Samara (6)
Sabes que haré lo que me pidas, mi amor, soy tu esclava
SAMARA 6
Kleizer
1
Las manos de Bruce apenas lograban aferrar el volante, dado el extremo nerviosismo. Se quedó anonadado al ver salir a Samara del umbral de su casa, Bruce se dijo que esa morenita de niña no tenía nada con un corto vestido azul celeste, muy ceñido por su exquisito talle por un lazo que bailoteaba según las caprichosas y frescas brisas matutinas el escote de dicha provocativa prenda mostraban los redondos senos de la joven
Samara bajó las gradas de su casa hacia el vehículo blazer de Bruce. Ella sonrió al constatar en la cara de asombro de su amado, la positiva impresión que había planeado dar. Abrió la puerta y lanzó su mochilita al asiento trasero.
-Samara -dijo Bruce, casi en un susurro. Se besaron. Samara estaba caliente y feliz.
-Hola, Bruce, te esperaba con ganas ¿adónde me vas a llevar? ¿Me dejarás volver a casa el domingo por la noche o me vas a raptar para siempre? -preguntó ella, coqueta y seductora, apenas despegando sus gruesos y candentes labios de los de su maduro amante, besándose de nuevo.
Tardaron como una hora en salir de la ruidosa ciudad. En cada semáforo en rojo que se les cruzaba, el hombre besaba cada vez con más pasión a la niña, y pronto, su mano izquierda no abandonó los tibios muslos de Samara ella cerraba sus ojos y sonreía fascinada nunca el contacto de un hombre le causaba las deliciosas emociones que la cercanía del apuesto Bruce le producían a veces, Samara le tomaba la mano e incluso le succionaba sus gruesos y viriles dedos
-Aah, calma, Samara, harás que choque -decía Bruce, riéndose, ya cuando iban en la carretera flanqueada por verdes campos.
-Me das miedo, amor, no sé qué locuras tienes planeadas para mí -comentó ella, con sus ojos bien cerrados y sujetándose de la silla, cuando las yemas del calenturiento Bruce se frotaban contra su tanga blanca, quemándole su sensible conchita.
-Antes de llegar a mi chalet, desayunaremos en un claro que conozco, negrita, y te voy a dar duro al aire libre me muero de ganas por quitarte ese vestidito que te queda tan rico -le confesó Bruce, desterrando totalmente de su alma cualquier principio, cualquier valor moral, para inmenso júbilo de los demonios pendientes de la acción.
Samara lo miró, sorprendida, gratamente, claro. Sonrió.
-¿Te gusto mucho, Bruce? -le preguntó.
-Eres la mujer más hermosa que he tenido -dijo el ansioso Bruce, justo cuando se desvió por un camino de tierra. Samara sonrió muy complacida, por saberse tan deseada por ese hombre.
-Sabes que haré lo que me pidas, mi amor, soy tu esclava
2
Media hora después, Bruce había tendido una larga sábana sobre la fresca hierba. Y, sentado, tenía a la preciosa gatita, Samara, dándole una monumental mamada. Samara, en cuatro patas, sujetando la larga y vigorosa pija de Bruce, pajeándola por la base, el hinchado y palpitante glande oculto en las fauces lascivas de esa promiscua adolescente.
-Aaah aaaahh, mi amor, esto es una probadita del cielo -exclamó Bruce.
Samara liberó esa, para ella, la más deliciosa verga, sin dejar de lamerla, se la pasó por los labios, besándole la punta una y otra vez, concentrada en su magna labor. Miraba a Bruce y le sonreía y volvía a tragar Bruce veía, con grato asombro, desaparecer cada vez más su polla en la hambrienta garganta de su joven y candente amante, sentía su miembro envuelto en ese calor húmedo de inefable gozo, y mientras gemía, Bruce supo que haría lo que fuera por continuar con ese placer Bruce supo que nada ni nadie iba a interponerse entre Samara y él
Bruce la tomó de la barbilla y la atrajo a su boca, que se juntaron con salvajismo. Bruce buscó el lazo celeste del vestido, apretando las enormes nalgas de Samara. Primero descubrió sus redondos y enormes pechos
-Son tuyos, bebé -susurró Samara, al borde de la locura, con sus mejillas arreboladas y sus ojos resplandecientes de lujuria. Bruce hundió su cara en ellos, sujetando el fantástico culo de la extasiada muchachita Bruce estaba vuelto una bestia, el vestido azul claro de Samara pronto salió volando para caer sobre la hierba y Bruce Mitchell, el abnegado evangélico, se halló sosteniendo a una menor de edad de incomparable hermosura en sus brazos, casi desnuda, excepto por sus sandalias y tanguita blanca
-El fuego y el azufre son poco castigo para tanto placer -pensó él, y apretando a Samara contra su robusto cuerpo, la besó, y sus manos recorrieron ese hermoso cuerpo con piel café con leche Samara perdió su control, era una muñeca en los calientes brazos de ese hombre, iba a darle todo su cuerpo, ella había nacido para satisfacer los más viles instintos de ese hombre y desde las sombras, Satanás, con lágrimas en los ojos de rojas pupilas, aplaudió la caída de otra alma
¡Chac! , sonó, cuando los dedos de Bruce partieron el hilo dental de su puta. Bruce se tendió, cuan largo era, y Samara aprisionó su larga y venosa pija entre sus maravillosos pechos, para darle un coito como solo ella sabía hacerlo.
