encontrarme ‘por casualidad’, prefiero que me busque.”
“¿Puedo decirle que estás aquí?”
“No le vas a decir ninguna mentira, así que…”
“Así que la carpintera tiene novia. ¿Te has acostado con ella? ¡Claro que te has acostado con ella! Tienes la mirada…”
“¿Qué mirada?” – Leti se ríe de mí en mí cara. – “A veces te odio tanto que me gustaría darte un puñetazo.”
“Te gusta, verdad.”
“Si… pero no quiero tener que pelearme y entrar en lo típico. Se que he metido la pata hasta el fondo quedándome colgada, pero no pienso hacer lo de siempre. Se pasa pronto, ya sabes…”
“Te gusta mucho…” – asentí con la cabeza y bajé la vista al plato. – “Tiempo, San, tiempo…”
“Y el tiempo todo lo cura y a todos pone en su sitio.”
“Exacto pequeña. Venga, brindemos.” – alzamos nuestras copas y nos miramos a los ojos. – “Por nosotras, porque con los años mejoramos y por las locas de las mujeres que nos animan el paso por la vida.”
“Salud hermana.”
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Miro la cara de alegría de papá barnizando la barandilla de la entrada después de que le permití utilizar la máquina infernal que se había comprado para ayudarme. Está entretenido y no tiene que aguantar a mamá con sus cotilleos. Para eso estoy yo… hoy me ha tocado día de visitas.
Mamá está en la cocina preparando una infusión. Le gusta como está quedando la casa de la tía Inés, pero sigue sin perdonarme que no me haya quedado ni una sola noche con ellos: “Los que te dimos la vida”. La entiendo, no he sido la hija que ella esperaba o quería y tampoco le he dado nunca la oportunidad de conocerme. Por suerte aún estamos a tiempo… aunque me cueste.
“No se que gusto le ves a vivir en una casa vieja... y en un lugar remoto. ¿No hubiese sido mejor que la vendieras y te compraras un piso en el pueblo? Nos tendrías más cerca y no estarías tan sola.”
“Mamá, vivo a quince minutos andando y me gusta como está quedando la casa.”
“Siempre has sido tan bohemia…”
“Soy feliz.” – miro a mi madre a los ojos y se le escapa una pequeña sonrisa. – “Ya se que soy la pequeña, pero soy una mujer… he crecido.”
“Lo se…”
“Y no me ha ido tan mal, ¿no?”
“No, pero has pasado mucho…”
“No mas que cualquier otra persona mamá. Soy normal, ¿por qué te cuesta tanto verlo?”
“No me cuesta verlo Alejandra, pero sigo temiendo que te puedan hacer algo.”
“¿Algo como qué?”
“Que te insulten o que se metan contigo.”
“O contigo…”
“No se que hice mal, ni si es culpa mía que no puedas ser como las demás.”
“Y, ¿qué me diferencia de las demás? ¿Qué me gusten las chicas mamá? Eso no me hace diferente, ni siquiera me hace especial.” – mamá se pone colorada y evita mirarme. – “Tengo principios, ideas, soy lista y he sabido salir adelante sin vuestra ayuda y sin hacer nada ilegal. Y, ¿sabes que es lo que más me molesta?, que, a pesar de haber demostrado lo valida que soy durante tanto tiempo, tengo que seguir demostrándolo para que, personas como tú, cambien su punto de vista a cerca de lo que les rodea.”
“Para ti será normal… para mi no. Eres una mujer y te gustan las mujeres. Eso es pecado…”
“Pecado es matar, robar o hacer algo malo. Yo no estoy haciendo nada malo… esto no puede ser malo mamá.”
“Pero no es normal… ¿es que no te das cuenta? Todo el mundo lo sabe ya…”
“¿Te avergüenzas de mi?” – mamá se pone nerviosa y yo respiro hondo para no lanzarme a una discusión sin fin en la que se que acabaré cediendo. – “Se que no te avergüenzas de mi. Lo siento. Escúchame bien mamá, soy feliz y me siento realizada con mi vida. Deberías ser feliz con lo que tienes, que es más de lo que nunca pudiste esperar. Tienes tres hijos que te queremos y un marido que, aunque sea muy suyo, te quiere más que a nadie.”
