Samara (8)
Todos mienten. Todos los que predican la moral y la castidad se divierten causando la frustración de otros pensaba Nancy, porque el sabor de esa tiesa pija en su boca era lo más exquisito de su vida, Nancy la sujetaba de la base y la pajeaba, mamando el glande, sacándoselo de la boca para lamerlo, para trazar círculos sobre él con su desenfrenada lengua
Samara 7
Kleizer
1
Esa mañana, la hermosa adolescente pelirroja, Astrid, no fue capaz de concentrarse en la solemne misa. Apenas pudo contener sus lágrimas de frustración desde aquél día, en que, con la cámara de su celular grabara a Samara y Nancy devorándose a besos y tocándose la una a la otra, solo esa imagen revoloteaba dentro de su mente, inundándola de inefables oleadas de calentura nunca antes experimentadas por ella.
Apenas llegó a su lujosa casa, subió a su dormitorio y se encerró. Con sus temblorosas manos sostuvo su celular y miró por enésima vez la escena de su locura. Ver los labios y las aterciopeladas lenguas de sus hermosas compañeras le producía espasmos de desconocida lujuria ¿desconocida en verdad? Astrid recordó lo ocurrido hace poco más de un año
Recordó de nuevo lo que ocurrió en la propiedad rural de su familia, a manos de sus primas, las mellizas, Victoria y Andrea, un año mayores que ella recordó lo que le hicieron, cuando salía de la ducha envuelta en una corta y ceñida toalla las mellizas se aprovecharon que no había nadie más... se apoderaron de Astrid, la desnudaron, Victoria fue la primera en hundir su rostro de delicadas facciones en la hasta entonces inmaculada entrepierna de Astrid
-¡No, suéltenme, esto es pecado! -farfullaba ella, en vano luchando para soltarse, las mellizas admiraron el esbelto y contorneado cuerpo de la quinceañera, y se rieron de ella Astrid continuó balbuceando maldiciones bíblicas, a medida que los lametones de su prima iban derritiéndola poco a poco, hasta que, muy a su pesar, sus labios se despegaron para emitir sus primeros gemidos de goce sexual
-Sabía que eras una de las nuestras, mira como tiembla, Vicky, le fascina lo que le haces -dijo Andrea, sujetando a la sudorosa Astrid de los brazos.
Astrid gimió como una puta, y desde lo invisible, los demonios bajo el mando de Lucifer, se regocijaron. Las mellizas hicieron con ella lo que quisieron, le enseñaron a besar y le follaron el ojete con dildos o con sus dedos por muchos meses, Astrid, quien ni de broma contó lo anterior a otro familiar suyo o mucho menos a un cura, intentó convencerse, pues, de que lo anterior no había sucedido, de que ella no era una lesbiana impía sino una correcta jovencita católica.
Pero los temblores que esas imágenes grabadas en su celular le transmitían, le recordaron con implacable intensidad que ella sí gozó con otras mujeres hacía un año
-Admítelo, se te hace agua la boca por las chicas -susurró la diablesa Lilith, al oído de Astrid.
-Yo no soy lesbiana, no puedo serlo -musitó Astrid, con un hilillo de voz, derramando amargas lágrimas- Eso es pecado
-Cuanto antes lo admitas, será mejor cuando volviste de ese verano no apartabas tus ojitos de Samara y la imaginabas desnuda, haciéndose cosas -continuaba susurrando Lilith, la hija de Satanás.
-¡No, no puede ser, no quiero ir al infierno!
-Te volviste loca de celos cuando intuiste que algo estaba pasando entre Samara y Nancy querías, por todos los medios, ser tú la amante de Samara
-¡Oh, Jesucristo, estoy enamorada de de una chica! -exclamó con voz ahogada por el llanto.
-Sí, sí, confiésalo confiesa que se te hace agua la boca por lamer su vagina, por besar su gigantesco trasero por comerte sus dulces labios
-¡Ya basta! -y Astrid lloró, dándose cuenta que todo su cuerpo temblaba de deseo hacia Samara e imaginarla haciendo el amor con Nancy la volvió loca de celos y se calentó en demasía. Como era virgen, se ensalivó un dedo y lo introdujo bajo su falda, buscando su trémulo culito
Lilith sonrió satisfecha al oír los apagados gemidos de la joven mientras se sodomizaba a sí misma con su fino y delgado dedo. Los demonios se regocijaron, como siempre hacen cuando se decreta una nueva alma caída
2
Nancy yacía tendida en su cama. Apenas llevaba sus típicos bikers rosaditos y una blusita verde que parecía a punto de estallar a causa de sus turgentes senos. Su cabellera dorada se desparramaba sobre la almohada.