-¡Oh, sí, negra! Que sirvan de algo esas tetazas
Samara se rió, la volvía loca sentir esa dura y vibrante virilidad frotándose en su pecho, partiendo sus enormes senos, se relamió los labios al percibir las primeras gotitas de caliente jugo mezclándose con su sudor Samara tomó esa vergota y se la metió en la boca, Bruce, tembloroso, apoyó una mano sobre la cabeza de Samara, cerrando sus ojos para saborear esa sabrosa mamada, creyendo a veces sentir la nariz de Samara rozando su vientre Bruce abrió sus ojos casi toda su pija se veía bañada de saliva Samara se la agarraba por la base y derramaba de su lengua un hilillo de saliva Bruce contempló esa inigualable escena que hasta entonces consideraba exclusiva de las películas pornográficas Samara se relamió y escupió varias veces, luego untando con su mano la saliva, casi posesa, pasándose la brillante polla de Bruce por la cara Samara se la volvió a tragar, mamaba incansablemente, cada vez con mayor locura
Bruce rugió y estalló. Samara se sobresaltó un poco, y Bruce miró cómo, de las comisuras de tan preciosa boquita, su semen se rebalsó, bañando su tieso órganos, hasta manchar los finos dedos de la alocada joven. Samara entonces, miró a su marido y abrió su boca, para que Bruce viera su interior tapizado de semen, y frente a él, Samara se lo tragó, sonriendo al saborear el exquisito manjar luego, procedió a lamer la lefa de sus dedos y de la aún enhiesta verga del asombrado Bruce. Samara se la lamió con ternura, besando y sorbiendo cada tibio grumo, se frotó la cara contra los genitales de ese hombre
Bruce la tomó de los brazos y la atrajo hacia él. Desnudos, se abrazaron y se besaron. Bruce la acostó, manoseando sus bronceados muslos, degustando su sabrosa boca. Samara lo miraba con ojos refulgentes de pasión.
-Te amo, pequeña -le susurró Bruce. Samara lo besó, satisfecha. Bruce la penetró -¿Me amas también, nena?
-¡Uuummppff! ¡Oh, sí, tu negrita te ama, Bruce! -jadeó ella, al sentir ese pene bien duro totalmente dentro de ella. Samara rodeó con sus finos y esculturales brazos el grueso cuello de su amante. Bruce la puyó con fuerza.
-¡Aaaaahhh!
-¿Te gusta mi verga, ah, negra?
-¡Ay, sí! -y añadió con voz tierna y sensual: La quisiera tener dentro de mí para siempre para siempre ¡oooohhh!
Bruce pasó sus robustos brazos debajo de las rodillas de Samara, para que sus curvilíneas piernas permanecieran alzadas. Bruce empezó a cogérsela, su verga entraba toda, Samara, aferrada de los musculoso brazos de su sin par amante, chillaba enloquecida, esa excelsa pija, tan larga, le llegaba a rincones aún virginales, donde ninguna polla había alcanzado su punto g emitió descargas eléctricas de carácter cataclísmico a todo su hermoso cuerpo, Samara gritó de felicidad, gritó libre, sin temor a ser descubiertos en medio de la nada
-¡Aaaaahhh, mi amor, mi vida, aaaaaahhhh, dame más, más, más!
-¡Qué buena estás, putita linda, qué culote más rico te cargás!