“A veces las madres tenemos expectativas con nuestros hijos… y, cuando sale algo mal, te desmoronas.”
“Es cuestión de reponerse y ver lo que tenemos en realidad. Todo tiene sus ventajas.”
“Tu hermana mayor siempre fue una princesita. La niña que toda madre quiere. Ahora se va a casar con un viudo que tiene un hijo. Ese niño nunca será hijo suyo…” – da un trago a la infusión y mira hacia arriba tratando de contener las lágrimas. – “Víctor que ha dejado embarazada a Rosa. No era suficiente que estuviesen viviendo juntos sin estar casados, ahora van a tener que alimentar una boca más. ¡Si casi no tienen ni para mantenerse ellos!... Y tú… te has permitido el lujo de pedir una excedencia en tiempos de crisis, tal y como está el panorama, presumiendo de acostarte con mujeres y viviendo como una cualquiera… ¿Cómo quieres que sea feliz, hija?” – me cuesta contenerme. Me muerdo la lengua para no hacer algo de lo que me pudiera arrepentir.
“Es una pena que no seas capaz de ver más allá…” – no puedo evitar las lágrimas. Respiro profundamente para intentar acabar sin ser la niña que fui. – “Te compadezco y no me gusta sentir pena de una persona que debería ser una de las personas más orgullosas de si misma del mundo.” – Mamá se levanta y yo también me pongo de pie. – “Rectificar es de sabios y abrir los ojos te hace ver la realidad. Ahora es cuando tienes que disfrutar, te toca.”
“No se que quieres decir con todo eso, no lo entiendo…” – no quieres entenderlo.
“Te estoy diciendo que no tienes que preocuparte por nosotros, ni por el que dirán, ni por la vecina del quinto, mamá. Deberías preocuparte por papá y por ti y disfrutar de lo que tienes. Ya se que no somos como tu querías, pero si somos felices y estamos bien. No somos diferentes a los demás…”
“Yo solo quería tener una familia normal…” – seca sus lágrimas y se va a dejar la taza a la cocina.
No voy tras ella, creo que para un día ha sido bastante charla… hemos hablado más ahora que en los últimos treinta años. Todavía tengo la esperanza de que un día entienda mis palabras y deje de avergonzarse de nosotros. Sale afuera, cruza dos palabras con papá y se sube al coche.
“San, cariño…” – papá entra en casa y me mira con una pequeña sonrisa. – “Mamá se encuentra algo indispuesta y la voy a llevar a casa. ¿Acabas tú de barnizar la barandilla? Solo queda un poco.”
“Claro papá…”
“¿Habéis discutido?”
“No, solo hemos aclarado puntos de vista sin gritar… aunque resulte extraño.”
“Tu madre es una buena persona, solo quiere lo mejor para vosotros.”
“Ya lo se papá…”
“Tal vez necesita algo más de tiempo.” – mi padre me besa en la frente y me acaricia la cara. – “Necesita una hija como tu que le diga lo que nadie se atreve a decirle. Y me alegra que quieras darle una oportunidad.”
“Gracias papá…”
“Sabes, creo que tu madre y yo nos merecemos ir a cenar a algún sitio chulo.”
“Yo creo que también.” – sonrío a papá y me devuelve la sonrisa.
“A todos nos cuesta acostumbrarnos a las nuevas situaciones, San. Vosotros sois jóvenes y estáis preparados. A nosotros nos cuesta un poco más porque ya no queremos sobresaltos. Tu madre es una buena mujer, pero todavía tiene mucho por aprender aunque se niegue.” – mira por la ventana y sonríe al ver a mamá. – “Y, con esto, me voy, que si no la vamos a tener de camino.”
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“¿Diga?”
“¿Eres San?”
“Si, soy yo.”
“Me llamo Marga y soy amiga de Nadia. Me ha dado ella tu número de teléfono.” – su voz es muy sensual…
“Ah, si… la organizadora de eventos.”
“Exacto.” – se le escapa una risa. – “Entonces, ya sabes más o menos el motivo de la llamada. Necesito algo de apoyo para este fin de semana. Más bien, domingo y lunes.”
“Por mi no hay problema, pero no tengo mucha experiencia en hostelería.”