-Dios, qué aburrimiento -pensaba ella-, mi papá se fue en un viaje de negocios y Samara fue a ver a unos parientes -y suspiró, totalmente ingenua de lo que su padre y su mejor amiga se hacían a varios kilómetros de distancia-.
Recordó a Fernando, el sabor de su miembro. Se relamió sus delicados y sensuales labios, aún tiernos, rememorando la textura firme y cálida de esa verga prensada en sus fauces, se sintió orgullosa al saber que esa torre de carne se sintió acariciada por su fina lengua y nunca olvidaría el exquisito sabor de su semen caliente. Llevó una mano a su sexo, frotándose sobre la tela. Tomó su celular, rosadito también, por si no lo habían adivinado, y miró los mensajes del perturbado Fernando
-Te deseo, princesa, quiero ser el primero -le decía.
-Deja a Dalila y entonces veremos -le había respondido Nancy, aún sorprendida de su audacia.
-Déjame verte hoy
-¿Y qué quieres?
-Quiero verte
-Esta bien. Estoy sola -confesó Nancy, su pulgar tembloroso presionando las teclas. Se sentía agitada y nerviosa, pero quería hacer algo audaz sin que Samara estuviera dirigiéndola
Una media hora después, sobre esa misma cama, la bella y extasiada Nancy yacía derritiéndose en los apasionados brazos de Fernando. Sus labios se apretaban y sus lenguas chasqueaban, Nancy estaba febril, sin oponer defensa a las ávidas manos de su joven amante, que recorrían sus esbeltas y firmes curvas, haciendo que la adolescente se estremeciera de placer.
Nancy se halló poseída de un inusitado calor, y al separarse, fue ella misma quien levantó la camiseta de Fernando. Frotó su cara contra el delgado pecho del joven, y lo cubrió de besos, hasta juntarse de nuevo sus bocas. Cuando Fernando quiso sacarle la blusita Nancy cooperó.
Ignorando la existencia de la diminuta cámara colocada en su habitación por su mismísimo padre, Nancy y Fernando se abrazaron, desnudos, lamiéndose y acariciándose con inigualable lujuria. Fernando no perdió tiempo para apoderarse de esos redondos y no tan núbiles pechos, chupando como niño recién nacido. Nancy gemía, su carita hermosa muy enrojecida, ella gemía, pues, desenfrenada, sabiéndose sola con su amante le acarició la cabeza mientras su boca hacía sus delicias en su no tan inmaculado busto
Ese joven aún no podía creer su buena suerte, paseando sus manos, maravillado, por aquellos muslos de alabastro, por las nalgas suaves y tibias, por los firmes pechitos no se cansaba de besar esa boquita meliflua, de succionar esa lengua con sabor a ambrosía aunque en su interior, albergaba el magno sueño de follarse a Nancy y a Samara juntas Bueno, tal vez más adelante les llene el cubo de leche a las dos rameritas , pensó, mientras paladeaba uno de los exquisitos y sensitivos pezones de la trémula rubiecita
-Dios, qué caliente me pones -confesó Nancy, poco a poco liberando a la bestia sexual que anida en el fondo de cada uno de nosotros, como está escrito en los ocultos grimorios infernales
Fernando se rió, triunfal, sin interrumpir más que por breves instantes, la importante labor que sus lenguas, labios y manos hacían en el tembloroso y casi perfecto cuerpecito de ese delicioso querubín a punto de convertirse en lujurioso súcubo del Hades.