Sus carnes chocaban con suma brutalidad, como aplausos. Samara se sentía aplastada contra la tierra, deseando que ese instante no acabara jamás. Ella alzó su cincelado torso como pudo, y apenas las lenguas de los dos frenéticos amantes se encontraron, frotándose ambas sanguijuelas, la una contra la otra, apasionados y envueltos en las llamas del más pecaminoso deseo
-¡Me lleva putas, qué delicia de pisada me estás dando, animal! -gritó Samara, en medio de un alarido de puro placer, cuando sus jugos saltaron como fuente, sin inmutarse el poderoso Bruce, quien siguió dándole la follada del nuevo milenio. Bruce sonrió y sus lenguas bailaron juntas otra vez
-¿Quién te ha cogido como yo, negrita pisona?
-¡Aaay! ¡Nadie, nadie, papi, nadie! ¡Puyáme más, bebé, pu puyáme más! ¡Te aaaammoooo!
-¿De quién es ese cuerpazo, mami?
-¡Aaaaahhh jjjaaaaa !! ¡Tuyo, mi amor, tuyo tu yo para que te lo chingues como te ronquen tus pinches guevos, dulzura aaaaaahhh!!
Bruce se la follaba con mayor ímpetu, golpeándole las nalgas sin misericordia. Samara lloraba de felicidad, y de dolor, apretando sus dientes, lo que causaba que emitiera un morboso y perenne siseo:
-¡Ssssssnnggssssssmmmggjjkkkffssssssss!
-¡Ah, muñeca! -rugió aquél, y penetró todo a Samara, eyaculando muy en su interior. Samara obtuvo así un orgasmo más, fascinada por el intenso calor en sus entrañas.
Bruce se calmó poco a poco, pero sin librar a ese nena de chocolate de su difícil posición. Los dos sudorosos amantes respiraban con dificultad y se sonreían contentos, algunas gruesas gotas de sudor de Bruce llovían sobre el reluciente busto de la jovencita, así como de su hermoso rostro, descompuesto por los terribles orgasmos cuyas consecuencias aún repercutían en su no menos hermosísimo cuerpo. Bruce extendió su lengua, y Samara, apelando a su última reserva de fuerzas, alzó su cabeza y junto la punta de su aterciopelada lengua con la de Bruce y retozaron juntas casi un minuto
Bruce salió de Samara, despacio. Ella gimió de gozo y de alivio. Bruce se acostó a su lado, y se besaron, mientras Bruce le acariciaba dulcemente todo su cuerpo, palpando a veces su irritada vagina.
-¡Dios, qué polvazo me echaste, qué rico! -exclamó Samara, con sus ojos aún cerrados, y en ese momento, Bruce la miró como una niña que aún no comprende la magnitud de lo que acaba de hacer.
-Pero ¿qué he hecho? -pensó- He transgredido las leyes divinas y terrenales he copulado con una menor de edad -pensaba.
-Te pertenezco, soy tu esclava, Bruce -jadeó Samara, besándole la mano, clavando en él sus ojos café, resplandecientes de indecible lujuria.
-Negrita preciosa -dijo Bruce, y le dio un beso en la sudorosa frente.
3
El cansancio de la monstruosa cogida que su adorado Bruce tuvo a bien brindarle, despareció casi al instante en que su hermoso cuerpo se sumergió en la helada agua del río. Al fondo unos pequeños chorros caían a modo de diminutas cascadas.
Samara, desnuda, con el agua a los tobillos, se volvió para mirar a Bruce.
-Por Dios, qué hermosa eres -confesó él, también disfrazado de Adán.
-¿No vienes conmigo, amor? -preguntó ella, con su tierna y meliflua voz.
-Pronto, negra, primero quiero verte y -de la canasta sacó una videocámara. Samara sonrió. Caminó, las aguas cubrían más y más, hasta llegarle a la mitad de los muslos, sonreía coqueta a su Bruce, le lanzaba besos. Bruce la filmaba y la vista de Samara se clavó en la poderosa erección de su señor.
Samara se metió debajo de los cristalinos chorros de agua, y su primera reacción fue encogerse, pero luego entendió que eran sus encantos los que Bruce quería inmortalizar en el filme, y se llevó ambas manos sobre su cabeza, donde su corto cabello se había adherido a la carne Bruce no dejaba de maravillarse ante la inefable belleza de esa chiquilla su culote redondo y apetitoso, ese par de tetas magníficas y perfectas, esa cinturita de avispa apropiada para aferrarla al partir en dos a esa fabulosa beldad, ni cuenta se dio cuando había empezado a acariciarse el pene, cosa que supo cuando Samara se rió de él.
-Bruce, ven conmigo, siempre he querido que me den una buena pisada en medio de un río vení, papi, me tenés bien cachonda -lo tentaba ella, invitándolo, estirando sus esbeltos y delicados brazos.