“Eso también me lo ha contado Nadia, y he pensado que tal vez puedas supervisar a la plantilla. Va a ser bastante gente y yo tengo que hacer mil cosas más. ¿Qué te parece si nos vemos el sábado por la mañana? Aunque yo estaré por el pueblo el viernes por la noche, he quedado con tu hermana.”
“Pues, si quieres, nos tomamos un vino el viernes por la noche y así nos conocemos antes de ponernos manos a la obra.”
“Por mi perfecto, San. Te llamo, que ya te tengo fichada.”
“Bien, pues, hasta viernes Marga.”
“Hasta viernes.”
No puedo evitar recordar a Lily. La mujer que me enseñó otra manera de beber sidra. Creo que Nadia y ella no volvieron a hablar más. Yo si tuve contacto con ella durante algún tiempo, pero hace mucho que no la veo. ¿Será Marga tan cariñosa con las hermanas de sus amigas como Lily?
**“A las peligrosas rubias de bote
que en relicario de sus escotes
perfumaron mi juventud.
Al milagro de los besos robados
que en el diccionario de mis pecados
guardaron su pétalo azul.
A la impúdica niñera madura
que en el mapamundi de su cintura
al niño que fui espabiló.
A la flor de lis de las peluqueras
que me trajo el tren de la primavera
y el tren
del invierno me arrebató.
A las flores de un día
que no duraban,
que no dolían,
que te besaban,
que se perdían.
Damas de noche
que en asiento de atrás de un coche
no preguntaban
si las querías.
Aves de paso,
como pañuelos cura-fracasos…”
………………………………………
La noche llega a este día de altibajos, visitas y otras hierbas. Me preparo una melisa bien caliente y me siento en el sillón a ver el fuego que calienta mi casa y mi espíritu. Hace veinticuatro horas estaba en este mismo sofá completamente desnuda con una morena impresionante encima. Hoy estoy tapada hasta las orejas con mi mantita azul suave y mi infusión en plan abuela.
Para que luego digan que todos los días son iguales… lo único que nos hace falta es vivirlos intensamente como si fuesen siempre el último. A lo mejor mamá no lo entiende porque es demasiado sencillo para gente complicada. Pero la tranquilidad no es más que ver la simpleza de los pequeños momentos.
Atormentarse, compadecerse y sufrir por lo demás como si de algo personal se tratase no hace más que lastrar nuestra delicada cabeza. A veces me pregunto como un ser tan frágil como el ser humano ha conseguido llegar tan lejos en la evolución. Porque, si, tenemos algo llamado inteligencia, racionalidad o como cada uno quiera denominarlo, pero somos destructivos con todo lo que nos rodea, empezando por nosotros mismos.
Me niego a ser así. No quiero destruirme, ya lo intenté una vez y casi lo consigo. Y todavía estoy pagando las consecuencias. Por eso, aunque me duele ver que gente que quiero se está destruyendo, no puedo hacer más que seguir con mi vida e intentar ser un buen ejemplo para los que me rodean.
No niego que, tal vez, esté muy equivocada en mis pensamientos, pero creo que no le hago daño a nadie intentando ser una buena persona, coherente con mis actos y con mis palabras. Es inevitable que alguien salga perjudicado, pero es ley de vida y mi conciencia está muy tranquila ya que siempre he sabido reconocer mis errores y tratar de no volver a cometerlos.
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No soy la única que está dispuesta a cometer nuevos errores, por lo que veo. Pero no me quiero complicar más. Lúa me gusta, pero no lo suficiente como para volver a caer en la trampa de una relación estresante a tres bandas. Ya no tengo edad para esas cosas… y mucho menos por sms.
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Aún así, respondo a su pregunta con algo que, tal vez, dice más de lo quiero decir. Aunque, cuando alguien te gusta, no sueles entender las cosas del mismo modo. A lo mejor quiero que siga haciendo estupideces como la de ayer, pero una gran parte de la parte racional de mi cerebro me dice que es mejor que siga manteniendo las manos en los bolsillos y que no toque más de lo que puedo.
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Yo no he dicho que no me puedas tener… pero me tienes que ganar. Aunque prefiero que averigües tu sola lo que quiero… yo todavía no lo se. Ay, Lúa, que ganas de complicarme la vida con y por una desconocida.