-¡Ah, sí, cómeme toda! -exclamó entonces, apoderándose de ella inenarrables espasmos, cuando la osada lengua de Fernando recorrió con su punta la tierna conchita virgen, húmeda, deseosa y ansiosa de carne masculina que pudiera calmar el lujurioso escozor que la dominaba
Nancy chilló emocionada, llevándose una mano a la cara, chupándose varios dedos para no proferir desgarradores gritos, mientras que con la otra presionaba la cabeza de su extasiado amante contra su anegado sexo. Fernando lo devoraba con suma pasión, pensando que nunca había paladeado manjar más sabroso y que pronto iba a pagarle a Nancy con otro manjar quizás por sus tres hambrientas boquitas
Nancy mordió los dedos en su boca cuando asimiló el hecho de que Fernando acababa de sepultarle un largo y delgado dedo en su apretado culito. Fernando lo retorció en su interior y Nancy, lloriqueando de placer, casi se desmaya, mientras su elixir interior rezumaba y se convertía en el vino de Fernando
4
Todos mienten. Todos los que predican la moral y la castidad se divierten causando la frustración de otros pensaba Nancy, porque el sabor de esa tiesa pija en su boca era lo más exquisito de su vida, Nancy la sujetaba de la base y la pajeaba, mamando el glande, sacándoselo de la boca para lamerlo, para trazar círculos sobre él con su desenfrenada lengua
Nancy supo entonces, que no podría vivir sin muchos de esos pinchos de carne a lo largo de su vida, desde ese día y sólo por una fracción de segundo, se preguntó de qué tamaño la tendría su padre. Nancy chupaba lo mejor que podía, tal y como Samara le había enseñado, y como ella misma había visto en algunos videos porno que había bajado de la red, muy clandestinamente, claro las succiones de Nancy resonaban por todo el cuarto, y Fernando, acostado, jadeaba, relleno de gloria, acariciando la rutilante y sedosa cabellera de su hermosísima prostituta. Fernando pensó en lo mucho que le gustaría eyacular una vez más sobre el angelical rostro de Nancy, ver su tibio semen resbalándose por esa pingüe y sonrojada tez
Nancy a veces dedicaba su lengua a estimular los testículos del tembloroso joven. La rubiecita disfrutaba lamiendo y comiéndose esa pija, le fascinaba su sabor, su textura, la manera cómo temblaba en el interior de su boca. Entonces, ya sin poder aguantar más, Fernando acostó a Nancy y se pajeó su pétreo y esbelto miembro muy cerca de esa bella cara, Nancy abrió su boca y extendió su fina lengua para, en pocos segundos, recibir la ardiente descarga que su juvenil amante tuvo a bien vaciarle en el rostro. Nancy gimió, emocionada, enloquecida, mientras la leche varonil le embadurnaba la cara, el cuello y los senos. Terminó limpiando con su lengua la lanza de su amado.
Fernando usó sus manos para untar su propia lefa en la cara de Nancy, metiéndole los dedos en la boca para que la chica consumiera la mayor cantidad de leche: Nancy colaboró con la escena tan asquerosamente lujuriosa.
5
Al otro lado del oculto lente, el pobre Bruce aún no se recuperaba del shock. A pesar de todo lo que había atestiguado respecto a su hija y a Samara, nada lo había preparado para esto. Bruce veía el espectáculo en su laptop, en el comedor del chalet, mientras Samara dormía una siesta en el cuarto, luego de un terrible polvazo. Bruce temblaba de pies a cabeza, sudaba estaba viendo cómo iban a desvirgarle a su dulce angelito una llamada suya bastaría para enfriarles los ánimos, pero entonces, Nancy sabría que él la había estado espiando y se moriría de vergüenza si es que aún tiene alguna remota noción de vergüenza
Bruce observaba a su dulce hijita comportarse como una bestia lujuriosa y no dejaba de admirar su hermoso cuerpecito, y confesó que sentía envidia por ese mocoso que iba a degustar tan exquisito manjar. Se sonrojó al detectar un oscuro lado suyo que deseaba ver a su hija siendo desflorada así sería más fácil
Fernando y Nancy se besaban, se devoraban, saboreando el semen de aquél revuelto en sus salivas. Bruce ya se sobaba su extenuado pene sobre su boxer, al ver a su hija montada sobre el tal Fernando, haciéndose un obsceno 69, su Nancy mamando como posesa, temblando ante los atrevidos lenguetazos que aquél infeliz le descargaba en su conchita virginal. Pronto, Bruce notó, a medida que los gemidos de Nancy se volvían más y más bulliciosos, que el desgraciado jovencito le estaba introduciendo dedos en el culo Bruce se vio envuelto en una llamarada, mitad de ira, mitad de morbo no quería dejar de ver, dejar de saborear de envidiar
-¿Tanto te gusta mi culito, amor? -preguntó, en medio de jadeos, Nancy, con un sensual tono de voz que Bruce jamás le había oído.
-Sí, me encanta tu culito, Nancy, me encantas toda, te quiero toda para mí -dijo Fernando, arrobado de placer.
-Hoy quiero sentir una verga bien tiesa dentro de mí, ya no aguanto más, y la quiero en mi culo, vida mía -y se besaron, arrodillados el uno frente al otro. Bruce, en cambio, sentía su adolorido pene resucitando poco a poco.