Bruce colocó la cámara sobre una roca, de modo que pudiera filmar lo que estaba a punto de ocurrir debajo de la suave cascada.
-Ya que tu panochita tan rica quedó tan maltrecha, me voy a cobrar lo que es mío
Samara tragó saliva, irónica. Sonrió confiada, feliz de tener algo medianamente virgen qué ofrecerle a Bruce, además, le gustaba la idea de ser enculada oficialmente por primera vez en ese bonito paraje.
Bruce llegó donde ella y se inclinó para besarla bajo el chorro. Las manos de Bruce se deslizaban por el mojado cuerpazo de la joven colegiala. Bruce no podía creer en tanta felicidad. Samara alzó una de sus esculturales piernas y Bruce le sobó el tierno muslo.
-Me encanta tu culo -dijo Bruce, volviendo a besuquearla.
-Mentiroso, tocámelo, agarrámelo que me encanta
Bruce obedeció y Samara cerró sus ojitos, apoyando su frente contra el amplio pecho del padre de su mejor amiga. Las finas manos morenas de la joven acariciaron el duro pene de su amante.
-La quiero adentro, Bruce te deseo tanto -murmuró ella, dándole tiernos y románticos besitos en el pecho cubierto de fino vello. Bruce la besó amorosamente.
Samara lo abrazó, apretando su cabezita contra sus pectorales, para ahogar un gemido, cuando un dedo de Bruce se introdujo en su culo. Bruce empezó a moverlo despacio, en círculos, mientras la bellísima adolescente se estremecía en sus brazos
-¡Oh, Bruce, esta vez va en serio, te lo voy a dar todo mi tremendo culo va a ser tuyo amordázame para que puedas culearme ! -confesó ella, loca de deseo.
-Ten calma, que te puedo lastimar -dijo Bruce, besándola en la boca.
-Amordázame, amor, si me amas, hazlo -insistió ella, ganosa de tener toda esa palpitante carne en su culito, y consciente que su Bruce iba a desistir de sodomizarla al oír sus gritos. Bruce fue a traer su calzoncillo, lo levantó de la hierba. Samara se relamió sus gruesos y carnosos labios al ver la prenda con que iba a amortiguar sus gritos.
Bruce la besó antes de enroscar su calzoncillo alrededor de la cabeza de Samara. Ella lo miraba con tanto amor con tanto frenético deseo. Tan pronto Bruce le anudó la prenda, Samara se dio vuelta, inclinándose para dejar a merced de su amo y señor su culo perfecto y divino. Samara se sujetó de unas grietas en la pared rocosa.
Bruce volvió a meterle un dedo. Ella se estremeció de nuevo. Bruce lo retorció dentro del apretado y suave canal. Samara se revolvía, apretando sus párpados Bruce comprendió que así podría sodomizarla al fin y le miró el recto, le separó sus espléndidos glúteos y hurgó tal ano, con su lengua
-¡Uuuummmppff! -gimió Samara, mirando sobre su hombro, realzando más su escultural trasero, ansiosa de que Bruce se lo comiera, cosa que así hizo. Bruce apretó la punta de su lengua contra el sensible asterisco, como intentando encular a la preciosa chica con su lengua Samara casi se desmaya de placer entonces, Bruce empezó a lamer
-¡Uuunnnggg!
Lamió una y otra vez, divertido ante los quejidos de Samara le besó el ano lo hizo de nuevo Samara estuvo a punto de desfallecer, de caer arrodillada el agua que se deslizaba por su bronceada espalda hacía el agrio sabor más agradable al lujurioso paladar de Bruce. Le chupó el asterisco.
-¡Aaaaannnmmmgggfffffjjkk!
Bruce se lo chupó de nuevo. Samara, derramando algunas lágrimas, se llevó una mano a la cara, incrédula ante esa avalancha de deliciosas sensaciones Bruce se lo chupó salvajemente, ansioso de jugar con ella
-¡Aaaannnnjjjjjggghhhkk!
Bruce vio un líquido correr hacia abajo en la entrepierna de Samara. Se había corrido con solo comerle el culo. Bruce lamió los riachuelos de jugos de amor femenino. Samara se quedó quieta cuando algo se apretó contra su culo. Bruce le metía dedos en el húmedo coño para untarse la verga.