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Seguramente si intentara encontrarme con alguien a propósito, no lo hubiese conseguido. ¿Cuántas probabilidades hay de que me encuentre con Ruth a la salida de mi compra semanal? Si es que tiene razón Alba… si no me pasa a mi es que no puede pasar.
“¿San?”
“Hola Ruth, me alegro de verte.”
“Yo también me alegro de verte.” – nos damos los dos besos de rigor y nos quedamos mirándonos más cortadas que otra cosa. – “Eres la última persona que pensé que me encontraría aquí. ¿Has vuelto al pueblo?”
“Estoy pasando una temporada por aquí. Ya sabes, las ciudades nunca me gustaron…”
“Eso es cierto.” – me sonríe de manera algo forzada y recorre mi cuerpo con su mirada. – “Te veo muy bien.”
“Gracias Ruth.”
“Esta noche voy a tomar algo con Leti, ¿te apetece pasarte y recordamos otros tiempos las tres?”
“No se si podré… estoy un poco ocupada con la casa que estoy restaurando y todavía tengo obreros… si acabo a una hora prudencial me paso por el bar.” – no me gusta mentir. Se me nota mucho y Ruth me está poniendo cara rara. Me conoce demasiado. Pero, bendita maldita casualidad…
“¡Hola San!” – Lúa entra en escena con su seductora sonrisa. Me quedo tonta… - “Tu padre me ha dicho que, entre los dos, habéis acabado de pintar la barandilla de la entrada. Si quieres me paso después para darle una mano de un producto que protege la madera exterior…” – me miró y después la miró a ella. – “Me llamo Lúa.”
“Yo Ruth.” – y la tensión se hizo patente y latente y, como no, yo quería escaparme de aquel maldito lugar.
“Entonces, ¿me paso luego?” – Lúa me clava sus ojos oscuros y su sonrisa triunfadora me hace morder inconscientemente el labio inferior.
“Mejor te llamo y te digo si puedo.” – me encanta hacerme la dura. Se que Ruth está observando la situación y me gusta darme cuenta de lo que he evolucionado desde que estuve con ella.
“Hasta luego…” – sonríe ampliamente y comienza a caminar de espaldas sin apartar su mirada de la mía. – “Encantada de conocerte Ruth.” – le hace un gesto con la mano a la tercera y me guiña un ojo. Nubes de colores, cosquillas en el vientre, sonrisa idiota…
“Es muy guapa… aunque no es mi tipo.” – Ruth interrumpe mi momento idílico.
“Yo tampoco lo era.” – la miro mientras me empiezan a doler los carrillos de sonreír. – “Me alegro de verte. ¿Te vas a quedar muchos días?”
“No, me voy mañana por la tarde. Es una visita relámpago… me quedo en casa de Leti.”
“A lo mejor nos volvemos a encontrar.” – la abrazo despidiéndome de ella.
“Hasta entonces…”
Me marcho con la cabeza en alto. Me siento triunfadora por haberme sabido enfrentar como una adulta a la situación. Las cosas, al fin y al cabo, tampoco tienen por qué ser tan difíciles. Estuvimos juntas, si, amor y otras actividades peligrosas… pero todo eso ya pasó y ahora tengo otra manera de ver y tomarme las cosas.
Fue una bendición que apareciese Lúa de la nada. Aunque me odio por esto, estoy coladita por ella y se me nota a la legua. ¿Cómo voy a elegir entre mi ex y esta pequeña pantera que deseo me clave las uñas? No hay color… por mucho tiempo que haga que no nos vemos.
Paso. Prefiero dormir calentita en mi casa, da igual sola o acompañada, que aguantar los retorcidos recuerdos que quiera sacar a pasear Ruth. Además, la fusión Leti y Ruth, me resulta demasiado escalofriante… ellas son amigas desde la infancia y lo normal es que todos los dardos apunten a mi cara. Paso, claro que paso.
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“Has estado desaparecida los últimos dos días…”
“Bueno, si… he estado un poco pachucha.”
“¿Y cómo no nos lo has dicho? Te podría haber ido a preparar una sopita o algo así.”
“Gracias Nadia, pero no ha sido para tanto. Tal vez necesitaba reposo.”