Fernando y Nancy se colocaron de manera idónea, como si supieran que había una cámara en ese ángulo y no les importaba grabar un poco de pornografía casera. Se dieron un último beso, y Nancy le dio la espalda y se apoyó en sus manos, su dorada cabellera suelta regada por su blanca espalda, sus nalgas redondas y tiernas expuestas a lo que ese mocoso le viniera en gana.
Fernando ubicó su pinga entre los dos perfectos glúteos de la rubiecita, quien se relamía sus labios, enrojecida su cara, más que ansiosa por experimentar un poco de carne masculina abriéndose paso hacia sus entrañas. Fernando le frotó su pene, prensado en las alabastrinas nalgas, como si fuera un perro caliente, como decidiéndose si se la dejaba ir por el coño o le rompía el culo tal y como la muy putilla se lo estaba rogando.
-¡Ay, Jesucristo, dale, dale! -exclamó Nancy, estremeciéndose toda, arrugando su carita linda, cuando el hambriento glande de Fernando hizo presión contra su hasta entonces virgen recto. Los dedos del joven la habían preparado lo suficiente, y Bruce observó, atónito, la cabeza de esa pinga desaparecer en el ya nunca más inmaculado ano de su princesita.
Nancy abrió su boca al máximo, gimiendo por lo bajo, clavando sus uñas en la ropa de cama. Fernando también sudaba a chorros y resoplaba, quizás era el primer culo que partía ¡y vaya culazo! Fernando se sujetaba de la fina cintura de Nancy, los dos aullaban de dolor y excitación, pero el muchacho no pensaba detenerse, pues estaba taladrando por primera vez ese escultural y níveo trasero Nancy hundió su cara en la almohada, para ahogar auténticos alaridos, de sufrimiento mezclada con incipiente placer, toda ella descubrió un mundo nuevo de depravación cuando Fernando inició un lento y esforzado mete y saca.
-¿Te duele, Nancy?
-¡Sí, pero seguí que me fascina! ¡Dame más, más! -aulló Nancy, ante el insondable asombro de su no menos empalmado padre. La cara de la adolescente estaba roja como tomate, sudoroso los dos jóvenes amantes, Fernando metiendo y sacando su verga de ese irritado culo, que se cerraba con inusitada fuerza sobre ese trémulo pincho de carne, proporcionando a Fernando un placer único en el mundo. Nancy, por su parte, durante los pocos instantes que tuvo uso lúcido de su mente, obnubilada de lascivia como estaba, pensó en lo increíble y delicioso de todo aquello, con una mano se frotaba impetuosamente su empapada concha, y por un momento, se preguntó para quién estaba guardando su virginidad principal ¿acaso pueden adivinarlo ustedes, degenerados lectores?
Nancy oprimió y sobó los bamboleantos guevos de Fernando, que chocaban contra su coño. Los adolescentes se quejaban ruidosamente, Nancy parecía que estuviera pariendo y Fernando parecía que era a él a quien estaban sodomizando.
-¡Oh, por Dios! -exclamó ella, con algunas lágrimas surcando sus mejillas cuando sintió en su convulsionante interior, ese misterioso y alucinante estallido de caliente líquido el semen le pareció más rico por dentro que en su boca...- ¡Aaay, Fernando, mi amor!
-¡Ah, Nancy, preciosa, te gusta cómo te rompo el culo!
Nancy se incorporó, cubierta en sudor y temblando, ladeando su cabeza para juntar su aviesa lengua con la de Fernando. Bruce aún no salía de su estupor. Fernando y Nancy se acostaron juntos, acariciándose sin prohibiciones, besándose apasionadamente. Nancy se la mamó de nuevo, más al rato, pero no se dejó tomar fotos con el celular, pues seguramente el joven las hubiera ido a presumir con todo el colegio. Más tarde, Fernando le comió el conejito a Nancy y se quedaron abrazados un rato más, hasta que ambos se vistieron, dándose la mayor cantidad de besitos que pudieron.
Bruce, recostado en la silla, sólo tuvo que sobarse un poco el miembro para reventar, tan excitado como estaba de haber visto a su hija siendo sodomizada nunca volvería a ver a Nancy con los mismos ojos, había contemplado lo hermosa que era y seguía intrigado, ¿para quién rayos guardó su virginidad?
Sea como sea, decidió ir a desquitarse la calentura con la no menos impresionante Samara, personaje principal de nuestra historia.
Continuará