Samara se sujetó bien, concentrada en el inmenso placer que le produjo el ingreso en su recto de ese ciclópeo glande. Ella gimió, feliz. Entonces comenzó lo difícil. Bruce cubrió con una mano una de las de Samara, y con el otro brazo le rodeó la estrecha cintura. Bruce presionó y avanzó más.
-¡Eeeennnmmmgggkk! ¡Aaaahhhmmmfffkkk! -eran los sofocados alaridos de Samara. Bruce no les prestó atención, arrobado como estaba, al sentir sobre su duro pene cómo las sedosas paredes del culo de Samara se cerraban, y él las iba venciendo, poco a poco miró y le gustó ver la mitad de su verga clavado en medio de ese culo de fantasía, Samara, mientras tanto, con sus ojos bien cerrados, sudaba a chorros y se hallaba en un trance cercano al desmayo comprendiendo la exquisita ebriedad producida por una dosis adecuada de placer sexual acompañada por otra de dolor
-¿Sientes cómo te entra, ah, tragona? Te estoy dando de comer carne por el culo bien merecido lo tienes -le decía Bruce, al oído.
-¡EEeeaaakkjkjkmmmmmfff! -gritó Samara, cuando Bruce prosiguió su inexorable avance. Bruce se la agarró, el área aún descubierta, para coadyuvar su entrada total. Luego aferró a Samara por el empapado coñito y Bruce hizo suyo el recto de Samara, quien, con sus ojos en blanco, saboreaba cada instante. Bruce se la dejó metida varios segundos, quizás dos minutos, para que el delicioso culo de la adolescente se ensanchara
Bruce soltó la mordaza, que cayó al agua.
-¡Puta, papi, cómo me atravesaste, pedazo de animal, pendejo!
-Sssshhh las esclavas no hablan sólo chillan
-Me dolió un infierno, me duele aún ¡Aaaaaahhh, nooo, paraaa!
Bruce comenzó un lento mete y saca. Le hurgó la vagina a su malhumorada amante, y su tez enrojecida fue dando paso a muecas de placer
-¿Ves cómo te ha empezado a gustar, zorrita?
-¡Uuuuffff, sí, mi amor aaahhh, me duele aún aaaayy, pero ya está pasando, ay, hijo de puta, me desgarras aaaahhh!
Bruce, con su cara enrojecida también, por el esfuerzo de desflorar ese estrecho culito, sonreía de placer al sentir su verga bien devorada por ese aterciopelado recto, así como por las quejas de Samara. Bruce se la sacaba hasta la mitad para volver a entrar, bombeando a la mocosa cada vez con mayores ganas Samara, casi rendida, sólo sabía chillar, ora elogiando a su amante, ora insultándolo, incluso se golpeó la cabeza en varias ocasiones contra la pared rocosa.
-¡Bruce, vas a matarme, me vas a dejar el culo como chicharrón!
-Calma, negra, calma preciosa, sentí cómo te la meto
-¡Aaaaahhh, dale despacito, papi, así me gusta, me matás si me lo hacés rápido!
Samara empezaba a sonreír, alegre de haber superado su miedo a ser enculada. El placer la invadía a oleadas, y ya incluso ladeaba su cabeza para darse alocados besos de lengua con el primer hombre en destrozarle el culo. Bruce se la pisaba lento, tomándola de su fina cinturita de avispa, su verga, gruesa, venosa y fuerte, entraba y salía, con menor dificultad en cada embate Samara jadeaba sin control y ya movía su culo hacia atrás, tratando de mantener esa pija tiesa dentro de su ojete
Bruce, al sentirse a punto de correrse, sacó su pinga del irritado culo de Samara. Ella cayó de rodillas, desmadejada. Bruce la hizo ver hacia arriba y apuntó su pija a la cara de la joven. Samara abrió su boca y extendió su lengua para recibir el primer chorro de semen ardiente, Bruce la bañó la cara con su semen, Samara tuvo que cerrar sus ojos, la cara le quedó manchada de semen ella se relamió y con sus dedos reunió la lefa para comérsela, grumo por grumo Bruce se lo untó por toda la cara y hasta por las tetas, momento que Samara aprovechó para comerle la polla y exprimirla de las últimas gotas de semen caliente, mientras su culo y panocha irritados se enfriaban con la gélida agua
Una hora después, llegaron al chalet de Bruce. Samara viajó desnuda y así se apeó. En la terraza había una banca colgante, sujeta con cadenas al tejado. Allí se sentó Bruce, y Samara le sacó la verga, su deliciosa polla, la que nunca se aburriría de mamar Samara reclamó su justo almuerzo mientras Bruce le manoseaba su redondo culo
Fin.