“¿Reposo? Si no estás trabajando…”
“No, Nadia, me canso de no hacer nada.”
“Pues, hija, no se como no te aburres.”
“En fin, ¿tu amiga a que hora has dicho que llega?”
“Debería llegar… ahora.” – Nadia se levanta efusiva de la silla y saluda con la mano a la multitud. Hace unos años estaría escondida dentro de mi jersey… - “Hola Marga, ¿qué tal el viaje?” – mi hermana abraza efusivamente a una morena bajita y delgada con el pelo lacio y ojos claros.
“Hola Nadia, bien, se me ha hecho más corto de lo que pensaba.” – el camarero pasa por su lado y le pide un café.
“Marga, te presento a San, mi hermana pequeña.”
“Hola San, encantada de conocerte en persona. Me alegro de que te animaras a venir a tomar una copa con nosotras esta noche.”
“Lo mismo digo Marga.” – me da dos besos y me quedo mirándola fijamente un rato. No es especialmente guapa, pero tiene algo que me atrae.
“Entonces… así que al final te casas con el chico de tus sueños. Enhorabuena amiga.”
“La verdad es que no puedo ser más feliz… siento que estoy cambiando y ya no me da tanto miedo.” – me siento orgullosa de Nadia. Es la primera vez que la veo tan tranquila y me conmueven sus palabras. – “Ya ves los años lo que consiguen hacer. Las cosas importantes son las que nosotros queremos que lo sean y mi nueva situación me llena más que nada de lo que he vivido.”
“Me alegra mucho escucharte decir estas cosas. Se nota que esos dos chicos te han llegado muy hondo.”
“Si, tengo dos hombres en mi vida y me gustaría, algún día, tener otra personita más para completar esa gran felicidad.”
“¡Viva! Otro bebé más que ayudará a pagar nuestra jubilación.” – reímos a carcajadas durante un buen rato por mi comentario.
“Pues, dicho esto, y dado que mi querida hermana San te hará compañía, me despido de vosotras. El peque está algo pachucho y prefiero cuidarle.” – Nadia se levanta y se pone la chaqueta. Nos da dos besos a cada una. – “Marga, mañana te llamo para comer, ¿vale?”
“Vale. Dale muchos besos al peque para que se cure antes.”
“Se los daré.”
“Cuida de mi sobrino.”
“Lo haré hermanita. Os quiero niñas. Hasta mañana.”
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“ A la misteriosa viuda de luto
que sudó conmigo un minuto
tres pisos en ascensor.
A la intrépida “cholula” argentina
que en el corazón con tinta china
me tatuó “peor para el sol”.
A las casquivanas novias de nadie
que coleccionaban canas al aire
burlón de la “nit de Sant Joan”.
A la reina de los bares del puerto
que una noche después de un concierto
me abrió
su almacén de besos con sal.
A las flores de un día
que no duraban,
que no dolían,
que te besaban,
que se perdían.
Damas de noche
que en asiento de atrás de un coche
no preguntaban
si las querías.
Aves de paso,
como pañuelos cura-fracasos…”
Leti se descojona de la risa detrás de la barra. A veces se me queda mirando fijamente y niega con la cabeza. Marga se empeñó en entrar aquí cuando pasamos por delante y escuchamos la música. Y eso que me había dicho que la acompañase al hotel que mañana tiene que madrugar.
No había mucha gente cuando entramos, pero muchas de las que estamos aquí sobramos. Pero lo primero que vi tras pasar el umbral fue el cuerpo atlético de Lúa moviéndose al ritmo de aquellas canciones ochenteras acompañada por una joven con el pelo castaño y la cara de sorpresa de Ruth y Leti al verme entrar acompañada.
Ahora me estoy tomando el penúltimo licor café… creo que es el cuarto desde la primera vez que lo dije. Marga también se lo toma y me mira una vez más con esa sonrisa tan seductora. Por favor… si es que yo no quiero que me gusten tanto las mujeres porque después me meto en líos.
Es culpa mía, lo se, pero es que no lo puedo evitar. Ellas proponen y yo dispongo. Y siempre dispongo con las hormonas en lugar de con la cabeza. Aunque no les miento, siempre les digo que no hay nada más que lo que en ese momento ocurra… y vuelta con el cántaro a la fuente… ¡que la fuente está seca!
Pero, claro, Marga está aquí delante diciéndome con su mirada que me quiere hacer cosas que no se pueden decir en voz alta en horario infantil, y el calentón que me ha estado provocando Lúa. Quien juega con fuego, se quema y yo estoy que ardo.
No se si ha sido ella o he sido yo, pero la amiga de mi hermana me tiene el cuello rodeado por sus brazos y su lengua explora mi boca. Nuestros cuerpos están tan pegados que temo que salte la alarma de humo. Me siento mareada y algo confundida.
Me arrastra a la pista de baile una vez más. Ahora hay más gente y aunque bailar no resulta tan cómodo como antes, Marga pega su cuerpo contra el mío dándome la espalda y excitándome cada vez más. Entre los borrosos rostros que nos rodean, puedo ver claramente el de Lúa. Me está mirando fijamente de la misma manera que lo hizo la vez que nos acostamos, de la misma que hace un rato, en el baño, cuando me empujó encerrándonos para comernos la boca y dejarnos a las dos como dos perras en celo. Para suerte de nuestras acompañantes.
Se que la estoy cagando enamorándome de Lúa, pero hay algo que me empuja hacia ella y que no se como frenarlo. Tampoco me quiero agobiar otra vez por la confusión que crea en mi cabeza mi corazón… por decirlo de alguna manera. Me gusta mucho y se que yo también le gusto mucho.
Aquí estamos, separadas por dos mujeres que creo que se van a llevar una desilusión muy pronto… aunque, primero, se llevarán una noche de alegría. Olivia, la chica de Lúa, nos ve y se acercan a nosotras. Estamos demasiado juntas las cuatro y me estoy poniendo fatal…
No soy capaz de dejar de mirar a Lúa, más bien, le aguanto la mirada… se acercan más y siento su mano en mi cintura. Me levanta un poco la camiseta y toca mi piel. Un escalofrío recorre mi cuerpo y se me escapa un suspiro. Juro que si tiro mi braga hacia arriba se queda pegada…
La música suena muy alta y estamos demasiado apretujadas. Hay demasiadas mujeres en estos pocos metros cuadrados, demasiadas hormonas sobre excitadas, demasiados sobresaltos para un solo día.
Y lo hace… y yo me dejo… y estas ni se enteran. No me puedo creer que me haya besado y que yo me haya dejado. Me imagino la carcajada de Leti al ver la escena desde la barra. Posiblemente a Ruth no le resulte tan gracioso ver en mi un comportamiento tan infantil después de cómo ha sido mi primera reacción tras tanto tiempo.
Pero no me importa demasiado lo que piense el resto. Me importa Lúa y en como acabará esto. Marga se gira y rodea mi cuello de nuevo con sus brazos. Sus labios luchan por alejar el sabor de los labios de Lúa y mis manos agarran fuertemente sus nalgas como adelanto de lo que en un momentito va a ocurrir.
“Vamos a mi hotel ahora.”
No nos despedimos de nadie y salimos apuradas del bar. Marga a penas puede apartar sus ojos de mí y yo no puedo quitarme el calentón que tengo y que necesito apaciguar. Por suerte el hotel está cerca y llegamos en menos de lo que canta un gallo.
A penas cruzamos la puerta y ya me está arrancando la ropa. Por supuesto no me quedo atrás. Aunque no es quien yo deseo, reconozco que me gusta. Quiero saber a que sabe, quiero hacerla gritar y descargar todo lo que ahora mismo llevo dentro.
Se mete en la cama y invitándome a acompañarla. Obedezco y le indico que ahora mando yo poniéndome sobre ella y mordiendo su cuello mientras me aferro a sus pechos. Un profundo suspiro huye de su garganta y sin esperar nada más, tapo su boca con la mía y llevo mi mano a su humedad para empezar con lo que los más profundos instintos de mi cuerpo me indican.
La penetro sin demasiados preeliminares. Está tan húmeda que no me resulta difícil hacerlo e imponer un buen ritmo. No deja de serpentear sobre la cama, aparta un poco su boca para poder coger aire y dejarlo salir en forma de jadeo. Me sujeta por el pelo con una mano y con la otra araña mi espalda. Introduzco un dedo más y siento como cada vez está más mojada…
“San… si sigues así me voy a correr en seguida…”
Me empuja ligeramente y se pone sobre mí poniendo a tiro de lengua su clítoris. No me lo pienso dos veces y me lanzo mientras recibo gustosa mi momento de gloria después de una noche de calentón. Se que no soy la primera para ella y agradezco dar con una a la que no le hay que explicar que es tan bonito dar como recibir.
Siempre he dicho que el sesenta y nueve es una de las posturas más maravillosas del mundo. Das y recibes placer del mismo modo al mismo tiempo. Siento su lengua sobre mi clítoris mientras yo adentro la mía hasta casi ahogarme en ella. Está tan húmeda que puedo lubricar bien mis dedos y jugar con ellos en su ano.
Escucho un profundo jadeo, de esos que salen del alma, cuando mi dedo corazón la penetra. Parece que le he dado en el alma… tengo que sujetarla con fuerza para que no se me escape y me deje seguir pasándolo bien. Mi boca amenaza con morder hinchado clítoris de mi acompañante y mi dedo no deja de penetrarla una y otra vez.
Escucho como grita… no se lo que dice. Pero me la imagino con cara de deseo, de placer, acariciando sus pechos, con la espalda arqueada, sus ojos salvajes cerrados… mi lengua pelea a muerte con el humedal en el que se ha convertido su vulva. Lúa…
“San… ahh… me voy a correr…” – No es la voz de quien yo pienso, es otra que será una más…
……………………………………………
Acaba la semana y, mientras observo el fuego desde mi cómodo sofá, tapada con mi mantita azul, pienso en todas las mujeres que, de una manera u otra, han conseguido irme modelando a lo largo de los años hasta convertirme en lo que soy ahora. No es que los hombres no hayan influido en mi vida, pero las mujeres me han marcado más.
Todavía recuerdo la primera vez que me sentí atraída por una mujer. A penas levantaba dos palmos del suelo y la simple presencia de aquella niña me transportaba a lugares que desconocía y que pensé que jamás conocería… supongo que lo que escuchaba a mi alrededor no era demasiado alentador y, hasta muchos (demasiados) años después, no lo reconocí.
Supongo que siempre se le da más importancia de la que tiene en realidad. Ser lesbiana no me convierte en otra cosa más que en una pringada que es capaz de aguantar a otras por tener mejor sexo… y porque no se vivir sin amor y no soy capaz de sentir alteradas mis hormonas si no es con mi mismo sexo. Y, claro, tampoco soy capaz de controlarlas cuando se trata del caso en cuestión.
Virginia, Lily, Sofía, María, Eva, Ruth, Lucía, Leti… y algunas más que a duras penas puedo recordar. En la variedad está el gusto y de todo se aprende, pero también todo cansa.
Marga se ha comportado como una mujer bandera. Me ha regalado una maravillosa noche de sexo que, seguramente, recordaré dentro de unos años con una sonrisa… otra amiga de mi hermana mayor. Y lo que también recordaré es en quién estaba pensando. Lúa…
Lúa me envió un mensaje cancelando la cita que teníamos para sábado y me ponía que me llamaría el lunes para quedar. Yo también preferí no quedar con ella… bastante rara me sentía teniendo que trabajar con Marga. La eché de menos, pero tengo que ser fuerte.
Tal vez espere pacientemente a que aparezca la chica que me guste se fije en mi y me diga que ella también me ha visto y quiere desayunar conmigo cada mañana. Tal vez dentro de un tiempo maldiga estas palabras y vuelva a ser la jugadora que ahora reniego ser.
“ A Justine, a Marylin, a Jimena,
a la Mata-Hari, a la Magdalena,
a Fátima y a Salomé.
A los ojos verdes como aceitunas
que robaban la luz de la luna de miel
de un cuarto de hotel, dulce hotel.
A las flores de un día
que no duraban,
que no dolían,
que te besaban,
que se perdían.
Damas de noche
que en asiento de atrás de un coche
no preguntaban
si las querías.
Aves de paso,
como pañuelos cura-fracasos.”
** Canción Aves de paso, del gran Joaquín Sabina.